CAPÍTULO I

DUDLEY DEMENTE

El día más cálido del verano se dibujaba en un cercano y soñoliento silencio, que se extendía por las grandes y cuadradas casas de Privet Drive. Los coches, que generalmente brillaban, permanecían polvorientos en las entradas de sus casas, y el césped que una vez fue de color verde esmeralda estaba seco y amarillento a causa de la prohibición del uso de las mangueras debido a la sequía. Privados de sus usuales lavados de coche y del riegue del césped, los habitantes de Privet Drive se habían retirado a la sombra de sus casas, cuyas ventanas estaban abiertas de par en par con la esperanza de tentar una brisa inexistente.
La única persona que permanecía en el exterior era un adolescente recostado sobre una mata de flores, en la entrada del número 4. Él era flaco, de pelo negro. Un chico con gafas que tenía un aspecto pellizcado, ligeramente insano, el aspecto de alguien que ha crecido mucho en un corto espacio de tiempo. Sus pantalones vaqueros estaban desgarrados y sucios, su camiseta floja y descolorida, y las suelas de sus zapatillas estaban descascarilladas. La apariencia de Harry Potter no cautivaba a los vecinos, quienes eran la clase de personas que se creen que la gente desaliñada debe ser punible por la ley, pero aquella tarde se escondió tras una gran mata de hortensias, resultaba poco visible a los transeúntes. De hecho, la única forma por la cuál sería descubierto era si tío Vernon o tía Petunia pegaban sus cabezas en la ventana de la sala de estar y miraban la mata de flores.
Harry pensó que era buena idea el hecho de esconderse ahí. Tal vez no estuviera cómodo tumbado en el cálido y duro suelo, pero, por otra parte, nadie le miraba de malas maneras, haciendo rechinar sus dientes tan alto que no podía escuchar las noticia, o haciéndole preguntas obscenas, como le ocurría cada vez que intentaba sentarse en el sofá de la sala de estar para ver televisión con sus tíos.
Casi como si este pensamiento hubiese revoloteado a través de la ventana abierta, Vernon Dursley, el tío de Harry, habló de repente:
- Me alegra ver que el chico ha parado de meterse por medio. ¿Dónde está, de todos modos?
- No lo sé –dijo tía Petunia-. No está en casa.
Tío Vernon dijo gruñendo:
- Mirando las noticias... –dijo mordazmente-. Me gustaría saber qué se trae entre manos. Como si a un chico normal le importaran las noticias, Dudley no tiene ni idea acerca de lo que se cuenta en las noticias: ¡dudo si sabe quién es el Primer Ministro! De todas formas no debe haber nada de sus noticias en nuestras noticias.
- Vernon, ¡shh! –dijo tía Petunia- ¡La ventana está abierta!
- OH, sí, perdón cariño.
Los Dursley se quedaron en silencio. Harry escuchó un anuncio de cereales Fruti ‘n’ Bran mientras observaba a la señora Figg, una rara anciana amante de los gatos procedente de la cercana Wisteria Walk. Ella fruncía el ceño y murmuraba para sí misma. Harry se alegró de estar oculto por el arbusto, ya que últimamente la Sra. Figg le ofrecía té cada vez que se encontraban por la calle. Dobló en la esquina y desapareció de vista justo antes de que la voz de tío Vernon flotara otra vez fuera de la ventana:
- ¿Dudders ha ido a tomar el té?
- Al Polkisses –dijo tía Petunia cariñosamente-. Tiene tantos amigos y es tan popular...
Harry suprimió una carcajada con dificultad. Los Dursley siempre fueron asombrosamente estúpidos en cuanto a lo que su hijo Dudley se refiere. Se tragaron todas sus mentiras acerca de que se iba a tomar té cada noche con los miembros de su banda. Pero Harry sabía perfectamente que Dudley no se iba a tomar té a ningún lado; él y su pandilla se pasaban cada tarde haciendo gamberradas en el parque, fumando en las esquinas de las calles y lanzando piedras a los coches que pasaban y a los niños. Harry los había visto durante sus paseos en Little Whinging; había estado la mayor parte del tiempo deambulando por las calles, buscando periódicos en los contenedores de basura dispuestos a lo largo de su recorrido.
La música de apertura que anunciaba el comienzo del telediario de las 7 de la tarde alcanzó los oídos de Harry, y su estómago resonó. Tal vez aquella noche, tras un mes de espera, sería la noche.
- Record de veraneantes llenan los aeropuertos de España, la huelga de los controladores de equipaje se halla en su segunda semana.
- Tomándose una larga siesta, es lo que yo haría –gruñó tío Vernon tras oír la frase del locutor, pero eso no importaba: fuera, en la mata de flores, el estómago de Harry pareció aflojarse. Si algo había ocurrido, seguramente habría sido la primera noticia; la muerte y la destrucción eran más importantes que unos viajeros parados.
Profirió una larga y lenta exhalación y se fijó en el brillante cielo azul. Cada día de aquél verano había sido lo mismo: la tensión, el ansia, el alivio temporal y, después, la tensión ascendente otra vez... Y, después, cada vez más insistente, la pregunta de por qué todavía no ha ocurrido nada.
Continuó escuchando, sólo en caso de que hubiera algún indicio, no reconocido por los Muggles, alguna extraña desaparición, quizá, o algún accidente extraño... Pero tras la noticia de la huelga de los controladores de equipaje, la siguió una sobre la sequía en el sudeste (“¡Espero que esté escuchando junto a la puerta!” -bramó tío Vernon. “¡Él, con sus aspersores encendidos a las tres de la mañana!”), después, un helicóptero que casi se estrella en un campo en Surrey; después, una famosa actriz se divorcia de su marido (“Como si nosotros estuviéramos interesados en sus sórdidos asuntos”, dijo tía Petunia, que había seguido el caso obsesivamente en cada revista en la cuál pudiera poner encima sus huesudas manos).
Harry cerró los ojos ante el resplandeciente cielo de la tarde, al mismo tiempo el locutor decía: - Y, finalmente, Bungy el periquito ha encontrado un novedoso método para mantenerse frío este verano. ¡Bungy, que vive en las Cinco Plumas, en Barnsley, ha aprendido a practicar el esquí acuático! Mary Dorkins ha acudido al lugar para saber más sobre el asunto.
Harry abrió los ojos. Si habían conseguido que un periquito practicara el esquí acuático, no había nada más digno de audiencia. Empezó a dar vueltas cuidadosamente hacia delante y se puso en cuatro patas, preparado para gatear bajo la ventana.
No se había movido ni tan siquiera 3 centímetros cuando ocurrieron varias cosas en una rápida sucesión.
Un ruidoso crack hizo eco y rompió el somnoliento silencio como un balazo; un gato salió corriendo como un rayo de debajo de un coche aparcado y desapareció de la vista; un alarido, un bramido y el sonido de la porcelana rota salieron de la ventana de la sala de estar de los Dursley, y, como se fuera la señal que Harry había estado esperando, dio un brinco al mismo tiempo que sacaba de la pretina de sus pantalones una varita de madera, como si desenfundara una espada, pero antes de poder levantarse por completo, su cabeza chocó contra la ventana abierta de los Dursley. El golpe hizo gritar a tía Petunia aún más estrepitosamente.
Harry sintió como si su cabeza se hubiera partido en dos. Con lágrimas en los ojos, se tambaleó, intentando concentrar la vista en la carretera para descubrir la procedencia del ruido, pero apenas se había puesto derecho cuando dos grandes manos púrpuras le alcanzaron a través de la ventana y se cerraron firmemente en torno a su cuello.
- ¡Guárdala! –gruñó tío Vernon en el oído de Harry- ¡Antes de que alguien la vea!
- ¡Suéltame! –jadeó Harry. Estuvieron forcejando durante algunos segundos. Harry tiraba de los dedos como chorizos de su tío con su mano izquierda. Con la derecha apretaba con fuerza su varita levantada; entonces, como el dolor de cabeza de Harry causó un particular y repugnante latido, tío Vernon gruñó y soltó a Harry como si hubiera recibido un electroshock. Alguna clase de fuerza invisible parecía haber surgido a través de su sobrino, haciéndole imposible de sujetar.
Jadeando, Harry cayó hacia delante sobre el arbusto de hortensias, se puso de pie y miró a su alrededor. No había ninguna señal de lo que había causado el sonoro y crujiente sonido, pero había varias caras entornando los ojos a través de diversas ventanas cercanas. Harry guardó rápidamente su varita en sus pantalones e intentó parecer inocente.
- ¡Bonita tarde! –gritó tío Vernon, haciendo gestos con las manos a la vecina del número 7, que los miraba encolerizadamente tras sus cortinas- ¿Ha oído el petardeo de ese coche ahora mismo? ¡A Petunia y a mí nos ha dado un buen susto!
Continuó riéndose burlonamente de una forma horrible y maníaca, hasta que todos los vecinos curiosos desaparecieron de sus ventanas. Entonces la risa burlona pasó a ser una mueca de furia tan pronto como llamó a Harry para que fuera hacia él.
Harry se acercó unos pocos pasos, teniendo cuidado de detenerse un poco antes del punto en el cual las extendidas manos de tío Vernon pudieran continuar su estrangulamiento.
- ¿Qué demonios significa eso, chico? –preguntó tío Vernon con una voz ronca que temblaba de furia.
- ¿Qué significa el qué? –dijo Harry fríamente. Siguió mirando de izquierda a derecha por toda la calle, aún con la esperanza de ver a la persona que hizo el ruido.
- Hacer un ruido similar al del disparo de una pistola.
- Yo no hice ese ruido –dijo Harry firmemente.
La delgada cara de tía Petunia, similar a la de un caballo, apareció junto a la ancha y sonrosada de tío Vernon. Ella parecía estar lívida.
- ¿Por qué estabas escondido bajo la ventana?
- ¡Eso es, bien dicho, Petunia! ¿Qué estabas haciendo bajo nuestra ventana, chico?
- Escuchar las noticias –dijo Harry con voz resignada.
Sus tíos se cambiaron miradas de asombro.
- ¡Escuchando las noticias! ¿Otra vez?
- Bueno, veras, cambian cada día –dijo Harry.
- ¡No te pases de listo conmigo, niño! Quiero saber exactamente qué es lo que te traes entre manos, ¡y no me digas más que estabas escuchando las noticias! Sabes perfectamente que tu mundo...
- Cuidado, Vernon –dijo tía Petunia, y tío Vernon bajó su voz tanto que Harry apenas podía oírla-. ¡Tú mundo no está en nuestras noticias!
- Eso es lo que vosotros creéis – dijo Harry.
Los Dursley le miraron con los ojos saltones durante unos segundos. Después, tía Petunia dijo: - Eres un pequeño mentiroso. ¿Qué hacen entonces todas esas –ella también bajó el tono de su voz, y Harry tuvo que leer los labios a tía Petunia para adivinar la siguiente palabra- lechuzas si no te traen las noticias?
- ¡Ajá! –susurró tío Vernon con aire triunfal- ¡Sal de esa, chico! Como si no supiéramos que consigues todas tus noticias gracias a esos pájaros pestilentes.
Harry vaciló por un momento. Esta vez le costó un poco decir la verdad, si bien sus tíos posiblemente no sabían lo mal que se sentía al admitirlo.
- Las lechuzas... No me están trayendo noticias –dijo atonalmente.
- No me lo creo –dijo tía Petunia de inmediato.
- Yo tampoco –dijo tío Vernon enérgicamente.
- Sabemos que estás tramando algo raro –dijo tía Petunia.
- No somos estúpidos, ¿sabes? –dijo tío Vernon.
- Eso es una noticia para mí –dijo Harry, y antes de que los Dursley pudieran llamarle de nuevo, se dio la vuelta, cruzó el césped, saltó por encima del muro del jardín y se fue andando a zancadas por la calle. Esta vez se había metido en problemas, y él lo sabía. Más tarde tendría que enfrentarse con su tío y pagar el precio de su rudeza, pero por el momento eso no le importaba; tendría otras cosas más importantes en su cabeza.
Harry estaba seguro de que el sonido crujiente fue producido por alguien apareciendo y desapareciendo. Era exactamente el sonido que Dobby, el elfo doméstico, hacía cada vez que desaparecía. ¿Era posible que Dobby estuviera en Privet Drive? ¿Podría estar Dobby siguiéndole en ese mismo instante? En cuanto se le ocurrió ese pensamiento, se dio la vuelta y miró fijamente calle abajo, pero parecía completamente desierta y Harry estaba seguro de que Dobby no sabía cómo hacerse invisible.
Anduvo apenas consciente de la ruta que estaba tomando, por esas calles que tan asiduamente había recorrido últimamente que sus pies le llevaron a sus lugares predilectos automáticamente. Cada pocos pasos se volvía a mirar sobre su hombro. Algo mágico había estado cerca de él cuando estaba tumbado a lo largo de las agonizantes begonias de tía Petunia, estaba seguro de ello. ¿Por qué no habían hablado con él, por qué no habían establecido contacto, por qué se estaban escondiendo ahora?
Y después con su máximo sentimiento de frustración, estuvo cerca de escaparse.
Quizá no había sido un sonido mágico después de todo. Quizás estaba tan desesperado por cualquier signo de contacto del mundo al que pertenecía que estaba simplemente reaccionando desmesuradamente ante ruidos perfectamente ordinarios. ¿Podía estar seguro de que no había sido el sonido de algo rompiéndose en el interior de la casa de un vecino? Harry sintió un apagado presentimiento en su estómago y antes de darse cuenta, el sentimiento desesperado que había estado importunándole todo el verano, apareció de nuevo.
A la mañana siguiente se levantaría por la alarma a las cinco en punto y podría pagarle a la lechuza que le traía El Profeta, pero ¿había alguna razón para seguir obteniéndolo? Harry simplemente echaba una mirada a la portada antes de tirarlo a un lado como los demás días; cuando los idiotas que trabajaban en el periódico por fin se dieran cuenta de que Voldemort había vuelto, sería un titular de primera página, y eso era lo único de lo que tenía cuidado Harry.
Si fuera afortunado, habría también lechuzas trayendo cartas de Ron y Hermione, sus mejores amigos, con la expectativa de que sus cartas no le trajeran las noticias que habían llegado hasta ahora.
No podemos decir mucho sobre tú-ya-sabes-qué, obviamente... No hemos estado contando nada importante por si nuestras cartas van por mal camino... Estamos un poco ocupados pero no puedo darte detalles aquí... Está sucediendo una cosa importante, te lo contaremos todo cuando te veamos...
¿Pero cuándo iban a verle? Nadie se había referido a una fecha concreta. Hermione había garabateado “Espero que nos veamos muy pronto” en el interior de su tarjeta de cumpleaños, ¿pero pronto cuánto pronto era? Tan lejos como él podía traslucir de sus cartas, Hermione y Ron estaban en el mismo sitio, presumiblemente en la casa de los padres de Ron. Él apenas podía aguantar pensar en los divirtiéndose en La Madriguera mientras él estaba atrapado en Privet Drive. De hecho, estaba tan enfadado con los dos, que había tirado lejos, sin abrirlas siquiera, las dos cajas de chocolates Honeydukes que le habían enviado por su cumpleaños. Se había arrepentido luego, después de la marchita ensalada que tía Petunia había proporcionado para la pasada cena.
¿Y con qué estaban Ron y Hermione ocupados? ¿Por qué no estaba él, Harry, ocupado? ¿No había probado su capacidad de control mucho más que ellos? ¿Habían olvidado todo lo que él había hecho? ¿No había sido él quién había entrado en el cementerio y había visto a Cedric siendo asesinado, y había estado en esa lápida donde casi murió?
- No pienses eso -se dijo Harry a sí mismo con severidad por centésima vez en ese verano. Ya era suficientemente malo estar recordando el cementerio en pesadillas, sin tener que rememorarlo estando despierto también.
Giró en la esquina de Magnolia Crescent; a la mitad del camino pasó delante del estrecho callejón donde había visto a su padrino por primera vez. Sirius, al menos, parecía entender cómo se sentía Harry. Hay que admitir que sus letras estaban tan vacías de noticias como las de Ron y Hermione, pero al menos contenían palabras de precaución y consolación en lugar de atormentes indirectas: “Sé que esto debe ser frustrante para ti... No te metas en líos y todo estará bien... Ten cuidado y no hagas nada precipitado...”
Bien, pensó Harry, mientras cruzaba Magnolia Crescent, giraba hacia la calle Magnolia y se dirigía hacia el oscuro parque infantil, que él había hecho cuando Sirius le había dicho. Al menos había resistido la tentación de coger su baúl y su escoba y volar hasta La Madriguera solo. De hecho, Harry pensaba que su comportamiento había sido muy bueno considerando lo frustrado y enfadado que se sentía de haber estado atrapado en Privet Drive tanto tiempo, obligado a esconderse en arriates con la esperanza de oír algo que le indicara que Lord Voldemort estaba haciendo. Sin embargo, era un poco irritante que alguien que había estado en la prisión de los magos, Azkaban, escapado, intentado cometer el asesinato por el cuál había sido condenado la primera vez y huido con un hipogrifo robado, le dijera que no hiciera nada irreflexivo.
Harry saltó por encima de la puerta cerrada del parque y salió cruzando la reseca hierba. El parque estaba vacío como las calles de los alrededores. Cuando alcanzó los columpios se sentó en el único que Dudley y sus amigos no habían roto aún, pasó su brazo alrededor de la cadena y miró taciturno al suelo. No podría volver a esconderse en el arríate de los Dursley de nuevo. Mañana tendría que pensar en alguna manera fresca de escuchar las noticias. Mientras tanto, no había pensado en sus otras inquietudes, la perturbada noche, porque incluso cuando escapaba de las pesadillas de Cedric tenía inquietantes sueños sobre lagos y oscuros corredores, todos con la muerte al final y puertas cerradas con llave, que él suponía que tenían algo que ver con la sensación de atrapado que tenía cuando se despertaba. Algunas veces la vieja cicatriz en su frente le picaba incómodamente, pero él no era tan tonto como para contárselo a Ron, Hermione o Sirius, o como para suponer que ellos encontrarían eso interesante. En el pasado, su cicatriz le había dolido cuando Voldemort se estaba volviendo fuerte de nuevo, pero ahora Voldemort había vuelto y ellos pensarían que lo único que Harry intentaba era llamar la atención... Nada de qué preocuparse... Viejas noticias...
La injusticia era que todo brotaba de su interior, por eso él quería gritar con furia. ¡Si no hubiera sido por él, nadie habría sabido nunca que Voldemort había vuelto! Y su recompensa era estar atrapado en Little Whinging durante cuatro largas semanas, completamente fuera del mundo mágico, reducido a ocuparse de las agonizantes begonias para oír ¡cómo los periquitos hacían esquí acuático! ¿Cómo podía Dumbledore haberse olvidado de él tan fácilmente? ¿Por qué estaban Ron y Hermione juntos sin invitarle a estar con ellos? ¿Cuánto tiempo se suponía que tendría que aguantar a Sirius diciéndole que fuera un buen chico, o resistir a la tentación de escribir a El Profeta y contar que Voldemort había vuelto? Estos furiosos pensamientos giraban alrededor de la cabeza de Harry, y su interior se retorcía de ira como una bochornosa y suave noche cayendo a su alrededor, el aire lleno del olor templado, malos gases, y el único sonido del retumbante ruido del tráfico de las calles cercanas al parque. No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentado en el columpio cuando las voces de sus meditaciones fueron interrumpidas y miró hacia arriba. Las farolas de las calles de alrededor arrojaban una borrosa luz suficiente para apreciar la silueta de un grupo de gente haciendo su camino a través del parque. Uno de ellos iba cantando fuerte una canción grosera. Los otros iban riéndose. Un suave ruido vino de sus caras bicicletas de carreras.
Harry sabía qué personas eran. La figura al frente era inconfundiblemente la de su primo, Dudley Dursley, poniendo camino a casa acompañado de su fiel pandilla.
Dudley estaba más vasto que nunca, pero un año de dura dieta y el descubrimiento de un nuevo talento había trabajado un cambio en su psíquico. Tío Vernon contaba con gran placer a todo el que quisiera escucharle, que Dudley se había convertido recientemente en el Campeón Junior de Pesos Pesados de la Escuela de Boxeo del Sudeste. “El noble deporte”, como tío Vernon lo llamaba, había hecho a Dudley incluso más formidable que en sus días de escuela primaria. Harry no estaba ni remotamente asustado de su primo porque él no pensaba que fuera motivo de celebración que Dudley hubiera aprendido a dar puñetazos duramente y con más precisión. Los niños de los vecinos alrededor estaban aterrorizados de él, incluso más aterrorizados que de “ése chico Potter” quién, según ellos pensaban, estaba siendo atendido en el Centro de Seguridad San Bruto para Criminales Incurables.
Harry miraba las oscuras figuras cruzando la hierba y se preguntaba a quién habrían estado pegando esa noche, “Mirad alrededor”, Harry se encontró pensando y mirándoles. “Vamos... Mirad alrededor... Estoy sentado aquí solo... Vamos, mirad...”
Si los amigos de Dudley le veían sentado allí, seguramente se irían derechitos hacia él, ¿y qué haría Dudley entonces? No querría perder su reputación delante de su pandilla, pero él había provocado terriblemente a Harry... Sería muy divertido ver el dilema de Dudley, mofarse de él, mirarlo, con su impotencia a responderle... y si alguno de los otros trataba de pegarle, Harry estaba preparado, tenía su varita. Dejemos que prueben... le encantaba dar rienda suelta a su frustración con los chicos que una vez habían hecho de su vida un infierno.
Pero ellos no miraron alrededor, no le vieron, pasaron por la verja. Harry dominó su impulso de llamarles... Buscar una pelea no sería nada inteligente... Él no debía usar magia... Podía ser expulsado.
Las voces de la pandilla de Dudley murieron lejos; estaban fuera de la vista, yendo a lo largo de la calle Magnolia.
“Ahí está, Sirius”, Harry pensó con desgana. “Nada precipitado. Manteniéndome sin meterme en lío. Exactamente lo opuesto a lo que tú has hecho”.
Se puso de pie y se estiró. Tía Petunia y tío Vernon parecían sentir que cualquier hora a la que Dudley volviera estaba bien, y cualquier momento después de esa hora era demasiado tarde. Tío Vernon había amenazado con encerrar a Harry en la alacena si él volvía a casa después que Dudley otra vez, por eso, reprimiendo un bostezo, y todavía con el rostro ceñudo, saltó la puerta del parque.
La Calle Magnolia, como Privet Drive, estaba llena de grandes y cuadradas casas con jardines arreglados, todas propiedad de propietarios que conducían coches muy limpios igual que el de tío Vernon. Harry prefería Little Whinging de noche, cuando las cortinas asemejaban parches de brillantes colores en la oscuridad y él no corría peligro de escuchar desaprobatorios murmullos sobre su apariencia de “delincuente” cuando pasaba por delante de los inquilinos. Andaba rápido por eso, a medio camino la pandilla de Dudley apareció a la vista de nuevo, estaban despidiéndose a la entrada de Magnolia Crescent. Harry se paró a la sombra de una gran lila y esperó.
-... Chillando como un cerdito, ¿no? –decía Malcolm, riéndose a carcajadas con los otros.
- Buen gancho, Gran D –dijo Piers.
- ¿Mañana a la misma hora? –dijo Dudley.
- Pasad por mi casa, mis padres estarán fuera –dijo Gordon.
- ¡Adiós Dud!
- ¡Nos vemos, Gran D!
Harry esperó a que el resto de la pandilla se hubiera ido antes de seguir adelante. Cuando sus voces se habían desvanecido una vez más giró la esquina hacia Magnolia Crescent y andando muy rápido pronto acortó la distancia que lo separaba de Dudley, que estaba paseando con alivio, tarareando disonantemente.
- ¡Hey, Gran D!
Dudley se volvió.
- ¡OH! –gruñó-. Eres tú.
- ¿Desde cuándo eres Gran D? –dijo Harry.
- Cállate –gruñó Dudley, dándose la vuelta.
- Un nombre guay –dijo Harry, sonriendo de oreja a oreja y yendo al lado de su primo-. Pero tú siempre serás “Ickle Diddykins” para mí.
- ¡He dicho que TE CALLES! –dijo Dudley, cuyas manos como jamones se habían cerrado en sendos puños.
- ¿No saben los chicos cómo te llama tu mamá?
- Cállate la boca.
- A ella no le dices que cierre la boca. ¿Qué es de “Popkins” y “Dinky Diddydums”, los puedo usar entonces?
Dudley no dijo nada. El esfuerzo por mantenerse sin pegar a Harry le estaba llevando toda su fuerza de voluntad.
- ¿Y a quién habéis estado pegando esta noche? –preguntó Harry, desvaneciendo su amplia sonrisa- ¿Otro niño de diez años? Sé que a Mark Evans hace dos noches...
- Se lo buscó –gruñó Dudley.
- ¿Ah, sí?
- Fue descarado conmigo.
- ¿Sí? ¿Dijo que parecías un cerdo andando sobre sus patas traseras? Eso no es grosero, Dud, eso es la verdad.
Un músculo se movió incontrolablemente en la mandíbula de Dudley. Esto proporcionó a Harry la enorme satisfacción de saber lo furioso que estaba poniendo a Dudley; sintió que estaba desviando su propia frustración hacia su primo, el único desahogo que tenía.
Giraron a la derecha hacia abajo del estrecho callejón donde Harry había visto por primera vez a Sirius y que formaba un corte entre Magnolia Crescent y Wisteria Walk. Estaba vacío y mucho más oscuro que las calles porque no había farolas. Sus pasos eran silenciosos entre las paredes de los garajes y la alta alambrada del otro.
- Te crees un gran hombre llevando esa cosa, ¿verdad? –dijo Dudley después de unos segundos.
- ¿Qué cosa?
- Esa cosa que estás escondiendo.
Harry sonrió de nuevo.
- No eres tan estúpido como pareces, ¿no? Pero supongo que si lo fueras, no podrías andar y hablar al mismo tiempo.
Harry sacó su varita. Vio a Dudley mirarla de reojo.
- No lo tienes permitido –dijo Dudley al instante-. Sé que no puedes. Serías expulsado de esa monstruosa escuela a la que vas.
- ¿Cómo sabes que no han cambiado las reglas, Gran D?
- No lo han hecho –dijo Dudley pensando que no sonaba completamente convencido.
Harry se rió suavemente.
- No tienes cojones para jugar contra mí sin esa cosa, ¿no? –dijo Dudley con un gruñido.
- Considerando que necesitas cuatro tíos detrás de ti antes de pegar a un niño de diez años, ¿sabes que el título de boxeo no puedes seguir manteniéndolo? ¿Qué edad tenía tu oponente? ¿siete? ¿ocho?
- Tenía dieciséis, para tu información –gruñó Dudley- y estuvo peleando veinte minutos antes de que acabara con él y era dos veces más pesado que tú. Tan sólo espera a que le cuente a papá que has sacado esa cosa...
- Corriendo con papito ahora, ¿no? ¿Está este genio de boxeo asustándose de la repugnante varita de Harry?
- No eres tan valiente en la noche, ¿verdad? –rió Dudley con cara de desprecio.
- Esta es la noche, Diddykins. Es como nosotros la llamamos cuando todo se pone oscuro así.
- ¡Me refiero a cuando estás en la cama! –Dudley gruñó.
Él había parado de andar. Harry se paró también, mirando fijamente a su primo.
Con la poca luz que les llegaba podía vislumbrar la gran cara de Dudley, extrañamente triunfante.
- ¿Qué quieres decir, que no soy valiente cuando estoy en la cama? –dijo Harry, completamente pasmado- ¿A qué se supone que tengo que tenerle miedo, a las almohadas o algo así?
- Te escuché la pasada noche –dijo Dudley entrecortadamente-. Hablando mientras dormías. Gimiendo.
- ¿Qué quieres decir? –repitió Harry, pero con una sensación fría en su estómago. Había visitado el cementerio en sueños la pasada noche.
Dudley se rió estridentemente, luego adoptó una aguda lloriqueante voz.
- “¡No mates a Cedric! ¡No mates a Cedric!” ¿Quién es Cedric? ¿Tu novio?
- Yo, estás mintiendo –dijo Harry automáticamente. Pero su boca estaba ahora seca. Sabía que Dudley no estaba mintiendo. ¿Qué más sabría sobre Cedric?
- “¡Papá! ¡Ayúdame papá! ¡Va a matarme, papá! ¡Boo hoo!”
- Cállate –dijo Harry pausadamente-. ¡Cállate, Dudley, te lo advierto!
- “¡Ven y ayúdame papá! ¡Mamá, ven a ayudarme! ¡Ha matado a Cedric! ¡Papá ayúdame! Va a...” ¡No apuntes esa cosa hacia mí!
Dudley retrocedió hasta la pared del callejón. Harry estaba apuntando su varita directamente al corazón de Dudley. Harry podía sentir sus catorce años de odio hacia Dudley en sus venas. ¿Por qué no le daba ahora su merecido?
- No vuelvas a hablarme de eso nunca más –dijo Harry con un gruñido-. ¿Me has entendido?
- Apunta esa cosa para otro lado.
- He dicho “¿Me has entendido?”
- Apunta para otro lado.
- ¿ME HAS ENTENDIDO?
- PON ESA COSA LEJOS DE...
Dudley hizo un jadeo raro, estremecido, como si hubiera sido sumergido en agua helada.
Algo pasó en la noche. El desparramo de estrellas sobre el cielo azul añil, se volvió de repente en un campo negro, y las luces (las estrellas, la luna y las farolas) desaparecieron. El ronroneo lejano de los coches y el murmullo de los árboles se había ido. La templada tarde se volvió de repente penetrante y fría. La oscuridad a su alrededor era total, impenetrable, silenciosa, como si una mano gigante hubiera dado sombra al callejón entero, dejándoles ciegos.
Por una décima de segundo Harry pensó que había hecho magia sin proponérselo, a pesar de que había estado resistiéndolo con todas sus fuerzas –después la razón llegó a sus oídos- él no tenía el poder para apagar las estrellas. Giró su cabeza y miró a ambos lados, intentando ver algo, pero la oscuridad presionaba sus ojos como un pesado velo.
La aterrorizada voz de Dudley irrumpió en la oreja de Harry.
- ¿Qué estás haciendo? ¡Páralo!
- ¡No estoy haciendo nada¡ ¡Cállate y no te muevas!
- ¡No puedo ver! ¡Me he quedado ciego! Yo...
- ¡He dicho que te calles!
Harry se levantó girando sus ojos de derecha a izquierda. El frío era tan intenso que estaba tiritando; la piel se le había puesto de gallina y los pelos de la nuca se le habían erizado. Abrió sus ojos todo lo que podía, mirando a ciegas alrededor, sin ver nada.
No era posible... Ellos no pueden estar aquí... No en Little Whinging...
Agudizó sus oídos... Podría oírlos antes de verlos...
- ¡Se lo diré a papá! –lloriqueó Dudley- ¿Dónde estás? ¿Qué estás ha...
- ¿Te callarás? –siseó Harry- Estoy tratando de escu...
Pero se calló. Acababa de escuchar lo que se estaba temiendo.
Había algo aparte de ellos en el callejón, alguien con sus traqueteantes, roncos alientos. Harry sintió una horrible sacudida y se levantó temblando en el frío aire.
- ¡Para eso! ¡Deja de hacer eso! ¡Te pegaré! ¡Lo juro!
- Dudley, calla...
WHAM
Un puño hizo contacto en un lado de la cabeza de Harry, haciéndole caer. Pequeñas blancas luces aparecieron delante de sus ojos. Por segunda vez en una hora Harry sintió como si su cabeza se hubiera partido en dos; al momento siguiente, había aterrizado en el duro suelo y su varita había volado fuera de su alcance.
- ¡Imbécil! –Harry gritó, sus ojos nublados por el golpe mientras se frotaba sus rodillas y manos, sintiéndose desesperado en la negrura.
Escuchó a Dudley golpear la alambrada del callejón y dar un traspié.
- ¡DUDLEY VUELVE! ¡ESTÁS CORRIENDO DERECHO HACIA ESO!
Hubo un horrible chillido y los pasos de Dudley pararon. Al mismo tiempo, Harry sintió deslizarse un frío helado detrás de él, lo que sólo significaba una cosa. Había más de uno.
- ¡DUDLEY MANTÉN TU BOCA CERRADA! ¡HAGAS LO QUE HAGAS MANTÉN TU BOCA CERRADA! ¡Varita! –Harry murmuró desesperadamente, con sus manos volando sobre el suelo como arañas- ¿Dónde... Varita... Vamos ¡Lumos!
Dijo el hechizo automáticamente, desesperado porque la luz pudiera ayudarle en su búsqueda –y con alivio y sorpresa, centellas luminosas salieron de su mano derecha- la punta de la varita se había prendido. Se le revolvió el estómago.
Una figura dominante, con capucha, estaba deslizándose suavemente hacia él, quedándose suspendido en el suelo, ningún pie o cara era visible bajo sus túnicas, chupando en la noche.
Tropezando hacia atrás, Harry levantó su varita.
- ¡Expecto patronum!
Una voluta de vapor plateada salió de la punta de la varita y el Dementor se entorpeció, pero el hechizo no había trabajado bien; tropezando con sus propios pies, Harry se alejó del Dementor, el pánico nublaba su cerebro “concéntrate...”.
Un par de grises, escuálidas y costrosas manos emergieron del interior de las túnicas del Dementor, avanzando hacia él. Un apresurado ruido llenó los oídos de Harry.
- ¡Expecto patronum!
Su voz sonó débil y distante. Otra voluta de humo plateado, más débil que el anterior, brotó de su varita –no podía hacer nada más, no podía hacer que el hechizo funcionara.
Hubo una risa en el interior de su cabeza, estridente y aguda... Podía oler el aliento pútrido, frío como la muerte del Dementor llenando sus propios pulmones, ahogándolo... “piensa... algo feliz...”.
Pero no había ninguna felicidad en su interior. Los gélidos dedos del Dementor se estaban cerrando alrededor de su garganta, la aguda risa estaba creciendo más y más fuerte, una voz hablaba en el interior de su cabeza: “Hazle una reverencia a la muerte, Harry... No habrá dolor... No sabría... Nunca he muerto...”
No volvería a ver a Ron y Hermione nunca más...
Y sus caras estallaron claramente en su cabeza y peleó por respirar.
- ¡EXPECTO PATRONUM!
Un ciervo plateado enorme salió de la punta de la varita de Harry; sus astas se clavaron en el sitio donde el Dementor debía tener el corazón; lo lanzó lejos, tan pesado como la oscuridad, y cuando el ciervo volvió a la carga, el Dementor se abalanzó lejos, como un murciélago derrotado.
- ¡POR AQUÍ! –Harry gritó al ciervo. Dándose la vuelta, corrió a toda velocidad por el callejón, agarrando la luz que arrojaba su varita- ¿DUDLEY? ¡DUDLEY!
Había corrido apenas una docena de pasos cuando les alcanzó: Dudley estaba acurrucado en el suelo, sus brazos le cubrían la cara. Un segundo Dementor estaba agazapado encima de él, agarrando sus muñecas con sus escuálidas manos, presionándolas lentamente, casi amorosamente, descendiendo su capucha delante de la cara de Dudley para darle el Beso.
- ¡CÓGELO! –chilló Harry, y con un apresurado y fuerte sonido, el ciervo plateado que él había conjurado fue galopando hacia él. La cara sin ojos del Dementor estaba a menos de 3 cm. de la cara de Dudley cuando un asta plateada lo capturó; la cosa fue lanzada al aire y, como su compañero, planeó lejos y fue absorbido en la oscuridad; el ciervo galopó hasta el final del callejón y se disolvió en una neblina plateada.
La luna, las estrellas y las farolas volvieron a la vida. Una brisa templada barrió el callejón. Los árboles se agitaban en los jardines vecinos y el rumor de los coches en Magnolia Crescent llenaron el aire de nuevo.
Harry se levantó con todos sus sentidos vibrando todavía, volviéndose abruptamente a la normalidad. Después de un momento, fue consciente de que su camiseta le estaba pegada; estaba bañado de sudor.
No podía creer lo que acababa de pasar. Dementores, allí, en Little Whinging.
Dudley yacía acurrucado en el suelo, lloriqueando y agitándose. Harry se agachó para ver si estaba en condiciones de levantarse, pero entonces oyó un fuerte ruido, pasos corriendo detrás de él. Instintivamente levantó su varita de nuevo, aguardando al recién llegado.
La Sra. Figg, su vieja y chiflada vecina, apareció de pronto. Su canoso pelo gris escapaba de su moño, una bolsa de la compra estaba balanceándose en su muñeca y en sus pies llevaba sus zapatillas de andar por casa. Harry intentó esconder rápidamente su varita, pero...
- ¡No guardes eso, niño idiota! –chilló ella- ¿Qué pasa si hay más de ellos por aquí cerca? ¡Oh, voy a matar a Mundungus Fletcher!

 

CAPÍTULO II

PICOTAZOS DE LECHUZA

- ¿Qué? –dijo Harry con la mirada vacía.
- Él se fue –dijo la Sra. Figg, retorciéndose las manos-. Irse para ver algo sobre una remesa de calderos que caen detrás de una escoba. Le dije que lo iba a despellejar vivo si se iba, ¡y ahora mira! ¡Dementores! ¡Eres afortunado de que yo pusiera al señor Tibbles en la caja! Pero nosotros no tuvimos tiempo para mirar alrededor. Vamos, ahora, ¡tenemos que llevarte de vuelta! Oh, ¡el problema que esto va a causar! ¡Lo voy a matar!
- Pero... –la revelación de que su anciana vecina, obsesionada por los gatos, conociera a los Dementores fue casi un shock tan grande para Harry como encontrarse con dos de ellos en el callejón-. Tú eres... ¿Tú eres una bruja?
- Yo soy una Squib, y Mundungus lo sabe muy bien, ¿cómo diablos supone que iba a ayudarte a luchar contra los Dementores? Te dejó a ti completamente sin protección cuando le avisé...
- Este Mundungus ¿es el que me está siguiendo? Espera, ¡era él! Él desapareció de enfrente de mi casa.
- Sí, sí, sí, pero afortunadamente yo dejé al señor Tibbles en una caja debajo del coche, y el señor Tibbles vino a avisarme, pero en el momento que yo llegué a tu casa, tú te habías ido, y ahora... ¡Oh, qué va a decir Dumbledore! Tú –gritó a Dudley, aún sentado en el suelo de la calle- ¡Levanta tu gordo trasero del suelo, rápido!
- ¿Conoces a Dumbledore? –dijo Harry mirándola fijo.
- Por supuesto que conozco a Dumbledore, ¿quién no conoce a Dumbledore? Pero vamos, no seré de mucha ayuda si ellos vuelven. Yo nunca conseguí nada más que transfigurar una bolsa de té.
Se inclinó hacia abajo, agarró uno de los brazos abultados de Dudley con sus manos arrugadas y tiró.
- Levántate, bulto inútil, levántate.
Pero Dudley o bien podía o no quería moverse. Permanecía en la tierra temblando con su cara amarilla y con su boca muy firmemente cerrada.
- Yo lo haré –dijo Harry tomando el extremo del brazo de Dudley y levantó. Con un esfuerzo enorme él se las arregló para ponerlo de pie. Dudley parecía estar a punto de desmayarse. Sus pequeños ojos estaban dando vueltas en sus órbitas y el sudor rebordeaba en su cara. Al momento que Harry lo soltó, Dudley se tambaleó peligrosamente.
- Deprisa –dijo la señora Figg histéricamente.
Harry tiró de uno de los brazos abultados de Dudley y se lo colocó alrededor de sus propios hombros arrastrándolo hacia el camino, cediendo levemente bajo el peso. La señora Figg tambaleaba delante de ellos, mirando con fijeza ansiosamente alrededor de la esquina.
- Mantén tu varita fuera –dijo a Harry cuando entraron en Wisteria Walk-. Olvidémonos del estatuto de discreción ahora. Esto se convertirá en un infierno de todas maneras. Debemos tener tanto cuidado como si llevásemos un huevo de dragón.
- Hablar sobre restricción de magia a los menores de edad... era exactamente esto a lo que Dumbledore temía... ¿Qué es eso al final de la calle? Oh, es el señor Prentice... No escondas tu varita, chico, ¿no te vengo repitiendo que yo soy inservible?
No era nada fácil sostener la varita firmemente y arrastrar a Dudley al mismo tiempo. Harry dio a su primo un impaciente golpe en las costillas, pero parecía que Dudley había perdido todo deseo de movimiento independiente. Se recostó sobre los hombros de Harry, arrastrando sus grandes pies por el suelo.
- ¿Por qué no me dijo que era una Squib, señora Figg? –preguntó Harry, jadeando por el esfuerzo de seguir andando-. Todas las veces que iba a su casa, ¿por qué no me dijo nada?
- Órdenes de Dumbledore. Tenía que vigilarte pero no podía decirte nada, eras demasiado joven. Lo siento, pasaste una temporada miserable, Harry, pero los Dursley nunca hubieran consentido que vinieras si sospechaban que te divertías. No era fácil, lo sé... pero oh, por Dios... –dijo trágicamente, retorciendo sus manos- cuando Dumbledore escuche esto –cómo Mundungus se fue, él tenía la obligación de estar aquí hasta medianoche- ¿dónde está? ¿Cómo puedo explicar a Dumbledore lo que ha pasado? No puedo aparecer.
- Tengo una lechuza, se la puedo prestar -Harry gimió, preguntándose si su columna vertebral no se partiría en dos con el peso de Dudley.
- ¡Harry, no lo entiendes! Dumbledore tiene que actuar lo más rápido posible, el Ministerio tiene sus propios medios para detectar la magia de los menores de edad, ellos ya lo deben saber, acuérdate de mis palabras.
- Pero me estaba salvando de los Dementores, tenía que usar magia, seguramente van a estar más preocupados acerca de lo que hacían Dementores por la calle Wisteria.
- Oh, cariño, me gustaría que así fuera, pero tengo miedo. ¡MUNDUNGUS FLETCHER, TE VOY A MATAR!
Hubo un fuerte crujido, y un intenso olor a bebida mezclado con tabaco añejo llenó el aire cuando un hombre regordete sin afeitar, con un abrigo hecho andrajos se materializó delante de ellos. Tenía piernas cortas, estevado, extraño pelo color jengibre y los ojos inyectados en sangre y con unas bolsas que le daban a su mirada un aspecto de triste sabueso hambriento. Además agarraba un paquete plateado que Harry reconoció inmediatamente como una capa invisible.
- ¿Figgy? –dijo mirando fijamente a la señora Figg, Harry y Dudley- ¿Qué sucedió? ¿Por qué no permanecen dentro de sus casas?
- ¿Que por qué no estamos dentro? –gritó la señora Figg- ¡Dementores, tu, inútil y escurridizo ladrón!
- ¿Dementores? –repitió Mundungus horrorizado- ¿Dementores aquí?
- ¡Sí, aquí, un montón de excremento de murciélago, aquí! –chilló la señora Figg- Dementores que atacaron al muchacho en tu guardia.
- Estúpido –dijo Mundungus débilmente mirando a la señora Figg, luego a Harry, y otra vez a la señora Figg- Estúpido, yo...
- Y usted comprando calderas robadas ¿no le dije que no fuera? ¿No lo hice?
- Yo... bueno, yo –Mundungus pareció profundamente incómodo-. ¿Era... era una oportunidad de negocio muy buena?
La Sra. Figg levantó el brazo del cual colgaba su bolso, lo descolgó y golpeó a Mundungus en el cuello y en la cara, por el ruido metálico que esta provocaba se podría decir que era comida para gatos.
- Ouch, basta, basta.
- Usted viejo murciélago loco, alguien debe decirle a Dumbledore sobre ellos. ¡Si – alguien - debe! –gritaba la señora Figg haciendo golpear el bolso de la comida para gatos en cada pedacito de Mundungus que ella podía alcanzar- ¡Y – quién – mejor – que – tú - para – decirle – porque – no – estabas – ahí – para – ayudar!
- Mantente afuera –dijo Mundungus poniendo sus manos sobre su cabeza- ¡Lo haré! ¡Lo haré!
Y con otro crujido estrepitoso desapareció.
- ¡Espero que Dumbledore lo asesine! –dijo la Sra. Figg furiosa- Ahora vamos Harry, ¿qué estás esperando?
Harry decidió no perder el aliento que le quedaba en decir que apenas podía caminar debajo del peso de Dudley. Él jaló a Dudley semiconsciente y lo escalonó hacia delante.
- Los llevaré hasta la puerta –dijo la Sra. Figg cuando dieron vuelta en Privet Drive-. En caso de que haya más de ellos alrededor... oh, cielos, que catástrofe... y tuviste que luchar solo... y Dumbledore nos dijo que no deberías hacer magia a toda costa... Bueno, mejor no llorar sobre la poción derramada... Supongo... solamente que el gato estará ahora entre los duende.
- ¿Entonces –Harry jadeó- Dumbledore... me tenía... vigilado?
- Por supuesto –dijo la Sra. Figg impaciente- ¿Contabas con que te dejaría vagar por aquí, después de lo que sucedió en Junio?, Santo Dios, muchacho, me dijeron que eras inteligente... a la derecha... entra y quédate allí –dijo mientras que alcanzaron el número 4- Espero que alguien se ponga en contacto contigo bastante pronto.
- ¿Qué va a hacer usted? –preguntó Harry rápidamente.
- Iré directo a casa. Buenas noches.
- ¡Aguarde, no se vaya todavía! Quiero saber...
Pero la señora Fig. ya se había alejado.
- ¡Espera! –gritó Harry detrás de ella. Tenía un millón de preguntas que hacer a cualquier persona que estuviera en contacto con Dumbledore; pero en unos segundos la oscuridad se tragó a la señora Figg. Dudley seguía recargado en su hombro y de un manera lenta y dolorosa Harry continuó su trayectoria por el jardín número cuatro.
La luz del pasillo estaba encendida. Harry guardó la varita dentro del cinturón de sus pantalones, tocó el timbre y el contorno de la tía Petunia creció más grande y más grande extrañamente torcido por el cristal de la puerta delantera.
- ¡Diddy! Justo a tiempo. Ya me estabas... ¿Qué ocurre?
Harry miraba de lado a Dudley y le quitó su brazo interior justo a tiempo. Dudley se sacudió por un momento sobre el terreno, su cara se volvió verde pálido, después abrió su boca y vomitó todo sobre la estera de la puerta.
- ¡DIDDY! Diddy, ¿qué te pasa? ¿Vernon? ¿VERNON?
El tío de Harry vino corriendo desde el living, resoplando su bigote de morsa como hacía siempre que estaba agitado. Rápidamente se apresuró a ayudar a tía Petunia con Dudley que estaba arrodillado en el umbral mientras evitaba el charco de vómito.
- ¡Está enfermo, Vernon!
- ¿Qué es hijo? ¿Qué ha pasado? ¿Te dio la señora Polkiss algo extraño para el té?
- ¿Por qué estás cubierto de suciedad cariño? ¿Te has caído al suelo?
- Espera, ¿no habrás sido atacado, verdad hijo?
Tía Petunia gritó.
- ¡Llama a la policía, Vernon! ¡Llama a la policía! ¡Diddy, cariño, háblale a mami! ¿Qué te han hecho?
Con el jaleo parecía que nadie se había dado cuenta de Harry, que lo aprovechó perfectamente. Intentó entrar dentro antes de que tío Vernon cerrase de golpe la puerta y, mientras los Dursley hacían su ruidoso progreso hacia la cocina, Harry se dirigió lenta y cuidadosamente hacia las escaleras.
- ¿Quién te lo hizo, hijo? Dame nombres. Yo los cogeré no te preocupes.
- ¡Shh! Está intentando decir algo, Vernon. ¿Qué es Diddy? ¡Díselo a mami!
El pie de Harry estaba en el escalón más bajo de la escalera cuando Dudley recuperó la voz.
- Él.
Harry se quedó congelado al pie de la escalera, su cara se arrugó, preparado para la explosión.
- ¡CHICO! ¡VEN AQUÍ!
Con un sentimiento entre el terror y la ira, Harry sacó lentamente su pie de la escalera y giró para ir donde los Dursley.
La escrupulosamente limpia cocina tenía un viejo e irreal brillo después de la oscuridad de fuera. Tía Petunia estaba acomodando a Dudley en una silla; él estaba verde y calmado, mirando. Tío Vernon se paró enfrente del escurridero, mirando a Harry a través de sus pequeños y estrechos ojos.
- ¿Qué le has hecho a mi hijo? –dijo en un amenazador gruñido.
- Nada –dijo Harry, sabiendo perfectamente bien que el tío Vernon no le creía.
- ¿Qué te ha hecho, Diddy? –dijo tía Petunia con la voz temblorosa, ahora limpiando vómito del frente de la chaqueta de lana de Dudley- ¿Qué es... es lo–que–tu–ya–sabes, cariño? ¿Él ha usado esa cosa?
Lentamente, temblando, Dudley asintió.
- ¡No lo hice! –dijo Harry agudamente. Tía Petunia soltaba un lamento y tío Vernon levantó sus puños-. ¡No le hice nada a él! No fui yo, fueron...
Pero en ese preciso momento una lechuza entró a través de la ventana de la cocina. Pasó esquivando por poco la parte de arriba de la cabeza de tío Vernon, se elevó a través de la cocina y soltó en los pies de Harry el gran pergamino que llevaba en su pico, se dio vuelta graciosamente y sus alas rozaron la tapa del refrigerador, entonces apuntó hacia fuera y cruzó el jardín.
- ¡LECHUZAS! –gritó tío Vernon, la vena de su sien latiendo furiosamente, y cerró las ventanas de la cocina de un golpe- ¡LECHUZAS OTRA VEZ, NO TENDRÉ MÁS LECHUZAS EN MI CASA!
Pero Harry rasgaba el sobre y sacaba la carta. Su corazón estaba en alguna parte de la región de la nuez.

Estimado Sr. Potter:
Hemos recibido noticias de que usted invocó el hechizo Patronus a las 21:33 esta tarde en una zona habitada de Muggles, y en presencia de un Muggle.
La gravedad de esta infracción del decreto para la restricción razonable de magia en menores ha dado como resultado su expulsión de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Los representantes del Ministerio llamarán en su domicilio pronto para destruir su varita.
Como usted ya ha recibido una advertencia oficia por una ofensa anterior bajo sección 13 de la confederación internacional del estatuto de Warlocks del secreto, lamentamos informarle que su presencia será requerida en una audiencia disciplinaria en el Ministerio de magia el 20 de Agosto, a las 9 a.m.
Espero que este bien
Sinceramente
Mafalda Hopkirk
Oficina de Uso Incorrecto de la Magia
Ministerio de Magia

Harry leyó la carta por segunda vez. Estaba poco consciente de lo que estaban hablando tío Vernon y tía Petunia. En su cabeza todo era helado y entumecido. Un hecho había penetrado su conciencia como un dardo paralizante. Lo habían expulsado de Hogwarts. Todo había terminado. Nunca iba a volver.
Miró a los Dursley. Tío Vernon tenía la cara morada, gritando, todavía sus puños estaban levantados; tía Petunia tenía los brazos alrededor de Dudley, que estaba sintiendo náuseas de nuevo.
Harry se quedó momentáneamente paralizado, pero su cerebro parecía reanimarse.
Los representantes del Ministerio llamarán a su domicilio pronto para destruir su varita. Había solo una cosa que podía hacer. Tendría que correr, ahora. ¿Adónde iría? Harry no lo sabía, pero estaba seguro de una cosa: en Hogwarts o fuera del colegio necesitaba su varita. Como si estuviese soñando sacó su varita y dio vuelta para salir de la cocina.
- ¿Dónde crees que vas? –gritó tío Vernon. Pero cuando Harry no respondió, corrió a través de la cocina para bloquear la puerta del pasillo-. ¡No terminé contigo, muchacho!
- Quítate del camino –dijo Harry tranquilamente.
- Te vas a quedar aquí y vas a explicar qué le pasó a mi hijo.
- Si no sales de mi camino me voy a deshacer de ti... –dijo Harry levantando su varita.
- ¡Tú no me puedes hacer nada! –gruñó tío Vernon- ¡Sé que no tienes permitido usarla, llamaré a ese manicomio que llamas escuela!
- El manicomio me ha expulsado –dijo Harry-. Así que, puedo hacer lo que yo quiera, tienes 3 segundos... 1, 2...
Un CRACK resonó en la cocina. La tía Petunia gritó. El tío Vernon estaba oculto y agachado pero Harry buscaba por tercera vez en esa noche la fuente de un disturbio que él no había producido. Lo vio enseguida, un búho deslumbrado y rizado que miraba del granero se sentaba afuera en el travesaño de la cocina, apenas chocando con la ventana cerrada.
Ignorando el grito de “LECHUZAS” del tío Vernon, Harry cruzó el cuarto rápidamente y abrió la ventana. La lechuza desplegó una pata a la cual llevaba atada un pequeño rollo de pergamino, sacudió sus alas y se detuvo un momento mientras Harry tomaba la carta y desplegaba el segundo mensaje, que estaba escrito de una forma muy precipitada con tinta negra.

 

Harry:
Dumbledore recién llegó al Ministerio y está intentando arreglar todo. NO ABANDONES LA CASA DE TU TÍA Y TÍO. NO HAGAS MÁS MAGIA. NO ENTREGUES TU VARITA.
Arthur Weasley.

Dumbledore estaba intentando arreglar todo... ¿Qué quiso decir? ¿Cuánto poder necesitaba Dumbledore para anular lo del Ministerio de Magia? ¿Entonces, había una posibilidad para volver a Hogwarts? Una pequeña esperanza floreció en el pecho de Harry, y casi inmediatamente fue estrangulado por el pánico. ¿Cómo se suponía que debía impedir que le quitasen su varita mágica, sin hacer magia? Él tendría un duelo con los representantes del Ministerio, y si hacía eso tendría suerte de evitar ir a Azkaban, dejando sólo lo de la expulsión.
Su mente volaba... Podría escapar para evitar todo y correr el riesgo de ser capturado por el Ministerio, o permanecer ahí y esperarlos para que lo encontrasen. Era mucho más osado desde el curso anterior, pero sabía que el Sr. Weasley tenía las mejores intenciones... Y después de todo, Dumbledore había arreglado antes cosas mucho, mucho peores que esto.
- Bien –dijo Harry-, he cambiado de idea, me quedo.
Se arrojó debajo de la mesa de la cocina y encaró a Suddley y la tía Petunia. Los Dursley se sorprendieron del abrupto cambio de mentalidad. La tía Petunia echó un vistazo con desesperación al tío Vernon. La vena morada estaba palpitando peor que nunca.
- ¿De quién son todas estas lechuzas rubicundas? –gruñó.
- La primera era del Ministerio de Magia, expulsándome –dijo con calma Harry. Agudizaba sus oídos para captar cualquier ruido del exterior, en caso de que los representantes del Ministerio se acercaran, y por esto era más fácil contestar silenciosamente las preguntas de tío Vernon que hacerlo comenzar a rabiar-. La segunda era del papá de mi amigo Ron, que trabaja en el Ministerio.
- ¿Ministerio de Magia? –bramó el tío Vernon- ¡Gente como tú en el gobierno! Ah, esto explica todo, todo, nada asombroso, el país se va a ir a los caños.
Cuando Harry no respondió, el tío Vernon lo miró airadamente, y luego escupió:
- ¿Y por qué has sido expulsado?
- Porque hice magia.
- ¡AHA! –rugió el tío Vernon, pegando su puño de golpe sobre la parte superior del refrigerador, que resultó abierto. Varios de los bocados de pocas calorías de Dudley fueron derribados y estrellaron en el suelo-. ¡Entonces lo admites! ¿Qué le hiciste a Dudley?
- Nada –dijo Harry, cada vez con menos calma-. Ese no era yo...
- Era –murmuró Dudley de improviso, y el tío Vernon y la tía Petunia instantáneamente hicieron gestos a Harry mientras ambos se inclinaron sobre Dudley.
- Continúa, hijo –dijo el tío Vernon-, ¿qué hizo?
- Dinos, querido –susurraba la tía Petunia.
- Me apuntó con su varita mágica –masculló Dudley.
- Sí, lo hice, pero no la usé –comenzó Harry con ira-, pero...
- ¡CÁLLATE! –rugieron el tío Vernon y la tía Petunia al unísono.
- Continúa, hijo –repitió el tío Vernon, mientras soplaba el bigote con furia.
- Todo estaba oscuro –dijo Dudley con voz ronca, estremeciendo-. Todo oscuro. Y luego e-escuché... cosas... adentro d-de mi cabeza.
El tío Vernon y la tía Petunia cambiaron miradas de completo horror. Si la cosa que menos les gustaba en el mundo era la magia –estrechamente seguida por los vecinos que no acataban la prohibición de la manguera- la gente que oía voces estaban definitivamente entre las últimas diez. Ellos obviamente pensaron que Dudley estaba perdiendo la cordura.
- ¿Qué tipo de cosas, Popkin? –suspiró la tía Petunia muy blanca y con lágrimas en los ojos.
Pero Dudley parecía incapaz de decirlo. Él tembló otra vez y sacudió su grande y rubia cabeza, y a pesar de sentir un miedo aturdidor que tenía asentado Harry desde la llegada de la primera lechuza, él sintió cierta curiosidad. Los Dementores causaban que una persona reviviera los peores momentos de su vida. ¿Que habría sido lo que forzaron a Dudley escuchar?
- ¿Cómo te caíste al suelo, hijo? –dijo tío Vernon, con una voz tranquila, el tipo de voz que podría adoptar al lado del lecho de una persona muy enferma.
- D-Disparado –dijo Dudley inestable-, y entonces –él gesticuló en su enorme pecho. Harry lo entendía. Dudley recordaba el frío húmedo que llenó sus pulmones mientras que la esperanza y la felicidad fueron aspiradas fuera de él-, horrible –titubeó Dudley-, frío. Realmente frío.
- De acuerdo –dijo tío Vernon, con una voz forzada, mientras que tía Petunia puso una mano ansiosa en la frente de Dudley para sentir su temperatura- ¿Qué sucedió entonces, Dudders?
- Sentí... sentí... sentí... como si... como si...
- Como si nunca más fueras a volver a ser feliz –sugirió Harry sordamente.
- Sí –Dudley susurró, todavía temblando.
- Entonces –dijo tío Vernon, con la voz restaurada al volumen completo y considerable mientras que se enderezaba-, tú pusiste algún tipo de encantamiento chiflado en mi hijo para que él oyera voces y creyera que fue... ¿fue condenado a la miseria, o algo así? ¿No es cierto?
- ¿Cuántas veces tengo que decirles? –dijo Harry de mal genio y ambos se levantaron-. ¡No era yo! ¡Eran un par de Dementores!
- ¿Un par de... qué cosa?
- De–men–to–res –dijo Harry lenta y claramente- dos de ellos.
- ¿Y qué demonios son los Dementores?
- Custodian la prisión de magos, Azkaban –dijo tía Petunia.
Dos segundos de silencio siguieron estas palabras antes de que tía Petunia cubriera su boca como si ella hubiera tenido un resbalón y hubiera dicho una palabrota. Tío Vernon la miró sin comprender. El cerebro de Harry daba giros. La señora Figg era una cosa, pero ¿Tía Petunia?
- ¿Cómo sabe eso? –preguntó asombrado.
Tía Petunia parecía absolutamente horrorizada consigo. Echó un vistazo a tío Vernon un poco temerosa, después bajó su mano levemente para revelar sus dientes de caballo.
- Oí... a ese odioso muchacho... decirle a ella sobre ellos años atrás –dijo ella nerviosamente.
- Si te refieres a mi mamá y papá... ¿por qué no utiliza sus nombres? –dijo Harry en voz alta, pero tía Petunia no le hizo caso. Parecía horriblemente frustrada.
Harry se quedó atontado. A excepción de un arrebato hace años, en el cual tía Petunia había gritado que la madre de Harry había sido un fenómeno, él nunca la había oído mencionar a su hermana. Se quedó asombrado de que ella recordara ese trocito de información sobre el mundo mágico desde hacía tanto tiempo, cuando normalmente pone todas sus energías en fingir que no existe.
Tío Vernon abrió su boca, la cerró, la abrió una vez más, volvió a cerrarla, y aparentemente tratando de recordar como hablar, la abrió por tercera vez, y dijo:
- Entonces... entonces... ellos... eh... ellos... ¿realmente existen los Demente-como sea?
Tía Petunia asintió.
Tío Vernon miraba de tía Petunia a Dudley, de Dudley a Harry como si esperara que alguien fuera a gritar “¡Día de los inocentes!” Cuando nadie lo hizo, él abrió su boca otra vez, pero interrumpió la lucha para encontrar más palabras por la llegada de la tercera lechuza de la tarde. Que pasó por la todavía abierta ventana como un cañón, una bola plumosa aterrizó con un estruendo confuso en la mesa de la cocina, haciendo a los tres Dursley saltar con el estruendo. Harry rasgó un segundo sobre oficial que tenía en el pico la lechuza y lo rasgó mientras que la lechuza salía y se retiraba en la noche.
- Suficiente de ruidosos búhos –murmuró tío Vernon distraído, deteniéndose frente a la ventana y cerrándola de golpe.

Estimado Sr. Potter:
Agregando esta carta a la de hace aproximadamente veintidós minutos, el Ministerio de Magia ha revisado su decisión para destruir su varita inmediatamente. Usted puede conservar su varita hasta su audiencia disciplinaria el 20 de Agosto, en cuyo caso será tomada una decisión oficial.
Después de la discusión con el director de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, el Ministerio ha convenido que la cuestión de su expulsión también será decidida en aquella fecha. Usted debe por lo tanto considerado suspendido de investigaciones posteriores pendientes de la escuela.
Con gran afecto
Sinceramente
Mafalda Hopkirk
Oficina de Uso Incorrecto de la Magia
Ministerio de Magia

Harry leyó esta letra tres veces más. El nudo desgraciado en su pecho se aflojó con el alivio de saber que no sería expulsado definitivamente todavía, aunque sus miedos más profundos no se desvanecieron de ninguna manera. Todo dependía de esta audiencia del 20 de Agosto.
- ¿Bien? –dijo tío Vernon, recordando Harry sus alrededores- ¿Ahora qué? ¿Te han condenado a cualquier cosa? ¿Tienen la pena de muerte? –agregó como pensamiento esperanzado.
- Tengo que ir a una audiencia –dijo Harry.
- ¿Y allí te condenarán?
- Eso supongo.
- Entonces, todavía tengo esperanzas.
- Bueno, si eso es todo –dijo Harry, poniéndose de pie. Necesitaba desesperadamente estar solo, pensar, tal vez mandar una carta a Ron, Hermione o Sirius.
- ¡NO, NO PARA NADA ES TODO! –gritó tío Vernon-. ¡SIÉNTATE OTRA VEZ!
- ¿Ahora qué? –dijo Harry impaciente.
- ¡DUDLEY! –bramó tío Vernon-, ¡quiero saber exactamente lo que le pasó a mi hijo!
- BIEN –gritó Harry. Con mal humor y chispas rojas y doradas se dispararon de la punta de su varita, que todavía sujetaba en sus manos. Los tres Dursley titubearon aterrorizados.
- Dudley y yo estábamos en el callejón entre Magnolia Crescent y Wisteria Walk –dijo Harry hablando rápido, luchando por controlar su temperamento- Dudley se quiso hacer el listo conmigo y yo empuñé mi varita, pero no la usé, en eso los Dementores nos rodearon.
- ¿Pero qué SON los dementoides? –preguntó tío Vernon furioso- ¿Qué es lo que HACEN?
- Te lo diré –dijo Harry- ellos te roban la felicidad, y si tienen oportunidad te besan.
- ¿Te besan? –dijo tío Vernon entornando sus ojos- ¿Besarte?
- Así le llaman cuando sacan tu alma por la boca.
Tía Petunia hizo una mueca como de un grito silencioso.
- ¿Su alma? Ellos no tomaron su... él todavía tiene su...
Ella tomó a Dudley por los hombros y lo sacudió como verificando si ella podía escuchar su alma resonando dentro.
- Por supuesto ellos no absorbieron su alma, ustedes lo sabrían si lo hubieran hecho –dijo Harry exasperado.
- Peleaste contra ellos, eh hijo –dijo tío Vernon, con la apariencia de un hombre que se esforzaba por llevar la conversación de regreso a un plano que pudiera entender-. ¿Les diste el viejo uno-dos, no?
- No le puedes dar a un Dementor el viejo uno-dos –dijo Harry entre dientes.
- ¿Por qué Dudley está bien entonces? –riñó tío Vernon- ¿por qué no está vacío entonces?
- Porque usé el Patronus...
WHOOSH con un repiqueteo, un zumbido de alas y una suave caída de polvo, una cuarta lechuza entró disparada de la chimenea.
- POR EL AMOR DE DIOS –rugió tío Vernon, arrancándose grandes partes del bigote, algo que él no había hecho desde hacía mucho tiempo- NO TENDRÉ LECHUZAS AQUÍ, NO TOLERARÉ MÁS ESTO, TE LO ADVIERTO –pero Harry ya estaba desatando el pedazo de pergamino de la pata de la lechuza.
Estaba muy convencido de que la carta sería de Dumbledore, explicándolo todo –los Dementores, la Sra. Figg, porque el Ministerio había intervenido (así lo entendí); como él , Dumbledore había arreglado todo- que por primera vez en su vida se sintió decepcionado al ver la letra de Sirius. Ignorando el regaño de tío Vernon acerca de las lechuzas y su mirada mezquina hacia la segunda nube de polvo que la última lechuza había desprendido de la chimenea, Harry leyó el mensaje de Sirius: Arthur nos contó lo sucedido. No dejes la casa de nuevo. Hagas lo que hagas.
Harry encontró esto como una respuesta inadecuada a todo lo que había sucedido esa noche y dio la vuelta al pergamino, buscando el resto de la carta, pero no había nada más.
Y ahora su temperamento se agitó de nuevo. ¿No iba nadie a decirle “bien hecho” por haber peleado con dos Dementores él solo? Tanto el Sr. Weasley como Sirius estaban actuando como si pensaran que él se había comportado mal, y estaban ahorrando sus palabras hasta que pudieran asegurarse cuánto daño había sido hecho.
- Un montón, quiero decir, una cuadrilla de lechuzas entrando y saliendo de mi casa. No lo aceptaré, chico, no lo haré...
- No puedo impedir que las lechuzas vengan –estalló Harry, arrugando la carta de Sirius en su puño.
- Quiero la verdad de lo sucedido esta noche –ladró tío Vernon- si fueron Demenderes los que hirieron a Dudley, ¿cómo hiciste para repelerlos? Hiciste ya-sabes-qué, ¡lo has admitido!
Harry respiró profunda y pausadamente. Su cabeza empezaba a dolerle de nuevo. Lo único que quería era salir de la cocina y alejarse de los Dursley.
- Hice el encantamiento Patronus para ahuyentar a los Dementores –dijo forzándose a sí mismo a mantener la calma-. Es lo único que funciona contra ellos.
- Pero, ¿qué estaban haciendo Dementores en Little Whinging? –dijo tío Vernon en tono injurioso.
- No podría decirlo –dijo Harry enfadado-. No tengo idea.
Su cabeza estaba latiendo en la cicatriz con forma de rayo. Su enfado estaba menguado. Se sentía agotado, exhausto. Los Dursley estaban todos mirándolo fijo a él.
- Eres tú –dijo tío Vernon bruscamente- Eso tiene algo que ver contigo, niño, lo sé. ¿Por qué otra cosa podrían estar ellos rondando por aquí? ¿Por qué más podrían estar ellos en es callejón? ¡Tú eres el único... el único –evidentemente no podía pronunciar la palabra “mago”- el único ya-sabes-qué en kilómetros!
- No sé por qué ellos estaban aquí.
Pero las palabras de tío Vernon volvieron a activar el exhausto cerebro de Harry. ¿Por qué los Dementores habían venido a Little Whinging? ¿Cómo podría ser coincidencia que habían llegado al callejón donde estaba Harry? ¿Habían sido mandados? ¿Habían perdido el Ministerio de Magia el control sobre los Dementores? ¿Habían estos desertado de Azkaban y se habían unido a Voldemort, como Dumbledore supuso que harían?
- ¿Esos “Desmembradores” custodian una prisión de raros? –preguntó el tío Vernon avanzando pesadamente en la estela de los pensamientos de Harry.
- Sí –dijo Harry.
Si solo la cabeza parara de dolerle, si pudiera marcharse de la cocina e ir a su oscura habitación a pensar...
- ¡Oho! ¡Vienen a arrestarte! –dijo tío Vernon con el aire triunfante de un hombre que a alcanzado una indiscutible conclusión-. Es eso, ¿verdad chico? ¡Estás huyendo de la ley!
- Por supuesto que no –dijo Harry sacudiendo su cabeza como si ahuyentara a una mosca, ahora su mente estaba corriendo aceleradamente.
- ¿Entonces por qué?
- Él debe haberlos enviado –dijo Harry tranquilamente más para sí mismo que para el tío Vernon.
- ¿Qué es eso? ¿Quién debe haberlos enviado?
- Lord Voldemort –dijo Harry.
Se dio cuenta confusamente de lo extraño que era que los Dursley, quienes se encogían de miedo, se estremecían y chillaban cuando oían palabras como “mago”, “magia” o “varita”, pudieran escuchar el nombre del mago más malvado de todos los tiempos sin mostrar temor.
- Lord... aguarda –dijo tío Vernon, mientras su cara se iluminaba con un comienzo de entendimiento en sus ojos de cerdito- Yo he oído ese nombre... ese fue el que...
- Asesinó a mis padres, sí –dijo Harry con voz apagada.
- Pero se ha ido –dijo tío Vernon impacientemente, con insignificancia, como si el asesinato de los padres de Harry fuera un desagradable tópico-. El gigante lo dijo así. Se ha ido.
- Ha vuelto –dijo Harry pesadamente.
Se sentía muy extraño estando allí en la quirúrgicamente limpia cocina de la tía Petunia, al lado del frigorífico, hablando tranquilamente de Lord Voldemort con el tío Vernon. La llegada de los Dementores a Little Whinging parecía haber abierto el gran e invisible muro que dividía el mundo no mágico de Privet Drive y el mundo de más allá, las dos vidas de Harry se habían fusionado y todos se habían vuelto patas arriba; los Dursley preguntaban por detalles del mundo mágico y la Señora Figg conocía a Albus Dumbledore; los Dementores rondaban Little Whinging y él podría no regresar nunca a Hogwarts. La cabeza de Harry palpitó más dolorosamente.
- ¿Ha vuelto? –susurró tía Petunia.
Estaba mirando a Harry como nunca lo había hecho antes. Y de repente, por primera vez en su vida, Harry apreció a su tía como la hermana de su madre. No sabía decir por qué esto le golpeó tanto en ese momento. Todo lo que sabía era que él no era la única persona en la habitación que tenía indicios de lo que la vuelta de Lord Voldemort podía significar. Tía Petunia nunca en la vida lo había mirado de ese modo. Sus largos y pálidos ojos (que no eran como los de su hermana) no estaban estrechados de ira, estaban muy abiertos de terror. El furioso fingimiento que tía Petunia había mantenido sobre la vida de Harry –que no había magia y no existía otro mundo que el que ella habitaba con el tío Vernon- parecía haberse ido.
- Sí –dijo Harry, hablando ahora directamente a tía Petunia-. Él ha vuelto hace un mes. Yo lo vi.
Las manos de tía Petunia se encontraban sobre los macizos hombros vestidos de cuero de Dudley y los apretaron.
- Espera –dijo tío Vernon, mirándolos alternativamente, primero a uno y luego a otro, aparentemente mareado y aturdido por el entendimiento sin precedentes de que algo había surgido entre ellos dos-. Espera. Tú dices que ese Lord Voldycosa ha vuelto.
- Sí.
- Ése que asesinó a tus padres.
- Sí.
- ¿Y ahora está enviando “desmembradores” contra ti?
- Eso parece –dijo Harry.
- Veo –dijo tío Vernon, mirando desde la cara blanca de su esposa a Harry y acomodando sus pantalones-. Bueno, eso lo arregla –dijo, su remera estaba tan inflada como él-, te puedes ir de esta casa, chico. Me escuchaste... FUERA –rugió tío Vernon e incluso tía Petunia y Dudley saltaron- ¡FUERA! ¡Debería haberlo hecho hace años! Lechuzas tomando su lugar como uno más en la casa, budines explotando, medio salón destrozado, la cola de Dudley, Marge agitándose en el techo y ese Ford Anglia volador... ¡FUERA! ¡FUERA! ¡Te lo has buscado! ¡Eres historia! No te quedarás aquí si hay algún loco que está detrás de ti, no pondrás en riesgo a mi esposa y a mi hijo, no nos darás problemas. Si sigues el mismo camino que tus inútiles padres, ya tuve suficiente, ¡FUERA!
Harry se quedó arraigado a la alfombra. Las cartas del Ministerio, el Sr. Weasley y Sirius estaban en su mano derecha. Hagas lo que hagas, no dejes la casa. NO DEJES LA CASA DE TUS TÍOS.
- Ya me has oído –dijo tío Vernon, su maciza y púrpura cara acercándose a Harry que sentía como le salpicaba la saliva-. ¡Vete yéndote! ¡Tienes que marcharte en media hora! ¡Vete y nunca traspases esta puerta otra vez! Por qué te hemos mantenido en primer lugar, no lo sé, Marge tenía razón, tendrías que haber ido a un orfanato. Nosotros tenemos bastante con lo nuestro, pensamos que podríamos hacerte un lugar, pensamos que podríamos volverte normal, pero tú has vuelto al principio y yo ya tengo suficiente... ¡lechuzas!
La quinta lechuza bajó por la chimenea tan rápido que se golpeó contra el suelo antes de salir volando por el aire. Harry levantó su mano para tomar la carta, que tenía un sobre escarlata, pero ésta voló por encima de su cabeza directamente hacia tía Petunia, que empezó a gritar y puso lo brazos sobre la cara. La lechuza puso el sobre rojo en su cabeza, se dio la vuelta y salió por la chimenea.
Harry intentó acercarse a tomar la carta, pero tía Petunia le golpeó.
- Puedes abrirla si quieres –dijo Harry-, pero oiré lo que dice de todos modos. Es un Vociferador.
- Déjalo Petunia –rugió tío Vernon- ¡No lo toques, podría ser peligroso!
- Está dirigida a mí –dijo tía Petunia con voz temblorosa- ¡Está dirigida a mí, mira Vernon! “Sra. Petunia Dursley, La cocina, número 4, Privet Drive”.
Tía Petunia contuvo el aliento, horrorizada. El sobre rojo comenzó a echar humo.
- ¡Ábrelo! –urgió Harry- Sucederá de todos modos.
- No.
Las manos de tía Petunia estaban temblando. Miró alrededor de la cocina como buscando una ruta de escape, pero era demasiado tarde, el sobre ardió en llamas. Tía Petunia gritó y lo alejó.
Una horrorosa voz llenó la cocina, resonando en el reducido espacio desde la ardiente carta que estaba en la mesa.
-Recuerda lo último, Petunia.
Tía Petunia parecía como si fuera a desmayarse. Se sentó en la silla al lado de Dudley, con la cara entre las manos. Los restos del sobre ardían sin llamas entre las cenizas en silencio.
- ¿Qué es esto? –dijo tío Vernon con voz ronca- ¿Qué, Petunia?
Tía Petunia no dijo nada. Dudley estaba mirando estúpidamente a su madre con la boca abierta. El silencio era horrible. Harry estaba observando a su tía, totalmente perplejo, su cabeza latiendo.
- Petunia, ¿cariño? –dijo tío Vernon tímidamente- ¿P-Petunia?
Ella levantó la cabeza. Estaba aún temblando. Estaba atragantada.
- El chico... el chico debe quedarse, Vernon –dijo débilmente.
- ¿Qué?
- Se queda –dijo. No estaba mirando a Harry. Se puso de pie de nuevo.
- Él... pero Petunia...
- Si lo echamos, los vecinos hablarán –dijo ella. Rápidamente había recuperado su habitual energía, sus vigorosas maneras, aunque estaba todavía muy pálida-. Harán preguntas, querrán saber dónde se ha ido. Tenemos que dejarlo aquí.
Tío Vernon estaba desinflado como un viejo neumático.
- Pero, Petunia, querida...
Tía Petunia lo ignoró. Se volvió hacia Harry.
- Debes quedarte en tu habitación –dijo- No dejes la casa. Ahora vete a la cama.
Harry no se movió.
- ¿Quién envió el Vociferador?
- No hagas preguntas –soltó tía Petunia.
- ¿Estás en contacto con los magos?
- Te dije que te vayas a la cama.
- ¿Qué significaba? ¿Recuerda el último qué?
- ¡A la cama!
- ¿Cómo...?
- ¡YA HAS OÍDO A TU TÍA, VETE AHORA A LA CAMA!

 

 

 

CAPÍTULO III

LA GUARDIA AVANZADA

“He sido atacado por Dementores y puedo ser expulsado de Hogwarts. Quiero saber qué está pasando y cuándo me voy a ir de aquí.”
Harry copió estas palabras en 3 piezas separadas de pergamino en el momento en que llegó al escritorio de su oscura recámara. La primera la dirigió a Sirius, la segunda a Ron y la tercera a Hermione. Su búho, Hedwing, estaba de cacería; su jaula se hallaba vacía en el escritorio. Harry paseó en su habitación esperando a que ella regresara, con su cabeza palpitándole con fuerza, su cerebro demasiado ocupado como para dormir aunque sus ojos le picaban de cansancio. Su espalda le dolía por cargar a Dudley de regreso a casa, y los 2 bultos en su cabeza donde la ventana y Dudley le había pegado le latían dolorosamente.
De un lado a otro paseó, consumido en enojo y frustración, rechinando sus dientes y apretando sus puños, lanzando miradas furiosas afuera en el cielo vacío, lleno de estrellas cada vez que pasaba por la ventana. Dementores mandados a capturarlos, la señora Figg y Mundungus Fletcher cuidándoles las espaldas en secreto, después su suspensión de Hogwarts y su juicio en el Ministerio de Magia, y aún nadie le decía qué estaba ocurriendo.
¿Y de qué, de qué había hablado el Vociferador? ¿De quién era la voz que había resonado horriblemente, tan amenazante, a través de la cocina? ¿Por qué seguía atrapado aquí sin información? ¿Por qué el mundo lo estaba tratando como un niño travieso? No hagas más magia, quédate en casa...
Pateó el baúl escolar cuando pasó cerca de él, pero lejos de calmar su enojo se sintió peor, ahora tenía un dolor agudo en el dedo del pie con el que lidiar, en adición del dolor del resto de su cuerpo.
Justo cuando paseaba cojeando por la ventana, Hedwing entró con un suave susurro de sus alas como un fantasma pequeño.
- ¡Justo a tiempo! –gruñó Harry, cuando ella aterrizaba ligeramente en lo alto de su jaula-. ¡Ya puedes dejar eso abajo, tengo trabajo para ti! -Los ojos largos, redondos y ambarinos de Hedwing lo miraron reprochándole con una rana muerta en su pico-. Ven acá –dijo Harry tomando los 3 pequeños pedazos de pergamino y una correa de cuero y atando los manuscritos a su pata-. Llévale esto directamente a Sirius, Ron y Hermione y no regreses sin una respuesta larga. Picotéalos si es necesario hasta que hayan escrito respuestas de un largo decente. ¿Entiendes?
Hedwing ahogó un ululeo, con su pico aun lleno con la rana.
- Ve, pues –dijo Harry.
Se marchó inmediatamente. En el momento en que se fue, Harry se tumbó en su cama sin desvestirse y miró fijamente al techo. En conjunto con cualquier otro sentimiento miserable, ahora se sentía culpable de haber estado irritable con Hedwing; ella era el único amigo que Harry tenía en el número 4, Privet Drive. Pero se disculparía con ella cuando regresara con las respuestas de Sirius, Ron y Hermione.
Debían responder rápidamente, no podían ignorar un ataque de Dementores. Probablemente se despertaría mañana con 3 cartas gordas llenas de simpatía y con planes para su inmediato arribo a la Madriguera. Y con esa reconfortante idea, se durmió, sofocando cualquier otro pensamiento.
***
Pero Hedwing no regresó a la mañana siguiente. Harry pasó el día en su habitación, saliendo solo para ir al baño. Tres veces al día, tía Petunia empujó comida hacia su cuarto a través de la solapa que tío Vernon había instalado hace 3 veranos en su puerta. Cada vez que Harry la escuchaba aproximarse la trató de cuestionar acerca del Vociferador, pero era igual que preguntarle al pomo de la puerta. Harry no veía razones para forzarlos a estar en su compañía; otra pelea podría lograr solo que se enfadara y que hiciera más magia ilegalmente.
Así pasaron 3 días enteros. Harry estaba lleno alternativamente con una energía inquietante que le hacía imposible concentrarse en nada, durante los cuales se paseó por su habitación de nuevo, furioso con todos ellos por dejarlo en ese desastre, y con apatía que podía quedarse una hora completa, mirando aturdido al espacio, con pánico de pensar en el juicio del Ministerio.
¿Qué pasaría si le dictaran sentencia en contra de él? ¿Qué pasaría si era expulsado y si su varita era partida a la mitad? ¿Qué haría, a dónde iría? No podía vivir con los Dursley tiempo completo, no ahora que conocía el otro mundo, al cual él pertenecía ¿... Era posible que fuera capaz de mudarse a la casa de Sirius, como había sugerido hace un año, antes de que se viera forzado a huir del Ministerio? ¿Le sería permitido vivir ahí solo, dado que él aún era menor de edad? ¿O el hecho de donde iría después sería decidido por él? ¿Sería su infracción del Estatuto Internacional del Secretismo lo bastante severo para que lo llevaran a una celda en Azkaban? Cada vez que este pensamiento ocurría, Harry invariablemente se deslizaba de su cama y empezaba a pasear de nuevo.
La cuarta noche después de la partida de Hedwing, Harry estaba tumbado en una de sus fases patéticas, mirando el techo, su mente cansada en blanco, cuando su tío entró a su habitación. Harry miró lentamente hacía él. Tío Vernon tenía puesto su mejor traje y con una cara de engreído.
- Vamos a salir –dijo.
-¿Perdón?
- Nosotros, es decir, tu tía, Dudley y yo, vamos a salir.
- Bien –dijo Harry viendo de nuevo al techo.
- No debes salir de tu habitación mientras estamos fuera.
- Está bien.
- No debes tocar la televisión, el estéreo o cualquiera de nuestras posesiones.
- Correcto.
- No debes robar comida del refrigerador.
- Está bien.
- Voy a cerrar con llave tu habitación.
- Haces eso.
Tío Vernon miró con furia a Harry, claramente sospechando de su carencia de argumento, después salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él. Harry oyó la llave dando vuelta a la cerradura y los pasos de Vernon bajando pesadamente las escaleras. Pocos minutos después escuchó las puertas del coche cerrarse de golpe, el gruñido del motor y el inconfundible ruido del carro curveando fuera del camino.
Harry no tenía ningún sentimiento particular acerca de que los Dursley se fueran. No había diferencia para él si estaban o no en casa. No podía ni convocar un poco de energía para levantarse y prender la luz de su recámara. La oscuridad de la habitación creció constantemente alrededor de él cuando escuchaba los sonidos de la noche a través de la ventana que mantenía abierta todo el tiempo esperando el bendito momento cuando Hedwing regresara.
La casa vacía crujió alrededor de él. Las tuberías gorgotearon. Harry reposaba ahí en una especie de aturdimiento, pensando en nada, suspendido en la miseria. Y después, completamente distinto, escuchó un estrépito abajo en la cocina.
Él se sentó erguido, concentrándose en escuchar. Los Dursley no podían haber regresado, era muy pronto, y en todo caso debió de haber escuchado el carro.
Hubo un silencio por unos pocos segundos, luego voces.
Ladrones, pensó deslizándose sobre la cama y poniéndose de pie, pero un segundo después se le ocurrió que los ladrones guardarían silencio, y quienes quiera que se estuvieran moviendo alrededor de la cocina seguramente no se estaban preocupando por hacerlo.
Tomó su varita de la mesita junto a su cama y se paró frente a la puerta de su habitación, escuchado todo lo que podía. Un momento después, brincó cuando el cerrojo dio un fuerte clic y su puerta se abrió.
Harry se quedó inmóvil, mirando fijamente a través de la puerta hacia el oscuro rellano de las escaleras, forzando a sus oídos a escuchar nuevos sonidos, pero no hubo ninguno. Dudó por un momento y después se movió rápida y silenciosamente fuera de su cuarto hacia las escaleras.
Su corazón se disparó hacia arriba de su garganta. Había personas paradas en el sombrío salón de abajo, perfilados por la luz de la calle brillando a través de la puerta de vidrio; ocho o nueve de ellos, todos, todo lo lejos que podía ver, lo estaban observando.
- Baja tu varita, niño, antes de que le saques un ojo a alguien –dijo una voz baja y en un gruñido.
El corazón de Harry estaba latiendo incontrolablemente. Conocía esa voz, pero no bajó su varita.
- ¿Profesor Moody? –dijo inseguro.
- No sé mucho de ser “Profesor” –gruñó la voz-. Nunca di mucha enseñanza ¿o sí? Ven acá abajo, queremos verte apropiadamente.
Harry bajó su varita ligeramente pero no relajó su fuerza, no se movió. Tenía una buena razón para sospechar. Recientemente había pasado nueve meses en los cuales había pensado que estaba con el verdadero Moody solo para saber que no estaba con el correcto, sino con un impostor; un impostor, además, que trató de matar a Harry después de que fue descubierto. Pero antes de que hubiera tomado una decisión acerca de lo que iba a hacer, una segunda voz, ligeramente ronca flotó hacia arriba.
- Todo está bien, Harry. Hemos venido a llevarte.
El corazón de Harry saltó. También conocía aquella voz, aunque no la hubiera escuchado por más de un año.
- ¿P-Profesor Lupin? –dijo incrédulo- ¿Es usted?
- ¿Por qué estamos todos en la oscuridad? –dijo una tercera voz, ésta completamente desconocida, de una mujer-. ¡Lumos!
La punta de una varita se encendió, iluminando el salón con una luz mágica. Harry parpadeó. La gente de abajo estaba reunida al pie de las escaleras, mirándolo fijamente, algunos estirando el cuello para una mejor vista.
Remus Lupin estaba cerca de él. Aunque todavía era joven, Lupin se veía cansado y bastante enfermo, tenía más cabello gris que cuando le había dicho adiós, y su túnica estaba más remendada y raída que nunca. Sin embargo, seguía sonriendo ampliamente a Harry, que trataba de devolverle la sonrisa a través de su impresión.
- ¡Oooh, se ve justamente como pensé que se vería! –dijo la bruja que estaba sosteniendo su varita encendida. Parecía la más joven de ahí, tenía una cara pálida en forma de corazón, brillantes ojos oscuros, y cabello pequeño y picudo que tenía una violenta tonalidad violeta-. ¡Hola, Harry!
- Sí, ya veo a lo que te refieres, Remus –dijo un mago negro y calvo parado hasta atrás, tenía una voz profunda y lenta y tenía un aro en su oreja-. Es igual a James.
- Excepto los ojos –dijo en un resoplido un mago con cabellos plateados que se encontraba atrás-. Los ojos de Lily.
Ojo-Loco Moody, que tenía cabello entrecano y un pedazo grande le faltaba en la nariz, veía a Harry a través de sus ojos diferentes. Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante; el otro largo, redondo y de un azul eléctrico, el ojo mágico que podía ver a través de las paredes, puertas y nuca del propio Moody.
- ¿Estás seguro que es él, Lupin? –gruñó- Sería una linda perspectiva si lleváramos a algún Mortífago que se hiciera pasar por él. Debemos preguntarle algo que solamente el verdadero Potter sabría. ¿A menos que alguien traiga algo de Veritaserum?
- Harry, ¿qué forma toma tu Patronus? –dijo Lupin.
- Un ciervo –dijo nerviosamente Harry.
- Es él, Ojo-Loco –dijo Lupin.
Harry bajó las escaleras, muy conciente de que todos seguían mirándolo, mientras guardaba su varita en el bolsillo trasero de sus pantalones.
- ¡No te pongas la varita ahí, niño! –gruñó Moody-. ¿Qué pasaría si se prende? ¡Mejor mago que tener un trasero perdido, tu sabes!
- ¿A quién conoces que haya perdido su trasero? –la mujer de cabello violeta le preguntó a Ojo-Loco interesada.
- ¡No te importa, solo mantén alejada tu varita de tu bolsillo trasero! –gruñó Ojo-Loco-. Seguridad elemental de la varita, nadie se preocupa por eso ya... –se dio la vuelta hacia la cocina- Y vi eso –añadió irritado, cuando la mujer torció los ojos hacia el techo.
Lupin tomó su mano y se la estrechó.
- ¿Cómo estás? –preguntó viendo de cerca de Harry.
- B-Bien...
Harry no podía creer que esto fuera real. Cuatro semanas sin nada, ni la más pequeña pista de un plan para llevárselo de Privet Drive, y de pronto un grupo de magos estaban parados tranquilamente en la casa como si fuera un orden muy antigua. Miró a la gente que rodeaba a Lupin, todos estaban observándolo ávidamente. Se sintió muy consciente de que no se había peinado el cabello en cuatro días.
- Soy... son muy afortunados de que los Dursley están afuera... –murmuró.
- ¡Afortunados, ja! –dijo la mujer con el cabello violeta-. Fui yo la que los sacó de la casa. Mande una carta por correo Muggle que decía que habían sido invitados al Concurso del Césped mejor cuidado de toda Gran Bretaña. En este momento están en camino a la entrega de premios, o al menos piensan que van.
Harry tuvo una visión fugaz de la cara de tío Vernon cuando descubriera que no hay ningún Concurso del Césped mejor cuidado de toda Gran Bretaña.
- ¿Nos vamos a ir, o no? –preguntó-. ¿Pronto?
- Muy pronto –dijo Lupin-. Solo estamos esperando la señal de que no hay moros en la costa.
- ¿Adónde vamos? ¿La Madriguera? –preguntó Harry esperanzado.
- No, La Madriguera no –dijo Lupin, indicando a Harry que fuera a la cocina; el pequeño grupo de magos los siguieron, todos aún viendo a Harry curiosamente- Está tomando un tiempo...
Ojo-Loco Moody estaba ahora sentado en la mesa de la cocina bebiendo de petaca, con su ojo mágico dando vuelta en todas direcciones, viendo los objetos que les ahorraban trabajo a los Dursley.
- Este es Alastor Moody, Harry –Lupin continuó, apuntando hacia Moody.
- Sí, ya lo sé –dijo Harry incómodo; se le hacía extraño ser presentado con alguien que ya conocía hacía un año.
- Y esta es Nymphadora...
- No me llames Nymphadora, Remus –dijo la bruja joven estremeciéndose-. Es Tonks.
- Nymphadora Tonks, que prefiere ser conocida solo por su apellido –finalizó Lupin.
- Igual que tú, si una madre tonta te hubieran llamado Nymphadora a ti –susurró Tonks.
- Y este es Kingsley Shacklebolt –indicó al mago alto y negro, el cual hizo una reverencia-. Elphias Dodge –el mago con la voz como un resoplido asintió-. Dedalus Diggle...
- Ya nos conocíamos –chilló excitado Diggle, tirando su sombrero de copa.
- Emmeline Vance -una bruja con mirada contemplativa vistiendo un chal de color verde esmeralda inclinó su cabeza-. Sturgis Podmore –un mago de mandíbula cuadrada con cabello espeso color paja le guiñó un ojo-. Hestia Jones –una bruja al lado del tostador con mejillas rosadas y cabello color negro lo saludó.
Harry inclinó su cabeza torpemente cuando cada un de ellos fue presentado. Deseó que no lo miraran a él y que miraran otra cosa, era como se de pronto lo hubieran presentado en un escenario. También se preguntaba por qué había tantos de ellos ahí.
- Un número sorprendente de personas se ofrecieron para venir y llevarte –dijo Lupin, como si hubiera leído la mente de Harry, las esquinas de su boca se movieron ligeramente.
- Sí, bueno, mientras más, mejor -dijo Moody oscuramente-. Somos tus guardianes, Potter.
- Sólo estamos esperando la señal que nos indique que es seguro que nos marchemos –dijo Lupin echando un vistazo a la ventana de la cocina con gran interés-. Tenemos cerca de quince minutos.
- Muy limpios estos Muggles ¿no? –dijo la bruja llamada Tonks que veía alrededor de la cocina con gran interés-. Mi papá es un Muggle y es un viejo patán. Supongo que varía, igual que con los magos...
- Eh... sí –dijo Harry-. Miren –volteó a ver a Lupin-. ¿Qué está pasando? No he sabido nada de nadie, ¿Qué está haciendo Vol...?
Varios de los magos y brujas hicieron sonidos raros, Dedalus Diggle tiró su sombrero de nuevo.
- ¡Cállate! –gruñó Moody.
- ¿Qué? –dijo Harry.
- No vamos a discutir nada aquí, es muy arriesgado –dijo Moody, viendo con su ojo normal a Harry, su ojo mágico seguía mirando el techo-. Maldición –dijo enojado poniéndose la mano en el ojo mágico-. Sigue pegándose, desde que esa escoria lo usó.
Y con un asqueroso chapoteo que sonaba más a un destapador de caño destapando un baño, se sacó el ojo.
- Ojo-Loco, ¿qué no sabes que eso es repugnante? –dijo Tonks coloquialmente.
- ¿Podrías darme un vaso con agua, Harry? –preguntó Moody.
Harry fue hasta el lavavajillas, tomó un vaso limpio y lo llenó con agua de la llave, aún siendo observado por el grupo de magos. Su mirada implacable estaba empezando a irritarlo.
- Gracias –dijo Moody cuando Harry le llevó el vaso. Dejó el ojo mágico en el vaso con agua, empujándolo arriba y abajo; el ojo dio vueltas, viéndolos a todos-. Quiero una visibilidad de 360 grados en nuestro viaje de regreso.
- ¿Cómo llegaremos, a dónde quiera que vayamos? –preguntó Harry.
- Escobas –dijo Lupin-. Es la única forma. Eres muy joven para Aparecerte, la red de Polvos Floo estará vigilada y nos tomaría una eternidad establecer un Traslador sin autorización.
- Remus dice que eres muy bueno volando –dijo Kingsley Shacklebolt con voz profunda.
- Es excelente –dijo Lupin, que estaba revisando su reloj-. De cualquier forma, sería mejor que fueras a empacar, Harry, queremos estar listos cuando venga la señal.
- Iré a ayudarte –dijo Tonks alegremente.
Ella siguió a Harry al salón y después a las escaleras, viendo alrededor con mucho interés y curiosidad.
- Un lugar muy curioso –dijo ella-, está un poco limpio... ¿Sabes a lo que me refiero? Un poco anormal. Oh, esto esta mejor –añadió cuando entraron al cuarto de Harry y encendieron las luces.
Su habitación ciertamente estaba más desordenada que el resto de la casa. Limitada a ella durante cuatro días con muy mal humor, Harry no se había molestado en limpiarlo por él mismo. Muchos de sus libros estaban tirados en el suelo cuando había tratado de distraerse con cada un pero los había aventado. La jaula de Hedwing necesitaba una limpieza y estaba empezando a apestar, y su baúl estaba abierto, revelando una mezcla de ropa Muggle y túnicas de mago.
Harry empezó a tomar los libros y a aventarlos precipitadamente en su baúl. Tonks se detuvo frente a su guardarropa y miró su reflejo en el espejo que estaba dentro de la puerta.
- ¿Sabes? Creo que mi color no es el violeta –dijo pensativamente, tirando un mechón de su pelo en forma de pinchos-. ¿Crees que me hace ver un poco pálida?
- Eh... –dijo Harry, mirándola sobre la portada de Equipos de Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda.
- Sí, sí lo hace –dijo Tonks decisivamente. Cerró sus ojos con una expresión de tensión como si estuviera luchando por acordarse de algo. Un segundo después, su cabello se había vuelto rosa chicle.
- ¿Cómo lo hiciste? –preguntó Harry mirando boquiabierto cuando ella abrió los ojos de nuevo.
- Soy un metamorfomago, un mago metamórfico –dijo ella mirando su reflejo y volteando su cabeza para poder ver su cabello en todas direcciones-. Significa que puedo cambiar mi apariencia cuando quiera –añadió viendo la expresión de confusión de Harry-. Nací siendo una. Tuve calificaciones muy altas en Ocultamiento y Disfraz durante mi entrenamiento de Aurora, sin estudiar nada, fue fantástico.
- ¿Eres una Aurora? –dijo Harry impresionado. Ser un cazador de magos tenebrosos es la única carrera que había considerado estudiar después de Hogwarts.
- Sí –dijo Tonks satisfecha-. Kingsley también, aunque está más preparado que yo. Hace un año que estoy titulada. Casi fallo en Furtividad y Rastreo, soy un poco torpe... ¿Me escuchaste romper ese plato cuando llegamos?
- ¿Cómo puedes aprender a ser un mago metamórfico? –preguntó Harry irguiéndose, olvidándose totalmente de empacar.
- Apuesto que no te importaría esconder esa cicatriz algunas veces ¿cierto?
Sus ojos encontraron la cicatriz en forma de rayo en la frente de Harry.
- No, no me importaría –murmuró Harry volteándose. A Harry no le gustaba que miraran su cicatriz.
- Bien, me temo que tendrías que aprender del modo difícil –dijo Tonks-. Los magos metamórficos son muy raros, y nacen, no se hacen. Mucho de los magos necesitan usar una varita o pociones para cambiar su apariencia. Pero tenemos que irnos, Harry, se supone que tendríamos que estar empacando –añadió culpablemente, viendo todo el desorden del suelo.
- Ah, sí –dijo Harry tomando otro libro.
- No seas estúpido, sería mucho más rápido si... ¡Empacáremos! –chilló Tonks, ondulando su varita en largo movimiento a través del piso. Libros, ropa, telescopio y balanzas, todo flotó en el aire y voló hacia el baúl-. No está muy ordenado –dijo Tonks caminando alrededor del baúl, mirando todo el revoltijo dentro-. Mi mamá tenía esa habilidad de guardar todo con limpieza, hasta deja que los calcetines se ordenen solos... pero nunca he sabido cómo lo hace, es dependiendo de cómo agites la varita...
Agitó su varita esperanzada, uno de los calcetines de Harry dio un leve meneo y se posó encima del desorden.
- Ah, bien –dijo Tonks azotando la tapa del baúl-. Por lo menos todo está adentro. Esto podría limpiar un poco... ¡Scourgify! –dijo apuntando su varita a la jaula de Hedwing: unas pocas plumas y desechos se desvanecieron-. Bueno ¿tienes todo? ¿Tu caldero? ¿Tu escoba? ¡Wow! ¿Una Saeta de Fuego? –sus ojos se ensancharon cuando vieron la escoba que Harry sostenía en su mano derecha. Era su orgullo y su alegría, un regalo de Sirius, una escoba a nivel internacional-. Y yo aún tengo una Cometa 260 –dijo Tonks envidiándolo-. Ah, bien... ¿tu varita aún en tus pantalones? ¿tu trasero donde debe estar? Está bien, vámonos. ¡Locomotor trunk!
El baúl de Harry se elevó unos cuantos centímetros en el aire. Sosteniendo su varita como el bastón de un conductor, Tonks lo hizo permanecer en el aire cruzando la habitación y fuera de la puerta, con la jaula de Hedwing en su mano izquierda. Harry la siguió bajando las escaleras sosteniendo su escoba...
De regreso en la cocina, Moody se había colocado su ojo, el cual estaba dando vueltas tan rápido que mareó a Harry.
Kingsley Shacklebolt y Sturgis Podmore estaban examinando el microondas y Hestia Jones se reía con un pelador de papas que había encontrado cuando estaba revisando los cajones. Lupin estaba sellando una carta para los Dursley.
- Excelente –dijo Lupin mirando a Tonks y a Harry cuando entraban-. Tenemos cerca de un minuto, creo. Probablemente deberíamos salir al jardín ya que estamos listos. Harry, he dejado una carta a tu tío y a tu tía diciendo que no se preocupen...
- No lo harán –dijo Harry.
- que estás a salvo...
- Eso solo los deprimirá.
- Y que los volverás a ver el siguiente verano.
- ¿Tengo qué?
Lupin sonrió pero no respondió.
- Ven acá, chico –dijo Moody bruscamente, haciéndole señas para que se le acercara-. Necesito “Desilusionarte”
- ¿Necesita qué? –dijo nerviosamente Harry.
- El encantamiento Desilusionador –dijo Moody, alzando su varita-. Lupin dice que tienes una capa invisible, pero no se estaría quieta mientras volamos; esto te disfrazará mejor. Aquí va...
Golpeó a Harry en la cabeza. Harry sintió una curiosa sensación como si Moody le hubiera roto un huevo ahí, gotas frías parecían estarle corriendo a través de su cuerpo desde el punto donde le había pegado.
- Bonito, Ojo-Loco –dijo Tonks admirativamente viendo el diafragma de Harry.
Harry vio su cuerpo, o lo que fue su cuerpo, porque ya no parecía su cuerpo. No era invisible, simplemente había tomado el color y la textura exacta de la cocina atrás de él. Parecía que se había convertido en un camaleón humano.
- Vengan –dijo Moody quitando el cerrojo de la puerta trasera con su varita. Todos se pararon afuera en el césped muy bien cuidado de tío Vernon.
- Noche clara –gruñó Moody con su ojo mágico escaneando el cielo-. Podríamos hacerlo un poco más nublado. A tú derecha –gruñó hacia Harry-. Vamos a volar en una formación conjunta. Tonks irá enfrente de ti. Lupin te cubrirá desde abajo. Yo voy a estar a un lado de ti. El resto estará alrededor de ti. No rompas filas por nada, ¿me entienden? Si uno de nosotros en asesinado...
- ¿Es posible? –Harry preguntó aprensivamente, pero Moody lo ignoró.
-... los otros siguen volando, no se detengan, no rompan filas. Si todos somos asesinados y tu sobrevives, Harry, la “guardia trasera” estará por ahí para llevarte, solo vuela hacia el este y se unirán a ti.
- Deja de darle ánimos, Ojo-Loco, o pensará que no estamos tomando esto seriamente –dijo Tonks cuando abrochó a un arnés en su escoba la jaula de Hedwing y el baúl de Harry.
- Solo le estoy diciendo el plan al niño –gruñó Moody-. Nuestro trabajo es entregarlo a salvo al cuartel y si morimos en el intento...
- Nadie va a morir –dijo Kingsley Shacklebolt con su voz profunda y calmada.
- Monten sus escobas, esa es la primera señal –dijo Lupin fuertemente apuntando al cielo.
Lejos, muy lejos por encima de ellos, un chorro de chispas rojas volaron entre las estrellas. Harry las reconoció como chispas de varitas. Pasó su pierna derecha sobre su Saeta de Fuego, apretó su mango fuertemente, y la sintió vibrando ligeramente, mientras estaba emocionado de que estaría en el aire una vez más.
- ¡Segunda señal, vámonos! –dijo Lupin estruendosamente, mientras más chispas, verdes esta vez, explotaron sobre ellos.
Harry golpeó fuertemente el suelo. El aire frío de la noche corrió a través de su cabello mientras los limpios jardines de Privet Drive se hacían más pequeños, encogiéndose en remiendos de verdes oscuros y negros, y cualquier pensamiento del juicio del Ministerio se esfumó de su cabeza mientras las ráfagas de aire soplaban su cabeza. Sentía como si su corazón fuera a explotar de felicidad; estaba volando de nuevo, marchándose de Privet Drive como lo había soñado durante todo el verano, se iba a casa... Durante unos gloriosos momento, todos sus problemas se vieron reducidos a nada, insignificantes en el vasto cielo estrellado.
- ¡Vuelta a la izquierda, vuelta a la izquierda, hay un Muggle mirando hacia arriba! –gritó Moody a su lado. Tonks giró bruscamente y Harry la siguió-. ¡Necesitamos más altura... aumenten otro cuarto de milla!
Los ojos de Harry lloraban mientras aumentaban su altura, no podía ver nada debajo de él, pero ahora pequeñas luces que eran faros de carros y focos de la calle. Dos de estas luces debían pertenecer al carro de tío Vernon... Los Dursley debían de estar regresando a su casa, llenos de furia por el concurso de césped inexistente... y Harry se rió fuertemente con este pensamiento, aunque su voz era ahogada por el susurro de las túnicas de los demás, el crujido del arnés sosteniendo su baúl y la jaula, el susurro del viento en sus oídos mientras pasaban por el aire. Harry no se había sentido así de vivo en un mes, o así de feliz...
- ¡Giren al sur! –gritó Ojo-Loco-. ¡La ciudad está delante!
Dieron vuelta a la derecha, así que no pasaron directamente sobre las telarañas de luz de abajo.
- ¡Giren al sudeste y sigan subiendo, hay otra nube ligera arriba en la que nos podemos ocultar! –dijo Moody.
- ¡No vamos a ir a través de las nubes! –gritó Tonks enojada-. ¡Nos mojaremos Ojo-Loco!
Harry estaba aliviado de oírla decir eso, sus manos estaban poniéndose torpes sobre el mango de su Saeta de Fuego. Deseaba haberse puesto un abrigo, comenzaba a tiritar.
Alteraban su curso cada cuando según las instrucciones de Moody. Los ojos de Harry se empezaban a cerrar por la corriente de aire congelante que estaba haciendo doler sus oídos. Recordó haber sentido antes ese frío en una escoba, durante un partido contra Hufflepuff en su tercer año, el cual había tenido lugar durante una tormenta. Los guardianes alrededor de él estaban circundándolo continuamente como grandes pájaros depredadores. Harry perdió la noción del tiempo. Se preguntaba por cuánto tiempo habían estado volando, se sentía como una hora por lo menos.
- ¡Vuelta al sudeste! –gritó Moody- ¡Queremos evadir la autopista!
Harry estaba tan congelado que pensaba en momentos por los interiores calientes de los autos que estaban pasando por debajo, después, durante más tiempo, viajando en Polvos Floo, podía ser incómodo dar vueltas en las chimeneas, pero por lo menos se estaba caliente en las llamas... Kingsley Shacklebolt voló en picada alrededor de él, con su cabeza calva y su arete brillando débilmente a la luz de la luna... Ahora Emmeline Vance estaba a su derecha, con su varita fuera y su cabeza girando de derecha a izquierda, después ella también voló en picada y fue reemplazada por Sturgis Podmore...
- ¡Deberíamos volver un momento, sólo para asegurarnos que no nos están siguiendo! –gritó Moody.
- ¿ESTÁS LOCO, OJO-LOCO? –gritó Tonks desde adelante-. ¡Estamos congelados hasta los huesos! ¡Si te sigues saliendo del camino no llegaremos allá hasta la próxima semana! ¡Estamos ya muy cerca!
- ¡Es tiempo de empezar el descenso! –la voz de Lupin se oyó-. ¡Sigue a Tonks, Harry!
Harry siguió a Tonks en picado. Se estaban dirigiendo a la más grande colección de luces que habían visto hasta el momento, enormes, expansivas, brillando en filas y rejillas, esparcidas en parches de color negro.
Fueron descendiendo más y más, hasta que Harry pudo ver los faros y las lámparas, chimeneas y antenas de televisión. Deseaba tocar el suelo, aunque estaba seguro de que alguien tendría que descongelarlo de su escoba.
- ¡Aquí vamos! –dijo Tonks y unos segundos después aterrizaron. Harry tocó el suelo justo después que ella y desmontó en un área de pasto descuidado en el centro de un pequeño cuadro. Tonks ya estaba desabrochando el baúl de Harry. Temblando de frío, Harry miró alrededor. Los sucios frentes de las casas circundantes no eran muy agradables, algunas de ellas tenían ventanas rotas, brillando tenuemente con la luz de las lámparas de la calle, la pintura se estaba cayendo de varias de las puertas, y montones de basura reposaban en muchos de los peldaños delanteros.
- ¿Dónde estamos? –preguntó Harry, pero Lupin dijo silenciosamente:
- En un minuto.
Moody estaba revolviendo en su capa sus nudosas manos entorpecidas por el frío.
- Lo tengo –susurró alzando en el aire lo que parecía un encendedor plateado y apretándolo.
La luz de la lámpara más cercana se apagó con un “pop”. Apretó el apagador una vez más, la siguiente lámpara se apagó. Siguió apretándolo hasta que la última lámpara de la calle se apagó, y la única luz que quedaba era la que venía de las ventanas con cortinas y de la luna que estaba sobre ellos.
- Me lo prestó Dumbledore –gruñó Moody guardando su Apagador-. Eso se encargará de que ningún Muggle vea nada a través de su ventana ¿ven? Ahora vengan rápido.
Tomó a Harry del brazo y lo alejó del pasto y se lo llevó al pavimento. Lupin y Tonks los siguieron, cargando el baúl de Harry entre los dos, y el resto del grupo, todos con sus varitas en las manos, franqueándolos.
El sonido ahogado de un estéreo venía de la ventana de arriba de una casa cerca. El fuerte olor de basura podrida les llegó desde una pila de un bulto de bolsas dentro de una cerca rota.
- Aquí –murmuró Moody poniéndole en las manos “Desilusionadas” un pedazo de pergamino y sosteniendo su varita con un rayo de luz cerca de él para iluminar la escritura-. Léelo rápido y memorízalo.
Harry miró el pedazo de papel. La estrecha escritura le era muy familiar. Decía:
“Los cuarteles de la Orden del Fénix pueden ser encontrados en el número 12, Grimmauld Place, Londres.”

 

CAPÍTULO IV

NÚMERO 12, GRIMMAULD PLACE

- ¿Qué es la Orden del...? –comenzó a decir Harry.
- ¡No aquí, niño! –gruñó Moody-. ¡Espera a que estemos dentro!
Arrancó el trozo de pergamino de las manos de Harry y le prendió fuego con la punta de su varita. Mientras el mensaje se retorcía en llamas y flotaba hasta el suelo, Harry miraba de nuevo a las casas contiguas. Estaban parados delante del número once, miró a su izquierda y vio el número diez, sin embargo, a la derecha estaba el número trece.
- Pero, ¿dónde está..?
- Piensa en lo que acabas de memorizar –dijo Lupin tranquilamente.
Harry miró atentamente, y tan pronto habían alcanzado el lugar correspondiente al número doce de Grimmauld Place, una puerta bastante estropeada surgió de ningún sitio entre los números once y trece, inmediatamente seguida por unas paredes sucias y unas ventanas sombrías. Era como si una casa extra se hubiera inflado, desplazando de su camino a las que estaban a sus lados. Harry se quedó boquiabierto al verla. El radiocasete del número once seguía sonando. Aparentemente los Muggles que ocupaban la casa no habían notado nada.
- Vamos, deprisa –gruñó Moody empujando a Harry por la espalda.
Harry subió los peldaños de piedra y se quedó de pie ante una puerta que acaba de materializarse. Su pintura negra estaba desconchada y arañada. El tirador plateado tenía la forma de una serpiente enroscada. N había cerradura ni buzón.
Lupin sacó su varita y golpeó una vez la puerta con ella. Harry escuchó “clic” metálicos y lo que parecía ser el estrépito de una cadena. La puerta se abrió con un crujido.
- Entra rápido, Harry –susurró Lupin-, pero no te vayas muy lejos cuando estés dentro y no toques nada.
Harry traspasó el umbral de la puerta para adentrarse en la más absoluta oscuridad del recibidor. Podía oler la humedad, el polvo y un olor dulzón que parecía arraigado al lugar; el sitio daba la sensación de ser un edificio abandonado. Miró por encima de su hombro y vio a los demás entrando detrás de él, Lupin y Tonks transportando su baúl y la jaula de Hedwing. Moody estaba de pie en la última escalera de entrada, liberando las bolas de luz que el Apagador había robado de las farolas de la calle, las bolas volaron hacia sus bombillas y la plaza brilló momentáneamente con la luz naranja hasta que Moody cojeó hasta el interior y cerró la puerta delantera, de modo que la oscuridad del recibidor se volvió completa.
- Aquí...
Dio un golpe fuerte con su varita en la cabeza de Harry. Harry se sintió esta vez como si algo caliente estuviera goteando por su espalda y supo que el encantamiento Desilusionador había desaparecido.
- Ahora quedaros aquí todos mientras damos un poco de luz –susurró Moody.
Las voces silenciosas de los otros producían en Harry un extraño presentimiento; era como si hubieran entrado en la casa de una persona muerta. Escuchó un ruido sibilante y suave, entonces unas lámparas de gas totalmente pasadas de moda volvieron a la vida a lo largo de las paredes, arrojando una parpadeante y escasa luz sobre el despegado papel de la pared y la raída alfombre durante un rato. El oscuro corredor apenas estaba iluminado por una luz tenue que reflejaban una tela de araña del techo y los marcos de unos retratos ennegrecidos por los años que colgaban torcidos de las paredes. Harry escuchó algo detrás del rodapié. Tanto la tela de araña, como los candelabros que estaban en una raquítica mesa cercana parecían tener forma de serpientes.
Se oyó el sonido de unos pasos rápidos y la madre de Ron, la señora Weasley, salió de una puerta situada al final del vestíbulo. Estaba sonriendo para dar la bienvenida y corrió rápidamente hacia ellos, aunque Harry se dio cuenta de que estaba bastante más delgada y pálida que la última vez que la había visto.
- ¡Oh, Harry, es fantástico verte de nuevo! –susurró apretándole en un brazo antes de cogerle por el otro brazo y examinarlo críticamente-. Estás demasiado delgado, necesitas alimentarte, aunque me temo que tendrás que esperar un poco para cenar -Se giró hacia la pandilla de magos que estaban detrás de él y susurró urgentemente-. Acaba de llegar, la reunión ya ha empezado.
Los magos que estaban detrás de Harry hicieron sonidos de interés y excitación y empezaron a pasar uno detrás de otro hacia la puerta por la cual la Sra. Weasley acababa de salir. Harry hizo ademán de seguir a Lupin, pero la Sra. Weasley le retuvo.
- No, Harry, las reuniones son sólo para los miembros de la Orden. Ron y Hermione están arriba, puedes esperar con ellos hasta que la reunión haya acabado, entonces cenaremos. Y baja la voz en el vestíbulo –añadió en un rápido susurro.
- ¿Por qué?
- No quiero que nada se despierte.
- ¿A qué se...?
- Te lo explicaré más tarde, tengo que darme prisa, se supone que tengo que estar en la reunión... Sólo te enseñaré donde tienes que dormir.
Presionando el dedo contra sus labios, le guiaba en cuclillas hacia unas largas cortinas carcomidas por el moho, detrás de las cuales Harry supuso que tendría que haber en otra puerta. Después de ladear un enorme paraguas que estaba de pie en el suelo y que parecía que hubiera sido hecho con la perna cortada de un troll, empezaron a subir la oscura escalera, y pasaron por delante de una hilera de cabezas encogidas, que estaban enmarcadas en placas en la pared. Una mirada más cercana reveló a Harry que las cabezas eran de dos elfos domésticos. Todos ellos tenían el mismo hocico por nariz.
Harry se quedaba más aturdido a cada paso que daba. ¿Qué diablos estaban haciendo en una casa que parecía que pertenecía al más tenebroso de los magos?
- Sra. Weasley, ¿por qué...?
- Ron y Hermione te lo explicarán todo, querido, de veras que tengo que darme prisa –dijo la Sra. Weasley distraídamente-. Allí... –estaban alcanzando el segundo piso-... tu puerta es la de la derecha. Te llamaré cuando haya acabado.
Y de nuevo desapareció rápidamente escaleras abajo.
Harry cruzó el sombrío piso, se encaminó hacia el tirador de la puerta, que tenía forma de cabeza de serpiente, y abrió la puerta.
Echó un breve vistazo al tenebroso techo de una habitación con dos camas; entonces, se oyó un fuerte ruido, seguido por un chirrido aún más potente, y su visión quedó totalmente oscurecida por el espesor de una gran cantidad de pelo. Hermione se lanzó hacia él en un abrazo que casi le desinfla, mientras la minúscula lechuza de Ron, Pidwidgeon, pasaba zumbando excitada, una y otra vez, alrededor de sus cabezas.
- ¡HARRY! ¡Ron, está aquí, Harry está aquí! ¡No te oímos llegar! ¿Oh, cómo estás? ¿Estás bien? ¿Has estado furioso con nosotros? Apuesto a que lo estabas, sé que nuestras cartas eran inservibles... pero no podíamos decirte nada. Dumbledore nos obligó a jurar que no te diríamos nada, oh, tenemos que contarte muchas cosas y tú tienes que contarnos también... ¡Dementores! Cuando oímos, y aquella vista del Ministerio, ¡es simplemente un escándalo! He estado informándome, no te pueden expulsar, simplemente no puede, hay una disposición en el Decreto de la Restricción del Uso de la Magia en menores que permite usar magia en situaciones de vida o muerte...
- Dale un respiro, Hermione –dijo Ron sonriendo mientras cerraba la puerta detrás de Harry. Parecía que había crecido varias pulgadas más durante el mes que habían pasado separados. Tenía un aspecto mucho más alto y desgarbado que nunca, aunque la larga nariz, el pelo rojo brillante y sus pecas seguían siendo las mismas.
Todavía sonriendo, Hermione dejó libre a Harry, pero antes de que pudiera decir otra palabra, se oyó un suave aleteo y algo blanco salió disparado de lo alto del oscuro armario y aterrizó gentilmente en el hombro de Harry.
- ¡Hedwing!
La blanquecina lechuza chasqueó su pico y mordisqueó su oreja de manera cariñosa, mientras Harry acariciaba sus plumas.
- Ha estado muy a gusto –dijo Ron-. Picoteándonos hasta la muerte cuando trajo tus últimas cartas. Mira esto...
Le enseñó a Harry el dedo índice de su mano derecha, el cual ostentaba una media cicatriz, pero con un corte bastante profundo.
- Oh, sí –dijo Harry-. Lo siento, pero necesitaba respuestas, entendéis...
- Queríamos dártelas, colega –dijo Ron-. Hermione creía que nos estábamos pasando. No paraba de decir que harías algo estúpido si te sentías abandonado y sin noticias, pero Dumbledore nos hizo...
-... jurar que no me diríais nada –dijo Harry-. Sí, Hermione ya me lo ha dicho.
La sensación cálida que se había encendido en él al ver a sus dos mejores amigos, se había extinguido, y ahora algo helado estaba inundando la boca de su estómago. En un instante –después de haber estado suspirando por verles durante un interminable mes- sintió que habría preferido que Ron y Hermione le dejaran solo en ese momento.
Se produjo un tenso silencio en el cual Harry acariciaba a Hedwing de manera automática, sin mirar a ninguno de los dos.
- Creo que pensó que era lo mejor –dijo Hermione casi sin aliento-. Dumbledore, quiero decir.
- Bien –dijo Harry. Se dio cuenta de que las manos de Hermione también estaban marcadas por los picotazos de Hedwing y descubrió que no lo sentía por ellos del todo.
- Creo que pensó que estarías más a salvo con los Muggles... –empezó a decir Ron.
- ¿Sí? –dijo Harry alzando sus cejas- ¿Alguno de vosotros ha sido atacado por Dementores este verano?
- Bueno, no... pero para eso es para lo que tiene gente de la Orden del Fénix vigilándote todo el tiempo...
Harry sintió una gran sacudida en sus tripas, como si se hubiera saltado un escalón bajando las escaleras. Eso quería decir que todo el mundo sabía que estaba siendo vigilado, excepto él.
- ¿Aunque eso no funcionó tan bien, no? –dijo Harry haciendo todo lo posible para mantener la voz intacta, en el mismo tono-. Tuve que cuidarme yo mismo después de todo ¿no?
- Estaba muy enfadado –dijo Hermione con voz respetuosa- Dumbledore. Lo vimos cuando descubrió que Mundungus se había marchado antes de que su turno hubiera acabado. Estaba muy asustado.
- Bueno, estoy contento de que se hubiera marchado –dijo Harry fríamente-. Si no lo hubiera hecho, no habría hecho magia y Dumbledore probablemente me hubiera dejado el resto del verano en Privet Drive.
- No estás... ¿no estás preocupado por la visita al Ministerio de Magia? –dijo Hermione tranquilamente.
- No –mintió Harry desafiante. Se alejó de ellos, mirando alrededor, con Hedwing acurrucada en su hombro, pero esa habitación no parecía ayudarle a ahuyentar sus espíritus. Era oscura y tenebrosa. Un trecho blanco lleno de lienzos de cuadros ornamentales era lo único que aliviaba la desnudez de las desconchadas paredes, y mientras Harry les echaba un vistazo tuvo la sensación de haber oído a alguien, que estaba al acecho fuera de su visión, riéndose disimuladamente.
- ¿Entonces por qué Dumbledore tiene tantas ganas de mantenerme oculto? –preguntó Harry, todavía intentando hacer que su tono de voz sonara casual-. ¿Alguno de vosotros, eh, se lo ha preguntado?
Echó una ojeada en el momento justo en el que vio a los dos intercambiando una mirada que le decía que se estaba comportando como ellos temían que lo hiciera. Pero esto no mejoró su humor.
- Le dijimos a Dumbledore que queríamos decirte lo que estaba pasando –dijo Ron-. Lo hicimos, colega. Pero él está muy ocupado ahora, sólo le hemos visto dos veces desde que llegamos aquí y no tenía mucho tiempo. Simplemente nos hizo jurar que no te diríamos ninguna cosa importante cuando te escribiéramos. Dijo que las lechuzas podían ser interceptadas.
- Pero él podría haberme mantenido informado si hubiera querido –dijo Harry cortante-. No intentéis convencerme de que él no tiene manera de mandarme mensajes sin usar lechuzas.
Hermione le echó una ojeada a Ron, entonces dijo:
- Yo pensé lo mismo que tú. Pero él no quería que supieras nada.
- A lo mejor es porque cree que no puede confiar en mí –dijo Harry mirando las expresiones de las caras de sus amigos.
- No seas idiota –dijo Ron mirándole desconcertado.
- O que no puedo cuidar de mí mismo.
- ¡Por supuesto que no piensa eso! –dijo Hermione ansiosamente.
- ¿Entonces como es que yo tengo que estar con los Dursley mientras vosotros dos estáis enterados de todo lo que está pasando aquí? –dijo Harry mientras sus palabras se juntaban unas sobre otras apresuradamente, alzando más la voz a cada palabra que pronunciaba-. ¿Cómo es que a vosotros se os permite saber todo lo que está pasando?
- ¡No se nos permite! –interrumpió Ron-. Mi madre no nos deja oír lo que dicen en las reuniones, dice que somos muy jóvenes...
Pero antes de que se diera cuenta, Harry estaba gritando.
- ENTONCES NO HABÉIS ESTADO EN LAS REUNIONES ¡QUÉ GRAN COSA! PERO HABÉIS ESTADO AQUÍ ¿VERDAD? ¡HABÉIS ESTADO JUNTOS! ¡YO, YO HE ESTADO SOPORTANDO A LOS DURSLEY! ¡DURANTE UN MES! ¡Y HE ESTADO ENVUELTO EN MÁS DE LO QUE NINGUNO DE VOSOTROS DOS HA ESTADO ENVUELTO NUNCA Y DUMBLEDORE LO SABE... ¿QUIÉN SALVÓ LA PIEDRA FILOSOFAL? ¿QUIÉN SE DESHIZO DE RIDDLE? ¿QUIÉN SALVÓ VUESTRO PELLEJO DE LOS DEMENTORES?
Toda la amargura y el resentimiento que Harry había estado soportando durante el último mes estaba saliendo de él: su frustración por la ausencia de noticias, el daño que le había hecho que todos ellos estuvieran juntos sin contar con él, su ira porque le hubieran estado siguiendo sin que nadie se lo dijera, todos los sentimientos de los que estaba medio avergonzado, finalmente se estaban desbordando. Hedwing se asustó por el ruido y remontó el vuelo de nuevo al armario; Pgwidgeon revoloteaba alarmada y zumbaba aún más rápido alrededor de sus cabezas.
- ¿QUIÉN TUVO QUE SORTEAR DRAGONES Y ESFINGES Y TODAS ESAS ESTÚPIDAS COSAS EL AÑO PASADO? ¿QUIÉN LE VIO A ÉL VOLVER? ¿QUIÉN TUVO QUE ESCAPAR DE ÉL? ¡YO!
Ron estaba de pie con la boca medio abierta, totalmente petrificado y sin encontrar algo que decir, mientras que Hermione parecía estar a punto de echarse a llorar.
- ¿PERO POR QUÉ TENDRÍA YO QUE SABER LO QUE ESTÁ PASANDO? ¿POR QUÉ DEBERÍA NADIE DECIRME QUÉ ES LO QUE HA ESTADO OCURRIENDO?
- Harry, queríamos decírtelo, de verdad que queríamos... –empezó a decir Hermione.
- NO LO DESEABAIS DEMASIADO ¿VERDAD? PORQUE SI NO ME HUBIESEIS ENVIADO UNA LECHUZA, PERO DUMBLEDORE OS HIZO JURAR...
- Bueno, sí, lo hizo...
- CUATRO SEMANAS AGUANTANDO EN PRIVET DRIVE, ROBANDO PERIÓDICOS DE LOS CUBOS DE BASURA PARA INTENTAR DESCUBRIR LO QUE ESTABA OCURRIENDO...
- Queríamos...
- SUPONGO QUE HABREIS PASADO TODOS UN BUEN RATO ¿VERDAD? TODOS AQUÍ JUNTOS, APOYÁNDOOS...
- No, sinceramente...
- ¡Harry, lo sentimos mucho! –dijo Hermione, desesperada, sus ojos brillando con lágrimas-. Tienes toda la razón, Harry... ¡yo estaría furiosa si me hubiera pasado a mí!
Harry echó un vistazo, todavía respirando profundamente, entonces de nuevo se alejó un poco de ellos, paseando de un laso a otro. Hedwing piaba melancólicamente desde lo alto del armario. Hubo una larga pausa, sólo rota por los crujidos de las tablas del suelo, debajo de los pies de Harry.
- De todos modos, ¿qué sitio es éste? –les espetó a Ron y Hermione.
- La sede central de la Orden del Fénix –dijo Ron finalmente.
- ¿Alguno de vosotros piensa decirme qué es la Orden del Fénix?
- Es una sociedad secreta –dijo Hermione rápidamente-. Dumbledore está a cargo, él la fundó. Son las personas que lucharon la última vez contra Quién-tú-sabes.
- ¿Quién está en ella? –preguntó Harry haciendo una pausa con las manos en los bolsillos.
- Bastantes personas...
- Hemos conocido alrededor de veinte de ellos –dijo Ron-, pero creemos que hay más.
Harry les echó una mirada feroz.
- ¿Y bien? –preguntó mirando a uno y a otro.
- Eh –dijo Ron-. ¿Y bien qué?
- ¡Voldemort! –dijo Harry furioso y tanto Ron como Hermione se estremecieron-. ¿Qué está pasando? ¿Qué está tramando? ¿Dónde está? ¿Qué estáis haciendo para pararle?
- Te lo hemos dicho, la Orden no nos deja estar en sus reuniones –dijo Hermione nerviosa-. Por eso no sabemos los detalles... pero tenemos una idea general –se dio prisa en añadir al comprobar la cara de Harry.
- Fred y George han inventado Orejas Extensibles, mira –dijo Ron-. Son muy prácticas.
- ¿Orejas...?
- Extensibles, sí. Sólo que tuvimos que dejar de usarlas después porque mi madre las descubrió y perdió los estribos. Fred y George tuvieron que esconderlas todas para que mi madre no las tirara a la basura. Pero pudimos usarlas durante un tiempo hasta que mi madre se dio cuenta de lo que estaba pasando. Sabemos que algunos de los de la Orden están persiguiendo a conocidos Mortífagos, vigilándolos, ya sabes...
- Algunos de ellos están intentando reclutar más personas para la Orden –dijo Hermione.
- Y otros están guardando algo –dijo Ron-. Siempre están hablando acerca de vigilar algo.
- ¿Puede que se refieran a mí, no? –dijo Harry sarcásticamente.
- Oh, sí –dijo Ron con una mirada comprensiva.
Harry suspiró con rabia. Empezó a dar vueltas por la habitación otra vez, mirando a todas partes menos a Ron y Hermione.
- Entonces, ¿qué es lo que habéis estado haciendo si no se os permite estar en las reuniones? –demandó-. Dijisteis que estabais ocupados.
- Y lo estamos –dijo Hermione rápidamente-. Hemos estado descontaminando esta casa. Ha estado vacía durante años y un montón de cosas asquerosas se han estado alimentando aquí. Hemos conseguido dejar limpia la cocina, casi todas las habitaciones y creo vamos a empezar con el salón ma... ¡AAAARGH!
Con dos fuertes crack, Fred y George, los hermanos gemelos mayores de Ron se habían materializado en el aire, en el medio de la habitación. Pigwidgeon empezó a menearse de forma aún más violenta y se fue zumbando para juntarse con Hedwing en lo alto del armario.
- ¡Dejad de hacer eso! –dijo Hermione débilmente a los gemelos, los cuales tenían el mismo color rojo vivo de pelo que Ron, aunque en menor cantidad y un poco más corto.
- Hola, Harry –dijo George sonriéndole-. Nos pareció haber escuchado tu dulce tono de voz.
- No reprimas tu enfado, Harry, deja salir todo lo que llevas dentro –dijo Fred también sonriendo-. Debe de haber un par de personas en cincuenta millas a la redonda que no te hayan oído.
- ¿Entonces, habéis aprobado vuestros exámenes de Aparición? –preguntó Harry malhumorado.
- Con distinción –dijo Fred, agarrando lo que parecía ser un trozo de una insignia muy grande color carne.
- No os puede costar más de treinta segundos bajar, como todos, por las escaleras –dijo Ron.
- El tiempo son Galeones, pequeño hermano –dijo Fred-. De todos modos, Harry, tu voz estaba interfiriendo en la recepción. Orejas Extensibles –añadió en respuesta a las cejas alzadas de Harry, a la vez que se desprendía de la insignia, la cual Harry vio en ese momento desvanecerse en el aterrizaje-. Estamos intentando oír qué es lo que pasa abajo.
- Tenéis que andar con cuidado –dijo Ron mirando fijamente a la Oreja-, si mamá ve otra de éstas...
- El riesgo vale la pena, ésta es la reunión más importante que han tenido –dijo Fred.
La puerta se abrió y una larga melena roja apareció.
- ¡Oh, hola, Harry! –dijo la hermana menor de Ron, Ginny, con una sonrisa brillante-. Me pareció oír tu voz –volviéndose hacia Fred y George-. No lo vais a conseguir con las Orejas Extensibles, ella se ha ido y ha puesto un encantamiento Imperturbable en la puerta de la cocina.
- ¿Cómo lo sabes? –dijo George con cara de deprimido.
- Tonks me dijo cómo averiguarlo –dijo Ginny-. Sólo tienes que arrojar algo a la puerta y si no puede hacer contacto con la puerta, es que ha sido Imperturbada. He estado lanzando Bombas de excrementos desde lo alto de las escaleras y todas rebotaron antes de dar contra la puerta, por lo que no hay manera de que las Orejas Extensibles encuentren un hueco por debajo.
Fred suspiró profundamente.
- ¡Qué desgracia! De veras disfrutaba descubriendo de lo que es capaz el viejo Snape.
- ¡Snape! –dijo Harry rápidamente-. ¿Está él aquí?
- Sí, claro –dijo George cerrando la puerta con cuidado y sentándose en una de las camas; Fred y Ginny le imitaron-. Está dando un informe. Alto secreto.
- Idiota –dijo Fred sin prisa.
- Él está ahora de nuestro lado –dijo Hermione reprochando el comentario. Ron resopló-. Eso no quiere decir que no sea un imbécil. Tendrías que ver la manera en la que nos mira cuando se encuentra con nosotros.
- Bill tampoco le cae bien –dijo Ginny como si con esto hubiera resuelto la cuestión.
Harry no estaba seguro de si su enfado se había disipado del todo, pero ahora su sed de información superaba sus deseos de seguir gritando. Se sentó en la otra cama.
- ¿Bill está aquí? –preguntó-. Pensé que estaba trabajando en Egipto.
- Pidió un trabajo de oficina para poder venir a casa y trabajar para la Orden –dijo Fred-. Él dice que echa de menos las tumbas, pero... –sonrió con satisfacción- aquí hay compensaciones.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Te acuerdas de Fleur Delacour? –dijo George-. Consiguió un trabajo en Gringotts para mejorarrrrr su iiinglés.
- Y Bill le ha estado dando un montón de clases particulares –rió disimuladamente Fred.
- Charlie también está en la Orden –dijo George-, pero él todavía está en Rumania. Dumbledore quiere que en la Orden estén todos los magos extranjeros que se puedan reclutar, por lo que Charlie está intentando hacer contactos con ellos en sus días libres.
- ¿No puede Percy hacer eso? –preguntó Harry. Lo último que había oído era que el tercer hermano Weasley estaba trabajando en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional en el Ministerio de Magia.
Con las palabras de Harry, todos los Weasley y Hermione cruzaron significativas miradas sombrías.
- Hagas lo que hagas, no menciones a Percy delante de mamá y papá –le dijo Ron a Harry con voz tensa.
- ¿Por qué no?
- Porque cada vez que se menciona el nombre de Percy, mi padre rompe algo que está sujetando y mi madre empieza a llorar –dijo Fred.
- Ha sudo horrible –dijo Ginny tristemente.
- Pienso que hicimos bien deshaciéndonos de él –dijo George con un gesto poco habitual en su cara.
- ¿Qué ha pasado? –preguntó Harry.
- Percy y papá tuvieron una discusión –dijo Fred-. Yo nunca he visto a papá pelearse con nadie de esa manera. Normalmente la que grita es mamá.
- Fue la primera semana después de que acabara el curso –dijo Ron-. Estábamos a punto de venir e ingresar en la Orden. Percy llegó a casa y nos dijo que le habían ascendido.
- ¿Estás bromeando? –dijo Harry.
Aunque sabía perfectamente que Percy era una persona muy ambiciosa, la impresión de Harry era que Percy no había tenido mucho éxito en su primer trabajo en el Ministerio de Magia. Percy había cometido justamente la gran equivocación de no darse cuenta de que su jefe había sido controlado por Lord Voldemort; aunque el Ministro no lo hubiera creído, puesto que todos creían que el señor Crouch se había vuelto loco.
- Sí, estábamos todos sorprendidos –dijo George-, porque Percy se metió en un montón de problemas relacionados con el tema de Crouch, hubo un interrogatorio y todo eso. Dijeron que Percy tendría que haberse dado cuenta de que Crouch estaba loco de remate e informar a un superior. Pero sabes que Percy, dejándole Crouch el cargo, no iba a quejarse...
- ¿Entonces cómo es que lo han ascendido?
- Eso es exactamente lo que no preguntamos –dijo Ron que parecía entusiasmado al estar consiguiendo mantener una conversación normal y que Harry hubiera dejado de chillar-. Llegó a casa muy satisfecho consigo mismo –incluso más de lo habitual, si puedes imaginarlo- y le dijo a papá que le habían ofrecido un puesto en la propia oficina de Fudge. Un puesto muy bueno para alguien que lleva sólo un año fuera de Hogwarts: Asistente Menor del Ministro. Creo que él esperaba que papá estuviera impresionado.
- Sólo que papá no lo estaba –dijo Fred sonriendo abiertamente.
- ¿Por qué no? –dijo Harry.
- Bueno, aparentemente Fudge estuvo echando pestes por todo el Ministerio, comprobando que nadie tenía ningún tipo de contacto con Dumbledore –dijo George.
- Actualmente Dumbledore tiene muy mala fama en el Ministerio, sabes –dijo Fred-. Todos piensan que sólo está tratando de crear problemas diciendo que Quién-vosotros-sabéis ha vuelto.
- Papá dice que Fudge dejó claro que cualquiera que esté aliado con Dumbledore puede ir limpiando su despacho –dijo George.
- El problema es que Fudge sospecha de papá. Él sabe que papá simpatiza con Dumbledore y siempre ha pensado que papá es una persona un poco extraña por su obsesión con los Muggles.
- ¿Pero qué tiene esto que ver con Percy? –preguntó Harry confundido.
- Ahí es donde quiero llegar. Papá cree que Fudge sólo quiere a Percy en su oficina porque quiere usarle para espiar a la familia y a Dumbledore.
Harry dejó escapar un pequeño silbido.
- Os apuesto que a Percy eso le gusta.
Ron se rió de manera irónica.
- Ha perdido totalmente los estribos. Dijo... bueno, dijo un montón de cosas horribles. Dijo que ha estado luchando contra la malísima reputación de papá desde que entró en el Ministerio y que papá no tiene ambición y por ero es por lo que siempre hemos sido... bueno, ya sabes... quiero decir que no tenemos mucho dinero...
- ¿Qué? –dijo Harry con descrédito, mientras Ginny hacía un ruido como de garo enfadado.
- Lo sé –dijo Ron en voz baja-. Y fue aún peor. Dijo que papá era un idiota por seguir alrededor de Dumbledore, que Dumbledore era la cabeza de grandes problemas y que papá iba a caer con él, y que él –Percy- sabía donde yacía su felicidad y que eso era en el Ministerio. Y que si mamá y papá iban a convertirse en traidores del Ministerio iba a asegurarse de que nadie supiera nunca más que él pertenecía a nuestra familia. Entonces, hizo sus maletas esa misma noche y se marchó. Ahora está viviendo aquí, en Londres.
Harry echaba pestes por dentro. Siempre le había gustado menos Percy que el resto de los hermanos de Ron pero nunca podría haber imaginado que le iba a decir esas cosas al Sr. Weasley.
- Mamá ha estado en buen estado –dijo Ron deprimido-. Ya sabes... llorando y todo eso. Fue hasta Londres para intentar hablar con Percy, pero él le cerró la puerta en las narices. No sé qué es lo que hace cuando encuentra a papá en el trabajo... le ignorará, supongo.
- Pero Percy tiene que saber que Voldemort ha vuelto –dijo Harry tranquilamente-. Él no es estúpido, tiene que saber que tu madre y tu padre no arriesgarían todo sin ninguna prueba.
- Sí, bueno, tu nombre también se introdujo en la discusión –dijo Ron, lanzándole a Harry una mirada furtiva-. Percy dice que la única evidencia que tenemos es tu palabra y... no sé... él no cree que sea del todo suficiente.
- Percy se toma lo que dice El Profeta muy en serio –dijo Hermione ácidamente, y el resto asintió con la cabeza.
- ¿De qué estás hablando? –preguntó Harry, mirando alrededor, a todos ellos. Todos le estaban devolviendo la mirada con respeto.
- ¿No has... no has visto El Profeta? –preguntó nerviosamente Hermione.
- ¡Sí, lo he visto! –dijo Harry.
- ¿Lo has, eh, lo has estado leyendo en profundidad? –preguntó Hermione, ésta vez aún más nerviosa.
- No de lado a lado –dijo Harry defendiéndose-. Si van a publicar cualquier reportaje acerca de Voldemort deberían hacerlo en los titulares ¿no?
Los otros se estremecieron con el sonido del nombre. Hermione se dio prisa:
- Bien, necesitas leerlo de lado a lado para encontrarlo, pero ellos... um... ellos te mencionan un par de veces a la semana.
- Pero lo habría visto...
- No. Si sólo estabas leyendo la portada, no puedes haberlo visto –dijo Hermione meneando la cabeza-. No estoy hablando de grandes artículos. Ellos sólo te incluyen dentro, para apoyar ciertas bromas.
- ¿Qué quieres...?
- Es bastante repugnante –dijo Hermione con voz calmada, pero forzada-. Sólo están apoyando las mentiras de Rita.
- Pero ella no ha escrito para ellos nunca más ¿o sí lo ha hecho?
- Oh, no, está manteniendo su promesa, aunque no tiene otra alternativa –añadió Hermione con satisfacción-. Pero fue ella la que fundó todo lo que están intentando hacer ahora.
- Lo cual es... ¿qué? –dijo Harry impacientemente.
- Vale, tú sabes que ella escribió que tu siempre te estabas desmayando por todos los sitios y diciendo que tu cicatriz te dolía y todo eso ¿verdad?
- Sí –dijo Harry que no podía haber olvidado los cuentos de Rita Skeeter en un suspiro.
- Bien, pues ellos están escribiendo acerca de ti como si tu fueras este farsante, siempre intentando llamar la atención de las personas para que piensen que eres un héroe trágico o algo así –dijo Hermione muy rápido como si haciéndolo así fuera menos incómodo para Harry escuchar estas cosas-. Siguen añadiendo comentarios sarcásticos sobre ti. Si aparece una historia pasada de tiempo dicen algo así como “Un cuento digno de Harry Potter”, si alguien tiene un accidente divertido dicen “Tengamos la esperanza de que no tenga ninguna cicatriz en su frente o será el siguiente al que tendremos que adorar”.
- Yo no quiero que nadie me adore –empezó a decir Harry sofocado.
- Sé que no lo quieres –dijo Hermione rápidamente, mirándolo asustada-. Lo sé, Harry ¿pero ves lo que están haciendo? Quieren convertirte en alguien a quien no crea nadie. Fudge está detrás de esto, te apuesto lo que quieras. Él quiere que los magos de la calle piensen que sólo eres un chico estúpido que no es más que una broma, que cuenta ridículas historias porque adora ser famoso y quiere seguir siéndolo.
- Yo nunca lo pedí... Nunca quise... ¡Voldemort mató a mis padres! –farfulló Harry-. Me hice famoso porque él mató a mis padres pero no pudo matarme a mí ¿Quién quiere ser famoso por eso? Es que no piensan que hubiera preferido nunca...
- Lo sabemos, Harry –dijo Ginny rápidamente.
- Y por supuesto, no publicaron ni una palabra sobre el ataque de los Dementores –dijo Hermione-. Alguien les diría que estuvieran callados con ese tema. Eso podría haber sido una gran historia: Dementores fuera de control. Tampoco han publicado que rompiste el Estatuto Secreto Internacional. Pensamos que deberían haberlo hecho, eso concuerda muy bien con tu imagen de presumido estúpido. Pero creemos que lo están reservando para cuando te expulsen, entonces es cuando verdaderamente lo sacarán... Quiero decir, si te expulsa, claro –rectificó rápidamente-. Realmente no puedes ser expulsado. No... si se atienden a sus propias normas, no hay cargos contra ti.
Estaban de nuevo hablando de la visita y Harry no quería pensar en eso.
Buscó alrededor para cambiar de tema, pero se ahorró el esfuerzo de encontrar uno porque se oía el sonido de unos pasos subiendo las escaleras.
- Oh, oh.
Fred le dio un fuerte tirón a la Oreja Extensible, hubo un fuerte crack y él y George desaparecieron. Segundo después, la Sra. Weasley apareció en la entrada de la habitación.
- La reunión se ha acabado, ahora ya podéis venir abajo a cenar. Todo el mundo se muere por verte, Harry ¿Y quién ha dejado todas esas Bombas de Excrementos a la salida de la puerta de la cocina?
- Crookshanks –dijo Ginny con la cara colorada-. Adora jugar con ellas.
- Oh –dijo la Sra. Weasley-. Pensé que había sido Kreacher, sigue haciendo cosas tan extrañas como esa. Ahora no olvidéis vuestras voces en el hall. Ginny, tus manos están sucias ¿qué has estado haciendo? Ve y lávatelas antes de ir a cenar, por favor.
Ginny hizo una mueca a los otros y siguió a su madre fuera de la habitación, dejando a Ron y Hermione. Los dos estaban mirándole aprensivamente, como si temieran que empezara a gritar de nuevo ahora que todo el mundo se había ido. La sensación de verles tan nerviosos le hizo sentir bastante fatigado.
- Mira... –musitó, pero Ron meneó su cabeza y Hermione dijo suavemente:
- Sabíamos que ibas a estar enfadado, Harry, y realmente no te culpamos, pero tienes que entenderlo. Intentamos persuadir a Dumbledore...
- Sí, lo sé –dijo Harry cortamente.
Buscó alrededor un tema que no envolviera a su director, porque cada pensamiento hacia Dumbledore hacia que el interior de Harry le quemara de ira otra vez.
- ¿Quién es Kreacher? –preguntó.
- El elfo doméstico que vive aquí –dijo Ron-. Anormal. Nunca conocí a uno como él.
Hermione frunció el entrecejo a Ron.
- No es anormal, Ron.
- La ambición de su vida es que le corten la cabeza y que la cuelguen en una placa como colgaron la de su madre –dijo Ron irritado-. ¿Eso es normal, Hermione?
- Bueno... bueno, si él es un poco extraño no es su culpa.
Ron puso los ojos en blanco a Harry.
- Hermione todavía no ha dejado ese rollo del PEDO.
- ¡No es PEDO! –dijo Hermione azorada-. Es el Plan para los Elfos Domésticos Oprimidos. Y no soy la única que lo piensa, Dumbledore también dice que deberíamos ser amables con Kreacher.
- Sí, sí, sí –dijo Ron-. Vamos, estoy hambriento.
Siguieron el camino más allá de la puerta, liderados por Ron, pero antes de que pudieran descender las escaleras...
- ¡Esperad un momento! –dijo Ron case sin respiración, estirando un brazo para que Harry y Hermione no caminaran más allá-. Todavía están en el vestíbulo, a lo mejor somos capaces de oír algo.
Los tres miraban cautelosamente a los que estaban a punto de salir. El tenue corredor del vestíbulo estaba cubierto de brujas y magos, incluyendo los guardianes de Harry. Todos estaban susurrando excitadamente. En el centro del grupo Harry pudo ver el pelo negro y grasiento y la prominente nariz de su profesor más odiado de Hogwarts, el profesor Snape. Estaba muy interesado en lo que Snape estaría haciendo para la Orden del Fénix...
- Demonios –oyó Harry susurrar a Fred, que estaba alzando la Oreja Extensible porque se había quedado congestionada otra vez.
Oyeron cómo se abría la puerta de entrada y luego se cerraba.
- Snape nunca come aquí –le dijo Ron a Harry tranquilamente-. ¡Gracias a Dios! Venga, vamos.
- Y no olvides bajar la voz en el vestíbulo, Harry –le advirtió Hermione.
Mientras pasaban por la hilera de cabezas de elfos colgadas en la pared, vieron a Lupin, la Sra. Weasley y Tonks en la puerta de entrada, sellando mágicamente sus múltiples cerraduras y cerrojos detrás de los cuales los otros acababan de salir.
- Vamos a comer abajo, en la cocina –susurró la Sra. Weasley, acercándose a ellos al final de las escaleras-. Harry, querido, si pudieras andar de puntillas a lo largo del vestíbulo hasta esa puerta de allí...
CRASH
- ¡Tonks! –sollozó la Sra. Weasley exasperada, girándose para mirar detrás de ella.
- ¡Lo siento! –gimió Tonks, que estaba tirada en el suelo-. Es ese estúpido paraguas de ahí, es la segunda vez que me tropiezo con...
Pero el resto de sus palabreas fueron cortadas por un horrible y ensordecedor chillido que dejaba helada la sangre.
Las mortífagas cortinas de terciopelo que Harry había pasado hace un momento se habían abierto de par en par, pero no había ninguna puerta detrás de ellas. Por un segundo, Harry pensó que estaba mirando desde una ventana, detrás de la cual una mujer mayor vestida con una capa negra estaba gritando y gritando como si la estuvieran torturando, entonces se dio cuenta que simplemente era un retrato de medio cuerpo, pero el retrato más realista y menos agradable que había visto en su vida.
La mujer vieja estaba babeando, sus ojos estaban girando hasta quedarse en blanco, la piel amarillenta de su cara se estiraba hasta tensarse cuando ella gritaba; y por todo el vestíbulo detrás de ellos, los otros retratos se despertaban y empezaban a chillar también, de manera que Harry arrugó los ojos ante el sonido y se tapó las orejas con las manos.
Lupin y la Sra. Weasley se precipitaron y trataron de cerrar las cortinas para tapar a la anciana, pero no eran capaces de cerrarlas y ella empezó a gritar más alto que nunca, blandiendo sus manos para intentar atacar sus caras con las uñas.
- ¡Suciedad! ¡Escoria! ¡Productos de la suciedad y repugnantes! ¡Medio desarrollados, mutantes, subnormales, largaos de esta casa! Cómo os atrevéis a venir a la casa de mis padres...
Tonks se disculpaba una y otra vez, incorporando la enorme y pesada pierna del troll de nuevo en el suelo, la señora Weasley abandonó el intento de correr las cortinas y caminaba deprisa, arriba y abajo, por el vestíbulo, aturdiendo a los otros retratos con su varita, y un hombre con pelo largo negro envistió una puerta y apareció frente a Harry.
- ¡Cállate, horrible bruja vieja, CÁLLATE! –gruñó, corriendo las cortinas que la Sra. Weasley había abandonado.
La cara de la mujer vieja empezó a palidecer.
- ¡Tuuuuuuuuuuuuuuuu! –aulló la vieja, sus ojos abiertos como platos tan pronto vieron al hombre-. ¡Traidor de sangre, abominación, vergüenza de mi carne!
- ¡He –dicho –que –te –calles! –gruñó el hombre, y con un enorme esfuerzo, él y Lupin fueron capaces de hacer que las cortinas se cerraran de nuevo.
Los chillidos de la mujer vieja cesaron y de nuevo el silencio cayó. Acariciando su largo pelo negro y apartándoselo de los ojos, el padrino de Harry, Sirius, se giró para ponerse enfrente de él.
- Hola, Harry –dijo lúgubremente- Veo que has conocido a mi madre.

 

 

CAPÍTULO V

LA ORDEN DEL FÉNIX

- ¿Tú...?
- Mi querida y vieja madre –dijo Sirius-. Hemos intentado sacarla durante un mes pero pensamos que puso un encantamiento de Adhesivo Permanente al dorso del cuadro. Bajemos las escaleras, rápido, antes de que todos despierten otra vez.
- Pero ¿qué hace el fantasma de tu madre aquí? –preguntó Harry desconcertado, al tiempo que cruzaban la puerta hacia el hall y bajaban una estrecha escalera de piedra mientras los otros los seguían.
- ¿Nadie te dijo? Esta era la casa de mis padres –explicó Sirius-. Pero soy el último Black que queda, así que es mío ahora. Se lo ofrecí a Dumbledore como cuartel general, es prácticamente la única cosa útil que he podido hacer.
Harry, quien había esperado una mejor bienvenida, notó cuan dura y amargada sonaba la voz de Sirius. Siguió a su padrino hasta el final de los peldaños y a través de una puerta que conducía a una cocina en el sótano.
Este lugar era apenas menos sombrío que el vestíbulo superior, un cuarto cavernoso con ásperas paredes de piedra. La mayor parte de la luz venía de un gran fuego situado en el extremo más alejado del recinto. Una neblina de humo de pipa flotaba en el aire, semejante a la humareda reinante luego de una batalla, a través de la cual se vislumbraban las amenazantes formas de pesados utensilios de cocina que colgaban del oscuro techo. Muchas sillas habían sido traídas para la reunión y en el medio se observaba una larga mesa de madera cubierta con rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías, y un montón de lo que al parecer eran harapos. El Sr. Weasley y su hijo mayor, Bill, con las cabezas juntas, hablaban quedamente al final de la mesa.
La Sra. Weasley aclaró su garganta. Su marido, un hombre delgado, pelirrojo, con una incipiente calva y que llevaba unos anteojos de montura de cuerno, miró alrededor y brincó inmediatamente.
- ¡Harry! –dijo el Sr. Weasley apresurándose para saludarlo, sacudiéndole la mano enérgicamente-. ¡Qué bueno verte!
Sobre su hombro Harry vio a Bill, quien todavía llevaba su largo pelo en una cola de caballo, enrollando a toda prisa los largos pergaminos que habían sobre la mesa.
- ¿Tuviste buen viaje, Harry? –preguntó Bill intentando recoger doce rollos al mismo tiempo-, ¿Ojo-Loco no te hizo venir vía Groenlandia, entonces?
- Lo intentó –dijo Tonks dando un salto para ayudar a Bill y derribando una vela sobre el último trozo de pergamino-. Oh no, perdón.
- Ay, querida –dijo la Sra. Weasley, con tono exasperado mientras reparaba el pergamino con un giro de su varita mágica. En el destello de luz causada por el hechizo de la Sra. Weasley, Harry captó un vislumbre de lo que le pareció el plano de un edificio.
La Sra. Weasley lo había visto observándolo, arrebató el plano de la mesa y lo dejó en los brazos ya sobrecargados de Bill.
- Este tipo de cosas deberían ser retiradas puntualmente al finalizar las reuniones –dijo con irritación antes del ir hacia un aparador continuo del que comenzó a sacar platos para la cena.
Bill sacó su varita mágica, murmurando “¡Evanesco!” Y los rollos desaparecieron.
- Siéntate Harry –dijo Sirius-. ¿Ya conoces a Mundungus, verdad?
La cosa que Harry creía que eran un montón de harapos dio un prolongado gruñido y se despertó.
- ¿Alguien dijo mi nombre? –reclamó Mundungus con voz somnolienta-. Estoy de acuerdo con Sirius... –levantó la mano muy sucia en el aire cono si estuviera votando, los hinchados ojos rojos desenfocados.
Ginny se rió.
- La reunión ha terminado Dung –dijo Sirius mientras todos se sentaban alrededor de él en la mesa-. Harry ha llegado.
- ¿Cómo? –dijo Mundungus mirando detenidamente a Harry a través de su enmarañado pelo rojo... - ¿Estás bien?
- Sí –dijo Harry.
Mundungus hurgó nerviosamente en sus bolsillos, todavía mirando fijamente a Harry, y sacó una sucia pipa negra. La pegó a su boca, la encendió en la punta con su varita mágica y tomó una profunda bocanada. Unas grandes nubes de humo verdoso lo cubrieron en unos segundos.
- Te debo una disculpa –gruñó su voz en medio de la nube maloliente.
- ¡Por última vez, Mundungus! –gritó la Sra. Weasley-, por favor no fumes esa cosa en la cocina, especialmente cuando vamos a comer.
- Ah –dijo Mundungus-. Tienes razón. Perdón, Molly.
La nube de humo desapareció cuando Mundungus guardó su pipa en el bolsillo, pero un olor acre como de calcetines quemados permaneció.
- Y si quieren la cena antes de la medianoche necesitaré una mano –dijo la Sra. Weasley-. No, tú puedes quedarte donde estás, Harry querido, has tenido un largo viaje.
- ¿Qué puedo hacer, Molly? –dijo Tonks con entusiasmo, saltando hacia delante. La Sra. Weasley vaciló, mirando aprensivamente.
- Ehhhh, no, está todo bien, Tonks, tu también tienes que descansar, has hecho bastante hoy.
- ¡No, no, quiero ayudar! –dijo Tonks alegremente, atropellando una silla mientras se apresuraba hacia el aparador, donde Ginny recogía los cubiertos.
Pronto una serie de cuchillos pesados cortaba la carne y las verduras por su propia voluntad, supervisados por el Sr. Weasley, mientras la Sra. Weasley revolvía una caldera que pendía sobre el fuego y los demás sacaban platos, más copas y alimento de la despensa. Harry se había quedado en la mesa con Sirius y Mundungus, quién todavía parpadeaba tristemente.
- ¿Has visto a la vieja Figgy desde entonces? –le preguntó.
- No –dijo Harry-, no he visto a nadie.
- Ven, no debí haberme ido –dijo Mundungus con una nota suplicante en su voz-, pero tuve una oportunidad de negocios...
Harry sintió algo frotarse contra sus rodillas, pero solo era Crookshanks, el gato pelirrojo de Hermione, quién se enrolló una vez alrededor de las piernas de Harry, ronroneando, para luego brincar sobre el regazo de Sirius y enroscarse. Sirius lo rascó distraídamente detrás de las orejas, aún ceñudo, mirando a Harry.
- ¿Has tenido un buen verano hasta ahora?
- No, ha sido apestoso –dijo Harry.
Por primera vez, algo como una sonrisa burlona se asomó en la cara de Sirius.
- No sé de qué te quejas.
- ¿Qué? –preguntó Harry con incredulidad.
- Personalmente, yo habría dado la bienvenida a un ataque de dos Dementores. Una lucha mortal por mi alma habría roto la monotonía gratamente. Piensas que lo has pasado mal, pero al menos has sido capaz de escaparte y cosas así, estirar tus piernas, entrar en unas peleas... Yo he estado detenido durante un mes.
- ¿Cómo es eso? –preguntó Harry frunciendo el ceño.
- Como el Ministerio de Magia todavía está tras de mí, y Voldemort debe saber que soy un Animago, pues Colagusano ya le debe haber contado, mi viejo disfraz es inútil. No hay mucho que pueda hacer para la Orden del Fénix... o eso es lo que piensa Dumbledore.
Algo en el tono de voz ligeramente plano con que Sirius había pronunciado el nombre de Dumbledore, le hizo pensar a Harry que Sirius tampoco estaba muy feliz con el director.
Harry sintió un repentino efecto hacia su padrino.
- Al menos has sabido lo que sucede –dijo enérgicamente.
- Ah, sí –dijo Sirius sarcásticamente-. Escuchando los informes de Snape, oyendo todas sus viles insinuaciones sobre como él arriesga su vida mientras yo estoy cómodamente sentado sobre mi trasero, pasándola bien... preguntándome cómo me va con la limpieza.
- ¿Qué limpieza? –preguntó Harry.
- Estamos tratando de hacer este lugar adecuado para la vida humana –dijo Sirius agitando una mano alrededor de la cocina-. Nadie ha vivido aquí durante diez años, no desde que mi querida madre murió, a no ser que cuentes a su viejo elfo doméstico y él solo molesta, no ha limpiado nada en años.
- Sirius –dijo Mundungus, quién no parecía haber prestado atención a la conversación pues había estado examinando atentamente una copa vacía-. ¿Esto es plata sólida, compañero?
- Sí –dijo Sirius observándolo con disgusto-. La plata más fina del siglo decimoquinto con el escudo en relieve de la familia Black.
- Esto es bueno –murmuró Mundungus puliéndola con su puño.
- Fred... George... ¡NO! ¡SÓLO LLEVENLOS! –chilló la Sra. Weasley en ese momento.
Harry, Sirius y Mundungus miraron a su alrededor y, en una fracción de segundo, saltaron lejos de la mesa. Fred y George habían encantado un gran caldero de guisado, un botellón de hierro con cerveza de manteca y una pesada tabla de madera para cortar el pan que, junto con su respectivo cuchillo, se precipitaban por el aire hacia ellos. El guisado patinó a lo largo de la mesa, deteniéndose justo antes del final y dejando una larga marca de tizne sobre la superficie de madera; el botellón de cerveza de manteca cayó con estrépito, derramando su contenido por todas partes. El cuchillo del pan se deslizó de la tabla y aterrizó, cayendo de punta y vibrando amenazadoramente, en el lugar exacto donde la mano de Sirius había estado segundos antes.
- ¡POR EL AMOR DE DIOS! –gritó la Sra. Weasley-. ¡NO HABÍA NINGUNA NECESIDAD... YA HE TENIDO BASTANTE, NO NECESITABA ESTO... NO PORQUE PUEDAN USAR LA MAGIA AHORA TIENEN QUE SACAR DE REPENTE SUS VARITAS MÁGICAS PARA CADA PEQUEÑA COSA!
-¡Nosotros solamente intentábamos ahorrar un poco de tiempo! –explicó Fred sacando el cuchillo de pan de la mesa-. Perdón, Sirius, no quisimos...
Harry y Sirius reían; Mundungus, quien se había caído hacia atrás de su silla, se puso de pie; Crookshanks dio un silbido enfadado y desapareció debajo del aparador, desde donde sus grandes ojos amarillos brillaban en la oscuridad.
- ¡Muchachos! –dijo el Sr. Weasley colocando el guisado en el medio de la mesa-, su madre tiene razón, se supone que deben tener un poco de responsabilidad ahora, comportarse un poco más de acuerdo con su edad...
- ¡Ninguno de sus hermanos causó este tipo de problemas! –rabió la Sra. Weasley a los gemelos colocando de golpe un botellón fresco de cerveza de manteca sobre la mesa, y casi derramándolo nuevamente-. ¡Bill no sintió la necesidad de usar magia cada pocos pasos! ¡Charlie no encantó todo lo que se encontró! ¡Percy...
Ella se paró en seco, sosteniendo la respiración al tiempo que lanzaba una asustada mirada a su esposo, cuya expresión se había puesto repentinamente rígida.
- Vamos a comer –dijo Bill rápidamente.
- Esto se ve maravilloso, Molly –dijo Lupin vaciando el guisado sobre un plato para ella y dándoselo a través de la mesa.
Por unos pocos minutos reinó el silencio, excepto por el tintineo de los platos y la cubertería, y el traqueteo de las sillas cuando cada uno se instaló frente a su comida. Entonces la Sra. Weasley se giró hacia Sirius.
- Quería decirte, Sirius, que hay algo atrapado en aquel escritorio en el salón, sigue rascándose y sacudiéndose. Desde luego, esto solamente podría ser un Boggart, pero que deberíamos pedirle a Alastor que le eche una mirada antes que lo soltemos.
- Como quieras –dijo Sirius con indiferencia.
- Además, las cortinas de allí están llenas de Dosis –continuó la Sra. Weasley-. Pensé que nosotros podríamos intentar abordarlos mañana.
- Lo espero con impaciencia –dijo Sirius. Harry oyó el sarcasmo de su voz, pero no estaba seguro que alguien más lo hiciera.
Frente a Harry, Tonks entretenía Hermione y Ginny transformando su nariz entre bocados. Torciendo los ojos cada vez con la misma expresión de dolor que había puesto en el dormitorio de Harry, su nariz aumentada con una protuberancia parecida a un pico que se parecía a la nariz de Snape, encogiéndose al tamaño de una seta y luego brotando mucho pelo de cada ventana nasal. Al parecer esto era un entretenimiento regular en la hora de reposo, porque Hermione y Ginny pronto solicitaban que pusiera sus narices favoritas.
- Ponte un hocico de cerdo, Tonks.
Tonks la complació, y Harry, alzando la mirada, tuvo la impresión de que un Dudley en versión femenina le sonreía abiertamente a través de la mesa. El Sr. Weasley, Bill y Lupin sostenían una intensa discusión sobre duendes.
- Ellos aún no sueltan prenda –dijo Bill-. Todavía no puedo definir si creen que él regresó o no. Además, podrían preferir no tomar partido. Mantenerse fuera de esto.
- Estoy seguro que ellos nunca se acercarían a Quienes-ustedes-saben –dijo el Sr. Weasley, sacudiendo su cabeza-. También han sufrido pérdidas, ¿recuerdan la familia de duendes que él asesinó la última vez, en algún sitio cerca de Nottingham?
- Pienso que depende de lo que les ofrezcan –dijo Lupin-. Y no hablo del oro. Si les ofrecen las libertades que les hemos negado durante siglos ellos se van a tentar... ¿Todavía no has tenido ninguna suerte con Ragnok, Bill?
- Por el momento, se siente bien como antimago –comentó Bill-. Sigue furioso por lo del negocio de Bagman, considera que el Ministerio lo ocultó. Esos duendes nunca consiguieron el oro de él, ya saben.
Un vendaval de risas, provenientes del centro de la mesa, ahogó el resto de las palabras de Bill. Fred, George, Ron y Mundungus se revolcaban en sus asientos.
-... y entonces –decía Mundungus atragantado, las lágrimas cayendo por su rostro-, y entonces, si me lo pueden creer, me dice, él dice ¿Hey Dung, dónde conseguiste esos sapos? ¡Porque algún “hijo de Bludger” vino y me birló todos los míos! Y yo le contesto ¿Birlaron todos tus sapos? ¿Vas a querer más entonces? Y si creen en mi, chavales, esa lerda gárgola compra todo. Me ofreció por sus propios sapos mucho más de lo que pagué inicialmente.
- No creo que tengamos que enterarnos más de sus transacciones de negocios, muchas gracias, Mundungus –dijo la Sra. Weasley bruscamente, mientras Ron caía hacia delante sobre la mesa, aullando de risa.
- Pido perdón, Molly –dijo Mundungus inmediatamente, limpiando sus ojos y haciendo un guiño a Harry-. Pero, tu sabes, yo realmente no hacía nada malo.
- No sé dónde aprendiste sobre el bien y el mal, Mundungus, pero parece que perdiste unas lecciones cruciales –dijo la Sra. Weasley con frialdad.
Fred y George enterraron los rostros en sus copas de cerveza de manteca, George estaba hipando. Por alguna razón, la Sra. Weasley lanzó una desagradable mirada a Sirius antes de dirigir sus pasos a buscar un gran pastel de ruibarbo y pudín. Harry miró a su padrino.
- Molly no aprueba a Mundungus –dijo Sirius en un tono bajo.
- ¿Cómo es que él está en la Orden? –preguntó Harry, muy silenciosamente.
- Él es útil –refunfuñó Sirius-, conoce a todos los ladrones. Bueno, debería, ya que luce como uno de ellos. Pero también es muy leal a Dumbledore, quién lo sacó de un aprieto una vez. Es rentable tener alguien como Dung alrededor, él oye cosas que nosotros no. Pero Molly piensa que la invitación para quedarse para la cena va demasiado lejos. Ella no lo ha perdonado por escabullirse cuando se suponía que te cuidaba.
Tres porciones de pastel de ruibarbo y natillas más tarde, la cinturilla de los jeans de Harry –que una vez fueron de Dudley- se estaba sintiendo incómodamente apretada. Mientras él bajaba su cuchara hubo un momento de calma en la conversación general, el Sr. Weasley se inclinaba en su silla, viéndose satisfecho y relajado; Tonks bostezaba extensamente, su nariz ahora era normal; y Ginny, quien había sacado a Crookshanks de debajo del aparador, estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, haciendo rodar corchos de cerveza de manteca para que los persiguiera.
- Se acerca la hora de irse a la cama, pienso –dijo la Sra. Weasley con un bostezo.
- No todavía, Molly –dijo Sirius apartando su plato vacío y girando para mirar a Harry-, sabes, estoy sorprendido contigo. Pensé que la primera cosa que harías cuando llegaras sería preguntar sobre Voldemort.
La atmósfera en el cuarto cambió con una rapidez que Harry hubiera podido asociar con la llegada de Dementores. Segundos antes estaban relajados, ahora estaban en alerta, incluso tensos. Una sensación gélida había recorrido la mesa ante la mención del nombre de Voldemort. Lupin, quien había estado dispuesto a tomar un sorbo de vino, bajó su copa despacio, mirando cauteloso.
- ¡Lo hice! –exclamó Harry con indignación-. Pregunté a Ron y Hermione pero ellos dijeron que a nosotros no nos aceptaban en la Orden.
- Y ellos tienen toda la razón –dijo la Sra. Weasley-, tú eres demasiado joven.
Ella se sentaba muy erguida en su silla, sus puños apretados sobre los brazos, y el rastro de somnolencia había desaparecido.
- ¿Desde cuándo alguien tuvo que estar en la Orden del Fénix para hacer preguntas? –dijo Sirius-. Harry estuvo atrapado en esa cada Muggle durante un mes. ¡Él tiene derecho ha saber qué ha pasado...
- ¡Un momento! –interrumpió George fuertemente.
- ¿Cómo es que Harry consigue que sus preguntas sean contestadas? –dijo Fred con ira.
- ¡Hemos intentado conseguir información de ustedes durante un mes y no nos han dicho una sola cosa! –agregó George.
- “Tú eres demasiado joven, tú no estás en la Orden” –remedó Fred con una aguda voz que sonó increíblemente parecida a la de su madre-. ¡Harry no tiene edad!
- No es mi culpa si no les han dicho lo que la Orden hace –señaló Sirius con calma-, es la decisión de tus padres. Harry, por otra parte...
- ¡No te corresponde decir qué es bueno para Harry! –dijo la Sra. Weasley bruscamente-, ¿No has olvidado lo que Dumbledore dijo, supongo?
- ¿Qué parte? –preguntó Sirius cortésmente, pero con el aire de un hombre que se prepara para una lucha.
- La parte de no decirle a Harry más de lo que él necesita saber –contestó la Sra. Weasley poniendo un fuerte énfasis sobre las tres últimas palabras.
Las cabezas de Ron, Hermione, Fred y de George giraban de Sirius a la Sra. Weasley como si ellos siguieran un partido de tenis. Ginny se arrodillaba entre un montón de corchos abandonados de cerveza de manteca, observando la conversación con su boca ligeramente abierta. Los ojos de Lupin estaban fijos en Sirius.
- No tengo la intención de decirle más de lo que necesita saber, Molly –dijo Sirius- ¡Pero como él fue el que vio a Voldemort regresar... –otra vez hubo un estremecimiento colectivo alrededor de la mesa con la mención de ese nombre-... él tiene más derecho que nadie!
- ¡Él no es un miembro de la Orden del Fénix! –dijo la Sra. Weasley-. Sólo tiene quince años y...
- Y ha tenido tantos enfrentamiento como muchos de la Orden –dijo Sirius-, y más que algunos.
- ¡Nadie niega lo que ha hecho! –dijo la Sra. Weasley-. Pero él es todavía...
- ¡Él no es un niño! –expresó Sirius con impaciencia.
- ¡Él no es un adulto tampoco! –dijo la Sra. Weasley mientras el color se elevaba en sus mejillas-. ¡Él no es James, Sirius!
- Tengo claro quién es él, gracias Molly –dijo Sirius con frialdad.
- ¡No estoy segura que sepas! –dijo la Sra. Weasley-. ¡A veces, la manera que hablas sobre él, es como si pensaras que tu mejor amigo volvió!
- ¿Qué hay de malo en eso? –preguntó Harry.
- ¡Lo malo, Harry, es que no eres tu padre, aunque te parezcas mucho! –aclaró la Sra. Weasley, sus ojos todavía estaban fijos en Sirius-. ¡Todavía estás en la escuela y los adultos responsables de ti no deberían olvidarlo!
- ¿Eso significa que soy un padrino irresponsable? –reclamó Sirius, alzando la voz.
- ¡Todos sabemos que actúas precipitadamente, Sirius, es por eso que Dumbledore te pidió quedarte en casa y...
- ¡Dejaremos las instrucciones de Dumbledore fuera de esto, si te parece! –solicitó Sirius fuertemente.
- ¡Arthur! –dijo la Sra. Weasley, mirando a su marido-. ¡Arthur, apóyame!
El Sr. Weasley no habló inmediatamente. Tomó sus lentes y los limpió despacio con su ropa, sin mirar a su esposa. Sólo cuando los había colocado con cuidado sobre su nariz contestó.
- Dumbledore sabe que la situación ha cambiado, Molly. Él acepta que Harry esté informado, hasta cierto punto, ahora que se queda en el Cuartel General.
- ¡Sí, pero hay una diferencia entre eso e invitarlo a preguntar todo lo que quiera!
- Personalmente –dijo Lupin suavemente alejando la mirada de Sirius, mientras la Sra. Weasley se giraba rápidamente hacia él, esperanzada en que finalmente había conseguido a un aliado-, pienso que es mejor que Harry conozca los hechos... no todos los hechos, Molly, pero una imagen general... de nosotros, antes que una versión alterada por... otros.
Su expresión era suave, pero Harry estuvo seguro que Lupin, al menos, sabía que algunos Oídos Extensibles habían sobrevivido a la rabia de la Sra. Weasley.
- Bien –dijo la Sra. Weasley, respirando profundamente y mirando alrededor de la mesa buscando el apoyo que no vino-. Bien... puedo ver que voy a ser superada. Sólo diré esto: Dumbledore debe haber tenido sus motivos para no desear que Harry supiera demasiado, hablando como alguien que tiene los mejores deseos para Harry en el fondo de mi corazón...
- Él no es tu hijo –dijo Sirius silenciosamente.
- Él es tan bueno como si lo fuera –dijo la Sra. Weasley con ferocidad- ¿A quién más tiene?
- ¡Él me tiene a mí!
- ¿Sí –dijo la Sra. Weasley frunciendo el labio-, la cosa es que ha sido bastante difícil para ti cuidar de él mientras estabas encerrado en Azkaban, verdad?
Sirius comenzó a levantarse de su silla.
- Molly, no eres la única persona en esta mesa que se preocupa por Harry –dijo Lupin bruscamente-. Sirius, siéntate.
El labio inferior de la Sra. Weasley temblaba. Sirius se hundió despacio en su silla, con su cara blanca.
- Pienso que deberían permitir a Harry tener opinión en esto –siguió Lupin-, él es bastante grande para decidir.
- Quiero saber qué ha sucedido –afirmó Harry inmediatamente.
Él no miró a la Sra. Weasley. Había sido tocado por lo que ella había dicho de ser tan bueno como un hijo, pero estaba algo impaciente con sus mimos. Sirius tenía razón, él no era un niño.
- Muy bien –dijo la Sra. Weasley perdiendo la voz-. Ginny –Ron –Hermione –Fred –George –los quiero fuera de esta cocina, ahora.
Hubo un gran alboroto de inmediato.
- ¡Somos mayores de edad! –Fred y George bramaron juntos.
- ¿Si Harry lo tiene permitido, por qué no puedo yo? –dijo Ron gritando.
- ¡Mamá, quiero enterarme! –lloró Ginny.
- ¡NO! –gritó la Sra. Weasley levantando sus ojos-. Lo prohíbo...
- Molly, no puedes detener a Fred y George –dijo el Sr. Weasley fatigosamente-. Ellos son mayores de edad.
- Ellos están todavía en la escuela.
- Pero son legalmente adultos ahora –dijo el Sr. Weasley con la misma voz cansada.
La Sra. Weasley tenía la cara de color escarlata.
- ¡Oh, bien entonces, Fred y George pueden quedarse, pero Ron...
- ¡Harry igual nos va a decir a mí y Hermione todo lo que le digan! –protestó Ron con vehemencia-. ¿No es cierto? –agregó indeciso, mirando a los ojos de Harry.
Por una fracción de segundo, Harry pensó decirle a Ron que él no le diría una sola palabra, así sabría lo que es estar sin tener noticias de lo que está pasando. Pero el impulso repugnante desapareció.
- Por supuesto –dijo Harry.
Ron y Hermione sonrieron.
- ¡Bien! –gritó la Sra. Weasley-. ¡Bien! ¡Ginny... A LA CAMA!
Ginny no se fue silenciosamente. Ellos podrían oír su furioso reclamo a su madre todo el camino por la escalera, y cuando ella alcanzó el vestíbulo, la Sra. Black emitió chillidos estridentes que se agregaron al alboroto. Lupin se alejó rápidamente hacia el retrato para restaurar la calma. Sólo después de que hubo regresado, cerrando la puerta de la cocina detrás de él y tomando su asiento en la mesa otra vez, Sirius habló.
- ¡OK! Harry... ¿Qué quieres saber?
Harry suspiró y preguntó lo que lo había obsesionado durante el mes pasado.
- ¿Dónde está Voldemort? –dijo ignorando los estremecimientos renovados que generaba el nombre-. ¿Qué está haciendo? He intentado mirar las noticias Muggles, y no hubo nada que no se pareciera a él aún, ningunas muertes extrañas.
- Es porque no hubo muertes extrañas aún –dijo Sirius-, no por lo que sabemos, en todo caso... Y sabemos bastante.
- Más de lo que él piensa que sabemos, de todos modos –dijo Lupin.
- ¿Cómo es que ha dejado de matar a la gente? –preguntó Harry. Él sabía que Voldemort había asesinado en más de una ocasión sólo en el año pasado.
- Porque no quiere llamar la atención hacia él –explicó Sirius-. Sería peligroso para él. Su reaparición no fue como lo había pensado, tú lo viste. Él lo estropeó.
- O más bien tú lo estropeaste por él –dijo Lupin con una risa satisfecha.
- ¿Cómo? –preguntó Harry perplejo.
- ¡Tú no debías sobrevivir! –dijo Sirius-. Nadie además de los Mortífagos debían saber que él había vuelto. Pero tú sobreviviste para atestiguar.
- Y la última persona que quería alertar era Dumbledore –dijo Lupin-. Y tú te aseguraste que Dumbledore lo supiera de inmediato.
- ¿Cómo esto ha ayudado? –preguntó Harry.
- ¿Estás bromeando? –dijo Bill con incredulidad-. ¡Dumbledore es el único al que El Que No Debe Ser Nombrado teme!
- Gracias a ti, Dumbledore fue capaz de reunir a la Orden del Fénix cerca de una hora después que Voldemort había vuelto –aclaró Sirius.
- ¿Qué ha estado haciendo la Orden? –dijo Harry mirando a todos lados.
- Trabajando tan duro como podemos para asegurarnos que Voldemort no pueda realizar sus proyectos –dijo Sirius.
- ¿Cómo saben cuáles son sus planes? –Harry preguntó rápidamente.
- Dumbledore tuvo una idea –dijo Lupin-, y las ideas de Dumbledore normalmente resultan ser exactas.
- ¿Qué piensa Dumbledore que Voldemort está planificando?
- Bien, en primer lugar, él quiere aumentar su ejército otra vez –dijo Sirius-. En los viejos tiempos él tenía muchas personas a su mando: Brujas y Magos que había intimidado o encantado para seguirlo, sus fieles Mortífagos, una gran variedad de criaturas Oscuras. Tú lo escuchaste planificando reclutar a los gigantes; bien, ellos serán solamente uno de los grupos sobre los que él irá. Ciertamente no va a intentar tomar el Ministerio de Magia con solo una docena de Mortífagos.
- ¿Entonces ustedes intentan pararlo atrayendo a más seguidores?
- Hacemos lo posible –dijo Lupin.
- ¿Cómo?
- Bien, el asunto principal es intentar convencer a tantos como sea posible de que es factible de que El Que No Debe Ser Nombrado realmente ha vuelto, ponerlos sobre aviso –contestó Bill-. Eso es muy difícil.
- ¿Por qué?
- Por la actitud del Ministro –dijo Tonks-. Tu viste a Cornelius Fudge después de que Ya –sabes –quién volvió, Harry. Bien, él no ha cambiado su posición en absoluto. Se rehúsa absolutamente a creer lo que ha pasado.
- ¿Pero por qué? –dijo Harry desesperadamente-. ¿Por qué es tan estúpido? Si Dumbledore...
- Ah, pues has puesto el dedo en la llaga –dijo el Sr. Weasley con una risa sarcástica-. Dumbledore.
- Fudge le tiene miedo –dijo Tonks tristemente.
- ¿Asustado de Dumbledore? –preguntó Harry con incredulidad.
- Asustado de lo que él es capaz –dijo el Sr. Weasley-. Fudge piensa que es una planificación de Dumbledore para derrocarlo. Cree que Dumbledore quiere ser el Ministro de Magia.
- Pero Dumbledore no quiere...
- Desde luego que no –afirmó el Sr. Weasley-. Él nunca ha querido el trabajo del Ministro, si bien mucha gente quiso que lo tomara cuando Millicent Bagnold se jubiló. Fudge subió al poder en cambio, pero... él nunca ha olvidado cuanto es el apoyo popular que Dumbledore tenía, si bien Dumbledore nunca solicitara el trabajo.
- En su interior, Fudge sabe que Dumbledore es mucho más inteligente que él, que es un mago mucho más poderoso, y en los primeros días de su Ministerio siempre le pedía ayuda y asesoramiento –señaló Lupin-. Pero parece que se aferró al poder. Le gusta ser el Ministro de Magia y trata de convencerse que es inteligente y Dumbledore simplemente remueve el problema para sacarlo.
- ¿Cómo puede pensar eso? –dijo Harry con ira-. ¿Cómo él puede pensar que Dumbledore inventaría todo... que yo inventaría todo eso?
- Porque aceptar el que Voldemort volvió significaría un problema con que el Ministerio no tuvo que enfrentarse por casi catorce años –dijo Sirius amargamente-. Fudge no puede afrontarlo. Es más cómodo convencerse que Dumbledore es un mentiroso que busca desestabilizarlo.
- Ves el problema –dijo Lupin-. Mientras el Ministro insiste en que no hay nada que temer de Voldemort es difícil convencer a la gente que volvió, sobre todo porque ellos realmente no quieren creerlo. Es más, ha inclinado al Ministerio pesadamente sobre El Profeta para no hacer un informe de lo que llama la divulgación de rumores de Dumbledore, entonces la mayor parte de la comunidad de magos está completamente inconsciente de las cosas que pasaron, y esto los hace objetivos fáciles para los Mortífagos si ellos usan la Maldición de Imperius.
- ¿Pero ustedes le dicen a la gente la verdad? –dijo Harry mirando alrededor al Sr. Weasley, Sirius, Bill, Mundungus, Lupin y Tonks-. ¿Ustedes le dicen a la gente que él ha vuelto?
Todos ellos rieron sin sentido del humor.
- Bien, como todos piensan yo soy un asesino de masas loco y el Ministerio ha puesto diez mil galeones como precio por mi cabeza, apenas puedo dar un paseo en la calle y comenzar a repartir prospectos, ¿verdad? –dijo Sirius agitadamente.
- Y yo no soy un invitado de cena muy popular con la mayor parte de la comunidad –dijo Lupin-. Esto es un gaje del oficio de ser un hombre lobo.
- Tonks y Arthur perderían sus empleos en el Ministerio si ellos comenzaran a hablar –dijo Sirius-, y es muy importante para nosotros tener espías dentro del Ministerio, porque se puede apostar que Voldemort los tiene.
- Hemos logrado convencer a algunas personas –dijo el Sr. Weasley-. Tonks, era demasiado joven para haber estado en la Orden del Fénix la última vez, y teniendo Aurores de nuestro lado es una ventaja enorme... Kingsley Shacklebolt ha sido un aporte verdadero, también, él es el responsable de la caza de Sirius, entonces él ha alimentado de información al Ministerio que Sirius está en el Tíbet.
- Pero si ninguno de Uds. cuenta las noticias Voldemort... –empezó a decir Harry.
- ¿Quién dijo que ninguno de nosotros saca las noticias? –dijo Sirius-. ¿Por qué piensas que Dumbledore está en tal problema?
- ¿Qué quieres decir? –Harry preguntó.
- Ellos intentan desacreditarlo –dijo Lupin-. ¿No viste El Profeta la semana pasada? Ellos divulgaron que él había sido echado de la Presidencia de la Confederación Internacional de Magos porque está viejo y está perdiendo su fuerza, pero esto no es verdadero; él ha sido echado por lo magos del Ministerio después de que él hizo un discurso que anuncia la vuelta de Voldemort. Ellos lo han degradado del Jefe Warlock sobre el Wizengamot –que es el Tribunal Supremo de Magos- y ellos hablan de la acción de quitarle su Orden de Merlín, de Primera Clase, también.
- Pero Dumbledore dice que él no se preocupa de lo que ellos hacen mientras ellos no lo saquen de las Tarjetas de Rana de Chocolate –dijo Bill sonriendo abiertamente.
- Esto no es un tema de risa –dijo el Sr. Weasley bruscamente-. Si él continúa desafiando al Ministro con esto podría terminar en Azkaban, y la última cosa que queremos es tener a Dumbledore encerrado. Mientras Ya-sabes-quien sepa que Dumbledore está aquí, va a estar cauteloso. Si Dumbledore sale del camino Ya-sabes-quien tendrá el camino libre.
- ¿Pero si se descubre que Voldemort trata de reclutar a más Mortífagos quiere decir que él ha vuelto, verdad? –preguntó Harry desesperadamente.
- Voldemort no marcha hasta las casas de la gente y golpea sobre sus puertas, Harry –dijo Sirius-. Él engaña y los chantajea. Él es un experto en mantenerse en secreto. En cualquier caso, seguidores crecientes son sólo una cosa en la que él está interesado. Él tiene otros proyectos también, proyectos los que él puede poner en operación muy silenciosamente de verdad, y él se concentra en ellos por el momento.
- ¿En qué anda, aparte de su búsqueda de seguidores? –Harry preguntó rápidamente. Tuvo la sensación que Sirius y Lupin intercambiaban la más breve de las miradas antes que Sirius contestara.
- Cosas que sólo puede conseguir con cautela –como Harry seguía luciendo perplejo, Sirius agregó-. Como un arma. Algo que él no tenía la última vez.
- ¿Cuándo él era poderoso, antes?
- Sí.
- ¿Cómo qué tipo de arma? –preguntó Harry-, ¿Algo peor que el Avada Kedavra...?
- ¡Es suficiente!
La señora Weasley habló desde las sombras al lado de la puerta. Harry no había notado que había regresado luego de dejar a Ginny arriba. Sus brazos estaban cruzados y miraba furiosa.
- Los quiero en la cama, ahora. Todos ustedes –agregó mirando hacia Fred, George, Ron y Hermione.
- No nos puedes obligar –dijo Fred.
- Solo mírame –gruñó la Sra. Weasley. Temblaba ligeramente cuando miró a Sirius-. Has dado mucha información a Harry. Podrías investirlo de inmediato en la Orden.
- ¿Por qué no? –dijo Harry rápidamente-. Quiero unirme, quiero luchar.
- No.
No era la Sra. Weasley quién habló esta vez, era Lupin.
- La Orden está compuesta sólo de magos destacados –dijo-. Los magos que han terminado la escuela –agregó mientras Fred y George abrían sus bocas-. Hay peligros relacionados con esto de los que no tienes ni idea, ninguno de ustedes... Pienso que Molly tiene razón, Sirius. Ya hemos dicho bastante.
Sirius se encogió pero no dijo nada. La Sra. Weasley llamó imperiosamente a sus hijos y Hermione. Uno por uno se levantaron y Harry, reconociendo la derrota, los siguió.

 

 

 

CAPÍTULO VI

LA NOBLE Y ANTIQUÍSIMA CASA DE LOS BLACK

La Sra. Weasley los acompañó arriba luciendo inflexible.
- Quiero que todos vayan directo a la cama, sin hablar –dijo cuando llegó al primer piso-. Tenemos un día atareado mañana. Espero que Ginny ya este dormida –le dijo a Hermione-, entonces trata de no despertarla.
- Dormida, sí, claro –dijo Fred por lo bajo, mientras que subían al siguiente piso y después de que Hermione les diera las buenas noches-. Si Ginny no esta acostada despierta esperando a que Hermione le cuento lo que hablaron, entonces yo soy un Flobberworm...
- Muy bien, Ron, Harry –dijo la Sra. Weasley en el segundo piso, apuntado hacia el cuarto de ellos-, métanse a la cama.
- Buenas noches –dijeron Harry y Ron a los gemelos.
- Duerman bien –dijo Fred cerrando los ojos.
La Sra. Weasley cerró la puerta detrás de Harry con un rápido golpe. La habitación parecía, si a algo, aún más húmeda y oscura que a primera vista. La pintura en blanco de la pared ahora estaba respirando muy lenta y profundamente, como si su ocupante invisible estuviera dormido. Harry se puso su pijama, se sacó sus anteojos y se metió en su fría cama mientras Ron tiró las jaulas de las lechuzas arriba del guardarropa para pacificar a Hedwing y Pigwidgeon, quienes estaban golpeando y sacudiendo sus alas sin descanso.
- No las podemos dejar salir a cazar todas las noches –explicó Ron mientras se ponía su pijama color marrón-. Dumbledore no quiere muchas lechuzas revoloteando alrededor de la cuadra, piensa que se vería sospechoso. Ah, sí... me olvidaba...
Se acercó a la puerta y la trabó con el pasador.
- ¿Para qué haces eso?
- Kreacher –dijo Ron mientras apagaba la luz-. La primera noche que estuve aquí él vino deambulando a las tres de la mañana. Confía en mí, no querrás despertarte y encontrarlo recorriendo tu habitación. De todos modos... –se metió en su cama, se acomodó bajo las frazadas, después giro para mirar a Harry en la oscuridad. Harry podía ver su silueta gracias a la luz de la luna que se filtraba por la mugrienta ventana-, ¿Qué crees?
Harry no necesitaba preguntarle a Ron a qué se refería.
- Bueno, no nos dijeron mucho que no podríamos haber adivinado ¿no? –dijo pensando en lo que se había hablado abajo-. Digo, lo único que realmente dijeron fue que la Orden está tratando de que la gente no se una a Vol... –hubo un fuerte suspiro de Ron-... demort –dijo Harry firmemente-. ¿Cuándo vas a empezar a usar su nombre? Sirius y Lupin lo hacen.
Ron ignoró este último comentario.
- Sí, tienes razón –dijo- nosotros ya casi sabíamos todo lo que nos dijeron, gracias a las Orejas Extensibles. Lo único nuevo fue...
Crack
- ¡OUCH!
- No grites, Ron, o mamá va a volver.
- Ustedes dos aparecieron en mis rodillas. A partir de aquí puede necesitar correcciones...
- Sí, bueno, es más difícil en la oscuridad.
Harry vio la borrosa silueta de Fred y George bajándose de la cama de Ron. Se escuchaba el ruido de los resortes, y el colchón de Harry bajó unos centímetros cuando George se sentó en él, cerca de sus pies.
- ¿Ya llegaron a esa parte? –dijo ansioso George.
- ¿Lo del arma que mencionó Sirius? –dijo Harry.
- Revelaron algo más –dijo Fred con gozo-, eso no lo habíamos escuchado antes con las Orejas Extensibles ¿cierto?
- ¿Qué creen que sea? –preguntó Harry.
- Podría ser cualquier cosa –contestó Fred.
- Pero no puede haber nada peor que el Avada Kedavra –dijo Ron- ¿Qué puede ser peor que la muerte?
- Tal vez es algo que puede matar a mucha gente de una sola vez –sugirió George.
- Tal vez es una forma particularmente dolorosa de matar a las personas –dijo Ron.
- Él ya tiene el maleficio Cruciatus para causar dolor –dijo Harry-. No necesita nada más eficiente que eso.
Se produjo una pausa y Harry supo que los otros se preguntaban que clase de horrores esta nueva arma podía causar.
- Así que ¿quién creen que la tiene ahora? –preguntó George.
- Espero que sea alguien de nuestro lado –dijo Ron sonando ligeramente nervioso.
- De ser así, de seguro Dumbledore la guarda –dijo Fred.
- ¿Dónde? –preguntó Ron rápidamente- ¿Hogwarts?
- Apuesto a que sí –dijo George-. Ahí es donde escondió la Piedra Filosofal.
- Un arma va a ser mucho más grande que una piedra –dijo Ron.
- No necesariamente –afirmó Fred.
- Sí, el tamaño no es garantía de poder –dijo George-. Miren a Ginny.
- ¿Qué quieres decir? –preguntó Harry.
- ¿Nunca te has enfrentado a alguno de sus hechizos?
- ¡Shh! –dijo Fred a medio pararse de la cama-. Escuchen.
Todos se quedaron en silencio. Se escuchaban pasos subiendo las escaleras.
- Mamá –dijo George, y sin más demora hubo un fuerte crack y Harry sintió como desaparecía el peso que tenía a los pies de su cama. Segundos más tarde sintieron el crujir de una de las tablas del suelo afuera de su dormitorio. La Sra. Weasley estaba claramente escuchando para verificar si estaban hablando o no.
Hedwing y Pigwidgeon ulularon. La tabla del suelo volvió a sonar y la escucharon dirigirse al piso de arriba para chequear a Fred y George.
- Ella no confía en nosotros ¿sabes? –dijo Ron un poco decepcionado.
Harry estaba seguro que esa noche no podría dormir. Esa tarde había estado tan llena de cosas que pensar que esperaba estar ahí por horas tratando de procesar todo. Quería seguir hablando con Ron, pero la Sra. Weasley ahora estaba regresando al piso de abajo, y una vez que ella se había ido él escuchó a alguien más subiendo las escaleras... de hecho muchas criaturas con piernas estaban galopando suavemente de arriba abajo afuera de su habitación, y Hagrid, el profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas estaba diciendo “Hermosas ¿no te parece, Harry?, este año estudiaremos armas...” y Harry vio que las criaturas tenían cañones en vez de cabezas y apuntaban hacia él... se agachó... después de eso, lo único que supo fue que estaba enrollado bajo las frazadas de la cama y que la fuerte voz de George llenaba la habitación.
- Mamá dice que se levanten, su desayuno está en la cocina y que luego los necesita en la sala. Hay muchos más Doxys de lo que ella creía y además ha encontrado un nido con Puffskeins bajo el sofá.
Media hora después, Ron y Harry, que se habían vestido y tomado desayuno rápidamente, entraron en la Sala principal de la casa, era una habitación larga con un techo muy alto en el primer piso, con paredes color verde oliva. La alfombra exhalaba pequeñas nubes de polvo cada vez que alguien las pisaba y las cortinas verde moho zumbaban como se estuvieran llenas de abejas. Era alrededor de esto que la Sra. Weasley, Hermione, Ginny, Fred y George estaban agrupados viéndose un poco raros ya que tenían puesta una mascarilla de tela encima de su boca y nariz. Cada uno además sujetaba una botella que contenía un líquido negro en su interior.
- Cubran sus rostros y tomen un spray –dijo la Sra. Weasley a Harry y Ron en el momento en que los vio, indicándole dos botellas con más líquido negro que se encontraba sobre una mesa-. Es un Doxycida. Nunca había visto una infestación tan grande como esta ¿Qué ha hecho ese elfo doméstico los últimos 10 años?
El rostro de Hermione estaba en gran parte cubierto por la mascarilla, pero Harry pudo verla lanzar una mirada de reproche a la Sra. Weasley.
- Kreacher es muy viejo y tal vez él no podía arreglar...
- Te asombraría ver lo que Kreacher es capaz de hacer cuando se lo propone Hermione –dijo Sirius quien acababa de entrar a la habitación cargando una bolsa con marcas de sangre llena de lo que parecían ser ratas-. Lo mantengo arriba en el cuarto de mi madre. Como sea... este escritorio... –dejó la bolsa con ratas en uno de los sillones luego se agachó para examinar un gabinete cerrado, que Harry acababa de ver, que estaba sacudiéndose levemente.
- Bueno Molly, estoy casi seguro de que se trata de un Boggart –dijo Sirius mirando a través de la cerradura-, pero tal vez tengamos que dejar que Ojo-Loco le dé un vistazo antes de que lo dejemos ir... conociendo a mi madre, podría ser algo mucho peor.
- Tienes razón, Sirius –dijo la Sra. Weasley.
Ambos hablando usando un suave y cortés tono de voz, lo que le indicó a Harry que ninguno de los dos había olvidado su desacuerdo de la noche anterior.
El fuerte y metálico sonido de una campana sonó desde el piso inferior, seguido por el desagradable sonido de gritos y gemidos que habían sido producidos la noche anterior por Tonks cuando pasó por encima del paragüero.
- ¿Cuántas veces debo decirles que no toquen el timbre de la puerta? –dijo Sirius exasperado, saliendo rápidamente del cuarto. Lo escucharon bajar rápidamente por las escaleras mientras que los gritos de la Sra. Black se escuchaban una vez más por toda la casa: “Marcas de la deshonra, mugrosos sangres sucias, traidores de la sangre, hijos de la inmundicia”.
- Por favor Harry, cierra la puerta –dijo la Sra. Weasley.
Harry se atrevió a demorar unos segundos de más en cerrar la puerta ya que quería escuchar lo que sucedía abajo. Obviamente Sirius había sido capaz de cerrar las cortinas que cubrían el retrato de su madre porque ella había dejado de gritar. Escuchó a Sirius caminar de regreso al pasillo y luego el tintineo de las cadenas de la puerta principal y por último una profunda voz que reconoció como la voz de Kingsley Shacklebolt diciendo:
-... Hestia acaba de relevarme, así que ella tiene la capa de Moody ahora, pensé dejarle un informe a Dumbledore...
Sintiendo los ojos de la Sra. Weasley en su nuca, Harry cerró la puerta de la Sala y se reunió con el resto.
La Sra. Weasley estaba agachada revisando la página sobre los Doxys que aparecía en la Guía de Gilderoy Lockhart sobre plagas del hogar, que estaba abierto en el sofá.
- Muy bien todos ustedes, deben tener mucho cuidado, ya que los Doxys muerden y sus dientes son venenosos. Tengo una botella de antídoto aquí, pero espero que nadie lo necesite –se irguió, se paró frente a las cortinas y les hizo una señal con su dedo para que se acercaran-. Cuando les diga comiencen a rociar de inmediato –les dijo-. Ellos volarán hacia nosotros, eso espero, pero dice en los sprays que una buena rociada los dejará paralizados. Una vez que estén inmóviles láncelos a este contenedor.
Ella dio un paso adelante, fuera de su línea de fuego y alzó su propio spray.
- Muy bien... ¡rocíenlos!
Harry solo había estado rociándolos por unos segundos cuando un Doxy adulto se le acercó desde uno de los dobleces de la cortina. Lucía como un escarabajo brillante, sus alas zumbaban, tenía unos pequeños y afilados dientes que los mostraba en forma amenazante, su cuerpo similar al de un hada estaba cubierto de un grueso pelo negro y sus cuatro puños estaban apretados con furia. Harry le dio en plena cara con el Doxycida. El Doxy quedó paralizado en medio del aire y cayó con un fuerte ruido en la sorprendentemente dañada alfombra. Harry lo tomó y lo lanzó al contenedor.
- Fred ¿qué haces? –dijo la Sra. Weasley llamándole la atención-. ¡Rocíalo de inmediato y tíralo en el contendor!
Harry miró a su alrededor. Fred estaba sujetando un Doxy que se agitaba entre sus dedos.
- De acuerdo –dijo Fred rociando al Doxy rápidamente en el rostro hasta que se paralizó, pero en el minuto que la Sra. Weasley se dio vuelta, lo guardó en su bolsillo cerrando un ojo.
- Queremos practicar con veneno de Doxy para nuestros productos –George dijo a Harry en voz muy baja.
- Queremos experimentar con veneno de Doxy para nuestro Skiving Snackboxes –le dijo Fred a Harry en un susurro. Roció con destreza a dos Doxys cuando volaban directamente hacia su nariz, Harry se acercó a George y murmuró por una esquina de su boca:
- ¿Qué son Skiving Snackboxes?
- Surtido de dulces para ponerte enfermo –susurró George, manteniendo un ojo atento en la espalda de la Sra. Weasley-. No realmente enfermo, tranquilo, suficientemente enfermo para terminar una clase cuando tú lo desees. Fred y yo lo hemos estado desarrollando este verano. Tienen dos extremos, codificados por color para masticarlos. Si te comes la mitad anaranjada de las Pastillas de Vómitos, vomitas. Momento en el que sales de la clase para ir al hospital, luego tomas la mitad púrpura, que te repone, permitiéndote que sigas con la actividad de ocio que tú elijas durante una hora que se habría ocupado por otra parte a un fastidio improductivo.
- Esto es lo que estamos poniendo en los anuncios, sin embargo –susurró Fred que se había puesto fuera de la línea de visión de la Sra. Weasley y estaba barriendo unos Dosis perdidos en el suelo y guardándolos en su bolsillo-, todavía necesitan un poco de trabajo. Por el momento nuestros probadores están teniendo un pequeño problema para parar de vomitar el tiempo suficiente para tomarse el extremo púrpura.
-¿Probadores?
- Nosotros –dijo Fred- lo tomamos por turnos. George hizo el Desmayo Imaginario, nosotros dos probamos el Turrón Sangra Narices.
- Mamá pensó que nos habíamos estado batiendo a duelo –dijo George.
- La tienda de bromas va adelante ¿entonces? –murmuró Harry haciendo ver que estaba ajustando la boquilla de su spray.
- Bueno, aún no hemos tenido la oportunidad de conseguir local –dijo Fred bajando aún más su voz, la Sra. Weasley limpió su pañuelo antes de volver al ataque-, así que hemos puesto en marcha un servicio de pedidos por correo por el momento. Pusimos un anuncio en el Diario El Profeta la semana pasada.
- Todo gracias a usted, compañero –dijo George-. Pero no te preocupes... mamá no tiene ninguna pista. Ella no volverá a leer el Diario El Profeta, la causa es las graves mentiras que han dicho sobre ti y Dumbledore.
Harry sonrió abiertamente. Él había obligado a los gemelos Weasley a aceptar los mil Galeones que él había ganado en el Torneo de los Tres Magos para ayudarles a cumplir su ambición de abrir una tienda de bromas, pero él todavía se alegraba más al saber que su participación en estos planes era desconocida por la Sra. Weasley. Ella no creía que montar una tienda de bromas fuese una carrera conveniente para dos de sus hijos. La eliminación de los Doxys de las cortinas les ocupó la mayoría de la mañana. Era más tarde del mediodía cuando la Sra. Weasley se quitó por fin su pañuelo protector, se hundió en un sillón hundido y saltó de nuevo con un grito de disgusto, se había sentado en la bolsa de ratas muertas. Las cortinas ya no zumbaban, colgaban húmedas y flojas después del intensivo rociado. Al pie de ellos, los inconscientes Doxys descansaban en el cubo junto a un cuenco de sus huevos negros, que Crookshanks estaba olfateando ahora y al que Fred y George estaban lanzando miradas codiciosas.
- Pienso que no dedicaremos a aquellos después del almuerzo –la Sra. Weasley apuntó a los polvorientos armarios de vidrio que están de pie a los lados de la repisa. Estaban llenos con un surtido de objetos: una selección de dagas mohosas, garras, una piel de serpiente enrollada, varias cajas de color plata empañadas con inscripciones en idiomas que Harry no podía entender y, una botella de cristal adornado con un ópalo grande puesto en el tapón, llena de lo que Harry estaba convencido, era sangre. El timbre sonó de nuevo. Todos miraron a la Sra. Weasley.
- Quedaros aquí –dijo ella firmemente asiendo la bolsa de ratas ya que los chillidos de la Sra. Black empezaron de nuevo desde abajo-. Subiré algunos bocadillos.
Ella dejó el cuarto se pegaron a la ventana para mirar hacia abajo en el umbral de la puerta. Ellos podrían ver la parte de arriba de una despeinada y roja cabeza y una pila de calderos precariamente equilibrados.
- ¡Mundungus! –dijo Hermione-. ¿Para qué se trae todos esos calderos?
- Probablemente buscando un lugar seguro para guardarlos –dijo Harry-. ¿No es lo que él estaba haciendo la noche que se suponía que me tenía que estar vigilando? ¿Recogiendo calderos robados?
- Sí, tienes razón –dijo Fred. La puerta delantera se abrió; Mundungus metió con esfuerzo sus calderos a través de ella y desapareció de la vista-. Caramba, a mamá no le gustará eso...
Él y George cruzaron hasta la puerta y permanecieron de pie al lado, escuchando estrechamente. El grito de la Sra. Black había parado.
- Mundungus está hablando con Sirius y Kingsley –murmuró Fred frunciendo el entrecejo con concentración.
- Podría merecer la pena –dijo George-. Yo podría subir furtivamente y conseguir un par.
Pero en ese preciso momento hubo una explosión de sonido desde el piso inferior que hizo a las Orejas Extensibles innecesarias. Todos podían oír exactamente lo que la Sra. Weasley estaba gritando.
- ¡NOSOTROS NO ESTAMOS EJECUTANDO UN ESCONDITE PARA MERCANCÍAS ROBADAS!
- Me encanta escuchar a mamá haciendo callar a alguien más –dijo Fred con una sonrisa de satisfacción en la cara cuando él abrió la puerta una pulgada para permitir que la voz de la Sra. Weasley penetrara bien en el cuarto-, hacer un cambio es bueno.
- COMPLETAMENTE IRRESPONSABLE, COMO SI NOSOTROS NO TUVIERAMOS SUFICIENTE, PARA PREOCUPARNOS SIN TI, TIRANDO LOS CALDEROS ROBADOS DENTRO DE LA CASA.
- Los idiotas están permitiendo que él consiga dentro sus pasos largos –dijo George mientras agitaba su cabeza-. Tú tienes que conseguir encabezarla más temprano de otra manera ella construiría su cabeza de vapor y seguirá así por horas. Y ella ha estado agonizando desde que supo que se había ido furtivamente cuando se suponía que te estaba siguiendo a ti Harry... y ahí va la madre de Sirius de nuevo.
La voz de la Sra. Weasley está perdida en el medio de los chillidos frescos y gritos de los retratos en el vestíbulo. George cerró la puerta para ahogar el ruido, pero antes de que pudiera hacer eso el elfo doméstico entró en la habitación. Excepto del trapo asqueroso que tenía atado alrededor de su cintura, estaba completamente desnudo. Parecía muy viejo. Su piel parecía ser en otros tiempos más grande que él y aunque era calvo como todos los elfos domésticos de casa, pero este tenía una cantidad de pelo blanco que crecía en sus orejas largas de murciélago. Sus ojos estaban inyectados en sangre y acuosamente de gris y su nariz era larga y grande...
El elfo no notó la presencia de Harry ni del resto. Actuaba como si no pudiera verlos, arrastraba los pies encorvado despacio y obstinadamente, dirigiéndose hacia el extremo lejano del cuarto, murmurando todo el rato, suspirando roncamente, profundamente expresarse como una rana toro.
-... olía como desagüe y un delincuente también, pero ella no es mejor, vieja sucia traidora con sus mocosos que desordenan la casa de mi señora, oh, mi pobre señora, si ella supiera, si ella supiera la escoria que ellos han permitido en su casa, lo que le diría el viejo Kreacher, oh, qué vergüenza, sangres sucias y traidores y ladrones, Kreacher viejo pobre, qué puede hacer él...
- ¡Hola, Kreacher! –dijo Fred cerrando la puerta con un chasquido, muy ruidosamente.
El elfo doméstico se quedó quieto, dejó de murmurar, y fingió una muy marcada y muy poco convincente sorpresa.
- Kreacher no vio al amo joven –dijo dándose la vuelta e inclinándose ante Fred. Todavía con la cara hacia la alfombra añadió, absolutamente audible-, pequeño mocoso de una sucia traidora.
- ¿Disculpa? –dijo George-. No cogí el último trozo.
- Kreacher no dijo nada –dijo el elfo, con una segunda inclinación a George, agregando claramente en voz baja-, y ahí está su gemelo, son pequeñas bestias antinaturales.
Harry no sabía si reír o no. El elfo se enderezó, mirándolos malévolamente y aparentemente convencido de que ellos no lo podían escuchar continuó murmurando:
-... aquí está la sangre sucia, resistiendo allí vigoroso como latón, oh, si mi señora supiera, oh, cómo lloraría, y aquí hay un chico nuevo, Kreacher no sabe su nombre. ¿Qué está haciendo aquí? Kreacher no lo sabe...
- Este es Harry, Kreacher –dijo Hermione tentativamente-. Harry Potter.
Los ojos pálidos de Kreacher se ensancharon y murmuró más rápidamente y más furiosamente que nunca.
- La sangre sucia le está hablando a Kreacher como si fuera mi amiga, si la ama de Kreacher lo viera en esta compañía, oh, qué diría a ella.
- ¡No la llames sangre sucia! –dijeron Ron y Ginny juntos, muy enojados.
- No importa –susurró Hermione-, no está bien de la cabeza, él no sabe lo que es él...
- No te engañes a ti misma Hermione, él sabe exactamente lo que está diciendo –dijo Fred mirando a Kreacher con aversión.
Kreacher todavía estaba murmurando, sus ojos en Harry.
-... ¿Es verdad? ¿Es Harry Potter? Kreacher puede ver la cicatriz, debe ser verdad que el muchacho que detuvo al Señor Oscuro, Kreacher se pregunta cómo lo hizo...
- ¿No lo hacemos todos Kreacher? –dijo Fred.
- De todos modos ¿qué es lo que quieres? –preguntó George.
Los grandes ojos de Kreacher se volvieron hacia George.
- Kreacher está limpiando –dijo él evasivamente.
- Una historia probable –dijo una voz detrás de Harry.
Sirius había regresado, estaba mirando ceñudo al elfo desde la puerta. El ruido del vestíbulo había descendido, quizás la Sra. Weasley y Mundungus habían llevado su discusión a la cocina.
- ¡Sigue murmurando y seré un asesino! –dijo Sirius irritablemente cuando él cerró de golpe la puerta cerrada del elfo.
- Sirius, no está bien de la cabeza –suplicó Hermione-, no creo que él se de cuenta de que podemos oírle.
- Ha estado solo demasiado tiempo –dijo Sirius-, recibiendo órdenes locas del retrato de mi madre y hablando solo, pero siempre fue un poco sucio.
- Si pudieras simplemente ponerlo en libertad –dijo esperanzadamente Hermione-, quizás...
- No podemos ponerlo en libertas, sabe demasiado sobre la Orden –dijo Sirius lacónicamente-. Y, sin embargo, el susto lo mataría. Sugiérele que deje esta casa y verás cómo se lo toma.
Sirius caminó por el cuarto hasta el tapiz que Kreacher había estado intentando proteger y lo colgó de la pared. Harry y los otros le siguieron.
El tapiz parecía inmensamente viejo, estaba debilitado y parecía como si los Doxys lo hubieran roído en lugares. No obstante, el hilo dorado con el que había sido bordado todavía brillaba bastante como para mostrarles un árbol familiar fechado hacia atrás (Tan lejos como Harry podía decir) hasta la edad media. En grandes palabras arriba de todo el tapete se leía:

“La Muy Noble y Antigua Casa Black

Toujours pur”

- ¡No apareces! –dijo Harry después de examinar la parte inferior del árbol más de cerca.
- Yo estaba allí –dijo Sirius, apuntando un agujero pequeño, redondo, carbonizado en el tapiz, más bien como la quemadura de un cigarro-. Mi vieja dulce madre me destruyó después de que yo huí de casa.
Kreacher realmente aficionado a murmurar la historia bajo su respiración ¿Huyó usted de casa?
- Cuando yo estaba sobre dieciséis –Dijo Sirius-. Yo había tenido bastante.
- ¿Adónde fuiste? –preguntó Harry, mirándole fijamente.
- A la casa de tu padre –dijo Sirius-. Tus abuelos eran muy buenos sobre eso, ellos me adoptaron como a un segundo hijo. Sí, yo acampé fuera de la casa de tu padre en las vacaciones escolares, y cuando yo tenía diecisiete años conseguí mi propio lugar. Mi tío Alphard me había dejado un pedazo decente de oro –él fue borrado de aquí también, ese es probablemente e porqué- sin embargo, después de eso yo empecé a cuidar de mí mismo. Aunque yo era siempre bienvenido en la casa del Sr. y la Sra. Potter para el almuerzo del domingo.
- ¿Pero... por qué lo hiciste...?
- ¿Irme? –Sirius sonrió amargamente y movió sus dedos a través de su largo y desaliñado pelo-. Porque yo odiaba todo de ellos: mis padres, con su manía de la sangre pura, convencidos de que ser un Black te hacía prácticamente Real... el idiota de mi hermano, suficientemente blando para creerlos... este es él –Sirius señaló con un dedo debajo de todo el árbol-, Regulus Black –una fecha de muerte, hacía unos quince años, siguió la fecha de nacimiento-. Era más joven que yo –dijo Sirius-, y mucho mejor hijo, como constantemente me recordaban.
- Pero él murió –dijo Harry.
- Sí –dijo Sirius-. El idiota tonto... se unió a los Mortífagos.
- ¡Estás bromeando!
- Ven, Harry, ¿no has visto bastante esta casa para decir qué tipo de magos eran en mi familia? –dijo Sirius irritadamente.
- ¿Eran... eran tus padres Mortífagos también?
- No, no, pero créeme, ellos pensaban que Voldemort tenía la idea correcta, ellos estaban a favor de la purificación de raza de los magos, liberarse de los nacidos de Muggles y teniendo en cambio sangre pura. No estaban solos, había varias personas, antes de que Voldemort mostrara sus verdaderas intenciones que pensaban que él tenía la idea correcta sobre esas cosas... aunque ellos se quedaron helados cuando vieron lo que él estaba preparando hacer para conseguir poder. Pero apuesto a que mis padres pensaron que Regulus era un correcto pequeño héroe por unirse al principio a él.
- ¿Le mató un Auror? -preguntó Harry tanteando.
- Oh, no –dijo Sirius-. No, él fue asesinado por Voldemort. O por órdenes de Voldemort probablemente. Dudo que Regulus fuera suficientemente importante para ser asesinado personalmente por Voldemort. De lo que yo averigüé después de que él muriera, él se metió tan adentro que luego tuvo pánico de lo que le estaban pidiendo que hiciese y trató de echarse atrás. Bien, uno no presenta simplemente su dimisión a Voldemort. Es una vida de servicio o muerte.
- Almuerzo –dijo la voz de la Sra. Weasley.
Ella estaba sosteniendo su varita en alto delante de ella, equilibrando una bandeja grande cargada con bocadillos y pastel. Tenía la cara muy roja y todavía parecía enfadado. Los otros se abalanzaron sobre ella, ávidos por algo de comida, pero Harry permanecía con Sirius que se había inclinado más cerca del tapiz.
- No he mirado esto durante años ¿Aquí está Phineas Nigellus... mi tatarabuelo, ves?... el Director menos popular que el Colegio Hogwarts ha tenido nunca... y Aramita MehFlooa... la prima de mi madre... intentó forzar un proyecto Ministerial para hacer legal la caza de Muggles... y la querida tía Elladora... ella empezó la tradición de decapitar a los elfos domésticos cuando ellos eran demasiado viejos para llevar bandejas de té... por supuesto, cada vez que la familia producía algunos medio decentes eran repudiados. Veo que Tonks no está aquí.
- ¿Estáis emparentados Tonks y tú? –preguntó Harry sorprendido.
- Oh, sí, su madre Andrómeda era mi prima favorita –dijo Sirius examinando el tapiz estrechamente-, No, Andrómeda no está aquí tampoco, mira... –apuntó a otra pequeña quemadura redonda entre dos nombres, Bellatrix y Narcissa-. Las hermanas de Andrómeda todavía están aquí porque ellas hicieron matrimonios con respetables sangre limpia, pero Andrómeda se casó con un nacido de Muggle, Ted Tonks, así que... -Sirius tocó el trozo de tapiz destruido con una vara y se rió agriamente. Harry, sin embargo, no se rió; él estaba mirando fijamente los nombres a la derecha de la marca de la quemadura de Andrómeda. Una línea doble del bordado de oro unió a Narcissa Black con Lucius Malfoy y una línea simple de oro vertical iba desde sus nombres al de Draco.
- ¡Estás relacionado con los Malfoy!
- Las familias de sangre limpia están todos interrelacionados –dijo Sirius-. Si sólo vas a permitir a tus hijos e hijas que se casen con sangre limpia, tu opción está muy limitada, quedan a penas unos pocos de nosotros. Molly yo somos primos a través de matrimonio y Arthur es algo así como un alejado primo segundo. Pero no los busques aquí, si alguna vez una familia ha tenido un montón de traidores a la sangre esos son los Weasley.
Pero Harry estaba ahora mirando el nombre a la izquierda de la quemadura de Andrómeda: Bellatrix Black, que estaba conectada por una línea doble a Rodolphus Lestrange.
- Lestrange... –dijo Harry en alto. El nombre había revuelto algo en su memoria; él lo conoció en alguna parte, pero por un momento él no podía pensar dónde, pensar le dio una sin igual, hormigueante sensación en la boca de su estómago.
- Ellos están en Azkaban –Sirius dijo brevemente.
Harry lo miraba curiosamente.
- Bellatrix y su marido Rodolphus entraron con Barty Crouch junior –dijo Sirius en la misma brusca voz-. El hermano de Rodolphus, Rabastan, estaba también con ellos.
Entonces Harry recordó. Él había visto a Bellatrix Lestrange dentro del Pensadero de Dumbledore, el dispositivo extraño en el que podrían guardarse pensamientos y recuerdos; una mujer alta y oscura con mirada dura que había permanecido de pie en su juicio y proclamado la continuidad de su felicidad a lord Voldemort, con arrogancia que ella sería premiada un día por su lealtad.
- Nunca dijiste que ella era tu...
- ¿Importa si ella es mi prima? –contestó groseramente Sirius-. Hasta donde me interesa, ellos no son mi familia. Ella no es realmente mi familia. Yo no la he visto desde que tenía tu edad, a no ser que contemos la vez que la vislumbre cuando llegó a Azkaban. ¿Crees que estoy orgulloso de estar emparentado con ella?
- Lo siento –dijo Harry rápidamente-, yo no quería decir... simplemente me sorprendió, eso es todo...
- No te disculpes –masculló Sirius. Llevó sus manos del tapiz a sus bolsillos-. No me gusta volver aquí –dijo mirando fijamente a través del cuarto de dibujo-. Yo nunca pensé que estaría de nuevo en esta casa.
Harry le entendió completamente. Supo cómo se sentía, cuando él pensó que viviría en un lugar libre para siempre, tuvo que volver y vivir en el número 4 de Privet Drive.
- Es ideal para Cuartel General, por supuesto –dijo Sirius-. Mi padre puso cada una de las medidas de seguridad conocidas por los magos cuando vivía aquí. No ocupa sitio así que los Muggles nunca podrían venir y llamar -incluso si quisieran hacerlo-, y ahora Dumbledore ha agregado protección, tendrías complicado encontrar una casa más segura en cualquier parte. Dumbledore es el Guardián Secreto de la Orden, como sabes nadie puede encontrar el Cuartel General a menos que él les diga personalmente dónde es, esa nota que Moody te mostró anoche, esa era de Dumbledore... –Sirius soltó una pequeña risa que sonó como un ladrido-. Si mis padres pudieran ver el uso que se le está dando ahora a su casa... bueno, el retrato de mi madre debe haberte dado alguna idea –frunció el ceño un momento, entonces suspiró-. No me importaría si yo simplemente pudiera salir de vez en cuando y hacer algo útil. Le he pedido a Dumbledore si pudiera acompañarte a tu audiencia, como Hocicos obviamente, así podría darte un poco de apoyo moral ¿qué opinas?
Harry sentía como si su estómago se hubiera hundido a través de la alfombra polvorienta. No había pensado sobre la audiencia desde la cena de la noche anterior, con la excitación de volver con la gente que él más quería, y oyendo todo lo que había sucediendo, él lo había olvidado completamente. Sin embargo, tras las palabras de Sirius, la aplastante sensación de terror volvió a él. Miró fijamente a Hermione y a los Weasley, todos zampando sus bocadillos, y pensó cómo se sentiría si regresaran a Hogwarts sin él.
- No te preocupes –dijo Sirius. Harry miró arriba y comprendió que Sirius había estado vigilándolo-. Estoy seguro de que lo aclararán, efectivamente hay algo en el Estatuto de Secretismo Internacional que permite utilizar la magia para salvar tu propia vida.
- Pero se ellos me expulsan –dijo Harry pausadamente-, ¿puedo regresar y vivir aquí contigo?
Sirius sonrió tristemente.
- Veremos.
- Yo me sentiría mucho sobre la audiencia si supiera que no tendré que volver con los Dursley –le presionó Harry.
- Deben ser realmente malos si tú prefieres este lugar –dijo Sirius con melancolía.
- Daros prisa, vosotros dos o no os quedará comida –les llamó la Sra. Weasley.
Sirius lanzó otro gran suspiro, lanzó una oscura mirada al tapiz, después él y Harry se unieron a los otros.
Harry intentó no pensar en la audiencia mientras vaciaban las vitrinas esa tarde. Afortunadamente para él, era un trabajo que requirió mucha concentración, muchos de los objetos parecían tener aversión a abandonar sus polvorientos estantes. Sirius sufrió una mala mordedura de una tabaquera de plata, unos segundos después la mano mordida había desarrollado una desagradable costra como un guante castaño oscuro.
- Está bien –dijo examinando con interés su mano antes de golpearla con la varita y restaurarla a su estado normal-, debe haber polvos Wartcarp ahí.
Tiró la caja en el saco donde ellos estaban depositando los escombros de las vitrinas, Harry vio que George envolvía cuidadosamente en una tela un montón de Doxys y luego se los guardaba en su bolsillo.
Encontraron un instrumento plateado de aspecto desagradable, similar a muchos pares de patas y pinzas como una araña, cuando él lo recogió intentaron picarle. Sirius lo asió y lo aplastó con un pesado libro titulado “La Naturaleza Noble: Una Genealogía de Magos”. Había una caja musical que emitió un sonido poco audible, tintineando una melodía hiriente, todos empezaron curiosamente a sentirse débiles y somnolientos, hasta que Ginny tuvo la idea de cerrar la tapa de golpe; un medallón pesado que ninguno de ellos pudo abrir; varios sellos antiguos; y, en una caja polvorienta, una Orden de Merlín, Primer Clase, había sido otorgada al abuelo de Sirius por los servicios al Ministerio.
- Significa que les dio un montón de oro –dijo Sirius desdeñosamente, tirando la medalla en el saco de la basura.
Varias veces Kreacher anduvo de lado a lado del cuarto intentando llevarse cosas de contrabando bajo su ropa, murmurando maldiciones horribles cada vez que le cogían. Cuando Sirius le arrebató un gran anillo de oro con el escudo de los Black de sus garras, Kreacher estalló en lágrimas y sollozos y comenzó a llamar a Sirius con nombres que Harry nunca había oído antes.
- Era de mi padre –dijo Sirius tirando el anillo en el saco-. Kreacher no era tan devoto de él como de mi madre, pero yo todavía lo cogí husmeando un par de pantalones viejos de mi padre la semana pasada.
El Sr. Weasley los tuvo a todos ocupados durante los siguientes días. Necesitaron tres días para desinfectar el cuarto de dibujo. Finalmente, lo único indeseable que quedaba era el tapiz con el árbol familiar de los Black que resistió todos sus esfuerzos por quitarlo de la pared, y el escritorio que se sacudía. Moody no se había dejado caer todavía por el Cuartel General, así que ellos no estaban seguros de lo que había dentro.
Se movieron del cuarto de dibujo al un comedor en la planta baja donde encontraron arañas tan grandes como platos que acechan en la cómoda, Ron dejó el cuarto apresuradamente para hacer una taza de té y no volvió hasta una hora y media después. La porcelana con el escudo de los Black, fue tirada por Sirius en el saco sin ninguna consideración y en el mismo lugar se encontraron un juego de fotografías viejas en marcos de plata, todos sus ocupantes chillaron cuando se rompieron los cristales que los cubrían.
Snape podía referirse a su trabajo como limpieza, pero en opinión de Harry ellos estaban emprendiendo realmente una guerra en la casa que estaba tocando a una lucha muy buena, ayudados e incitados por Kreacher. El elfo doméstico seguía apareciendo dondequiera que se juntasen, sus murmullos eran cada vez más y más ofensivos cuando él intentaba recuperar algo de los sacos de basura. Sirius fue hasta donde él para amenazarlo con ropa, pero Kreacher fijó en él una mirada acuosa y dijo:
- Amo debe hacer como deseos del Amo -antes de apartarse y murmurar muy ruidosamente-, pero el Amo no rechazará a Kreacher, no, porque Kreacher sabe lo que ellos dependen, oh, sí, él está planeando contra el Señor Oscuro, sí, con estos sangre sucia y traidores y escoria...
Al que Sirius, ignorando las protestas de Hermione, asió a Kreacher por la parte de atrás de su ropa y lo tiró a través del cuarto.
El timbre de la puerta sonaba varias veces al día, ésa era la señal para la madre de Sirius comenzara a gritar, y para que Harry y los demás intentaran escuchar a los visitantes detrás de la puerta, aunque se estiraban todo lo posible para enterarse de las conversaciones antes de que la Sra. Weasley les recordara sus tareas.
Snape revoloteó dentro y fuera de la casa varias veces más, pero para el alivio de Harry ellos nunca se vieron cara a cara; Harry a veces sorprendió a su profesora de Transfiguración, la profesora McGonagall, tenía un aspecto muy extraño con ropa y abrigo Muggle, y también parecía no tener tiempo que perder.
A veces, sin embargo, los visitantes se quedaban a ayudar. Tonks se les unió una tarde memorable en la que ellos encontraron viejos demonios asesinos que acechaban en un retrete escaleras arriba, y Lupin que permanecía en la casa con Sirius pero que la abandonaba por largos periodos para hacer misteriosos trabajos para la Orden, les ayudó a reparar un reloj de caja que había desarrollado el desagradable hábito de lanzar las pesadas saetas a quien pasaba por delante de él.
Mundungus se rehabilitó ligeramente a los ojos de la Sra. Weasley rescatando a Ron de unas antiguas túnicas purpúreas que habían intentado estrangularlo cuando él las quitó de su armario.
A pesar de que aún dormía mal, todavía tenía sueños sobre pasillos y puertas cerradas con llave que hacían que su cicatriz le pinchase, Harry estaba consiguiendo divertirse por primera vez en todo el verano. Todo el tiempo que estaba ocupado él era feliz, cuando la acción disminuía, sin embargo, siempre que él bajaba su guardia o caía agotado en la cama mirando borrosas sombras moviéndose a través del techo, el pensamiento de la importantísima audiencia Ministerial volvía a él.
El miedo le pinchaba en su interior como una aguja cuando él se preguntaba qué le pasaría si era expulsado. El pensamiento era tan terrible que no se atrevió a decírselo ni a Ron ni a Hermione, a quienes él veía a veces susurrando juntos y lanzándole miradas ansiosas, pero él siguió con su de no mencionarlo.
A veces, no podía impedir que su imaginación le mostrase a un oficial del Ministerio, cuya cara no podía ver, rompiendo su varita en dos y ordenándole volver con los Dursley... pero él no iría. Ya lo tenía decidido. Regresaría aquí, a Grimmauld Place y viviría con Sirius. Sintió como se hubieran dejado caer un ladrillo en su estómago cuando la Sra. Weasley se volvió a él durante la cena el miércoles por la tarde y dijo calmadamente.
- He planchado tu mejor ropa para mañana por la mañana, Harry, también quiero que te laves el pelo esta noche. Una buena primera impresión puede hacer maravillas.
Ron, Hermione, Fred, George y Ginny todos dejaron de hablar y lo examinaron. Harry agachó la cabeza e intentó seguir comiendo su chuleta, pero su boca se había puesto tan seca que no podía masticar.
- ¿Cómo iré allí? –le preguntó a la Sra. Weasley suavemente.
Ella le sonrió alentadoramente a Harry por la mesa.
- Puedes esperar en mi oficina hasta que sea la hora de la audiencia –dijo el Sr. Weasley.
Harry examinaba a Sirius, pero antes de que pudiera hacerle la pregunta, la Sra. Weasley había contestado.
- El profesor Dumbledore piensa que no es una buena idea que Sirius vaya contigo, y debo decir...
- Creo que tiene razón –dijo Sirius mascullando entre dientes.
La Sra. Weasley frunció sus labios.
- ¿Cuándo te dijo eso Dumbledore? –dijo Harry mirando fijamente a Sirius.
- Vino anoche, cuando estabas en la cama –dijo el Sr. Weasley.
Sirius apuñaló malhumoradamente a una patata con su tenedor. Harry bajó sus propios ojos a su plato. Pensar que Dumbledore había estado en la casa en la víspera de su audiencia y no había pedido verlo hizo que se sintiera, si eso era posible, aún peor.

 

CAPÍTULO VII

EL MINISTERIO DE MAGIA

Harry se despertó a las cinco y media de la mañana siguiente, tan abrupta y completamente como si alguien le hubiera gritado en la oreja. Durante unos momentos permaneció inmóvil, la perspectiva de la audiencia disciplinaria llenaba cada diminuta partícula de su cerebro, luego, incapaz de aguantar, saltó de la cama y se puso sus lentes.
La Sra. Weasley había puesto sus pantalones y camiseta recién lavados a los pies de la cama. Harry se metió en ellos. El cuadro vació de la pared se rió con disimulo.
Ron estaba boca arriba, con su boca totalmente abierta, profundamente dormido. No se enteró cuando Harry cruzó la habitación, saliendo al descansillo y cerrando la puerta detrás de él. Tratando de no pensar que la próxima vez que viese a Ron podrían haber dejado de ser compañeros de Hogwarts, Harry bajó sigilosamente las escaleras, pasó las cabezas de los antepasados de Kreacher y fue a la cocina.
Esperaba que estuviese vacía, pero cuando entró alcanzó la puerta y oyó el murmullo de voces en el otro lado. Empujó, abrió y vio al Sr. y la Sra. Weasley, Sirius, Lupin y Tonks sentados allí casi como si le estuvieran esperando. Todos estaban vestidos excepto la Sra. Weasley que llevaba una bata acolchada púrpura. Ella dio un respingo en el momento en que Harry entró.
- El desayuno –dijo ella. Sacó su varita y la pasó con rapidez sobre el fuego.
- B-B-buenos días, Harry –bostezó Tonks.
Su pelo era rubio y rizado esta mañana.
- ¿Dormiste bien?
- Sí –dijo Harry.
- Yo h-h-he estado levantada toda la noche –dijo ella con otro estremecedor bostezo-. Ven y siéntate...
Sacó una silla, golpeando en uno de los lados.
- ¿Qué quieres, Harry? –le llamó la Sra. Weasley-. ¿Gachas? ¿Panecillos? ¿Salmones curados? ¿Tocino y huevos? ¿Tostadas?
- Sólo... sólo tostadas, gracias –dijo Harry.
Lupin echó un vistazo a Harry, después dijo a Tonks.
- ¿Qué estabas diciendo sobre Scrimgeour?
- Oh... sí... tenemos que ser un poco más cuidadosos, nos ha estado haciendo a Weasley y a mí preguntas curiosas...
Harry se sentía vagamente agradecido que no le pidiesen que participase en la conversación.
Sus tripas se retorcían. La Sra. Weasley puso un par de tostadas y mermelada delante de él; intentó comer, pero era como masticar la alfombra. La Sra. Weasley se sentó a su lado y comenzó a quejarse de su camiseta, metiendo dentro la etiqueta y alisando los pliegues a través de sus hombros. Harry deseó que no lo hiciera...
-... y tendré que decirle a Dumbledore que no podré hacer guardia mañana, estoy demasiado c-cansada –terminó Tonks con otro enorme bostezo.
- Yo te cubriré –dijo el Sr. Weasley-. Yo estoy bien, de todas maneras tengo que terminar un informe –el Sr. Weasley no usaba los trajes de los magos sino un par de pantalones de rayas y una chaqueta-bomber vieja. Se volvió hacia Tonks y Harry-. ¿Cómo te sientes?
Harry se encogió.
- Todo terminará muy pronto –dijo con vigor el Sr. Weasley-. En unas pocas horas estarás limpio.
Harry no dijo nada.
La audiencia es en mi piso, en la oficina de Amelia Bones. Ella es la Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, y quién te hará las preguntas.
- Amelia Bones está bien, Harry –dijo con seriedad Tonks-. Es justa, te escuchará.
Harry asintió con la cabeza, aún incapaz de pensar en cualquier respuesta.
- No te arrugues –dijo Sirius repentinamente-. Sé cortés y céntrate en los hechos.
Harry asintió con la cabeza otra vez.
- La ley está de tu lado –dijo Lupin reservado-. Incluso los magos que no son mayores de edad tienen permitido utilizar la magia en situaciones en las que su vida corre peligro.
Algo muy frío goteó en la parte posterior del cuello de Harry, por un momento pensó que alguien le ponía encantamiento Desilusionador, luego se dio cuenta que la Sra. Weasley atacaba su pelo con un peine mojado. Ella presionó con fuerza la parte superior de su cabeza.
- ¿Nunca se queda bien peinado? –dijo ella desesperada.
Harry sacudió su cabeza.
El Sr. Weasley comprobó su reloj y miró hacia Harry.
- Pienso que deberíamos irnos ahora –dijo-. Es un poco temprano pero creo que estarás mejor en el Ministerio que aquí.
- De acuerdo –dijo Harry automáticamente dejando su tostada y poniéndose de pie.
- Te darán la razón, Harry –dijo Tonks acariciándole el brazo.
- Buena suerte –dijo Lupin-, estoy seguro de que todo irá bien.
- Y si no es así –dijo con severidad Sirius-, yo visitaré a Amelia Bones por ti...
Harry sonrió débilmente. La Sra. Weasley lo abrazó.
- Todos tendremos nuestros dedos cruzados –dijo ella.
- De acuerdo –dijo Harry-. Nos... veremos más tarde entonces.
Siguió al Sr. Weasley escaleras arriba y a lo largo del pasillo. Podía oír a la madre de Sirius gruñendo en sueños detrás de las cortinas. El Sr. Weasley descorrió los cerrojos de la puerta y caminaron hacia fuera en el frío y gris amanecer.
- Usted no va caminando normalmente al trabajo ¿verdad? –le preguntó Harry, cuando ellos salieron furtivamente y rodearon con rapidez la plaza.
- No, generalmente me “aparezco” –dijo el Sr. Weasley-, pero tú obviamente no puedes, y pienso que es mejor que lleguemos de una manera no-mágica... para causar mejor impresión, dado que estás disciplinado por...
El Sr. Weasley guardó su mano dentro de su chaqueta mientras caminaban. Harry sabía que estaba apretando su varita. Las calles que recorrían estaban casi desiertas, pero cuando llegaron a la pequeña y miserable estación del metro la encontraron lleno ya de madrugadores viajeros. Como siempre que se encontraba cerca de Muggles que iban a sus trabajos, el Sr. Weasley pudo contener con dificultad su entusiasmo.
- Simplemente fabuloso –susurró indicando las máquinas automáticas de ticket-. Maravillosamente ingenioso.
- Están fuera de servicio –dijeron a Harry señalando el letrero.
- Sí, pero incluso... –dijo radiante el Sr. Weasley cariñosamente hacia ellos. Por eso compraron sus ticket a una somnolienta taquillera (Harry se encargó de la compra, ya que el Sr. Weasley no se manejaba bien con el dinero Muggle) y cinco minutos más tarde estaban a bordo de un metro que les llevaba hacia el centro de Londres. El Sr. Weasley permanecía ansioso comprobando y re-comprobando el mapa del metro sobre las ventanas.
- Cuatro paradas más, Harry... Ahora faltan tres paradas... dos paradas para llegar, Harry...
Ellos se bajaron en una estación en pleno centro de Londres, y se alejaron del tren entre una marea de hombres y mujeres cargados de carteras.
Subieron por las escaleras automáticas, pasaron por las barreras (el Sr. Weasley quedó encantado de cómo se tragaba su ticket) y emergieron en una amplia calle con edificios de líneas imponentes y ya llena de tráfico.
- ¿Dónde estamos? –dijo inexpresivamente el Sr. Weasley y durante un instante el corazón de Harry se paró creyendo que se habían equivocado de estación a pesar de las continuas comprobaciones del Sr. Weasley en el mapa, pero un segundo después dijo:- ah sí... por aquí, Harry –y le siguió a una calle lateral-. Lo siento, pero nunca vengo en tren y todo parece diferente desde la perspectiva de un Muggle. De hecho, ni siquiera he utilizado antes la entrada de visitantes.
Cuanto más lejos caminaron, los edificios se hacían menos imponentes, hasta que al final llegaron a una calle que contenía varias oficinas de aspecto lastimoso, un pub y un pequeño jardín..
Harry había esperado un lugar un poco más impresionante para el Ministerio de Magia.
- Ya estamos –dijo el Sr. Weasley brillantemente señalando una vieja cabina de teléfonos roja a la que le faltaban varios cristales y permanecía delante de una pared llena de graffiti-. Después de ti, Harry.
Él abrió la puerta de la cabina de teléfono.
Harry entró preguntándose qué demonios significaba eso. El Sr. Weasley se aplastó al lado de Harry y cerró la puerta. Estaban bastante apretados, Harry estaba encajado contra el aparato de teléfono, el cual colgaba medio torcido de la pared como si un vándalo hubiera intentado arrancarlo. El Sr. Weasley alcanzó el receptor.
- Sr. Weasley, creo que esto puede estar fuera de servicio también –dijo Harry.
- No, no, estoy seguro de que está –dijo el Sr. Weasley sosteniendo el receptor sobre su cabeza y mirando con fijeza en el dial-. Veamos... seis –marcó el número-, dos... cuatro... y otro cuatro... y otro dos...
Mientras que el dial giró zumbando suavemente dentro de su lugar, una voz femenina fresca sonaba dentro de la caja de teléfono, no del auricular en la mano del Sr. Weasley, pero tan alto y claro cono si una mujer invisible estuviese dentro con ellos.
- Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor indiquen su nombre y ocupación.
- E.. –dijo el Sr. Weasley dudando si debía o no hablar al receptor. Él lo arregló colocando el auricular en su oreja-, Arthur Weasley, Oficina del Uso Incorrecto de los Artefactos Muggle, acompañando a Harry Potter que tiene una audiencia disciplinaria...
- Gracias –dijo la voz femenina-. El visitante, tome la insignia y colóquesela en su ropa.
Hubo un traqueteo y un clic, y Harry vio algo que se deslizó por el tobogán que devolvía normalmente las monedas. Lo recogió, era una placa cuadrada plateada con la inscripción “Harry Potter, Audiencia Disciplinaria” él lo fijó al frente de su camiseta mientras la voz femenina habló otra vez.
- Visitante al Ministerio, se le solicita que se someta a un reconocimiento y que presente su varita para registrarla en el mostrador de seguridad, que está situado al final del patio.
El suelo de la cabina de teléfono se estremeció. Se hundían lentamente en la tierra. Harry miraba aprensivo como el pavimento parecía levantarse para arriba más allá de las ventanas de cristal de la cabina hasta que la oscuridad se cerró sobre sus cabezas. Entonces él no pudo ver nada de nada, sólo oír el ruido que hacía la cabina atravesando la tierra. Después de un minuto, aunque a él le pareció mucho más, una rendija de luz dorado iluminó sus pies y, ensanchándose, subió por su cuerpo, hasta que le dio en la cara y tuvo que pestañear para evitar que sus ojos llorasen.
- El Ministerio de Magia les desea un día agradable –dijo la voz de la mujer.
La puerta de la cabina de teléfono se abrió con un resorte y el Sr. Weasley caminó fuera seguido por Harry con la boca abierta.
Estaban parados en un extremo de un pasillo muy largo y espléndido, con un suelo de madera oscura muy pulida. El techo de azul pavo real tenía destellantes símbolos de oro que se movían y cambiaban como un enorme tablón de anuncios celestial. Las paredes a cada lado era de oscura y brillante madera artesonada y tenían muchas chimeneas doradas fijadas en ellas. Cada pocos segundos una bruja o un mago emergían de una de las chimeneas de izquierdas con un whoosh suave. En el lado derecho, había formadas pequeñas colas delante de cada chimenea esperando para partir. En el centro del pasillo había una fuente. Un grupo de estatuas de oro, más grandes que el tamaño natural, colocadas en el centro de un estanque circular. El más alto de ellos todos era un mago de aspecto noble con su varita apuntando al aire. Agrupados alrededor de él había una bruja maravillosa, un centauro, un duende y un elfo doméstico. Los últimos tres mirando adorablemente a la bruja y al mago. Brillantes chorros de agua volaban de las puntas de sus varitas, de la punta de la flecha del centauro, de la punta del duende y de cada una de las orejas del elfo doméstico, de modo que el tintineante silbido del agua cayendo se unía a los estallidos y cracks de los Aparecedores y al estruendo de una confusión de pasos de centenares de brujas y de magos, la mayoría de ellos de aspecto malhumorado, miradas de madrugadores, dirigiéndose a grandes pasos hacia un sistema de puertas doradas en el extremo lejano del pasillo.
- por aquí –dijo el Sr. Weasley.
Ellos se unieron a la muchedumbre, caminando a su manera entre los trabajadores del Ministerio, algunos de los cuales llevaban tambaleantes pilas de pergaminos, otros carteras estropeadas y otros leían el Diario El Profeta mientras caminaban. Al pasar por la fuente Harry vio Sickles de plata y Knuts de bronce en el fondo del estanque. En un pequeño cartel se podía leer:
“TODOS LOS INGRESOS DE LA FUENTE DE LA HERMANDAD MÁGICA SERÁN DONADOS AL HOSPITAL SAN MUNGO PARA ENFERMEDADES Y LESIONES MÁGICAS”
“Si me expulsan de Hogwarts, pondré diez Galeones”, Harry se encontró a él mismo pensando desesperadamente.
- Por aquí, Harry –dijo el Sr. Weasley y salieron de la corriente de los empleados del Ministerio que se dirigían hacia las puertas de oro. Sentado en un escritorio a la izquierda, debajo de un cartel que ponía “Seguridad” un mago mal afeitado con un traje azul pavo real miró arriba cuando se acercaron y bajó su ejemplar del Diario El Profeta.
- Estoy escoltando a un visitante –dijo el Sr. Weasley señalando a Harry.
- Camina hasta aquí –dijo el mago con voz aburrida.
Harry se aproximó y el mago cogió una barra de oro larga, delgada y flexible como una antena de coche, y la pasó arriba y abajo por delante y por detrás de Harry.
- Varita –gruñó el mago de seguridad a Harry, dejando el instrumento de oro y extendiendo su mano.
Harry entregó su varita. El mago la metió en un extraño instrumento de cobre, que parecía una pesa pero con un solo plato. Comenzó a vibrar. Una tira estrecha de pergamino salió apresuradamente de una ranura de la base. El mago lo cortó y leyó lo que estaba escrito en él.
- Once pulgadas, núcleo de pluma de Fénix, cuatro años de uso. ¿Es correcto?
- Sí –dijo Harry nervioso.
- Yo guardo esto –dijo el mago clavando el trozo de pergamino en un pequeño punto de cobre amarillo-. Te devuelvo esto –añadió empujando la varita hacia Harry.
- Gracias.
- Espera... –dijo el mago lentamente.
- Gracias, Eric –dijo el Sr. Weasley con firmeza y agarrando a Harry por los hombros lo dirigió lejos del escritorio y nuevamente dentro de la corriente de los magos y de las brujas que caminaban a través de las puertas de oro.
Empujado levemente por la muchedumbre, Harry siguió al Sr. Weasley a través de las puertas en el pasillo más pequeño más allá, donde había por lo menos veinte ascensores detrás de unas parrillas de oro labradas. Harry y el Sr. Weasley se unieron a la muchedumbre alrededor de uno de ellos. Cerca estaba parado un mago con una gran barba que sostenía una gran caja de cartón que emitía ruidos rasposos.
- ¿Todo bien, Arthur? –dijo el mago inclinando la cabeza hacia el Sr. Weasley.
- ¿Qué tienes ahí, Bob? –preguntó el Sr. Weasley mirando la caja.
- No estamos seguros –dijo el mago con seriedad-. Pensamos que era un bog-standard chicken hasta que empezó a respirar fuego. Me parece una clara violación de la Prohibición de Crianza Experimental.
Con un gran repiqueteo estridente, el ascensor descendió enfrente de ellos; las verjas doradas se deslizaron y Harry y el Sr. Weasley entraron en el ascensor con el resto de la muchedumbre y se encontró aplastado contra la pared de atrás. Varias brujas y magos le miraban con curiosidad, él miró fijamente a sus pies para evitar las miradas, encogiéndose todo lo que podía. Las verjas se deslizaron con un “crash” y el ascensor subió lentamente, con un traqueteo de cadenas, mientras que la misma voz femenina que Harry había oído en la cabina de teléfonos llamaba otra vez.
- Nivel Siete, Departamento de Juegos y Deportes Mágicos, incluidos los Cuarteles Generales de las ligas Británica e Irlandesa de Quidditch, Club Oficial de GobStone y Oficina de Patentes Absurdas.
Las puertas del ascensor se abrieron. Harry vislumbró un corredor de aspecto desaliñado, con varios carteles de equipos de Quidditch ladeados y clavados con chinchetas en las paredes. Uno de los magos del ascensor que correteaba una brazada de palos de escoba, salió con dificultad y desapareció por el corredor. Las puertas se cerraron, el ascensor volvió a subir otra vez y la voz de la mujer anunció:
- Nivel Seis, Sección de Transporte Mágico, incluyendo la Autoridad de Redes de Polvos Floo, Control Regular de Escobas, Oficina de Transportadores y Centro de Pruebas de Apariciones.
Una vez más las puertas del ascensor se abrieron y cuatro o cinco brujas y magos salieron, al mismo tiempo varios aviones de papel se precipitaron dentro del ascensor. Harry los miró fijamente cuando ellos revolotearon ociosamente alrededor de su cabeza, eran de color violeta pálido y se podía ver el sello del Ministerio de Magia a lo largo del borde de sus alas.
- Sólo son memorandos Inter-departamentales –le murmuró el Sr. Weasley-. Solíamos utilizar búhos, pero el enredo era increíble... dejaban excrementos en los escritorios...
Mientras subían otra vez los memorandos aleteaban alrededor de la lámpara, balanceándose desde el techo del ascensor.
- Nivel Cinco, Sección de Cooperación Mágico Internacional, incluyendo el Cuerpo de Normas de Comercio Mágico Internacional, la Oficina Internacional de Leyes Mágicas y la Confederación Internacional de Magos, Sede Británica.
Cuando las puertas se abrieron, dos de los memorandos zumbaron fuera con unas cuantas brujas y magos, pero algunos en los que más memorandos entraron zumbando, así que la luz de la lámpara parpadeó y brilló sobre sus cabezas cuando ellos se lanzaron a su alrededor.
- Nivel Cuatro, Sección para la Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, incluidas las Divisiones de Bestias, Seres y Espíritus, Oficina de Enlace de los Duendes y Agencia de Consulta sobre Plagas.
- Disculpe –dijo el mago que lleva el pollo que respiraba fuego y abandonó el ascensor seguido por una pequeña bandada de memorandos. Las puertas volvieron a cerrarse otra vez.
- Nivel Tres, Sección de Accidentes y Catástrofes Mágicas, incluyendo la Escuadra de la Inversión de Magia Accidental, Oficina Principal de “Olvidación” y Comité de Excusas Muggles Dignas.
Todos dejaron el ascensor en este piso excepto el Sr. Weasley, Harry y una bruja que estaba leyendo un pergamino larguísimo que arrastraba por el suelo. Los memorandos que quedaban continuaron volando alrededor de la lámpara cuando el ascensor subió otra vez, luego se abrieron las puertas y la voz anunció:
- Nivel Dos, Sección de Entrada en Vigor de Leyes Mágicas, incluyendo la Oficina de Uso Incorrecto de la Magia, Cuartel General de los Aurores y Servicios de Admisión de los Pergaminos.
- Éste es el nuestro, Harry –dijo el Sr. Weasley y ellos siguieron fuera del ascensor a una bruja hasta un pasillo con puertas-. Mi oficina está en el otro lado de la planta.
- Sr. Weasley –dijo Harry cuando ellos pasaron delante de una ventana por la que entraba la luz del sol-, ¿no estamos aún bajo tierra?
- Sí que estamos –dijo el Sr. Weasley-. Aquéllas son ventanas encantadas. Los de Mantenimiento Mágico deciden qué tiempos tendremos cada día. Tuvimos dos meses de huracanes la última vez que estuvieron negociando un aumento de sueldo... Justo a la vuelta de la esquina, Harry.
Torcieron una esquina, atravesaron un par de pesadas puertas y aparecieron en una desordenada área abierta dividida en cubículos que estaban zumbando con charla y risas. Los memorandos salían verticalmente de los cubículos como los cohetes en miniatura. En un cartel desvencijado en el cubículo más cercano se leía: Cuartel General de los Aurores.
Harry miraba disimuladamente a través de las puertas cuando ellos pasaban. Los Aurores habían cubierto las paredes de sus cubículos con todos los cuadros de magos queridos y fotografías de sus familias, con carteles de sus equipos favoritos de Quidditch y artículos del Diario El Profeta.
Un hombre con un traje escarlata con una coleta más larga que la de Bill estaba sentado con sus botas sobre el escritorio, dictando un informe a su pluma.
Un poco lejos, una bruja con un parche en uno de sus ojos estaba hablando por encima del muro del cubículo con Kingsley Shacklebolt.
- Buenos días, Weasley –dijo Kingsley descuidadamente cuando ellos se acercaron-. Llevo tiempo queriendo hablar contigo, ¿tienes un segundo?
- Sí, si realmente es un segundo –dijo el Sr. Weasley-, tengo muchísima prisa.
Hablaban como si apenas se conocieran y cuando Harry abrió la boca para decir hola a Kingsley, el Sr. Weasley le pisó. Siguieron a Kingsley a lo largo de la hilera hasta el último cubículo.
Harry recibió un ligero shock, por todas partes estaba la cara de Sirius. Recortes de periódico y fotografías viejas –incluso en la que Sirius era el padrino de boda de los Potter- empapelaban las paredes. El único espacio libre de Sirius era un mapa del mundo en el que pequeños alfileres rojos brillaban como joyas.
- Aquí –le dijo Kingsley bruscamente al Sr. Weasley empujando un haz de pergaminos en la mano-. Yo necesito tanta información como sea posible sobre vehículos voladores de Muggles vistos en los últimos doce meses. Nosotros hemos recibido información que Black podría estar usando todavía su vieja motocicleta.
Kingsley se inclinó hacia Harry y guiñándole exageradamente un ojo agregó en un cuchicheo:
- Dale la revista, podría encontrarlo interesante –entonces dijo en un tono normal-. Y no tardes demasiado, Weasley, el retraso en ese informe del “firelegs” alargó nuestra investigación durante un mes.
- Si hubieras leído mi informe sabrías que el término es armas de fuego –dijo el Sr. Weasley fríamente-. No me preocupa que tengas que esperar por la información sobre motocicletas, nosotros estamos sumamente ocupados en el momento –bajó su voz y dijo-: Si puedes escaparte antes de las siete, Molly está haciendo albóndigas.
Llamó a Harry y lo llevó fuera del cubículo de Kingsley, a través de un segundo juego de puertas de roble, a otro pasaje, giraron a la izquierda, marcharon a lo largo de otro corredor, giraron a la derecha en un corredor distinto débilmente iluminado y decorado pobremente, y llegaron al final donde una puerta a la izquierda permanecía entreabierta, revelando un armario de escobas, y en la puerta de la derecha una placa de latón clavada en la que se podía leer: Mal Uso de Artefactos Muggle.
La oscura oficina del Sr. Weasley parecía ser ligeramente más pequeña que el armario de escobas. Dos escritorios habían sido embutidos dentro y había escaso espacio para moverse alrededor de ellos debido a todos los armarios llenos hasta desbordarse que se alineaban en las paredes, encima de las cuales había tambaleantes montones de archivos. El pequeño espacio de la pared disponible era testigo de las obsesiones del Sr. Weasley: varios carteles de automóviles, incluyendo uno de un artefacto desmantelado; dos ilustraciones de buzones de correos que parecían haber sido recortadas de libros de niños Muggle; y un diagrama que mostraba cómo instalar una bujía.
Sentado encima de la inundada bandeja del Sr. Weasley, hipaba un tostador viejo de manera desconsolada y un par de guantes de cuero vacíos que estaban jugando con sus dedos pulgares. Una fotografía de la familia de Weasley estaba de pie al lado de la bandeja. Harry notó que Percy parecía haber salido de ella.
- Nosotros no tenemos ventana –dijo el Sr. Weasley disculpándose, se quitó su chaqueta y la puso en la parte de atrás de la silla-. Las hemos pedido, pero no creen que nosotros las necesitemos. Siéntate Harry, no parece que Perkins haya llegado todavía.
Harry se acurrucó en la silla tras el escritorio de Perkins mientras el Sr. Weasley revisaba el haz de pergaminos que Kingsley Shacklebolt le había dado.
- Ah –dijo sonriendo abiertamente cuando sacó una copia de una revista, El Sofista-. Sí... –golpeando la revista-. Sí, él tiene razón, estoy seguro de que Sirius encontrará esto muy divertido... oh, querido ¿qué pasa ahora?
Un memorando acababa de entrar zumbando a través de la puerta abierta y descansaba temblando sobre el tostador que tenía hipo. El Sr. Weasley lo desplegó y lo leyó en voz alta:
- “Tercer retrete público vomitador informado en Bethnal Green, investigar bondadosamente, amablemente, inmediatamente”. Esto está poniéndose ridículo...
- ¿Un retrete regurgitando?
- Los bromistas Anti-Muggle –dijo el Sr. Weasley frunciendo el entrecejo-. Tuvimos dos la última semana, uno en Wimbledon, uno en Elefante y Castillo. Los Muggles tiran la cadena y en lugar de que desparezca todo... bien, ya te imaginas. Los siguen llamando a aquellos... plomberos, creo que se llaman así... tú sabes, los que arreglan cañerías y esas cosas.
- ¿Plomeros?
- Exactamente, sí, pero por supuesto ellos están desconcertados. Sólo espero coger a quienquiera que lo esté haciendo.
- ¿Serán Aurores los que les detengan?
- Oh, no, esto es demasiado trivial para los Aurores, será la Patrulla de Entrada en Vigor de Ley Mágica Ordinaria... ah, Harry, éste es Perkins.
Un encorvado, viejo mago de aspecto tímido con pelo blanco cubierto de pelusa acababa de entrar en el cuarto, jadeando.
- ¡Oh, Arthur! –dijo desesperadamente, sin mirar a Harry-. Gracias a Dios, no sabía qué era mejor, si esperar por ti aquí o no. Acabo de mandarte un búho a tu casa pero... yo he enviado simplemente un búho a su casa pero tu no lo has recibido, obviamente... un mensaje urgente vino hace diez minutos...
- Ya sé lo del retrete vomitador –dijo el Sr. Weasley.
- No, no, no es el retrete, es la audiencia del muchacho Potter... han cambiado la hora y el lugar... empieza ahora a las ocho y es en la Vieja Sala del Tribunal Supremo número Diez.
El Sr. Weasley miró su reloj, soltó un grito y saltó de su silla.
- ¡Rápido, Harry, deberíamos de estar allí hace cinco minutos!
Perkins se aplastó contra los armarios cuando el Sr. Weasley dejó la oficina a la carrera, con Harry pisándole los talones.
- ¿Por qué han cambiado la hora? –dijo Harry jadeante, cuando ellos pasaron volando los cubículos de los Aurores; la gente asomaba sus cabezas y les miraban fijamente cuando ellos pasaban como un rayo. Harry se sentía como si hubiera dejado sus tripas atrás, en el escritorio de Perkins.
- No tengo ni idea, pero da gracias a Dios de que llegásemos tan temprano, ¡si no apareces podría ser catastrófico!
El Sr. Weasley derrapó al lado de los ascensores y picó con impaciencia el botón de “abajo”.
- ¡Vamos!
El ascensor resonó a su vista y ellos entraron rápidamente. Cada vez que se detuvo el Sr. Weasley maldijo furiosamente y apretaba el botón número nueve.
- Esas salas de tribunal no se han usado en años –dijo el Sr. Weasley enojado-. No entiendo por qué están haciéndolo allí abajo... a menos que... pero no...
Una bruja gorda que llevaba una copa humeante entraba en el ascensor en ese momento, y el Sr. Weasley no le cedió paso.
- El Atrio –dijo la voz femenina y las verjas doradas se deslizaron, mostrándole a Harry una vista distante de las estatuas doradas. La bruja gorda consiguió salir y un mago con piel amarillenta y cara fúnebre entró.
- Mañana, Arthur –dijo en una voz sepulcral cuando el ascensor empezó a descender.
- No se te ve a menudo por aquí abajo.
- Negocios urgentes, Bode –dijo el Sr. Weasley que estaba botando sobre sus pies y lanzaba ansiosas miradas hacia Harry.
- Ah, sí –dijo Bode inspeccionando a Harry sin pestañear-. Por supuesto.
Harry apenas tenía emoción para gastar con Bode, pero su confortable mirada resuelta no le hizo sentirse más cómodo.
- Sección de Misterios –dijo la voz femenina y salieron.
- Rápido Harry –dijo el Sr. Weasley en cuanto las puertas del ascensor se abrieron, y echaron a correr por un pasillo que era bastante diferente de los anteriores. Las paredes estaban desnudas; no había ninguna ventana y ninguna puerta aparte de un negro llano que uno puso al mismo extremo del corredor. Harry creyó que ellos pasarían por él, pero en cambio el Sr. Weasley lo asió por el brazo y lo arrastró a la izquierda donde había una apertura que llevaba a una escalinata.
- Abajo por aquí –jadeó el Sr. Weasley, bajando los escalones de dos en dos-. El ascensor ni siquiera baja tan lejos... por qué están haciéndolo allí abajo yo...
Llegaron al fondo y aún tuvieron que correr por otro pasillo que tenía un gran parecido con el que llevaba al calabozo de Snape en Hogwarts, con paredes de piedra ásperas y antorchas en anaqueles. Las puertas que pasaban eran de madera fuerte con saetas férricas y agujeros de cerraduras.
- La sala del tribunal... Diez... creo... estamos cerca... sí.
El Sr. Weasley derrapó fuera de una puerta oscura mugrienta con una inmensa cerradura de hierro y se apoyó contra la pared, sintiendo una punzada en su pecho.
- Sigue –jadeo apuntando con su dedo pulgar a la puerta-. Entra allí.
- No... ¿no viene conmigo...?
- No, no, no me está permitido. ¡Buena suerte!
El corazón de Harry pegó un golpe violento contra su manzana de Adán. Tragó duro, giró el picaporte de la puerta y caminó dentro de la sala del tribunal.

 

CAPÍTULO VIII

LA AUDIENCIA

Harry se quedó boquiabierto, no tenía ayuda. La larga mazmorra en la que había entrado le era horriblemente familiar. No solo la había visto antes, había estado allí antes. Era el lugar que había visitado dentro del Pensadero de Dumbledore, el lugar donde había visto sentenciar a prisión de por vida en Azkaban.
Las paredes estaban hechas de piedra oscura, débilmente iluminada por antorchas. Había bancos vacíos a los dos lados pero enfrente, en los bancos superiores, había muchas figuras oscuras. Hablaban en voz baja, pero cuando la pesada puerta se cerró detrás de Harry todos guardaron un profundo silencio.
Una fría voz masculina sonó a través de la sala.
- Llegas tarde.
- Lo siento... –dijo Harry nervioso-. No sabía que habían cambiado la hora.
- Eso no es culpa de Wizengamot –dijo la voz-. Se te envió una lechuza esta mañana. Toma asiento.
Harry inclinó su mirada hacia la silla que estaba en el centro de la habitación, cuyos brazos estaban llenos de cadenas. Había visto esas cadenas elásticas atar a todo aquel que se sentaba en medio de ellas. Sus pasos iban haciendo eco mientras andaba por el suelo de piedra. Cuando se sentó cautelosamente en el borde de la silla, las cadenas tintinearon amenazadoramente, pero no lo ataron. Sintiéndose bastante mareado, miró hacia arriba, a la gente sentada en los bancos superiores.
Había aproximadamente 50 de ellos, todos, por lo que podía ver, vestían ropas color ciruela con una W bordada en plata, en la mano izquierda de la silla y todos apuntaban sus narices hacia él, la mayoría con expresiones austeras aunque otros parecían sinceramente nerviosos.
En el centro de la fila, se sentaba Cornelius Fudge, el Ministro de Magia. Era un hombre corpulento que normalmente llevaba un sombrero verde lima que hoy se había quitado. Él también estaba preparado, con la sonrisa indulgente que tenía cuando hablaba con Harry. Una bruja de mandíbula cuadrada con el pelo gris muy corto, se sentaba a la izquierda de Fudge, llevaba un monóculo y miraba imponente. A la derecha de Fudge otra bruja, pero sentada muy atrás del banco y su rostro quedaba en la sombra.
- Muy bien –dijo Fudge-. El acusado está presente. Podemos empezar.
- ¿Estás preparado? –preguntó alguien en la otra parte del banco.
- Sí, señor –dijo una voz impaciente que Harry conocía. El hermano de Ron, Percy, estaba sentado al final del banco. Harry miró a Percy, buscando alguna señal de reconocimiento hacia él, pero no la hubo. Los ojos de Percy tras sus gafas, estaban fijos en su pergamino y en la elegante pluma de su mano.
- Audiencia disciplinaria del 20 de Agosto –dijo Fudge con voz tintineante, y Percy comenzó a tomar notas de inmediato-. Dentro del Comité de Delitos del Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad y de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos por Harry Potter, residente en el número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey. Interrogan: Cornelius Oswald Fudge, Ministro de Magia; Amelia Susan Bones, Directora del Departamento de Cumplimiento de la Magia; Dolores Jane Umbridge, Viceministra y Copista del tribunal; Percy Ignatius Weasley...
- Y testigo para la defensa, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore –dijo una voz tranquila por detrás de Harry, que giró su cabeza tan rápido que le crujió el cuello.
Dumbledore daba zancadas tranquilamente cruzando la sala, vestía una larga túnica azul marino y tenía una expresión de perfecta calma. Su barba y pelo plateado brillaban a la luz de las antorchas cuando llegó a la altura de Harry y miró hacia arriba, donde estaba Fudge a través de sus gafas de media luna, que quedaba a medio camino de su torcida nariz.
Los miembros del Wizengamot se quedaron mudos. Algunos miraban molestos, otros simplemente helados; dos brujas ancianas de la fila de atrás, sin embargo, levantaron sus manos y las agitaron como señal de bienvenida.
Una poderosa emoción creció en el pecho de Harry al ver a Dumbledore, una fortaleza, un sentimiento esperanzador parecido al que le daba el canto de un fénix. Quería encontrar la mirada de Dumbledore, pero Dumbledore no le miraba, tenía su mirada aún en el claramente nervioso Fudge.
- Ah –dijo Fudge, que miraba completamente desconcertado- Dumbledore, sí. Tú... ehm... recibiste nuestro... ehmm mensaje de que la hora y... ehmmm... el lugar de la audiencia se había cambiado ¿no?
- Debió haberse perdido –dijo Dumbledore alegremente-, sin embargo, debido a un afortunado error he llegado al Ministerio tres horas antes, así que no ha habido daños.
- Sí, bien, supongo que necesitaremos otra silla. Weasley ¿podrías...?
- No os preocupéis –dijo Dumbledore amablemente, sacó su varita, hizo un pequeño remolino y una aplastada silla apareció de la nada cerca de Harry. Dumbledore se sentó, puso las puntas de sus largos dedos juntas y examinó a Fudge por encima con una expresión de cortés interés. El Wizengamot quedó mudo e inquietamente nervioso, solo cuando Fudge habló otra vez se calmaron.
- Sí –dijo Fudge otra vez, barajando sus notas-. Bien, entonces, pues... los cargos, sí –desenredó un trozo de pergamino de un montón a se lado, suspiró profundamente y leyó:- Los cargos contra el acusado son los siguientes: Que deliberadamente y con plena conciencia de la ilegalidad de su acción, habiendo recibido un escrito previo del Ministerio de Magia con un cargo similar, formuló un hechizo Patronus en un área habitada por Muggles, en presencia de un Muggle, el 2 de Agosto a las 9 y 23 minutos, lo que constituye un delito registrado en el artículo tercero del Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad, 1875, así como en la sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos. ¿Eres tu Harry James Potter, del número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey? –dijo Fudge mirando airadamente a Harry por encima del pergamino.
- Sí, lo soy –dijo Harry.
- Recibiste un aviso oficial del Ministerio por usar magia ilegal hace tres años. ¿no es así?
- Sí, pero...
- ¿y convocaste un Patronus en la noche del 2 de Agosto? –preguntó Fudge.
- Sí –dijo Harry-, pero...
- ¿Sabiendo que no te estaba permitido hacer magia fuera de la escuela mientras tuvieras menos de 17 años?
- Sí, pero...
- ¿Sabiendo que estabas en un área repleta de Muggles?
- Sí, pero...
- ¿Completamente consciente de que estabas cerca de un Muggle en ese momento?
- Sí –dijo Harry enfadado-, pero solo lo usé porque estaba...
La bruja del monóculo le cortó con un estallido de voz.
- ¿Hiciste un Patronus completo?
- Sí –dijo Harry-, porque...
- ¿Un Patronus Corpóreo?
- ¿Un qué? –preguntó Harry.
- ¿Tu Patronus tenía una forma totalmente definida? Quiero decir ¿era algo más que vapor y humo?
- Sí –dijo Harry sintiéndose impaciente y desesperado-. Era un ciervo, siempre es un ciervo.
- ¿Siempre? –gruñó madame Bones-, ¿habías hecho antes un Patronus?
- Sí –dijo Harry-. Lo estuve haciendo aproximadamente durante un año.
- ¿Y tenías 15 años?
- Sí, y...
- ¿Lo aprendiste en la escuela?
- Sí, el profesor Lupin me lo enseñó en el tercer curso, porque...
- Impresionante –dijo madame Bones mirándolo-. Un verdadero Patronus a su edad... un hecho muy impresionante.
Muchos de los magos y brujas volvían a murmurar, algunos asentían con la cabeza pero otros estaban frunciendo el entrecejo y sacudiendo sus cabezas.
- La cuestión no es si es un mago impresionante -dijo Fudge con voz irritada-, de hecho, lo más impresionante es lo temerario que fue, ¡pues el joven lo hizo a plena vista de Muggles!
Aquellos que habían ladeado su cabeza ahora estaban de acuerdo, pero fue un suspiro del beato de Percy lo que hizo que Harry interrumpiese.
- ¡Lo hice por los Dementores! –dijo fuertemente, antes de que nadie le interrumpiese.
Esperaba silencio, pero este fue tan grande que pareció de algún modo aún más intenso que antes.
- ¿Dementores? –dijo madame Bones después de un momento, con sus ojos marrones mirando peligrosamente-, ¿qué quieres decir, chico?
- ¡Quiero decir que había dos Dementores en el callejón y que fueron por mí y por mi primo!
- Ah –dijo Fudge de nuevo, con una sonrisa complacida mientras miraba al Wizengamot, como si les invitara a compartir la broma-. Sí, sí, creo que ya hemos oído algo como eso.
- ¿Dementores en Little Whinging? –dijo madame Bones con tono de sorpresa-, no lo entiendo.
- ¿De verdad, Amelia? –dijo Fudge aún con la sonrisa-, déjame que te explique. Él ha estado pensando mucho y decidió que los Dementores serían una bonita tapadera, muy bonita en efecto. Los Muggles no pueden ver a los Dementores ¿verdad chico? Muy conveniente, muy conveniente... pero es sólo tú palabra y no tienes testigos...
- ¡No estoy mintiendo! –chilló Harry, por encima de todos, arrancando el silencio de la sala-, había dos de ellos, viniendo de los lados opuestos del callejón, todo se volvió oscuro y frío y mi primo los sintió y corrió lejos de ellos...
- ¡Es suficiente! –dijo Fudge con una mirada desdeñosa-. Siento interrumpir lo que estoy seguro será una historia muy bien ensayada.
Dumbledore se aclaró la garganta. El Wizengamot guardó silencio de nuevo.
- Realmente tenemos un testigo de la presencia de los Dementores en el callejón –dijo-, otro aparte de Dudley Dursley, quiero decir.
La redonda cara de Fudge parecía floja, como si todo el mundo hubiera sacado el aire de ella. Miró fijamente a Dumbledore por un momento o dos, entonces, con la apariencia de un hombre que se retira dijo:
- No tenemos tiempo para escuchar más tonterías, lo siento Dumbledore. Quiero acabar con esto cuanto antes.
- Puedo estar equivocado –dijo amablemente Dumbledore-. Pero estoy seguro que bajo el capítulo de Derechos del Wizengamot, el acusado puede presentar un testigo para su caso. ¿No es esa la política del Departamento de Cumplimiento de la Ley Mágica, madame Bones? –continuó dirigiéndose a la bruja del monóculo.
- Cierto –dijo madame Bones-. Completamente cierto.
- Oh, muy bien, muy bien –soltó Fudge-. ¿Dónde está el testigo?
- La he traído conmigo –dijo Dumbledore-. Está justo detrás de la puerta, ¿puedo ir a...?
- No. Weasley, ve tú –dijo Fudge a Percy, que se levantó rápidamente, bajó las escaleras del balcón de jueces y corrió pasando a Dumbledore y Harry sin mirarlos siquiera.
Un momento más tarde, Percy volvió, seguido por la Sra. Figg. Parecía asustada y mucho más chiflada que nunca.
Dumbledore se levantó y dejó su silla a la Sra. Figg, haciendo aparecer otra para él.
- ¿Nombre completo? –dijo Fudge cuando la Sra. Figg se sentó nerviosamente el borde de su asiento.
- Arabella Doreen Figg –dijo con su voz temblorosa.
- ¿Y quién es usted exactamente? –preguntó Fudge con voz aburrida.
- Soy una residente de Little Whinging, cerca de donde vive Harry Potter –dijo la Sra. Fig..
- No recuerdo que ningún mago o bruja viva en Little Whinging, aparte del Harry Potter –dijo madame Bones-. Ese lugar ha estado siempre controlado, dados... dados los hechos del pasado.
- Soy una Squib –dijo la Sra. Figg-. Así que no puedo estar en el registro ¿no es así?
- ¿Conque una Squib? –dijo Fudge mirándola fijamente-, tendremos que comprobarlo. Deberás dar los detalles de tus antepasados a mi asistente Weasley. A propósito ¿pueden los Squibs ver a los Dementores? –añadió mirando de derecha a izquierda del banco.
- ¡Por supuesto que podemos! –dijo la Sra. Figg indignada.
Fudge miró hacia abajo con sus ojos marrones.
- Muy bien –dijo-. ¿Cuál es su historia?
- Había salido a comprar comida para garos a la tienda de la esquina de Wisteria Walk, alrededor de las nueve en punto de la tarde del 2 de Agosto –dijo la Sra. Figg de carrerilla, de manera que parecía que había aprendiendo lo que tenía que decir de memoria-. Cuando oí un ruido en el callejón entre Magnolia Crescent y Wisteria Walk. Al acercarme al callejón vi a los Dementores corriendo...
- ¿Corriendo? –dijo madame Bones bruscamente-, los Dementores no corren, se deslizan.
- Es lo que quería decir –dijo la Sra. Figg rápidamente, sonrojándose al instante-. Deslizándose por el callejón hacia lo que parecían dos niños...
- ¿Cómo eran ellos? –dijo madame Bones, estrechando los ojos hasta que el final del monóculo desapareció dentro de su carne.
- Pues... uno era grande y el otro bastante delgado...
- No, no –dijo impaciente la Sra. Bones-. Los Dementores... descríbalos.
- Oh, yo... –dijo la Sra. Figg poniéndose de nuevo colorada-. Eran bastante grandes. Grandes y... llevaban capas.
Harry sintió un horrible agujero en la boca del estómago. Cualquiera podía decir aquello, sonaba a lo mismo que hubiera dicho alguien que viera un cuadro de un Dementor, y una pintura nunca podría comunicar las cosas que eran reales: su misteriosa manera de moverse, deslizándose palmo a palmo sobre el suelo, o el olor a podrido que desprendían, o el ruido que hacían al aspirar el aire...
En la segunda fila, un mago anciano con un bigote largo y negro se apoyó para susurrar al oído de su vecina, una bruja morena. Ella sonrió y asintió con la cabeza.
- Grandes y con capas –repitió feamente madame Bones, mientras Fudge soplaba burlonamente-. Ya veo, ¿alguna cosa más?
- Sí –dijo la Sra. Figg-. Yo los sentí. Todo se volvió frío, y era una noche de verano muy calurosa. Y yo sentí... como si toda la felicidad se hubiera ido del mundo... y recordé... cosas terribles... –su voz se agitó y apagó.
Los ojos de madame Bones se abrieron de par en par. Harry pudo ver marcas rojas en la ceja, en el lugar donde había estado el monóculo.
- ¿Qué hicieron los Dementores? –preguntó, y Harry sintió de nuevo esperanza.
- Fueron hacia los chicos –dijo la Sra. Figg, su voz era ahora más fuerte y segura, y el rosa había desaparecido de su cara-. Uno de ellos se cayó. El otro siguió adelante tratando de repeler al Dementor. Ese fue Harry. Intentó hacerlo dos veces, pero solo salía un vapor plateado. A la tercera vez, creó un Patronus, que cargó contra el primer Dementor, y luego, con gran valor echó al segundo que estaba con su primo. Eso fue lo que pasó.
Madame Bones miró a la Sra. Figg en silencio, Fudge no la miraba, pero estaba poniéndose nervioso y no hacía más que mover sus papeles. Finalmente dijo muy agresivamente:
- ¿Eso es lo que usted vio?
- Eso es lo que pasó –repitió la Sra. Figg.
- Muy bien –dijo Fudge-. Puede marcharse.
La Sra. Figg lanzó una mirada fría a Fudge, y luego se levantó y se arrastró hacia la puerta. Harry oyó cómo se cerraba a su espalda.
- No es un testigo convincente –dijo Fudge prepotentemente.
- Oh, no lo sé –dijo la Sra. Bones con su voz atronadora-. Ella describió muy bien los efectos del ataque de un Dementor. Y no puedo imaginar por qué habría de decir que estaba allí si no lo estaba...
- Pero... ¿Dementores paseándose por un barrio Muggle y justo se van a topar con un mago? –dijo Fudge enojado-. Las cosas son muy extrañas. Ni siquiera Bagman apostaría por ello.
- Oh, creo que ninguno de nosotros piensa que el hecho de que hubiera Dementores fuera una coincidencia –dijo Dumbledore.
La bruja sentada a la derecha de Fudge, con su cara en la sombra, se movió ligeramente. Pero todos los demás estaban quietos y silencio.
- ¿Qué se supone que quieres decir? –dijo Fudge fríamente.
- Quiero decir que pienso que se les ordenó ir allí –dijo Dumbledore.
- ¡Tendríamos un informe si alguien hubiese enviado un par de Dementores a pasearse por Little Whinging! –chilló Fudge.
- No si los Dementores recibieran órdenes de otra persona que no fuera del Ministerio de Magia, por esos días –dijo Dumbledore tranquilamente-. Ya te di mi punto de vista sobre el asunto, Cornelius...
- Sí, lo hiciste –dijo Fudge enérgicamente-. Y yo no tengo razones para creer que tu punto de vista no es más que una tontería, Dumbledore. Los Dementores están en sus puestos de Azkaban y aún hacen todo lo que yo les pido...
- Entonces –dijo en voz baja pero audible Dumbledore-, debemos preguntarnos si alguien con el permiso del Ministro, ordenó a los Dementores ir a ese callejón el 2 de Agosto.
En el completo silencio con el que fueron acogidas esas palabras, la bruja de la derecha de Fudge se inclinó y Harry pudo verla por primera vez. Pensó que parecía un gran y pálido sapo. Estaba bastante encogida, tenía una ancha y flácida cara, un pequeño cuello semejante al del tío Vernon y una gran boca. Sus ojos eran grandes, redondos y ligeramente saltones. Incluso el pequeño lazo negro de terciopelo que llevaba en lo alto de su pelo corto le recordaba a una mosca que estuviera a punto de ser cogida por una lengua pegajosa.
- La Presidenta del Reconocimiento, Dolores Jane Umbridge, Viceministra del Ministerio –dijo Fudge.
La bruja habló con una voz agitada y aguda, como de niña pequeña, que desconcertó a Harry, casi esperaba que croase..
- Estoy segura de que le he entendido mal, profesor Dumbledore –dijo ella, con un tono que hizo que sus redondos ojos parecieran muy fríos-. Seré tonta. ¡Pero eso ha sonado por un momento como si estuvieras sugiriendo que el Ministro de Magia había ordenado un ataque sobre este chico! –de rió de una maneta que hizo que los pelos de la parte trasera del cuello de Harry se levantaran. Algunos de los miembros de Wizengamot rieron con ella. No era tan sencillo y ninguno de ellos estaba realmente divertido.
- Si es cierto que los Dementores solo reciben órdenes del Ministro, y también es cierto que dos Dementores atacaron a Harry y a su primo hace una semana, eso nos lleva lógicamente a que alguien en el Ministerio debe haber ordenado los ataques –dijo Dumbledore-. Aunque, por supuesto, esos Dementores quizás estuvieran fuera del control del Ministerio...
- ¡No hay Dementores fuera del control del Ministerio! –chilló Fudge que se había puesto totalmente rojo.
Dumbledore inclinó su cabeza en una pequeña reverencia.
- Entonces indudablemente, el Ministerio debería hacer un completo cuestionario sobre porqué dos Dementores estaban tan lejos de Azkaban y porqué atacaron sin autorización...
- ¡No es cosa tuya decidir lo que hace o deja de hacer el Ministerio, Dumbledore! –gritó Fudge que ahora tenía un matiz magenta del que el tío Vernon estaría orgulloso.
- Por supuesto que no lo es –dijo Dumbledore apaciblemente-. Solo estaba exponiendo mi opinión sobre el problema.
Le echó un vistazo a madame Bones que reajustaba su monóculo y le miraba, y fruncía el ceño.
- Quiero recordar a todo el mundo que el comportamiento de esos Dementores, si realmente no son invenciones dela mente de este chico, ¡no es cosa suya! –dijo Fudge- ¡Estamos aquí para juzgar el delito de Harry Potter contra el Decreto para la Moderada Limitación de la Brujería en Menores de Edad!
- Desde luego que es por eso –dijo Dumbledore-, pero la presencia de Dementores en el callejón es fuertemente relevante. La cláusula siete del Decreto dice que la magia puede ser usada ante Muggles en excepcionales circunstancias, y esas circunstancias incluyen situaciones que pongan en peligro la vida del mago o la bruja mismo, o de cualquier otro mago, bruja o Muggle presente en el momento en que...
- Conocemos la cláusula siete, ¡muchas gracias! –dijo Fudge enojado.
- Sé que la conocen –dijo educadamente Dumbledore-. Entonces, ¿estamos de acuerdo en que Harry usó el encantamiento Patronus en esas circunstancias que son precisamente la categoría de circunstancian que describe la cláusula?
- Si había Dementores, cosa que dudo...
- Ya ha oído la declaración de un testigo ocular –interrumpió Dumbledore-. Si aun tiene alguna duda sobre los hechos llamen a la testigo y pregúntenle de nuevo. Estoy seguro de que no se negará.
- No –bramó Fudge moviendo los papeles-. Esto es... ¡quiero acabar con esto hoy, Dumbledore!
- Pero naturalmente, puede no preocuparte cuanto tiempo pierdas con un testigo, si la alternativa es un serio error judicial –dijo Dumbledore.
- ¿Un serio error judicial? –dijo Fudge a plena voz-. ¿Te has preocupado alguna vez de sumar el número de mentiras que este chico nos ha contado tratando de ocultar su escandaloso abuso de poder fuera de la escuela, Dumbledore? Supongo que habrás olvidado el hechizo levitatorio que usó hace 3 años.
- ¡No fui yo! ¡Fue un elfo doméstico! –dijo Harry.
- ¿LO VES? –rugió Fudge señalando escandalosamente hacia Harry-. ¡Un elfo doméstico! ¡En una casa Muggle!
- El elfo doméstico en cuestión es ahora empleado de la Escuela Hogwarts –dijo Dumbledore-. Yo puedo convocarlo aquí al instante para que declare, si quieres...
- No... ¡No tengo tiempo para escuchar a elfos domésticos! De todas formas no es la única vez. Hinchó a su tía ¡Por el amor de Dios! –chilló Fudge, golpeando su puño contra el banco y tirando una botella de tinta.
- Y tú, muy amablemente, no presentaste cargo en esa ocasión, aceptando, que ni los mejores magos pueden siempre controlar sus emociones –dijo tranquilamente Dumbledore, mientras Fudge intentaba quitar las manchas de tinta de sus papeles.
- Y ni siquiera he empezado con lo que hizo en la escuela.
- El Ministerio no tiene autoridad para castigar a los estudiantes de Hogwarts por sus fechorías en la escuela. El comportamiento de Harry no es relevante en esta audiencia –dijo Dumbledore, más educadamente que nunca pero con un ligero tono de frialdad en sus palabras.
- ¡Oho! –dijo Fudge-. No es cosa nuestra de lo que él haga en la escuela ¿no? ¿eso piensas?
- El Ministerio no tiene poder para expulsar a los alumnos de Hogwarts, Cornelius, como te recordé la noche del 2 de Agosto –dijo Dumbledore-. Ni tampoco tiene el derecho de confiscar varitas sin cargos que hallan sido debidamente probados; de nuevo, como te recordé la noche del 2 de Agosto. Con tu admirable prisa por asegurar que se sostenga la ley, por descuido, estoy seguro, has cambiado algunas leyes por ti mismo.
- Las leyes pueden ser cambiadas –dijo Fudge salvajemente.
- Por supuesto que pueden –dijo Dumbledore, inclinando su cabeza-, y pareces dispuesto a hacer muchos cambios, Cornelius. Porque, en las últimas semanas, desde que fui invitado a dejar el Wizengamot. ¡Ha vuelto la costumbre de mantener un completo proceso criminal para tratar un simple problema de magia con menores de edad!
Unos cuantos magos por encima de ellos se movieron en su sitio incómodamente. La bruja con cara de sapo, simplemente miró fijamente a Dumbledore, sin ninguna expresión en el rostro.
- Soy consciente –continuó Dumbledore-, de que no hay ninguna ley que diga que el trabajo de este consejo sea castigar a Harry por cada conjuro de magia que halla realizado. Él ha sido acusado de un delito específico y ya ha presentado su defensa. Todo lo que podemos hacer él y yo ahora es esperar su veredicto...
Dumbledore volvió a juntar sus dedos de nuevo y no dijo nada más. Fudge lo miró airadamente evidentemente enfurecido. Harry dio un vistazo a Dumbledore, sintiéndose más tranquilo, no estaba del todo seguro de que Dumbledore hubiera hecho lo correcto hablando así al Wizengamot, efectivamente, ellos aún estaban a tiempo de tomar una decisión. De nuevo, sin embargo, Dumbledore parecía no darse cuenta de las tentativas de Harry para encontrar su mirada. Él continuaba mirando hacia arriba, a los bancos donde estaba la totalidad del Wizengamot había caído en cuchicheadas y urgentes conversaciones.
Harry miró sus pies. Su corazón, que parecía haberse hinchado a un tamaño antinatural, estaba latiendo fuertemente bajo sus costillas. Había esperado una audiencia más larga. No estaba del todo seguro de haber causado una buena impresión. Realmente no había dicho mucho. Debería haber explicado más ampliamente lo de los Dementores, como se les habían echado encima, como los dos, Dudley y él había estado a punto de ser besados... Dos veces había mirado a Fudge y había abierto la boca para hablar, pero su corazón hinchado estaba ahora apretando el paso del aire y las dos veces él simplemente suspiró profundamente, y miró abajo hacia sus zapatos. Entonces los cuchicheos pararon. Harry quiso mirar a los jueces, pero decidió que era realmente muchísimo más fácil seguir mirando sus cordones.
- ¿Quién está a favor de que el acusado quede limpio de cargos? –dijo madame Bones. La cabeza de Harry se elevó. Había manos en el aire, bastantes... ¡más de la mitad! Con el corazón disparado intentó contarlas, pero antes de que pudiera acabar, madame Bone dijo:
- ¿Y quién a favor de la condena?
Fudge alzó la mano, como media docena más, incluida la bruja de su derecha, el mago bigotudo y la bruja de la segunda fila.
Fudge miró a todos los presentes, como si tuviera algo atravesado en la garganta, entonces bajó su propia mano. Dio dos largos suspiros y dijo con la voz deformada por la rabia:
- Muy bien, muy bien... quedas limpio de todos los cargos.
- Excelente –dijo Dumbledore enérgicamente, saltando sobre sus pies, alzando su varita y haciendo que las dos sillas desaparecieran-. Bien, hemos progresado. Tengan todos un buen día –y sin mirar a Harry salió de la mazmorra.

 

 

 

CAPÍTULO IX

LAS AFLICCIONES DE LA SRA. WEASLEY

La abrupta partida de Dumbledore tomó a Harry completamente por sorpresa. Permaneció sentado donde estaba, en la silla con cadenas, luchando con sus sentimientos de shock y alivio. Los miembros del Wizengamot se ponían de pie, hablaban, recogían sus papeles y los guardaban. Harry se paró. Nadie parecía estar prestándole la menor atención, excepto la bruja con aspecto de sapo que se encontraba a la derecha de Fudge, que ahora tenía la vista en él en vez de Dumbledore. Ignorándola, intentó captar la vista de Fudge o madame Bones, esperando poder preguntarles si era libre para irse, pero Fudge parecía empacado en no notar a Harry, y madame Bones estaba muy ocupada con su portafolio, así que dio unos pasos cautelosos, y al ver que nadie lo llamaba, empezó a caminar muy rápido.
Corrió los últimos pasos, abrió la puerta de un tirón y casi chocó con el Sr. Weasley, que estaba parado justo afuera, pálido y receloso.
- Dumbledore no dijo...
- Retiraron –dijo Harry cerrando la puerta detrás de él-. ¡todos los cargos!
Radiante el Sr. Weasley agarró a Harry por los hombros.
- ¡Harry, es maravilloso! Bueno, por supuesto que no te podían encontrar culpable, no con esa evidencia, pero aún así no puedo negar que...
Pero el Sr. Weasley se cortó, porque en ese momento la puerta volvió a abrirse. Los miembros del Wizengamot estaban saliendo.
- ¡Por la barba de Merlín! –exclamó el Sr. Weasley anonadado, empujando a Harry a un lado para dejarlos pasar-. ¿Fuiste juzgado por toda la corte?
- Creo que sí –dijo Harry tranquilamente.
Uno o dos magos inclinaron la cabeza ante Harry al pasar, y algunos incluyendo a madame Bones, dieron los buenos días al Sr. Weasley, pero la mayoría apartaron sus ojos. Fudge actuó como si Harry y el Sr. Weasley fueran parte de la pared, pero nuevamente la bruja parecida a un sapo miró casi valorativamente a Harry cuando pasó. El último en pasar fue Percy. Como Fudge, ignoró completamente a su padre y a Harry; marchaba apretando un gran rollo de pergamino y un puñado de plumas de repuesto, con la espalda rígida y la nariz levantada. Las líneas que rodeaban la boca del Sr. Weasley se tensaron ligeramente, pero aparte de esto no dio ningún signo de que hubiera visto a su tercer hijo.
- Te llevaré derecho de vuelta, para que puedas darle a los demás las buenas noticias –dijo indicando el camino a Harry cuando los talones de Percy desaparecieron escaleras arriba-. Te dejaré camino a esos baños en Bethnal Green. Vamos...
- ¿Qué tendrá que hacer respecto a ese baño? –preguntó Harry, sonriendo. De repente, todo parecía cinco veces más gracioso que lo usual. Se estaba empezando a aflojar: estaba limpio, iba a volver a Hogwarts.
- Oh, es un anti-hechizo bastante fácil –dijo el Sr. Weasley mientras subían las escaleras-, pero el asunto no es arreglar el daño, es más bien la actitud detrás del vandalismo, Harry. Utilizar a los Muggles puede ser tomado por algunos magos como diversión, pero es una expresión de algo mucho más profundo y desagradable, y para un...
El Sr. Weasley se detuvo a la mitad de la frase. Acababan de alcanzar el corredor del noveno piso y Cornelius Fudge estaba a pocos metros de ellos, hablando sosegadamente con un hombre alto, con pelo lacio y rubio y una pálida cara alargada.
El segundo hombre se volvió al escuchar pasos. Él también dejó una frase sin terminar; sus fríos ojos grises se estrecharon y se fijaron en Harry.
- Bien, bien, bien... Patronus Potter –dijo Lucius Malfoy fríamente.
Harry se sintió envuelto, como si hubiera entrado en algo sólido. La última vez que había visto esos ojos era a través de dos rendijas en una máscara de Mortífago, y había escuchado esa voz por última vez burlándose de él en un oscuro cementerio mientras Lord Voldemort lo torturaba. No podía creer que Malfoy osara mirarlo a la cara; no podía creer que estuviera allí, en el Ministerio de Magia, o que Cornelius Fudge estuviera hablando con él, cuando le había dicho hacía apenas algunas semanas que Malfoy era un Mortífago.
- El Ministro acababa de contarme sobre tu suertudo escape, Potter –lanzó el Sr. Malfoy-. Realmente sorprendente, la forma en que sigues deslizándote de las rendijas más estrechas... como una serpiente, de hecho.
El Sr. Weasley apretó el hombro de Harry como una advertencia.
- Sí –dijo Harry-, sí, soy bueno escapando.
Lucios Malfoy levantó la vista hacia Weasley.
- ¡Y también tenemos a Arthur Weasley! ¿Qué haces aquí, Weasley?
- Trabajo aquí –dijo el Sr. Weasley lacónico.
- No aquí, seguramente –dijo Malfoy, levantando las cejas y apuntando hacia la puerta detrás del hombro del señor Weasley-. Pensé que estabas arriba, en el segundo piso... ¿qué no hacías algo que implicaba robar artefactos Muggle y embrujados en tu casa?
- No –gruñó, sus dedos casi mordiendo el hombro de Harry.
- ¿Qué está haciendo usted aquí, de todas formas? –preguntó Harry, dirigiéndose a Malfoy.
- No creo que mis asuntos privados con el Ministros te conciernan, Potter –dijo éste alisando su túnica-. En serio, porque seas el chico favorito de Dumbledore no debes esperar el mismo tratamiento del resto de nosotros... ¿Podríamos subir a su oficina, Ministro?
- Ciertamente –dijo Fudge, dando la espalda a Harry y el Sr. Weasley-. Por aquí, Lucius.
Se alejaron juntos dando zancadas, hablando en voz baja. El Sr. Weasley no soltó el hombro de Harry hasta que desaparecieron en el ascensor.
- ¿Por qué no esperó en la oficina de Fudge si tenía asuntos que resolver con él? –estalló Harry furioso-. ¿Qué tenía que hacer acá abajo?
- Tratar de husmear en la corte, si me lo preguntas –dijo el Sr. Weasley, echando agitadamente miradas a su espalda asegurándose de que nadie los estuviera escuchando-. Tratando de averiguar si has sido expulsado o no. Dejaré una nota a Dumbledore cuando te deje, él debe saber que los Malfoy han estado hablando con Fudge otra vez.
- De todas maneras, ¿qué asuntos privados tienen entre ellos?
- Oro, creo –dijo el Sr. Weasley enojado-. Malfoy ha regalado generosamente todo tipo de cosas por años... eso lo pone en comunicación con la gente adecuada... luego puede pedir favores... como retardar leyes que él no quiere que sean votadas... ah, está muy bien conectado, ese Lucius Malfoy.
El ascensor llegó, estaba vacío excepto por un montón de memos que rodearon la cabeza del Sr. Weasley cuando éste entró y apretó el botón para el Atrio, cerrándose las puertas. Los espantó, irritado.
- Señor Weasley –empezó Harry despacio-, si Fudge está viéndose con Mortífagos como Malfoy, si se queda con ellos a solas, ¿cómo sabemos que no le hicieron el maleficio Imperius?
- No creas que no se nos ocurrió, Harry –dijo el Sr. Weasley tranquilamente-, pero Dumbledore cree que está actuando por propia voluntad por ahora; lo que no es, como dice Dumbledore, ningún consuelo. Mejor no hablar más de eso por ahora.
Las puertas se abrieron y ellos salieron al ahora vacío Atrio. Eric, el mago-guardia estaba escondido tras su ejemplar de El Profeta otra vez. Habían pasado la fuente dorada cuando Harry recordó.
- Espere... –le dijo al Sr. Weasley y, tomando su monedero del bolsillo, volvió a la fuente.
Miró la cara del mago atractivo, pero Harry pensó que de cerca se veía más bien débil y tonto. La bruja mostraba una sonrisa insípida como una modelo en un concurso de belleza, y por lo que Harry sabía de duendes y centauros, era bastante improbable encontrarlos junto a los humanos tan tranquilamente. Sólo la actitud arrastrada y servil del elfo doméstico se veía convincente. Sonriendo ante el pensamiento de lo que diría Hermione si viera la estatua del elfo, Harry dio vuelta su monedero y vació no diez Galeones, sino todo su contenido.

- ¡Lo sabía! –chilló Ron, dando un puñetazo al aire-. ¡Siempre te sales con la tuya!
- Estaban obligados a retirar los cargos –dijo Hermione que había mirado con ansiedad cuando Harry había entrado en la cocina y ahora suspendía una mano temblorosa frente a sus ojos-, no había ningún caso contra ti, absolutamente ninguno.
- Todo el mundo parece bastante aliviado, sin embargo, considerando que sabían que saldría de esta –dijo Harry sonriendo.
La Sra. Weasley se secaba los ojos en su delantal, y Fred, George y Ginny bailaban una especie de danza de guerra mientras entonaban un canto que decía “se salvó, se salvó, se salvó...”
- ¡Es suficiente! ¡Cálmense! –gritó el Sr. Weasley aunque estaba sonriendo-. Escucha, Sirius, Lucios Malfoy estaba en el Ministerio...
- ¿Qué? –dijo Sirius bruscamente.
- Se salvó, se salvó, se salvó...
- ¡Tranquilícense ustedes tres! Sí, lo vimos hablando con Fudge en el noveno piso, luego subieron juntos a su oficina. Dumbledore debería saberlo.
- Absolutamente –dijo Sirius-. Le diremos, no te preocupes.
- Bueno, será mejor que me vaya. Hay un baño vomitador esperando por mi en Bethnal Green. Molly, llegaré tarde, voy a cubrir a Tonks, pero Kingsley va a caer por aquí para la cena...
- Se salvó, se salvó, se salvó...
- ¡Fred, George, Ginny, es suficiente! –dijo la Sra. Weasley mientras el Sr. Weasley se iba-. Harry, querido, siéntate y almuerza, hoy apenas desayunaste.
Ron y Hermione se sentaron frente a él, mirándolo aún más contentos que cuando llegó a Grimmauld Place por primera vez, y el alivio y la felicidad que Harry había sentido, el cual se había visto mellado de algún modo luego de su encuentro con Lucius Malfoy, lo llenaron otra vez. De repente, la sombría casa parecía más cálida y acogedora que nunca; incluso Kreacher parecía menos feo cuando metió su hocico en la cocina para averiguar la fuente de todo ese ruido.
- Por supuesto, una vez que Dumbledore se puso de tu lado, no había manera de que te condenaran –dijo Ron alegremente, sirviendo grandes cantidades de puré de papas en los platos.
- Sí, él resolvió todo para mí –dijo Harry. Sintió que sonaría muy desagradecido, por no decir muy infantil, si dijera “Ojalá me hubiera hablado, sin embargo. O al menos mirado”
Cuando pensó esto, su cicatriz empezó a quemarle la frente tan fuerte que tuvo que presionarla con sus manos.
- ¿Qué pasa? –dijo Hermione alarmada.
- La cicatriz –refunfuñó Harry-. Pero no es nada... me pasa todo el tiempo ahora...
Ninguno de los demás había notado nada; todos estaban sirviéndose comida para festejar el escape por los pelos; Fred, George y Ginny seguían cantando. Hermione se veía más bien ansiosa, pero antes de que pudiera decir nada, Ron había dicho alegremente:
- Apuesto a que Dumbledore se da una vuelta por acá esta noche, para celebrar con nosotros, ya saben.
- Creo que Dumbledore no podrá, Ron –dijo la Sra. Weasley poniendo un enorme plato de pollo asado frente a Harry-. Está realmente ocupado en este momento.
- SE SALVÓ, SE SALVÓ, SE SALVÓ...
- ¡CÁLLENSE! –bramó la señora Weasley.

En los siguientes días Harry no pudo evitar notar que había una persona en el número 12 de Grimmauld Place que no estaba completamente encantado de que él volviera a Hogwarts. Sirius había montado un muy buen show de alegría la primera vez que había escuchado las noticias, estrujando la mano de Harry, tan radiante como todos los demás. Pronto, sin embargo, se volvió más taciturno y ceñudo que antes, hablando menos con todos, incluso con Harry, y pasando más tiempo encerrado en el cuarto de su madre con Buckbeak.
- ¡No te sientas culpable! –dijo Hermione severamente, luego de que Harry les confiara algunos de sus sentimientos a ella y Ron, mientras fregaban un armario enmohecido en el tercer piso unos días después-. Perteneces a Hogwarts y Sirius lo sabe. Personalmente, pienso que está siendo egoísta.
- Eso es un poco duro, Hermione –dijo Ron frunciendo el ceño mientras trataba de limpiarse un poco de moho que se había pegado en el dedo-. Tu no querrías quedarte encerrada en esta casa sin ninguna compañía.
- ¡Estará acompañado! –dijo Hermione-. Este es el cuartel central de la Orden del Fénix, ¿no? Es que aún tiene la esperanza de que Harry se quede a vivir aquí algún día.
- No creas eso –dijo Harry sacudiéndose la ropa-. No me dio una respuesta directa cuando le pedí si podía.
- Es que no quería que crecieran sus propias esperanzas –dijo Hermione juiciosamente-. Y probablemente se sintió un poco culpable, porque pienso que una parte de él realmente deseaba que te expulsaran. Entonces ambos serían descartados.
- ¡Retráctate! –dijeron Harry y Ron a la vez, pero Hermione simplemente se encogió de hombros.
- Corríjanse ustedes. Pero algunas veces creo que la madre de Ron tiene razón y que Sirius te confunde con tu padre, Harry.
- ¿Así que crees que está mal de la cabeza? –dijo Harry acaloradamente.
- No, sólo creo que ha estado solo por mucho tiempo –dijo Hermione meramente.
En este punto, la Sra. Weasley entró en la habitación.
- ¿Aún no han terminado? –dijo metiendo la cabeza en el armario.
- ¡Pensé que estarías aquí para decirnos que tomáramos un descanso! –dijo Ron amargamente-. ¿Sabes cuánto moho hemos sacado desde que llegamos aquí?
- Si están tan entusiasmados por ayudar a la Orden –dijo la Sra. Weasley-, pueden poner su granito de arena haciendo al Cuartel General un lugar habitable.
- Me siento como un elfo doméstico –se quejó Ron.
- ¡Bueno, ahora que entiendes la sucia vida que llevan, quizás estés más activo en la PEDDO! –dijo Hermione esperanzadamente, cuando la Sra. Weasley los dejó-. Ya sabes, quizás no sería mala idea mostrarle a la gente lo horrible que es limpiar todo el tiempo; podríamos patrocinar una limpieza de la Sala Común de Gryffindor, todos los ingresos para la PEDDO. Acabaría con la ignorancia y recaudaríamos fondos.
- Te patrocinaré para que termines con eso de la PEDDO –murmuró Ron, pero sólo Harry pudo oírlo.

Harry se encontró soñando con Hogwarts más y más a medida que se aproximaba en fin de las vacaciones. No podía esperar para ver a Hagrid otra vez, para jugar al Quidditch, incluso para pasearse entre las parcelas de vegetales en los invernaderos de Herbología; sería un placer sólo dejar esa casa polvorienta y mohosa donde la mitad de los armarios estaban todavía bajo llave y Kreacher lanzaba insultos desde las sombras cuando pasaba, aunque Harry se cuidaba de decir estas cosas donde Sirius lo escuchara.
El hecho era vivir en el Cuartel General del Movimiento anti-Voldemort no había ni de cerca tan interesante o emocionante como se había esperado Harry antes de experimentarlo. Aunque los miembros de la Orden del Fénix iban y venían regularmente, a veces para quedarse a cenar, a veces para conversar en susurros por algunos minutos, la Sra. Weasley se aseguraba que Harry y los otros quedaran fuera de donde pudieran oírlos (ya fuera con orejas normales o Extensibles) y nadie, ni siquiera Sirius, parecía pensar que Harry necesitara oír más de lo que le habían dicho la noche de su llegada.
El último día de vacaciones Harry estaba barriendo los deshechos de Hedwing arriba del ropero cuando Ron entró al cuarto trayendo un par de sobres.
- La lista de libros –dijo tirándole la suya a Harry, que estaba parado en una silla-. Sobre la demora, creo que se olvidaron, suelen venir mucho más temprano...
Harry deslizó el último de los deshechos en una bolsa de basura y tiró la bolsa por encima de la cabeza de Ron hacia la papelera que estaba en un rincón, que se la tragó y eructó fuertemente. Después abrió su carta.
Contenía dos pedazos de pergamino: uno era el usual recordatorio de que el periodo empezaba el primero de Septiembre, el otro le decía qué libros iba a necesitar para el año que empezaba.
- Sólo dos nuevos –dijo leyendo la lista-, “El libro reglamentario de hechizos, nivel 5” de Miranda Goshawk, y “Teoría de la Magia Defensiva” de Wilbert Slinkhard.
Crack.
Fred y George aparecieron justo al lado de Harry. A esa altura, se había acostumbrado tanto a que hicieran eso que ni siquiera saltó de la silla.
- Justo nos estábamos preguntando quién habría elegido el libro de Slikhard –dijo Fred conversador.
- Porque eso quiere decir que Dumbledore encontró un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras –dijo George.
- Y a tiempo, además –dijo Fred.
- ¿Qué quieren decir? –dijo Harry poniéndose a un lado.
- Bueno, oímos a papá y mamá, hablando, con nuestras Orejas Extensibles hace unas semanas –le dijo Fred-, y por lo que estaban diciendo, Dumbledore había tenido verdaderos problemas para encontrar a alguien que hiciera el trabajo este año.
- Nada sorprendente, ¿no?, cuando te fijas en lo que le pasó a los otros cuatro –dijo George.
- Uno despedido, uno muerto, uno que perdió su memoria y uno que pasó nueve meses encerrado en un baúl –dijo Harry contándolos con sus dedos-. Sí, veo a lo que se refieren.
- ¿Qué hay contigo, Ron? –preguntó Fred.
Ron no contestó. Harry se volvió a verlo. Ron estaba parado y muy quieto con la boca ligeramente abierta, embobado ante su carta de Hogwarts.
- ¿Cuál es el problema? –dijo Fred impaciente, rodeando a Ron para leer el pergamino por encima de su hombro.
La boca de Fred se abrió también.
- ¿Prefecto? –dijo, fijando la vista en la carta, incrédulo-. ¿Prefecto?
George saltó hacia delante, tomó el sobre que Ron tenía en la otra mano y lo dio vuelta. Algo de color escarlata y oro cayó de su mano.
- No puede ser –dijo George en un susurro de voz.
- Ha habido un error –dijo Fred arrebatando la carta del puño de Ron y mirándola a trasluz como si buscara marcas de agua-. Nadie en su sano juicio pondría a Ron como Prefecto.
Las cabezas de los gemelos se volvieron y clavaron la mirada en Harry.
- ¡Pensamos que seguro eras tú! –dijo Fred, en un tono que sugería que Harry los había engañado de alguna manera.
- ¡Pensamos que Dumbledore estaba obligado a escogerte! –dijo George indignadamente.
- ¡Habiendo ganado el Torneo de los Tres Magos y todo! –dijo Fred.
- Supongo que sus locuras contaron contra él –dijo George.
- Sí –dijo Fred lentamente-, si, has causado muchos problemas, compañero. Bien al menos uno de ustedes tiene bien claras sus prioridades.
Camino hacia Harry y palmeó su espalda dirigiendo una mordaz mirada a Ron.
- Prefecto... el pequeño Ronnie Prefecto.
- Ohh, mamá estará conmocionada –gimió George, lanzándole la insignia a Ron como se fuera a contaminarse con ella.
Ron, que aún no había dicho una palabra, tomó la insignia, la observó por un momento y luego se la alcanzó a Harry como pidiéndole sin palabras que confirmara que era auténtica. Harry la tomó. Una gran P estaba superpuesta al león de Gryffindor. Había visto una insignia como ésta en el pecho de Percy en su primer día en Hogwarts.
La puerta se abrió de golpe. Hermione entró llorando en el cuarto, sus mejillas sonrojadas y su pelo flotando. Tenía un sobre en la mano.
- ¿Te dieron... te dieron un...?
Notó la insignia en la mano de Harry y soltó un chillido.
- ¡Lo sabía! –dijo excitada-. ¡Yo también, Harry, yo también!
- No –dijo Harry rápidamente, poniendo la insignia en la mano de Ron otra vez-. Es Ron, no yo.
- Es... ¿qué?
- Ron es Prefecto, no yo –dijo Harry.
- ¿Ron? –dijo Hermione, abriendo la boca-. ¿Pero... estás seguro? Quiero decir...
Se puso roja cuando Ron se volvió a verla, con una expresión desafiante en su cara.
- Mi nombre está en la carta –dijo.
- Yo... –dijo Hermione completamente aturdida-. Yo... eh... ¡wow! ¡Bien hecho, Ron! Es realmente...
- ¿Inesperado? –dijo George moviendo la cabeza.
- No –dijo Hermione ruborizándose aún más-, no lo es... Ron ha hecho grandes... es realmente...
La puerta tras ella se abrió un poco más y la Sra. Weasley entró caminando con una pila de túnicas recién lavadas.
- Ginny dijo que la lista de libros vino por fin –dijo, echando un vistazo a los sobres mientras se dirigía a la cama y empezaba a repartir las túnicas en dos pilas-. Si me las dan, las llevaré al callejón Diagon esta tarde y compraré los libros mientras ustedes empacan. Ron, tengo que comprarte más pijamas, estos son por lo menos seis centímetros más cortos, no puedo creer lo rápido que estás creciendo... ¿de qué color los quieres?
- Cómpraselos en rojo y oro para que combinen con su insignia –dijo George, con una sonrisa boba.
- ¿Para qué combinen con su qué? –dijo la Sra. Weasley ausente, enrollando un par de medias marrones y poniéndolas sobre la pila de Ron.
- Su insignia –dijo Fred como si esperara lo peor de un momento a otro-. Su hermosa, brillante, nueva insignia de Prefecto.
Las palabras de Fred tardaron un momento en penetrar en la preocupación de la Sra. Weasley por sus pijamas.
- Su... pero... Ron, ¿tú no?
Ron levantó su insignia.
La Sra. Weasley soltó un chillido igual al de Hermione.
- ¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer! ¡Oh, Ron, es maravilloso! ¡Un Prefecto, como todos en la familia!
- ¿Qué somos Fred y yo, los vecinos de al lado? –dijo George indignado, cuando su madre lo empujó a un lado y rodeó con sus brazos a su hijo más joven.
- ¡Espera a que tu padre lo escuche! ¡Ron, estoy tan orgullosa de ti, que maravillosas noticias, podrías terminar como Premio Anual como Bill y Percy, es el primer paso! Oh, que noticia entre todas estas preocupaciones, estoy sencillamente emocionada, Ronnie...
Fred y George hacían sonidos como de arcadas por su espalda, pero la Sra. Weasley no lo notó; con sus brazos rodeando fuertemente el cuello de Ron, le besaba toda la cara, que se había vuelto de un rojo más intenso que el de la insignia.
- Mamá... no... mamá, suéltame ya... –murmuró tratando de apartarla.
Ella lo soltó y le dijo sin aliento:
- Bueno, ¿qué será? Le regalamos a Percy una lechuza, pero tú ya tienes una, por supuesto.
- ¿Qué... qué quieres decir? –dijo Ron, como si no pudiera dar crédito a sus oídos.
- ¡Tendrás una recompensa por esto! –dijo la señora Weasley cariñosamente-. ¿Qué tal una linda y nueva túnica de gala?
- Ya le compramos una –dijo Fred amargamente, y parecía lamentar su generosidad.
- O un nuevo caldero, el de Charlie ya se está herrumbrando, o una nueva rata, siempre te gustó Scabbers...
- Mamá –dijo Ron esperanzado-, ¿puedo tener una nueva escoba?
La sonrisa de la Sra. Weasley decayó un poco: las escobas eran caras.
- No tiene que ser una buena –se apresuró a agregar Ron-. Sólo... sólo una nueva para cambiar.
La Sra. Weasley dudó un momento, luego sonrió.
- Por supuesto que puedes... bueno, más vale que parta si tengo que comprar también una escoba. Los veré después... ¡el pequeño Ronnie, Prefecto! Y no olviden de hacer sus equipajes... un Prefecto... oh, soy toda nervios...
Le dio aún otro beso a Ron, se sonó la nariz y salió del cuarto. Fred y George también cambiaron miradas.
- No te importa si no te besamos, ¿no, Ron? –dijo Fred en una falsa voz de ansiedad.
- Podemos hacer una reverencia, si quieres –dijo George.
- Oh, cállense –dijo Ron refunfuñando.
- ¿O qué? –dijo Fred, con una sonrisa maligna extendiéndose en su cara-. ¿Nos pondrás en detención?
- Me encantaría verlo tratar –dijo George con una media sonrisa.
- ¡Podría si no se cuidan! –dijo Hermione enojada.
Fred y George soltaron una carcajada, y Ron murmuró:
- Déjalo, Hermione.
- Tendremos que cuidarnos los pasos, George –dijo Fred haciendo que temblaba-, con estos dos en nuestra caza...
- Sí, parece que nuestros días de quebrantadores de la ley se terminaron –dijo George sacudiendo su cabeza.
Y con otro sonoro ¡crack! Los mellizos desaparecieron.
- ¡Esos dos! –dijo Hermione furiosa, mirando al techo a través del cual se podía escuchar que los mellizos se partían de risa en el piso de arriba-. No les prestes atención, Ron, sólo están celosos.
- No creo que lo estén –dijo Ron dubitativamente, también mirando hacia el techo-. Siempre han dicho que sólo los torpes se convierten en Prefectos... aunque –dijo en un tono más alegre-, ¡nunca han tenido escobas nuevas! Ojalá pudiera ir con mamá y elegir... nunca podría costear una Nimbus... pero también está la nueva Cleansweep, eso estaría genial... sí, creo que iré a decirle que quiero una Cleansweep, sólo para que sepa.
Desapareció del cuarto, dejando a Harry y Hermione solos.
Por alguna razón, Harry encontró que no quería mirar a Hermione. Giró hacia su cama, levantó la pila de ropa limpia que la Sra. Weasley había dejado sobre ella y cruzó el cuarto para dirigirse a su equipaje.
- ¿Harry? –dijo tentativamente Hermione.
- Bien hecho, Hermione –dijo Harry oyendo que su voz no sonaba como siempre, y todavía sin mirar a Hermione-. Brillante. Prefecta. Genial.
- Gracias –dijo Hermione-. Ehhh... ¿puedo pedirte prestada a Hedwing para contarle a mamá y a papá? Van a estar realmente satisfechos. Quiero decir, Prefecta es algo que pueden comprender.
- Sí, no hay problema –dijo Harry, todavía esa horrible voz chirriante que no le pertenecía-. ¡Tómala!
Saltó sobre su equipaje, dejó las túnicas al fondo de éste e hizo como si buscara algo. Hermione cruzó el cuarto yendo hacia el ropero y llamó a Hedwing. Pasaron unos minutos. Harry escuchó la puerta cerrarse pero igual se quedó inclinado, escuchando; los únicos sonidos que pudo escuchar fueron de nuevo los gemidos del cuadro vacío y la papelera en la esquina atragantándose con los deshechos de Hedwing.
Se irguió y miró detrás de él. Hermione se había ido con Hedwing. Harry cruzó rápidamente el cuarto, cerró la puerta y después volvió lentamente a su cama y se sumergió en ella, mirando fijamente sin ver la comida encima del ropero.
Se había olvidado completamente que los Prefectos eran elegidos en quinto año. Había estado ansioso por la probabilidad de que fuera expulsado. Que no había dedicado un solo pensamiento al hecho de que las insignias necesariamente debían ser entregadas a alguien. Pero si lo hubiera recordado... Si hubiera pensado en eso... ¿Qué expectativas habría tenido?
- No esto -dijo una pequeña y sincera voz dentro de su cabeza. Hizo una mueca y enterró la cabeza entre las manos. No se podía mentir a sí mismo; si hubiera sabido que la insignia de Prefecto estaba en camino, habría esperado que fuera para él, no para Ron. ¿Lo hacía esto tan arrogante como Draco Malfoy? ¿Se veía él superior a los demás? ¿Realmente pensaba que era mejor que Ron?
- No –dijo la pequeña voz, desafiante.
- ¿Sería verdad eso? -tanteó Harry, poniendo ansiosamente a prueba sus propios sentimientos.
- Soy mejor que él en Quidditch –dijo la voz-. Pero no lo supero en nada más.
- Eso era verdad, definitivamente -pensó Harry-. Él no era mejor que Ron en las lecciones. ¿Pero que pasaba con las otras lecciones? ¿Qué pasaba con esas aventuras que él, Ron y Hermione habían tenido desde que habían empezado en Hogwarts, frecuentemente arriesgándose a mucho más que una expulsión?
- Bueno, Ron y Hermione estuvieron conmigo la mayoría del tiempo –dijo la voz de la cabeza de Harry.
- No todo el tiempo –pensó Harry argumentando con él mismo-. Ellos no enfrentaron a Quirrell conmigo. Ellos no estuvieron frente a Ryddle y el basilisco. Ellos no se deshicieron de todos esos Dementores la noche que Sirius escapó. Ellos no estuvieron en ese cementerio conmigo, la noche que regresó Voldemort...
Y el mismo sentimiento de haber sido injusto que lo había abrumado la noche que había llegado resurgió.
- Definitivamente hice mucho –pensó Harry indignado-. ¡Hice mucho más que cualquiera de ellos!
- Pero quizás –dijo la pequeña voz acertadamente-, quizás Dumbledore no elige a los Prefectos porque se metan en un montón de situaciones peligrosas... quizás los elige por otras razones... Ron debe tener algo que tú no tienes...
Harry abrió los ojos y miró por entre sus dedos la pata del armario, recordando lo que Fred había dicho: “Nadie en su sano juicio haría Prefecto a Ron... “
Ron no le había pedido a Dumbledore que le diera la insignia de Prefecto. No era su culpa. ¿Iba él, Harry, el mejor amigo de Ron en el mundo, resentirse con él porque no le habían dado una insignia, reír con los gemelos a espalda de su amigo, desearle la ruina, cuando, por primera vez, había superado a Harry en algo?
En ese punto Harry escuchó de nuevo los pasos de Ron en la escalera. Se levanto, enderezó sus lentes y estampó una sonrisa en su cara cuando Ron entró con un salto.
- ¡Ya cayó! –dijo alegremente-. Ella dice que me va a comprar una Barredora si puede.
- Genial –dijo Harry, y se alivió al escuchar que esa voz en su cabeza había parado-. Escucha, Ron. Bien hecho, amigo.
La sonrisa de Ron se apagó.
- ¡Nunca pensé que iba a ser yo! –dijo sacudiendo la cabeza-. ¡Estaba seguro que serías tú!
- Bah, supongo que causo muchos problemas –dijo Harry haciendo eco a Fred.
- Sí –dijo Ron-. Sí, supongo... bueno, más vale que empaquemos ¿no?
Era extraño como generalmente sus posesiones parecían haberse desparramado solas desde que habían llegado.
La mayor parte de la tarde se les fue en recuperar sus libros y posesiones alrededor de toda la casa y ponerlos en los baúles escolares. Harry notó que Ron no dejaba de cambiar de lugar su insignia de Prefecto, primero la puso en la mesita de al lado, después la guardó en el bolsillo del pantalón, y luego la sacó y se la colocó en la túnica arrugada, como viendo el efecto del rojo sobre el negro. Sólo cuando Fred y George la agarraron y le ofrecieron pegársela en la frente con un Hechizo de Pegamento Permanente la escondió en sus medias marrones y cerró el baúl.
La Sra. Weasley volvió del Callejón Diagon a eso de las seis repleta de libros y llevando un largo paquete envuelto en un grueso papel marrón que Ron agarró con un gemido anhelante.
- No lo desenvuelvas ahora, la gente está llegando para la cena y los quiero que bajen todos –dijo la Sra. Weasley, pero en el momento ella se perdió de vista Ron rasgó el papel con frenesí y examinó cada pulgada de su escoba nueva, con una expresión extasiada en la cara.
En la planta baja la Sra. Weasley había colgado una bandera escarlata por encima de la pesada mesa del comedor, la cual decía:
FELICITACIONES
RON Y HERMIONE
LOS NUEVOS PREFECTOS
DE GRYFFINDOR

Ella parecía estar mucho más contenta que en todo el resto de las vacaciones:
- Creo que tendríamos que tener una pequeña fiesta, no una cena corriente –dijo cuando Harry, Ron, Hermione, Fred, George y Ginny entraron a la habitación-. Tu padre y Bill están en camino, Ron. Les envié una lechuza y están muy emocionados –agregó radiante.
Fred puso los ojos en blanco.
Sirius, Lupin, Tonks y Kingsley Shacklebolt ya habían llegado y Ojo-Loco Moody entró taconeando poco después de que Harry se hubiera servido una cerveza de manteca.
- Oh, Alastor, me alegro de que estés aquí –dijo radiante la Sra. Weasley, mientras Ojo-Loco se sacaba la capa de viaje-. Te estábamos esperando hace añares. ¿Puedes echar un vistazo al escritorio del estudio y decirnos qué hay adentro? No queríamos abrirlo en caso de encontrar algo realmente repugnante.
- No hay problema, Molly..
El ojo azul eléctrico de Moody giró hacia arriba y miró fijamente a través del techo de la cocina.
- Estudio... –gruñó con la pupila contraída-. ¿Está el escritorio en la esquina? Sí, ya lo veo... Sí, es un Boggart... ¿Quieres que vaya y lo eche, Molly?
- No, no, lo haré yo misma más tarde –dijo la Sra. Weasley-. Tienes que tomar un trago. Tenemos una pequeña celebración, de hecho... –hizo un gesto a la bandera escarlata-. ¡El cuarto Prefecto de la familia! –dijo cariñosamente revolviendo el pelo de Ron.
- ¿Prefecto, eh? –gruñó Moody, su ojo normal puesto en Ron y el mágico rodando para ver dentro de su cabeza. Harry tuvo la muy incómoda sensación que lo miraba a él y que luego lo movía hacia Sirius y Lupin.
- Bueno, felicidades –dijo Moody, todavía mirando penetrantemente a Ron con su ojo normal-. Las figuras de autoridad siempre atraen problemas pero supongo que Dumbledore piensa que tu puedes resistir mayores infortunios o no te habría elegido...
Ron se veía más bien alarmado con este punto de vista, pero se salvó del problema de responder con la llegada de su padre y su hermano mayor. La Sra. Weasley estaba de tan buen humor que ni siquiera se quejó de que hubieran traído a Mundungus con ellos; éste tenía puesto un largo sobretodo que se abultaba en lugares inverosímiles y rehusó el ofrecimiento de quitárselo y dejarlo junto a la capa de Moody.
- Bueno, creo que deberíamos hacer un brindis –dijo el Sr. Weasley cuando todo el mundo tuvo una bebida. Levantó su copa-. ¡Por Ron y Hermione, los nuevos Prefectos de Gryffindor!
Ron y Hermione lucían radiantes mientras todos bebían a su salud, y luego aplaudieron.
- Yo nunca fui Prefecta –dijo Tonks deslumbrada detrás de Harry, cuando todos se movieron hacia la mesa a servirse comida. Tenía el pelo color rojo tomate y lacio, parecía la hermana mayor de Ginny-. El jefe de mi casa dijo que me faltaban ciertas cualidades necesarias.
- ¿Cómo cuáles? –dijo Ginny eligiendo una papa asada.
- Como la habilidad de cuidar de mí misma –dijo Tonks.
Ginny se rió. Hermione parecía no saber si reírse o n, tomando un gran trago de cerveza de manteca y ahogándose con él.
- ¿Qué hay de ti, Sirius? –dijo Ginny palmeando la espalda de Hermione. Sirius, estaba a la derecha de Harry, soltó su usual risa como un ladrido.
- Nadie me hubiera hecho Prefecto, pasé demasiado tiempo en detención con James. Lupin era el chico bueno, él ganó la insignia.
- Creo que Dumbledore deseó que fuera capaz de ejercer algún control sobre mis mejores amigos –dijo Lupin-. Me cuesta tener que decir que fallé tristemente.
El humor de Harry mejoró de pronto. Su padre tampoco había sido un Prefecto. De repente la fiesta le pareció mucho más disfrutable; cargó su plato con comida, sintiendo el doble de cariño por todo el mundo.
Ron parloteaba sobre la escoba con cualquiera que quisiera escucharlo.
-... de cero a setenta en diez segundos, no está mal ¿no? Pensar que la Cometa 2-90 sólo va de cero a sesenta y eso con una cola decente, según qué escoba.
Hermione estaba hablando muy seriamente con Lupin sobre su punto de vista de los derechos de los elfos domésticos.
- Quiero decir, es el mismo sin sentido que implica la segregación de los hombres lobo ¿no? Ambas resultan de este aspecto tan horrible que tienen los magos de creerse superiores a todas las otras criaturas.
La Sra. Weasley y Bill tenían su usual discusión sobre el pelo de Bill.
-... se re está yendo la mano, y tú que eres tan apuesto, se vería mucho mejor corto. ¿No te parece, Harry?
- Oh... yo no... –dijo Harry ligeramente alarmado porque le hubieran pedido opinión, se deslizó en dirección a Fred y George, que estaban amontonados junto a Mundungus.
Éste se cayó cuando vio a Harry, pero Fred le hizo un guiño y le hizo señas a Harry para que se acercara.
- Está bien –le dijo a Mundungus-, podemos confiar en Harry, es nuestro patrocinador financiero.
- Mira lo que tiene Dung –dijo George mostrándole el hueco de la mano de Harry. Estaba lleno de lo que parecían vainas negras y retorcidas. Un débil sonido de matraca surgía de ellas, aunque estaban completamente quietas.
- Semillas de “Tentáculo Venenoso” –dijo George-. Las necesitamos para nuestros bocados Skiving pero son Clase C, Sustancias no Comercializables, por lo que hemos tenido algunos problemas para conseguirlas.
- Entonces son diez Galeones el paquete, Dung –dijo Fred.
- ¿Con to’ los problemas que pasé para conseguirlo’? –dijo Mundungus y sus ojos caídos y enrojecidos se estrecharon aún más-. Lo siento, muchachos, pero así no recupero ni un Knut sobre veinte.
- A Dung le gustan sus bromitas –le dijo Fred a Harry.
- Sí, la mejor hasta ahora ha sido 6 Sickles por una bolsa de plumas de Knarl –dijo George.
- Cuídense –les advirtió Harry tranquilamente.
- ¿De qué? –dijo Fred-. Mamá está arrullando al Prefecto Ron, estamos bien.
- Pero Moody podría tener su ojo sobre ustedes –apuntó Harry.
Mundungus miró nervioso sobre su hombro.
- Buen punto –gruñó-. De acuerdo, muchachos, diez es el precio, si se las llevan rápido.
- ¡Viva, Harry! –dijo Fred maravillado cuando Mundungus vació sus bolsillos en las manos extendidas de los gemelos y echó una carrera hacia la comida-. Mejor llevamos esto para arriba.
Harry los observó irse, sintiéndose ligeramente sosegado. Se le acababa de ocurrir que quizá los señores Weasley quisieran saber cómo financiaban los mellizos su negocio de chascos, hasta que, indudablemente, lo averiguaran. Darle a los mellizos su premio por el Torneo había parecido muy simple en aquel momento, pero ¿qué si llevaba a otro alboroto familiar y a un extrañamiento como el de Percy? ¿Sentiría aún la Sra. Weasley que Harry era como un hijo si se encontrara con que él había hecho posible que Fred y George empezaban una carrera que ella creía muy inadecuada?
Parado donde lo habían dejado los gemelos, con un pesado sentimiento de culpa sobre el estómago como única compañía, Harry pescó el sonido de su propio nombre. La voz profunda de Kingsley Shacklebolt se podía escuchar encima de todo el ruido.
-... por qué Dumbledore no hizo a Potter un Prefecto?
- Habría tenido sus razones –replicó Lupin.
- Pero eso demostraría su confianza en él. Es lo que yo hubiera hecho –persistía Kingsley-, sobre todo con El Profeta tomándole el pelo cada poco días...
Harry no quiso darse vuelta, no quería que Lupin y Kingsley supieran que los había escuchado. A pesar de que no tenía hambre ni remotamente, siguió a Mundungus hacia la mesa. La alegría de la fiesta se le había desvanecido tan rápido como había venido, deseó estar arriba de la cama.
Ojo-Loco olfateaba una pata de pollo que aún le quedaba, por lo visto no encontró rastro de veneno, porque luego arrancó un pedazo con los dientes.
-... el mango hecho de roble español, con barniz anti-maleficios y control de vibraciones integrado... –le decía Ron a Tonks.
La Sra. Weasley bostezó abiertamente.
- Bueno, creo que sacaré a ese Boggart antes de acostarme... Arthur, no quiero que este grupo se quede levantado hasta muy tarde, ¿de acuerdo? Buenas noches, Harry, querido.
Dejó la cocina. Harry se preguntó si podía seguirla sin llamar la atención.
- ¿Estás bien, Potter? –gruñó Moody.
- Sí, bien –mintió Harry.
Moody tomó un trago de su petaca, mirando fijamente a Harry.
- Ven aquí, tengo algo que quizá te interese –dijo.
De un bolsillo interior de su túnica sacó una vieja foto mágica hecha jirones.
- La Orden del Fénix original –gruñó Moody-. La encontré anoche cuando buscaba mi Capa Invisible de repuesto, viendo que Podmore no ha tenido los modales de devolverme la mejor... pensé que les gustaría verla.
Harry tomó la fotografía. Un pequeño grupo de gente, algunos saludándolo, otros levantando sus lentes, lo miraron.
- Aquí estoy yo –dijo Moody, señalándose a sí mismo innecesariamente. El Moody de la fotografía era inconfundible, aunque su pelo estaba un poco menos gris y su nariz estaba intacta-. Dumbledore está al lado mío, Dedalus Diggle al otro lado... ésta es Marlene McKinnon, la mataron dos semanas después de agarrarla, tenían a toda su familia. Estos son Frank y Alice Longbottom...
El estómago de Harry, ya molesto, se encogió al ver a Alice Longbottom: conocía su cara redonda y amigable muy bien, aunque nunca la hubiera conocido, porque era la viva imagen de su hijo Neville.
-... pobres diablos –gruñó Moody-. Mejor estar muerto que lo que le pasó a ellos... y esta es Emmeline Vance, ya la conoces, y este es Lupin, obviamente... Benjy Fenwick, quien también crepó, sólo pudimos encontrarlo a pedazos... muévanse ahí –agregó, golpeando ligeramente la foto, por lo que las personitas fotográficas se movieron, de forma que los que estaban parcialmente a oscuras se pusieron a la vista.
- Este es Edgar Bones... el hermano de Amelia Bones, los capturaron a él y a su familia, era un gran mago... Sturgis Podmore, se ve joven... Caradoc Deaborn, se desvaneció seis meses después de esto, nunca encontramos su cuerpo... Hagrid, por supuesto, luce exactamente como siempre... Elphias Dodge, lo conoces, olvidé que solía usar ese estúpido sombrero... Gideon Prewett, hicieron falta cinco Mortífagos para matarlo junto a su hermano Fabian, pelearon como héroes... muévanse, muévanse...
Las personitas volvieron a moverse y los que estaban escondidos a la derecha se pusieron al frente de la foto.
- Este es el hermano de Dumbledore, Abeforth, la única vez que me lo encontré, un tipo extraño... este es Dorcas Meadowes, Voldemort lo mató personalmente... Sirius, cuando aún tenía pelo corto... ¡y aquí vienen los que te deben interesar!
El corazón de Harry dio un vuelco. Sus padres lo saludaban, sentados a ambos lados de un hombre bajito de mirada acuosa, que Harry reconoció enseguida como Colagusano, el que le había dado el paradero de los padres de Harry a Voldemort y así ayudó a llevarlos a la muerte.
- ¿Y? –preguntó Moody.
Harry miró la cara llena de cicatrices de Moody. Evidentemente Moody tenía la impresión de haber dado a Harry una gran alegría.
- Sí –dijo Harry, logrando sonreír otra vez-. Eh, escuche, acabo de recordar que no empaqué mi...
Escapó del problema de inventar un objeto que no había empacado. Sirius acababa de decir “¿Qué tienes ahí, Moody?” y este ya se había dado vuelta hacia él. Harry cruzó la cocina, se deslizó por la puerta y subió las escaleras antes de que nadie pudiera llamarlo.
No sabía por qué se había conmocionado tanto; había visto fotografías de sus padres antes, y había conocido a Colagusano, pero que se los tiraran así, cuando menos lo esperaba... a nadie le gustaría, pensó enojado... Y además, verlos rodeados por todas esas caras felices... Benjuí Fenwick, que había sido encontrado en pedacitos, y Gideon Prewett, que murió como un héroe, y los Longbottom, que fueron torturado hasta la locura... todos luciendo en la fotografía felices para siempre, sin saber que estaban sentenciados... bueno, Moody lo podía encontrar interesante... él, Harry, lo encontró perturbador...
Harry subió de puntillas, pasando por las cabezas empotradas de los elfos domésticos, contento de estar solo de nuevo, pero cuando ya estaba cerca del primer descansillo oyó unos ruidos. Alguien estaba sollozando en el estudio.
- ¿Hola? –dijo Harry.
No hubo respuesta pero los sollozos continuaron. Subió de a dos los escalones que faltaban, cruzó el descansillo y abrió la puerta del estudio.
Alguien se agachaba contra la pared oscura, la varita en su mano, su cuerpo entero sacudiéndose por los sollozos. Extendido sobre la vieja y sucia alfombra, en un parche de luz de luna, estaba, claramente muerto, Ron.
El aire se desvaneció completamente de los pulmones de Harry, se sintió como se cayera a través del piso, su cerebro se convirtió en frío hielo... Ron muerto, no, no podía ser... Pero esperen un momento, no podía ser... Ron estaba en el piso de abajo.
- ¿Señora Weasley? –graznó Harry.
- ¡R-r-riddikulus! –gimió ella apuntando su varita temblorosa hacia el cuerpo de Ron.
Crack.
El cuerpo de Ron se convirtió en el de Bill, extendido boca arriba, con los ojos abiertos y vacíos. La Sra. Weasley sollozó más violentamente que antes.
- ¡R-r-riddikulus¡ -gimió de nuevo.
Crack.
El cuerpo de Bill fue reemplazado por el del Sr. Weasley, sus lentes caídos, un hilo de sangre corriéndole por la cara.
- ¡No! –sollozó la Sra. Weasley-. ¡No! ¡Riddikulus! ¡Riddikulus! ¡RIDDIKULUS!
Crack.
Los gemelos muertos. Crack. Percy muerto. Crack. Harry muerto.
- ¡Señora Weasley, déjelo! –gritó Harry, mirando su propio cadáver en el piso-. Vamos por alguien más.
- ¿Qué está pasando?
Lupin había entrado corriendo al cuarto, seguido de cerca por Sirius con Moody taconeando detrás de ellos. Lupin miró de la Sra. Weasley al Harry muerto en el suelo y pareció entenderlo en un instante. Sacando su propia varita, dijo alto y claro:
- ¡Riddikulus!
El cadáver de Harry se desvaneció. Una cosa plateada se elevó en el aire sobre la mancha que había dejado. Lupin sacudió su varita una vez más y la cosa se desvaneció en una ráfaga de humo.
- Oh-Oh-Oh –tragó saliva la Sra. Weasley, y rompió en una tormenta de llanto, sus manos en la cara.
- Molly –dijo Lupin con ligereza, caminando hacia ella-. Molly, no...
Al siguiente segundo, ella se estaba desahogando sobre el hombro de Lupin.
- Molly, era sólo un Boggart –dijo calmadamente, dándole palmadas en la cabeza-. Sólo un estúpido Boggart...
- ¡Los veo muertos todo el tiempo! –sollozó la Sra. Weasley sobre el hombro de Lupin-. ¡Todo el t-t-tiempo! Yo-yo sueño con eso...
Sirius estaba mirando el parche donde el Boggart, pretendiendo ser el cadáver de Harry, había desaparecido. Moody observaba a Harry, quien evitó su mirada. Tuvo la graciosa sensación de que el ojo mágico de Moody lo había seguido todo el camino desde la cocina.
- No-no le digan a Arthur –estaba balbuceando otra vez la Sra. Weasley, frotándose frenéticamente los ojos con sus puños-. No-no-no quiero que sepa... fui tan tonta...
Lupin le dio un pañuelo y ella se sonó la nariz.
- Cuánto lo siento, Harry. ¿Qué pensarás de mí? –dijo con una sacudida-. No ser capaz de deshacerme de un Boggart...
- No sea tonta –dijo Harry tratando de sonreír.
- Simplemente estoy t-t-tan preocupada –dijo ella, las lágrimas resbalándose por sus ojos otra vez-. La mitad de la fa-familia en la Orden, va a-a ser un milagro si seguimos como ahora... y P-Percy no nos habla... ¿qué sin pasa una desgracia y nosotros n-n-nunca nos hubiéramos arreglado con él? ¿Y qué pasará si Arthur es asesinado, quién cuidará a Ron y Ginny?
- Molly, ya es suficiente –dijo con firmeza Lupin-. Esto no es como la última vez. La Orden está mejor preparada, tenemos un buen comienzo, sabemos lo que Voldemort va a...
La Sra. Weasley dio un pequeño chillido de miedo con el sonido de ese nombre.
- Oh, vamos Molly, hace un tiempo solías escuchar su nombre... mira, no puedo prometerte que nadie se va a herir, nadie puede prometer eso, pero estamos mucho mejor que lo que estuvimos la última vez. Tú no estabas en la Orden en ese momento, no puedes entenderlo. La última vez éramos veinte a uno con los Mortífagos, y nos estaban matando uno por uno...
Harry pensó en la fotografía de nuevo, en las caras felices de sus padres. Sabía que Moody seguía observándolo.
- No te preocupes por Percy –dijo bruscamente Sirius-. Él volverá. Es solo cuestión de tiempo antes de que Voldemort salga a la luz. Una vez que lo haga, el Ministerio entero va a rogarnos perdón. Y no estoy seguro de que vaya a disculparlos –agregó amargamente.
- ¿Y quienes crees que va a cuidar a Ron y Ginny si muere Arthur? –dijo Lupin sonriendo apenado-. ¿Qué crees que haríamos, dejarlos muertos de hambre?
La Sra. Weasley sonrió trémula.
- Fui una tonta –murmuró de nuevo frotándose los ojos.
Pero Harry, mientras cerraba la puerta del cuarto detrás de él, diez minutos después, no pudo pensar que la Sra. Weasley era tonta. Todavía podía ver a sus padres sonriéndole desde la andrajosa y vieja fotografía, ignorando que sus vidas, como las de muchos alrededor de ellos, estaban a punto de acabarse. La imagen del Boggart disfrazándose de los cadáveres de cada miembro de la familia de la Sra. Weasley por turno seguía apareciendo ante sus ojos.
Sin aviso, la cicatriz en su frente le ardió con dolor de nuevo y su estómago se revolvió horriblemente.
- Córtala –dijo firmemente, frotándose la cicatriz mientras el dolor cedía.
- El primer signo de locura, hablándole a tu propia cabeza –dijo una voz socarrena desde el cuadro vacío de la pared.
Harry lo ignoró. Se sentía más viejo de lo que se había sentido en su vida y le pareció extraordinario que hace apenas una hora hubiera estado preocupado por una tienda de bromas y por quien tenía una insignia de Prefecto.

 

CAPÍTULO X

LUNA LOVEGOOD

Harry tuvo sueños muy molestos. Sus padres se abrían paso en sus sueños, pero no hablaban; la Sra. Weasley lloraba sobre el cuerpo muerto de Kreacher, vigilada por Ron y Hermione, que llevaban puestas unas coronas. También se veía a sí mismo andando por un pasillo que acaba en una puerta cerrada.
Se despertó bruscamente con su cicatriz pinchándole y encontró a Ron vestido y hablándole.
-... Mejor date prisa, mi madre dice que vamos a perder el tranvía. Había una gran confusión en la casa.
Por lo que oyó Harry mientras se vestía a toda prisa, dedujo que Fred y George habían hechizado sus baúles para que volaran escaleras abajo y no tener que llevarlas, con el resultado de que habían herido a Ginny y la habían empujado durante dos pisos de escaleras hacia el hall donde la Sra. Black y la Sra. Weasley chillaban con todas sus fuerzas.
- PODRÍAIS HABERLA HERIDO SERIAMENTE, SOIS IDIOTAS
- INMUNDOS MEDIO-ENGENDROS, “BESMIRCHING” LA CASA DE MIS PADRES...

Hermione entró aceleradamente en la habitación mirando nerviosamente, justo cuando Harry se ponía los pantalones. Hedwing estaba sobre su hombro y llevaba a Crookshanks en sus brazos.
- Mis padres acaban de enviar a Hedwing de vuelta –la lechuza revoloteó por encima y se posó en la parte alta de su jaula-, ¿aún no estás preparado?
- Casi, ¿Ginny está bien? –preguntó Harry poniéndose las gafas.
- La Sra. Weasley lo ha arreglado todo –dijo Hermione-. Pero ahora la queja de Ojo-Loco es que no podemos irnos a no ser que Sturgis Podmore llegue, si no la escolta no es eficaz.
- ¿Escolta? –dijo Harry-. ¿Vamos a ir a King’s Cross con escolta?
- TÚ vas a ir a King’s Cross con escolta –le corrigió Hermione.
- ¿Por qué? –dijo Harry enfadado-. ¿Estás diciendo que creen que Voldemort va a saltar de detrás de un cubo de basura y va a intentar matarme?
- No lo sé, es solo lo que dice Ojo-Loco –dijo Hermione distraídamente mirando su reloj-, pero si no salimos pronto, vamos definitivamente a perder el tren...
- ¡¡BAJAD TODOS AQUÍ AHORA MISMO, POR FAVOR!! –gritó la Sra. Weasley y Hermione saltó como si se hubiera quemado y corrió fuera de la habitación. Harry agarró a Hedwing, la metió en la jaula, sin ceremonias, y salió a la escalera tras Hermione, arrastrando su baúl.
El retrato de la Sra. Black gritaba con rabia, pero nadie se molestó en cerrar las cortinas encima de ella; todo el ruido del salón había servido para despertarla de nuevo.
- Harry, tú vendrás conmigo y con Tonks –dijo la Sra. Weasley, por encima de los de:
- ¡SANGRES SUCIAS! ¡ESCORIAS! ¡CRIATURAS SUCIAS!
- Coge tu baúl y tu lechuza, Alastor va a encargarse del equipaje... oh, por el amor del cielo, Sirius, ¡Dumbledore dijo que no!
Un perro negro parecido a un oso apareció al lado de Harry y se subió encima de varios baúles desordenando el salón para llegar con la señora Weasley.
- Oh, sinceramente... –dijo la Sra. Weasley desesperada-. Bien... tú sabrás lo que haces.
Abrió la puerta de entrada y salió a un día soleado de Septiembre. Harry y el perro la siguieron. La puerta se cerró detrás de ellos y los chillidos de la Sra. Black se cortaron instantáneamente.
- ¿Dónde está Tonks? –dijo Harry mirando alrededor cuando dejaron el pedregoso número 12, que desapareció en el momento que llegaron a la acera.
- Ella nos espera allí –dijo la Sra. Weasley fuertemente, apartando su mirada del perro negro que estaba con Harry. Una anciana les saludó desde la esquina. Tenía el pelo rizado y gris y llevaba un sombrero morado con forma de pastel de cerdo.
- Observa, Harry –dijo ella guiñando el ojo-. Démonos prisa ¿vale Molly? –añadió mirando su reloj.
- Lo sé, lo sé –se quejó la Sra. Weasley-. Pero Ojo-Loco quiere esperar a Sturgis... si Arthur pudiera tener nuestro coche del Ministerio otra vez... pero Fudge no presta mucho más que un bote de tinta últimamente... ¿cómo pueden los Muggles pretender viajar sin magia?
Mientras tanto el enorme perro negro ladró alegremente y dio vueltas a su alrededor, espantando a las palomas y persiguiendo su propia cola. Harry no pudo aguantar la risa. Sirius había estado encerrado demasiado tiempo. La Sra. Weasley frunció sus labios casi como lo hacia la tía Petunia.
Costaba 20 minutos llegar a King’s Cross a pie y nada importante pasó durante ese tiempo, sin contar que Sirius asustara a una pareja de gatos para entretener a Harry. Una vez dentro de la estación, pasearon por cerca de la barrera entre las plataformas 9 y 10 hasta que todo estuvo despejado, entonces uno por uno se inclinaron sobre ella y entraron fácilmente en el andén 9 ¾, donde el Expreso de Hogwarts permanecía eruptando vapor negro. El andén estaba lleno de estudiantes que se iban y sus familias. Harry aspiró el olor familiar y sintió que su espíritu se elevaba... realmente había vuelto...
- Espero que los demás lleguen a tiempo –dijo ansiosa la Sra. Weasley, mirando fijamente el arco de hierro forjado que era la llave de la plataforma, por donde los demás tenían que llegar.
- ¡Bonito perro Harry! –dijo un chico alto con expresión divertida.
- Gracias Lee –dijo Harry sonriendo mientras Sirius meneaba la cola.
- Oh, menos mal –dijo la Sra. Weasley-. Allí está Alastor con el equipaje, mira... –Moody venía cojeando por el arco tirado de un carro con sus baúles.
- Todo bien –susurró la Sra. Weasley y a Tonks-. No creo que nos hallan seguido.
Segundos más tarde, el Sr. Weasley apareció en la plataforma con Ron y Hermione. No habían casi descargado el carro de baúles de Moody cuando George, Fred y Ginny entraron con Lupin.
- ¿Algún problema? –preguntó Moody.
- Nada –dijo Lupin.
- Tendremos que dar un informe a Dumbledore sobre Sturgis –dijo Moody-. Esta es la segunda vez que no aparece en una semana. Se está volviendo tan irresponsable como Mundungus.
- Bien, ocuparos de vosotros –dijo Lupin, agitando las manos alrededor. Se la tendió a Harry el último y le dio una palmada en la espalda-. Tú también. Ten cuidado.
- Sí, ten tu cabeza alerta y tus ojos expectantes –dijo Moody, dándole la mano a Harry-. Y no olvides, ten mucho cuidado con lo que escribes. Sin duda, no debes poner en las cartas nada de nada.
- Ha sido un placer conoceros –dijo Tonks abrazando a Hermione y Ginny-, nos veremos muy pronto, o al menos eso espero.
Sonó el pitido de alarma y los alumnos que quedaban en la plataforma corrieron al tren.
- Rápido, rápido –dijo la Sra. Weasley abrazándolos a todos y a Harry dos veces-. Escribe... se bueno... si has olvidado algo, ya te lo mandaremos... sube al tren, ahora, corre...
Por un breve momento, el perro negro se puso a dos patas y las colocó en los hombros de Harry, pero la Sra. Weasley empujó al chico hacia la puerta del tren.
- ¡Por amor de Dios! ¡Actúa más como un perro, Sirius!
- ¡Nos vemos! –gritó Harry por la ventana abierta cuando el tren se movió, mientras Ron, Hermione y Ginny saludaban tras él. Las figuras de Tonks, Lupin, Moody y los Weasley se hicieron pequeñas rápidamente, pero el perro negro seguía al tren, moviendo su cola. La gente borrosa de la plataforma se reía viendo como perseguía al tren, entonces tomaron una curva y Sirius se había ido.
- No debería haber venido con nosotros –dijo Hermione con voz preocupada.
- Oh, anímate –dijo Ron-. El pobre no había visto la luz del sol en meses.
- Bien –dijo Fred dando una palmada-. No queremos tener la misma conversación de siempre, vamos a hablar de negocios con Lee. Luego nos vemos –él y George desaparecieron por el pasillo de la derecha.
El tren iba cada vez más deprisa, tanto que las casas pasaban como falsees, y se balanceaban cuando estaban de pie.
- ¿Qué os parece si vamos a buscar un vagón?
Ron y Hermione intercambiaron miradas.
- Ems... –dijo Ron.
- Nosotros... quiero decir... Ron y yo deberíamos ir al vagón de los Prefectos –dijo Hermione incómoda.
Ron no miraba a Harry, parecía estar muy interesado en las uñas de su mano izquierda.
- Oh –dijo Harry-. Bien, me parece perfecto...
- No creo que tengamos que pasar allí todo el viaje –dijo Hermione rápidamente-. Las cartas decían que recibiríamos instrucciones y patrullaremos los pasillos por turnos...
- Bien –dijo Harry de nuevo-. Bien, yo... yo os veré luego, entonces.
- Sí, claro –dijo Ron dedicando una mirada ansiosa a Harry-. Es pesado tener que ir abajo ahora... sabes que preferiría... pero tenemos que... quiero decir, que no me gusta esto. Yo no soy Percy –dijo con tono retador.
- Sé que no lo eres –dijo Harry y él sonrió. Pero cuando Hermione y Ron cogieron sus baúles, a Crookshanks y la jaula de Pidwidgeon para ir al final del tren, Harry sintió un extraño sentimiento de pérdida. Nunca había viajado en el Expreso de Hogwarts sin Ron...
- Vamos –le dijo Ginny-, si vamos rápido aún podemos conseguir plazas.
- Bien –dijo Harry, cogiendo la jaula de Hedwing en una mano y el asa del baúl en la otra.
Recorrieron el pasillo, mirando por la ventana de cristal de todos los compartimientos que pasaban, que estaban todos llenos. Harry no pudo dejar de fijarse en que mucha gente le miraba con interés y que muchos de ellos daban codazos a sus amigos y lo señalaban. Después de que eso le pasase durante cinco vagones, se acordó que el Diario El Profeta había dicho a sus lectores durante todo el verano que era un mentiroso presumido. Se asombraba de cómo la gente se creía esas tontas historias.
En el último vagón se encontraron a Neville Longbottom, un compañero de Harry, de 5° curso y también de Gryffindor. Estaba rojo por el esfuerzo de llevar su baúl y mantener en las manos a su escurridizo sapo, Trevor.
- Hola, Harry –dijo-, hola Ginny... está todo lleno... no puedo encontrar sitio...
- ¿De qué estás hablando? –dijo Ginny que había pasado a Neville para mirar en el último compartimiento-. Aquí hay espacio, sólo está Loony Lovegood.
Neville dijo algo parecido a que no quería molestar a nadie.
- No te preocupes –dijo Ginny riendo-. Es simpática.
Abrió la puerta y metió su maleta. Harry y Neville la siguieron.
- Hola Luna –dijo Ginny-. ¿Te parece bien si nos sentamos aquí?
La chica de la ventana les miró. Tenía el largo pelo rubio enredado y sucio, las cejas muy claras y los ojos grandes que le daban aspecto de estar siempre sorprendida. Harry comprendió por qué Neville había escogido pasar ese compartimiento. La chica daba la impresión de estar claramente chiflada. Quizás fuera el hecho que tenía su varita a la altura del oído para protegerse, que llevaba un collar de corchos de cerveza de manteca o que estaba leyendo la revista boca abajo. Sus ojos pasaron de Neville a Harry.
Asintió.
- Gracias –dijo Ginny sonriéndole.
Harry y Neville pusieron los tres baúles y la jaula en el porta equipaje y se sentaron.
Luna los miraba por encima de su revista dada vuelta, que se llamaba El Sofista.
Parecía no tener que parpadear tanto como el resto de los humanos. Ella miraba y miraba a Harry, que se había sentado frente a ella y ahora deseaba no haberlo hecho.
- ¿Has pasado un buen verano, Luna? –preguntó Ginny.
- Sí –dijo Luna sin quitar los ojos de Harry-. Sí, ha estado bastante divertido. Tú eres Harry Potter –añadió.
- Sé que lo soy –dijo Harry.
Neville ahogó la risa. Luna volvió sus pálidos ojos hacia él.
- Y no sé quién eres tú...
- No soy nadie –dijo rápidamente.
- ¿Cómo que no eres nadie? –dijo Ginny-. Neville Longbottom... Luna Lovegood. Luna va a mi curso, pero ella es de Ravenclaw.
- Una persona chistosa sin medida es el mayor tesoro del hombre –dijo Luna con voz cantarina.
Levantó su revista girada hasta que tapó su cara y se calló. Harry y Neville se miraron con el ceño fruncido. Ginny se rió tontamente.
El tren siguió adelante, corriendo a campo abierto. Era extraño lo que había cambiado el día; cuando salieron hacía mucho sol y ahora estaban pasando bajo grandes nubes grises.
- Adivina que me regalaron por mi cumpleaños –dijo Neville.
- ¿Otra Recordadora? –dijo Harry acordándose de la que la abuela de Neville le había mandado para vencer su penosa memoria.
- No –dijo Neville-, me basta con una, pero, la perdí hace años... no, mira esto...
Metió la mano que no sujetaba a Trevor en la mochila de la escuela y después de un rato de escarbar en ella, sacó lo que parecía un cactus gris en un bote, excepto que estaba cubierto por furúnculos en lugar de espinas.
- Es una “Mimbulus Mimbletonia” –dijo orgullosamente.
Harry miró a esa cosa. Estaba vibrando, tomando un aspecto de órgano interno muy enfermo.
- Es muy raro –dijo Neville sonriendo-, no sé si hay alguno en el invernadero de Hogwarts. Estoy esperando a enseñárselo a la Sra. Sprout. Mi tío abuelo Algie lo cogió para mí en Asiria. Quiero ver si puedo hacer que se reproduzca.
Harry sabía que la asignatura preferida de Neville era Herbología, pero por nada del mundo quería ver lo que hacía con el desarrollo de esa planta.
- ¿Hace... algo? –preguntó Harry.
- ¡Cantidad de cosas! –dijo Neville-. Tiene un maravilloso sistema de defensa. Toma, coge a Trevor.
Dejó el sapo en el regazo de Harry y cogió una pluma de su mochila. Los ojos de Luna Lovegood aparecieron por encima de la revista girada de nuevo, para mirar lo que hacía Neville.
Neville cogió la Mimbulus Mimbletonia, con la lengua entre los dientes, cogió una gota y le dio a la planta una gota del producto con la punta de su pluma. Un líquido verde oscuro comenzó a salir a chorros por cada furúnculo de la planta. Golpearon el techo, las ventanas y la revista de Luna; Ginny, que había puesto sus manos delante de su cara a tiempo, parecía llevar un pringoso sombrero verde, pero Harry, que sostenía en las manos a Trevor para que no escapara, lo recibió en l acara. Olía a estiércol podrido. Neville, cuya cara y cuerpo estaban empapados, sacudió la cabeza para quitar algo de sus ojos.
- Lo... lo siento –balbuceó-. Aún no lo había probado... no os preocupéis. No es venenoso –añadió nerviosamente, mientras Harry tiraba un trozo al suelo.
En ese preciso momento la puerta del compartimiento se abrió.
- Ehh... Hola Harry –dijo una voz nerviosa-, ¿llego en mal momento?
Harry limpió los cristales de sus gafas con su mano libre. Una chica muy guapa con largo y liso pelo negro estaba en la puerta sonriéndole: Cho Chang, la buscadora del equipo de Quidditch de Ravenclaw.
- Ehhh... Hola –dijo torpemente Harry.
- Esto... –dijo Cho-. Bien... solo venía a saludarte... adiós entonces.
Con rubor en sus mejillas, cerró la puerta del compartimiento. Harry se dejó caer en el sillón gimiendo. Le hubiera gustado ser Cho para descubrirse con un grupo de gente normal riéndose de una broma que acababan de hacer, él no había escogido estar sentado con Neville y Loony Lovegood, agarrando un sapo y goteando esa cosa podrida.
- No te preocupes –dijo Ginny segura de sí misma-. Mira, podemos fácilmente librarnos de esto –sacó su varita-. ¡Scourgify!
La cosa pestilente desapareció.
- Lo siento –dijo Neville de nuevo en voz baja.
Ron y Hermione no volvieron hasta que pasó una hora, tiempo en el cual pasó el carrito de comida. Harry, Ginny y Neville acababan de terminar sus pasteles de calabaza y se distraían mirando los cromos de las ranas de chocolate, cuando la puerta se abrió y ellos entraron acompañados por Crookshanks y la ruidosa Pidwidgeon en su jaula.
- Estoy hambriento –dijo Ron dejando a Pig cerca de Hedwing, cogiendo una rana de chocolate de Harry y sentándose a su lado. Rasgó el envoltorio, dio un mordisco a la cabeza de la rana y se apoyó hacia atrás con los ojos cerrados como si hubiera tenido una mañana muy, muy dura.
- Bien, hay dos Prefectos de 5° por cada casa –dijo Hermione mirando para ver dónde se sentaba-. Un chico y una chica de cada una.
- ¿Y a que no adivinas quién es el Prefecto de Slytherin? –dijo Ron con los ojos cerrados.
- Malfoy –respondió Harry, seguro de que su peor miedo se confirmaría.
- Por supuesto –dijo Ron amargamente, comiéndose el resto de la rana y cogiendo otra.
- Y también la vaca de Pansy Parkinson –dijo Hermione con malicia-, ¿cómo puede haber llegado a Prefecta si es más tonta que un troll con conmoción cerebral?
- ¿Y de Hufflepuff? –preguntó Harry.
- Ernie Macmillan y Hannah Abbott –dijo Ron.
- y Anthony Goldstein y Padma Patil por Ravenclaw –dijo una voz baja. Todo el mundo miró a Luna, que miraba a Ron por encima de El Sofista. Él tragó la rana de chocolate.
- Sí, ya lo sé –dijo mirándola sorprendido.
- No le gustó mucho –le informó Luna-. Pensó que no la trataste muy bien porque no quisiste bailar con ella. A mi no me hubiera importado –añadió pensativa-. A mí no me gusta mucho bailar.
Se escondió de nuevo bajo la revista. Ron miró fijamente la portada con su boca abierta durante unos segundos, y miro a Ginny en busca de alguna explicación, pero ella estaba metiendo sus nudillos en su boca para aguantar la risa. Ron agitó su cabeza perplejo y miró su reloj.
- Nos han dicho que tenemos que patrullar los pasillos cada cierto tiempo –les dijo a Harry y a Neville-, y podemos castigar si la gente se porta mal. No puedo esperar para pillar a Crabble y Goyle en algo.
- ¡No debes abusar de tu posición Ron! –dijo Hermione.
- Bien, porque Malfoy tampoco abusará... –dijo Ron sarcásticamente.
- ¿Y piensas descender a su nivel?
- No, sólo me aseguraré de pillar a sus compañeros como él intentará hacer con los míos.
- Por el amor de Dios, Ron...
- Obligaré a Goyle a copiar, eso lo matará, odia escribir –dijo Ron felizmente. Cambió su tono de voz por el de Goyle y poniendo cara de concentración, hizo como si escribiera en el aire-. Yo... no... debo... parecerme... al... culo... de... un... mandril...
Todos se rieron, pero nadie tan fuerte como Luna Lovegood. Pegó un chillido que hizo que Hedwing levantara sus alas indignado y que Crookshanks se fuera al portaequipajes maullando. Se rió tan fuerte que la revista se escapó de sus manos, resbaló por sus piernas y cayó al suelo.
- ¡Qué divertido!
Sus grandes ojos se abrieron y jadeaba al respirar, mirando a Ron. Él, totalmente perplejo, miró a sus amigos, que se reían de su expresión y de la risa escandalosa de Luna, que ahora se balanceaba adelante y atrás agarrando su tripa.
- ¿Me está tomando el pelo? –le preguntó Ron.
- El culo... ¡de un mandril! –dijo palmeando sus costillas.
Todos miraban a Luna, pero Harry imitaba a la revista del suelo. Boca abajo, le había sido complicado ver lo que era la foto de la portada, pero ahora Harry se dio cuenta de que era un dibujo muy mal hecho de Cornelius Fudge; sólo lo reconoció por su sombrero verde lima. Una de las manos de Fudge estaba agarrando un saco de oro; la otra cogía el cuello de un duendo. El dibujo tenía un título: “¿Hasta dónde va a llegar Fudge para conseguir Gringotts?”
Debajo estaban los titulares de las demás noticias de la revista:
- Corrupción en la liga de Quidditch: como están los Tornados tomando el control.
- Revelamos los secretos de la Runas Antiguas.
- Sirius Black: ¿Víctima o malvado?
- ¿Puedo verla? –preguntó Harry a Luna.
Ella asintió mirando a Ron y respirando con dificultad.
Harry abrió la revista y miró el índice. Hasta ese momento había olvidado completamente de la revista que Kingsley le había devuelto al Sr. Weasley para Sirius, pero debía ser ese número de El Sofista.
Encontró la página y fue hacia el artículo.
Este también estaba ilustrado por un dibujo muy malo, de hecho Harry no hubiera sabido que era Sirius si no hubiera leído el titular. Estaba de pie sobre una montaña de huesos humanos con su varita fuera. El encabezado decía:

“¿Conocido asesino de masas o inocente ídolo musical?”

Harry tuvo que leer la frase muchas veces antes de darse cuenta de que no la había entendido mal. ¿Desde cuando era Sirius un ídolo musical?

“Durante 14 años, Sirius Black ha sido creído culpable de matar a 20 Muggles inocentes y a un mago. La audacia de Black para escapar de Azkaban hace dos años le ha llevado a una amplia persecución nunca llevado a cabo por el Ministerio. Nadie nunca ha cuestionado que mereciera ser capturado y devuelto a los Dementores.
“PERO ¿REALMENTE FUE ÉL?
“Nuevas pruebas de que Sirius Black no cometió los crímenes por los que fue encerrado en Azkaban han salido a la luz. De hecho, dice Doris Purkiss, del 18 de la calle Acanthia, Little Norton, Black ni siquiera estaba presente en el asesinato ‘lo que la gente no sabe en que Sirius Black es un nombre falso’ decía la Sra. Purkiss ‘El hombre que la gente cree que es Sirius Black, es en realidad Stubby Boardman el cantante del popular grupo “Los Hobgoblins” que se retiraron de la vida pública después de que se les taponaran los oídos en el concierto en la Iglesia de Little Norton, hace unos 15 años. Lo reconocí en el momento en que vi su foto en el periódico. Ahora: Stubby no pudo haber cometido esos crímenes, porque el día en cuestión estaba teniendo una cena romántica conmigo. Ya he escrito al Ministerio de Magia y estoy esperando que perdonen a Stubby, alias Sirius, algún día de estos’.”

Harry acabó de leer y miró la página de al lado. Quizás fuera una broma, pensó, quizás la revista solo imprima tonterías. Pasó unas cuantas hojas y encontró el artículo de Fudge.

“Cornelius Fudge, el Ministro de Magia, negó tener algún plan para adquirir el banco de los magos, Gringotts, cuando fue elegido Ministro hace cinco años. Fudge siempre insistió en que no quería nada más que “una cooperación pacífica” con los guardianes de nuestro oro.
“PERO ¿ES ESO CIERTO?
“Fuentes cercanas al Ministro han revelado que la ambición más querida de Fudge es conseguir el control del suministro de oro de los duendes y que no dudaría en usar la fuerza para conseguirlo. ‘No es la primera vez’ nos dice un infiltrado del Ministerio ‘Cornelius “aplasta-duendes” Fudge, así es como lo llaman sus amigos. Si lo escuchas cuando cree que está solo, oh, siempre está hablando sobre lo que hará con los duendes; quiere que se ahoguen, que se tiren por un edificio, que los envenenen, cocinarlos en un pastel...’”

Harry no siguió leyendo. Fudge podía ser muchas cosas pero era excesivo pensar que él había pensado cocinar a los duendes en pasteles. Ojeó el resto de la revista. Leyó: una acusación de que los Tutshill Tornados estaban ganando la copa de Quidditch por una combinación de chantajes, escobas ilegales y torturas; una entrevista a un mago que decía haber llegado a la luna en una Barredora 6 y un artículo sobre Runas Antiguas que explicaba por qué Luna estaba leyendo la revista boca abajo. Según la revista, si girabas las runas sobre sí mismas revelaban un encantamiento para que las orejas de tus enemigos se volvieran “kumquats”.
De hecho si comparaba el resto de los artículos con la sugerencia de que Sirius era en realidad el cantante de los Hobgoblins... esa era la más sensata.
- ¿Dice algo interesante? –preguntó Ron cuando Harry la dejó.
- Por supuesto que no –dijo Hermione antes de que Harry contestara-. La revista El Sofista es basura. Todo el mundo lo sabe.
- Perdona, bonita –dijo Luna, su voz había perdido su tendencia cantarina-. Mi padre es el editor.
- Yo... esto... –dijo Hermione realmente avergonzada-, bien... es interesante... quiero decir... es bastante...
- Devuélvemela, gracias –dijo Luna fríamente, inclinándose hasta cogerla de las manos de Harry.
Pasando a la página 57 la volvió al revés otra vez, y desapareció tras ella, justo cuando la puerta se volvía a abrir.
Harry miró, lo había esperado, pero no por eso la visión de Draco Malfoy sonriéndole socarronamente entre sus compinches Crabble y Goyle, era más agradable.
- ¿Qué quieres? –dijo agresivamente antes de que Malfoy abriera la boca.
- Compórtate Potter, o te haré detener –susurró Malfoy, cuyo lustroso pelo rubio y cuya barbilla afilada eran exactas a las de su padre-. Verás, yo, al contrario que tú, he sido nombrado Prefecto... lo que significa, que yo tengo poder para repartir castigos, tú no.
- Sí –dijo Harry-, pero tú, al contrario que yo, debes salir de aquí y dejarnos solos.
Ron, Hermione, Ginny y Neville se rieron. Malfoy torció el labio.
- Dime ¿cómo te sientes quedando por detrás de Weasley, Potter? –preguntó.
- Cállate, Malfoy –dijo Hermione bruscamente.
- Parece que te he puesto nervioso –dijo Malfoy-. Bien, estate atento, Potter, porque voy a seguir todos tus pasos como si fuera UN PERRO y en caso de que te salgas de la raya...
- ¡Sal de aquí! –dijo Hermione poniéndose de pie.
Riéndose, lanzó una maliciosa mirada a Harry y se fue con Crabble y Goyle pisándole los talones. Hermione cerró la puerta tras ellos y se giró para mirar a Harry.
- Déjame otra rana –dijo Ron que no se había dado cuenta de nada.
Harry no quería hablar abiertamente ante Neville y Luna. Intercambió otra mirada nerviosa con Hermione, y miró por la ventana.
Había pensado que el hecho de que Sirius fuera a la estación era divertido, pero de repente no solo le pareció imprudente, si no peligroso... Hermione tenía razón... Sirius no debería haber ido. ¿Qué pasaba si el Sr. Malfoy había visto al perro y se lo había dicho a Draco? ¿Qué pasaría si deducían que los Weasley, Lupin, Tonks y Moody sabían donde estaba Sirius? ¿O que Draco hubiera usado la palabra PERRO había sido una coincidencia?
El tiempo permaneció indeciso mientras viajaban hacia en Norte. Llovía salpicando la ventana un rato del camino, y luego el sol salía fuertemente antes de que las nubes lo volvieran a tapar de nuevo. Cuando se hizo oscuro, las lámparas del vagón se encendieron. Luna puso bien la revista y la metió cuidadosamente en la mochila, pasando a mirar a cada uno de ellos.
Harry estaba sentado con la frente arrimada a la ventana, intentando tener la primera visión de Hogwarts, pero era una noche sin luna y el cristal estaba empañado por la lluvia.
- Tendríamos que ir cambiándonos –dijo al fin Hermione, todos abrieron sus baúles con dificultad y sacaron sus ropas de colegio. Ella y Ron pusieron sus insignias de Prefectos en su pecho. Harry vio a Ron mirando su reflejo en la oscura ventana.
Por fin, el tren comenzó a parar y oyeron los ruidos de la gente sacando sus equipajes y sus mascotas, preparados para salir. Como Ron y Hermione tenían que supervisarlo todo, desaparecieron de nuevo, dejando a Harry y a los otros cuidando a Crookshanks y Pig.
- Si quieres puedo llevar esa lechuza –dijo Luna a Harry cogiendo a Pig mientras Neville metía a Trevor en el bolsillo.
- Oh... sí... gracias –dijo Harry agarrando su baúl y la jaula de Hedwing.
Salieron de compartimiento sintiendo la primera ráfaga del aire nocturno en sus caras mientras andaban por el pasillo. Lentamente, llegaron a la puerta de salida. Harry pudo oler los pinos que crecían en el sendero del lago. Bajó al andén y miró a su alrededor esperando oír una voz familiar que llamase a los chicos de primer curso (aquiii... los de primero... a ver... todos conmigo...) Pero no fue eso lo que escuchó. Fue una voz diferente, de mujer la que llamó:
- Los de Primero poneros en fila aquí ¡por favor! Todos los de primero conmigo.
Un farol se encendió cerca de Harry y con la luz pudo ver la prominente barbilla y el fuerte corte de pelo de la profesora Grubbly-Plank, la bruja que se había hecho cargo de las clases de Cuidado de las Criaturas Mágicas de Hagrid, por un tiempo el año anterior.
- ¿Dónde está Hagrid? –preguntó Harry.
- No lo sé –dijo Ginny-, pero debemos apartarnos de la puerta... estamos bloqueando la salida.
- Oh... sí claro.
Harry y Ginny se separaron mientras andaban por el andén y salían de la estación. Empujado por la multitud, Harry buscaba en la oscuridad a Hagrid; tenía que estar por allí, confiaba en ello... ver a Hagrid de nuevo era una de las cosas que había estado esperando con más impaciencia, pero no había señal de él.
Harry se dijo a sí mismo que debía ir hacia la puerta de salida con el resto de sus compañeros. Él estaría resfriado o algo parecido...
Buscó a Ron y Hermione esperando saber qué pensaban ellos de la reaparición de la profesora Grubbly-Plank, pero ninguno de ellos estaba cerca, así que salió a la mojada y oscura calle fuera de la estación de Hogsmeade.
Allí estaban los cientos de carruajes que siempre llevaban a los estudiantes que no eran de primero hacia el Castillo. Harry los miró rápidamente, pero apartó la vista para buscar a Ron y Hermione. Pero algo raro le hizo volver a mirarlos.
Había unas criaturas atadas a los carruajes. Si tuviera que ponerles un nombre suponía que les llamaría caballos, pero tenían algo de reptiles. No tenían nada de carne, su pelo negro se agarraba a sus esqueletos, haciendo que cada hueso fuera visible. Sus cabezas eran de dragón, y sus ojos sin pupila, blancos y fijos. Tenían grandes alas y con textura de cuero que parecían diseñadas para murciélagos gigantes. Estaban de pie tranquilos, y parecían misteriosos y siniestros. Harry no podía entender por qué los carruajes estaban tirados por esos horribles caballos si eran capaces de moverse por sí mismos.
- ¿Dónde está Pig? –dijo la voz de Ron detrás de Harry.
- Lo tiene Luna –dijo Harry, volviéndose rápidamente para preguntar por Hagrid-. ¿Sabes dónde está...
-... Hagrid? No lo sé –dijo Ron con tono preocupado-. Espero que esté bien.
Un poco más allá, Draco Malfoy, seguido por un pequeño grupo de tontos que incluían a Crabble, Goyle y Pansy Parkinson, empujaron a algunos chicos de segundo con cara de tímidos para tener un carruaje para ellos solos. Segundos más tarde Hermione salió jadeando entre la multitud.
- Malfoy ha sido asqueroso con los chicos de primero. Os juro que voy a informar de ello, solo tiene la insignia desde hace tres minutos y ya la está usando para tratar a la gente peor que nunca... ¿dónde está Crookshanks?
- Ginny lo tiene –dijo Harry-. Está...
Ginny acababa de salir de entre la multitud, llevando a Crookshanks.
- Gracias –dijo Hermione cogiendo al garo-. Vamos, cojamos un carruaje antes de que todos se llenen...
- ¡Aún no tengo a Pig! –dijo Ron, pero Hermione ya había entrado en el carruaje vacío más cercano. Harry se quedó con Ron.
- ¿Qué son esas cosas? ¿lo sabes? –preguntó a Ron, señalando a los horribles caballos mientras llegaban más estudiantes.
- ¿Qué cosas?
- Esos caballos...
Luna apareció llevando la jaula de Pig en sus brazos; la pequeña lechuza parecía gorgojear de nervios más de lo normal.
- Aquí la tienes –dijo ella-. Es una lechucita muy dulce ¿verdad?
- Esto... sí... lo es –dijo Ron ásperamente-. Bien, vamos dentro entonces... ¿qué me estabas diciendo Harry?
- Te preguntaba por esa especie de caballos –dijo Harry, mientras Ron y Luna iban hacia el carruaje en el que estaban sentadas Hermione y Ginny.
- ¿Qué especie de caballos?
- ¡Los caballos que tiran de los carruajes! –dijo Harry impaciente. Estaban a tres pasos del más cercano, que los miraba con sus ojos blancos. Ron, sin embargo, miraba a Harry con los ojos perplejos.
- ¿De qué estás hablando?
- Hablo de... ¡mira!
Harry agarró el brazo de Ron y lo empujó hasta que estuvo cara con cara con el extraño caballo. Ron se quedó quieto un momento, luego miró a Harry y dijo:
- ¿Qué se supone que tengo que ver?
- A los... allí, ¡entre los palos! ¡unidos al carruaje! Justo delante de ti.
Pero Ron seguía mirando como si algo raro le ocurriera a Harry.
- Tú no... ¿no los ves?
- ¿Ver el qué?
- ¿No ves lo que tira de los carros?
Ron lo miró ahora alarmado.
- ¿Te encuentras bien Harry?
- Yo... sí... claro.
Harry se sintió totalmente perplejo. El caballo estaba allí... enfrente de él, mirando sin interrupción a la débil luz que venía de las ventanas de la estación y sacando vapor por su nariz.
Seguro que Ron lo estaba engañando... y era una broma muy mala... Ron no podía no verlos.
- ¿Entramos dentro, entonces? –dijo Ron mirando a Harry con cara de preocupación.
- Sí –dijo Harry-, sí, vamos...
- Está bien –dijo una voz débil detrás de Harry cuando Ron se perdió en la oscuridad del interior del carruaje-. No estás loco ni nada por el estilo. Yo también puedo verlos...
- ¿De verdad los ves? –dijo Harry volviéndose hacia Luna. Pudo ver las alas de los caballos reflejados en sus ojos plateados-
- Oh, sí –dijo Luna-. Soy capaz de verlos desde mi primer día aquí. Ellos siempre tiran de los carruajes. No te preocupes. Estás tan cuerdo como yo...
Sonriendo levemente, se subió al carruaje donde estaban todos. Sin quedarse completamente tranquilo Harry la siguió.

 

 

 

CAPÍTULO XI

LA NUEVA CANCIÓN DEL SOMBRERO SELECCIONADOR

Harry no le quiso decir a los otros que él y Luna estaban teniendo la misma alucinación. Sí, eso eran, lo era. No dijeron nada sobre los caballos y se sentaron dentro del carruaje cerrando de golpe la puerta detrás de él. No obstante, no podía evitar mirar las siluetas de los caballos moviéndose más allá de la ventana.
- ¿Todos vimos a Grubbly-Plank? –preguntó Ginny-. ¿Qué estaba haciendo ahí? Quizá Hagrid no pudo salir, ¿habrá podido?
- Me alegraré mucho si puede –dijo Luna-. Pero él no es muy buen profesor, ¿o sí?
- ¡¡Sí, que los es!! –dijeron Harry, Ron y Ginny ofendidos.
Harry miró furiosamente a Hermione. Ella aclaró su garganta y rápidamente dijo:
- Erm... sí... es muy bueno.
- Bueno, nosotros en Ravenclaw pensamos que va poco en broma –dijo Luna sin perturbarse.
- Tienes un sentido del humor muy sucio –chaqueó Ron, como las ruedas debajo de ellos crujieron en el movimiento.
Luna no se sintió molesta por la grosería de Ron, al contrario, ella lo miró por un rato como si él estuviera en un interesante programa de televisión.
Rechinando y tambaleándose, los carruajes se movieron en caravana sobre el camino. Cuando pasaron entre los altos pilares de piedra con jabalís con alas a ambos lados de la entrada hacia los terrenos de la escuela, Harry se reclinó hacia delante para tratar de ver si había luz en la cabaña de Hagrid, cerca del Bosque Prohibido. Pero el terreno estaba en una oscuridad absoluta.
El Castillo de Hogwarts, surgió ante la vista de todos. Cerca se alzaron numerosas torres de color oscuro contra el cielo negro. Por todas partes brillaba alguna ventana como si estuviera en llamas.
Los carruajes tintinearon al parar cerca del escalón de piedra que conducía a la puerta principal de roble.
Harry salió primero del carruaje y se dio vuelta otra vez para buscar la luz de la ventana cerca del Bosque Prohibido, pero definitivamente no había señal de vida dentro de la cabaña de Hagrid.
De mala gana, porque su esperanza se había desvanecido, se dio la vuelta y miró hacia las criaturas esqueléticas, que estaban tranquilamente ante el frío aire de la noche, y sus ojos blancos y negros brillaron.
Harry antes había tenido la experiencia de ver algo que Ron no podía, pero eso había sido un reflejo, algo mucho menos insustancial que cientos de bestias que lucían tan sólidas y fuertes como para empujar una escuadrilla de carruajes. Si Luna le fuera a creer, las bestias siempre estaban allí pero serían invisibles. ¿Por qué Harry podía verlos y por qué Ron no podía?
- ¿Vas a venir o qué? –dijo Ron a su lado.
- Oh... sí –dijo Harry rápidamente y se unieron a la multitud de gente que desesperaba por subir al Castillo.
El hall de Entrada estaba con antorchas flameantes y los pasos de los estudiantes cruzando el piso de piedra por la puerta de la derecha provocaron un resonante eco. Todos se dirigían al Gran Comedor y la fiesta de comienzo del período.
Las cuatro largas mesas del Gran Comedor se llenaban bajo un techo terso y sin estrellas, el cual era justo como el cielo que ellos podían vislumbrar por las altas ventanas.
Las velas flotaban en el aire, a lo largo de las mesas, iluminando a los plateados fantasmas, quienes se tambaleaban por todo el salón. Se iluminaban las caras de los estudiantes que hablaban con impaciencia, narrando noticias y anécdotas del verano, saludando ruidosamente a los amigos de las otras casas, y mirando los nuevos cortes de cabello y los trajes nuevos de los demás.
De nuevo, Harry notó que algunas personas estaban dirigiéndole la mirada incesablemente para susurrar cuando pasaba de largo, pero se limitó a apretar los dientes intentando aparentar que no notaba las desagradables miradas, ni el agobio que le producían.
Luna se alejó bastante de ellos, hasta la mesa de Ravenclaw. Cuando Harry y los demás alcanzaron a los de Gryffindor, Ginny, que estaba saludando a algunos compañeros de cuarto año, les ofreció sitio junto a ella. Harry, Ron, Hermione y Neville encontraron asientos justo en el medio de la mesa, entre Nick Casi Decapitado (el fantasma de Gryffindor) y Parvati Patil y Lavanda Brown.
Las dos últimas, los saludaron amistosamente, y Harry tuvo la curiosa sensación de que habían dejado de hablar de él un segundo antes. Aunque por otra parte Harry tenía problemas más serios, y cosas más interesantes en la que preocuparse, de manera que se quedó viendo la mesa de los profesores con frenesí para ver si al fin aparecía Hagrid.
- ¡Él no está ahí!
Ron y Hermione examinaron la mesa, aunque no había necesidad, el tamaño de Hagrid lo hacia instantáneamente obvio en cualquier línea.
- No se puede haber ido –dijo Ron sonando algo ansioso.
- Por supuesto que no –aseguró Harry.
- No pensáis que igual está... enfermo o algo parecido... ¿o sí? –dijo Hermione ansiosamente.
- ¡No! –dijo Harry inmediatamente.
- ¿Pero dónde está entonces?
Se hizo una pausa, luego Harry dijo muy bajo, para que Neville, Parvati y Lavander no le oyeran:
- Quizá todavía no está de vuelta... Tú sabes, de su... “misión”. La cosa que tenía que hacer en el verano para Dumbledore.
- Sí... sí, puede ser eso –dijo Ron sonando tranquilo, pero Hermione se mordió el labio, miraba arriba y abajo en la mesa principal, como si esperara alguna explicación de la ausencia de Hagrid escrita en la pared del fondo.
- ¿Quién es esa? –dijo agudamente, señalando hacia el medio de la mesa de los profesores.
Los ojos de Harry la siguieron. Miró primero a Dumbledore, sentado en su silla dorada de respaldo alto, en el centro de la mesa de profesores, y vistiendo una túnica púrpura profundo con estrellas plateadas esparcidas, y un sombrero que hacia juego. La cabeza de Dumbledore estaba inclinada hacia la mujer sentada a su lado, quien le estaba hablando en la oreja.
- Se parece... –pensó Harry-, a una tía soltera: squat, cuyo pelo era corto, rizado y castaño, lo había sujetado con una horrible cinta rosa que hacia juego con el mullido cardigan escarlata que llevaba puesto sobre su túnica. Luego giró su cabeza suavemente para beber un sorbo de su copa y la reconoció, el rostro de Harry se volvió pálido:
- ¡Esa mujer es Umbridge!
- ¿Quién? –dijo Hermione.
- ¡Ella estaba en mi audición! ¡trabaja para Fudge!
- Agradable cárdigan... –dijo Ron sonriendo burlonamente.
- ¿Ella trabaja para Fudge...? –dijo Hermione frunciendo el ceño-. ¿Y qué está haciendo aquí?
- No sé...
Hermione examinó la mesa de los profesores, entreabriendo sus ojos.
- No –murmuró-, no, seguramente no...
Harry no comprendía de lo que estaba hablando pero tampoco preguntó. Su atención había sido capturada por la profesora Grubbly-Plank, que había aparecido por detrás de la mesa de los profesores. Se acercó sigilosamente y tomó el asiento que debía ser de Hagrid.
Esto significaba que los de primer año debían ya de haber cruzado el lago y alcanzado el Castillo, y Harry estaba bastante seguro de que en unos segundos llegarían.
Así fue; al poco las puertas del vestíbulo se abrieron ampliamente y una larga fila de estudiantes de primer año la cruzó, llevando expresiones de miedo y curiosidad, estaban siendo conducidos por la profesora McGonagall. Esta, portaba un pequeño taburete sobre el cual posó un sombrero antiguo, remendado y zurcido, y con una ancha rasgadura en la punta.
El alboroto de las conversaciones en el Gran Comedor se desvaneció. Los de primer año se alinearon frente de la mesa de los profesores, quedando de cara a la profesora McGonagall, que colocó el taburete con cuidado ante ellos, y luego se apartó moviéndose un poco hacia atrás.
Las caras de los estudiantes de estudiantes de primer año brillaban pálidamente con la luz de las velas.
Un pequeño muchacho, en el medio de la fila, estaba mirando enfáticamente y parecía como si estuviera temblando. Harry recordó fugazmente lo aterrorizado que él había estado cuando estuvo ahí de pie, esperando por la prueba desconocida que iba a determinar a qué casa iba a pertenecer. El colegio entero esperó con el corazón en la mano. Entonces, el rasgón cercano a la punta del sombrero se abrió ampliamente como una boca y el Sombrero Seleccionador comenzó a recitar la canción:
En tiempos pasados cuando era nuevo
Y Hogwarts apenas comenzaba.
Los fundadores de nuestra noble escuela
No pensaron que se dividiera.
Unidos por una sola meta. Tenían propio deseo
De hacer la mejor escuela mágica del mundo,
Y traspasar sus conocimientos...
“Juntos construiremos y enseñaremos”
Los cuatro buenos amigos decidieron,
Y nunca soñaron que ellos
Podían ser algún día divididos.
Porque había buenos amigos donde fuera,
¿Cómo Slytherin y Gryffindor?
Apenas que fuera la segunda pareja...
¿De Hufflepuff y Ravenclaw?
¿Entonces qué pudo haber ido mal?
¿Cómo puede tal amistad fallar?
Porque, Yo estuve ahí y puedo decir,
Toda la triste, lamentable historia.
Dijo Slytherin, “Nosotros solo enseñaremos a aquellos
cuyos ancestros puros son”
Dijo Ravenclaw, “Nosotros solo enseñaremos a aquellos
cuya inteligencia es segura”
Dijo Gryffindor, “Nosotros solo enseñaremos a aquellos
cuyo valor haga su nombre”
Dijo Hufflepuff, “Yo enseñaré a todos
y los traten a todos igual”
Esas diferencia causaron distensión.
Cuando primero vinieron a iluminar.
Para cada uno de los cuatro fundadores tenía
Una casa en la que cada uno podría
Tomar solo a aquellos que quisiera, entonces
Por ejemplo, Slytherin
Solo tomo brujos de sangre pura
Muy astutos, igual que él,
Y solo aquellos de mente aguda
Fueron considerados por Ravenclaw
Mientras que el valiente y el audaz
Fueron a dar con Gryffindor
El buen Hufflepuff, ella tomó al resto
Y les enseñó todo lo que sabía.
Estas son las casas y sus fundadores
Manteniendo su amistad firme y duradera
Entonces Hogwarts trabajó en armonía
Por muchos felices años
Pero luego la discordia creció entre nosotros
Alimentando nuestras faltas y miedos.
Las casas que, como pilares,
Habían una vez soportado nuestra escuela
Ahora volteándose a los demás y,
Dividiéndolos, intentando gobernar.
Y por un tiempo parecía que la escuela
Iba a conocer un final cercano...
Que con discusiones y peleas
Y el choque de amigo con amigo
Y finalmente vinieron una mañana
Cuando el viejo Slytherin se fue
Y pensaron que la pelea había terminado
Él nos dejó un poco descorazonados
Y nunca desde entonces los cuatro fundadores.
Se redujeron a tres.
Teniendo sus casas unidas
Como al principio debieron ser
Y ahora el Sombrero Seleccionador está aquí.
Y todos conocen la manera:
Seleccionaré sus casas
Porque para eso estoy,
Pero este año iré más lejos...
Escuchen detenidamente mi canción:
Aunque condenado debo decirles
Sigo preocupado que este mal
Aunque debo cumplir con mi deber
Y cuartear cada año
Sigo preguntándome cuando selecciono
No pueda traer el final que temo
Oh, sepan los peligros, lean las señales
La historia alarmante muestra
A nuestro Hogwarts que es en peligro
De externos enemigos mortales
Y debemos unirnos dentro de ella
O nos desmenuzaremos de dentro
Ya les he dicho, ya los he prevenido
Dejen que la selección comience...

El Sombrero Seleccionador se inmovilizó de nuevo, y un gran aplauso se manifestó por todo el Gran Comedor, aunque fue interrumpido, por primera vez en la memoria de Harry, por susurros y comentarios de los alumnos. Harry seguía aplaudiendo junto con los demás, y sabía perfectamente de qué trataban los comentarios.
- El sombrero se fue un poco por las ramas este año... ¿no crees? –dijo Ron levantando las cejas.
- Sí, es cierto.
El Sombrero Seleccionador siempre se había limitado a hacer una breve descripción de cada casa y de sus características, y de distribuir en ellas a los alumnos según sus características, pero Harry no recordaba que anteriormente hubiera dado consejos a la escuela.
- ¿Habrá hecho más advertencias de este tipo antes? –preguntó Hermione.
- Sí, así es –dijo Nick Casi Decapitado inclinándose en Neville (Neville se estremeció, no parecía cómodo tener a un fantasma atravesado...)-. El Sombrero Seleccionador se ve obligado a dar propios consejos a la escuela según lo vea necesario...
La profesora McGonagall, que estaba de pie esperando para leer la lista de alumnos de primer año, intentaba callar los cuchicheos de todos los alumnos. Nick Casi Decapitado, intentando ayudarla se llevó el dedo transparente a los labios y obligó al Gran Comedor a mantener silencio, hasta que al fin, la profesora McGonagall con una última mirada de disgusto barrió las cuatro mesas de cada una de las casas, y bajó la mirada hacia su larga lista de nombres y pronunció el primero:
- Abercrombie, ¡Euan!
Era el chico de mirada aterrorizada que al mirar a Harry tropezó. Cuando le pusieron el Sombrero, cayó hasta sus hombros y lo único que evitó que le cubriera la cabeza fueron sus prominentes orejas. El Sombrero aguardó un momento, y entonces el rasgón cercano al borde se abrió y la boca del Sombrero pronunció:
- ¡¡GRYFFINDOR!!
Harry aplaudió acaloradamente junto con toda su mesa cuando Euan Abercrombie acudió a su mesa tambaleándose, y al fin se sentó, con mirada de avergonzado, pensando quizás que le habría gustado que se lo tragase la tierra en ese momento. Poco a poco, la larga fila de estudiantes de primero iba disminuyendo, y Harry pudo oír cómo rugía el estómago de Ron.
Finalmente “Zeller, Rose” fue asignada a Hufflepuff y así la profesora McGonagall recogiendo el sombrero y el taburete desapareció por detrás, y el profesor Dumbledore se levantó para dar un nuevo discurso de bienvenida.
- A nuestros recién llegados –dijo Dumbledore en una voz que podían escuchar todos, sus brazos se estiraron y una risa radiante sobre sus labios-, ¡Bienvenidos! ¡A nuestros viejos estudiantes, bienvenidos de regreso! Hay tiempo para hablar, pero este no es el momento. ¡Pónganse a comer!
Había una risa apreciativa y un brote de aplausos cuando Dumbledore se sentó muy bien y lanzó su larga barba sobre su hombro para mantenerla fuera de su plato. El alimento no había aparecido de ninguna parte, para que las cinco largas mesas gimieran todas a la vez y las tartas, los platos de verduras, el pan y salsas, los botellones de jugo de calabaza.
- Excelente –dijo Ron con una especie de suspiro de deseo, agarró el plato de comida picada más cercano y comenzó a ponerlos en su plato, mirado melancólicamente por Nick Casi Decapitado.
- ¿Qué decías antes de la Clasificación? –Hermione preguntó al fantasma.
- ¿Sobre el Sombrero que da advertencias? Ah, sí –dijo Nick, quien pareció alegre de tener una razón de estar lejos de Ron, quien ahora comía patatas asadas con un entusiasmo casi indecente-. Sí, he oído al Sombrero dar varias advertencias antes, siempre de vez en cuando, cuando éste descubre períodos de gran peligro en la escuela. Y siempre, desde luego, su asesoramiento es el mismo: resistan todos juntos, sean fuertes desde su interior.
- ¿Cómmmm peeeede sabe si escullla esttt en peligro? –dijo Ron. Su boca estaba tan llena que Harry pensó que era un logro verdadero para él hacer cualquier ruido en absoluto.
- ¿Perdone? –dijo Nick Casi Decapitado cortésmente, mientras Hermione miraba con repulsión. Ron dio un enorme trago y dijo:
- ¿Cómo puede saber si la escuela está en peligro si es un Sombrero?
- No tengo ni idea –dijo Nick Casi Decapitado-. Desde luego, el Sombrero vive en la oficina de Dumbledore, entonces me atrevo a decir que este recoge casas de allí.
- ¿Y este quiere que todas las casas sean amigas? –dijo Harry revisando en la mesa de Slytherin, donde Draco Malfoy se encontraba-. Ni soñarlo.
- Bien, ahora, usted no debería tomar esa actitud –dijo Nick reprobándolo-. La cooperación pacífica es la clave. Nosotros los fantasmas, aunque pertenezcamos a casas separadas, mantenemos lazos de amistad. A pesar del espíritu de competencia entre Gryffindor y Slytherin. Yo nunca soñaría en buscar una discusión con el Barón Sangriento.
- Sólo porque usted está aterrorizado de él –dijo Ron.
Nick Casi Decapitado lo miró sumamente ofendido.
- ¿Aterrorizado? ¡Espera, yo Señor Nicholas de Mimsy-Porpingron, nunca he sido acusado de cobardía en mi vida! ¡La sangre noble que corre en mis venas...
- ¿Qué sangre? –preguntó Ron-, ¿claro no se supone que no corre...?
- ¡Esto es en forma figurativa! –dijo Nick Casi Decapitado, ahora lo molestaron tanto que su cabeza temblaba siniestramente sobre su cuello parcialmente cortado-. ¡Asumo que todavía me permiten disfrutar del empleo de cualquier palabra que me guste, aunque los placeres de comer y la bebida me son negados! Pero bastante estoy acostumbrado a estudiantes que se burlan de mi muerte, le aseguro.
- ¡Nick, él realmente no se reía de usted! –dijo Hermione lanzando una mirada furiosa a Ron. Lamentablemente la boca de Ron ha sido llenada al punto que explotaba otra vez y todo lo que él podría conseguir decir era “el Nodo iddum eentup sechew”, y Nick pensó que no era una disculpa adecuada. Elevándose en el aire, él enderezó su sombrero emplumado y pasó de ellos al otro final de la mesa, viniendo para descansar entre los hermanos Creevy, Colin y Denis.
- Bien hecho, Ron –dijo Hermione enojada.
- ¿Qué? –dijo Ron con indignación que ha manejado finalmente tragar su alimento-, ¿ahora no está permitido hacer una simple pregunta?
- Ah, olvídalo –dijo Hermione con irritación y ellos dos pasaron el resto de la comida con un silencio incómodo.
Harry también estaba ya acostumbrado a sus discusiones como para molestarse en intentar reconciliarlos; él sintió que era mejor emplear su tiempo comiendo regularmente su filete y la tarta de riñón, luego un plato grande lleno de su tarta de melaza favorita.
Cuando todos los estudiantes habían terminado de comer y el ruido en el pasillo comenzaba a subir otra vez, Dumbledore se puso de pie una vez más.
La conversación cesó inmediatamente, y giraron su cara al Director. Harry se sentía ahora en un tono soñoliento agradable. Su cama con cuatro columnas esperaba en algún sitio arriba, maravillosamente caliente y suave...
- Bien ahora que todos digerimos otro banquete magnífico, pido unos momentos de su atención para el aviso habitual de principio de año –dijo Dumbledore-. Los de primer año deberán saber que el Bosque en las tierras de fuera están prohibidos para los estudiantes... y unos cuantos de nuestros estudiantes más viejos deberían saber ahora por qué. (Harry, Ron y Hermione cambiaron sonrisas de satisfacción)
“El Sr. Filch, el vigilante, me ha preguntado, para lo que él me dice es la cuatrocientas sesenta vez el recordarle a todos ustedes que no se permite la magia en los pasillos entre clases, y un número de otras cosas, todo lo cual puede ser comprobado en la lista extensa ahora sujetada a la puerta de la oficina del Sr. Filch.
“Hemos tenido dos cambios en el cuerpo docente de este año. Estamos muy contentos de dar la bienvenida a la profesora Grubbly-Plank, quien tendrá la materia de Cuidado de las Criaturas Mágicas; también nos encanta presentar a la profesora Umbridge, nuestra nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Había una ronda de aplausos corteses pero poco entusiasta, durante los que Harry, Ron y Hermione cambiaron una mirada ligeramente aterrada; Dumbledore no había dicho cuánto tiempo Grubbly-Plank estaría dando clases.
Dumbledore continuó:
- Las pruebas para los equipos de Quidditch de las diferentes casas ocurrirá en el...
Paró de hablar bruscamente, buscando a la profesora Umbridge. Como ella no era de una estatura muy alta, hubo un momento cuando nadie entendió porqué Dumbledore había dejado de hablar, pero entonces la profesora Umbridge limpió su garganta. “Hem, hem”, y se hizo claro que ella estaba parada y tenía intención de hablar al público.
Dumbledore sólo miró hacia atrás un momento, entonces se sentó elegantemente y miró alerta a la profesora Umbridge como si él no deseaba nada mejor que escuchar su discurso. Otros miembros del personal no estaban como adepto en ocultar su sorpresa. Las cejas de la profesora Sprout había desaparecido en su pelo suelto y la boca de la profesora McGonagall era tan delgada como Harry nunca la había visto. Ningún profesor nuevo alguna vez había interrumpido antes a Dumbledore. Muchos de los estudiantes sonreían con satisfacción. Esta mujer obviamente no sabía como eran las cosas en Hogwarts.
- Gracias, Director –la profesora Umbridge sonrió con una risa tonta-, por aquéllas palabras amables de bienvenida.
Su voz era aguda, como de niña y, otra vez Harry sintió una precipitada y poderosa aversión que él mismo no se podía explicar, todo lo que él sabía era que aborrecía todo sobre ella, desde su voz estúpida hasta su mullida chaqueta rosada. Ella despejó de nuevo su garganta (Hem, hem) y siguió.
- Bien, ¡es encantador haber regresado a Hogwarts, debo decir! –ella sonrió, revelando dientes muy puntiagudos-. ¡Y ver pequeñas caras tan felices que levantan la mirada hacia mí! –Harry echó un vistazo alrededor. Ninguna de las caras a las que él podría ver estaba feliz. Al contrario, todos ellos miraron a otras direcciones como si ellos tuvieran cinco años-, ¡tengo muchas ganas de llegar a conocerlos a todos y estoy segura de que seremos muy buenos amigos!
Los estudiantes cambiaron miradas con esto, algunos apenas ocultaban sus sonrisas burlonas.
- Seré su amiga mientras no tenga que tomar prestada aquella chaqueta –susurró Parvati a Lavander, y ambas rieron tonta y silenciosamente.
La profesora Umbridge limpió su garganta otra vez (hem, hem), pero cuando ella siguió, su dificultad al respirar había desaparecido de su voz. Ella sonó mucho más seria y ahora sus palabras provenían desde el corazón.
- El Ministerio de magia siempre ha considerado la educación de brujas y magos jóvenes de vital importancia. Los regalos raros con los que ustedes nacieron no pueden desperdiciarse sino nutrirlos y afilarlos por una instrucción cuidadosa. Las habilidades antiguas de la comunidad de magos deben ser transmitidas a las siguientes generaciones no sea que las perdamos para siempre.
“El tesoro hallado en el conocimiento mágico amontonado por nuestros antepasados debe ser protegido, repuesto y refinado por lo que han sido llamados a la noble profesión de la enseñanza.
La profesora Umbridge hizo una pausa e hizo un pequeño saludo al resto los profesores que tenían más tiempo, ninguno de ellos le regresó el gesto. Las cejas oscuras de la profesora McGonagall se habían contraído para mirarla tajantemente como un halcón, y Harry claramente vio en su mirada un significativo cambio en la profesora Sprout, cuando Umbridge dio otro pequeño “hem, hem” y siguió con su discurso.
- Cada director y directora de Hogwarts ha traído algo nuevo a la pesada tarea de gobernar esta escuela históricamente, y así es como debería ser, ya que sin el progreso habría estancamiento y decadencia. Allí otra vez, el progreso por el bien del progreso debe ser desalentado, las tradiciones probadas no requieren a menudo pequeños ajustes. Un equilibrio, entonces, entre viejos y nuevos, entre permanencia y cambio, entre tradición e innovación...
Harry dejó de prestar atención, como si su cerebro declinase y desafinara. La tranquilidad que siempre llenaba el pasillo cuando Dumbledore hablaba ya no estaba cuando los estudiantes pusieron sus cabezas juntas, susurraban y reían nerviosamente. Sobre la mesa de Ravenclaw, Cho Chang charlaba animadamente con sus amigos. Unos asientos a lo largo de Cho, Luna Lovegood tenía El Sofista otra vez. Mientras tanto, en la mesa de Hufflepuff, Ernie Mcmillan era uno de los pocos que todavía miraba fijamente a la profesora Umbridge, pero él tenía la mirada vidriosa y Harry estuvo seguro que él solo fingía escuchar en una tentativa de cumplir con la nueva insignia de Prefecto que brillaba sobre su pecho.
La profesora Umbridge no parecía notar la dejadez de su audiencia. A Harry le daba la impresión de que un completo alboroto se podría haber manifestado bajo su nariz, y que ella seguiría hablando como si nada. Los profesores, sin embargo, escuchaban atentos sus palabras, y Hermione, parecía beberse cada sonido que emitía, y juzgando la expresión de su cara no daba la impresión de que le supiera amargo.
-... porque algunos cambios que vendrán ahora, serán reconocidos como beneficiosos, mientras que otros, con el paso del tiempo demostrarán que son grandes errores... También viejos hábitos serán conservados, mientras que otros, anticuados e inútiles, serán abandonados... Pero si nos movemos hacia delante, una nueva era de la franqueza, eficacia y responsabilidad, de intento de conservar las buenas costumbres, y de perfeccionar lo que necesita ser perfeccionado, y eliminemos prácticas que deberían estar prohibidas...
Después de su discurso, ella se sentó y Dumbledore comenzó a aplaudir. Entonces, el resto de los profesores y alumnos comenzaron a aplaudir cortésmente, aunque Harry se dio cuenta de que muchos daban tan solo dos palmadas perezosas y volvían a descansar. Algunos estudiantes se unieron a los aplausos, pero a la mayoría les cogió por sorpresa el final del discurso al no haber escuchado más que unas cuantas palabras, de modo que antes de que pudieran aplaudir como correspondía, Dumbledore se había vuelto a levantar.
- Muchas gracias profesora Umbridge, este ha sido un discurso muy aclarativo... –dijo Dumbledore inclinándose hacia ella-. Bueno, y ahora como comentaba, los entrenamientos de Quidditch serán llevados a cabo (...)
- Sí, muy clarificador –dijo Hermione en voz baja.
- ¿Me estás diciendo que te has divertido con el discurso? –dijo Ron con pausa girando la cara hacia Hermione con expresión helada-. ¡¡Ha sido el discurso más aburrido que he escuchado en mi vida!! Y eso que he crecido con Percy...
- Dijo que me parece aclarativo, ¡no que me haya divertido! –dijo Hermione-. Ha aclarado muchas cosas...
- ¿En serio? –dijo Harry alucinado-. A mí me sonó como si una galleta me estuviera hablando...
- Es que había información oculta en la galleta... –respondió Hermione misteriosa.
- ¿Lo sabía? –dijo Ron.
- ¿Qué piensas de: “Algunos cambios que vendrán ahora, serán reconocidos como beneficiosos, mientras que otros, con el paso del tiempo demostrarán que son grandes errores...”? ¿Y qué hay de: “terminar con las prácticas que deberían estar prohibidas...”?
- Bien... ¿y qué pasa con eso? –dijo Ron impaciente.
- Te diré lo que significa... –dijo Hermione entre los dientes fuertemente cerrados-. ¡Significa que el Ministerio interviene en Hogwarts! –de pronto sintieron como una estampida a su alrededor. Obviamente Dumbledore había dado por finalizado su último discurso, y ya todos los alumnos se encontraron de pie dispuestos a abandonar el Gran Comedor.
Hermione pegó un salto, intentando centrarse y ver lo que tenía que hacer.
- Ron, se supone que tenemos que acompañar a los de primero e indicarles el camino.
- ¡Ah, sí! –dijo Ron que obviamente se había olvidado-. ¡¡Enanoooooos!!
- ¡Ron!
- ¿Pero es que acaso no son enanos?
- ¡Sí!, ¡¡pero no los puedes llamar enanos...!! –Hermione gritó-. ¡¡¡PRIMER AÑOOO!!! –comenzó a llamarlos imperativamente mientras recorría las mesas-. Por aquí, por favor...
Un grupo tímido de estudiantes de primero se concentró entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff, donde los Prefectos intentaban dificultosamente conducir a sus respectivos grupos.
Parecían verdaderamente pequeños, y Harry estaba seguro de que nunca se pareció a ese chico tembloroso cuando llegó el primer año. Les hizo muecas.
Un chico rubio que estaba junto a Euan Abercrombie parecía petrificado. Este se giró hacia Euan, que le dijo algo al oído. Euan Abercrombie parecía igualmente asustado, y le dirigió a Harry una mirada aterrorizada. Harry sintió que su mueca de deslizaba como “Stinksap”.
- Nos vemos más tarde –les dijo Harry a Ron y Hermione mientras se dirigía a la salida del Gran Comedor.
Por el camino, trató de hacer caso omiso a los que le señalaban y susurraban prácticamente sin disimulo, mientras él pasaba. Pensó que había sido estúpido al no haberse imaginado que eso ocurriría, aunque luego se sintió mucho más cómodo al llegar a los pasillos, ya que había mucha menos gente.
Pero no era tan extraño que la gente le mirara así... Harry había estado hacía poco más de dos meses participando en el Campeonato de los Tres Magos, donde había aparecido repentinamente agarrando el cuerpo sin vida de un compañero, y posteriormente lo demandaron por haber visto la reaparición –que muy pocos creían que fuera cierto-, de Lord Voldemort.
De pronto, Harry se encontraba ya frente a la puerta de la Sala Común de Gryffindor, y de cara al cuadro de la Dama Gorda, cuando recordó que no sabía la nueva contraseña.
- Em... –dijo pensativo Harry, mirando fijamente hacia arriba, como la Dama Gorda se alisaba los dobladillos de su vestido de satén rosado.
- No hay contraseña..., ¡no hay entrada! –dijo la Dama Gorda con tono lírico.
- ¡¡Harry!!, ¡¡yo la sé!! –Harry se giró para ver quien le había hablado, y vio a Neville corriendo agotado escaleras arriba, dirigiéndose hacia él.
- ¿De verdad sabes cuál es?
- Por una vez en mi vida voy a recordar algo correctamente... –entonces Neville agitó ligeramente el cactus que les había mostrado en el tren-. ¡Mimbulus Mimbletonia!
- Correcto.. –dijo la Dama Gorda, y su retrato pivotó, dejando a la vista un agujero circular en la pared, por el cual Harry y Neville pasaron.
La Sala Común volvía a los ojos de Harry tan acogedora como siempre. Toda la torre estaba ocupada por un montón de sillones mullidos y de aspecto cómodo, que tenían delante una pequeña mesa raquítica de madera. Había una gran chimenea que expulsaba continuamente chispitas procedentes de las llamas que aguardaban tras una rejilla, y algunos alumnos se calentaban ahí las manos antes de irse a los dormitorios. Al otro lado de la sala, Fred y George Weasley estaban fijando algo en el tablero de noticias. Harry se despidió de todos dando las buenas noches, y se dirigió a los dormitorios de los chicos... No parecía estar de muy buen humor para hablar en ese momento con nadie. Neville le siguió.
Dean Thomas y Seamus Finnigan, habían llegado antes al dormitorio y en ese momento estaban en proceso de cubrir las paredes que estaban al lado de sus camas con un montón de carteles y fotos.
Ellos habían estado hablando, hasta que Harry empujó para abrir la puerta, y al verle ambos se callaron. Harry no pudo evitar preguntarse si habrían estado hablando de él, y luego pensó que quizá se estaba volviendo paranoico.
- ¡Hola! –dijo Harry, cruzando la habitación con su pesado baúl, y abriéndolo sobre la cama.
- ¡¡Hey, Harry!! –dijo Dean que colocaba un par de pijamas en el “West Ham colours”-. ¿Buenas vacaciones?
- No ha estado mal... –murmuró Harry, pues una verdadera crónica de todas su vacaciones le habría llevado toda la noche explicarlo, y no se sentía capaz-. ¿Y tú?
- ¡Sí!, ha estado bien... –Dean se rió entre dientes-. ¡Mejor que a Seamus! De todas formas él me estaba contando ahora mismo...
- ¿Por qué? ¿Qué ocurrió Seamus? –preguntó Neville mientras colocaba su Mimbulus Mimbletonia en su mesita de noche. Seamus no contestó inmediatamente, estaba inspeccionando y tratando de que su cartel del equipo de Quidditch “Kenmare Kestrels” quedara totalmente recto. Entonces, Seamus contestó aún dando la espalda a Harry.
- Mamá no quería que volviera de nuevo...
- ¿¿Qué?? –preguntó Harry, dejando de sacar del baúl su ropa.
- Sí, ella no quiso que volviera de nuevo a Hogwarts –dijo Seamus ahora dirigiéndose a su baúl y sacando los pijamas. Aún no le había dirigido la mirada a Harry.
- Pero... ¿Por qué? –dijo Harry alucinado. Harry sabía que la madre de Seamus era bruja, y no podía entender, por lo tanto, que se pareciera a los Dursley. Seamus no respondió hasta que terminó de abotonar su pijama.
- Bueno... –dijo con voz indecisa-. Supongo... supongo que será por ti...
- ¿Qué quieres decir? –preguntó Harry rápidamente. Su corazón comenzó a latir rápida y violentamente, algo le angustiaba mucho.
- Bien... emm... –Seamus intentaba esquivar la mirada de Harry-. Bueno, Dumbledore también tiene que ver...
- ¿¿Tú madre se cree lo del Diario El Profeta?? ¿¿De verdad se cree que soy un mentiroso y un inútil, y que Dumbledore es un viejo loco?? –Seamus dirigió una mirada perdida por encima de él.
- Sí... algo de eso es... –Harry no dijo nada. Cogió su varita y la tiró con rabia a la cabecera de la cama, se quitó la ropa y la metió violentamente en su baúl, y después, se puso el pijama.
Harry estaba enfermo de todo eso, enfermo de ser la persona de la que todo el mundo hablaba siempre. Si cualquiera de ellos supiera... si cualquiera de ellos tuviera la más mínima idea de lo poco que le gustaba a Harry todo lo que estaba ocurriendo...
La Sra. Finnigan no tenía ni idea, “¡¡mujer estúpida!!” pensó Harry fuera de sí.
Se metió en la cama y empezó a cerrar todos los aros de la cortina que había a su alrededor, pero antes que él terminara, Seamus preguntó algo.
- ¿Qué pasó esa noche cuando... ¡ya sabes!, cuando... ¡con Cedric Diggory y todo eso...!?
La voz de Seamus sonaba nerviosa e impaciente al mismo tiempo. Dean se había doblado sobre su baúl, buscando sus zapatillas. Aunque no le parecía, Harry se dio cuenta que estaba escuchando perfectamente la conversación.
- ¿Qué me estás pidiendo exactamente? –preguntó Harry-. Solo tienes que leer el diario como tu madre, ¿por qué no lo haces? Allí te enterarás de todo lo que necesitas saber...
- No te metas con mi madre... –respondió Seamus presionado.
- ¡¡Yo me meteré con cualquiera que me llame mentiroso...!! –dijo Harry indignado.
- ¡No me hables de esa manera!
- ¡Yo te hablaré como me da la gana! –el malhumor de Harry fue en aumento tan rápidamente que agarró la varita de su mesa de noche-. ¡Si tienes algún problema compartiendo dormitorio conmigo, siempre puedes ir a McGonagall a que te cambie!. Y deja de preocuparte como tu mamá...
- ¡Deja a mi madre fuera de esto, Potter!
- ¿Qué está pasando? –Ron apareció de pronto en la puerta del dormitorio. Sus ojos se dirigieron hacia Seamus, y de este a Harry, el cual estaba de rodillas sobre su cama, con la varita en la mano señalando a Seamus, y Seamus, que también estaba de rodillas con sus puños levantados.
- ¡Él se está metiendo con mí madre! –gritó Seamus histérico.
- ¿Qué? –dijo Ron-. ¡¡Harry no haría eso!!, nosotros conocemos a tu madre... ¡nos cae bien!
- ¡Eso era antes de que ella comenzara a creerse todo lo que el asqueroso Diario El Profeta escribía sobre mí! –dijo Harry con voz desgarrada.
- ¡Oh! –dijo Ron comprendiendo lo que ocurría y mirando a ambos-. Ah... Claro...
- ¿Pues sabes qué? –preguntó Seamus a Ron, mientras le echaba a Harry una mirada venenosa-. Él está en lo cierto... Yo no quiero compartir dormitorio con él más, ¡está loco!
- ¡Ya está bien Seamus! –las orejas de Ron empezaban a ponerse ligeramente rojas, lo que siempre era una muestra de peligro.
- ¿Me lo dices a mí? –dijo Seamus gritando, que a diferencia de Ron estaba pálido-. De verdad te crees toda la basura que cuenta sobre Tu-ya-sabes-quien ¿de verdad piensas que dice la verdad?
- ¡¡Sí!!, ¡lo hago! –dijo Ron fuera de sí.
- ¡Entonces tu también estás loco! –dijo Seamus disgustado.
- ¿De verdad?, pues te digo que desafortunadamente para ti, amiguito, ¡¡yo soy ahora Prefecto!! –dijo Ron exasperado, presionando su pecho con su dedo-. Y a menos que desees una detención... ¡Cuida lo que dices!
Seamus tardó unos segundos en reaccionar, en los que seguramente estaba pensando que la detención, sería un castigo bastante razonable a pagar. Pero con un sonido de desprecio, giró sobre sus talones, se tiró sobre su cama y tiró de los colgadores tan violentamente que rasgó la cortina y un gran retazo de tela aterciopelada cayó al suelo, provocando una pequeña nube de polvo. Ron miró incrédulo a Seamus, seguido miró a Harry y a Neville.
- ¿Es que no hay padres que tengan problemas con Harry? –preguntó él agresivamente.
- Mis padres son Muggles, compañero –dijo Dean encogiéndose de hombros-. No saben nada sobre ninguna muerte en Hogwarts porque no soy lo suficientemente idiota para contarles...
- Tú no conoces a mi madre... ¡ella intenta averiguarlo todo sobre cualquiera! –Seamus levantó de nuevo la voz-. ¡Pero de todas formas sus padres no consiguen cada día El Profeta! No saben que nuestro director ha sido expulsado del Wizengamot, y de la Confederación Internacional de Magos, ¡¡porque está perdiendo aceite!!
- Mi abuela dice que ese Diario es basura... –dijo Neville defendiéndolo-. Ella piensa que es El Profeta el que está decayendo, no Dumbledore, así que canceló la suscripción... Nosotros a Harry –tras su confesión, Neville se metió en la cama, y tiró de la manta hasta que le tapó la barbilla, mirando expectante a Seamus-. Mi abuela siempre a dicho que Quien-tu-ya-sabes volverá algún día, y que si Dumbledore dice que ha vuelto, es que ha vuelto...
De pronto Harry se sintió enormemente agradecido de Neville.
- Nadie dice nada –Seamus sacó su varita, reparó las cortinas, y se escondió tras ellas después de correrlas de modo que acorralaban la cama. Dean también se metió en la cama, se giró hacia el otro lado y quedó silencioso. Neville, que parecía no tener nada que objetar, miraba encariñado su cactus.
Harry se inclinó sobre su almohada, mientras miraba a Ron corriendo alrededor de la cama contigua, colocando todas sus cosas. Harry se sentía destrozado por la discusión con Seamus, quién siempre le había caído tan bien. Pero... ¿cuántos más iban a asegurar que él mentía? ¿Sufrió Dumbledore tanto como él durante el verano? ¿Era rabia lo que tenía Harry hacia Dumbledore por no haberse contactado con él durante tanto tiempo? Los dos estaban en el mismo problema juntos, después de todo, Dumbledore siempre creyó a Harry, y explicó a toda la escuela y ante la Comunidad Mágica su versión. Cualquiera que pensara que Harry era un mentiroso, tenía que pensar entonces que Dumbledore también lo era. “Se darán cuenta de que estábamos en lo cierto al final”, pensaba Harry miserablemente mientras Ron se metía a la cama, y se extinguía la última vela del dormitorio. Pero él no podía evitar preguntarse, cuantos ataques como el de Seamus podría aguantar hasta que llegara el momento de la verdad.

 

CAPÍTULO XII

PROFESORA UMBRIDGE

Seamus se vistió muy rápido a la mañana siguiente y dejó el dormitorio antes de que Harry se pusiera un solo calcetín.
- ¿Pensará que puede volverse loco si está en la habitación conmigo más tiempo? –preguntó Harry mirando la ropa de Seamus.
- No te preocupes por él, Harry –dijo Dean, poniéndose la mochila en los hombros-. Él solo es...
Pero parecía no poder decir exactamente lo que Seamus era, y después de una ligera pausa le siguió fuera de la habitación. Neville y Ron miraron a Harry con una mirada de Es-su-problema-no-el-tuyo, pero Harry no se consoló. ¿Cuántos más de esto tendría que aguantar?
- ¿Qué pasa? –preguntó Hermione 5 minutos después, alcanzando a Harry y a Ron a mitad del camino en la Sala Común, cuando se dirigían a desayunar-. Pareces totalmente... Oh, por el amor de Dios –ella estaba mirando el tablón de anuncios de la Sala Común, donde había una larga noticia.

GALEONES DE GALEONES ¿te falta un poco de dinero para salir? ¿querrías ganar algo de dinero extra? Contacta con Fred y George Weasley, en la Sala Común de Gryffindor, para obtener un trabajo a media jornada (avisamos que el trabajo esta bajo el riesgo del aspirante)

- Esto ya es demasiado –dijo Hermione quitando el anuncio que Fred y George habían colgado sobre el cartel que anunciaba la fecha de la primera visita a Hogsmeade, que sería en Octubre-. Tenemos que hablar con ellos Ron.
Ron la miró alarmado.
- ¿Por qué?
- ¡Porque somos Prefectos! –dijo Hermione y salió por el agujero del retrato-. ¡Es nuestro deber parar este tipo de cosas!
Ron no dijo nada, pero Harry pudo ver la expresión de su cara que parar a Fred y George cuando hacían lo que les gustaba no era lo que él quería.
- De todas formas, ¿qué ha pasado Harry? –continuó Hermione mientras bajaban un piso por las escaleras llenas de cuadros de viejas brujas y magos, todos los ignoraban, enfrascados en sus propias conversaciones-. Pareces enfadado por algo...
- Seamus cree que Harry miente sobre Quien-tu-sabes –dijo Ron, cuando Harry no respondió.
Hermione, que Harry había esperado que se enfadase, sólo suspiró.
- Sí, Lavander también lo piensa –dijo Hermione simplemente.
- Debiste tener una pequeña conversación con ella sobre si miento o no, ¿lo hiciste? –dijo Harry.
- No –dijo Hermione tranquilamente-. Le dije que callase su bocaza, porque aunque no te des cuenta, Ron y yo estamos de tu parte.
Hubo una pequeña pausa.
- Lo siento –dijo Harry en voz baja.
- No te preocupes –dijo Hermione con dignidad. Entonces sacudió su cabeza-, ¿no os recordáis de lo que dijo Dumbledore en la fiesta de fin de curso del año pasado?
Harry y Ron la miraron en blanco y Hermione suspiró de nuevo.
- Sobre ya-sabéis-quien. Él dijo: “su fuerza para extender la discordia y la enemistad es grande. Podemos luchar contra ella solo si presentamos unos lazos de amistad y confianza igualmente fuertes...”
- ¿Cómo puedes recordar cosas como esa? –dijo Ron mirándola con admiración.
- Yo escucho Ron –dijo Hermione con un toque de aspereza.
- Yo también, pero no puedo decir exactamente que...
- La cuestión –dijo Hermione-, es que es exactamente esto de lo que Dumbledore hablaba. Quien-vosotros-sabéis solo se alzó hace dos meses y ya estamos empezando a pelearnos entre nosotros. Y el Sombrero Seleccionador nos advirtió lo mismo: permanecer juntos, estar unidos...
- Harry tenía razón anoche –contestó Ron-. Si eso significa que tenemos que amistarnos con los Slytherin... mal cambio.
- Bien, yo pienso que es una pena que no intentemos una unión entre casas –le contradijo Hermione.
Ellos terminaron de bajar las escaleras. Unos cuantos Ravenclaw de 4° estaban cruzando el hall de entrada, al ver a Harry corrieron a formar un grupo, como si pensaran que los iba a atacar.
- Sí, estoy deseando hacerme amigo de gente así –dijo Harry sarcásticamente.
Siguieron a los Ravenclaw dentro del Gran Comedor, mirando instintivamente a la mesa de profesores.
La profesora Grubbly-Plank estaba hablando con Sinistra, la profesora de Astronomía, y Hagrid brillaba por su ausencia. El cielo encantado era una resonancia del mal humor de Harry, estaba lleno de miserables nubes grises de lluvia.
- Dumbledore no dijo por cuanto tiempo se quedaría la profesora Grubbly-Plank –dijo cuando llegaron a la mesa de Gryffindor.
- Quizás... –dijo Hermione pensativa.
- ¿Qué? –dijeron a la vez Harry y Ron.
- Bien... quizás no quería llamar la atención sobre el hecho de que Hagrid no estuviera aquí...
- ¿Qué quieres decir con que no quería llamar la atención sobre ello? –dijo Ron a media voz-. ¿No quiere que la gente se dé cuenta?
Antes de que Hermione contestara, una alta chica de pelo largo y negro se acercó a Harry.
- Hola, Angelina.
- Hola –dijo enérgicamente ella-, ¿un buen verano? –y sin esperar respuesta dijo-. Escucha, voy a ser la capitana del equipo de Quidditch de Gryffindor.
- ¡Qué bien! –dijo Harry sonriéndole, sospechaba que los métodos de Angelina no serían tan enredados como los de Oliver Wood, lo que sería una mejora.
- Sí, bueno, necesitamos un nuevo Guardián ahora que Oliver se ha ido. Las pruebas son el viernes en punto y quiero que el equipo entero esté allí ¿de acuerdo? Entonces podremos ver si el nuevo encaja.
- Vale –dijo Harry.
Angelina le sonrió y se fue.
- Había olvidado que Wood se había ido –dijo Hermione mientras se sentaba al lado de Ron y cogía un plato de tostadas-. Supongo que ahora el equipo será diferente.
- Supongo –dijo Harry, sentándose en el banco de enfrente-. Era un Guardián genial...
Con gran estrépito cientos de lechuzas aparecieron por las ventanas, descendieron por el comedor, dejando cartas y paquetes a sus dueños, y mojándolos, claramente afuera estaba lloviendo.
Hedwing no trajo nada, pero Harry no se sorprendió. Su única correspondencia era con Sirius, y dudaba que tuviera algo que decirle en solo 24 horas.
Hermione, sin embargo, dejó su zumo de naranja para coger a una gran lechuza húmeda que llevaba un empapado ejemplar de El Profeta en su pico.
- ¿Por qué lo recibes aún? –dijo Harry enfadado, pensando en Seamus, mientras Hermione dejaba un Knut en la bolsa de cuero que la lechuza tenía en su pata-. Me molesta... sólo es basura.
- Es mejor saber lo que dice el enemigo –dijo Hermione sombríamente, abriendo el periódico y desapareciendo tras él, sin aparecer hasta que Ron y Harry terminaron de comer.
- Nada –dijo ella simplemente enrollando el periódico y dejándolo en la mesa-. Nada sobre ti, Dumbledore o algo parecido.
La profesora McGonagall estaba pasando por la mesa, repartiendo los horarios.
- ¡Mirad hoy! –gimió Ron-. Historia de la Magia, Pociones doble, Adivinación y Defensa Contra las Artes Oscuras dobles... ¡Binns, Snape, Trelawney y Umbridge en un mismo día! Desearía que Fred y George corrieran y nos dieran algún truco para los vagos que nos hiciera perder clases...
- ¿Qué oyeron mis oídos? –dijo Fred, que llegaba con George, sentándose en el banco frente a Harry-. ¿Prefectos de Hogwarts que no desean asistir a sus clases?
- Mira lo que tenemos hoy... –dijo Ron, poniendo su horario bajo la nariz de Fred.
- Es el peor lunes que he visto en mi vida...
- Mala suerte hermano pequeño –dijo Fred examinando la columna-. Puedes comprar un poco de Sangra-narices. Es barato, si lo quieres...
- ¿Por qué es barato? –dijo Ron receloso.
- Porque estarás sangrando hasta que te seques, aún no tenemos el antídoto –dijo George.
- Déjalo –dijo Ron guardando su horario-. Creo que tendré que ir a clase...
- Y hablando de vuestras Bromas para Vagos –dijo Hermione mirando a Fred y George-. No podéis pedir gente para probarlos en el tablón de anuncios de Gryffindor.
- ¿y entonces a quién se lo decimos? –dijo George.
- Dímelo a mí –dijo Hermione-, o a Ron.
- A mí no me metas en esto –dijo Ron.
Hermione lo miró. Fred y George sofocaron la risa.
- Dentro de poco cambiarás de opinión, Hermione –dijo Fred.
- Estás empezando tu quinto año... pronto nos pedirás nuestros productos.
- ¿Y por qué que empiece 5° significa que voy a querer vuestras Bromas para Vagos? –preguntó Hermione.
- Quinto es el año de los TIMOs -dijo George.
- ¿Y?
- Pues que se te van a venir los exámenes encima –dijo Fred con satisfacción.
- La mitad del año tendréis crisis nerviosas por los TIMOs –dijo George alegremente-. Lágrimas y rabietas... Patricia Simpson se mareaba...
- A Kenneth Towler le salieron furúnculos ¿te acuerdas? –dijo Fred nostálgico.
- Eso fue porque le pusiste polvos de Bulbadox en su pijama –dijo George.
- Oh... sí –dijo riendo Fred-. Lo había olvidado... le había perdido la pista.
- De todas formas, el 5° es una pesadilla de curso –dijo George-. Di os preocupan los resultados de los exámenes, Fred y yo podemos ayudaros de alguna manera.
- Sí... sacasteis ¿cómo fue? ¿tres TIMOs cada uno? –dijo Ron.
- Sí –dijo Fred indiferente-, pero sabemos que nuestro futuro se sale del mundo de los logros académicos.
- Estamos pensando seriamente no acabar nuestro séptimo año –dijo George alegremente-, ahora que tenemos...
Se calló gracias a una mirada de aviso de Harry, que sabía que George iba a mencionar el dinero que él les había dado cuando acabó el Torneo de los Tres Magos.
-... ahora que tenemos nuestros TIMOs –dijo rápidamente-. Quiero decir, ¿realmente necesitamos los EXTASIS? Pero no creemos que a mamá nos deje abandonar el colegio antes de tiempo, porque para colmo Percy...
- No vamos a malgastar nuestro último año aquí, de todas formas –dijo Fred mirando alrededor del Gran Comedor-. Vamos a usarlo para hacer investigaciones de marketing, encontrando lo que los alumnos de Hogwarts realmente necesitarían en una tienda de bromas, evaluando los resultados de cada uno y elaborando los productos para cubrir la demanda...
- ¿Pero de dónde vais a sacar el dinero para abrir una tienda de bromas? –preguntó Hermione escéptica-. Necesitaréis materiales e ingredientes... y un local, supongo...
Harry no miraba a los gemelos. Sentía la cara ardiendo, había tirado deliberadamente su tenedor y se agachó a recogerlo. Oyó que Fred decía:
- No nos peguntes y no te mentiremos, Hermione. Vamos, George, si llegamos pronto podemos vender algunas Orejas Extensibles antes de la clase de Herbología...
Harry salió de debajo de la mesa y vio a Fred y George andando con un par de tostadas.
- ¿Qué han querido decir? –dijo Hermione mirando a Harry y a Ron-, ¿quiere decir que ya han conseguido dinero para empezar con su tienda de bromas?
- Ya sabes que yo me pregunto lo mismo –dijo Ron con la frente arrugada-. Ellos me compraron unas túnicas nuevas este verano y no entiendo de dónde sacaron los Galeones...
Harry decidió que e preciso sacar la conversación de ese terreno tan peligroso para él.
- ¿Creéis que es verdad que este año va a ser muy duro? ¿por los exámenes?
- Oh, sí –dijo Ron-. Tiene que serlo ¿no? Los TIMOs son muy importantes, para trabajar y para todo. Debemos decidir a qué nos dedicaremos tras este año, Bill me lo dijo, porque debes elegir que EXTASIS quieres hacer el año que viene.
- ¿Sabéis qué queréis hacer después de Hogwarts? –preguntó Harry a los otros dos, mientras dejaban el Gran Comedor y se encaminaban hacia la clase de Historia de la Magia.
- No realmente –dijo Ron-. Excepto... bueno...
Ron parecía un poco avergonzado.
- ¿Qué? –le insistió Harry.
- Bueno, estaría bien ser Auror –dijo Ron en voz baja.
- Claro que lo estaría –dijo Harry fervientemente.
- Pero solo llegan los mejores –dijo Ron-. Tienes que ser realmente bueno ¿y tú Hermione?
- No lo sé –dijo ella-. Creo que me gustaría algo que mereciera la pena realmente.
- ¡Ser Auror merece la pena! –dijo Harry.
- Sí, es cierto, pero no es la única cosa que lo merece –dijo Hermione pensativa-, quiero decir, que si pudiera llevar más lejos al PEDDO...
Harry y Ron se miraron el uno al otro.
Historia de la Magia, era por acuerdo común, la asignatura más aburrida ideada por un mago.
El profesor Binns, que era un fantasma, tenía una voz que garantizaba grandes sueños en 10 minutos, 5 si llovía. Nunca cambiaba la forma de sus clases, pero leía sin pausa cuando cogían apuntes mientras miraba soñolientamente al espacio. Harry y Ron se las arreglaron para aprobar la asignatura sólo porque copiaban los apuntes de Hermione antes de los exámenes, solo ella parecía resistir el soporífero poder de la voz de Binns.
Hoy sufrieron una hora y media de charla monótona sobre las Guerras de Gigantes. Harry escuchó suficiente en los primeros 10 minutos para apreciar que en manos de otro profesor, esa asignatura podía llegar a ser medianamente interesante, pero entonces su cerebro se desconectó, y pasó el resto de la hora y veinte minutos jugando al ahorcado en la esquina de su pergamino con Ron, mientras Hermione le echaba miradas de desaprobación.
- ¿Qué pasaría con vosotros... –les preguntó fríamente, cuando dejaron la clase para almorzar (Binns se acababa de ir cruzando la pizarra)- si yo me negara a dejaros mis apuntes este año?
- Que suspenderíamos nuestros TIMOs –dijo Ron- si quieres tener eso sobre tu conciencia Hermione.
- Bien, os lo mereceríais –les dijo- nunca habéis tratado de escucharle ¿a que no?
- Lo hemos intentado –dijo Ron-. Pero no tenemos tu cerebro, ni tu memoria, ni tu concentración... tú eres mucho más lista que nosotros... ¿puedo insistir en eso?
- Oh, deja de decir tonterías –dijo Hermione, pero parecía un poco apaciguada cuando salieron al húmedo patio.
Había una fina niebla húmeda, y la gente se apiñaba en los márgenes del jardín, que parecían borrosos. Harry, Ron y Hermione eligieron una aislada esquina bajo un gran balcón, girando hacia arriba los cuellos de su ropa para vencer el frío aire de Septiembre y hablando sobre que les pondría Snape en la primera clase del curso. Estaban de acuerdo, en que sería algo extremadamente difícil, que los pillase después de dos meses de vacaciones.
Alguien giró la esquina donde estaban.
- Hola Harry.
Era Cho Chang y, lo que era más, ella estaba sola de nuevo. Eso era mucho más inusual: Cho siempre estaba acompañada por un montón de chicas de risa tonta, Harry recordó lo mal que lo pasó para preguntarle si quería ir con él al baile de navidad.
- Hola –dijo Harry sintiendo que se ponía colorado. “Al menos ahora no estás cubierto de líquido pestilente” se dijo a sí mismo. Cho parecía estar pensando lo mismo.
- Pudiste quitarte esa sustancia ¿no?
- Sí –dijo Harry, intentando sonreír, pero el recuerdo de su último encuentro no era precisamente divertido-, entonces... ¿has pasado... err... un buen verano?
Al momento de decir eso, deseó no haberlo dicho... Cedric había sido el novio de Cho, y el recuerdo de su muerte debía haber afectado sus vacaciones casi más que a Harry. Pareció que algo tensase su cara, pero ella dijo:
- Oh, han estado bien, ya sabes...
- ¿Es una chapa de los Tornados? –dijo Ron de repente, señalando a la túnica de Cho donde había una chapa azul cielo con dos “T” doradas-. No los apoyarás ¿verdad?
- Sí, lo hago –dijo Cho.
- ¿Siempre los has apoyado o solo es porque han ganado la liga? –dijo Ron en un tono que Harry consideró innecesariamente acusador.
- Los apoyo desde que tenía 6 años –dijo Cho fríamente-. De todas formas... vemos Harry.
Ella se fue.
Hermione esperó a que Cho desapareciera en la espesa bruma para girarse hacia Ron.
- ¡Eres un maleducado!
- ¿Qué? Sólo le he preguntado si...
- ¿No has visto que ella quería hablar con Harry?
- ¿Y qué podía hacer yo? Yo o he parado...
- ¿Por qué demonios la has atacado así sobre su equipo de Quidditch?
- ¿Atacarla? Yo no la he atacado, solo era...
- ¿Qué pasa si le gustan los Tornados?
- Oh, vamos, la mitad de la gente que lleva esas chapas es solo desde hace unos meses...
- ¿Y cuál es el problema?
- Significa que no son fans reales, acaba de subirse al carro...
- Está sonando el timbre –dijo Harry aburrido, porque Ron y Hermione discutían tan alto que no lo escucharon. No pararon de discutir en todo el camino hacia la mazmorra de Snape, lo que dio a Harry tiempo para reflexionar que entre Neville y Ron no había tenido la suerte de tener dos minutos de conversación con Cho.
Cuando cruzaron el umbral de la clase de Snape, aún pensaba en ello. Ella había escogido ir a hablar con él ¿no era así? Ella había sido la novia de Cedric, podría fácilmente haber odiado a Harry por salir con vida del Torneo de los Tres Magos cuando Cedric había muerto. Pero ella le hablaba con un tono cordial, no creía que pensara que él estaba loco, o era un mentiroso, o en un horrible caso que era responsable de la muerte de Cedric... sí, ella había escogido definitivamente ir y hablar con él, y esa era la segunda vez en dos días... y con todos esos pensamientos, el ánimo de Harry subió. Aún cuando oyó el siniestro sonido de la puerta de la mazmorra de Snape abriéndose no se pinchó la pequeña y esperanzadora burbuja que parecía haberse hinchado en su pecho.
Entró a la clase tras Ron y Hermione, los siguió hacia la usual mesa del fondo, se sentó entre ellos e ignoró los ruidos irritados que estaban haciendo.
- Quiero silencio –dijo fríamente Snape cerrando la puerta tras él.
No había una necesidad real de llamar al orden, en el momento que la clase oyó la puerta cerrarse, el silencio cayó y los cuchicheos cesaron. La mera presencia de Snape era suficiente para conseguir el silencio de la clase.
- Antes de empezar la clase de hoy –dijo Snape recorriendo su mesa y mirándolo-. Me parece apropiado recordarles que el próximo Julio tendrá lugar un examen muy importante en el que provocarán cuanto han aprendido sobre la composición y el uso de pociones mágicas. Imbécil, aunque algunos de esta clase indudablemente lo son, espero que lleguen al “aceptable” en sus TIMOs o sufrirán mi... desagrado.
Miraba fijamente a Neville, que tragó con dificultad.
- Después de este año, por supuesto, la mayoría de ustedes dejarán de estudiar conmigo –siguió Snape-. Sólo daré clases a los mejores de ustedes en mi clase de pociones de EXTASIS, lo que quiere decir que seguro que la mayoría habrán de decirme adiós.
Sus ojos de pararon en Harry y sus labios se apretaron. Harry le miró airadamente, sintiendo un gran placer con la idea de que no tendría que dar pociones después de quinto año.
- Pero tenemos otro año antes del feliz momento del adiós –dijo suavemente Snape-. Así que piensen o no coger mi EXTASIS, les advierto de que deben concentrar sus esfuerzos si pretenden pasar el alto nivel que espero de mis estudiantes del TIMO. Hoy prepararemos la poción que a veces se pone el Título Indispensable de Magia Ordinaria: “the Draught of Peace”, una poción para calmar la ansiedad y la agitación. Les aviso: si se pasan con los ingredientes pueden poner al que lo beba en un profundo y a veces irreversible sueño, por eso deben prestar mucha atención a lo que hacen –a la izquierda de Harry, Hermione se sentaba muy recta con una expresión de extrema atención-. Los ingredientes y los pasos –dijo Snape moviendo su varita-, están en la pizarra –hizo que aparecieran-, encontrarán todo lo que necesitan –golpeó con su varita de nuevo-, en el armario de provisiones –la puerta del armario se abrió-, tienen hora y media... Pueden empezar.
Tal como Harry, Ron y Hermione habían predicho, Snape les había mandado una difícil y enrevesada poción. Los ingredientes debían añadirse al caldero en perfecto orden y con las cantidades justas; la poción debia estar cocinándose un número exacto de minutos, remover primero en el sentido de las agujas del reloj luego en el sentido contrario y el calor de las llamas al que hervía era lento y tenía que bajarse al nivel exacto durante unos minutos específicos antes de añadir el ingrediente final.
- Un ligero vapor plateado debe salir ahora de la poción –dijo Snape a los diez minutos mirando a Harry que sudaba profundamente, mirando desesperadamente por toda la mazmorra. De su caldero salía un vapor gris oscuro mientras que la de Ron hacía chispas verdes.
Seamus empujaba fervientemente las llamas de la base de su caldero con la punta de su varita, que parecían estar apagándose. La superficie de la poción de Hermione, sin embargo, soltaba un vapor plateado, y Snape no le hizo ningún comentario lo que significaba que no había absolutamente nada que criticar.
En el de Harry, sin embargo, Snape se paró y lo miró con una horrible sonrisa cínica en la cara.
- Potter, ¿qué se supone que es esto?
Los Slytherin de la parte delantera de la clase levantaron la vista rápidamente, les encantaba oír como regañaba a Harry.
- El “Draught of Peace” –dijo tensamente Harry.
- Dime Potter –dijo suavemente Snape- ¿Sabes leer?
Draco Malfoy se rió.
- Sí que sé –dijo Harry con sus dedos agarrados fuertemente a su varita.
- Léeme la tercera línea de las instrucciones, Potter.
Harry miró la pizarra, no era fácil entender las instrucciones a través de montones de humos de colores que subían por la mazmorra.
- Añadir polvo de piedra lunar, remover 3 minutos en el sentido de las agujas del reloj y dejar hervir fuego lento 7 minutos, entonces añadir dos gotas de sirope de “Hellebore”.
Su corazón dio un vuelco. No había añadido el sirope de “hellebore”, pero sí que había esperado a que hirviera 7 minutos.
- ¿Has hecho todo lo que pone en la tercera línea, Potter?
- No –dijo Harry muy tranquilo.
- ¿Cómo has dicho?
- No -dijo muy bajo Harry-. Olvidé el “hellebore”.
- Ya lo sabía Potter, lo que significa que esa cosa es totalmente inservible.
La poción de Harry desapareció. Ahora estaba tontamente de pie ante un caldero vacío.
- Los que hallan seguido las instrucciones, llenen un vaso con una muestra de su poción, pongan el nombre claramente y déjenlo como prueba encima de mi mesa –dijo Snape-. Deberes: doce pulgadas de pergamino explicando las propiedades de la Piedra lunar y su uso en pociones, lo entregarán el jueves.
Mientras todo el mundo llenaba sus probetas, Harry limpió sus cosas. Su poción no era peor que la de Ron, que ahora estaba echando un olor muy fuerte a huevos podridos, o que la de Neville que tenía consistencia de cemento recién mezclado y que Neville intentaba sacar de su caldero. Pero era él, Harry, quien iba a recibir un cero por un día de trabajo. Metió su varita dentro de su mochila y se desplomó sobre su silla, mirando a todos los que dejaban sus probetas en la mesa de Snape. Cuando por fin sonó la campana Harry fue el primero en salir de la mazmorra. Comenzó a almorzar mientras esperaba a Ron y Hermione que se reunieron con él en el Gran Comedor. El cielo se había puesto aún más gris durante la mañana. La lluvia caía sobre las ventanas superiores.
- Ha sido muy injusto –dijo Hermione consoladoramente sentándose al lado de Harry mientras comía pastel de pastor de Harry-. Tú poción no estaba tan mal como la de Goyle, cuando la puso en la probeta le saltó un poco encima e incendió su túnica.
- Sí, bueno –dijo Harry llenando su plato-, ¿desde cuándo Snape ha sido justo conmigo?
Ninguno contestó, los tres sabían la mutua enemistad entre Snape y Harry comenzó desde el momento en que Harry pisó Hogwarts por primera vez.
- Pensé que sería un poco mejor este año... –dijo Hermione con voz decepcionada-, quiero decir... ya sabes... –miró alrededor cuidadosamente; había media docena de sitios vacíos a su alrededor y nadie pasaba cerca-... ahora que él está en la Orden y todo eso.
- Las setas envenenadas no cambian su lugar –dijo Ron-, de todas formas, siempre pensé que Dumbledore se equivocaba al confiar en Snape, ¿dónde están las pruebas de que realmente no trabaje para Quién-vosotros-sabéis?
- Creo que Dumbledore tiene muchas pruebas, aunque no te las halla enseñado, Ron –dijo Hermione.
- Oh, callaros los dos –dijo fuertemente Harry, cuando Ron abría la boca para contestar, Hermione y Ron lo miraron. Parecían enfadados y ofendidos-. ¿No podéis dejarlo? –dijo Harry-. Siempre están peleando, me van a volver loco.
Dejó su pastel, puso su mochila sobre sus hombros y les dejó sentados allí.
Harry subió dos escalones de la escalera de mármol, cuando un montón de estudiantes corrieron a almorzar. La ira que se acababa de avivar, inesperadamente siguió latiendo en su interior, y la visión de las caras escandalizadas de Ron y Hermione le proporcionó una sensación de profunda satisfacción.
- Les está bien empleado –pensó-, ¿por qué no lo dejan?... discutiendo todo el tiempo... es suficiente para sacarme de mis casillas...
Pasó de largo el cuadro de Sir Cadogan, el caballero del rellano; Sir Cadogan cogió su espada y la blandió fieramente contra Harry, que le ignoró.
- Vamos, ¡defiéndete! –gritó Sir Cadogan con voz ahogada desde detrás de la visera, pero Harry siguió andando y cuando Sir Cadogan lo siguió metiéndose en el cuadro del vecino, fue expulsado por su habitante, un gran y feroz perro de caza.
Harry pasó el resto del almuerzo sentado solo bajo la trampilla de la torre Norte. Por lo tanto, fue el primero en subir la plateada escalera que llevaba a la clase de Sybill Trelawney cuando sonó la campana. Después de Pociones, Adivinación era la clase que menos gustaba a Harry, debido a la costumbre que tenía la profesora de predecir su muerte prematura en todas las sesiones. Era una mujer delgada con pañuelos, y llena de pulseras y collares, que recordaba a algún tipo de insecto, con sus gafas que hacían más grandes sus ojos.
Estaba ocupada poniendo copias de deformados libros de cuero en cada una de las pequeñas mesas esparcidas por la habitación cuando Harry entró, pero la luz que desprendían las lámparas cubiertas con pañuelos y la poco intensa fogata que ardía en la chimenea eran muy débiles y no se dio cuenta cuando él se sentó entre las sombras.
El resto de la clase llegó en los siguientes 5 minutos. Ron surgió de la trampilla, miró alrededor, se fijó en Harry y fue directo hacia él, o por lo menos todo lo directo que pudo esquivando mesas, sillas y almohadones.
- Hermione y yo paramos de discutir –dijo sentándose al lado de Harry.
- Bien –respondió Harry.
- Pero Hermione dice que piensa que sería mejor si parases de pagar tu mal genio con nosotros –dijo Ron.
- Yo no...
- Sólo te estoy pasando su mensaje –dijo Ron sin dejar que acabase-. Pero reconozco que tiene razón. No es culpa nuestra cómo te traten Seamus y Snape...
-Yo nunca he dicho eso...
- Buenos días –dijo la profesora Trelawney en su habitual tono, y Harry dejó de hablar, sintiéndose de nuevo molesto y ligeramente avergonzado de sí mismo-, y bienvenidos de nuevo a Adivinación. Yo, por supuesto, he ido siguiendo vuestra suerte muy cuidadosamente este verano, y me encanta ver, que todos habéis vuelto a Hogwarts en perfecto estado... aunque, claro, eso, ya lo sabía. Podéis contar en vuestras mesas una copia de “El Oráculo de los Sueños” de Iñigo Imago. La interpretación de sueños es una de las cosas más importantes de la adivinación de futuro y una de las que probablemente os examinaran los TIMOs. Claro, que aprobar o suspender los exámenes no tiene importancia cuando se trata del sagrado arte de la adivinación. Si tenéis ojo de la visión los exámenes no sirven de mucho... sin embargo, el director quiere que os examinéis, así que...
Siguió hablando, dejándoles sin ninguna duda de que la profesora Trelawney consideraba su asignatura por encima de los problemas como los exámenes.
- Pasar, por favor, a la introducción y leer lo que Imago dice sobre el problema de la interpretación de sueños. Luego, poneos en parejas. Usar “El Oráculo de los Sueños” para interpretar los sueños más recientes del compañero. Podéis empezar.
La única cosa que le gustaba de esa clase es que no era doble. Cuando acabaron de leer la introducción del libro, apenas tuvieron 10 minutos para interpretar sueños. En la mesa de al lado de Harry y Ron, Dean se sentaba con Neville, quien inmediatamente emprendió una explicación sobre una pesadilla sobre unas tijeras gigantes que llevaban el mejor sombrero de su abuela.
- Yo nunca recuerdo mis sueños –dijo Ron-, dime tú uno.
- Tienes que recordar alguno –dijo Harry impacientemente.
No iba a compartir sus sueños con nadie. Sabía perfectamente bien qué querían decir sus pesadillas sobre el cementerio. No necesitaba que Ron, la profesora Trelawney o el estúpido “Oráculo de los Sueños” se lo dijeran.
- Bueno, la otra noche soñé que estaba jugando a Quidditch –dijo Ron arrugando su cara en un esfuerzo por recordar-. ¿Qué crees que quiere decir?
- Seguramente vas a ser devorado por un malvavisco gigante, o algo por el estilo –dijo Harry volviendo las páginas del libro sin interés. Era muy aburrido buscar trozos de sueño en “El Oráculo...” y Harry no se animó cuando la profesora Trelawney les mandó la tarea de copiar sus sueños diarios durante un mes. Cuando sonó la campana, él y Ron bajaron la escalera. Ron se quejó.
- ¿Te das cuenta de la cantidad de deberes que tenemos ya? Binns nos ha mandado un ensayo de pie y medio sobre las Guerras de Gigantes, Snape quiere otro sobre el uso de la piedra lunar, y ahora ¡Tenemos que hacer un diario de nuestros sueños durante un mes para Trelawney! Fred y George no se equivocaban sobre el año de los TIMOs ¿verdad? Será mejor que esa Umbridge no nos ponga nada...
Cuando entraron en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras la profesora Umbridge estaba sentada en la mesa del profesor. Llevaba la chaqueta rosa de lana de la noche anterior y un lazo de terciopelo en la cabeza. A Harry le recordó de nuevo una gran mosca posada encima de una gran rana.
La clase estaba en silencio, la profesora Umbridge era aún una desconocida, y nadie sabía lo estricta y disciplinaria que podía llegar a ser.
- Bien ¡Buenas tardes! –dijo cuando toda la clase estuvo sentada.
Algunas personas contestaron vagamente buenas tardes.
- No, no, no –dijo la profesora Umbridge-. Esto no puede ser así. Debéis contestar “Buenas tardes, profesora Umbridge” todos a la vez, por favor. ¡Buenas tardes clase!
- Buenas tardes, profesora Umbridge –contestaron.
- Bien, ahora –dijo dulcemente la profesora Umbridge-, no ha sido muy difícil ¿no? Guardad las varitas y sacad las plumas, por favor.
La mayoría de la clase intercambió miradas tristes, la orden “guardar la varita” nunca iba seguida de una clase interesante. Harry metió su varita en la mochila y sacó su pluma, tinta y un pergamino. La profesora Umbridge abrió su maletín, sacó su propia varita, que era extraordinariamente corta y golpeó con ella la pizarra. Al momento aparecieron unas letras.
“Defensa Contra las Artes Oscuras, una vuelta a los principios básicos”
- Bien. Vuestra enseñanza en esta asignatura ha sido interrumpida y fragmentada ¿no es así? –afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase con las manos apretadas pulcramente ante ella-. El constante cambio de profesores, siendo que algunos de ellos no tenían un currículo aceptado por el Ministerio, ha tenido como resultado que estáis por detrás de la media que deberíais tener en el año de los TIMOs. Tenéis que alegraron de saber, sin embargo, que esos problemas van a ser corregidos. Vamos a seguir un cuidadosamente estructurado plan de estudios, centrado en la teoría, que ha aprobado el Ministerio. Copien lo siguiente, por favor...
Tocó la pizarra de nuevo y el primer mensaje desapareció, siendo reemplazado por los objetivos del curso:
- Entender los principios de la magia defensiva.
- Aprender a reconocer situaciones en las que podemos usar la magia defensiva legalmente.
- Situar el uso de la magia defensiva en un contexto para su uso legal.

Durante un par de minutos la clase se llenó de ruidos de plumas moviéndose sobre pergaminos. Cuando todo el mundo hubo copiado los tres principios de la profesora Umbridge, ella preguntó:
- ¿Tiene todo el mundo un ejemplar de “La Teoría de la Magia Defensiva” de Wilbert Slinkhard?
Hubo un murmullo de asentimiento en la clase.
- Creo que tienen que intentarlo de nuevo –dijo la profesora Umbridge-. Cuando yo les pregunte, quiero que contesten “Sí, profesora Umbridge” o “No, profesora Umbridge”. Así que: ¿tiene todo el mundo un ejemplar de “La Teoría de la Magia Defensiva” de Wilbert Slinkhard?
- Sí, profesora Umbridge –sonó a través de la habitación.
- Bien –dijo la profesora-. Me gustaría que fuerais a la página 5 y leyeran el capítulo uno “Fundamentos para principiantes”. No necesitarán hablar.
La profesora Umbridge se alejó de la pizarra y se sentó en la silla tras su escritorio, observándolos a todos con sus ojos de sapo. Harry fue a la página 5 de su ejemplar de “La Teoría de la Magia Defensiva” y comenzó a leer.
Era desesperadamente aburrido, casi peor que escuchar al profesor Binns. Sintió que su concentración se deslizaba muy lejos, pronto habría leído la misma línea media docena de veces sin hablar.
Pasaron varios minutos de severo silencio. A su lado, ron giraba distraídamente su pluma sobre sus dedos, mirando al mismo lugar de la página. Harry miró a su derecha y se llevó una sorpresa que lo sacó definitivamente de su sopor. Hermione no había abierto su ejemplar de “La Teoría de la Magia Defensiva”. Ella miraba fijamente a la profesora Umbridge con la mano levantada.
Harry no recordaba que Hermione se hubiera negado nunca a leer cuando se lo mandaban, de hecho ella no resistía la tentación de abrir cada libro que caía en sus manos. Él la miró interesado, pero ella no movió la cabeza como signo de que no iba a responder preguntas, y continuó mirando a la profesora que miraba justo en la otra dirección.
Después de que pasaran algunos minutos más, Harry no era el único que miraba a Hermione.
El capitulo que tenían que leer era muy aburrido, y más y más gente escogió mirar la silenciosa atención con que Hermione intentaba captar la mirada de la profesora, en vez de leer los “Fundamentos para principiantes”.
Cuando más de la mitad de la clase miraba a Hermione en lugar de a sus libros, la profesora Umbridge pareció decidir que no podía ignorar la situación por más tiempo.
- ¿Quieres preguntar algo sobre el capítulo, querida? –preguntó a Hermione.
- No es sobre el capítulo –dijo Hermione.
- Bueno, ahora estamos leyéndolo –dijo la profesora Umbridge, mostrando sus dientes-. Si quieres hacer otras preguntas podemos hablar al final de la clase.
- Tengo una pregunta sobre los objetivos del curso –dijo Hermione.
La profesora levantó sus ojos.
- ¿y tú nombre es...?
- Hermione Granger –dijo Hermione.
- Bien, señorita Granger, creo que los objetivos del curso quedaban muy claros si los lee detenidamente –dijo la profesora con un tono resuelto de dulzura.
- Bueno, no lo están –dijo Hermione bruscamente-. No hay nada escrito sobre el uso de hechizos de defensa.
Hubo un pequeño silencio en la que la mayoría de la clase giró para leer los tres objetivos del curso escritos en la pizarra.
- ¿Uso de hechizos de defensa? –repitió la profesora Umbridge con una ligera risa-, ¿por qué? No puedo imaginar que se presente ninguna situación en mi clase que pueda necesitar que use usted un hechizo de defensa Srta. Granger ¿o cree que va a ser atacada en medio de la clase?
- ¿No vamos a usar la magia? –dijo Ron.
- Los alumnos deben levantar sus manos para hablar en mi clase, Sr...
- Weasley –dijo Ron levantando su mano en el aire.
La profesora Umbridge, sonriendo aún más ampliamente, lo ignoró. Harry y Hermione también levantaron inmediatamente las manos. Los ojos de profesora se fijaron en Harry por un momento, pero se dirigió a Hermione.
- ¿Sí Srta. Granger? ¿Quiere preguntar algo más?
- Sí –dijo Hermione-, ¿se da cuenta de que lo más importante de la Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar hechizos de defensa?
- ¿Es usted una experta en educación del Ministerio, Srta. Granger? –preguntó la profesora Umbridge con su falsa voz dulce.
- No, pero...
- Bien. Entonces, siento decirte que no estás calificada para decidir qué es lo más importante en mi clase. Magos mucho más ancianos y mejor preparados que tú han diseñado nuestro nuevo programa de estudio. Van a aprender cosas acerca de los hechizos de defensa por un camino mucho más seguro...
- ¿De qué sirve eso? –dijo Harry-, si vamos a ser atacados, eso no serviría de...
- ¡la mano Sr. Potter! –gritó la profesora Umbridge.
Harry tenía la mano en el aire. De nuevo, la profesora Umbridge le ignoró, pero ahora mucha más gente tenía su mano en alto.
- ¿Y tú nombre es? –dijo la profesora a Dean.
- Dean Thomas.
- Usted dirá, Sr. Thomas.
- Bien, lo que dice Harry es cierto ¿no? –dijo Dean-. Si vamos a ser atacados, no nos libraremos del riesgo...
- Repito –dijo la profesora Umbridge sonriendo irritada a Dean-. ¿Crees que vas a ser atacado durante mis clases?
- No, pero...
La profesora no le dejó terminar.
- No voy a criticar cómo se hacen las cosas en este colegio –dijo con una sonrisa burlona en su cara-, pero habéis estado expuestos a muchos magos irresponsables en esta asignatura, muy irresponsables de hecho... por no mencionar –se rió desagradablemente- los extremadamente peligrosos hombres lobo...
- Si se refiere al profesor Lupin –dijo ferozmente Dean-, él es el mejor profesor que nosotros...
- ¡La mano Sr. Thomas! Como iba diciendo... habéis sido introducidos en encantamientos muy difíciles, inapropiados para vuestra edad y potencialmente letales. Habéis sido asustados con la idea de que recibiríais ataques oscuros algún día...
- No es cierto –dijo Hermione-. Nosotros solo...
- ¡SU MANO NO ESTÁ EN ALTO SEÑORITA GRANGER!
Hermione alzó su mano. La profesora la ignoró.
- Tengo entendido que mi predecesor no sólo efectuó hechizos ilegales ante vuestros ojos, sino que los usó con vosotros...
- Bueno, lo echaron por maníaco ¿no? –dijo Dean fogosamente-. A decir verdad, aprendimos un montón...
- ¡SU MANO NO ESTÁ EN ALTO SR. THOMAS! –chilló la profesora-. Ahora, el Ministerio cree que los conocimientos teóricos son más que suficientes para pasar los exámenes, que al fin y al cabo, es de lo que se trata. ¿Y tú nombre es? –añadió mirando a Parvati, cuya mano se acababa de levantar.
- Parvati Patil, ¿no hay una parte práctica en el TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que mostrar que podemos hacer hechizos y esas cosas?
- Si has estudiado la teoría duramente, no hay razón por la que no tengas que ser capaz de realizar hechizos bajo el control de los examinadores –dijo la profesora Umbridge.
- ¿Sin haberlos practicado antes? –dijo Parvati incrédula-. ¿Está diciéndonos que la primera vez que haremos esos encantamientos será durante el examen?
- Repito que si te estudias la teoría duramente...
- ¿Y qué teoría va a haber en el mundo real? –dijo Harry con la mano en el aire de nuevo.
La profesora lo miró.
- Esto es el colegio, Sr. Potter, no el mundo real –dijo suavemente.
- ¿Pero no se supone que estamos preparándonos para lo que nos espera fuera de aquí?
- No hay nada esperándole fuera, Sr. Potter.
- ¿De verdad? –dijo Harry. Su mal humor, que parecía haber estado todo el día como una burbuja en la superficie todo el día, estaba a punto de explotar.
- ¿Qué se supone que va a atacar a niños como vosotros? –preguntó la profesora en un horrible y meloso tono de voz.
- Hmmm, déjeme pensar –dijo Harry en un tono burlón-. Quizás... LORD VOLDEMORT.
Ron se atragantó, Lavander Brown dio un pequeño chillido y Neville se escurrió de su taburete.
La profesora, sin embargo, no retrocedió. Ella miraba a Harry con una gran expresión de satisfacción en su cara.
- Diez puntos menos para Gryffindor, Sr. Potter.
La clase estaba callada y quieta. Todo el mundo miraba a Umbridge y Harry.
- Ahora, déjame que de deje unas cosas bien claras.
La profesora Umbridge se puso de pie y se inclinó hacia él con las manos sobre su mesa.
- Acabas de decir que realmente el Señor Oscuro ha vuelto de la muerte...
- ¡Él no estaba muerto! –dijo Harry furiosamente-, pero sí ¡Ha vuelto!
- Sr. Potter acaba-de-perder-10-puntos-de-su-casa-así-que-no-se-busque-más-problemas –dijo la profesora Umbridge de un solo golpe sin mirar a Harry-, como iba diciendo acabas de decir que el Señor Oscuro ha vuelto, lo has dicho de nuevo. Eso es MENTIRA.
- ¡Eso NO es mentira! –dijo Harry-. ¡Yo lo vi! ¡Yo luché con él!
- ¡Está usted castigado Sr. Potter! –dijo triunfalmente la profesora-. Mañana por la tarde. A las 5 en punto. En mi despacho. Lo repito, eso es MENTIRA. El Ministerio ha garantizado que no estás en peligro por ningún Señor Oscuro. Si aún estás preocupado, de todas maneras puedes venir a hablar conmigo fuera de las horas de clases. Si alguien está alarmado con cuentos sobre Magos Oscuros que se alzan, puedo escucharlos. Estoy aquí para ayudar. Soy vuestra amiga. Y ahora, deben continuar leyendo. Página 5, “Fundamentos para principiantes”
La profesora se sentó tras su mesa. Harry, sin embargo, se levantó. Todo el mundo le miraba, Seamus parecía medio-asustado y medio-fascinado.
- ¡Harry no! –le dijo Hermione con tono preocupado, tirándole la manga, pero tiró de su brazo.
- Entonces, según usted. Cedric Diggory calló muerto por su propio gusto ¿no es así? –preguntó Harry con voz temblorosa.
Hubo un gran número de bufidos en la clase. Ninguno de ellos, aparte de Ron y Hermione, habían oído aún a Harry hablar de lo que pasó la noche de la muerte de Cedric.
Pasaban su mirada de Harry a la profesora, que arqueaba las cejas y lo miraba sin su falsa sonrisa.
- La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente –dijo fríamente.
- Él fue asesinado –dijo Harry. Podía sentir cómo temblaba. No había hablado a nadie de eso y menos a treinta de sus compañeros-. Voldemort lo mató y usted lo sabe.
La cara de la profesora Umbridge estaba blanca. Por un momento, Harry pensó que iba a chillarle, entonces ella dijo, con voz dulce y muy suave.
- Venga aquí, Sr. Potter, querido.
Él apartó su silla, andando alrededor de Ron y Hermione y subiendo hasta la mesa de la profesora. Podía sentir que el resto de la clase aguantaba la respiración. Se sentía tan enfadado que no atendió a lo que sucedió después.
La profesora Umbridge sacó un pequeño rollo de pergamino rosa de su maletín, lo estiró sobre la mesa, metió su pluma en un bote de tinta y comenzó a garabatear, tapándolo para que Harry no pudiera leer lo que escribía. Nadie habló. Después de un minuto enrolló el pergamino y lo golpeó con su varita, se selló para que él no lo pudiera abrir.
- Dale esto a la profesora McGonagall, querido –dijo la profesora Umbridge, dándole la nota.
Lo cogió sin decir una palabra, se giró sobre sí mismo y dejó la habitación, sin mirar a Ron y Hermione, cerrando la puerta de la clase tras él. Anduvo muy deprisa por los pasillos, con la nota para McGonagall fuertemente agarrada a su mano, y giró una esquina encontrándose con Peeves, el Poltergeist, que estaba flotando sobre su espalda en medio del aire, haciendo juegos de malabares con botes de tinta.
- ¡Por qué está loco el pequeño Potter! –cacareó Peeves, dejando caer dos tinteros al suelo, donde se rompieron y mancharon las paredes de tinta. Harry saltó hacia atrás con un gruñido.
- Sal de en medio, Peeves.
- Oooh, “Crackpot’s feeling cranky” –dijo Peeves persiguiendo a Harry por el pasillo, flotando por encima de él-, ¿qué es esta vez, mi buen amigo loco? ¿Oyendo voces? ¿Viendo visiones? ¿Hablando en... –Peeves se preparó una enorme frambuesa-... otros idiomas?
- Te he dicho que me dejes ¡SOLO! –chilló Harry, bajando hasta el piso de abajo por las escaleras, pero Peeves se deslizó por la barandilla y apareció a su lado.
- Oh, muchos piensan que está chillando, el pequeño muchacho loco, pero algunos son amables y piensan que está triste. Pero Peeves sabe mejor y dice que él está loco...
- ¡CÁLLATE!
Una puerta a su izquierda se abrió y la profesora McGonagall salió de su despacho mirando ceñuda y ligeramente hostigada.
- ¿Qué demonios pasa contigo Potter? –dijo y Peeves se rió a carcajadas y se fue volando muy deprisa-. ¿Por qué no estás en clase?
- Me han mandado a verla –dijo Harry duramente.
- ¿Mandado? ¿Qué quieres decir con que te han mandado?
Le tendió la nota de la profesora Umbridge. La profesora McGonagall la tomó, frunciendo el ceño, la abrió con un golpe de varita, la desenrolló y comenzó a leer. Sus ojos pasaron deprisa de un lado a otro entre sus gafas cuadradas, mientras leía lo que Umbridge había escrito y con cada línea se fueron estrechando.
- Entra aquí Potter.
La siguió hacia el interior de su despacho. La puerta se cerró automáticamente tras él.
- ¿Y bien? –dijo la profesora McGonagall mirándolo-. ¿Es esto cierto?
- ¿Si es cierto qué? –preguntó Harry, más agresivamente de lo que hubiera querido-, ¿Profesora? –añadió en un intento por sonar más educado.
- ¿Es cierto que le gritaste a la profesora Umbridge?
- Sí –dijo Harry.
- ¿Le llamaste mentirosa?
- Sí.
- ¿Le dijiste que El-que-no-debe-ser-nombrado había vuelto?
- Sí.
La profesora McGonagall se sentó tras su mesa, mirando atentamente a Harry. Entonces dijo:
- Coge una galleta Potter.
- Que coja... ¿qué?
- Coge una galleta –repitió impaciente, señalando una lata que estaba sobre uno de los montones de papeles de la mesa-. Y siéntate.
En una ocasión anterior, cuando Harry esperaba ser regañado por la profesora McGonagall, ella lo había apuntado en el equipo de Quidditch de Gryffindor. Se sentó en una silla enfrente de ella, con un pastel de jengibre, sintiéndose tan confundido como aquella vez.
La profesora McGonagall dejó la nota de la profesora Umbridge y miró muy seria a Harry.
- Potter, debes ser más cuidadoso.
Harry tragó un trozo de pastel de jengibre y la miró. Su tono de voz no era el normal, no era enérgico, fresco y severo; era grave y preocupado... y mucho más humano de lo normal.
- Portarte mal en las clases de Dolores Umbridge puede costarte mucho más que puntos o un castigo...
- ¿Qué quiere decir?
- Potter, usa tu sentido común –dijo la profesora McGonagall volviendo a su tono habitual-. Sabes de donde viene ella, deberías saber a quién está informando.
La campana que marcaba el fin de clase sonó. Llegaron miles de ruidos de los estudiantes que salían.
- Aquí dice que te ha castigado todas las tardes de esta semana, empezando mañana –dijo la profesora McGonagall mirando otra vez la nota.
- ¡Todas las tardes de esta semana! –repitió Harry horrorizado-. Pero profesora, ¿usted no podría...?
- No, yo no puedo –dijo rotundamente.
- Pero...
- Ella es tu profesora y tiene derecho a castigarte. Debes ir a su despacho mañana a las 5 en punto por primera vez. Y recuerda: ten cuidado con Dolores Umbridge.
- ¡Pero estoy diciendo la verdad! –dijo Harry escandalosamente-. Voldemort ha vuelto, usted sabe que es cierto, el profesor Dumbledore sabe que es así...
- ¡Por el amor de Dios, Potter! –dijo la profesora colocándose bien las gafas (ella había hecho un gesto horrible cuando usó el nombre de Voldemort)-. ¿Piensas que todo esto trata sobre si mientes o dices la verdad? ¡Se trata de que escondas la cabeza y pongas tu furia bajo control!
Ella se levantó y Harry también lo hizo.
- Coge otra galleta –dijo con irritación ofreciéndole la lata.
- No, gracias –dijo fríamente.
- No seas tonto.
Él tomó una.
- Gracias –dijo de mala gana.
- ¿Oíste el discurso de Dolores Umbridge en el banquete de principio de curso, Potter?
- Sí –dijo Harry-. Sí... ella dijo... que los adelantos se prohibirían o... bien, significa que... que el Ministerio de Magia está intentado interferir en Hogwarts.
La profesora McGonagall lo miró atentamente durante un momento, entonces suspiró, bordeó su mesa y abrió la puerta.
- Bueno, me alegro de que escuches a Hermione Granger de todos modos –le dijo ella cuando salió de su oficina.

 

 

CAPÍTULO XIII

PENITENCIA CON DOLORES

La cena en el Gran Comedor esa noche no fue una experiencia placentera para Harry. La noticia de su competencia a gritos con Umbridge había viajado excepcionalmente rápido, aún para los estándares de Hogwarts. Oía murmullos todo alrededor, cuando se sentó a comer entre Ron y Hermione. Lo más notorio era que ninguno de los que susurraban parecía interesarle en lo más mínimo que escuchara lo que decían de él. Por el contrario, era como si esperaran que se enojase nuevamente y comenzara a gritar, así podrían obtener su versión de la historia, de primera mano.
- Él dice que vio morir a Cedric Diggory...
- Reconoce que se batió a duelo con Ya-sabes-quién...
- Salvándose...
- ¿Quiénes, según él, consideran que miente?
- Lo que no entiendo –dijo Harry con los dientes apretados, dejando a un lado el cuchillo y el tenedor (sus manos temblaban demasiado para mantenerlos derechos)-, es por qué todos creyeron la historia dos meses atrás cuando Dumbledore la contó...
- El hecho, Harry, es que no estoy segura de que lo hayan hecho –dijo Hermione ceñudamente-. Oh, vámonos.
Con un golpe ella dejó caer cuchillo y tenedor; Ron contempló largamente su pastel de manzana a medio terminar pero luego los siguió, sumiso. Varios los observaron durante todo el trayecto hasta el hall.
- ¿Qué quieres decir, que no estás segura de que le creyeran a Dumbledore? –preguntó Harry a Hermione cuando alcanzaron el descansillo del primer piso.
- Mira, no entiendes como era la situación después de que pasaron aquellas cosas –dijo Hermione quedamente-. Apareciste en medio del patio, sujetando el cuerpo de Cedric... ninguno de nosotros pudo ver lo que pasó en el interior del laberinto... lo único que teníamos era la palabra de Dumbledore para decirnos que Ya-sabes-quién había retornado, asesinado a Cedric y peleado contigo.
- ¡Lo cual es cierto! –dijo Harry levantando el tono de la voz.
- Lo sé, Harry, así que por favor ¿puedes dejar de gritarme? –dijo Hermione fastidiada-. ¡Es sólo que antes de que la verdad pudiera ser aceptada, todo el mundo se fue a casa a pasar el verano, en donde estuvieron dos meses leyendo que tú eras un loco y Dumbledore se había vuelto senil!
La lluvia golpeaba los cristales de las ventanas, mientras recurrían a grandes trancos los vacíos corredores de regreso a la Torre de Gryffindor. Harry tuvo la impresión de que el primer día había durado lo que una semana, aunque todavía le quedaba un montón de tarea para hacer antes de irse a la cama.
Un dolor sordo, palpitante se extendía sobre su ojo derecho. Se asomó a través de una ventana bañada por la lluvia a los oscuros terrenos de la escuela, a medida que giraban hacia el corredor del retrato. No había luz alguna en la cabaña de Hagrid.
- Mimbulus Mimbletonia –dijo Hermione antes de que la Señora Gorda pudiera siquiera preguntar. El retrato se abrió para revelar el agujero y los tres se precipitaron a través de él.
La Sala Común estaba casi vacía, la mayoría aún cenaba. Crookshanks se desenroscó en un sillón y corrió a su encuentro, ronroneando con fuerza y, cuando Harry, Ron y Hermione tomaron sus asientos favoritos cerca de la chimenea, saltó a la falda de esta última y se hizo bola como si se tratara de un almohadón peludo de mal gusto. Harry se quedó mirando las llamas, sintiéndose consumido y exhausto.
- ¿Cómo pudo permitir que pasara esto Dumbledore? –gimió de repente Hermione, sobresaltando a Harry y a Ron; Crookshanks dejó su falda, luciendo agraviado. Ella golpeó los brazos del sillón con furia, haciendo que fragmentos de relleno escaparan por los agujeros-. ¿Cómo puede permitir que esa horrible mujer nos enseñe? ¡Y en el año de nuestros TIMOs!
- Bueno, nunca hemos tenido grandes maestros en Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿o no? –dijo Harry-. Tú sabes como es, Hagrid nos dijo, nadie quiere el trabajo, dicen que está gafado.
- Sí, ¡pero por qué dárselo a alguien que se niega a permitirnos usar magia! ¿A qué juega Dumbledore?
- Y ella está intentando conseguir gente que espíe para ella –agregó Ron sombríamente-. ¿Recuerdan cuando dijo que quería que le avisáramos si oíamos a alguien diciendo que Ustedes-saben-quién estaba de vuelta?
- Por supuesto que ella está aquí para espiarnos, ¿por qué otra razón Fudge querría que viniese? –estalló Hermione.
- No empiecen de nuevo –dijo hastiado Harry cuando Ron abría la boca para contraatacar-. No podemos... hagamos la tarea, quitémosla del camino...
Recogieron sus mochilas de la esquina y regresaron a sus lugares cerca del fuego. Había gente volviendo de cenar ahora. Harry mantuvo la cara apartada del agujero del retrato, pero aún así podía sentir las miradas que atraía.
- ¿Deberíamos hacer las cosas de Snape primero? –dijo Ron mojando la pluma en el tintero-. “Las cualidades de la piedra lunar y sus usos en la preparación de pociones...” –susurró, escribiendo las palabras en el extremo superior de su pergamino al tiempo que las pronunciaba-. Eso –subrayó el título y luego levantó la vista hacia Hermione, expectante-. Bueno, ¿cuáles son las cualidades de la piedra lunar y sus usos en la preparación de pociones?
Pero Hermione no le escuchaba, miraba furtivamente hacia la esquina en donde Fred, George y Lee Jordan estaban ahora sentados en el centro de un grupo de estudiantes de primer año de aspecto inocente, los cuales masticaban algo que había salido de una gran bolsa de papel que Fred sostenía.
- No, lo lamento, han ido demasiado lejos –dijo ella poniéndose de pie y luciendo positivamente furiosa-. Vamos, Ron.
- ¿Qué? –dijo este claramente tratando de ganar tiempo-. No, por favor, Hermione no podemos llamarles la atención por entregar dulces.
- Sabes perfectamente que esas son pastillas de Nariz Sangrante o...
- ¿Sorpresas Desfallecientes? –sugirió Harry.
Uno por uno, como si hubieran recibido un golpe en la cabeza, los de primero caían inconscientes en sus asientos, algunos deslizándose al suelo, otros permaneciendo aferrados a sus sillones, con la lengua afuera. La mayoría de los que observaban reían a carcajadas, Hermione, sin embargo, incorporándose, marchó directamente donde Fred y George se encontraban ahora, anotadores en mano observando cuidadosamente a los primerizos. Ron se irguió de su asiento, dudó un instante y agregó “Ella tiene todo bajo control” antes de hundirse en la silla tanto como le fue posible.
- ¡Es suficiente! –exclamó Hermione a Fred y George que levantaron la vista sorprendidos
- Sí, es cierto –asintió George-, la dosis parece suficientemente fuerte, ¿no?
- ¡Les he dicho esta mañana que no pueden probar su basura en los estudiantes!
- ¡Les pagamos! –retractó indignado Fred.
- ¡No importa, puede ser peligroso!
- Tonterías –dijo Fred.
- ¡Cálmate, Hermione, está bien! –dijo Lee en tono tranquilizador, insertando pastillas rojas en las bocas abiertas de los desmayados estudiantes de primer año.
- Sí, mira como se recuperan –dijo George.
Algunos alumnos de primero ya se movían. Unos parecían tan sorprendidos de encontrarse en el suelo, o colgando de sus sillas, que Harry tuvo la certeza de que Fred y George no les habían advertido acerca de los efectos de los dulces.
- ¿Te sientes bien? –preguntó amablemente George a una muchacha de cabellos oscuros que yacía a sus pies.
- Eso creo –dijo ella temblorosamente.
- Excelente –concluyó Fred alegremente, pero al momento siguiente Hermione les había arrebatado los anotadores y la bolsa de papel de las manos.
- ¡NO ES EXCELENTE!
- Por supuesto que lo es, están vivos ¿o no? –dijo Fred enojado.
- No pueden hacer esto, ¿qué tal si alguno enferma gravemente?
- No vamos a hacer que se enfermen, ya probamos los dulces nosotros mismos, sólo comprobamos si todos reaccionan de la misma manera...
- Si no se detienen, voy a...
- ¿Ponernos en penitencia? –dijo Fred en tono de “quiero-ver-que-lo-intentes”.
- ¿Hacernos copiar reglones? –dijo George con una sonrisa burlona.
Los ocasionales espectadores reían por toda la sala. Hermione se irguió en toda la extensión de su estatura y entornó los ojos, mientras el cabello se le encrespaba.
- No –dijo temblándole de furia la voz-, pero voy a escribirle a su madre.
- No serías capaz –dijo horrorizado George, retrocediendo.
- Oh, sí –dijo Hermione torvamente-. No puedo impedir que ustedes consuman los estúpidos dulces, pero no se los darán a los de primero.
Fred y George se miraron atónitos. Estaba claro hasta donde llegaban a comprender, que la amenaza que representaba Hermione había sido claramente subestimada. Con una última mirada de advertencia, arrojó los anotadores y la bolsa de nuevo en sus brazos y regresó dando zancadas a su silla.
Ron estaba tan hundido en su sillón que su nariz llegaba ahora al nivel de sus rodillas.
- Gracias por tu apoyo, Ron –le espetó Hermione con acidez.
- Has hecho un excelente trabajo por ti misma –murmuró Ron.
Hermione miró su pergamino en blanco unos segundos y luego dijo enojada:
- Oh no está bien, no puedo concentrarme ahora. Voy a la cama.
Ella abrió con violencia su mochila y Harry pensó que iba a guardar los libros, pero en cambio extrajo dos objetos lanudos, cuya forma no pudo reconocer y procedió a depositarlos con cuidado en la mesa más cercana a la chimenea, los cubrió con trozos de pergamino descartados y una pluma rota y retrocedió para observar el aspecto que representaba el conjunto.
- En el nombre de Merlín, ¿qué estás haciendo? –dijo Ron, denotando preocupación por su salud mental.
- Es para los elfos domésticos –respondió con tosquedad, ahora guardando sus libros en el bolso-. Los hice durante el verano. Soy lenta tejiendo sin magia, pero ahora que estoy de vuelta en la escuela debería ser capaz de hacer montones más.
- ¿Estás haciendo sombreros para los elfos domésticos? –dijo Ron lentamente-. ¿Y los cubres con desperdicios antes?
- Sí –dijo ella desafiante, sacudiendo la mochila.
- No es correcto –agregó Ron-. Estás tratando de engañarlos para que los recojan. Quieres liberar a quienes no quieren ser libres.
- ¡Por supuesto que quieren ser libres! –exclamó instantáneamente Hermione aunque su cara comenzó a ruborizarse-. ¡No te atrevas a tocar esos sombreros, Ron!
Y dando la vuelta abandonó la sala. Ron esperó hasta que hubiera desaparecido tras la puerta del dormitorio de niñas y quitó los desperdicios que cubrían los sombreros.
- Deberían darse cuenta al menos lo que están recogiendo –dijo convencido-. De todas formas... –continuó enrollando el pergamino en el que había escrito el título del ensayo de Snape-, no tiene sentido tratar de terminar esto sin Hermione, no tengo idea de cuáles son las aplicaciones de las piedras lunares, ¿y tú?
Harry negó con la cabeza, notando que el dolor en la parte derecha de su cabeza empeoraba. Pensó en el largo ensayo acerca de las Guerras de los Gigantes y el dolor lo aguijoneó todavía más fuerte. Sabiendo perfectamente que a la mañana siguiente lamentaría no haber finalizado su tarea esa noche, devolvió sus libros a la mochila.
- Necesito ir a dormir también.
Pasó junto a Seamus mientras se acercaba a la puerta del dormitorio de los chicos, pero no le dirigió la mirada. Harry tuvo la impresión de que este había tratado de hablar, pero aceleró el paso y alcanzó el descanso de la escalera en espiral sin tener que enfrentar más agravios.
El siguiente día sucedió gris y lluvioso como los anteriores. Hagrid seguía ausente de la mesa de los profesores.
- Pero como punto positivo, no tenemos con Snape hoy –dijo en un tono consolador Ron.
Hermione bostezó con ganas, volcándose encima algo de café. Parecía complacida con algo, y cuando Ron le preguntó qué era, dijo simplemente:
- Los sombreros no están. Parece que los elfos domésticos querían libertad después de todo.
- Yo no apostaría eso –dijo cortante Ron-. Podrían no contar como prendas de vestir. No me parecieron sombreros, sino globos lanudos.
Hermione no le habló durante el resto de la mañana.
A dos periodos de Encantamientos le siguieron dos de Transfiguraciones. Los profesores Flitwick y McGonagall pasaron quince minutos cada uno al comienzo de sus clases recordándoles la importancia de los TIMOs.
- Lo que deben recordar –dijo el pequeñísimo profesor Flitwick encaramado como siempre en una pila de libros para poder ver sobre su escritorio-, ¡es que estos exámenes van a influir en su futuro en los años por venir! Si no han considerado qué carrera van a seguir, este es el momento de hacerlo. Y en el ínterin, me temo, debemos trabajar más duro que nunca, para asegurarnos que cada uno logre lo que realmente se merece.
A continuación de lo cual pasaron la siguiente hora repasando Encantamientos Invocantes que según el profesor Flitwick serían parte segura de los TIMOs. Para finalizar la clase les asignó la cantidad más grande de tarea hasta ese momento.
Fue exactamente igual, sino peor, en Transfiguración.
- No pueden pasar un TIMO –dijo con severidad la profesora McGonagall-, sin verdadero empeño, práctica y estudio. No veo ninguna razón para que todos en esta clase no puedan tener éxito en el TIMO de Transfiguración si se ponen en campaña –Neville lanzó un suspiro de incredulidad-. Sí, usted también Longbottom –dijo McGonagall-. No hay nada malo con su trabajo a excepción de su falta de confianza. Bueno... hoy vamos a empezar con los hechizos Desvanecedores. Son más fáciles que las Invocaciones, que no verán hasta los EXTASIS, pero están entre la magia más complicada que se les pedirá en el TIMO.
La profesora estaba en lo cierto, Harry encontró los hechizos Desvanecedores horriblemente difíciles. Para el final de la clase ni él ni Ron habían logrado desaparecer los caracoles en los que practicaban, a pesar de que Ron sostenía que el suyo se veía más pálido. Hermione, por su parte, consiguió desvanecer el suyo en el tercer intento, ganando la recompensa de 10 puntos para Gryffindor de McGonagall. Fue la única que no recibió tarea, al resto se le dijo que practicara toda la noche, para intentarlo otra vez la mañana siguiente.
Ahora, con el pánico invadiéndolos ante la cantidad de trabajo pendiente, Harry y Ron pasaron la hora del almuerzo en la biblioteca, indagando acerca de los usos de las piedras lunares en la preparación de pociones. Aún enojada por el exabrupto de Ron con sus sombreros de lana, Hermione rehusó acompañarlos. Para el tiempo de la clase de Cuidado de las Criaturas Mágicas, la cabeza le dolía a Harry nuevamente.
El día se había presentado frío y ventoso, y a medida que descendían por la explanada cubierta de césped hacia la cabaña de Hagrid, en el borde del Bosque Prohibido, recibieron algunas gotas ocasionales de lluvia en la cara. La profesora Grubbly-Plank los esperaba de pie a cierta distancia de la puerta principal de Hagrid, enfrente de una larga mesa sobre caballetes cargada con ramitas. Cuando llegaron donde la profesora, una risotada atrajo su atención. Al darse cuenta vieron a Draco Malfoy dando zancadas hacia ellos con su usual pandilla de alumnos de Slytherin. Claramente acababa de decir algo que consideraban gracioso, porque Crabble, Goyle, Parkinson y el resto continuaron riendo mientras se colocaban alrededor de la mesa, y, a juzgar por el modo en que lo observaban, a Harry no le costó demasiado imaginarse cuál había sido el objeto de la broma.
- ¿Están todos aquí? –vociferó la profesora, una vez que todos los de Slytherin y Gryffindor llegaron-. Empecemos, entonces. ¿Quién puede decirme cómo se llaman estas criaturas?
Señalaba un grupo de ramitas frente a ella. La mano de Hermione salió disparada hacia el cielo, mientras Malfoy la imitaba grotescamente a sus espaldas, dando saltitos como los de ella en su entusiasmo por contestar la pregunta. La risotada de Pansy Parkinson se transformó repentinamente en un grito cuando las ramitas se elevaron en el aire, revelándose como pequeños seres parecidos a duendecillos de madera, con nudosos brazos y piernas, dos afilados dedos y una graciosa, plana y rugosa cara, coronada por ojos brillantes semejantes a los de los escarabajos.
- ¡Ohh! –exclamaron Parvati y Lavander, irritando cada fibra de Harry.
Pudiera pensarse que Hagrid nunca les había mostrado seres impresionantes, a pesar de que quizás los gusarapos fueran un poco obtusos, las salamandras e hipogrifos sí fueron interesantes, y los escregutos de cola explosiva quizás demasiado.
- ¡Hagan el favor de mantener la voz baja, niñas! –exclamó la profesora Grubbly-Plank arrojando un puñado de lo que parecía arroz oscuro entre los paliformes animales, quienes inmediatamente se abalanzaron sobre el alimento-. Así que, ¿alguien conoce el nombre de estas criaturas? ¿Señorita Granger?
- Bowtruckles –dijo Hermione-. Son guardianes de los árboles, que usualmente viven en los que se usan para hacer varitas.
- Cinco puntos para Gryffindor –dijo la profesora Grubbly-Plank-. Sí, estos son Bowtruckles, y como correctamente señaló la Srta. Granger, generalmente viven en árboles cuya madera tiene la calidad requerida para hacer varitas. ¿Alguien sabe lo que comen?
- Piojos de la madera –se apresuró a responder Hermione, lo que explicaba por qué se movían los que a Harry le parecieron granos de arroz oscuro.
- Pero también huevos de hadas si pueden alcanzarlos.
- Buena niña, tienes cinco puntos más. De esta manera, cuando se necesitan semillas o madera de un árbol en el que vive un Bowtruckle, es recomendable tener piojos de la madera como carnada para aplacarlo. Podrán parecer inofensivos, pero una vez enojados van a intentar arrancar los ojos de una persona con sus garras, las cuales como pueden ver son muy afiladas y no muy recomendables para tener cerca uno de ellos. Así que si quieren acercarse, tomen un puñado de piojos y un Bowtruckles (tengo suficiente aquí para darles uno por cada grupo de tres de ustedes) y pueden estudiarlos más de cerca. Quiero que cada uno dibuje un diagrama con las partes del cuerpo de un Bowtruckle identificadas para cuando termine la clase.
La lección continuó alrededor de la mesa. Harry deliberadamente la rodeó por atrás para colocarse directamente al lado de la profesora Grubbly-Plank.
- ¿Dónde está Hagrid? –preguntó Harry mientras los demás escogían un Bowtruckle.
- No es de tu incumbencia –dijo la profesora Grubbly-Plank en tono represivo, con la misma actitud de la última vez que Hagrid falló en presentarse para una clase. Sonriéndose ante su cara de sorpresa, Draco Malfoy se inclinó a través de Harry y alcanzó el Bowtruckle más grande.
- Quizás –susurró Malfoy, de manera que solo Harry pudiera oírlo-, el gran ogro estúpido consiguió que lo hirieran gravemente.
- Quizás lo logres tú también si no te callas –dejó escapar Harry haciendo un hueco en los labios.
- Probablemente ha estado metiéndose con cosas demasiado grandes para él, si entiendes lo que digo.
Malfoy se alejó, haciendo gestos de burla a Harry por sobre el hombro, el cual sintiéndose repentinamente enfermo. ¿Sabía algo Malfoy? Su padre era un Mortífago después de todo. ¿Qué tal si tenía información acerca de Hagrid que no había llegado a los oídos de la Orden? Se apresuró a acercarse a la mesa en donde Ron y Hermione estaban de cuclillas sobre la hierba en un intento por lograr que un Bowtruckle permaneciera quieto el tiempo suficiente para dibujarlo. Harry extrajo pergamino y pluma, agachándose junto a los otros y comenzó a relatarles lo dicho por Malfoy.
- Dumbledore sabría si algo le hubiera pasado a Hagrid –dijo Hermione rápidamente-. Es jugar con Malfoy, el parecer preocupados, le dice que no sabemos lo que está pasando exactamente. Tenemos que ignorarlo, Harry. Ten, sostén el Bowtruckle un momento, así puedo dibujar su cara...
- Sí –la voz de Malfoy llegaba claramente del grupo más próximo-. Mi padre estaba hablando con el Ministro un par de días atrás, ustedes saben, y parece que el Ministerio está realmente determinado a terminar con la enseñanza mediocre en este lugar. Así que, aún si ese idiota superdesarrollado reaparece, probablemente lo pongan a empacar inmediatamente.
- ¡OUCH!
Harry había apretado al Bowtruckle con tanta fuerza al punto de casi ahogarlo, recibiendo como recompensa una gran punzada de sus garras que le dejó dos profundos cortes en la mano.
Harry lo soltó.
Crabble y Goyle, que habían estado carcajeándose con la idea de Hagrid siendo despedido, se rieron todavía más fuerte al tiempo que el Bowtruckle emprendía una alocada carrera hacia el bosque, un pequeño hombrecillo de palo pronto desapareció entre las raíces de los árboles.
Cuando los ecos de la distante campana los alcanzaron, Harry enrolló su ensangrentado retrato de Bowtruckle y marchó a Herbología con la mano envuelta en el pañuelo de Hermione y las burlonas carcajadas de Malfoy todavía resonando en los oídos.
- Si llama a Hagrid idiota una vez más... –dijo Harry entre dientes.
- Harry, no andes buscando disputas con Malfoy, no olvides que él es un Prefecto ahora, puede hacerte la vida difícil...
- ¡Ha!, me pregunto lo que debe ser tener las cosas difíciles –dijo Harry con sarcasmo. Ron rió, pero Hermione hizo un gesto de reprobación.
- Sólo deseaba que Hagrid se apresure y regrese pronto, eso es todo –dijo Harry en voz baja cuando se acercaban a los invernaderos-. ¡Y no digan que la profesora Grubbly-Plank es mejor maestra! –añadió en tono amenazador.
- Yo no iba a hacerlo –dijo Hermione calmadamente.
- Porque ella nunca será tan buena como Hagrid –continuó Harry con firmeza, totalmente consciente de que acababa de experimentar una lección ejemplar de Cuidado de Criaturas Mágicas y la había atravesado totalmente fastidiado de ella.
La puerta del invernadero más cercano se abrió y algunos estudiantes de cuarto año salieron de ella, incluyendo a Ginny.
- Hola –dijo ella rápidamente al pasar. Unos segundos después, Luna Lovegood emergió siguiendo al resto de la clase, con una marca de tierra en la nariz y el cabello en rodete alrededor de lo más alto de la cabeza. Cuando vio a Harry, sus ojos saltones parecieron brillar con excitación y se dirigió directamente donde él estaba. Varios de sus compañeros se dieron vuelta a mirar, curiosos. Luna aspiro con fuerza y luego dijo, sin mayor introducción:
- Creo que Quien-no-debe-ser-nombrado ha regresado y que luchaste con él y escapaste.
- Esteee, bien –respondió Harry nervioso. Luna llevaba lo que parecían ser un par de rábanos naranjas cono aros, hecho que Parvati y Lavander habían notado, como lo demostraban sus risitas mientras señalaban los lóbulos de las orejas de Lovegood.
- Puedes reírte –agregó Luna, levantando la voz, aparentemente bajo la impresión de que Parvati y Lavander se reían de lo que acababa de decir y no de lo que llevaba puesto-. Pero la gente creía también que el --- y el -- no existían.
- Bueno estaban en lo cierto, ¿no? –interrumpió Hermione impaciente-. Nunca hubo tales cosas como un --- y --.
Luna le dirigió una mirada que quitaba el aliento y se alejó con los rábanos balanceándose violentamente. Parvati y Lavander no eran las únicas que reían ahora.
- ¿Te importaría no ofender a los pocos que me creen? – preguntó Harry a Hermione mientras se acercaban a la clase.
- Oh, por Dios, Harry, puedes conseguir alguien mejor que Lovegood –dijo Hermione-. Ginny me ha dicho todo acerca de ella, aparentemente sólo cree en cosas mientras no haya pruebas en absoluto. Bueno, en realidad no esperaría otra cosa de alguien cuyo padre dirige El Sofista.
Harry recordó los siniestros caballos alados que había visto al llegar y cómo Luna dijo que podía verlos también. Su entusiasmo tuvo un ligero desfallecimiento. ¿Ella le había estado mintiendo? Pero antes de que pudiera profundizar sus reflexiones, Ernie Macmillan se había parado frente a él.
- Quiero que sepas, Potter –comenzó en voz alta-, que no solo gente extraña te apoya. Personalmente te creo cien por ciento. Mi familia siempre ha respaldado con firmeza a Dumbledore, y yo también.
- Estee, muchas gracias, Ernie –dijo Harry amedrentado pero complacido.
Ernie podía ser pomposo en ocasiones como esta, pero Harry estaba de humor como para apreciar un voto de confianza de alguien cuyas orejas no colgaban rábanos. Las palabras de Ernie ciertamente habían borrado la sonrisa de Lavander Brown y mientras Harry se volvía para hablarles a Ron y Hermione pudo observar la expresión de Seamus, mezcla de confusión y desafío.
Para sorpresa de nadie, la profesora Sprout comenzó su lección sermoneándolos con la importancia de los TIMOs. Harry deseó que los profesores dejaran de hacerlo, estaba empezando a ponerse nervioso, revolviéndosele el estómago cada vez que recordaba cuánta tarea tenía que hacer, una sensación que empeoró dramáticamente cuando la profesora Sprout les dio otro ensayo para hacer al final de la clase. Cansados y oliendo a estiércol de dragón, fertilizante favorito de la profesa, los estudiantes de Gryffindor regresaron al Castillo una hora y media después, sin charlar demasiado, había sido otro largo día.
Como Harry estaba hambriento, y tendría su primer castigo con Umbridge a las cinco en punto, se dirigió sin más a cenar, sin dejar su bolsa en la Torre Gryffindor, así podía comer algo antes de enfrentar cualquier cosa que le destinara la profesora. Sin embargo, apenas alcanzada la entrada al Gran Comedor, una voz agria y enojada le gritó:
- ¡Oye, Potter!
- Y ahora, ¿qué? –murmuró dándose para enfrentarse con Angelina Johnson, que lucía exasperada.
- Te diré qué hay ahora –dijo adelantándose directamente hacia él y hundiéndole el índice en el pecho-. ¿Cómo es que has conseguido que te castiguen para un viernes a las cinco en punto?
- ¿Qué? –dijo Harry-. Cómo... O sí ¡las pruebas de los Guardianes!
- ¡Ahora recuerda! –resopló Angelina-. ¡No te he dicho que quería hacer una prueba con el equipo completo y encontrar a alguien que armonizara con todos! ¿No te he dicho que reservé el campo de Quidditch especialmente para la ocasión? ¡Y ahora has decidido no concurrir!
- ¡Yo no escogí no presentarme! –dijo Harry, sorprendido por la injusticia de las palabras de Angelina-. Fui castigado por Umbridge, sólo porque le dije la verdad acerca de Ya-sabes-quién.
- Bueno, ya puedes ir yendo a pedirle que te deje salir el viernes –dijo Angelina con fuerza-, y no me importa cómo lo hagas. Dile que Ya-sabes-quién es sólo un invento de tú imaginación si quieres, ¡pero asegúrate de estar ahí!
Angelina dio media vuelta y se alejó rápidamente.
- Saben una cosa –dijo Harry a Ron y Hermione mientras entraban al Gran Comedor-. Pienso que deberíamos preguntarle al Puddlemore United si Oliver Wood ha fallecido durante alguna sesión de entrenamiento, porque Angelina parece estar conectándose con su espíritu.
- ¿Estás considerando las posibilidades de que Umbridge te deje salir el viernes? –dijo Ron con escepticismo, cuando se sentaban en la mesa de Gryffindor.
- Menores a cero –respondió sombríamente Harry, sirviéndose patas de cordero y comenzando a comer-. Mejor intentarlo, ¿no? Voy a ofrecerle tomar dos o más castigos o algo así, no sé... –Tragando un bocado de patatas, agregó:- Espero que no me retenga por demasiado tiempo esta tarde. ¿Se dan cuenta de que tenemos que escribir tres ensayos, practicar Encantamientos Desvanecedores para McGonagall, descubrir un contraconjuro para Flitwick, terminar el diagrama del Bowtruckle y empezar el estúpido diario de sueños para Trelawney?
Ron gruñó y quedóse mirando el techo del comedor por alguna razón.
- Y parece que va a llover.
- ¿Qué tiene que ver eso con nuestra tarea? –preguntó Hermione alzando los ojos.
- Nada –dijo inmediatamente Ron, sonrojándosele las orejas.
Faltando cinco minutos para las cinco, Harry amagó un saludo a los dos y abandonó el comedor hacia la oficina de Umbridge, en el tercer piso. Cuando llamó a la puerta, ella respondió “Adelante” en voz melosa. Harry entró con cautela, mirando alrededor.
En los días en que Gilderoy Lockhart residía en él, estuvo recubierto de radiantes retratos de sí mismo. Cuando Lupin lo ocupó, era común encontrar alguna criatura oscura y fascinante en una jaula o un tanque, si uno pasaba por allí. En los tiempos del impostor Moody lo atestaban varios instrumentos y artefactos para la detección del tenebrismo.
Ahora, sin embargo, lucía totalmente irreconocible. Todas las superficies estaban ahora recubiertas con paños y encajes. Varios recipientes contenían flores desecadas, cada uno en su propio mantelillo y en uno de los muros había una collección de platos ornamentales, cada uno decorado con un gato de colores chillones llevando distintas clases de lazos alrededor del cuello. Eran tan desagradables que Harry se quedó mirándolos, absorto, hasta que la profesora Umbridge habló nuevamente.
- Buenas tardes, Sr. Potter.
Harry respingó y miró alrededor. No había visto a la profesora la primera vez porque esta llevaba una siniestra túnica floreada que combinaba bastante bien con el mantel en el escritorio detrás de ella.
- Buenas tardes, profesora –respondió Harry, tenso.
- Bueno, siéntate –dijo ella señalando una pequeña mesa cubierta de encajes detrás de la cual había colocado una silla de respaldo recto. Una hoja de pergamino en blanco descansaba sobre la mesa, aparentemente esperándolo.
- Estee... –dijo Harry sin maverse-. Profesora Umbridge... um... antes de que empecemos, quería pedirle... un favor.
Los ojos saltones de la profesora se contrajeron.
- Oh, ¿sí?
- Bueno, estoy... estoy en el equipo de Quidditch de Gryffindor. Y se suponía que concurriera a las pruebas para los nuevos guardianes el viernes a las cinco en punto y me... me preguntaba si puedo cambiar el castigo de esa tarde y tomarlo en otra a cambio...
Supo mucho antes de terminar la oración que las cosas iban mal.
- Oh, no –dijo Umbridge sonriendo de oreja a oreja tan ampliamente que se podía pensar había tragado alguna mosca particularmente jugosa-. Oh, no, no, no. Este es su castigo por difundir maliciosas y perversas historias buscando notoriedad, Sr. Potter, y el castigo ciertamente no puede ajustarse a la conveniencia del culpable. No, usted vendrá aquí a las cinco en punto mañana, el día siguiente y el viernes también, y cumplirá con todos los castigos como se le ha designado. Creo que es algo bueno que se esté perdiendo algo que realmente quiere hacer. Pienso que refuerza la idea que estoy tratando de inculcarle.
Harry sintió la sangre agolpándose en su cabeza y latiéndole en los oídos. Así que él había contado historias maliciosas y perversas buscando reconocimiento, ¿no?
Ella lo observaba con la cabeza ligeramente inclinada, sonriendo todavía con entusiasmo como si supiera exactamente lo que Harry estaba pensando y esperara ver si este comenzaba a gritar nuevamente. Con un increíble esfuerzo, Harry dirigió la vista hacia otro lado, dejó la mochila tras la silla y se sentó.
- Eso mismo –dijo Umbridge con dulzura-. Hemos hecho progreso ya al controlar mejor nuestro temperamento, ¿o no? Ahora, va a copiar algunas líneas para mí, Sr. Potter. No, no con su pluma –agregó cuando Harry se inclinaba ya para abrir la mochila-. Va a usar en cambio la mía, especial. Aquí la tiene.
Le entregó una pluma larga, delgada y negra con una punta notoriamente afilada.
- Quiero que escriba “no debo decir mentiras” –le dijo suavemente.
- ¿Cuántas veces? –preguntó Harry, fingiendo creíblemente amabilidad.
- Oh, todas las veces que la idea requiera para ser asimilada –dijo Umbridge dulcemente-. Ahí va.
Ella se movió hacia su propio escritorio, se sentó y enrolló unos pergaminos que parecían ensayos para corregir. Harry levantó la afilada pluma negra y de pronto se dio cuenta de lo que le faltaba.
- No me ha proporcionado tinta –dijo.
- Oh, no necesita usted tinta –dijo la profesora Umbridge con un dejo de risa en la voz.
Harry acercó la punta de la pluma al papel y escribió. “no debo decir mentiras”
Inmediatamente dejó escapar una exclamación de dolor. Las palabras habían aparecido sobre el pergamino en lo que semejaba tinta rojo brillante. Al mismo tiempo, las mismas letras se dibujaron en el dorso de la mano derecha de Harry, trazadas como por un escalpelo en la piel. La herida comenzó a cerrarse al mismo tiempo que él la contemplaba, atónito, dejando una superficie suave y enrojecida.
Harry miró a Umbridge. Ella lo había estado observando con la boca ensanchada en una amplia y reptiliana sonrisa.
- ¿Sí?
- Nada –respondió en voz baja Harry.
Devolvió su atención al pergamino, colocó una vez más la pluma sobre el papel, escribió “no debo decir mentiras” y sintió la ardorosa punzada por segunda vez en la mano. Por segunda vez, también, las palabras habían sido cortadas en la piel y se borraron segundos después.
Y así continuó. Una y otra vez. Harry dibujó las palabras en el pergamino, en lo que pronto notó no era tinta, sino su propia sangre; una y otra vez estas se recortaron en su piel, desaparecieron y retornaron con cada línea.
La oscuridad cayó fuera de las ventanas del despacho de Umbridge. Harry no preguntó cuándo le sería permitido detenerse. Ni siquiera se fijó en su reloj. Sabía que ella estaba mirando, buscando signos de debilidad y él no iba a darle ninguno, aunque tuviera que pasarse sentado allí toda la noche, lacerando su propia mano con esa pluma.
- Ven aquí –le dijo ella después de lo que parecieron horas.
Se incorporó. La mano le punzaba dolorosamente. Cuando la contempló, vio que la herida se había cerrado, pero el tejido circundante estaba encarnado.
- La mano –dijo ella.
Él se la extendió y la profesora la tomó entre las suyas. Harry tuvo que reprimir un estremecimiento cuando ella lo tocó con sus gruesos y cortos dedos en los cuales llevaba una serie de horribles, viejos anillos.
- Tut, tut, no creo haber causado mucha impresión todavía –dijo sonriente-. Bueno, podemos intentarlo de nuevo mañana por la tarde, ¿o no? Puede retirarse.
Harry dejó la oficina sin decir palabra. La escuela estaba desierta, era seguramente pasada la medianoche. Caminó lentamente por el corredor, entonces, cuando hubo doblado una esquina y estuvo seguro que ella no podría oírle, se lanzó a la carrera.
Harry no había tenido tiempo de practicar los hechizos Desvanecedores, no había anotado ningún sueño en su diario, no había terminado el diagrama del Bowtruckle ni realizado sus ensayos.
A la mañana siguiente, se saltó el desayuno para garrapatear un par de sueños inventados para Adivinación, la primera clase y se sorprendió de encontrar a un desmañado Ron haciéndole compañía.
- ¿Cómo es que no lo hiciste la última noche? –preguntó Harry mientras Ron paseaba frenéticamente la vista alrededor de la Sala Común en busca de inspiración. Ron, que había estado profundamente dormido cuando Harry regresó al dormitorio, murmuró algo de “haciendo otra cosa” se encorvó sobre su pergamino y garabateó algunas palabras.
- Eso tiene que bastar –dijo cerrando su diario-. He dicho que me he soñado comprando zapatos, no puede deducir nada extraño de eso, ¿o no?
Ambos se apresuraron hacia la Torre Norte.
- ¿Cómo ha estado el castigo con Umbridge? ¿Qué te hizo hacer?
Harry dudó un segundo y dijo:
- Copiar reglones.
- Eso no es tan malo, ¿eh? –dijo Ron.
- Nah –respondió Harry.
- Hey, lo olvidaba, ¿te dejó salir el viernes?
- No –dijo Harry.
Ron suspiró condescendiente.
Fue otro mal día para Harry, estuvo entre los peores en Transfiguración, no habiendo practicado hechizos Desvanecedores en absoluto. Hubo de renunciar a la hora concedida al almuerzo en orden a completar el diagrama del Bowtruckle y, en el ínterin, los profesores McGonagall, Grubbly-Plank y Sinistra les dieron más tarea, la cual no tenía esperanzas de terminar esa tarde a causa de su segundo período de castigo con Umbridge. Para coronarlo todo, Angelina Johnson lo persiguió durante la cena otra vez y, habiéndose enterado de que no le sería posible asistir a las pruebas de guardianes el viernes, le dijo que no estaba impresionado con su actitud y que esperaba que los jugadores que aspiraran a permanecer en el equipo antepusieran el entrenamiento a sus otras obligaciones.
- Estoy castigado –le gritó Harry mientras ella se alejaba-. ¿Piensas que preferiría estar varado en un cuarto con esa vieja rana a jugar Quidditch?
- Al menos es sólo copiar reglones –dijo Hermione en tono consolador, mientras Harry volvía a sentarse en el banco y miraba su bistec y pastel de riñón, que ya no se le antojaban tanto.
- No es un castigo tan espantoso, en verdad...
Harry abrió la boca para responder, pero la cerró nuevamente e hizo un gesto afirmativo. No estaba seguro por qué no les decía a Ron y Hermione lo que realmente acontecía en el despacho de Umbridge: lo único que sabía era que no quería ver sus gestos de horror, lo que haría que todo el asunto se viera peor y por lo tanto aún más difícil de enfrentar. También percibía difusamente que esto era entre él y Umbridge, una batalla personal de voluntades y no le iba a dar la satisfacción de oír que se lamentaba de ello.
- No puedo creer todo el trabajo que tenemos –dijo Ron lastimeramente.
- Bueno, ¿por qué no hiciste algo la última noche? –inquirió Hermione-. ¿Dónde estabas?
- Estaba... se me antojó una caminata –dijo Ron cambiando de opinión sobre la marcha.
Harry tuvo la inequívoca impresión de que él no era el único que ocultaba cosas en ese momento.
El segundo período de castigo fue tan malo como el primero. La piel del dorso de la mano de Harry se irritó esta vez más rápidamente y pronto estuvo roja e inflamada. Harry pensó que la herida no se mantendría cerrando tan efectivamente por mucho tiempo más. Pronto quedaría marcada en su mano y Umbridge quizás estaría entonces satisfecha. Él no dejaba escapar quejido, sin embargo, desde el momento en el que entraba a la oficina hasta que era despedido, siempre después de medianoche, no decía otra cosa que fuera “Buenas tardes” y “Buenas noches”.
El estado de sus tareas pendientes, sin embargo, ahora era desesperante, y cuando regresó a la Sala Común de Gryffindor, aunque exhausto, en lugar de irse a la cama abrió los libros para comenzar el ensayo sobre la piedra lunar de Snape. Eran pasadas las dos y media cuando terminó. Sabía que había hecho un trabajo mediocre, pero no tenía alternativa: a menos que tuviera algo que entregar, su próximo castigo lo tendría con Snape.
Harry continuó entonces con las preguntas que la profesora McGonagall les había asignado, logró hilvanar algo acerca de la correcta manipulación de los Bowtruckle para la profesora Grubbly-Plank, y se tambaleó en dirección a la cama, en la cual se tendió vestido sobre el cobertor y cayó inmediatamente dormido.
El jueves pasó envuelto en un halo de cansancio. Ron parecía bastante soñoliento también, aún cuando Harry no sabía por qué. El tercer periódo de castigo de Harry transcurrió de la misma manera que los anteriores dos, con la excepción de que después de dos horas de la frase “no debo decir mentiras” no se desvaneció de la mano de Harry, sino que permaneció allí, rezumando gotas de sangre. La pausa del rasqueteo de la pluma llamó la atención de la profesora Umbridge.
- Ah –dijo con suavidad, rodeando el escritorio para observar la mano por sí misma-. Bien. Eso ha de servirte como recordatorio, ¿no? Puedes retirarte.
- ¿Tengo que venir mañana? –levantando su mochila con la mano izquierda en lugar de la adolorida derecha.
- Oh, sí –dijo la profesora Umbridge, sonriendo tan ampliamente como la anterior ocasión-. Sí, creo que podemos grabar el mensaje un poco más profundo con otra tarde de trabajo.
Harry nunca consideró la posibilidad de que pudiera haber en el mundo otro profesor que pudiera odiar más que a Snape, pero a medida que caminaba hacia la Torre Gryffindor tuvo que admitir que había hallado un fuerte contrincante.
“Es una perversa –pensó mientras subía la escalera hasta el séptimo piso-, una perversa, retorcida y vieja...”
- ¿Ron?
Había alcanzado el tope de las escaleras, girando a la derecha y casi tropezando de bruces con Ron, que merodeaba detrás de la estatua de Lachan el Larguirucho, empuñando su escoba. Dio un gran salto de sorpresa cuando vio a Harry e intentó esconder su nueva Barredora 11 detrás de la espalda.
- ¿Qué haces?
- Estee... nada. ¿Qué haces tú?
Harry frunció el entrecejo.
- ¡Vamos, puedes decírmelo! ¿Por qué te escondes?
- M... me oculto de Fred y George, si te es necesario saber –dijo Ron-. Acaban de pasar con un grupo de los de primer año, apuesto a que están probando cosas en ellos de nuevo. Quiero decir, no pueden hacerlo en la Sala Común ahora, con Hermione por ahí.
Ron hablaba con rapidez, afiebradamente.
- Pero por qué tienes tu escoba, no habrás estado volando, ¿o sí? –inquirió Harry.
- Yo, bien... bueno voy a decírtelo, pero no te rías, ¿de acuerdo? –dijo Ron a la defensiva, ruborizándose a cada momento-. Pensé, pensé que debería postularme para Guardián de Gryffindor, ahora que tengo una escoba decente. Ahí lo tienes, ríete.
- No me estoy riendo –dijo Harry. Ron pestañeó-. ¡Es una idea brillante! ¡Estaría muy bien si logras entrar en el equipo! Nunca te he visto jugando como Guardián, ¿eres bueno?
- No soy malo –dijo Ron, que parecía inmensamente aliviado ante la reacción de Harry-. Charlie, Fred y George siempre me dejaban de Guardián cuando entrenaban en vacaciones.
- ¿Entonces, has estado practicando esta noche?
- Todas las tardes desde el martes... aunque en solitario. He estado tratando de encontrar Quaffles para que vuelen hacia mí, pero no ha sido fácil y no sé qué tan útil pueda ser –Ron parecía nervioso-. Fred y George van a reírse hasta la locura cuando me presente a las pruebas. No han dejado de fastidiarme desde que me nombraron Prefecto.
- Desearía estar allí –dijo Harry agriamente mientras se dirigían a la Sala Común.
- Sí, pero... ¿Harry, qué es eso en el dorso de tu mano?
Harry, sin darse cuenta se había rascado la nariz con la mano que tenía libre, la derecha, intentó esconderla con el mismo resultado de Ron con su Barredora 11.
- Es sólo un corte, no es nada, es...
Pero Ron tomó el brazo de Harry, obligándole a levantar la mano a la altura de sus ojos. Observó durante unos instantes las palabras marcadas en la piel y luego, asqueado, lo soltó.
- ¡Pensé que habías dicho que sólo te hacía copiar renglones!
Harry dudó un segundo, pero después de todo Ron había sido honesto con él, así que le contó toda la verdad acerca de las horas pasadas en el despacho de Umbridge.
- Esa vieja alimaña –susurró Ron con repulsión cuando llegaron frente al retrato de la señora gorda, que dormitaba plácidamente, la cabeza contra el marco de la pintura-. ¡Está enferma de la cabeza! Ve con McGonagall, ¡dí algo!
- No –le interrumpió Harry-. No voy a darle la satisfacción de hacerle saber que me tiene en sus manos.
- ¿Te tiene...? ¡No puedes dejar que continúe con esto!
- No sé cuánta influencia tenga McGonagall sobre ella –dijo Harry.
- ¡Dumbledore entonces, dile a Dumbledore!
- No –respondió tajantemente Harry.
- ¿Por qué no?
- Él tiene demasiado en qué ocuparse –dijo Harry, pero esa no era la verdadera razón. No iba a pedirle ayuda a Dumbledore, cuando este ni siquiera le había hablado una vez desde Junio.
- Bueno, me parece que deberías... –comenzó Ron, pero fue interrumpido por la señora gorda, que había estado oyéndoles soñolienta y ahora gritó:
- ¿Van a darme la contraseña o voy a tener que permanecer despierta toda la noche hasta que terminen su charla?
El viernes transcurrió sombrío como el resto de la semana. Aunque Harry miraba siempre hacia la mesa de los profesores automáticamente al ingresar al Gran Comedor, lo hacía sin verdadera esperanza de encontrar a Hagrid, por lo que tornó su atención hacia problemas más urgentes como la montaña de tareas por hacer y la perspectiva de otra penitencia con Umbridge.
Dos cosas sostuvieron a Harry ese día, una, la idea de que el fin de semana estaba próximo; la otra era que, terrible como seguramente iba a ser su última penitencia con la profesora, aún así tenía una vista lejana del campo de Quidditch desde su ventana, con lo cual lograra ver algo de la prueba de Ron. Eran pálidos rayos de luz, cierto, pero Harry estaba agradecido de cualquier cosa que le aliviara su presente ofuscación. Su primera semana en un curso nunca había sido peor en Hogwarts.
A las cinco en punto de esa tarde llamó a la puerta de la oficina de la profesora Umbridge para lo que sinceramente espera fuera la última vez, y le fue ordenado entrar. El pergamino en blanco estaba listo esperándolo sobre la mesa cubierta de encajes, con la negra y afilada pluma tras él.
- Ya sabe qué hacer, Sr. Potter –dijo Umbridge sonriéndole dulcemente.
Harry recogió la pluma y miró a través de la ventana. Si tan solo pudiera desplazar la silla unos centímetros a la derecha... con el pretexto de acercarse a la mesa, lo consiguió. Ahora tenía un panorama distante del campo de Quidditch, con el equipo remontándose y bajando dentro de sus límites, mientras media docena de negras figuras permanecían al pie de tres altos postes, aparentemente aguardando sus turnos como Guardián. Era imposible determinar desde tan lejos cuál era Ron.
“No debo decir mentiras”, escribió. El corte en el dorso de su mano derecha se abrió y comenzó a sangrar copiosamente.
“No debo decir mentiras”, la herida se profundizó, escociéndole.
“No debo decir mentiras”, la sangre comenzó a deslizarse por su muñeca.
Harry arriesgó otra mirada por la ventana. Quien fuera que estuviera defendiendo los postes estaba haciendo un pobre trabajo. Katie Bell anotó dos veces durante el poco tiempo que Harry se atrevió a observar. Esperando sinceramente que el Guardián no fuese Ron, dejó caer la vista sobre el pergamino, que brillaba con el rojo de la sangre.
“No debo decir mentiras”
“No debo decir mentiras”
Trataba de mirar cada vez que le parecía tener una oportunidad: cuando escuchaba el rasguido de la pluma de Umbridge o la apertura de un cajón del escritorio de la profesora.
El tercero en las pruebas estuvo muy bien, el cuarto horrible, el quinto esquivó una Bludger de manera excepcional pero perdió una atrapada segura. El cielo se oscurecía y Harry dudó que pudiera llegar a ver el sexto y séptimo.
“No debo decir mentiras”
“No debo decir mentiras”
El pergamino estaba ahora manchado por gotas de sangre provenientes del dorso de su mano, contraída de dolor. La próxima vez que se asomó a la ventana, la noche había caído ya y el campo de juego no era visible.
- Veamos si ha captado el mensaje –dijo con suavidad Umbridge media hora más tarde.
La profesora se acercó a él, sujetándole el hombro con sus cortos y anillados dedos. Y entonces, mientras le tomaba la mano para examinar las palabras ahora encarnadas en su piel, el dolor se extendió, pero no por el dorso de su mano sino por la cicatriz en su frente, al mismo tiempo que una sensación de lo más extraña se apoderaba de su garganta.
Harry retiró el brazo lejos del alcance de la profesora e inmediatamente se puso de pie, clavando la mirada en ella.
- Sí, duele, ¿no es verdad? –dijo ella suavemente.
Él no respondió. El corazón le latía con violencia. ¿Era su mano de lo que hablaba ella o sabía del dolor que acababa de sentir en la frente?
- Bien, creo que he dejado en claro mi punto de vista, Sr. Potter. Puede retirarse.
Él tomó la mochila y abandonó la habitación tan rápido como le fue posible.
- Tranquilízate –se dijo a sí mismo mientras corría escaleras arriba-. No necesariamente significa lo que estás pensando...
- ¡Mimbulus Mimbletonia! –exclamó ante el retrato de la señora gorda, que se hizo a un lado.
Un estrépito de voces le dio la bienvenida. Ron se le acercó corriendo, la alegría reflejada en el rostro y derramando Cerveza de manteca de la copa que sostenía.
- Harry, lo hice, estoy en el equipo, ¡soy un Guardián!
- ¿Qué? Oh... ¡muy bien! –dijo Harry tratando de sonreír con naturalidad al tiempo que su corazón continuaba en carrera y su mano le pulsaba y le sangraba.
- Ten una cerveza de manteca –Ron le acercó una botella-. ¡No puedo creerlo!... ¿dónde está Hermione?
- Está ahí –dijo Fred que también chorreaba cerveza de manteca y señaló un sillón cerca del fuego. Hermione dormitaba en él, sosteniendo precariamente su bebida en la mano.
- Bueno, ella dijo que estaba complacida cuando se lo conté –dijo Ron luciendo ligeramente borracho.
- Déjenla dormir –dijo George con celeridad. Unos instantes después Harry notó que varios de los estudiantes de primer año que los rodeaban mostraban signos inequívocos de haber sangrando recientemente por la nariz.
- Ven aquí, Ron, y ve si la vieja túnica de Oliver te queda –llamó Katie Bell-, podemos reemplazar su nombre con el tuyo...
Mientras Ron se alejaba, Angelino se acercó a Harry dando grandes zancadas.
- Lamento si fui demasiado lacónica contigo más temprano, Potter –dijo bruscamente-. Es estresante este asunto de la organización, ¿sabes? Estoy empezando a pensar que quizás le hice las cosas demasiado difíciles a Wood algunas veces -ella miraba a Ron por sobre el borde de su cáliz, con el ceño fruncido-. Mira, sé que es tu mejor amigo, pero él no es maravilloso –dijo ella con franqueza-. Creo que con un poco de entrenamiento va a estar bien, no obstante, viene de una familia de buenos jugadores de Quidditch. Tengo esperanzas de que sea más talentoso de lo que ha demostrado hoy, para ser honesta, Vicky Frobisher y Geoffrey Hooper volaron mejor esta tarde, pero Hooper es un llorón, siempre se queja de esto o lo otro y Vicky está metida en toda clase de actividades. Ella admite que si el entrenamiento interfiere con el Club de Encantamientos ella va anteponer el Club a todo lo demás. De todas maneras, tenemos una sesión de práctica mañana a las dos en punto, así que asegúrate de estar ahí. Y hazme el favor de ayudar a Ron en todo lo que puedas, ¿sí?
Él hizo un gesto de asentimiento y Angelina regresó con Alicia Spinnet. Harry se movió para sentarse cerca de Hermione, quien se despertó con una sacudida y dejó caer su bolsa.
- Oh, Harry, eres tú... muy bien lo de Ron, ¿no? –dijo cansadamente-. Estoy tan, tan cansada –bostezó-. Estuve despierta hasta la una en punto haciendo sombreros. ¡Desaparecían como pan caliente!
Y con toda seguridad, ahora que observaba alrededor, Harry pudo reconocer pequeños sombreros lanudos bien escondidos por toda la Sala donde desprevenidos elfos pudieran accidentalmente recogerlos.
- Fantástico –dijo Harry distraído, sentía que si no le contaba a alguien pronto explotaría-. Oye, Hermione, estaba en el despacho de Umbridge y ella me tocó el brazo... –Hermione escuchó con interés el resto. Cuando Harry hubo terminado, le dijo.
- ¿Estás preocupado de que Ya-sabes-quién esté controlándola como lo hizo con Quirrel?
- Bueno –dijo Harry, bajando la voz-, es una posibilidad, ¿o no?
- Supongo –respondió Hermione, aunque sonaba incrédula-. Pero no pienso que pueda poseerla del mismo modo que a Quirrel, digo ahora está bien vivo, tiene cuerpo propio, no necesita compartir el de nadie. Podría haberla puesto bajo la maldición Imperius, creo...
Harry observó a Fred, George y Lee Jordan haciendo malabares con botellas vacías de cerveza de manteca por un instante. Entonces Hermione agregó:
- ¿Pero el último año te dolía la cicatriz cuando nadie estaba en contacto contigo y no dijo Dumbledore que se relacionaba con lo que Ya-sabes-quién sentía en ese momento? Digo, ¿puede que no tenga nada que ver con Umbridge, sino una mera coincidencia que pasó mientras estabas con ella?
- Es maliciosa –dijo Harry categóricamente-, perversa.
- Es horrible, sí, pero... Harry creo que debes decirle a Dumbledore que la cicatriz te duele.
Era la segunda oportunidad en dos días en la que le aconsejaban ir con Dumbledore y su respuesta fue la misma que dio a Ron.
- No voy a incomodarlo con esto. Como dijiste, no es tan grave. Me ha estado doliendo todo el verano, sólo fue un poco peor esta noche, eso es todo...
- Harry, estoy segura de que Dumbledore querría que lo molestaran por esto...
- Sí –dijo Harry sin poder contenerse-, eso es lo único que le importa a Dumbledore de mí, mi cicatriz, ¿o no?
- ¡No digas eso, que no es verdad!
- Pienso escribirle a Sirius acerca del asunto, para ver lo que piensa...
- Harry, ¡no puedes poner algo como esto en una carta! –dijo Hermione alarmada-. No recuerdas lo que nos dijo Ojo-Loco, ¡que fuéramos cuidadosos con lo que ponemos por escrito! ¡no hay garantías que de que las lechuzas no sean interceptadas!
- Muy bien, de acuerdo, ¡no voy a contarle nada entonces! –dijo irritado Harry. Poniéndose de pie dijo:- Voy a la cama. Dile a Ron por mí, ¿eh?
- Oh no –dijo Hermione aliviada-. Si tú vas, significa que yo también puedo, digo sin ser descortés. Estoy exhausta y quiero hacer algunos sombreros más el día de mañana. Escucha, puedes ayudarme si quieres, es divertido, estoy mejorando y puedo hacer diseños y borlas y toda clase de cosas ahora.
Harry la miró a la cara, que brillaba con entusiasmo, y trató de aparentar que la propuesta le atraía mínimamente.
- Estee... no, creo que no, gracias –dijo-. Este... no mañana. Tengo cantidad de tarea para hacer... –y se deslizó hacia las escaleras, dejándola levemente decepcionada.

 

 

 

CAPÍTULO XIV

PERCY Y CANUTO

Harry fue el primero de su dormitorio en levantarse la mañana siguiente. Se quedó tumbado por un momento viendo remolinos de polvo en un rayo de sol que entraba a través del espacio que quedaba en sus cuatro posters colgados, y saboreó el pensamiento de que era sábado. La primera semana del curso parecía haberse alargado para siempre, como una gigantesca clase de Historia de la Magia.
A juzgar por somnoliento silencio y por la nueva apariencia de aquél brillo de Sol, acababa de amanecer. Corrió las cortinas alrededor de su cama y empezó a vestirse. El único sonido aparte del distante piar de los pájaros, era la limpia respiración de sus compañeros de Gryffindor. Abrió su mochila cuidadosamente, sacó pergamino y pluma y salió del dormitorio hacia la Sala Común.
Fue directamente hacia su butaca favorita vieja y fofa al lado del fuego ahora extinto, Harry se sentó cómodamente, desenrolló su pergamino y miró alrededor de la habitación. Restos de pergaminos arrugados hechos añicos, viejos Gobstons, tarros de ingredientes vacíos y envoltorios de dulces que cubrían la Sala Común al terminar cada día, como estaban todos los sombreros para los elfos de Hermione. Se preguntó vagamente cuántos elfos habían sido ya puestos en libertad tanto si querían como si no, Harry abrió su frasco de tinta, mojo su pluma en ella, la suspendió en el aire una pulgada por encima de la superficie lisa y amarilla de su pergamino pensando con fuerza... pero después de un minuto se encontró mirando la rejilla vacía sin saber completamente que decir.
Él podía apreciar ahora lo difícil que fue para Ron y Hermione escribirle cartas durante el verano. ¿Cómo contarle a Sirius todo lo que había pasado esa semana pasada y hacer todas las preguntas que le quemaban sin darle gran información que él no quería dar a esos potenciales ladrones de cartas?
Se sentó inmóvil un rato, mirando fijamente a la chimenea: entonces tomó una decisión, mojó de nuevo su pluma en la tinta y la posó sobre el pergamino.

Querido Hocicos:
Espero que estés bien, la primera semana aquí ha sido terrible, estoy realmente contento de que haya llegado el fin de semana.
Tenemos una profesora nueva de Defensa Contra las Artes Oscuras, la profesora Umbridge. Ella es casi tan agradable como tu madre. Te escribo porque aquella cosa que te escribí el verano pasado volvió a ocurrir cuando estuve castigado con la profesora Umbridge.
Todos echamos de menos a nuestro gran amigo, esperamos que vuelva pronto.
Por favor contesta rápidamente.
Recuerdos,
Harry.

Harry releyó varias veces la carta, intentando verla desde un punto de vista de un desconocido. Él no podía ver cómo iban a saber de lo que hablaba –o a quién se dirigía- solamente leyendo la carta. Él esperó que Sirius cogiera la indirecta sobre Hagrid y les contara cuando podría volver. Harry no quiso preguntar directamente en caso de que atrajera mucho la atención de lo que Hagrid podría estar haciendo mientras no estaba en Hogwarts.
Considerando que era una carta muy corta, se tomó mucho tiempo para escribirla, la luz del sol recorrió medio camino de la habitación desde que estuvo trabajando en ella y ahora podía escuchar los sonidos distantes de movimiento de los dormitorios de arriba. Sellando el pergamino con cuidado, salió por el agujero del retrato y se dirigió a la Lechuzería.
- Si yo fuera tú no iría por ese lado –dijo Nick Casi Decapitado, flotando desconcertadamente a través de la pared justo delante de Harry, camino abajo hacia el pasillo-. Peeves planea una broma divertida con la próxima persona que pase por el busto de Paracelsus a mitad del corredor de abajo.
- ¿Eso implica que Paracelsus se caiga sobre la cabeza de las personas? –preguntó Harry.
- Extrañamente, lo hace –dijo Nick Casi Decapitado con voz aburrida-. La sutileza nunca fue el punto fuerte de Peeves. Estoy intentando encontrar al Barón Sanguinario... él debe ser capaz de terminar esto... nos vemos, Harry.
- Vale, adiós –dijo Harry y en vez de girar a la derecha giró a la izquierda, tomando un camino más largo hacia la Lechuzería. Su humor se elevó cuando pasó ventana tras ventana mostrando el brillante cielo azul; él entrenaría más tarde, quería volver a estar en el campo de Quidditch de nuevo.
Algo cepilló sus tobillos. Miró hacia abajo y vio la gata esquelética y gris del celador, la Sra. Norris, deslizándose tras él. Ella posó sus ojos amarillos en él un momento antes de desaparecer por detrás de la estatua de Wilfred el Melancólico.
- No estoy haciendo nada malo –dijo Harry después. Ella tenía el aire inconfundible de un garo que iba a hacer un informe a su jefe, aunque Harry no veía por qué, él estaba en su perfecto derecho en andar hacia la Lechuzería un sábado por la mañana.
El sol estaba alto en el cielo ahora y cuando Harry entró en la Lechuzería las ventanas sin cristales deslumbraron sus ojos; espesos rayos de luz plateada entrecruzaban la habitación circular en la que cientos de búhos anidaban en sus vigas, un poco inquietas por la luz de primera hora de la mañana, algunos claramente volvían de cazar. El suelo cubierto de paja crujió un poco cuando caminó entre los huesos de animales diminutos, estirando su cuello para echar una ojeada a Hedwing.
- Ahí estás –dijo descubriéndola en alguna parte cerca de la cima del techo abovedado-. Baja aquí, tengo una carta para ti.
Con un grito ella bajó estirando las grandes alas blancas y descendió volando hasta su hombro.
- Bien ya sé que dice Hocicos por fuera –le dijo él, dándole la carta para que la cogiese en su pico y, sin saber exactamente por qué, susurrando-, pero es para Sirius, ¿OK?
Ella pestañeó sus ojos de ámbar una vez y él tomó que esto significaba que ella entendía.
- Buen vuelo, entonces –dijo Harry y la llevó a una de las ventanas; presionando un momento en su brazo, Hedwing salió fuera al deslumbrante y luminoso cielo. Él la miró hasta que ella se volvió una diminuta mancha negra y desapareció, entonces cambió su mirada a la choza de Hagrid, claramente visible desde esa ventana, sí como claramente inhabitado, la chimenea sin humo, las cortinas corridas.
Las cortinas corridas, las copas de los árboles del Bosque Prohibido se sacudieron con una ligera brisa, Harry los miraba disfrutando el aire fresco en su cara, pensando en el Quidditch de más tarde, entonces lo vio, un caballo con alas grandes, parecido a un reptil igual a los que tiraban los carros de Hogwarts, con las alas negras carcáceas, muy separadas como de terodáctilo, y se elevó sobre los árboles como un grotesco pájaro gigante, se elevó en un gran círculo y se hundió nuevamente entre los árboles.
Todo esto pasó tan rápido que Harry apenas podía creer lo que había visto, excepto porque su corazón martilleaba alocadamente.
La puerta de la Lechuzería se abrió tras él, saltando sorprendido y dándose vuelta rápidamente vio a Cho Chang sostener una carta y un paquete en las manos.
- Hola –dijo automáticamente Harry.
- Oh, hola –dijo ella sin aliento.
- No pensé que habría alguien aquí arriba tan temprano, apenas hace cinco minutos recordé que hoy es el cumpleaños de mi mamá –dijo mostrándole el paquete.
- Bien –dijo, su cerebro parecía haberse trabado, quería decir algo divertido e interesante, pero el recuerdo de ese caballo con alas terrible estaba fresco en su mente-. Un día agradable –dijo él haciendo gestos hacia las ventanas, su interior se encogió de embarazo, ¡estaba hablando sobre el tiempo!
- Sí –dijo Cho mirando alrededor buscando una lechuza apropiada-, buenas condiciones para el Quidditch. No he estado fuera toda la semana, ¿tú sí?
- No –dijo Harry. Cho había seleccionado una de las lechuzas del colegio, la atrajo a su brazo mientras esta estiraba la pierna complaciente de manera de que ella pudiera atar el paquete-. Eh, ¿pudo conseguir Gryffindor al Guardián? –preguntó.
- Sí, es mi amigo Ron Weasley, ¿lo conoces?
- ¿El anti- Tornados? –dijo Cho alegre-, ¿y es bueno?
- Creo que sí –dijo Harry-, no vi su prueba, estaba en detención –Cho miraba hacia arriba, el paquete estaba unido a la pierna de la lechuza.
- Esa mujer Umbridge es estúpida –dijo en voz baja-, ponerte en detención sólo porque dijiste la verdad sobre... sobre cómo murió... él... todos lo escuchamos, todos los de el colegio lo hicimos, tú fuiste realmente muy valiente ante esa situación.
Las tripas de Harry se re-inflaron tan rápidamente que él sintió como si pudiera flotar unas pulgadas sobre el suelo que estaba de cubierto de excrementos. Quién se preocupaba de un estúpido caballo volador, Cho pensaba que él había sido muy valiente. Por un momento, él consideró mostrarle accidentalmente su mano cortada cuando él la ayudó a atar su paquete delante de su búho... pero justo en el momento en el que este emocionante pensamiento ocurría, la puerta de la Lechuzería se abrió de nuevo.
Filch, el conserje, entró jadeando en el cuarto. Había coloretes en sus hundidas y venosas mejillas, su mandíbula estaba abierta y su fino pelo gris estaba despeinado, obviamente él había corrida hasta allí. La Sra. Norris llegó trotando tras sus talones, mientras miraba fijamente a los búhos sobre su cabeza y maullando con hambre. Había un inquieto búho cambiando de alas en el interior y un búho castaño grande sacó una foto de su pico en un modo amenazante.
- ¡Ajá! –dijo Filch mientras daba un paso con sus pies planos hacia Harry, sus mejillas temblaban con enojo-. Yo he tenido un soplo de que estás pensando en hacer un pedido masivo de Bombas Fétidas.
Harry cruzó sus brazos y miró fijamente al conserje.
- ¿Quién le dijo que yo estaba pidiendo Bombas Fétidas?
Cho pasaba la vista de Harry a Filch, también frunciendo el entrecejo, la lechuza en su brazo, cansada de estar de pie sobre una pierna, dio un grito para avisarle pero ella lo ignoró.
- Tengo mis fuentes –dijo Filch en un siseo satisfecho consigo mismo-. Ahora entrégame cualquier cosa que estés enviando.
Sintiéndose inmensamente agradecido que él no hubiese perdido el tiempo sacando la carta, Harry dijo:
- No puedo, se ha ido.
- ¿Ido? –dijo Filch y su cara se retorció con la rabia.
- Ido –dijo serenamente Harry.
Filch abrió su boca, hablando con voz hueca durante unos segundos, rastreó furioso las túnicas de Harry con sus ojos.
- ¿Cómo sé que no lo tienes en tu bolsillo?
- Porque...
- Yo le vi enviarlo –dijo Cho enojadamente.
Filch giró hacia ella.
- ¿Tú le viste?
- Así es, yo lo vi –dijo ella furiosamente.
Hubo una pausa en la que Filch examinó a Cho y Cho le devolvió la mirada luego el conserje giró sobre sus talones y se volvió hacia la puerta. Se paró con su mano en la manija y miró a Harry.
-... tan solo que note un olorcillo a Bombas Fétidas...
Bajó por las escaleras. La señora Norris hizo una larga ojeada a las lechuzas y le siguió.
Harry y Cho se miraron el uno al otro.
- Gracias –dijo Harry.
- Ningún problema –dijo Cho terminando de amarrar el paquete a la otra pata del búho, con su cara ligeramente sonrosada-. No estabas pidiendo Bombas Fétidas, ¿verdad?
- No –dijo Harry.
- ¿No es extraño que él pensase que eras tú, entonces? –dijo ella cuando llevó el búho a la ventana.
Harry se encogió de hombros. Él estaba bastante sorprendido por lo que ella hacía, aunque curiosamente no le molestaba mucho en ese momento. Ellos dejaron la Lechuzería juntos. A la entrada de un corredor que llevaba hacia el ala oriental del Castillo. Cho dijo:
- Yo me voy por este camino. Bien, ya... ya te veré por aquí, Harry.
- Sí... nos vemos.
Ella sonrió y se fue. Harry siguió caminando, sintiéndose eufórico. Había conseguido tener una conversación entera con ella y no quedar en ridículo ni una vez... Realmente fuiste muy valiente al enfrentarte a ella de esa forma... Cho lo había llamado valiente... ella no lo odiaba por estar vivo…
Por supuesto, ella había preferido a Cedric, él lo sabía... pero si tan solo la hubiera invitado al Baile antes que Cedric, quizás las cosas hubieran sido diferentes... Cho había parecido lamentar realmente el tener que decirle que no cuándo Harry le preguntó...
- Buenos días –les dijo Harry alegremente a Ron y Hermione cuándo se les unió en la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor.
- ¿Por qué te ves tan contento? -dijo Ron, mirando a Harry con sorpresa.
- Erm… hay Quidditch luego -dijo Harry felizmente, acercándose un gran plato de tocino y huevos.
- Oh... sí... -dijo Ron. Dejó en la mesa la tostada que estaba comiendo y tomo un gran trago de jugo de calabaza. Entonces dijo:- Escucha... ¿no te molestaría salir un poco antes conmigo? ¿Solo para... er... practicar un poco antes del entrenamiento? Así yo puedo, ya sabes, hacerme un poco la idea.
- Sí, de acuerdo -dijo Harry.
- Bueno, no creo que deberían -dijo Hermione seriamente-. Ambos están realmente hasta las narices de deberes como para...
Pero se calló; el correo matutino estaba llegando y, como siempre, el Diario el Profeta estaba descendiendo hacia ella en el pico de una lechuza chillona, la cual aterrizó peligrosamente cerca del tarro de azúcar y alargó una pierna. Hermione puso un Knut dentro de su bolsita de cuero, tomo el diario, y ojeó la primera página en tono crítico mientras la lechuza despegaba.
- ¿Nada interesante? -dijo Ron. Harry sonrió, sabiendo que Ron solo estaba tratando de alejarla del tema de los deberes.
- No –suspiró-, solo algunas tonterías acerca de que el bajista de las Weird Sisters se esta por casar.
Hermione abrió el diario y desapareció detrás. Harry se dedicó a otra ración de huevos y tocino. Ron estaba mirando hacia las altas ventanas, luciendo un poco preocupado.
- Un momento –dijo Hermione de repente-. Oh no... ¡Sirius!
- ¿Qué pasó? –dijo Harry, tirando del diario con tanta fuerza que lo rasgó al medio, quedando él y Hermione sosteniendo una mitad cada uno.
"El Ministerio De La Magia ha recibido un informe de una fuente confiable acerca de que Sirius Black, asesino de masas de mala fama… blah blah blah… ¡está actualmente escondido en Londres!" -Leyó Hermione de su mitad en un angustiado susurro.
- Apostaría lo que sea a que fue Lucius Malfoy –dijo Harry con una voz baja y furiosa-. Él reconoció a Sirius en la plataforma…
- ¿Qué? -dijo Ron, pareciendo alarmado-. Ustedes no dijeron...
- ¡Shh! -dijeron los otros dos.
-"... El Ministerio advierte a la comunidad mágica de que Black es muy peligroso… mató a trece personas... se escapó de Azkaban..." la basura de siempre -concluyó Hermione, dejando su mitad del diario y mirando temerosamente a Harry y Ron-. Bien, ahora ya no podrá volver a salir de la casa, eso es todo -susurró ella-. Dumbledore le advirtió que no lo hiciera.
Harry miró con tristeza al pedazo de El Profeta con el que se quedó. La mayoría de la página estaba dedicada a un anuncio para Madam Malkins Túnicas Para Todas Las Ocasiones, quién aparentemente estaba haciendo una rebaja.
- ¡Hey! -dijo, alisándolo para que Hermione y Ron pudieran verlo-. ¡Miren esto!
- Yo tengo todas las túnicas que quiero -dijo Ron.
- No -dijo Harry-. Miren... este pequeño articulo aquí...
Ron y Hermione se doblaron más cerca para leerlo; el artículo medía apenas una pulgada y estaba ubicado bien debajo de una columna. Estaba titulado:

“IRRUPCION EN EL MINISTERIO
“Sturgis Podmore, 38 años, del número dos de Laburnum Gardens, Clapham, ha comparecido frente al Wizengamot acusado de irrupción e intento de robo en el Ministerio de la Magia el 31 de Agosto. Podmore fue arrestado por el mago de seguridad del Ministerio de la Magia Eric Munch, quién lo encontró intentando irrumpir a través de una puerta de máxima seguridad a la una de la madrugada. Podmore, quién se rehusó a declarar en defensa propia, fue declarado culpable en ambos cargos y sentenciado a seis meses en Azkaban.

- ¿Sturgis Podmore? -dijo Ron lentamente-. Él es ese tipo que parece como si tuviera la cabeza de paja, ¿no? Él es uno de los de la Ord—
- Ron, ¡shh! -dijo Hermione, echando una mirada aterrorizada alrededor.
- ¡Seis meses en Azkaban! -susurró Harry, impactado-. ¡Sólo por tratar de colarse por una puerta!
- No seas tonto, no fue solo por tratar de colarse por una puerta. ¿Qué rayos estaba haciendo en el Ministerio de la Magia a la una de la madrugada? -dijo apresuradamente Hermione.
- ¿Piensas que estaba haciendo algo para la Orden? -murmuró Ron.
- Espera un momento... -dijo Harry lentamente-. Se suponía que Sturgis iba a venir a vernos partir, ¿recuerdan?'
Los otros dos lo miraron.
- Sí, se suponía que tenía que ser parte de nuestra guardia hacia King's Cross, ¿recuerdan? Y Moody estaba muy enojado porque no apareció; así que no podría estar haciendo un trabajo para ellos, ¿verdad?
- Bien, quizás ellos no esperaban que lo atraparan -dijo Hermione.
- ¡Puede ser una farsa! -exclamó Ron con excitación-. ¡No, escuchen! -continuó, bajando su voz dramáticamente ante la amenazadora mirada en la cara de Hermione. El Ministerio sospechaba que él era uno de los de Dumbledore así que... No sé... lo atrajeron hacia el Ministerio, ¡Y él no estaba tratando de abrir ninguna puerta! ¡Quizás simplemente inventaron eso para atraparlo!
Hubo una pausa mientras Harry y Hermione lo consideraron. Harry pensó que sonaba un poco improbable. Hermione, por otro lado, parecía bastante impresionada.
- Ya sabes, no me sorprendería en lo más mínimo si fuera verdad.
Hermione dobló su parte del periódico pensativamente. Mientras Harry dejaba en la mesa su cuchillo y su tenedor, ella pareció despertar a la realidad.
- Sí, bien. Creo que deberíamos ir empezando con la redacción para Sprout acerca de los arbustos auto-fertilizantes ahora y si tenemos suerte podríamos empezar con el hechizo “Inanimatus Conjurus” de McGonagall antes del almuerzo...
Harry sintió una pequeña punzada de culpa al pensar en la pila de deberes que le esperaban arriba, pero el cielo estaba despejado, estimulantemente azul, y no había montado su Saeta De Fuego en una semana...
- Quiero decir, los podemos hacer esta noche -dijo Ron, mientras él y Harry bajaban por el ondulado césped hacia el campo de Quidditch, con sus escobas al hombro, y con las terribles advertencias de Hermione de que iban a fallar sus TIMOs todavía sonándoles en las orejas-. Y nos queda mañana. Se preocupa demasiado por el trabajo, ese es su problema... -hubo una pausa y añadió, en un tono un poco más ansioso-. ¿Crees que lo decía en serio cuando nos advirtió que no volvería a dejarnos copiarle?
- Sí, eso creo -dijo Harry-. De todas formas, esto también es importante, tenemos que practicar si queremos quedarnos en el equipo de Quidditch...
- Sí, tienes razón -dijo Ron, en un tono más animado-. Y tenemos muchísimo tiempo para hacer todo...
Mientras se aproximaban al campo de Quidditch, Harry echó un vistazo a su derecha hacia donde los árboles del Bosque Prohibido se tambaleaban oscuramente. Nada voló fuera de ellos; el cielo estaba vacío excepto por unas pocas y distantes lechuzas revoloteando alrededor de la torre de la Lechuzería. Él ya tenía suficiente de qué preocuparse; el caballo volador no le estaba haciendo ningún daño; lo apartó de su mente.
Agarraron algunas pelotas del armario de los vestuarios y se pusieron a trabajar, Ron protegiendo los tres postes altos  y Harry jugando de cazador tratando de pasar a Ron con la Quaffle. Harry pensaba que Ron era bastante bueno; bloqueó tres cuartos de los tiros que Harry trató de hacer pasar por los aros y jugó mejor cuánto más practicaban. Después de un par de horas regresaron al Castillo para el almuerzo –durante el cual Hermione dejó bastante claro que pensaba que ellos eran unos irresponsables- entonces regresaron al campo de Quidditch para la sesión real de entrenamiento. Todos sus compañeros de equipo excepto Angelina ya estaban en los vestuarios cuándo entraron.
- ¿Estás listo, Ron? -preguntó George, guiñándole el ojo.
- Sí -dijo Ron, quién se había puesto más y más silencioso durante el camino de vuelta al campo.
- ¿Listo para mostrarnos como lo haces, prefectito? -dijo Fred, emergiendo despeinado del cuello de su túnica de Quidditch, con una leve sonrisa maliciosa en la cara.
- Cállate -dijo Ron, desanimado, poniéndose su propia túnica por primera vez. Le quedaba bastante bien considerando que le había pertenecido a Oliver Wood, quién era bastante más ancho de hombros.
- Bien, todo el mundo –dijo Angelina, entrando de la oficina del Capitán, ya cambiada-. Empecemos: Alicia y Fred, si tan solo pudieran traer la caja de las pelotas. Oh, y hay algunas personas mirando ahí afuera pero espero que simplemente los ignoren, ¿de acuerdo?
Algo en su voz un poco preocupada le hizo pensar a Harry que sabía quienes eran los espectadores no invitados, y efectivamente, cuando abandonaron los vestuarios hacía la brillante luz solar les llegó una tormenta de silbidos y abucheos del equipo de Quidditch de Slytherin y un surtido grupo, los cuales estaban amontonados en el medio de las gradas vacías y cuyas voces hacían un fuerte eco en el estadio vacío.
- ¿Qué es eso en lo que Weasley esta volando? -gritó Malfoy burlón con su acento arrastrado-. ¿Por qué alguien le pondría un hechizo para volar a un viejo y mohoso tronco como ese?
Crabble, Goyle y Pansy Parkinson largaron una carcajada y chillaron de risa. Ron montó su escoba, pateó el suelo y Harry lo siguió, observando desde atrás como sus orejas se enrojecían.
- Ignóralos -dijo, acelerando para ponerse a la par de Ron-, ya veremos quién se ríe después de que juguemos contra ellos...
- Justo la actitud que quiero, Harry -aprobó Angelina elevándose alrededor de ellos con la Quaffle bajo su brazo y frenando para flotar justo enfrente de su equipo en el aire-. De acuerdo, todos, vamos a comenzar con algunos pases solo para calentar, todo el equipo por favor...
- Hey, Johnson, ¿qué pasa con ese corte de pelo? -chilló Pansy Parkinson desde abajo-. ¿Por qué alguien querría verse como si tuviera gusanos saliéndole de la cabeza?
Angelina se apartó su largo pelo trenzado de la cara y continuo calmadamente:
- Dispérsense, entonces, y veamos que podemos hacer...
Harry dio marcha atrás y se alejó de los otros hasta el punto más lejano del campo. Ron se alejó hacia los postes. Angelina levantó la Quaffle con una sola mano y la lanzó con fuerza hacia Fred, quién se la pasó a George, quién se la pasó a Harry, quién se la pasó a Ron, quién la dejó caer.
Los Slytherin, guiados por Malfoy, rugieron y gritaron de risa. Ron, quién se apresuró hacia el suelo para atrapar la Quaffle antes de que aterrizara, salió de la zambullida de modo brusco, así que se resbaló hacia el costado en su escoba, y regresó a la altura del juego ruborizado. Harry vio que Fred y George intercambiaban miradas, pero curiosamente por tratarse de ellos ninguno dijo nada, por lo que se sintió agradecido.
- Pásala, Ron -lo llamó Angelina, como si nada hubiera pasado.
Ron le arrojó la Quaffle a Alicia, quién se la paso otra vez a Harry, quién se la pasó a George...
- Hey, Potter, ¿cómo está tu cicatriz? -le gritó Malfoy-. ¿Seguro que no necesitas un descanso? Cuánto hace, toda una semana desde que estuviste en el ala del hospital, eso es un record para ti, ¿no?
George la pasó a Angelina; ella hizo un pase reverso a Harry, quién no se lo esperaba, pero la atrapó con la punta de los dedos y la pasó rápidamente a Ron, quién se estiró apresuradamente para atraparla pero falló por unos centímetros.
- Vamos Ron -dijo Angelina enfadada, mientras se zambullía hacia el suelo otra vez, persiguiendo la Quaffle-. Presta atención.
Hubiera sido difícil decir quién, si la cara de Ron o la Quaffle estaban más escarlata cuándo este regresó otra vez a la altura de juego. Malfoy y el resto del equipo de Slytherin estaban aullando de la risa.
En su tercer intento, Ron atrapó la Quaffle; quizás por el alivio la pasó con tanto entusiasmo que se disparó derecho a través de los extendidos brazos de Katie y le pegó con fuerza en la cara.
- ¡Lo siento! -se lamentó Ron, acercándose rápidamente para ver si le había hecho algún daño.
- ¡Vuelve a tu posición, ella está bien! -ladró Angelina-. Pero cuándo se la pases a una compañera, trata de no tirarla de la escoba, ¿de acuerdo? ¡Tenemos Bludgers para eso!
La nariz de Katie estaba sangrando. Abajo, los de Slytherin estaban pateando el suelo y abucheando. Fred y George se acercaron hacia Katie.
- Aquí, toma esto -le dijo Fred, entregándole algo pequeño y púrpura de su bolsillo-, te aliviara en un momento.
- De acuerdo -los llamó Angelina-, Fred, George, vayan y tomen sus bates y una Bludger. Ron, vete hacia los aros. Harry, libera la Snitch cuando lo diga. Vamos a intentar marcarle goles a Ron, obviamente.
Harry se alejó tras los gemelos para traer la Snitch.
- Ron está hecho un desastre ¿verdad? –murmuró George, mientras los tres aterrizaban junto a la caja que contenía las pelotas y la abrían para sacar una de las Bludgers y la Snitch.
- Solo está nervioso -dijo Harry-, estaba bien cuándo practicamos esta mañana.
- Bien, espero que no haya llegado a su apogeo tan pronto -dijo Fred con abatimiento.
Regresaron al aire. Cuándo Angelina sopló su silbato, Harry liberó la Snitch y Fred y George dejaron volar la Bludger. A partir de ese momento, Harry apenas estuvo consciente de lo que hacían los demás. Su trabajo era recuperar la pequeña y revoloteadota pelota dorada que valía ciento cincuenta puntos al equipo del buscador que la atrapara, y el hacerlo requería una enorme velocidad y habilidad. Aceleró, girando y volteando bruscamente por entre los Cazadores, con el cálido aire otoñal azotándolo en la cara y los distantes e incomprensibles gritos de los de Slytherin sonándole en las orejas... pero muy pronto, el silbato lo hizo detenerse otra vez.
- ¡Alto... alto... ALTO! -gritó Angelina-. ¡Ron... no estás cubriendo el poste del medio!
Harry miró hacia Ron, quién estaba flotando frente al aro de la izquierda, dejando a los otros dos completamente sin protección.
- Oh... lo siento...
- ¡Te sigues moviendo hacia un solo lado mientras miras a los Cazadores! -dijo Angelina-. O te quedas en la posición central hasta que tengas que moverte a defender un aro, o circúlalos de un lado a otro, pero no te quedes en uno solo de los lados, ¡así es como has dejado pasar los últimos tres goles!
- Lo siento... -repitió Ron, con la cara roja brillando como un tocino contra el cielo azul brillante.
- Y Katie, ¿no puedes hacer nada acerca de esa nariz sangrante?
- ¡Cada vez se pone peor! -dijo Katie tontamente, tratando de contener el flujo con su manga.
Harry echó un vistazo a Fred, quién se veía preocupado e inspeccionaba sus bolsillos. Vio que sacaba algo púrpura, lo examinó por un segundo y miró hacia Katie, a todas luces horrorizado.
- Bien, intentemos de nuevo -dijo Angelina. Ella estaba ignorando a los de Slytherin, quiénes ahora habían empezado un cántico que decía: “Los de Gryffindor son unos perdedores. Los de Gryffindor son unos perdedores”. No obstante, se notaba una cierta rigidez en la forma en la que se sentaba en la escoba.
Esta vez habían estado volando por apenas tres minutos cuándo el silbato de Angelina volvió a sonar. Harry, quién acababa de ver la Snitch circulando los postes de enfrente, frenó, claramente sintiéndose agraviado.
- ¿Ahora qué? -le dijo impacientemente a Alicia, quién estaba más cerca.
- Katie -dijo rápidamente.
Harry giró y vio a Angelina, Fred y George volando tan rápidamente como podían hacia Katie. Harry y Alicia aceleraron hacia ella también. Estaba claro que Angelina paró el entrenamiento justo a tiempo; Katie estaba ahora blanca como la tiza y cubierta de sangre.
- Necesita hospitalización -dijo Angelina.
- Nosotros la llevaremos -dijo Fred-. Ella... er... debió haber tragado una Pastilla Nariz sangrante por error...
- Bien, no tiene sentido continuar sin Bateadores y sin una Cazadora -dijo Angelina con tristeza mientras Fred y George se alejaban hacia el Castillo sosteniendo a Katie entre ellos-. Vamos, salgamos de aquí y cambiémonos.
Los Slytherin continuaron cantando mientras se iban a los vestuarios.
- ¿Cómo estuvo la práctica? -preguntó Hermione bastante fríamente media hora después, mientras Harry y Ron pasaban por el agujero del retrato hacia la Sala Común de Gryffindor.
- Estuvo... –comenzó Harry.
- Completamente espantosa -dijo Ron en una voz vacía, hundiéndose en una silla al lado de Hermione. Ella miró a Ron y su frialdad pareció derretirse.
- Bueno, fue tan solo tu primera vez -dijo consoladoramente-. Es natural que te tome tiempo para..
- ¿Quién dijo que fui yo el que la hizo espantosa? -chasqueó Ron.
- Nadie -dijo Hermione, mirándolo desconcertada-. Yo pensé...
- ¿Tú pensaste que era seguro que yo iba a hacer una porquería?
- ¡No, por supuesto que no! Mira, tu dijiste que estuvo espantosa. Así que yo solo...
- Voy a ir a empezar con algunos deberes -dijo Ron enojado y se fue pisando fuerte hacia las escaleras que conducían a los dormitorios de los varones y desapareció de vista. Hermione giró hacia Harry.
- ¿Estuvo espantoso?
- No -dijo Harry fielmente.
Hermione levantó las cejas.
- Bueno, supongo que él podría haber jugado mejor -murmuró Harry-, pero fue solo la primer sesión de practica, como dijiste...
Ni Harry ni Ron parecieron adelantar demasiado con sus deberes esa noche. Harry sabía que Ron estaba demasiado preocupado por cuan mal había jugado en la práctica de Quidditch y él mismo tenía dificultad en sacar el cántico “Los de Gryffindor son unos perdedores” fuera de su cabeza.
Pasaron todo el domingo en la Sala Común, enterrados en sus libros mientras la sala alrededor de ellos se llenaba y luego se vaciaba. Era otro día lindo y despejado, y la mayoría de sus compañeros de Gryffindor pasaron el día afuera en los terrenos, disfrutando lo que bien podría ser el último día soleado del año. Por la tarde, Harry se sentía como si alguien hubiera estado golpeando su cerebro contra el interior de su cráneo.
- Ya sabes, probablemente tendríamos que tratar de hacer más deberes durante la semana -le susurró Harry a Ron, cuándo finalmente apartaron la larga redacción para la profesora McGonagall acerca del hechizo “Inanimatus Conjurus” y comenzaron, sintiéndose miserables, la igualmente larga y difícil composición para la profesora Sinistra acerca de las muchas lunas de Júpiter.
- Sí -dijo Ron, frotándose los ojos un poco enrojecidos y tirando su quinto pedazo de pergamino arruinado al fuego al lado de ellos-. Escucha... ¿Por qué no le preguntamos a Hermione si podemos echar una mirada a lo que ella ha hecho?
Harry la miró; estaba sentada con Crookshanks en su falda y conversando alegremente con Ginny mientras un par de agujas punteaban rapidísimo en medio del aire enfrente de ella, tejiendo un par de medias de elfo carecientes de forma.
- No -dijo pesadamente-, ya sabes que no nos dejara.
Y así trabajaron mientras  afuera de las ventanas el cielo se ponía continuamente más oscuro. Lentamente, la multitud en la Sala Común comenzó a achicarse otra vez. A las once y media, Hermione deambuló a su alrededor, bostezando.
- ¿Les falta mucho?
- No -dijo Ron rápidamente.
- La luna más grande de Júpiter es Ganymede, no Callisto -dijo ella, apuntando sobre el hombro de Ron a una línea en su composición de Astronomía-, y es Io la que tiene volcanes.
- Gracias -gruñó Ron, tachando las oraciones equivocadas.
- Perdón, yo solo...
- Sí, bueno, si solo viniste aquí para criticar...
- Ron...
- No tengo tiempo para escuchar un sermón, de acuerdo, Hermione, estoy hasta el cuello aquí...
- ¡No... mira!
Hermione estaba apuntando a la ventana más cercana. Harry y Ron miraron hacia ella. Una bonita y chirriante lechuza estaba parada en el alféizar, mirando dentro del cuarto a Ron.
- ¿No es ese Hermes? -dijo Hermione, sonando impresionada.
- ¡Caray, sí es! -dijo Ron tranquilamente, tirando su pluma y parándose-. ¿Para que me estará escribiendo Percy?
Cruzó hasta la ventana y la abrió; Hermes voló hacia adentro, aterrizó en la composición de Ron y extendió una pata a la cuál estaba atada una carta. Ron tomó la carta y la lechuza se fue enseguida, dejando huellas de tinta sobre el dibujo de Ron de la luna Io.
- Esa es definitivamente la escritura de Percy -dijo Ron, hundiéndose otra vez en su silla y mirando fijamente las palabras de afuera del manuscrito: Ronald Weasley, Casa Gryffindor, Hogwarts. Él miró hacia los otros dos-. ¿Qué piensan?
- ¡Abrela! -dijo Hermione ansiosamente, y Harry asintió.
Ron desenrolló el manuscrito y comenzó a leer. Cuánto más abajo sus ojos viajaban por el pergamino, más fruncido se ponía su entrecejo. Cuándo terminó de leer, parecía disgustado. Les entregó el pergamino a Harry y Hermione, quiénes se apoyaron el uno contra el otro para leerla juntos:

Querido Ron:
Me acabo de enterar (de no menos que el mismísimo Ministro de la Magia, quién se enteró por tu nueva maestra, la profesora Umbridge) que te has convertido en un Prefecto de Hogwarts.
Estaba de lo más placenteramente sorprendido cuándo oí estas noticias y debo primeramente ofrecer mis felicitaciones. Debo admitir que siempre temí que tomaras lo que podríamos llamar la ruta “Fred y George”, en vez de seguir mis huellas, así que te puedes imaginar mis sentimientos cuándo oí que habías parado de faltarle a la autoridad y decidido cargar con un poco de responsabilidad real.
Pero quiero darte más que felicitaciones, Ron, quiero darte unos consejos, es por lo cuál que estoy enviando esto de noche en vez de en el usual correo matutino. Con suerte, vas a poder leer esto lejos de miradas entrometidas y evitar preguntas embarazosas.
A partir de algo que se le escapó al Ministro mientras me contaba que ahora eres Prefecto, he podido deducir que aún estas frecuentando mucho a Harry Potter. Debo decirte, Ron, que nada podría ponerte en peor peligro de perder tu insignia que continuar fraternizando con ese chico. Si, estoy seguro que te sorprendes de oír esto –no hay duda de que dirás que Potter ha siempre sido el favorito de Dumbledore— pero me siento obligado a decirte que Dumbledore podría no estar a cargo de Hogwarts por mucho tiempo más y la gente que cuenta tiene una muy diferente –y probablemente más acertada– vista del comportamiento de Potter. No debería decir mucho más aquí, pero si miras a el Diario el Profeta mañana vas a darte una buena idea de hacia donde esta soplando el viento — ¡y mira si puedes mancharte!
En serio, Ron, tu no querrás ser “barrido” con el mismo “cepillo” que Potter, podría ser muy dañino para tus perspectivas futuras, y aquí estoy hablando de la vida después del colegio, también. Cómo ya debes saber, dado que nuestro padre lo escoltó hasta la corte, Potter tuvo una audiencia disciplinaria este verano frente al Wizengamot y no salió de esta luciendo muy bien. Se libró gracias a un mero tecnicismo, si me lo preguntas, y muchas de las personas con las que he hablado permanecen convencidas de su culpabilidad.
Podría ser que tu estés asustado de romper relaciones con Potter –yo sé que puede ser desequilibrado y, por lo que oí, violento– pero si tienes alguna preocupación acerca de esto, o has notado algo raro en el comportamiento de Potter que te este molestando, te ruego que hables con Dolores Umbridge, una mujer realmente encantadora quién yo sé no va a estar más que feliz de poder aconsejarte.
Esto me lleva hasta mi otro consejo. Cómo te he dicho arriba, el régimen de Dumbledore en Hogwarts podría próximamente llegar a su fin. Tu lealtad, Ron, tendría que ser no para él, sino para la escuela y el Ministerio. Lamento mucho el escuchar que, hasta ahora, la profesora Umbridge esta encontrando muy poca cooperación del personal mientras se esfuerza en hacer esos cambios necesarios dentro de Hogwarts que el Ministerio tan fervientemente desea (aunque podría encontrar esto mucho más fácil desde la semana próxima —de nuevo, ¡Mira El Profeta mañana!). Solo voy a decir esto– ¡un estudiante que se muestre deseoso de ayudar a la profesora Umbridge ahora podría quedar muy bien parado para Premio Anual en un par de años!
Lamento no haberte podido ver más seguido en el verano. Me duele el criticar a nuestros padres, pero lamento ya no poder vivir bajo su mismo techo mientras ellos continúen mezclados con la peligrosa multitud alrededor de Dumbledore. (Si vas a escribirle a mamá, podrías decirle que un tal Sturgis Podmore, quién es un gran amigo de Dumbledore, ha sido recientemente enviado a Azkaban por irrumpir en el Ministerio. Quizás eso les abra los ojos al tipo de miserables criminales con los que actualmente están rozando hombros.) Me considero a mí mismo muy afortunado de haber escapado del estigma de haberme asociado con tal gente –el Ministerio realmente no podría haber sido más amable conmigo— y espero, Ron, que tus lazos familiares no permitan cegarte de la equivocada naturalidad de las creencias y acciones de nuestros padres, tampoco. Yo sinceramente espero que, con el tiempo, se den cuenta de cuán equivocados estaban y yo, por supuesto, voy a estar listo para aceptar una completa disculpa cuándo ese día llegue.
Por favor piensa lo que te he dicho con cuidado, particularmente la parte acerca de Harry Potter, y felicitaciones otra vez por convertirte en Prefecto.
Tu hermano,
Percy.

Harry miró hacia Ron.
- Bueno -dijo, tratando de sonar como si el hubiese encontrado todo el asunto como una broma-. Si tu quieres... er... ¿Cómo es? -se fijó en la carta de Percy-. Oh sí... "romper relaciones" conmigo, te juro que no me voy a poner violento.
- Dámela -dijo Ron, extendiendo la mano-. Él es -dijo Ron bruscamente, rompiendo la carta de Percy al medio-, el más grande -la rompió en cuatro-, miserable -la rompió en ocho- del mundo. Tiró los pedazos al fuego.
- Vamos, tenemos que tener esto terminado antes de que amanezca -le dijo enérgicamente a Harry, trayendo la composición para la profesora Sinistra otra vez hacia él.
Hermione estaba mirando a Ron con una expresión rara en la cara.
- Oh, dame eso para acá -dijo ella repentinamente.
- ¿Qué? -dijo Ron.
- Dámelos a mí, les voy a echar una mirada y corregirlos -dijo ella.
- ¿Lo dices en serio? Ah, Hermione, eres una salva vidas -dijo Ron- ¿Qué puedo...?
- Lo que puedes decir es, "Prometemos que nunca vamos a dejar la tarea para tan tarde otra vez," -dijo ella, extendiendo ambas manos para que le entregaran sus composiciones, pero se veía un poco divertida también.
- Un millón de gracias Hermione -dijo Harry débilmente, pasándole su composición y hundiéndose otra vez en su sillón, frotándose los ojos.
Era ahora pasada la medianoche y la Sala Común estaba desierta excepto por ellos tres y Crookshanks. El único sonido era el de la pluma de Hermione tachando oraciones aquí y allá en sus composiciones y el rozar de páginas mientras chequeaba varios hechos en los libros de referencia esparcidos por la mesa. Harry estaba exhausto. Él también sentía un extraño, enfermo, vacío sentimiento en su estómago que nada tenía que ver con su cansancio pero todo que ver con la carta ahora ondulándose oscuramente en el corazón del fuego.
Él sabía que la mitad de la gente dentro de Hogwarts pensaba que él era extraño, incluso que estaba loco. Él sabía que El Profeta había esta haciendo terribles alusiones hacia él por meses. Pero había algo al verlo escrito cómo en la carta de Percy, acerca de que Percy le aconsejaba a Ron que lo ignorase y que incluso le dijera cuentos de él a Umbridge, que lo hacía ver su situación tan real cómo nada más pudo. Él había conocido a Percy por cuatro años, se había quedado en su casa para las vacaciones de verano, compartido una carpa con él durante la Copa Mundial de Quidditch, había sido premiado con el máximo puntaje por él en la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos el año pasado, aún así, Percy lo creía desequilibrado y posiblemente violento.
Y con una repentina simpatía por su padrino, Harry pensó que Sirius era probablemente la única persona que él conocía que realmente entendería cómo se sentía en ese momento, porque Sirius estaba en la misma situación. Casi todos en el Mundo Mágico pensaban que Sirius era un peligroso asesino y un gran partidario de Voldemort y él ha tenido que vivir con eso por catorce años...
Harry parpadeó. Él acababa de ver algo en el fuego que no podría haber estado ahí. Había aparecido y desaparecido en un instante. No... no pudo haber sido... se lo había imaginado porque había estado pensando en Sirius...
- De acuerdo, escribe eso -Hermione le dijo a Ron, pasándole su composición y una hoja cubierta con su propia letra de vuelta a Ron-. Entonces agrega esta conclusión que he escrito para ti.
- Hermione, tú eres honestamente la persona más maravillosa que yo jamás haya conocido -dijo Ron débilmente-, y si alguna vez vuelvo a ser rudo contigo...
-... sabré que has vuelto a la normalidad -dijo Hermione-. Harry, el tuyo está bien excepto por esta parte al final. Creo que debiste entender mal a la profesora Sinistra, Europa está cubierta de hielo, no ratones... ¿Harry?
Harry se había deslizado de su silla y puesto de rodillas y estaba ahora agachándose en la chamuscada y raída alfombra frente a la chimenea, mirando dentro de las llamas.
- Er... ¿Harry? -dijo Ron inseguro-. ¿Por qué estas ahí abajo?
- Porque acabo de ver la cabeza de Sirius en el fuego -dijo Harry.
Habló bastante calmado; después de todo, él había visto la cabeza de Sirius en este mismo fuego el año anterior y le había hablado, también; sin embargo, no podía estar seguro de que realmente lo había visto esta vez... se había desvanecido tan rápidamente...
- ¿La cabeza de Sirius? -repitió Hermione-. ¿Quieres decir cómo y cuándo quería hablarte durante el Torneo de los Tres Magos? Pero él no haría eso ahora, sería demasiado... ¡Sirius!
Ella lanzó un grito apagado, mirando al fuego; Ron dejó caer su pluma. Allí en el medio de las danzantes llamas reposaba la cabeza de Sirius, con largo pelo negro cayéndole alrededor de su sonriente cara.
- Empezaba a pensar que se irían a la cama antes de que todos los demás su hubieran ido –dijo-. He estado verificando cada hora.
- ¿Has estado apareciéndote en el fuego cada hora? -dijo Harry, medio riéndose.
- Sólo por unos segundos para verificar que no hubieran moros en la costa.
- ¿Pero y si te hubieran visto? -dijo Hermione con ansiedad.
- Bueno, creo que una chica –de primero, por su apariencia– podría haberme dado un vistazo hace un rato, pero no se preocupen -dijo Sirius precipitadamente, mientras Hermione se llevaba una mano a la boca-, ya no estaba en el momento en que volvió a mirarme y apuesto a que ella pensó que yo era un tronco con forma rara o algo.
- Pero, Sirius, estás tomando un espantoso riesgo -comenzó Hermione.
- Suenas cómo Molly -dijo Sirius-. Este es el único modo que se me ocurrió de contestarle la carta a Harry sin recurrir a un código, y los códigos pueden ser descifrados.
A la mención de la carta de Harry, Hermione y Ron ambos voltearon a mirarlo.
- ¡No nos dijiste que le habías escrito a Sirius! -dijo Hermione con tono acusador.
- Me olvidé -dijo Harry, lo cuál era totalmente verdad; su encuentro con Cho en la Lechuzería había apartado todo lo anterior fuera de su mente-. No me mires así, Hermione, no había forma de que alguien pudiera sacar información secreta de ella, ¿verdad, Sirius?
- No, estaba muy bien -dijo Sirius, sonriendo-. De cualquier forma, mejor seamos rápidos, solo en caso de que seamos interrumpidos... tu cicatriz.
- ¿Qué pasa con...? -comenzó Ron, pero Hermione lo interrumpió.
- Te contaremos después. Continúa, Sirius.
- Bien, yo sé que no puede ser divertido cuándo te duele, pero no creo que sea nada para realmente preocuparse. Te siguió doliendo todo el año pasado, ¿no es así?
- Sí, y Dumbledore dijo que pasaba cada vez que Voldemort estaba sintiendo una emoción fuerte -dijo Harry, ignorando, cómo de costumbre, las muecas de Ron y Hermione-. Así que quizás él sólo estaba, no sé, realmente enojado o algo la noche de mi castigo.
- Bien, ahora que está de vuelta es seguro que te va a doler más a menudo -dijo Sirius.
- ¿Así que tú piensas que no tuvo nada que ver con que Umbridge me tocara cuándo estaba castigado con ella? -preguntó Harry.
- Lo dudo -dijo Sirius-. Conozco su reputación y estoy seguro que ella no es una Mortífago...
- Ella es suficientemente estúpida para serlo -dijo Harry obscuramente, y Ron y Hermione movieron la cabeza vigorosamente para expresar su acuerdo.
- Sí, pero el mundo no se divide entre buenas personas y Mortífagos -dijo Sirius con una sonrisa irónica-. Aunque yo sé que es una mujer desagradable... Tendrías que escuchar a Remus hablar de ella.
- ¿Lupin la conoce? -preguntó Harry rápidamente, recordando los comentarios de Umbridge acerca de peligrosos semi humanos durante su primera lección.
- No -dijo Sirius-, pero ella redactó una parte de una legislación anti-hombres lobo hace dos años que hace casi imposible que él consiga trabajo.
Harry recordó cuanto más desgastado se veía Lupin esos días y su antipatía por Umbridge se volvió todavía más profunda.
- ¿Qué tiene ella en contra de los hombres lobo? -dijo Hermione enojada.
- Les tiene miedo, supongo -dijo Sirius, sonriendo ante su indignación-. Aparentemente ella aborrece a los medio humanos; ella hizo una campaña para que los medio humanos fueran reunidos y etiquetados el año pasado, también. Imagina gastar tu tiempo y energía persiguiendo medios humanos cuándo hay pequeños desagradables como Kreacher cerca.
Ron se rió pero Hermione parecía disgustada.
- ¡Sirius! -le reprochó ella-. Honestamente, si hicieras un pequeño esfuerzo con Kreacher, estoy segura que respondería. Después de todo, eres el único miembro de su familia que tiene, y el profesor Dumbledore dijo...
- Así que, ¿cómo son las lecciones de Umbridge? -la interrumpió Sirius-. ¿Los está entrenando para matar medios humanos?
- No -dijo Harry, ignorando la mirada indignada de Hermione por ser cortada en la mitad de su defensa hacia Kreacher-. ¡No nos está dejando usar magia para nada!
- Todo lo que hacemos es leer el estúpido libro -dijo Ron.
- Ah, bueno, eso tiene sentido -dijo Sirius-. Nuestra información de dentro del Ministerio es que Fudge no los quiere entrenados en combate.
- ¡Entrenados en combate! -repitió Harry incrédulamente-. ¿Qué es lo que piensa que estamos haciendo aquí, formando algún tipo de ejército de hechiceros?
- Eso es exactamente lo que él piensa que están haciendo -dijo Sirius-, o, mejor aún, eso es exactamente lo que él piensa que Dumbledore está haciendo, formando su propio ejército personal, con el cuál va a poder tomar el control del Ministerio de la Magia.
Hubo una pausa en ese momento, entonces Ron dijo:
- Esa es la cosa más estúpida que jamás haya oído, incluyendo todas las cosas de las que habla Luna Lovegood.
- ¿Así que estamos siendo impedidos de aprender Defensa Contra Las Artes Oscuras porque Fudge tiene miedo de que usemos hechizos en contra del Ministerio? -dijo Hermione, pareciendo furiosa.
- Sip -dijo Sirius-. Fudge piensa que Dumbledore no se va a detener ante nada para conseguir poder. Se está poniendo cada día más y más paranoico acerca de Dumbledore. Es una cuestión de tiempo antes de que Dumbledore sea arrestado por un cargo inventado.
Esto le recordó a Harry la carta de Percy.
- ¿No sabes si va a haber algo acerca de Dumbledore en El Profeta mañana? El hermano de Ron, Percy, dice que va a haber...
- No sé -dijo Sirius-. No he visto a nadie de la Orden en todo el fin de semana, todos están ocupados. Aquí solo estamos Kreacher y yo.
Definitivamente había una nota de amargura en la voz de Sirius.
- ¿Así que tampoco has tenido noticias de Hagrid?
- Ah... -dijo Sirius-, bien, se suponía que tendría que haber regresado para estos días, nadie está seguro de que le pasó -entonces, viendo sus caras preocupadas, añadió rápidamente-. Pero Dumbledore no esta preocupado. Así que ustedes tres no se pongan nerviosos; estoy seguro de que Hagrid está bien.
- Pero se suponía que ya tendría que estar de vuelta... -dijo Hermione en un pequeño tono preocupado.
- Madame Maxime estaba con él, hemos estado en contacto con ella y dice que se separaron en el camino a casa... pero no hay nada que sugiera que él pueda estar herido o... bueno, nada que sugiera que no está perfectamente bien.
Sin estar totalmente convencidos, Harry, Ron y Hermione intercambiaron miradas preocupadas.
- Escuchen, no vayan a hacer muchas preguntas acerca de Hagrid -dijo Sirius precipitadamente-, eso solo va atraer más atención al hecho de que Hagrid no está de vuelta y sé que Dumbledore no quiere que eso pase. Hagrid es fuerte, él va a estar bien -y cómo no parecían animados por eso, Sirius añadió:- ¿Cuándo es su próximo fin de semana en Hogsmeade, de todos modos? Estaba pensando. Nos salimos con la nuestra con el disfraz de perro en la estación, ¿verdad? Yo pensé que podría...
- ¡NO! -dijeron Harry y Hermione juntos, en voz muy alta.
- Sirius, ¿No has visto El Profeta? -dijo Hermione preocupada.
- Oh, eso -dijo Sirius, sonriendo-, ellos siempre están tratando de adivinar dónde estoy, realmente no tienen ni la más mínima pista...
- Sí, pero creemos que esta vez la tienen -dijo Harry-. Algo que Malfoy dijo en el tren que sabía que eras tú, y su padre estaba en la plataforma, Sirius... tú sabes, Lucius Malfoy... así que no vengas hasta aquí, hagas lo que hagas. Si Malfoy te reconoce otra vez...
- De acuerdo, de acuerdo, capto la idea -dijo Sirius. Se veía bastante disgustado-. Era solo una idea, pensé que les gustaría que nos reuniéramos.
- Me gustaría, ¡solamente no te quiero ver encerrado en Azkaban otra vez! -dijo Harry.
Hubo una pausa en la cuál Sirius miró hacia Harry desde el fuego, con una arruga entre sus hundidos ojos.
- Te pareces menos a tu padre de lo que yo pensé -dijo finalmente, con una definitiva frialdad en la voz-. El riesgo es lo que lo hubiera hecho divertido para James.
- Mira...
- Bueno, mejor me voy yendo, puedo oír a Kreacher bajando las escaleras -dijo Sirius, pero Harry estaba seguro de que estaba mintiendo. Voy a escribirles un día de estos para darles una fecha en que pueda volver al fuego, entonces, ¿De acuerdo? ¿Si es que pueden soportar el riesgo?
Hubo un pequeño pop, y en el lugar donde había estado la cabeza de Sirius las llamas parpadeaban otra vez.

 

CAPÍTULO XV

EL GRAN INQUISIDOR DE HOGWARTS

Tuvieron que esperar a que Hermione recibiera su ejemplar de El Profeta, la mañana siguiente, para registrar cuidadosamente el diario y encontrar el artículo que Percy había mencionado en su carta. Así que, la lechuza de reparto apenas había podido pasar por la orilla de la jarra de leche, cuando Hermione, dejando salir una enorme bocanada de aire, desplegó el periódico donde se mostraba una gran fotografía de Dolores Umbridge, sonriendo ampliamente y guiñándoles un ojo, debajo del titular:

“MINISTERIO BUSCA REFORMA EDUCACIONAL 
”DOLORES UMBRIDGE NOMBRADA 
”PRIMERA GRAN INQUISIDORA

- ¿Umbridge... “Alta Inquisidora”? -murmuró Harry sombríamente, mientras la tostada que tenía a medio comer resbalaba de sus manos-. ¿Qué significa eso?
Hermione leyó en voz alta:
"En un movimiento sorpresa, la pasada noche el Ministerio de Magia aprobó una nueva legislación, otorgándose un nivel de control sin precedentes sobre la Escuela de Magia y Hechicería Hogwarts." 
“El Ministro ha sentido una creciente inquietud acerca de los acontecimientos que vienen ocurriendo en Hogwarts desde hace algún tiempo” comentó el joven Asistente del Ministro, Percy Weasley. “Está respondiendo a las preocupadas voces de padres ansiosos, quienes sienten que la escuela pudiera estar moviéndose en una dirección que no aprueban”
“No es la primera vez, en el transcurso de las recientes semanas, que el Ministro de Magia, Cornelius Fudge, ha utilizado nuevas leyes para efectuar mejoras en la escuela de hechicería. Ese es el caso del Decreto Educacional Número Veintidós, publicado el 30 de Agosto, que fue aprobado para asegurar que, en caso que el actual Director fuera incapaz de ofrecer un candidato para un puesto vacante entre el profesorado, el Ministro seleccionaría la persona adecuada. “Así fue como la profesora Dolores Umbridge se unió al grupo de profesores de Hogwarts”, señaló Weasley la pasada noche, “Dumbledore no pudo encontrar a nadie más, de modo que el Ministro colocó a Umbridge y, por supuesto, ella ha resultado un éxito inmediato...”

- ¿Ella ha resultado QUÉ?? -preguntó Harry en voz alta.
- Espera, hay más -musitó Hermione con gravedad. 

“... un éxito inmediato, revolucionando totalmente la enseñanza de la Defensa Contra Las Artes Oscuras e informando al Ministerio sobre lo que realmente está pasando en Hogwarts”.
“Esta última función es la que el Ministro ha formalizado con el Decreto Educacional Número Veintitrés, que crea la nueva posición de Alto Inquisidor de Hogwarts.
”Es una apasionante nueva fase en el plan del Ministro para conseguir el control de lo que ya algunos llaman las decadentes normas de Hogwarts” informó Weasley, “El Inquisidor tendrá poderes para inspeccionar a sus compañeros educadores y asegurarse que estén satisfaciendo los requisitos. A la profesora Umbridge se le ha ofrecido ocupar esta posición además de su propio cargo en la enseñanza, y estamos encantados de decir que ha aceptado." 
“Los nuevos movimientos del Ministerio han recibido el apoyo entusiasta de los padres de los estudiantes de Hogwarts.
"Me siento mucho más tranquilo ahora que sé que Dumbledore está siendo sometido a una evaluación más justa y objetiva" -opinó el Señor Lucius Malfoy, de 41 años, hablando desde su mansión de Wiltshire la pasada noche-. "Muchos de nosotros, en la búsqueda de los mejores intereses para nuestros niños, nos hemos preocupado por algunas excéntricas decisiones que Dumbledore ha tomado en los últimos años y nos alegra saber que el Ministerio está vigilando la situación." 
”Entre esas decisiones está, indudablemente, la polémica selección de personal descrita previamente en este diario, que incluyen el empleo del Licántropo Remus Lupin, el medio-gigante Rubeus Hagrid y el engañoso ex-Auror Ojo-Loco Moody. Abundan rumores, por supuesto, de que Albus Dumbledore, quien una vez fue el Mago Mugwump Mago Supremo de la Confederación Internacional de Magos y Jefe Hechicero del Wizengamot, ya no es bueno en la tarea de manejar la prestigiosa escuela de Hogwarts.
”Creo que la designación del Inquisidor es el primer paso para lograr que Hogwarts tenga un director en el que podamos depositar nuestra confianza” dijo una persona allegada al Ministerio la pasada noche. 
“Los superiores del Wizengamot, Griselda Marchbanks y Tiberius Ogden, se han manifestado como protesta por la creación del puesto de Inquisidor de Hogwarts.
“Hogwarts es una escuela, no un fortín de la oficina de Cornelius Fudge," señaló la Señora Marchbanks. "Esto es un nuevo y repugnante intento de desacreditar a Albus Dumbledore." 
(Para una mejor información sobre la Señora Marchbanks alegando enlaces con grupos subversivos de duendes, regrese a la página diecisiete.) 

Hermione terminó de leer y miró a los otros dos a través de la mesa:
- ¡Así que ahora sabemos cómo acabamos con Umbridge! ¡Fudge aprobó el "Decreto Educacional" y forzó que viniera con nosotros! ¡Y ahora le otorga el poder para inspeccionar a los otros maestros! –respiraba con mucha rapidez y sus ojos estaban brillantes-. ¡No puedo creer esto! ¡Es escandaloso!
- ¡Vaya si lo es! -afirmó Harry. Miró su mano derecha, posada encima de la mesa, y observó el débil contorno blanco de las palabras que Umbridge le había obligado a que cortara en su piel.
Pero una mueca se estaba desplegando en la cara de Ron. 
- ¿Qué? -preguntaron Harry y Hermione y lo miraron fijamente. 
- Oh, no puedo esperar ver a McGonagall siendo inspeccionada -aclaró Ron alegremente-. Umbridge no sabe lo que le espera. 
- Bien, vamos -dijo Hermione y saltó de la mesa-. Será mejor que nos vayamos, si ella está inspeccionando la clase de Binns no debemos llegar tarde.
Pero la profesora Umbridge no estaba inspeccionando su clase de Historia de la Magia, que fue igual de aburrida que la del Lunes anterior, ni estaba en la mazmorra de Snape cuando llegaron para la doble clase de Pociones, donde el ensayo de Harry sobre la piedra lunar le fue devuelto con una negra, grande y puntiaguda “D” garrapateada en una esquina superior. 
- Les he premiado con las notas que habrían recibido si hubieran presentado este trabajo en su TIMO -declaró Snape con una sonrisa afectada, mientras caminaba con rapidez entre ellos regresándoles sus tareas–. Esto debería darles una idea realista de qué esperar en el examen. 
Snape alcanzó el frente de la clase y giró sobre sus talones para encararlos. 
- El resultado general de esta tarea fue abismal. La mayoría de ustedes habrían fallado si este hubiera sido su examen. Espero ver un esfuerzo mucho mayor durante las próximas semanas, en las que ensayaremos diversas variedades de antídotos contra veneno, o tendré que empezar a repartir detenciones entre aquellos tontos que consigan una “D” -Sonrió burlonamente mientras Malfoy reía disimuladamente y decía en un cuchicheo:
- ¿Algunas personas consiguieron una "D"? ¡Ha! 
Harry comprendió que Hermione estaba intentando ver por el rabillo del ojo qué nota había recibido; tan rápido como pudo, deslizó el ensayo sobre la piedra lunar dentro de su mochila, sintiendo que era mejor que guardara esta información en privado.
Decidido a no darle excusas a Snape para suspenderlo en esta lección, Harry leyó y releyó cada línea de instrucciones escrita en la pizarra, por lo menos tres veces, antes de ejecutarlas. Su Solución Fortificante no era la sombra turquesa clara de Hermione pero al menos era azul en lugar de rosa, como la de Neville, así que entregó su frasco con la muestra en el escritorio de Snape al final de la lección con una mezcla de desafío y alivio.
- Bien, no fue tan malo como la semana pasada, ¿verdad? -preguntó Hermione, mientras salían de la mazmorra y cruzaban el Vestíbulo de la Entrada hacia el comedor-. Y la tarea no estuvo demasiado mal, ¿cierto?
Como ni Ron ni Harry contestaron, ella presionó un poco más. 
- Quiero decir, está bien, no esperaba la nota más alta, no si él estaba haciendo correcciones como si se tratara de un TIMO estándar, pero un aprobado es bastante alentador a estas alturas, ¿no les parece?
Harry hizo un evasivo ruido con su garganta. 
- Por supuesto, pueden pasar muchas cosas antes del examen, tenemos suficiente tiempo para mejorar, pero las calificaciones que obtuvimos conforman una especie de línea base ¿verdad? Algo en lo que podemos fundamentarnos.
Se sentaron juntos a la mesa de Gryffindor. 
- Obviamente, me habría emocionado si hubiera conseguido una "S".
-Hermione –dijo Ron cortante- si quieres saber qué calificaciones conseguimos, pregunta.
- No... no quise decir... bien, si quieres decirme.
- Conseguí una "P" -declaró Ron sirviéndose sopa-. ¿Feliz? 
- Bueno, no es razón para estar avergonzado -intervino Fred, quien acababa de llegar a la mesa acompañado de George y Lee Jordan y estaba sentándose a la derecha de Harry-. No hay nada malo en una buena y saludable "P".
- Pero -comentó Hermione- la “P” no es para…
- "Pobre", sí -aclaró Lee Jordan-. Pero aún así es mejor que una “H”, ¿verdad?¿Horrible?
Harry sentió que su cara enrojecía y fingiendo un pequeño acceso de tos se inclinó sobre sí mismo. Cuando se incorporó, tristemente se encontró con que Hermione todavía estaba hablando con naturalidad sobre las calificaciones del TIMO.
- Así que la "S" es la nota más alta para "Sobresaliente" -aclaraba en ese momento-. Y luego está la “A"...
- No, "E" -corrigió George-. "E" significa "Excede Expectativas". Siempre he pensado que Fred y yo deberíamos tener "E" en todo, porque excedimos las expectativas con el simple hecho de presentarnos a exámenes.
Todos se rieron excepto Hermione.
- Así que, después de "E" viene "A" para "Aceptable", y esa es la última nota para pasar, ¿cierto?
- Sí -afirmó Fred y mojó un pan entero en su sopa, llevándolo a su boca y tragándolo en su totalidad.
- Entonces la siguiente es "P" para "Pobre" -Ron levantó ambos brazos en celebración simulada-, y "H" para “Horrible”...
- Y dónde queda la "T" -recordó George.
- ¿“T"? -preguntó Hermione quien parecía espantada-. ¿Aún más bajo que una "H"? ¿Y qué posición hay para “T”?
- “Troll" -contestó George, rápidamente. 
Harry logró reír nuevamente, aunque no estaba seguro si George estaba hablando en broma o no. Se imaginó intentando ocultar a Hermione que había recibido “T” en todos sus TIMOs y en ese instante resolvió trabajar más duro a partir de ahora.
- ¿Todavía no han tenido una lección supervisada? -les preguntó Fred. 
- No -contestó Hermione al momento-. ¿Ustedes? 
- Sólo ahora, antes del almuerzo -respondió George-. Hechizos. 
- ¿Qué tal estuvo? -preguntaron Harry y Hermione a un tiempo. 
Fred se encogió de hombros. 
- No estuvo mal. Umbridge apenas acechó en la esquina tomando notas en un portapapeles. Ya saben como es Flitwick, la trató como un invitado, no parecía molestarlo en absoluto. Ella no dijo mucho. Le hizo a Alicia un par de preguntas sobre cómo eran las clases habitualmente y ésta respondió que eran realmente buenas, eso fue todo.
- No soporto que el viejo Flitwick se haya rebajado -comentó George-. Normalmente, todo el mundo termina bien sus exámenes. 
- ¿Con quién tienen clases esta tarde? -le preguntó Fred a Harry. 
-Trelawney.
- Una "T", si alguna vez vi una.
- Y con la propia Umbridge. 
- Bien, sé un buen muchacho y contén tu temperamento hoy con Umbridge -aconsejó George-. Angelina enloquecerá si faltas a otra práctica de Quidditch.
Pero Harry no tuvo que esperar hasta la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras para encontrarse con la profesora Umbridge. Estaba consultando su diario de los sueños en un asiento ubicado al fondo del oscuro Cuarto de Adivinación cuando Ron le dio un codazo en las costillas. Mirando alrededor, observo a la profesora Umbridge surgiendo a través de la trampilla en el suelo. La clase, que había estado hablando animadamente, se quedó callada enseguida. La caída abrupta en el nivel del ruido hizo que la Profesora Trelawney, quien había estado repartiendo copias de “El Oráculo de los Sueños”, mirara a su alrededor. 
- Buenas tardes, Profesora Trelawney -saludó la Profesora Umbridge con su ancha sonrisa-. Recibió mi nota ¿verdad? ¿Informándole la fecha y la hora de su inspección? 
La profesora Trelawney cabeceó lacónicamente y, luciendo muy enfadada, invitó a pasar a la Profesora Umbridge y continuó repartiendo libros. Todavía sonriendo, la profesora Umbridge tiró del respaldo del sillón más cercano hasta quedar al frente de la clase, apenas unas pulgadas por detrás del asiento de la Profesora Trelawney. Se sentó, sacó su portapapeles de su floreado bolso y levantó la vista expectante, esperando que la clase comenzara. 
La profesora Trelawney enrolló sus chales alrededor de su cuerpo con manos ligeramente temblorosas e inspeccionó la clase a través de sus enormes lentes.
- Hoy continuaremos con nuestro estudio sobre los sueños proféticos -comenzó, en un valiente intento por mantener su tono místico habitual, aunque su voz se agitó ligeramente-. Divídanse en parejas, por favor, y con ayuda del Oráculo interpreten uno al otro las visiones que tuvieron la última noche. 
Dio unos pasos con intención de dirigirse a su asiento cuando vio a la profesora Umbridge, sentada a la derecha de su sillón, y giró inmediatamente hacia la izquierda, dirigiéndose al encuentro de Parvati y Lavander, que ya estaban enfrascadas en una profunda discusión sobre el más reciente sueño de Parvati.
Harry abrió su copia de “El Oráculo de los Sueños” y miró a Umbridge disimuladamente. La profesora ya estaba haciendo anotaciones en su portapapeles. Después de unos minutos empezó a caminar detrás de Trelawney, escuchando sus conversaciones con los estudiantes y proponiendo preguntas aquí y allí. Apresuradamente, Harry inclinó la cabeza sobre su libro.
- Piensa en un sueño, rápido -le dijo a Ron-, en caso de que el sapo viejo venga aquí.
- Yo lo hice la vez pasada -protestó su amigo- es tu turno, tú me dices uno. 
- Oh, yo no sé -confesó Harry desesperadamente, quién no podía recordar haber soñado algo durante los últimos días-. Digamos que mi último sueño fue que estaba... ahogando a Snape en mi caldero. Sí, eso fue...
Ron abrió su “Oráculo de los Sueños”.
- OK, tenemos que agregar tu edad a la fecha en que tuviste el sueño, el número de letras del tema... ¿cuál sería el tema del sueño? ¿"ahogándose" o "caldero" o "Snape"?
- No importa, escoge cualquiera de ellos -replicó Harry, echando una mirada detrás de él. 
Ahora la profesora Umbridge estaba de pie sobre el hombro de la profesora Trelawney tomando notas mientras la profesora de Adivinación preguntaba a Neville sobre su diario de sueños. 
- ¿Cuándo soñaste esto? -preguntó Ron, sumergido en cálculos. 
- ¡No sé, anoche, cuando quieras! -exclamó Harry intentando escuchar lo que Umbridge estaba diciendo a la profesora Trelawney, quienes estaban apenas a una mesa de distancia. La profesora Umbridge estaba haciendo otra anotación y la profesora Trelawney estaba mirando hacia fuera. 
- Ahora -declaró Umbridge observando a Trelawney- ¿por cuánto tiempo ha permanecido en este puesto, exactamente? 
La aludida frunció el ceño, cruzó los brazos y se echó sobre las espaldas la punta del chal como si deseara protegerse tanto como fuera posible de la indignidad de la inspección. Después de una ligera pausa en la que pareció decidir que la pregunta no era tan ofensiva, pudo razonablemente ignorarlo, aunque agregó en un tono profundamente resentido:
- Casi dieciséis años. 
-Un período importante -señaló la profesora Umbridge e hizo una nota en su portapapeles-. ¿Así que el profesor Dumbledore la nombró? 
- Eso es correcto -contestó la profesora Trelawney brevemente.
La profesora Umbridge hizo otra nota. 
- ¿Y usted es una tátara-tátara-nieta de la vidente famosa Cassandra Trelawney?
- Sí -respondió la profesora Trelawney y sostuvo su cabeza un poco más alto.
Otra nota en el portapapeles. 
- ¿Pero creo, corríjame si me equivoco, que usted es la primera persona en su familia, desde Cassandra, en poseer la Segunda Visión? 
- Estas cosas saltan a menudo... er... tres generaciones -explicó la profesora.
La sonrisa de sapo de Umbridge se ensanchó:
- Por supuesto -concordó dulcemente haciendo otra anotación-. Bien, entonces ¿podría predecir algo para mí? -y levantó la mirada interrogante, aún sonriendo. 
La profesora Trelawney se puso rígida, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.
- No entiendo -replicó, acomodando el mantón alrededor de su cuello huesudo con visible agitación.
- Me gustaría que usted hiciera una predicción para mí -solicitó la profesora Umbridge muy claramente.
A estas alturas Harry y Ron no eran los únicos que miraban y escuchaban furtivamente detrás de sus libros. La mayoría de la clase estaba paralizada, con la vista fija en la profesora 
Trelawney quien en ese momento se irguió en toda su altura, sus pulseras y collares tintineando. 
- ¡El Ojo Interno no ve siguiendo órdenes! -señaló escandalizada. 
- Ya veo -comentó la profesora Umbridge suavemente e hizo una nueva anotación.
- ¡Pero... pero… espere! -exclamó la profesora Trelawney repentinamente, intentando hablar con su habitual voz etérea, aunque el efecto místico se había arruinado por el modo en que temblaba de cólera. 
- Cr... creo que veo algo… algo que la preocupa... siento algo… algo oscuro… un peligro grave. 
La profesora Trelawney apuntó un dedo tembloroso en dirección a la profesora Umbridge que continuaba sonriéndole suavemente, enarcando las cejas.
- ¡Me temo... me temo que está en grave peligro! -concluyó la profesora Trelawney dramáticamente. 
Hubo una pausa. Dolores Umbridge inspeccionó a la profesora Trelawney. 
- Bien -habló suavemente y garabateó una vez más en su portapapeles-. Bien, si realmente eso es lo mejor que puede hacer... -Se alejó, dejando a Trelawney petrificada, jadeando. 
Harry echó un vistazo a Ron y supo que ambos estaban pensando exactamente igual: sabían que la profesora Trelawney era un viejo fraude, pero por otro lado, aborrecían a Umbridge a tal grado que sentían muchísimo que su profesora de Adivinación la estuviera pasando tan mal... claro, hasta que los atacó abruptamente unos segundos después.
- ¿Bien?- dijo moviendo sus largos dedos bajo la nariz de Harry, con inusual energía-. Permíteme ver lo que has hecho en tu diario de sueño, por favor.
Para el momento en que terminó de interpretar los sueños de Harry en voz alta (todos los cuales, incluso uno que involucraba comer gachas de avena, aparentemente predecían una horripilante y temprana muerte), éste se estaba sintiendo mucho menos compasivo hacia ella. Durante todo ese tiempo, la profesora Umbridge había permanecido algo alejada, tomando notas y cuando la campana sonó, descendió la primera por la escalerilla de plata y ya los estaba esperando cuando llegaron a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras diez minutos más tarde.
Estaba canturreando y sonriendo para sí misma cuando todos entraron en el cuarto. Harry y Ron le contaron a Hermione, quien regresaba de Aritmancia, lo que había pasado exactamente en Adivinación, mientras todos sacaban sus copias de “Teoría Mágica Defensiva”; pero antes que Hermione pudiera hacerle una pregunta, la profesora Umbridge los había llamado para pedir orden y todos callaron.
- Varitas dentro -les ordenó con una sonrisa, y aquellas personas que habían tenido la esperanza suficiente para sacarlas, tristemente las regresaron a sus mochilas-. Como en la clase pasada terminamos con la última lección del capítulo uno, quisiera que todos fueran a la página diecinueve para comenzar con el capítulo dos, “Teorías Defensivas Comunes y sus Derivaciones”. No será necesario hablar.
Todavía sonriendo ampliamente, con su sonrisa de auto satisfacción, se sentó en su escritorio. La clase dio un suspiro audible cuando todos comenzaron a buscar la página diecinueve.
Harry se preguntó aburrido si habrían suficientes capítulos en el libro para mantenerlos leyendo durante el resto del año y estaba a punto de revisar la página de contenidos cuando notó que Hermione había levantado la mano reclamando atención.
La profesora Umbridge también lo había notado, y no sólo eso sino que parecía haber ideado una estrategia para tal eventualidad. En vez de tratar de pretender que no había visto a Hermione, se puso de pie y caminó alrededor de la primera fila de escritorios hasta que estuvieron cara a cara, entonces se inclinó y susurró, para que el resto de la clase no pudiera oírla. 
- ¿Qué es lo que pasa esta vez, señorita Granger?? 
- Ya leí el capítulo dos -explicó Hermione. 
- Bueno, entonces avance al capítulo tres.
- También lo leí. Ya leí todo el libro.
La profesora Umbridge se turbó, pero recuperó la aplomo casi inmediatamente.
- Bueno, entonces imagino que es capaz de decirme lo que comentó Slinkhard sobre los Contra-Maleficios en el capítulo 15.
- Dijo que el Contra-Maleficio era nombrado incorrectamente –respondió Hermione con prontitud-.También comenta que es sólo un nombre que la gente da a sus Maleficios cuando quieren que suenen más aceptables
La profesora Umbridge levantó sus cejas y Harry se dio cuenta que estaba impresionada muy a su pesar. 
- Pero no estoy de acuerdo -continuó Hermione.
Las cejas de la profesora Umbridge subieron un poco más alto y su mirada fija se volvió claramente helada.
- ¿No está de acuerdo? -repitió. 
- Sí, así es –continuó Hermione quien, a diferencia de Umbridge, no estaba susurrando, sino que hablaba claro, con una voz que por los momentos había atraído la atención del resto de la clase-. ¿Al señor Slinkhard no le gustaban los Maleficios, cierto? Pero creo que pueden ser muy útiles si se usan defensivamente.
- ¿Así que eso cree, verdad?? -preguntó la profesora Umbridge, olvidándose de susurrar y hablando en voz alta-. Bueno, me temo que es la opinión del señor Slinkhard y no la suya la que importa en este salón de clases, Señorita Granger.
- Pero... -empezó Hermione.
- Ya fue suficiente -declaró la profesora Umbridge. Caminó de nuevo hacia el frente del salón y los encaró, toda la satisfacción que había mostrado al inició de clase se había esfumado–. Señorita Granger, le voy a quitar 5 puntos a la casa Gryffindor. 
Hubo un inmenso silencio luego de esto.
- ¿Por qué? -preguntó Harry enojado.
- ¡No te metas! -le susurró Hermione con urgencia.
- Por distraer mi clase con interrupciones sin sentido -replicó la profesora Umbridge tranquilamente-. Estoy aquí para enseñarles según un método aprobado por el Ministerio, que no incluye que los estudiantes sean invitados a opinar sobre materias acerca de las cuales entienden muy poco. Sus anteriores maestros de esta materia pudieron haberles permitido más licencia, pero ninguno de ellos, con la posible excepción del profesor Quirrel quien al menos parece haberse limitado a materias propias de su edad, hubiera pasado una inspección del Ministerio.
- Sí, Quirrel era un maestro genial -comentó Harry en voz alta-. Sólo tenía una pequeñísima desventaja, llevaba a Lord Voldemort sobresaliendo por detrás de su cabeza.
Esta declaración fue seguida por uno de los silencios más impresionantes que Harry hubiera presenciado jamás. Entonces...
- Pienso que otra semana de detenciones le harían mucho bien, señor Potter -dijo Umbridge simplemente.

***

La cortada al dorso de la mano de Harry apenas se había cicatrizado y, a la siguiente mañana, sangraba nuevamente. No se quejó durante la detención de la noche pues estaba decidido a no darle la satisfacción a Umbridge; repetidas veces escribió "no debo decir mentiras" y ni un solo sonido escapó de sus labios, aunque el corte se hiciera más profundo con cada letra.
La peor parte de esta segunda semana de detenciones, tal como George había predicho, fue la reacción de Angelina. Lo arrinconó cuando llegó a la mesa Gryffindor para el desayuno del martes y gritó tan fuerte que la profesora McGonagall se acercó rápidamente desde la mesa de profesores. 
- ¡Señorita Johnson, cómo se atreve a hacer tal estruendo en el Gran Comedor! ¡Cinco puntos menos a Gryffindor! 
- Pero profesora, ¡lo volvió a hacer y consiguió una detención otra vez! 
- ¿Qué significa esto, Potter? -reclamó la profesora McGonagall bruscamente, enfrentándose a Harry-. ¿Detención? ¿De quién?
- De la profesora Umbridge -murmuró Harry rehuyendo los ojos, brillantes y honestos, de la profesora McGonagall. 
- ¿Está diciéndome -continuó la profesora, bajando su voz para que el grupo de curiosos Ravenclaws que estaba detrás de ellos no pudieran enterarse-, que después de la advertencia que le di el lunes pasado, nuevamente perdió los estribos en la clase de la profesora Umbridge?
- Sí -refunfuñó Harry, hablándole al piso. 
- ¡Potter, debe lograr controlarse! ¡Se está buscando un serio problema! ¡Otros cinco puntos menos para Gryffindor!
- ¿Pero... qué...? ¡Profesora, no! - exclamó Harry, furioso por la injusticia-. Ya estoy siendo castigado por ella, ¿por qué me tiene que quitar puntos también? 
- Porque las detenciones no parecen tener ningún tipo de efecto sobre usted -contestó la profesora McGonagall enojada-. ¡No, ni una palabra de queja, Potter! ¡Y en cuanto a usted, señorita Johnson, en un futuro limite sus gritos a los partidos de Quidditch o se 
arriesga a perder la capitanía del equipo!
La profesora McGonagall regresó a grandes pasos a la mesa de los profesores. Angelina le lanzó a Harry una mirada de profundo disgusto y se alejó indignada, mientras él se arrojaba, echando humo, en un banco al lado de Ron.
- ¡Le quita puntos a Gryffindor porque yo tengo la mano llena de cortes todas las noches! ¿Qué clase de circo es éste?
- Lo sé, compañero -dijo Ron con simpatía, mientras acercaba el tocino al plato de Harry-, está exagerando.
Hermione, sin embargo, se limitó a hacer crujir las páginas de su ejemplar de El Profeta y no dijo nada. 
- Piensas que McGonagall tiene razón, ¿verdad? -preguntó Harry enojado al cuadro de Cornelius Fudge que ocultaba la cara de Hermione. 
- Desearía que no te hubiera quitado los puntos, pero pienso que tiene razón en advertirte que no pierdas la paciencia con Umbridge -contestó la voz de Hermione mientras Fudge gesticulaba enérgicamente en la página delantera, dando claramente alguna clase de discurso. 
Harry no le dirigió la palabra a Hermione durante toda la clase de Encantamientos, pero cuando entraron en Transfiguración olvidó que estaba enfadado con ella. La profesora Umbridge y su portapapeles estaban sentados en una esquina y su sola imagen logró que el recuerdo del desayuno saliera de su mente.
- Excelente -susurró Ron, cuando se sentaron en sus asientos habituales-. Vamos a ver a Umbridge recibiendo su merecido.
La profesora McGonagall entró en el cuarto sin dar la más ligera indicación de que sabía que la profesora Umbridge se encontraba allí. 
- Esto es lo que haremos -comenzó a hablar y el silencio reinó de inmediato-. Señor Finnigan, por favor venga aquí y entregue las tareas corregidas; Señorita Brown, por favor tome esta caja de ratones, no sea tonta niña, no la van a lastimar, dele un animal a cada alumno...
- Hem, hem -se escuchó a la profesora Umbridge, utilizando la misma tos absurda que había empleado para interrumpir al profesor Dumbledore en la primera noche del curso. La profesora McGonagall la ignoró. Seamus le regresó a Harry su ensayo, quien lo tomó sin mirar a su compañero y descubrió con alivio que había sacado una ‘A’.
- Muy bien, todos, escuchen con atención. Dean Thomas -se interrumpió observando al aludido-, si vuelves a hacerle eso al ratón te pondré en detención -regresando su atención a la clase, continuó-. La mayoría de ustedes ha hecho desvanecer sus caracoles con éxito y aun aquellos que han dejado algo del caparazón captaron el punto esencial del hechizo. Hoy, practicaremos...
- Hem, hem -repitió la profesora Umbridge. 
- ¿Sí? -dijo la profesora McGonagall, volteando, con sus cejas tan juntas que parecía que formaban una sola y severa línea.
- Solamente me estaba preguntado si había recibido mi nota comunicándole la fecha y la hora de su inspec...
- Obviamente la recibí, o habría preguntado qué está haciendo en mi salón -la interrumpió la profesora McGonagall, y al puntó le dio la espalda con firmeza. Muchos de los alumnos intercambiaron miradas de regocijo-. Como estaba diciendo, hoy practicaremos algo más difícil, desapareceremos un ratón. Ahora, el hechizo desvanecedor... 
-Hem, hem...
- ¿Me pregunto -dijo la profesora McGonagall, con una helada voz de furia, girando nuevamente hacia la profesora Umbridge- cómo pretende tener una idea de mi manera de enseñar si me sigue interrumpiendo? Como podrá darse cuenta, generalmente no permito que la gente hable mientras yo lo hago...
La profesora Umbridge se veía como si acabara de recibir una bofetada. No habló, sólo enderezó el pergamino en su portapapeles y empezó a garabatear furiosamente. Luciendo completamente despreocupada, la profesora McGonagall se dirigió de nuevo a la clase. 
- Como les estaba diciendo, el hechizo desvanecedor se vuelve más difícil con la complejidad del animal a desaparecer. El caracol, como es un invertebrado, no representa un gran desafío; pero un ratón, al ser vertebrado, es un reto mucho mayor. Esta no es, por lo tanto, magia que puedan llevar a cabo mentalmente mientras están cenando. Bueno, ya conocen el hechizo, ahora déjenme ver lo que pueden hacer...
- ¡¿Cómo me puede sermonear acerca de no perder el control con Umbrige?! -le susurró Harry a Ron sin aliento, pero sonreía abiertamente. Su cólera contra McGonagall definitivamente había desaparecido.
La profesora Umbridge no siguió a la profesora McGonagall por toda el aula como lo había hecho con Trelawney, quizás intuyendo que ésta no lo permitiría. De todas maneras, continuó tomando notas mientras permanecía sentada en una esquina, y cuando la profesora McGonagall señaló que podían guardar todo, tenía una sombría expresión en su cara. 
- Bueno, es un comienzo -comentó Ron, sosteniendo su ratón por la larga cola serpenteante y dejándolo en la caja que Lavander estaba pasando.
Mientras salían del aula, Harry vio a la profesora Umbridge acercándose al escritorio de la profesora McGonagall. Le dio un codazo a Ron, quien a su vez le dio otro codazo a Hermione y los tres retrocedieron deliberadamente para escuchar.
- ¿Cuánto tiempo lleva enseñando en Hogwarts? -preguntó la profesora Umbridge. 
- Treinta y nueve años este diciembre -contestó McGonagall bruscamente, cerrando su bolso. 
La profesora Umbridge tomó nota. 
- Muy bien -comentó-, recibirá los resultados de su inspección en diez días. 
- No puedo esperar -declaró McGonagall, con voz fría e indiferente, dirigiéndose hacia la puerta con grandes zancadas-. Ustedes tres, apresúrense -agregó, instando a que Harry, Hermione y Ron salieran delante. Harry no pudo evitar darle una débil sonrisa y podría haber jurado que recibió otra en respuesta. 
Había pensado que la próxima vez que viera a Umbridge sería en la detención de esa noche, pero estaba equivocado. Cuando bajaban caminando por el césped hacia el Bosque para asistir a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, la encontraron con su tabla de anotaciones esperándolos junto a la profesora Grubbly-Plank. 
- ¿Usualmente no dicta esta clase, verdad? -escuchó Harry que le preguntaba mientras ellos se reunían en torno a la mesa de caballete, donde un grupo de Bowtruckles cautivos estaban hurgando entre varillas de madera. 
- Eso es correcto -respondió la profesora Grubbly-Plank, con las manos en la espalda y balanceándose sobre sus pies-. Soy profesora suplente cubriendo el puesto del profesor Hagrid. 
Harry intercambio inquietas miradas con Ron y Hermione. Malfoy estaba susurrando a Crabble y a Goyle; seguramente le encantaría contar historias sobre Hagrid a un miembro del Ministerio. 
- Hmm -dijo la profesora Umbridge bajando la voz, aunque Harry todavía podía escucharla muy claramente-. Me preguntaba, ya que el Director ha estado extrañamente renuente a darme cualquier tipo de información sobre este asunto, ¿podría decirme a qué se debe esta ausencia tan prolongada del profesor Hagrid? 
Harry vio como Malfoy levantaba la vista con ansiedad y observaba a Umbridge y a Grubbly-Plank atentamente.
- Me temo que no puedo -contestó la profesora Grubbly-Plank jovialmente-. No sé más que usted acerca de eso. Dumbledore me mandó una lechuza preguntándome si me gustaría enseñar por un par de semanas y acepté. Es todo lo que sé. Bien, deberíamos empezar, ¿no?
- Sí, por supuesto -afirmó la profesora Umbridge escribiendo rápidamente en su pergamino. 
Umbridge utilizó una táctica diferente en esta clase y vagó entre los estudiantes haciéndoles preguntas sobre las criaturas mágicas. La mayoría contestaban bien y el espíritu de Harry se elevó en cierta medida; al menos la clase no dejaba mal parado a Hagrid. 
- En conjunto -opinó la profesora Umbridge regresando al lado de la profesora Grubbly-Plank después de un muy largo interrogatorio a Dean Thomas-, ya que usted actúa como miembro temporal del plantel, algo así como un forastero objetivo, imagino que me puede decir ¿cómo se siente en Hogwarts? ¿Siente que recibe suficiente apoyo de los directivos de la escuela? 
- ¡Oh, sí, Dumbledore es excelente! -contestó la profesora Grubbly-Plank calurosamente-. Sí, estoy muy feliz de la manera que las cosas son controladas, muy feliz de verdad. 
Luciendo cortésmente incrédula, Umbridge hizo una nota diminuta sobre su portapapeles, luego continuó:
- ¿Y cuáles son los temas que ha planificando cubrir en las clases de este año? ¿Asumiendo, desde luego, de que el profesor Hagrid no regrese? 
- Ah, las desarrollaré sobre las criaturas que aparecen con mayor frecuencia en el TIMO -señaló la profesora Grubbly-Plank-. No queda mucho por hacer; ya han estudiado unicornios y Nifflers, pensé que podríamos cubrir Porlocks y Kneazles, y asegurarnos que ellos puedan reconocer Crups y Knarls, ya sabe...
- Bueno, al menos parece que usted sí sabe lo que hace -dijo la profesora Umbridge, haciendo una marca muy obvia sobre su portapapeles. A Harry no le gustó el énfasis que había puesto en el “usted” y le gusto aún menos cuando hizo su siguiente pregunta a Goyle-. ¿He escuchado que hubieron heridas en esta clase? 
Goyle puso una sonrisa estúpida y burlona. Entonces Malfoy se apresuro en contestar la pregunta. 
- Eso me paso a mí. Fui cortado por un Hipogrifo. 
- ¿Un Hipogrifo? -repitió la profesora Umbridge, ahora garabateando desesperadamente. 
- Sólo porque era demasiado estúpido para escuchar lo que Hagrid le indicó -intervino Harry con ira.
Tanto Ron como Hermione gimieron. La profesora Umbridge giró su cabeza despacio en dirección de Harry. 
- Otras noches de detención, pienso -dijo suavemente-. Bien, muchas gracias, profesora Grubbly-Plank, creo que es todo que necesito aquí. Recibirá los resultados de su inspección dentro de diez días. 
- ¡Estupendo! -exclamó la profesora Grubbly-Plank, y la profesora Umbridge salió por atrás a través del césped del Castillo. 
***

Era casi medianoche cuando Harry abandonó la oficina de Umbridge. Su mano sangraba con tanta severidad que manchaba la bufanda en la que la había envuelto. Esperaba que la Sala Común estuviera vacía cuando volviese, pero Ron y Hermione lo estaban esperando. Se alegró al verlos, especialmente al notar que Hermione estaba dispuesta a ser más comprensiva en lugar de criticar. 
- Aquí -le dijo con ansiedad, empujando un pequeño tazón con un líquido amarillo hacia él-. Empapa tu mano en esto, es una solución de tentáculos Murtlap, tensos y conservados en vinagre, debería ayudar.
Harry colocó su sangrante y dolorida mano en el tazón y experimentó un maravilloso sentimiento de alivio. 
Crookshanks se enroscó alrededor de sus piernas, ronroneando ruidosamente. Luego saltó a su regazo y se acomodó. 
- Gracias -murmuró con gratitud, rascando tras las orejas de Crookshanks con su mano izquierda. 
- Todavía considero que deberías quejarte acerca de esto -opinó Ron en voz baja. 
- No -negó Harry rotundo. 
- McGonagall se volvería loca si supiera...
- Sí, probablemente lo haría -dijo Harry embotado-. ¿Y cuánto tiempo consideras que le tomaría a Umbridge crear otro decreto que diga que quienquiera que se queje del Alto Inquisidor será echado inmediatamente?
Ron abrió la boca para replicar pero nada salió y, después de un momento, la cerró otra vez, derrotado. 
- Es una mujer horrible -declaró Hermione en voz baja-. Horrible. Sabes, se lo decía a Ron cuando entraste... Tenemos que hacer algo respecto a ella.
- Sugerí veneno -señaló Ron desagradablemente. 
- No... me refiero a lo terrible que es como profesora. No estamos aprendiendo absolutamente nada de Defensa Contra las Artes Oscuras -protestó Hermione.
- Bueno, ¿qué podemos hacer sobre eso? -preguntó Ron bostezando-. ¿Es muy tarde, verdad?  Ella trabaja aquí, va a quedarse aquí. Fudge se asegurará de eso.
- Bien -comenzó Hermione tentativamente- saben, hoy estaba pensando... -le lanzó una mirada ligeramente nerviosa a Harry, y continuó-... estaba pensando que tal vez ha llegado la hora... de que hagamos algo al respecto. 
- ¿Hacer qué? -preguntó Harry con suspicacia. 
- Bien... aprender Defensa Contra las Artes Oscuras por nuestra cuenta -concluyó Hermione.
- Vamos -gruñó Ron-. ¿Quieres que hagamos trabajo extra?, ¿Quieres que Harry y yo tengamos trabajo extra, cuando apenas estamos en la segunda semana? 
- ¡Pero esto es mucho más importante que la tarea! -exclamó Hermione. Harry y Ron la miraron desconcertados. 
- ¡No pensé que hubiera en el mundo nada más importante que la tarea! -ironizó Ron.
- No seas tonto, por supuesto que lo hay -dijo Hermione y Harry observó, con un sentimiento agorero, que su cara estaba encendida con la clase de fervor que los TIMOs usualmente inspiraban en ella-. Se trata de prepararnos, como Harry dijo en la primera lección de Umbridge, para lo que nos está esperando ahí afuera. Se trata de asegurarnos que realmente podemos defendernos. Si no aprendemos nada en todo un año...
- No podemos hacer mucho por nuestra cuenta -admitió Ron con voz derrotada-. Digo, está bien, supongo que podemos ir a la biblioteca, buscar algunos Maleficios, e intentar practicarlos.
- No estoy de acuerdo, ya superamos la etapa en la que únicamente podíamos aprender de los libros -replicó Hermione-. Necesitamos un maestro, uno apropiado, quien nos pueda mostrar cómo usar los hechizos y corregirnos si lo estamos haciendo incorrectamente. 
- Si estás hablando de Lupin... -comenzó Harry.
- No, no estoy hablado de Lupin -lo interrumpió Hermione-. Está demasiado ocupado con la Orden y, en todo caso, podríamos verlo como mucho los fines de semana de Hogsmeade y esa no es ni de cerca la frecuencia suficiente.
- ¿Quién entonces? -preguntó Harry mirándola con el ceño fruncido.
Hermione lanzó un suspiro muy profundo.
- ¿No es obvio? -preguntó-. Estoy hablando de ti, Harry.
Hubo un momento de silencio. Una ligera brisa nocturna hizo vibrar los cristales detrás de Ron y el fuego parpadeó.
- ¿Qué pasa conmigo? -preguntó Harry.
- Estoy sugiriendo que tú nos enseñes Defensa Contra las Artes Oscuras.
Harry clavó la vista en ella. Luego se giró hacia Ron, listo para intercambiar la exasperada mirada que a veces compartían cuando Hermione elaboraba alguno de sus exagerados planes como el de los TIMOs. Sin embargo, para su consternación, Ron no lucía exasperado. Tenía el ceño fruncido, aparentemente pensando. Luego comento:
- Esa es una idea.
- ¿Qué es una idea? -preguntó Harry.
- Tú -respondió Ron-. Enseñándonos a hacerlo.
-Pero... 
Ahora Harry sonreía abiertamente, convencido de que ese par le estaba tomando el pelo. 
-Pero no soy un profesor, no puedo...
- Harry, eres el mejor de todos en Defensa Contra las Artes Oscuras -declaró Hermione. 
- ¿Yo? -dijo Harry, sonriendo más ampliamente que nunca-. No, no lo soy, tú me has vencido en cada prueba.
- En realidad, no lo he hecho -puntualizó Hermione con serenidad-. ¡Me ganaste en tercer año!, el único año en que hicimos la prueba y tuvimos un maestro que realmente dominaba la materia. Pero no estoy hablando sobre resultados de prueba, Harry. Piensa en lo que has hecho.
- ¿A qué te refieres?
- Sabes, no estoy seguro de querer tener a este estúpido enseñándome -le dijo Ron a Hermione, con una sonrisa ligeramente burlona. Luego se giró hacia Harry.
- Pensemos -dijo, con el mismo gesto en la cara que mostraba Goyle cuando se concentraba- Ummmm... primer año... salvaste la Piedra Filosofal de Tú-Sabes-Quien...
- Pero eso fue suerte -comentó Harry-, no habilidad...
- El segundo año -lo interrumpió Ron-. Mataste al Basilisco y destruiste a Ryddle. 
- Sí, pero si Fawkes no hubiera aparecido, yo...
- El tercer año -agregó Ron, más fuerte todavía-, rechazaste a una centena de Dementores tú solo.
- Sabes que ese fue otro golpe de suerte... si el giratiempo no...
- El año pasado -continuó Ron, ahora casi gritando-, venciste a Tú-Sabes-Quien nuevamente.
- ¡Escúchenme! -exclamó Harry, casi con ira, porque tanto Ron como Hermione estaban sonriendo con satisfacción ahora-. Sólo escúchenme, ¿sí? Suena bien cuando ustedes lo dicen así, pero todo eso fue pura suerte, la mitad del tiempo no supe lo que hacía ni planifiqué nada de esto. Solamente hice lo primero que se me ocurrió y casi siempre tuve ayuda.
Ron y Hermione todavía sonreían con satisfacción y Harry sintió que se enfurecía más aún, aunque no estaba seguro por qué se sentía tan enfadado. 
- No sigan ahí sentados sonriendo, como si ustedes supieran mejor lo que hago que yo. Estuve allí, ¿no es cierto? -dijo acaloradamente-. Sé lo que pasó. Y no logré vencer todo eso porque fuera brillante en Defensa Contra las Artes Oscuras, logré vencerlo porque... porque la ayuda llegó en el momento preciso, o porque acerté la respuesta... pero anduve a ciegas a través de todo eso, no tenía idea de lo que estaba haciendo... ¡Paren de reir!
El tazón de esencia Murtlap cayó al piso y se rompió. Alcanzó a darse cuenta que estaba sobre sus pies, aunque no pudiera recordar cuando se levantó. Crookshanks se escondió como un rayo bajo un sofá. Las risas de Ron y Hermione habían desaparecido.
- ¡No saben cómo es eso!... Ustedes... ¡Ninguno! ¡Nunca han pasado por algo así! ¿Creen que basta con memorizar un puñado de hechizos y lanzárselos, como si estuvieran en clase o algo así? Estar todo el tiempo convencido que no hay nada entre tú y la muerte excepto tu propio... tu propio cerebro, o coraje, o cualquier otra cosa. ¿Cómo puedes pensar correctamente cuando sabes que estás a un nanosegundo de ser asesinado, o torturado, o ver a tus amigos morir?... Nunca nos enseñaron esto en sus clases, como tratar con cosas como ésta... y ustedes dos se sientan ahí, actuando como si yo fuera un niño inteligente parado aquí, vivo, como si Diggory fue estúpido, como si él lo estropeó... apenas comprenden que fácilmente pude haber sido yo, que eso es lo que hubiera pasado si Voldemort no me hubiera necesitado.
- No estamos diciendo nada como eso, compañero -dijo Ron, horrorizado-. No estábamos atacando a Diggory, no lo hacíamos... has llegado a la conclusión equivocada de lo...
Con impotencia miró a Hermione, cuya cara lucía acongojada.
- ¿Harry -expresó ésta tímidamente- no lo ves? Esto... esto es exactamente por lo que necesitamos que tú... necesitamos saber cómo es... enfrentarse con él... enfrentarse con V... Voldemort.
Era la primera vez en su vida que ella lo había llamado Voldemort y fue esto, más que ninguna otra cosa, lo que calmó a Harry. Todavía respirando con dificultad, se hundió nuevamente en su silla, adquiriendo conciencia de que su mano estaba palpitando horriblemente otra vez. Deseo no haber destrozado el tazón de esencia de Murtlap.
- Bien... piensa acerca de esto -pidió Hermione quedamente-. ¿Por favor?
Harry no podía pensar en nada que decir. Se estaba sintiendo avergonzado por su explosión. Asintió, apenas consciente de lo que estaba aceptando. Hermione se puso de pie.
- Pues bien, me voy a la cama -indicó, con una voz que era claramente todo natural como pudo lograr-. Erm... buenas noches.
Ron también se había puesto de pie.
- ¿Vienes? -le preguntó a Harry incómodo.
- Sí -contestó Harry-. En... en un minuto. Sólo despejaré esto.
Indicó el tazón hecho trizas en el piso. Ron asintió y salió.
- Reparo -musitó Harry, apuntando su varita a los pedazos rotos de porcelana china. Estos volaron hasta juntarse, quedó como nuevo, pero la esencia de Murtlap no regresó al tazón.
De repente se sintió tan cansado que estuvo tentado a hundirse de vuelta en su sillón y dormir allí, pero en lugar de eso se obligo a levantarse y seguir a Ron hasta arriba. Su noche fue intranquila, plagada nuevamente con sueños de largos corredores y puertas cerradas y despertó al siguiente día con su cicatriz incomodandole otra vez.

 

CAPÍTULO XVI

EN LA CABEZA DE CERDO

Después de su primera sugerencia, Hermione no volvió a mencionarle a Harry el asunto de sus lecciones de Defensa Contra las Artes Oscuras durante dos semanas enteras. La detención de Harry con Umbridge finalmente había terminado (dudaba que las palabras grabadas en su mano se desvanecieran completamente). Ron había tenido cuatro prácticas más de Quidditch y nadie le habían gritado durante las dos últimas; y los tres habían logrado hacer desaparecer sus ratones en Transfiguración (Hermione en realidad había progresado hasta conseguir desaparecer gatos), antes que el tema fuera abordado nuevamente, en una desapacible y tempestuosa noche de finales de Septiembre, cuando los tres se encontraban sentados en la Biblioteca, buscando información sobre los ingredientes de una poción para Snape.
- Me estaba preguntando –dijo Herminone repentinamente-, si no has vuelto a pensar en Defensa Contra las Artes Oscuras, Harry.
- Por supuesto que he pensado -contestó Harry, malhumorado-, no puedo olvidarlo, ¿acaso podemos... con esa bruja enseñándonos...?
- Me refiero a la idea que Ron y yo tuvimos -Ron le dirigió una mirada alarmada y Herminone frunció el entrecejo-. Está bien. La idea que YO tuve... de que tú nos enseñaras...
Por un momento Harry no respondió. Simuló estar concentrado en una página de Anti-venenos Asiáticos, porque realmente no quería decir lo que pasaba por su mente.
Le había dado bastantes vueltas al tema durante los últimos quince días. A veces le parecía una locura, tal como en la noche en que Hermione lo propuso, pero otras, se había encontrado a sí mismo pensando en los hechizos que le habían sido de mayor utilidad en sus múltiples encuentros con las Criaturas Oscuras y los Mortífagos; se encontró, de hecho, planeando inconscientemente lecciones...
-Bueno -declaró despacio, cuando ya no pudo seguir simulando que estaba interesado en los anti-venenos asiáticos-. He pensado un poco en eso...
- ¿¿Y?? –insistió Hermione, impaciente. 
- No lo sé –contestó Harry, tratando de ganar tiempo. Elevó la vista, consultando con Ron.
- Yo pensé que era una buena idea desde el principio –declaró Ron, que parecía contento de unirse a la conversación, ahora que estaba seguro que Harry no comenzaría a gritar de nuevo. 
Harry se movió con incomodidad en su silla.
- No escuchaste cuando dije que solo tuve mucha suerte, ¿no?
- Sí, Harry -afirmó Hermione, suavemente-, pero aún así no hay razón para sigas pretendiendo que no eres bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, porque lo eres. El año pasado fuiste el único en la clase que pudo controlar totalmente el maleficio Imperius, puedes hacer un Patronus corpóreo, puedes hacer toda clase de hechizos que brujas y magos adultos no pueden, Víctor siempre lo dice. 
Ron giró para mirarla tan rápido que parecía haberse torcido el cuello. Frotándoselo, preguntó:
- ¿Sí? ¿Qué dijo Vicky?
- Ho... ho... -murmuró Hermione con voz aburrida-, comentó que Harry sabía como hacer cosas que ni siquiera él conocía. Y eso que Víctor estaba en el último año de Durmstrang. 
Ron la miraba con desconfianza..., receloso. 
- No sigues en contacto con él... ¿verdad? 
- ¿Y qué si lo estoy? –preguntó Hermione fríamente, aunque su cara estaba un poco ruborizada-, puedo tener un amigo por correspondencia si...
- ¡Él no quiere ser sólo tu amigo por correspondencia! -exclamó Ron con voz acusadora. 
Hermione sacudió la cabeza exasperada e, ignorando a Ron, quien todavía la estaba mirando, interrogó a Harry:
- Bueno... ¿qué dices? ¿Nos enseñarás?
- Sólo a Ron y ti, ¿vale?
- Bueno... -tanteó Hermione, luciendo un poco ansiosa nuevamente-. Bien... no pierdas los estribos de nuevo, Harry... por favor, pero realmente pienso que le deberías enseñar a cualquiera que quiera aprender. Quiero decir... estamos hablando de defendernos contra V-V- Voldemort. ¡Oh, No seas patético Ron! No me parece justo que no le ofrezcamos la misma oportunidad a los demás...
Harry lo consideró por un momento, después comentó:
- Sí, pero dudo que alguien más, excepto ustedes dos, quiera que yo les enseñe. Soy un loco... ¿recuerdan? 
- Bueno... creo que quizás te sorprenderías de cuanta gente estaría interesada en escuchar lo que tienes que decir -habló Hermione, seriamente-. Mira -se inclinó hacia él al tiempo que Ron, que la seguía mirando con el entrecejo fruncido, se inclinó para escuchar también-. ¿Sabes que el primer fin de semana de Octubre podemos ir a Hogsmade? ¿Qué tal si le decimos a todo el que esté interesado que nos reuniremos en el pueblo para hablar de esto? 
- ¿Por qué tenemos que hacerlo fuera de la escuela? –preguntó Ron.
- Porque -explicó Hermione, volviendo al diagrama del repollo chino que estaba copiando-, no creo que Umbridge se ponga muy contenta si descubre lo que intentamos hacer. 

***

Harry había estado deseando que llegara el fin de semana en Hogsmade, pero había algo que estaba preocupándolo. Sirius había mantenido un molesto silencio desde que se apareció en el fuego, a principios de Septiembre. Harry sabía que lo habían hecho enojar, diciendo que no querían que viniera, pero aún le preocupaba aún más que Sirius tirara la cautela al demonio y se apareciese de todas formas. ¿Qué iban a hacer si el perro negro saltaba hacia ellos en las calles de Hogsmade, quizás bajo las narices de Draco Malfoy? 
- Bueno, no puedes culparlo por querer salir -comentó Ron, cuando Harry contó sus miedos a él y a Hermione-. Quiero decir, él ha estado escapando por unos dos años, ¿verdad? Y sé que no ha sido divertido, pero por lo menos estaba libre... ¿o no? Y ahora tiene que permanecer todo el tiempo solo, con ese espantoso elfo. 
Hermione miró a Ron con el ceño fruncido, pero, aparte de eso, ignoró el insulto a Kreacher.
- El problema es que -explicó Harry-, hasta que Voldemort... ¡Oh por el amor de Dios, Ron!... salga a la luz pública, Sirius va a tener que permanecer escondido..., ¿cierto? Quiero decir, el estúpido Ministerio no se va a dar cuenta que Sirius es inocente hasta que acepten que Dumbledore les ha estado diciendo la verdad sobre él durante mucho tiempo. Y una vez que los idiotas empiecen a atrapar a los Mortífagos de nuevo, será obvio que Sirius no es uno de ellos... Quiero decir, si no tiene la marca es por algo.
- No creo que sea lo bastante estúpido como para aparecerse -opinó Ron–. Dumbledore se volvería loco si lo hiciera, además Sirius siempre escucha a Dumbledore, aún cuando no le guste lo que escucha. 
Como Harry parecía seguir preocupado, Hermione propuso:
- Escucha. Ron y yo hemos estado tanteando a las personas que pensamos que pueden estar interesadas en aprender Defensa Contra las Artes Oscuras, y hay un par que parecen interesados en verdad. Les dijimos que nos reuniríamos en Hogsmade.
- Está bien –aceptó Harry vagamente, su mente todavía estaba en Sirius.
- No te preocupes, Harry -lo tranquilizó Hermione quedamente–. Ya tienes bastante encima sin agregarle a Sirius también. 
Ella tenía razón, por supuesto, apenas podía mantenerse al día con sus tareas, aunque lo estaba haciendo mucho mejor ahora que no tenía que pasar cada tarde en detención con Umbridge. Ron estaba incluso más retrasado que Harry, pues además de las prácticas de Quidditch a las que ambos asistían dos veces por semana, también tenía sus obligaciones de Prefecto. Sin embargo, Hermione, que tenía más materias que ambos, no sólo había terminado todos sus deberes sino que también encontraba tiempo para tejer más ropa para los elfos. Harry tenía que admitir que ella había mejorado; ahora casi siempre le era posible distinguir entre un sombrero y un calcetín. 

***

La mañana de la visita a Hogsmade amaneció brillante pero con mucho viento. Después del desayuno se formaron frente a Filch, quién controlaba sus nombres en una larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo. Con una leve punzada, Harry recordó que si no hubiera sido por Sirius, él todavía no hubiera podido ir. 
Cuando Harry alcanzó a Filch, el cuidador lo olfateó como tratando de detectar algún olorcillo en Harry. Después dio un brusco asentimiento con la cabeza que sacudió su papada y Harry avanzó, hacia los escalones de piedra y el frío y luminoso día.
- ¿Por qué Filch te estaba olfateando? –preguntó Ron, mientras él, Harry y Hermione se encaminaban bajando con paso enérgico hacia el ancho camino que conducía a las verjas de entrada. 
- Supongo que estaba chequeando el olor de las bombas fétidas -contestó Harry con una breve sonrisa-. Olvidé contarles...
Y les relató la historia del envío de la carta a Sirius y como Filch aparecío segundos más tarde, pidiendo verla. Para sorpresa de Harry, Hermione encontró esta historia muy interesante, mucho más, incluso, de lo que había sido para él.
- ¿Dijo que le había llegado el soplo de que estabas comprando bombas fétidas? ¿Pero quién le informó?
- No lo sé -replicó Harry encogiéndose de hombros-. Quizás Malfoy, él pensaría que era gracioso.
Caminaron entre los altos pilares de piedra coronados con jabalís alados y giraron a la izquierda hacia el pueblo, con el viento batiendo su cabello contra los ojos.
- ¿Malfoy? -musitó Hermione, escéptica-. Bueno... sí... quizás...
Y permaneció ensimismada el resto del camino, hasta llegar a los linderos de Hogsmeade.
- Entonces, ¿a dónde nos dirigimos? –preguntó Harry- ¿A Las Tres Escobas? 
- Oh... no -contestó Hermione, saliendo de su ensueño–, no, está siempre apiñado y es realmente ruidoso. Les dije a los demás que nos encontraríamos en La Cabeza de Cerdo, ese otro bar, ya sabes cual, el que no se encuentra en la carretera principal. Creo que es un poco..., tu sabes..., inseguro, pero normalmente los estudiantes no entran allí, así que creo que no nos escucharán. 
Descendieron por la calle principal, pasando por la Tienda de Bromas Mágicas de Zonko, donde no se sorprendieron de ver a Fred, George y Lee Jordan, pasaron por la oficina postal donde las lechuzas manaban a intervalos regulares y subieron por una calle lateral al final de la cual se encontraba una pequeña posada. Un deteriorado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte sobre la puerta, con la figura de la cabeza cortada de un cerdo salvaje goteando sangre sobre la tela blanca que la rodeaba. El letrero rechinó en el viento mientras se acercaban. Los tres vacilaron en la entrada de la puerta.
- Bien, entremos -sugirió Hermione algo nerviosa. Harry los guió hacia el interior. 
El sitio no era como Las Tres Escobas, cuya larga barra daba la impresión de limpieza y calidez. La Cabeza de Cerdo era una pequeña, desaliñada y muy sucia habitación que olía fuertemente a algo que muy bien podrían haber sido cabras. Las ventanas salientes estaban tan incrustadas en la mugre que apenas si entraba algo de luz en la habitación, la cual en vez de eso estaba alumbrada con cabos de vela colocadas en ásperas mesas de madera. A primera vista, parecía que el piso estuviera comprimido en la tierra, pero al caminar sobre él, Harry notó que la piedra se encontraba bajo lo que parecía ser porquería acumulada por centurias.
Harry recordó a Hagrid mencionando este bar en su primer año: “Sí..., hay muchísima diversión en La Cabeza de Cerdo”, había dicho cuando explicaba cómo había conseguido el huevo de dragón de un hombre encapuchado. En ese momento, Harry se había preguntado por qué Hagrid no había encontrado extraño que el desconocido permaneciera con el rostro oculto durante su encuentro; ahora se daba cuenta que ocultar el rostro era algún tipo de moda en La Cabeza de Cerdo. Había un hombre en el bar cuya cabeza estaba completamente cubierta de vendas de un gris sucio, quien se las arreglaba para tragar interminables vasos de una bebida roja y humeante a través de una abertura en su boca. Dos hombres envueltos en capuchas se sentaban en una mesa ubicada al lado de una ventana; Harry podría haber pensado que eran Dementores a no ser porque les había escuchado hablar con el fuerte acento de Yorkshire. En un oscuro rincón cerca de la chimenea se sentaba una bruja cubierta con un velo negro que le llegaba a la punta de los pies. Apenas podían ver el extremo de su nariz que sobresalía ligeramente del velo.
- No estoy muy seguro acerca de esto, Hermione –murmuró Harry mientras cruzaban el bar. Miraba particularmente a la bruja cubierta por el velo-. ¿Se te ha ocurrido que Umbridge podría estar debajo de eso?
Hermione lanzó una apreciativa mirada a la figura velada.
- Umbridge es más bajita que esa mujer -dijo tranquilamente-. Y en todo caso, aún si Umbridge viniera aquí, no hay nada que ella pueda hacer para detenernos, Harry, porque revisé dos y tres veces las reglas de la escuela y no estamos rompiéndolas. No estamos en zona prohibida. Específicamente le pregunté al profesor Flitwick si a los estudiantes les estaba permitido ir a La Cabeza de Cerdo y dijo que sí, pero me aconsejó varias veces que trajéramos nuestros propios vasos. Además, he buscado toda la información que he podido sobre grupos de estudio y de trabajo y definitivamente están permitido. Sólo que no creo que sea una buena idea hagamos alarde de lo que estamos haciendo. 
- No -concordó Harry cortante-, especialmente porque no es un precisamente grupo de estudio lo que estás planeando... ¿verdad? 
El cantinero hasta ellos desde el fondo de la habitación. Parecía un viejo malhumorado, con una larga maraña de pelo gris y barba. Era alto y delgado y a Harry le parecía vagamente familiar.
- ¿Qué? –gruñó.
- Tres cervezas de mantequilla, por favor -pidió Hermione. 
El hombre desapareció tras el mostrador, destapó tres sucias y polvorientas botellas y las deslizó por la barra. 
- Seis Sickles –dijo.
- Tenga -replicó Harry rápidamente, entregándole las monedas. Los ojos del cantinero recorrieron la cara de Harry, y se adormecieron por una fracción de segundo en la cicatriz. Luego se alejó y puso el dinero de Harry en una caja de madera antigua, cuyo cajón se deslizó automáticamente para recibirlo. Harry, Ron y Hermione se retiraron hasta la mesa más alejada y se sentaron, mirando alrededor. El hombre de los vendajes sucios golpeó el mostrador con los nudillos y recibió otra bebida humeante del cantinero.
- ¿Saben qué? –murmuró Ron mirando el bar con entusiasmo-. Podríamos pedir cualquier cosa que nos guste aquí. Apuesto a que el tipo nos vendería cualquier cosa, no le importaría. Siempre he querido probar Whisky de fuego.
- ¡¡ERES – UN – PREFECTO!! –gruñó Hermione.
- Oh -dijo Ron, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro-. Sí...
- Entonces, Hermione, ¿quién dijiste que vendría a encontrarse con nosotros? –preguntó Harry tomando un trago de cerveza de mantequilla. 
- Sólo un par de personas -contestó Hermione revisando su reloj y mirando ansiosamente hacia la puerta-. Les dije que vinieran como a esta hora y estoy segura que saben donde queda... ¡Oh! Miren... quizás sean ellos.
La puerta del bar se abrió. Una gruesa banda de luz polvorienta dividió la habitación en dos momentáneamente y luego se extinguió, bloqueada por la entrada apresurada de una multitud de personas.
Primero entraron Neville, Dean y Lavander, seguidos de cerca por Parvati y Padma Patil con... (el estómago de Harry dio un vuelco) Cho y una de sus habituales amigas de sonrisa tonta. Después Luna Lovegood, quien parecía tan dormida que podría haber estado andando por accidente. Después de ella, Katie Bell, Alicia Spinnet y Angelina Johnson, Colin y Dennis Creevey, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Hannah Abbott, una chica de Hufflepuff con el pelo muy largo trenzado (Harry no sabía su nombre) y tres chicos de Ravenclaw que Harry estaba casi seguro que se llamaban Anthony Goldstein, Michael Corner y Terry Boot, después Ginny que estaba acompañada por un chico rubio, alto, delgado y de nariz respingona que Harry reconoció vagamente como miembro del equipo de Quiddtich de Hufflepuff y cubriendo la retaguardia, Fred y George Weasley con su amigo Lee Jordan, quienes llevaban grandes bolsas de papel repletas con mercadería del Zonko. 
- ¿Un par de personas? –dijo Harry encarándose con Hermione- ¿Un par de personas?
- Sí, bueno, la idea se volvió bastante popular... -señaló Hermione feliz-. Ron, ¿quieres traer más sillas?
El cantinero se detuvo en el acto de limpiar un vaso con un trapo tan sucio que parecía que nunca había sido lavado. Probablemente nunca había visto el negocio tan lleno. 
- ¡Hola! -saludó Fred, llegando a la barra y contando con la vista rápidamente- ¿nos podría dar venticinco cervezas de mantequilla, por favor? 
El cantinero lo miró por un momento, luego, arrojando el trapo al suelo con irritabilidad, como si hubiera sido interrumpido haciendo algo de suma importancia, comenzó a pasar sobre la barra varias botellas de la polvorienta cerveza.
- ¡Salud! –dijo Fred, levantando una-. Manifiéstense todos, yo no tengo suficiente oro para todas estas.
Harry miró confundido el largo grupo de personas que tomaba las cervezas de la mano de Fred y registraba sus capas buscando monedas. No podía imaginar qué hacían todas esas personas allí hasta que un horrible pensamiento se le cruzó por la cabeza: quizás estaban esperando una especie de discurso. Se acercó a Hermione.
- ¿Qué les has dicho a todos ellos? –preguntó en voz baja- ¿Qué están esperando? 
- Ya te lo he dije, sólo quieren escuchar lo que tengas para decir –explicó Hermione intentando tranquilizarlo, pero Harry la miraba con tanta furia que añadió rápidamente–. No tienes que decir nada todavía, hablaré yo primero.
- Hola, Harry -saludó Neville, sonriendo y sentándose enfrente de él.
Harry trató de devolverle la sonrisa, pero no habló. Su boca estaba excepcionalmente seca. Cho acababa de sonreírle y se había sentado a la derecha de Ron. Su amiga, quien tenía un rizado cabello rubio rojizo, no sonrió, sino que le dirigió a Harry una mirada tan profundamente desconfiada, que le hizo pensar que, si hubiera sido por ella, no habría estado allí en absoluto. 
En pocos segundos los recien llegados estaban sentados alrededor de Harry, Ron y Hermione; algunos parecían bastante excitados, otros curiosos, Luna Lovegood seguía adormecida con la mirada perdida. Cuando todos habían acercado una silla, el parloteo terminó. Todos los ojos estaban puestos en Harry.
- Eh... -empezó Hermione, su voz sonaba un poco más fuerte de lo habitual, producto de los nervios-. Bueno... eh... Hola.
El grupo enfocó su mirada en ella, aunque algunos ojos seguían lanzándole miradas a Harry con regularidad. 
- Bueno… em… bueno, saben por qué estamos aquí. Eh... bueno, Harry tuvo la idea... Quiero decir -Harry le había lanzado una mirada asesina-, yo tuve la idea que sería bueno si las personas que quisieran estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras más a fondo..., y quiero decir, estudiarlas realmente, ya saben, no la basura que Umbridge está haciendo con nosotros... -de pronto la voz de Hermione se volvió más fuerte y segura-... porque nadie podría llamar a eso Defensa Contra las Artes Oscuras... -“escuchen, escuchen” gritó Anthony Goldstein y Hermione lució más animada-. Pues bien, pensé que sería bueno si nosotros tomábamos la materia en nuestras manos.
Hizo una pausa, mirando de reojo a Harry, y siguió adelante:
- Y esto significa que debemos aprender como defendernos apropiadamente, no sólo en teoría... sino haciendo hechizos reales. 
- Y apuesto que de paso quieres pasar tu TIMO de Defensa Contra las Artes Oscuras –sugirió Michael Corner, quién la observaba estrechamente.
- Por supuesto que quiero -replicó Hermione de inmediato-, pero más que eso..., quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... porque... -tomó un gran respiro y finalizó– porque Lord Voldmort ha regresado. 
La reacción fue inmediata y predecible. La amiga de Cho gritó y se tiró la cerveza encima, a Terry Boot le dio una especie de involuntario, Padma Patil se estremeció y Neville lanzó un extraño chillido agudo que logró convertir en tos. Todos ellos, sin embargo, miraron a Harry fija y ansiosamente. 
- Bueno... en todo caso, ese es el plan -declaró Hermione-... si quieren unirse a nosotros, necesitamos decidir cómo vamos a...
- ¿Dónde está la prueba de que Tu-Sabes-Quien ha vuelto? -preguntó el jugador rubio de Hufflepuff, con voz agresiva.
- Bueno... Dumbledore lo cree -comenzó Hermione.
- Querrás decir que Dumbledore le cree a él -puntualizó el chico rubio, señalando a Harry.
- ¿Quién eres tú? –preguntó Ron con bastante rudeza.
- Zacarías Smith -respondió el chico-, y creo que tenemos el derecho de saber exactamente por qué él dice que Tu-Sabes-Quien ha regresado. 
- Mira -comentó Hermione, interviniendo rápidamente–. En realidad esa no es la razón de esta reunión. 
- No hay problema, Hermione -dijo Harry.
Acababa de darse cuenta del por qué había tanta gente allí. Pensó que Hermione se lo debería haber visto venir. Algunas de esas personas, quizás la mayoría, tenían la esperanza de escuchar la historia de Harry de primera mano.
- ¿Qué es lo que me hace decir que Voldemort volvió? –repitió mirando a Zacarías directo al rostro-. Lo vi. Dumbledore dijo a toda la escuela lo que pasó el año pasado, y si no le creíste, no me vas a creer a mí, y no voy a desperdiciar mi tarde en tratar de convencer a nadie.
El grupo entero parecía haber sostenido la respiración mientras Harry hablaba. Este tenía la impresión de que hasta el cantinero estaba escuchando. Zacarías dijo despectivamente:
- Todo lo que Dumbledore nos dijo el año pasado es que Tu-Sabes-Quién había matado a Cedric Diggory y que tú trajiste su cuerpo de vuelta a Hogwarts. No nos dio detalles, ni explicó exactamente cómo asesinaron a Cedric... y creo que a todos nos gustaría saberlo.
- Si viniste a escuchar qué ocurre exactamente cuando Voldemort mata a alguien, yo no puedo ayudarte –afirmó Harry. Su temperamento, que había estado muy cerca del límite en estos días, estaba enfureciéndose nuevamente. No apartó los ojos de la agresiva cara de Zacarías Smith y estaba decidido a no mirar a Cho–. No quiero hablar de Cedrid Diggory, ¿entendido? Así que si vinieron para eso, mejor... váyanse.
Harry lanzó una mirada de enojo en dirección a Hermione. Todo era su culpa, ella había decidido disponer de él como algún fenómeno, y por supuesto todos ellos habían ido para escuchar su historia. Pero ninguno se levantó de su silla, ni siquiera Zacarías.
- Bueno -habló Hermione, su voz sonaba nerviosa nuevamente-, cómo les venía diciendo... si quieren aprender cómo defenderse, necesitamos decidir qué vamos a hacer, y cada cuanto nos vamos a reunir y dónde...
- ¿Es verdad –interrumpió la chica del cabello largo mirando a Harry- que puedes hacer un Patronus?
Hubo un murmullo de interés alrededor del grupo. 
- Sí -contestó Harry, un poco a la defensiva.
- ¿Un Patronus corpóreo? 
Esa frase trajo algo a la memoria de Harry.
- Eh... ¿no conocerás a Madame Bones, verdad? -le preguntó.
La chica sonrió.
- Es mi tía –aclaró-. Yo soy Susan Bones. Ella me habló sobre tu audiencia. Entonces... ¿es verdad? ¿Haces un verdadero Patronus? 
- Sí -contestó Harry.
- ¡Caramba, Harry! -exclamó Lee, mirándolo profundamente impresionado-. Nunca lo imaginé.
- Mamá le dijo a Ron que no lo divulgaramos -explicó Fred, sonriendo abiertamente a Harry–. Comentó que ya llamabas suficientemente la atención. 
- No está equivocada -murmuró Harry, y un par de personas rieron.
La bruja con el velo que estaba sentada sola se movió ligeramente en su asiento.
- ¿Y mataste un basilisco con esa espada en el despacho de Dumbledore? -interrogó Terry Boot-, eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando fui allí el año pasado.
- Eh... sí, lo hice -afirmó Harry.
Justin Finch-Fletchley silbó; los hermanos Creevey intercambiaron temerosas miradas y Lavander Brown exclamó ¡Vaya! suavemente. Harry había comenzado a sentir calor alrededor del cuello; estaba decidido a mirar a cualquier parte, excepto a Cho. 
- Y en nuestro primer año –agregó Neville dirigiéndose al grupo–, salvó la Piedra Filológical.
- Filosofal –siseó Hermione.
- Sí, esa... de Quién-Ustedes-Saben -terminó Neville.
Los ojos de Hannah Abbott estaban redondos como Galeones.
- Y eso sin mencionar -agregó Cho (los ojos de Harry giraron hacia ella y la encontraron mirándolo sonriente; su estómago dio otro vuelco)– todas las pruebas que tuvo que pasar en el Torneo de los Tres Magos el año pasado..., con dragones y sirenas, Acromántula y otras cosas. 
Hubo un murmullo de impresionada aprobación alrededor de la mesa. Las entrañas de Harry se retorcían. Trataba de disimular para no verse demasiado complacido consigo mismo. El hecho de que precisamente Cho lo hubiera alabado, hacía que le resultara terriblemente difícil decir las cosas que se había jurado a sí mismo que les diría. 
- Miren -comenzó y todos hicieron silencio–. N... No quiero sonar como si estuviera tratando de ser modesto ni nada parecido, pero... he tenido mucha ayuda con todos esos hechizos...
- No con el dragón, ahí no la tuviste –comentó Michael Corner–. Ese fue un vuelo increíble.
- Sí... bueno... -aceptó Harry, sintiendo que sería demasiado maleducado disentir.
- Y nadie te ayudo con los dementores este verano -agregó Susan Bones.
- No -dijo Harry–. No. Está bien, sé que hice algunos hechizos sin ayuda, pero lo que estoy tratando de decir es...
- ¿Estás tratando de escabullirte para evitar mostrarnos esos hechizos? -cuestionó Zacarías Smith.
- Tengo una idea -intervino Ron antes que Harry pudiera hablar-. ¿Por qué no cierras la bocota? 
Quizás la sentencia “escabullirte” había afectado a Ron en forma particularmente fuerte. Por lo que fuera, estaba mirando a Zacarías como si no hubiera nada que le gustara más que golpearlo. Zacarías se sonrojó.
- Bueno, todos vinimos para aprender de él, y ahora nos está diciendo que realmente no puede hacer nada de eso –comentó.
- Eso no es lo que dijo -intervino Fred.
- ¿Te gustaría que limpiáramos tus oídos por ti? -agregó George sacando un largo instrumento de metal, que lucía bastante letal, del interior de una de las bolsas de Zonko.
- O alguna parte de tu cuerpo... en realidad, no somos muy quisquillosos respecto a dónde metemos esto -señaló Fred. 
- Bueno, sí -dijo Hermione hostilmente-, dejadlo ya... el asunto es, ¿estamos de acuerdo en que queremos recibir lecciones de Harry? 
Hubo un murmullo general de aprobación. Zacarías cruzó los brazos y no dijo nada, aunque quizá esto fue porque estaba demasiado ocupado echando una ojeada al instrumento que Fred tenía en la mano. 
- Bien -continuó Hermione, aliviada de que por fin algo se hubiera establecido-. Bueno, entonces la siguiente pregunta es con qué frecuencia vamos a hacerlo. Realmente pienso que no hay ninguna razón para no encontrarnos al menos una vez por semana.
- Un momento -intervino Angelina-, necesitamos estar seguros de que esto no coincidirá con nuestros entrenamientos de Quidditch. 
- No -dijo Cho-, ni con los nuestros.
- Ni con los nuestros -agregó Zacarías Smith.
- Estoy segura que podemos encontrar una noche que se ajuste a todos -declaró Hermione un poco impaciente-, pero debéis saber que esto es bastante importante, estamos hablando de defendernos contra los Mortífagos de V-Voldemort.
- ¡Bien dicho! -exclamó Ernie Macmillan, de quien Harry había estado esperando que hablara mucho antes-. Personalmente, pienso que esto es verdaderamente importante, posiblemente más importante que cualquier otra cosa que vayamos a hacer este año, ¡incluso con nuestros TIMOs a la vuelta de la esquina! -Miró alrededor impresionado, como si estuviera esperando que la gente gritara “¡por supuesto qué no!”. Como nadie habló, continuó: - Yo, personalmente, no encuentro explicación de por qué el Ministerio nos ha colado semejante profesora incompetente en este período tan crítico. Obviamente, se niegan a reconocer el regreso de Ya-Sabeis-Quién, pero ponernos una profesora que está intentando prevenirnos de usar hechizos defensivos...
- Nosotros pensamos que la razón por la que Umbridge no nos quiere entrenar en Defensa Contra las Artes Oscuras -comentó Hermione-, es porque tiene alguna... alguna idea absurda de que Dumbledore podría usar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Ella cree que él nos ha puesto en contra del Ministerio.
Casi todo el mundo parecía estupefacto ante esta información; todos excepto Luna Lovegood, quien intervino:
- Bueno, eso tiene sentido. Después de todo, Cornelius Fudge tiene su propio ejército privado.
- ¿Qué? –preguntó Harry, completamente paralizado por esta inesperada pieza de información. 
- Sí, tiene un ejercito de Heliopaths -declaró Luna.
- No, no lo tiene -chasqueó Hermione.
- Sí, sí lo tiene -repitió Luna.
- ¿Qué son Heliopaths? -preguntó Neville, que estaba pálido. 
- Son espíritus de fuego -explicó Luna, sus protuberantes ojos abiertos, de manera que parecía más loca que nunca-, grandes, altas y flameantes criaturas que galopan por el suelo, incendiando todo enfrente de...
- No existen, Neville -dijo Hermione, enfadada.
- ¡Oh! ¡Sí, sí existen! -replicó Luna, enojada.
- Lo siento, pero ¿dónde está la prueba de eso? -le espetó Hermione. 
- Hay una gran cantidad de relatos de testigos. Sólo que eres tan cerrada de mente que necesitas que te lo muestren todo delante de tus narices antes de...
- Hem, hem -terció Ginny, haciendo una imitación tan buena de la profesora Umbridge que algunas personas se giraron alarmadas y entonces rieron-. ¿No estábamos intentando decidir cada cuánto nos vamos a reunir y a tener lecciones de defensa?
- Sí -afirmó Hermione-. Sí, en eso estábamos, tienes razón, Ginny.
- Bueno, una vez a la semana suena bien -señaló Lee Jordan. 
- Siempre y cuando... -empezó Angelina.
- Sí, sí, sabemos lo del Quidditch -comentó Hermione con voz tensa-. Bueno, la otra cosa por decidir es dónde nos encontraremos...
Esto era bastante más difícil; el grupo entero permaneció en silencio.
- ¿La biblioteca? -sugirió Katie Bell, después de unos minutos. 
- No me imagino a Madame Pince muy contenta, con nosotros haciendo hechizos en la biblioteca - comentó Harry.
- ¿Quizá alguna clase que no se use? -insinuó Dean. 
- Sí -aceptó Ron-. McGonagall a lo mejor nos deja usar la suya, lo hizo cuando Harry estaba practicando para el Torneo de los Tres Magos.
Pero Harry estaba bastante seguro de que McGonagall no iba a ser tan generosa esta vez. Por mucho que Hermione hubiera dicho, sobre que los grupos de estudio y de deberes estaban permitidos, tenía el presentimiento de que este otro iba a ser considerado mucho más rebelde.
- Bien, intentaremos encontrar alguno -declaró Hermione-. Mandaremos un mensaje a todos cuando tengamos la hora y el lugar para el primer encuentro.
Registró en su bolsa y extrajo pergamino y pluma, luego asintió, como si estuviera buscando ánimos para decir algo. 
- Creo... creo que todos deberíamos firmar, sólo para saber quién ha estado aquí. Pero también pienso -dio un profundo respiro- que todos deberíamos quedar de acuerdo en no decir nada de lo que estamos haciendo. Entonces, si firmáis, es que estáis de acuerdo en no decir a Umbridge ni a nadie más lo que haremos.
Fred cogió el pergamino y alegremente estampó su firma, pero Harry notó que la mayoría de las personas parecían no estar tan felices con la perspectiva de poner sus nombres en una lista. 
- Eh... -dijo Zacarías lentamente, sin coger el pergamino que George le estaba intentando pasar- bueno... estoy seguro que Ernie me dirá cuándo es el encuentro.
Pero Ernie también parecía estar indeciso para firmar. Hermione alzó las cejas hacia él. 
- Yo... bueno, nosotros somos Prefectos -explotó Ernie-. Y si la lista es encontrada... bueno, quiero decir... lo dijiste tu misma, si Umbridge la encuentra...
- Acabas de decir que este grupo era la cosa más importante que tenías que hacer este año -le recordó Harry.
- Yo... sí -aceptó Ernie-, sí, de veras creo eso, es sólo...
- Ernie, ¿realmente crees que dejaría esta lista tirada por ahí? -preguntó Hermione tercamente.
- No. No, por supuesto que no -dijo Ernie, que parecía que estaba menos ansioso-. Yo... sí, por supuesto que firmaré.
Después de Ernie nadie más puso objeciones, aunque Harry vio a la amiga de Cho echándole una mirada de reproche antes de añadir su propio nombre. Cuando la última persona (Zacarías) hubo firmado, Hermione recogió el pergamino, lo dobló cuidadosamente y lo introdujo en su mochila. Ahora había un extraño sentimiento en el grupo. Era como si acabaran de firmar alguna especie de contrato. 
- Bueno, el tiempo se está agotando -comentó Fred, bruscamente, poniéndose en pie-. George, Lee y yo tenemos que comprar mercancía de naturaleza sensible, os veremos a todos más tarde.
En unos segundos, el resto del grupo se estaba retirando también. Cho hizo como que estaba guardando algo en su mochila antes de irse, su larga cortina de pelo negro caía hasta taparle la cara, pero su amiga estaba de pie a su lado, los brazos cruzados, chasqueando la lengua, de manera que Cho no tuvo más remedio que irse con ella. Mientras su amiga la hacía caminar hasta la puerta, Cho miró hacia atrás y agitó la mano para despedirse de Harry. 
- Bueno, creo que todo ha ido bastante bien -opinó Hermione feliz, mientras ella, Harry y Ron salían de La Cabeza de Cerdo hacia la brillante luz del día, unos momentos después. Harry y Ron sostenían sus botellas de cerveza de mantequilla.
- Ese tipo, Zacarías, es como una verruga -dijo Ron, que estaba siguiendo de lejos la figura de Smith, apenas distinguible en la distancia. 
- A mí tampoco me gusta mucho -admitió Hermione-, pero me oyó hablando con Ernie y Hannah en la mesa de Hufflepuff y parecía realmente interesado en venir, ¿qué podía decir yo? Cuanta más gente haya, mejor... por ejemplo, Michael Corner y sus amigos no hubieran venido si él no estuviera saliendo con Ginny.
Ron, que había estado aprovechando las últimas gotas de su cerveza de mantequilla, se atragantó y escupió la cerveza a sus pies. 
- ¿Qué está QUÉ? -farfulló, escandalizado, sus orejas ahora parecidas a un rollo de ternera cruda-. Está saliendo con... mi hermana saliendo... ¿qué quieres decir? ¿Michael Corner?
- Bueno, por eso vinieron él y sus amigos, creo... bueno, obviamente están interesados en aprender defensa, pero si Ginny no le hubiese dicho a Michael lo que estaba pasando...
- ¿Cuándo esto... cuándo ella...?
- Se conocieron en el baile del año pasado y empezaron a salir al final del pasado año -relató Hermione tranquilamente. Habían torcido por la calle mayor y ella se paró delante de la tienda Scrivenshaft´s Quill, donde había una hermosa exposición de plumas de colas de faisán en el escaparate-. Humm... podría hacerme de una nueva pluma.
Entró en la tienda. Harry y Ron la siguieron. 
- ¿Cuál de ellos era Michael Corner? -demandó Ron furioso.
- El de piel oscura -contestó Hermione.
- No me gustó -dijo Ron de repente.
- ¡Qué sorpresa! –exclamó Hermione suspirando. 
- Pero -balbuceó Ron, siguiendo a Hermione a lo largo de una hilera de plumas metidas en pucheros de bronce-. ¡Yo pensaba que a Ginny le gustaba Harry!
Hermione le miró con compasión y sacudió la cabeza.
- A Ginny le solía gustar Harry, pero se rindió meses atrás. No es que le gustes, por supuesto -añadió amablemente a Harry, mientras examinaba una larga pluma negra y dorada.
Harry, cuya cabeza todavía estaba llena de los halagos de Cho, no encontró este asunto tan interesante como Ron, que estaba estremeciéndose de con indignación, pero le recordó algo familiar que hasta el momento no había registrado realmente.
- ¿Así que por ese motivo ahora habla? -le preguntó a Hermione-. Nunca solía hablar delante de mí.
- Exactamente -respondió Hermione-. Sí, creo que me llevaré ésta...
Fue hasta el mostrador y pagó alrededor de quince Sickles y dos Knuts, con Ron todavía respirándole en el cuello.
- Ron -dijo con severidad, mientras se giraba y se acercaba-, es exactamente por esto por lo que Ginny no te ha dicho que está saliendo con Michael, sabía que lo tomarías mal, así que no sigas con la misma historia, ¡por dios santo!
- ¿Qué quieres decir? ¿Quién se está tomando algo mal? No voy a machacar a nadie con nada... -Ron siguió resoplando toda bajada de la calle.
Hermione puso los ojos en blanco a Harry y entonces dijo suavemente, mientras Ron seguía susurrando blasfemias sobre Michael Corner.
- Y hablando de Ginny y Michael... ¿qué hay de ti y Cho?
- ¿A qué te refieres? -preguntó Harry rápidamente.
Era como si agua hirviendo estuviera creciendo rápidamente dentro de él; una sensación
de quemazón estaba haciendo que su cara se incendiara en el frío... ¿Había sido tan obvio? 
- Bueno -comentó Hermione, sonriendo pletórica-, no podía apartar sus ojos de ti ¿verdad?
Harry nunca había apreciado antes cuan bonito era el pueblo de Hogsmade.

 

CAPÍTULO XVII

DECRETO EDUCACIONAL NÚMERO 24

Harry se sintió muy feliz por el resto del fin de semana, que aún no había terminado por completo. Él y Ron hablaron mucho el domingo, tratando de olvidar de nuevo la tarea que tenían que hacer, y aunque apenas se estaban divirtiendo, el último soplido del otoño persistió. Así, en lugar de estar sentados en las mesas de la Sala Común, ellos tomaron su trabajo fuera y pasearon en la sombra de un árbol grande que había en el borde del lago. Hermione, quien claramente estaba al día con los trabajos, los acompañó llevando con ella lana y embrujando sus agujas de cocer, produciendo más sombreros y calcetines.
Todas las cosas a las que lo había sometido Umbridge y el Ministerio, y que formaban parte de como una rebelión, le daban vueltas en la cabeza, sintiéndo una sensación extraña. Él revivía en su mente, todo lo que le había ocurrido el sábado: todas esas personas viniendo a aprender Defensa Contra las Artes Oscuras... las miradas que tenían sus caras de sorpresa, de las cosas que él había hecho... y Cho recordando su actuación en el Torneo de los Tres Magos... los conocimientos que tenían todas esas personas que creían que estaba mintiendo, pero de admiración, esto, aún lo mantenía alegre el lunes por la mañana, ante la perspectiva de tener las clases que más odiaba.
Él y Ron subieron las escaleras hacia el dormitorio, y discutiendo la idea de Angelina de trabajar un nuevo movimiento, the Sloth Grip Roll (si alguien sabe lo que significa, por favor, que lo ponga), durante la práctica de Quiditch de la noche, cuando a medio camino, vieron que había pequeños grupos de personas paradas alrededor de la noticia que había en la pizarrra.
Una señal grande se había pegado en la tabla de notas de Gryffindor, tan grande que cubrió todo lo demás que había allí: las listas de libros por comprar, los regularmente recordatorios de reglas de Argus Filch, la cédula de los equipos de Quidditch, las ofertas para cambiar ciertas tarjetas de Ranas de Chocolate con otros, la fecha de salida a Hogsmeade en los fines de semana, y las noticias relevantes. El nuevo anuncio estaba imprimido con largas letras negras y altas, y al final tenía una como sello oficial, en la que a su lado, tenía una firma clara, limpia y de florituras.

-POR ORDEN DE-
LA ALTA INQUISIDORA DE HOGWARTS

Todas las Organizaciones de estudiantes, sociedades, equipos, grupos y clubes, de ahora en adelante tendrán que registrarse.
Las Organizaciones de estudiantes, sociedades, equipos, grupos o club por esre medio se definirán como un regulador, a partir de 3 o más estudiantes.
El permiso para registrase será con la Alta Inquisidora (Profesora Umbridge)
Las Organizaciones de estudiantes, sociedades, equipos, grupos o clubes de las que se tenga conocimiento, serán aprobados por la Alta Inquisidora.
Cualquier estudiante que encuentre formando Organizaciones de estudiantes, sociedades, equipos, gupos o clubes, sin la aprobación de la Alta Inquisidora, serán expulsados.
Lo anterior es de acuerdo con el Decreto Educacional número 24.
Firma:
Dolores Jane Umbridge
ALTA INQUISIDORA

Harry y Ron leyeron el anuncio, encima de las cabezas de algunas miradas de los segundos años.
- ¿Eso significa que vamos a tener que decirle lo del Gobstones Club? -preguntó alguien a su amiga.
- Yo creo que estará de acuerdo en aceptar el Gobstones Club -dijo Ron sombríamente dando un segundo salto-. No creo que esto sea una coincidencia no crees? -le preguntó a Harry de manera preocupada.
Harry estaba leyendo la noticia también. La felicidad que tenía por lo que le ocurrió el sábado, se fue. Sus tripas se le empezaron a remober.
- Esto no es una coincidencia -dijo él, sus manos formaron puños-, ella lo sabía.
- Ella no pudo saberlo -dijo Ron.
- Había gente escuchando en el bar. Y no reconocíamos sus caras, porque estaban cubiertas por capas... ella pudo estar ahí... o tal vez alguien habló con Umbridge.
Y él había pensado que ellos le creían, que lo admiraban...
- ¡Zacarías Smith! -dijo Ron, cerrando los puños- o también pudo haber sido Michael Corner, porque tenía una mirada un poco inquieta.
- Me preguntó si Hermione ya habrá visto el anuncio, o todavía no -dijo Harry, mirando hacia el dormitorio de las chicas.
- Vamos a decirle -dijo Ron avanzando hacia adelante, y abriendo la puerta para subir las escaleras espirales.
Él estaba en el sexto escalón, cuando ocurrió algo. Se oyeron un tipo como de lamentos, seguidos de pasos. Hubo un momento breve en el que Ron trató de seguir corriendo, y entonces se tropezó, y cayó en la parte trasera de los pies de Harry.
- Eh, no pensé estubiera permitido entrar en el dormitorio de las chicas -dijo Harry, ayudando a Ron a levantarse.
Dos muchachas de cuarto año bajaron verticalmente, muy alegres.
- Ohh, ¿quién trata de subir las escaleras? -ellas se rieron tontamente, mientras coqueteaban a Harry y Ron.
- Yo -dijo Ron-. No pensé que eso pasaría. ¡No es justo! -agregó dirigiéndose a Harry. Y las chicas se dirigieron al agujero del retrato, riéndose tontamente todavía-. Hermione tiene permitido entrar a nuestro dormitorio, pero ¿cómo nosotros no tenemos permitido...?
- Bien, es una regla anticuada -dijo Hermione, que justo en ese momento bajaba hacia ellos-. Bueno, eso dice “Una historia de Hogwarts”, que los fundadores pensaron que los chicos eran menos cuidadosos que las chicas. De cualquier forma, ¿por qué trataban de entrar aquí?
- Verás, ¡mira esto! -dijo Ron, arrastrándola hasta la tabla de avisos. Los ojos de Hermione se desplazaron rápidamente en la tabla de avisos. Su expresión se fue ensombreciendo.
- ¡Alguien debe haberle dicho! -dijo Ron enojado.
- No, no pudieron hacerlo -dijo Hermione en voz baja.
- Eres muy ingenua -dijo Ron-, piensas que solo porque eres honorable y...
- No, ellos no pudieron hacerlo porque puse un jnix en la pieza de pergamino que ellos firmaron -interrumpió Hermione-. Creéme, si alguno de ellos habló con Umbridge, nosotros sabríamos exactamente quién fue.
- ¿Qué sucedió entonces? -dijo Ron ávidamente.
- Bien, mejor, no lo veas de esa manera -dijo Hermione-. Mejor, vamos a desayunar, y a ver que piensan los otros... Me pregunto si esa noticia se habrá puesto en todas las casas.
De inmediato, y al parecer, todo el Gran Comedor había visto el anuncio de Umbridge, y no sólo en la Torre de Gryffindor. Había una peculiar insistencia en las charlas, y un extremado movimiento en el Vestíbulo, porque habían arrimado demasiado las mesas de abajo a arriba, y de arriba a abajo. Harry, Ron y Hermione apenas pudieron tomar asiento, cuando Neville, Dean, Fred, George y Ginny se dirigieron a ellos:
- ¿Lo han visto?
- ¿Cómo creen que ella se habrá enterado?
- ¿Qué vamos a hacer?
Todos miraban a Harry. Él se aseguró que ningún maestro estuviera cerca.
- Vamos a hacerlo de todas maneras -dijo despacio.
- Estamos de acuerdo con eso -dijo George, levantando y golpeando el brazo de Harry.
- ¿Los Prefectos también? -dijo Fred, mirando de reojo a Ron y Hermione.
- Claro que sí -dijo frescamente Hermione.
- Aquí viene Ernie y Hannah Abbott -dijo Ron, mirando por encima de su hombro-, y esos tipos de Ravenclaw y Smith... y no lucen muy bien.
Hermione miró alarmada.
- No importa, ya nos las arreglaremos, los muy idiotas no van a poder venir, ¡siéntense! -murmuró ella a Ernie y Hannah, mirando de reojo a la mesa de Hufflepuff-. ¡Tarde, llegan tarde!
- Yo le dije a Michael -dijo Ginny impacientemente, girando el banco-. Honestamente, él es muy necio.
Ella se dio prisa en ir a la mesa de Ravenclaw, y Harry la siguió con la mirada, Cho estaba sentada no muy lejos, hablando con su amiga de cabello rizado con la que fue a La Cabeza de Cerdo. ¿La noticia de Umbridge los habrá asustado? Pero no sintieron las repercuciones de las señales, hasta que hubieran dejado el Gran Comedor.
- ¡Harry!, ¡Ron!
Era Angelina que estaba avanzando hacia ellos, con una mirada desesperada.
- Está bien -dijo Harry rápidamente cuando ella estaba a una distancia en la que lo podía oír-. Vamos a ir todavía.
- ¿Ya incluíste al equipo de Quidditch? -le dijo Angelina-. Tenemos que consegir un permiso para el equipo de Gryffindor.
- ¿Qué? -dijo Harry.
- De ninguna manera -dijo Ron espantado.
- ¿Ya leíste el anuncio?, ¡menciona también a los equipos! Ahora, escucha Harry..., te estoy avisando, por favor, por favor, controla tu temperamento con Umbridge de nuevo, o ¡no podremos jugar!
- Bien, bien -dijo Harry, pero Angelina lo miró de una manera que parecía estar mintiendo-, no te preocupes, me comportaré...
- Apuesto a que Umbridge va a estar en la clase de Historia de la Magia -dijo Ron severamente, y como siempre, entraron al aula del profesor Binns-, ella no lo ha inspeccionado todavía... Apuesto a que estará aquí...
Pero estaba equivocado, el único maestro presente cuando ellos entraron, era el profesor Binns, flotando a una pulgada de su habitual silla, y preparando sus monótonos apuntes. Harry no quiso poner atención a la clase, y decidió jugar ociosamente con el pergamino. También, intentaba ignorar los codazos ligeros que le daba Hermione, hasta un golpe particularmente doloroso en las costillas, lo hizo enojarse.
- ¿Qué?
Ella señaló a la ventana. Harry volteó, Hedwing se emperchó en el ancho anaquel de la ventana, mientras miraba fijamente a través del espeso vidrio, y, aparentemente, tenía atada una carta en su pata. Harry no lo entendía, acababan de desayunar, ¿por qué no se la entregó a esa hora, como usualmente lo hacía? Muchos de sus compañeros de clase, estaban señalando a Hedwing.
- Oh, que adorable lechuza, y también hermosa -Harry escuchó que le decía Lavander a Parvati.
Él miró al profesor Binns, que continuaba leyendo sus notas monotamente, sin ver que la atención de la clase se estaba enfocando fuera de la ventana. Harry se movió un poco de su silla, tratando de abrir la ventana. Él tuvo la expectativa de que Hedwing se estaba cansando, y que estaba a punto de volver a la lechuzería, pero en el momento en que vio que Harry abría la ventana, brincó adentro, uluando tristemente. Él cerró la ventana, echando una mirada ansiosa al profesor Binns, entonces, se agachó debajo de su silla, en donde estaba Hedwing y vio su hombro. Él se sentó en la silla, y pasó a Hedwing encima de su butaca, quitándole la carta de la pata. Y solo hasta entonces, vio que las plumas de Hedwing estaban como quemadas, extrañamente, y algunas estaban torcidas, y, aparte, tenía sus alas en un ángulo impar.
- ¡La han lastimado! -susurró Harry, doblando su cabeza hacia ella. Hermione y Ron juntándose un poco más hacia él; Hermione incluso dejó de escribir-. Miren, le está ocurriendo algo en su ala...
Hedwing estaba temblando; Harry tocó su ala y dio un pequeño salto, sus plumas se estaban desprendiendo, y se estaba inflando, y ella lo miró a manera de reproche.
- Profesor Binns -dijo Harry alzando la voz, y toda la clase se volteó a verlo-. No me siento muy bien.
El profesor Binns despegó los ojos de sus notas, mirándolo asombradamente.
- No se siente bien -repitió el profesor amablemente.
- No muy bien -dijo Harry firmemente, levantando a Hedwing- eh... ¿podría ir a la enfermería?
- Sí -dijo el profesor Binns-, sí... a la enfermería... bien, puede ir, entonces, Perkins...
Una vez afuera de la clase, Harry se volvió a Hedwing, y la puso en su hombro... se volvió al corredor en el que estaba, y cuando estaba fuera de la vista del profesor Binns, hizo una pausa, solo para pensar. La primera opción que tenía, era que alguien curara a Hedwing, e iría con Hagrid, pero claro está, que él no tenía ni la más remota idea de donde estuviera Hagrid, y la única opción que tenía, era encontrar a la profesora Grubbly-Plank, y esperar a que ella lo ayudara.
Él se asomó violentamente, por las ventanas, fuera de la vista de los otros grados. No había ningún signo de que hubiera alguien en la cabaña de Hagrid; y si no estaba enseñando, probablemente estubiera en la sala de maestros. Él bajó las escaleras, con Hedwing uluando débilmente, como oscilando en su hombro.
Las gárgolas de piedra estaban enfrente de la sala de maestros. Harry se estaba aproximando, cuando oyó un graznido.
- Tú deberías estar en clase, Jim.
- Esto es urgente -dijo Harry lacónicamente.
- Oh, ¿es urgente? -dijo la voz de la otra gárgola.
- Entonces, ve a otro lugar, ¿quieres?
Harry reconoció unos pasos que se acercaban, la puerta se abrió, y se encontró cara a cara con la profesora MacGonagall.
- ¡Yo creo que necesitas otro castigo! -dijo ella, mirándolo a través de sus gafas cuadradas.
- No, profesora -dijo Harry apresudaramente.
- Bien, entonces, ¿por qué no estás en clase?
- Esto, al parecer es urgente -dijo una gárgola.
- Yo estoy buscando a la profesora Grubbly-Plank -explicó Harry-, es mi lechuza, está herida.
- ¿Dices que tu lechuza está herida?
La profesora Grubbly-Plank apareció detrás del hombro de la profesora MacGonagall, fumando y sujetando una copia de El Profeta.
- Sí -dijo Harry, alzando cuidadosamente a Hedwing-, ella tiene herida su ala, mire...
La profesora Glubby-Plank bajó su pipa, y tomó a Hedwing, mientras la profesora McGonagall los observaba.
- Hmm -dijo la profesora Glubby-Plank-, fue atacada por algo. Pero no se qué pudo haber sido... tal vez los Thestrals, algunas veces atacan a las aves, pero como Hagrid se fue de Hogwarts, no pueden atacar a las lechuzas...
Harry no sabía que quería decir con que eran los Thestrals, ni sabía si Hedwing estaba del todo bien. La profesora McGonagall, sin embargo, miraba soprendidamente a Harry, y dijo:
- ¿Sabes qué tan lejos viajó esta lechuza, Potter?
- Eh -dijo Harry-, para Londres, creo.
Él miró sus ojos, y sabía que no entendería eso de "Londres", aunque él sabía que significaba "numero 12, Grimmauld Place".
- No hay problema -dijo la profesora Grubbly-Plank.
- Solo un momento Wilhelmina -dijo la profesora McGonagall-, la carta de Potter.
- Ah sí -dijo Harry, que por un momento olvidó el pergamino que había traído. La profesora Grubbly-Plank, se dirigió a la sala de profesores con Hedwing. Harry ya se iba a ir, cuando la profesora McGonagall lo llamó.
- ¡Potter!
- ¿Sí profesora?
- Recuerde -dijo ella rápidamente-, que los canales de comunicación fuera de Hogwarts pueden ser vigilados, ¿entiendes?
- Sí -dijo Harry, pero el diluvio de estudiantes que salían de los corredores, lo arrastraron, y vio que la profesora McGonagall, volvía a la sala de maestros.
Harry se dirigió a la esquina, buscando a Ron y Hermione, y abrió la carta, en la que reconoció la letra de Sirius, y decía:
“Hoy a la misma hora y en el mismo lugar.”
- ¿Está bien Hedwing? -preguntó Hermione ansiosamente, en el momento en el que él estaba leyendo la carta.
- ¿Dónde la pusiste? –preguntó Ron.
- Con la profesora Grubbly-Plank y vi a la profesora McGonagall, escuchen -y procedio a contarles lo que la profesora McGonagall le había dicho, pero para su sorpresa ninguno de los dos sufrió un shock, por el contrario, intercambiaron miradas significativas.
- ¿Qué? -dijo Harry, mirando de Hermione a Ron y regresando.
- Bueno, justamente le estaba diciendo a Ron ¿qué tal si alguien había tratado de interceptar a Hedwing?, tú sabes que ella nunca antes se había lastimado volando.
- De cualquier manera ¿de quién es la carta? -preguntó Ron, tomando la nota de Harry.
- De Hocicos -dijo Harry reservado.
- La misma hora y el mismo lugar, ¿quiere decir en la chimenea de Sala Común?
- Oviamente -dijo Hermione cuando también leyó la nota, parecía inquieta-, solo espero que nadie más haya leído esto.
- Pero aún estaba cerrado y todo -dijo Harry, tratando de convencerla y convencerse a sí mismo-. Y nadie sabría lo que significa, si no saben cuándo he hablado antes con él, ¿no lo creen?
- No sé -dijo Hermione ansiosamente, moviendo a tirones su mochila, cuando la campana sonó nuevamente-. No debe ser exactamente difícil de abrir la carta, por medio de magia... pero yo no veo como vamos a poderlo ver en el fuego, ¡si así también puede ser interceptado!
Ellos caminaron escaleras abajo, para dirigirse a la clase de Pociones, los tres pensando en esto último, estaban a punto de llegar, cuando olleron la voz de Draco Malfoy, que estaba parado justo afura de la puerta del salón de Snape, ondeando un pergamino oficial, y hablando en voz extremadamente alta, para que escucharan cada palabra.
- Sí, Umbridge dio al equipo de Slytherin de Quidditch permiso para seguir jugando, y también le pregunté otras cosas. Bien, ella aceptó inmediatamente, yo creo que ella sabía que mi padre siempre colabora con el Ministerio... será interesante ver si el equipo de Gryffindor sigue jugando ¿no?
- No le hagan nada -susurró Hermione a Harry y Ron, porque ambos estaban mirando a Malfoy-, es lo que él quiere...
- Eso significa -dijo Malfoy arrastrando las palabras, y sus ojos grises, se dirigieron en la dirección en la que estaban Harry y Ron-, que si le preguntan, no creo que tengan muchas oportunidades... porque mi padre dice que tiene una excusa para sacar a Arthur Weasley de sus años... y como Potter... mi padre dice que después del Ministerio, podría irse a San Mungo... aparentemente él tiene una cicatriz, que lo tiene confundido por magia...
Malfoy hizo una cara grotesca, abrió su boca, y sus ojos. Crabble y Goyle se partieron de la risa, igual que Pansy Parkinson. Algo chocó con el hombro de Harry, y él sabía que era una indirecta. Un segundo después él comprendió que Neville había pasado a su lado, encarando a Malfoy.
- Neville, ¡no!
Harry jaló la túnica de Neville; Neville se desprendió de él frenéticamente, él trató de atacar a Malfoy, quien lo estaba mirando, por un momento, se estremeció.
- ¡Ayúdame! -Harry le dijo a Ron, agarrando a Neville por el brazo y el cuello, y entonces, fueron arrastrados por los de Slytherin.
Crabble y Goyle estaban flexionando sus brazos, rodeando a Malfoy, y listos para pelear. Ron se dio prisa para ir hacia ellos, y lo sujetó por el brazo. Harry arrastró a Neville hasta la línea en la que estaban los Gryffindors. La cara de Neville estaba blanca; la presión de Neville bajaba, no lo comprendía, pero salieron palabras impares de su boca.
- ¿No? ¿Divertido? ¿No? ¿Mungo? ¿Demostración? ¿Él?
La puerta de la marmoza se abrió.  Snape apareció en el lugar.  Sus ojos negros barrieron encima de la línea de los chicos Gryffindor hasta al punto donde Harry y Ron luchaban con Neville.
- ¿Practicando luchas, Potter, Weasley, Longbottom? Diez puntos menos para Gryffindor -dijo Snape con un tono de desprecio en su fría voz-.  Cálmense Longbottom y Potter u obtendrán una detención. 
Luego de oír esto, Harry dejó a Neville, que estaba parado claramente jadeando. 
- Tuve que pararlo -dijo Harry jadeando, mientras recogia su mochila. Mientras Crabble y Goyle rasgaban el aire con sus puños.
Neville no dijo nada;  él se limitó simplemente a recoger con enojo su mochila y seguir su camino. 
- En nombre de Merlín ¿qué pasó? -dijo Ron, mientras seguían a Neville, mirando encontrar una respuesta a su alrededor.
Harry no contestó.  Él sabía exactamente porqué el tema de la gente que estaba en Hospital de San Mungo debido a un daño mágico a sus cerebros le apenaba grandemente a Neville, pero él había jurado a Dumbledore que no diría nada a ninguna persona el secreto de Neville.  Incluso Neville no sabía que Harry lo sabía.  Harry, Ron y Hermione tomaron sus asientos como siempre en la parte posterior del aula, sacaron sus pergaminos, y sus libros de mil hierbas y hongos mágicos.  La clase alrededor de ellos susurraba sobre lo que Neville acababa de hacer, pero cuando Snape cerró de un fuerte portazo la mazmorra que provocó un gran eco, todos quedaron inmediatamente en silencio.
- Como ustedes podran notar -dijo Snape, con desprecio en voz baja-, hoy tenemos a una invitada con nosotros.
Él gesticuló hacia la esquina oscura de la mazmorra y Harry vio ahí a la profesora Umbridge sentada, con el portapapeles en sus rodillas. 
Él echó una mirada a Ron y Hermione levantando sus cejas.  Snape y Umbridge, los dos profesores más odiados por casi todos.  Era duro decidir a cual de los dos se podía odiar más.
- Hoy día continuaremos con nuestra solución Fortalecida.  Ustedes encontrarán sus mezclas como las dejaron la lección pasada a su izquierda;  si están hechas correctamente madurarán bien en el fin de semana. Las instrucciones -Snape agitó su varita otra vez-, están en el tablero.  Prosigan.
La  profesora Umbridge pasó la primera media hora de la lección haciendo notas en su esquina.  Harry estaba muy interesado en lo que ella pudiera preguntarle a Snape;  estaba tan interesado en eso que había descuidado su poción una vez más.
- Harry, ¡sangre de Salamandra! -gimió Hermione, jalándolo de su muñeca para prevenirlo que agregaba el ingrediente incorrecto por tercera vez-, ¡no eches jugo de granada!
- El de la derecha -dijo Harry vagamente, colocando la botella mientras continuaba mirando a la esquina.  Umbridge acababa de ponerse en pie-. ¡Ha! -dijo Harry suavemente, pues ella habia empezado a avanzar a trancos entre dos líneas de pupitres con dirección a Snape, quien en ese momento doblaba excesivamente la caldera de Thomas.
- Bien, la clase parece estar bastante avanzada para su nivel -dijo ella enérgicamente por detras de Snape-.  Aunque quisiera preguntarle si es recomendable enseñarles una poción como la solución del fortalecimiento. Yo pienso que el Ministerio preferiría que fuese quitada del programa.
Snape se enderezó  lentamente y dio vuelta para mirar hacia ella.
- ¿Ahora?  ¿Cuánto tiempo lleva enseñando en Hogwarts? -preguntó ella con su pluma lista para escribir sobre su sujetapapeles. 
- Catorce años -contestó Snape. Harry, mirándolo de cerca vio que su expresión era desenfadada y distraídamente agregó algunas gotas a su poción;  la poción silbó amenazante y cambio de un color turquesa a naranja. 
- Usted solicitó primero el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras,  ¿creo que estoy en lo cierto? -la profesora Umbridge preguntó a  Snape. 
- Sí -dijo Snape reservado. 
- ¿Pero entonces es solamente usted un fracasado? -el labio de Snape se encrespó.  La profesora Umbridge garabateo “obviamente” en su sujetapapeles-. Y usted ha solicitado regularmente la Defensa Contra las Artes Oscuras desde que usted llegó en su primer año a la escuela, creo ¿no?
- Sí -dijo Snape reservado, apenas moviéndo los labios.  Él parecía muy enojado.
- ¿Usted tiene alguna  idea de por qué Dumbledore ha rechazado constantemente designarle el cargo? -preguntó Umbridge. 
- ¿Yo sugiero que le pregunte usted? -dijo Snape indiferente.
- Oh -dijo la profesora Umbridge, con una leve sonrisa. 
- ¿Supongo que esto es necesario? -preguntó Snape encogiendo sus negros ojos.
- Oh sí -respondió la profesora Umbridge-, sí, el Ministerio desea conocer cuidadosamente la forma de enseñar de los profesores.
Ella se dio vuelta y caminó lejos hasta llegar a Parkinson y comenzó a preguntarle sobre las lecciones.
Snape miraba alrededor y sus ojos se clavaron en Harry por un segundo.  Harry postro rápidamente su mirada fija en su poción, que ahora tenía un aspecto asqueroso y emitía un olor fuerte como del caucho quemado.
- Ninguna mejora otra vez, Potter -dijo Snape malévolamente, vaciando la caldera de Harry con un leve movimiento de su varita-. Usted me escribirá un ensayo de la composición correcta de esta poción, indicando cómo y porqué le salió mal, y me la entregará en la siguiente clase, ¿entendió?
- Sí -dijo Harry furiosamente.
Snape ya le había dado la tarea y él tenía práctica de Quidditch esta tarde;  esto significaba otro par de noches de desvelo.  Ya no le parecía posible encontrar esa sensación de felicidad con que se había despertado esa mañana.  Todo lo que ahora sentía era un deseo ferviente que ese día terminara.
- No iré a Adivinación -dijo Harry sombríamente, cuando estuvieron parados en el patio después del almuerzo, el viento azotaba con fuerza en dobladillo de las túnicas y el borde de los sombreros-.  Fingiré estar enfermo y haré el ensayo de Snape en lugar de ir a clases, así no tendré que permanecer despierto en  mitad de la noche.
- Tú no faltarás a Adivinación -dijo Hermione seriamente.
- Mira quién lo dice, tu dejaste Adivinación, ¡tú odias a Trelawney! -dijo Ron indignado.
- No la odio -dijo Hermione alzando la voz-. Solo pienso que ella es una profesora absolutamente espantosa y un verdadero viejo fraude.  ¡Pero Harry ya ha faltado a Historia de la Magia y pienso que él no debe faltar a otra clase por cualquier cosa que le pudiera haber pasado hoy!
Hermione tenía razón en lo que decía como para no hacerle caso, así que media hora más tarde Harry tomaba su asiento en la atmósfera caliente y perfumada de la sala en donde llevaba la clase de Adivinación, sintiéndose enojado con  todos.
La profesora Trelawney repartía otra vez copias del “Oráculo de los Sueños”.  Harry pensó que emplearía seguramente mejor su tiempo en hacer el ensayo que en castigo le había dado Snape que estar sentado allí intentando encontrar el significado en muchos de sus sueños inventados.  Parecía, sin embargo, que él no era la única persona en Adivinación que estaba con mal genio. La profesora Trelawney cerró de golpe una copia del oráculo abajo del pupitre entre Harry y Ron y la tiró lejos, sus labios estaban muy juntos;  ella lanzó la siguiente copia del oráculo entre Seamus y Dean, Seamus movio su cabeza para evitar que le cayera en ella, y luego ella empujó la última copia en el pecho de Neville con tal fuerza que él se cayó de su asiento. 
- Bien, ¡continuen! -dijo la profesora Trelawney en voz alta, su voz era aguda y se sentía algo de histérica en ella-, ¡Ustedes ya saben que hacer!  ¿O acaso soy una profesora de nivel tan bajo que ustedes nunca han aprendido cómo se debe abrir un libro? -la clase uno a uno la miro fijamente en forma perpleja.
Harry, sin embargo, pensaba que él sí sabía en que consistía la materia.  Mientras la profesora Trelawney con sus grandes ojos llenos de enojo volvía de nuevo a la silla alta que se encontraba más atrás. Harry inclinó su cabeza más cerca a Ron y le murmuró:
- Pienso que ella tiene los resultados de su anterior inspección.
- ¿Profesora? -Parvati Patil dijo en voz un poco baja (ella y Lavander habían admirado algo siempre a la profesora Trelawney)-. La profesora, está allí para consultar cualquier cosa  que sea... er... ¿incorrecto?
- ¡Incorrecto! -gritó la profesora Trelawney en una voz que palpita con la emoción-. ¡Ciertamente no! ¿Ciertamente me han insultado? ¿Las insinuaciones se han hecho contra mí? ¿Acusaciones infundadas niveladas? ¡Pero no, allí no hay nada de malo, ciertamente no! -ella elevó un gran suspiro de estremecimiento y miraba lejos de Parvati, con rasgos enojados que se notaban aun debajo de sus cristales-. ¿Yo no digo nada, ella estranguló los dieciséis años de servicio devoto que tengo en esta escuela? ¿Ha pasado esto, al parecer, inadvertido? ¡Pero no me  insultarán más, no, yo no me dejaré!
- Pero, profesora, ¿quién le está insultando? -preguntó Parvati tímidamente.
- ¡El Establecimiento! -dijo la profesora Trelawney, en una profunda y dramática, dudosa voz-. ¿Sí, aquellos que ven con los ojos mundanos para ver como veo, saber como sé? ¿Por supuesto, nosotros los adivinos han sido temidos siempre, han sido perseguidos siempre?  Es... nuestra cruz -ella tragó saliva suavemente  y tenía las mejillas mojadas que se secó con el extremo de su mantón, después ella tiró de un pañuelo bordado pequeño que tenía debajo de su manga, y sopló su nariz muy duro provocando un sonido como cuando Peeves soplaba una frambuesa.
Ron rió de manera contenida.  Lavander le echó una mirada de enojo. 
- ¿Profesora -dijo Parvati-, esto significa que usted está hablando de la profesora Umbridge?
- ¡No me hable de esa mujer! -dijo gritando la profesora Trelawney, poniéndose en pie, mientras sus cuentas de opalos hacian mucho ruido y sus gafas le centellaban-. ¡Continúen con su trabajo! -dijo ella amablemente  y se pasó el resto de la lección dando  trancos entre ellos.
Aun así se veía a través de sus cristales un poco de enojo, murmurando palabras que parecían  amenazas con bajo y poco aliento.
- ¿? ¿Puede hacerme esto? ¿Es un ultraje? ¿En libertad condicional? ¿A ver? ¿Cómo ella se atreve?
- Tú y Umbridge tienen algo en común -le dijo reservadamente Harry a Hermione cuando se encontraron otra vez en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras-. ¿Ella cree ciertamente como tú que Trelawney es un viejo fraude? Mira como la ha puesto en libertad condicional.
Umbridge entró en el cuarto mientras él hablaba, usando su tunica negra de terciopelo y con una expresión de gran satisfación. 
- Buenas tardes, clase.
- Buenas tardes, profesora Umbridge -cantaron embotados. 
- Varitas guardadas, por favor.
Pero no hubo movimiento esta vez que contestara a aquellas palabras esta vez;  nadie se había tomado la molestia de sacar su varita de la mochila. 
- Dé vuelta por favor a la página treinta y cuatro de la teoría mágica defensiva y lea el tercer capítulo, el título es  "el caso para las respuestas No-Ofensivas al ataque mágico".  No habrá... necesidad de hablar -Harry, Ron y Hermione bajaron juntos sus cabezas bajo su respiración.

***

- Ninguna práctica de Quidditch -dijo Angelina en tonos huecos cuando Harry, Ron y Hermione entraron en la Sala Común después de la cena aquella noche. 
- ¡Solamente guardé mi genio! -dijo Harry horrorizado-. Yo no quise decirle nada a ella, Angelina, lo juro, yo...
- Ya sé, ya sé -dijo Angelina desgraciadamente-. Ella acaba de decirme que necesitó de poco tiempo para considerarlo.
- ¿Considar qué? -dijo Ron airadamente- ¿que le dan permiso al equipo de Slytherins, pero por qué no nosotros?
Pero Harry podría imaginarse cuánto podría gozar Umbridge pensando como estarían sus cabezas al llevar a cabo la amenaza de que ningún equipo de Quidditch de Gryffindor jugara y podría entender fácilmente porqué ella no desearía abandonar esta arma en contra de ellos demasiado pronto. 
- Bien -dijo Hermione-, mírenle el lado bueno, ¡por lo menos ahora Harry tendrás más tiempo para hacer el ensayo de Snape!
- ¿Eso es un lado bueno? -dijo Harry sintiéndose muy presionado, mientras que Ron miraba  fijamente a Hermione con incredulidad-, ¿Ninguna práctica de Quidditch, y Pociones adicionales?
Harry cayó abajo en una silla, arrastró lentamente su ensayo de las pociones de su mochila y se dispuso para trabajar. Era muy duro concentrarse; aunque él sabía que Sirius no aparecería en el fuego hasta mucho más tarde, no podría ayudar a mantener vigilando el fuego cada cierto tiempo. Había también una cantidad increíble de ruido en la Sala:  Fred y George daban muchas vueltas para demostrar a una muchedumbre que animaba y que chillaba que finalmente habían perfeccionado un tipo de broma Snackbox.  Primero, Fred mordería un pedazo de un lado de color anaranjado de un chew, con lo cual él vomitaría espectacularmente en un cubo que habían colocado delante de él. Entonces él haría fuerza en la parte púrpura abajo del chew, con lo cual dejaría de vomitar inmediatamente. Los asistentes a la demostración aplaudían como locos y Lee Jordan, desaparecía el vómito en intervalos regulares con el mismo encanto que Snape había utilizado para hacer desaparecer las pociones de Harry. Con los sonidos regulares de algarabia, de animado y del sonido que causaban Fred y de George al tomar los pedidos de su invento de la muchedumbre, Harry estaba encontrando excepcionalmente difícil concentrarse en el método correcto para consolidar su solución. Hermione no apoyaba lo que hacían los gemelos;  las aclamaciones y el sonido del vómito que golpeaba el fondo del cubo de Fred y de George fueron puntuados por sus aspiraciones ruidosas y de su desaprobación, que Harry encontró molesto pues estaba distrayéndolo.
- ¡Si te molestas anda y paralas entonces! -dijo él dijo irritado, después de haberse equivocado en encontrar el peso de la garra pulverizada del griffin por cuarta vez. 
- No puedo, no están haciendo algo que este técnicamente mal -dijo Hermione a través de los dientes cerrados fuertemente. Están absolutamente dentro de sus derechos de comer las cosas asquerosas ellos mismos y no puedo encontrar una regla que diga que los otros idiotas no tienen derecho a comprarlas, no a menos que demuestren ser peligrosos de alguna manera y no se ven peligrosos.
Hermione, Harry y Ron miraron a George vomitando como proyectil en el cubo, tragaron saliva abajo del resto del chew y se enderesaban, alzando los brazos en alto para que siga el aplauso prolongado.
- No consigo entender porqué Fred y George consiguieron solamente tres búhos cada uno –dijo Harry, mirando cómo Fred, George y Jordan recogían impacientemente el oro de la muchedumbre-.  Realmente saben lo que hacen.
- Oh, ellos saben solamente cosas que no le sirven de nada a las personas -dijo Hermione despreciativamente.
- ¿Ningún uso verdadero? -dijo Ron en una voz filtrada-. Hermione, han hecho cerca de veintiséis Galleones ya.
Tuvo que pasar un buen rato antes de que la muchedumbre que estaba alrededor de los gemelos Weasley se dispersara, entonces Fred, Lee y George se sentaron por mucho tiempo en unas sillas a contar sus recaudaciones, así que tuvieron que esperar hasta más allá de la medianoche para que Harry, Ron y Hermione finalmente tengan la Sala Común para ellos solos. Finalmente, Fred había cerrado la puerta a los dormitorios de los muchachos detrás de él, mostrando obstentosamente su caja de Galeones de modo que Hermione estuviera furiosa,  Harry que había logrado muy poco progreso con su ensayo de las pociones, decidió dejarlo por esa noche. Como él puso sus libros lejos, Ron, que dormitaba ligeramente en una butaca, dio un ronquido amortiguado, se despertó, y miraba vagamente en el fuego. 
- ¡Sirius! -dijo él. 
Harry se acerco alrededor.  La cabeza oscura y desaliñada de Sirius se encontraba en el fuego otra vez.
- Hola -dijo él, haciendo muecas. 
- Hola -dijeron en coro Harry, Ron y Hermione, los tres que se arrodillaban abajo cerca de la chimenea.  Crookshanks ronroneó en voz alta y se acercó al fuego, intentando, a pesar del calor, poner su cara cerca de Sirius. 
- ¿Cómo están ustedes? -dijo Sirius. 
- No muy bien -dijo Harry, mientras Hermione tiraba de Crookshanks para acercarlo hacia ella pues se estaba chamuscando los bigotes-.  El Ministerio a designado a través de otro decreto, que se nos prohibe tener equipo de Quidditch...
- Contra eso o ¿contra el grupo secreto de clases de Defensa Contra las Artes Oscuras? -dijo Sirius. 
Hubo una corta pausa. 
- ¿Cómo sabías tú sobre eso? -quizo saber Harry. 
- Ustedes deberían de elegir sus lugares de reunión con más cuidado -dijo Sirius, haciendo muecas más ampliamente.  ¿La Cabeza de Cerdo? -le preguntó.
- Bien, ¡era mejor que Las Tres Escobas! -dijo Hermione defensivamente-. Eso pasa  siempre con la gente...
- Siempre tienen que pensar en la posibilidad que alguien los pueda escuchar por casualidad -dijo Sirius-. Aún tienes mucho que aprender, Hermione.
- ¿Quién nos oyó por casualidad? -preguntó Harry.
- Mundungus, por supuesto -dijo Sirius, y al mirarlo de forma desconcertada él rió-. Él era la bruja debajo del velo.
- ¿Ése era Mundungus? -Harry dijo, atontado-. ¿Qué hacia él en La Cabeza de Cerdo?
- ¿Qué creen ustedes que él hacía ahí? -dijo Sirius  impacientemente-. Vigilándolos a ustedes, por supuesto.
- ¿Todavía me están siguiendo? -preguntó Harry airadamente. 
- Sí, así es -dijo Sirius-, y del mismo modo que no esta  muy bien que en su fin de semana estes por ahí organizando un grupo ilegal de defensa.
Pero él no parecía ni enojado ni preocupado. Por el contrario, él miraba a Harry distinto, con orgullo. 
- ¿Por qué él se ocultaba de nosotros? -quizo saber Ron, sonando decepcionado.
- Él hubiera estado muy gustoso de hablar con vosotros. A él le fue prohibido entrar en La Cabeza de Cerdo hace veinte años -dijo Sirius-, y los barman a pesar de los años lo conservan en su memoria. Perdimos a la persona que espiaba ahí cuando Sturgis fue arrestado, desde entonces Mundungus va ahí bastante últimamente vistiendo como bruja  de todas formas  primero que todo, Ron  me he presentado aquí para dejarte un mensaje de tu madre.
- ¿Oh sí? -dijo Ron sonando aprensivo.
- Ella dice que de ninguna manera puedes participar en un grupo secreto ilegal para aprender Defensa Contra las Artes Oscuras.  Ella dice que muy seguro te expulsarían y tu futuro estaría arruinado para siempre, tambien dice que ya habrá un montón de horas para aprender cómo defenderse más adelante y que ahora eres demasiado joven para preocuparte por eso por ahora. Ella también -los ojos de Sirius dados vuelta a los otros dos- les aconseja Harry y Hermione que no entren en aquel grupo, aunque sabe que ella no tiene ninguna autoridad ante ustedes y les pide simplemente  que recuerden que solo quiere lo mejor para ustedes en su corazón. Ella les hubiera escrito todo esto a ustedes, pero si la lechuza hubiera sido interceptada todos ustedes habrían estado en un verdadero apuro, y ella no puede decirlo personalmente porque está con deberes esta noche.
- ¿Qué deber está haciendo? -replicó Ron rápidamente.
- No puedes saber cuál es porque es para la Orden -dijo Sirius-. Me deja a mí para ser solo el mensajero y cerciorarse de que has entendido todo lo que te he dicho, pues no pienso que ella confíe mucho en mí -había otra pausa en la cual Crookshanks, maullando, procuró tocar la cabeza de Sirius con la pata, y Ron tocó el agujero del violín con una alfombrilla del animal. 
- ¿Y tú estás de acuerdo con ella en que no debemos participar en dicho grupo? –murmuró Ron finalmente. 
- ¿Yo? ¡Ciertamente no! -dijo Sirius, parecía sorprendido-. ¡Pienso que es una idea excelente!
- ¿Tú? -dijo Harry sintiendo palpitar su corazón.
- ¡Por supuesto! -dijo Sirius-. ¿Qué piensas que hubiéramos hecho tu padre y nosotros si hubieramos tenido cerca de alguien como Umbridge? Pero, por todo lo que te ha pasado últimamente hay que tener mucho más cuidado y no tomar riesgos, el año pasado, ¡toda la evidencia era que alguien dentro de Hogwarts intentaba matarle, Harry! -dijo Sirius impacientemente-.  Este año, sabemos hay que hay alguien del exterior de Hogwarts que quiere tener el gusto de matarnos a todos, así que pienso que aprendiendo a defenderse correctamente ¡es una idea muy buena!
- ¿Y si fueramos expulsados? -preguntó Hermione, con una mirada asustada en su cara.
- ¡Hermione, todo esto fue idea tuya! -dijo Harry  mirándola fijamente a ella.
- Sé que es mi idea. Pero acabo de pensar acerca de lo que Sirius nos ha dicho -dijo ella encogiéndose.
- Bien si te expulsan podrás ser capaz de defenderte y es mejor que estar sentada con seguridad en tu escuela sin saber nada -dijo Sirius.
- Oye, oye -dijeron Harry y Ron entusiasmados. 
- ¿Bueno entonces -dijo Sirius-, cómo han organizando a este grupo? ¿Dónde son sus puntos de reunión?
- Bien, ése ahora es nuestro pequeño problema -dijo Harry-. No sabemos adónde vamos a poder ir.
- ¿Cómo dónde?... a la Mansión de los Gritos -sugirió Sirius.
- ¡Hey, esa es una buena idea! -dijo Ron excitado, pero Hermione hizo un ruido escéptico y los tres se quedaron mirandola, la cabeza de Sirius que daba vuelta en las llamas.
- Bien, Sirius, es cierto que solo eran cuatro ustedes en su tiempo de escuela los que se reunian en la Mansión de los Gritos -dijo Hermione-, y se podían transformar en animales y supongo que ustedes habrían podido desaparecer debajo de la capa invisible si ese era su deseo.  Pero ahora somos veintiocho personas y ninguno de nosotros somos Animagos, y tampoco nos serviría de mucho la capa de la invisibilidad sino más bien una Mansión de invisibilidad.
- El punto justo -dijo Sirius, mirando ensimismado levemente-. Bien, estoy seguro que ustedes conocerán el pasillo que está arriba suyo. Era un callejón secreto muy espacioso y bonito detrás de ese espejo grande en el cuarto piso, ustedes pueden tener bastante espacio para practicar maleficios allí adentro.
- Fred y George me dijeron que está bloqueado -dijo Harry, sacudiendo la cabeza-, lleno de rocas o algo.
- ¿Oh? -dijo Sirius, frunciendo el ceño-. Bien, pensaré en ello y veré qué se puede hacer -él se interrumpió.  Su cara estaba repentinamente tensa, alarmada.  Él se dio la vuelta de lado, al parecer mirando en la pared del ladrillo sólido de la chimenea. 
- ¿Sirius? -dijo Harry ansiosamente. Pero él había desaparecido. Harry se agachó en las llamas por un momento, después dio vuelta para mirar a Ron y Hermione-. ¿Por qué desapareció así...?
Hermione dio un grito de asombro horrorizado y se puso en pie rápidamente, ella miraba fijamente inmóvil el fuego. Una mano había aparecido entre las llamas, andando a tientas como si buscara lograr atrapar algo; una mano rechoncha, de dedos cortos cubiertos en feos anillos  pasados de moda. Los tres salieron corrieron hacia sus dormitorios. Cuando llegaron a la puerta del dormitorio de los muchachos Harry miró hacia atrás. La mano de Umbridge todavía hacía arrebatar los movimientos entre las llamas, como si ella supiera exactamente donde había estado momentos antes el pelo de Sirius y fue determinada a agarrarlo.

 

CAPÍTULO XVIII

EL EJÉRCITO DE DUMBLEDORE

- Umbridge ha leído tu correo Harry, no hay ninguna otra explicación.
- ¿Piensas que Umbridge atacó a Hedwing? -dijo Harry enfadado.
- Estoy casi segura de eso -dijo Hermione con gravedad.
- Mira tu rana. Se está escapando -Harry señaló con su varita a la rana toro que saltó esperanzada al otro lado de la mesa-. ¡Accio! -y la rana zumbó atrás hacia su mano, Encantamientos era una de las mejores asignaturas para disfrutar de una conversación privada.
Había generalmente tanto movimiento y actividad que el peligro de ser escuchados era muy leve. Hoy, con el aula llena de ranas toro croando y los cuervos graznando, y con el ruido pesado del aguacero de lluvia que formaba al chocar con las ventanas del aula, la discusión susurrada de Harry, Ron y Hermione de como Umbridge por poco atrapó a Sirius paso inadvertida. 
- Lo he estado sospechando desde que Filch te acusó de pedir Bombas Fétidas, porque parecía una mentira estúpida -susurró Hermione-. Yo pienso, que una vez leída tu carta estaría bastante claro que tú no las pediste, tú no tendrías ningún problema, es como una mentira débil, ¿no? Pero luego pensé, ¿y si alguien lo que quería era una excusa para leer tu correo? Entonces, esta era la manera perfecta para Umbridge de hacerlo, informa a Filch, le deja el trabajo sucio para quitarte la carta, y luego ella busca una manera de quitársela o algo para verla. No pienso que Filch se opondría, ¿Cuándo ha defendido los derechos de los estudiantes? Harry, estás aplastando tu rana.
Harry miró hacia abajo; era cierto que estaba aplastando su rana toro tan fuertemente que sus ojos iban a reventar; él la colocó de nuevo sobre su escritorio.
- Estaba muy, muy cerca de la llama de anoche -dijo Hermione-. Me pregunto si Umbridge sabía cuán cerca estaba. ¡Silencio!
La rana toro con la que ella practicaba su hechizo silenciador había golpeado en medio de un croar y la miró con reproche.
- Si ella hubiera pillado a Hocicos...
Harry terminó la frase por ella:
-... él probablemente hubiera vuelto a Azkaban ésta mañana -Harry agitó su varita sin concentrarse; su rana toro se infló como un globo verde y emitió un silbido agudo.
- ¡Silencio! -dijo Hermione rápidamente apuntando con su varita a la rana de Harry, que se desinfló silenciosamente delante de ellos-. Bien, él no debería hacerlo de nuevo, eso es todo. Aunque no se como hacérselo saber. No podemos enviarle ninguna lechuza.
- No creo que él se vaya a arriesgar de nuevo -dijo Ron-. Él no es estúpido, él sabe que ella lo tenía cerca. ¡Silencio! -el largo y feo cuervo enfrente de él le lanzó un burlesco graznido- Silencio. SILENCIO -el cuervo graznó más fuerte.
- ¡Es la forma es que estás moviendo tu varita! -dijo Hermione, mirando críticamente a Ron-, tu no quieres ondularla, más bien parece un puntiagudo pinchazo.
- Los cuervos son más difíciles que los sapos -dijo Ron apretando sus dientes.
- Bueno, vamos a intercambiar -dijo Hermione tomando el cuervo de Ron y reemplazándolo por su gorda rana mugidora-. ¡SILENCIO! -el cuervo continuó abriendo y cerrando su puntiagudo pico, pero ningún sonido salía.
- Muy bien, Señorita Granger -dijo la pequeña voz chillona del profesor Flitwick, haciendo que Harry, Ron y Hermione saltaran-. Ahora déjeme ver su intento, Señor Weasley.
- ¿Queeeeé? Oh, oh, correcto -dijo Ron muy confuso-. Er... ¡silendo!
Él pinchó tan fuerte a la rana mugidora que le clavo un ojo: la rana dio un ensordecedor croado y saltó fuera del pupitre. No fue ninguna sorpresa que a Harry y Ron les dieran como tarea una practica adicional del hechizo silenciador.
Les permitieron quedarse dentro durante el recreo debido al aguacero de afuera. Encontraron asientos en un ruidoso y abarrotado salón del primer piso, en el que Peeves estaba flotando soñolientamente cerca de candelabro, ocasionalmente reventaba una bola con tinta sobre la cabeza de alguien. 
Ellos apenas pudieron sentarse cuando Angelina vino luchando hacia ellos a través de los grupos de estudiantes chismosos.
- Ya tengo permiso –dijo-. ¡¡Para reformar el equipo de Quidditch!!
- ¡Excelente! -dijeron Ron y Harry juntos.
- Sí -dijo Angelina sonriendo radiante-. Yo fui con McGonagall y creo que ella quizás le haya suplicado a Dumbledore. De todas formas, Umbridge tiene que ceder, ¡Ha! Así que los quiero abajo en el campo a las 7 en punto esta noche, ¿está bien?, tenemos que estar puntuales.
¿¿¿Ustedes se dan cuenta que sólo estamos a tres semanas de nuestro primer partido???
Ella se apretó entre ellos, apenas esquivó una bolita de tinta de Peeves, quien golpeó a un chico de primer año que estaba al lado, y se desvaneció de su vista. La sonrisa de Ron se le desvaneció ligeramente cuando miró hacia afuera de la ventana, que ahora estaba opaca con la fuerte lluvia.
- Espero que esto se aclare. ¿Qué te pasa, Hermione?
Ella también estaba mirando fijamente a la ventana, pero no como si realmente la mirara. Sus ojos estaban desenfocados y tenía el entrecejo fruncido.
- Sólo pensando -dijo, todavía frunciendo el entrecejo a la lluvia que lavaba la ventana.
- ¿Sobre Siri... Hocicos? -dijo Harry.
- No, no exactamente -dijo Hermione lentamente-. Más bien... preguntándome... supongo que estaban haciendo lo correcto... creo... ¿no es cierto?
Harry y Ron se miraron.
- Bueno, eso lo aclara -dijo Ron-. Hubiera sido realmente molesto si tu no te hubieras explicado propiamente. 
Hermione lo miró como si él hubiera pensado que ella se había dado cuenta que él estaba ahí.
- Sólo me estaba preguntando -dijo, con su voz más fuerte-, si estamos haciendo lo correcto iniciando este grupo de Defensa Contra las Artes Oscuras.
- ¿Qué? -dijeron Harry y Ron juntos.
- ¡Hermione, si fue tu idea en primer lugar! -dijo Ron indignado.
- Lo sé -dijo Hermione, retorciéndose los dedos-. Pero después de hablar con Hocicos...
- Pero él está de acuerdo con eso -dijo Harry.
- Sí -dijo Hermione, mirando fijamente a la ventana otra vez-. Sí, eso es lo que me hizo pensar que no era una buena idea después de todo...
Peeves flotó sobre ellos boca abajo, con su cerbatana lista; automáticamente, los tres alzaron sus mochilas para cubrir sus cabezas hasta que él pasara. 
- Vamos a dejar esto claro -dijo Harry enojado, cuando pusieron sus mochilas de nuevo en el suelo-, Sirius está de acuerdo con nosotros, ¿así que tu piensas que ya no lo deberíamos hacer?
Hermione se veía tensa y un poco miserable. Ahora mirando fijamente a sus manos, dijo:
- ¿De verdad crees en su juicio?
- Sí -dijo Harry-. ¡Él siempre nos ha dado grandes consejos!
Una pelotita de tinta les pasó zumbando, golpeando a Katie Bell justamente en la oreja.
Hermione observó a Katie saltar y comenzar a tirarle cosas a Peeves; eso fue unos momentos antes.
Hermione habló de nuevo y parecía como si ella estuviera escogiendo sus palabras cuidadosamente. 
- ¿Así que no creen que él se ha convertido... un poco imprudente... desde que él se quedó recluido en Grimmauld Place? ¿No crees que él como que está viviendo a través de nosotros?
- ¿Qué es lo que quieres decir, viviendo a través de nosotros? -Harry replicó.
- Quiero decir... bueno, yo creo que él amó la formación de las sociedades de defensa secreta justo bajo las narices de alguien del Ministerio... Yo creo que está un poco frustrado por lo poco que puede hacer donde está... así que creo que él está entusiasta como para incitarnos...
Ron miró totalmente perplejo.
- Sirius está en lo correcto –dijo-, estás sonando igual a mi madre.
Hermione se mordió el labio y no contestó. La campana sonó justo cuando Peeves se abalanzó contra Katie y vació una botella entera de tinta sobre su cabeza. El clima no mejoró a medida que el día pasó, así que a las 7 en punto esa tarde, cuando Harry y Ron fueron abajo al campo de Quidditch para la practica, estaban empapados, sus pies se resbalaban y deslizaban en el empapado césped. El cielo tenia un color gris muy profundo y era un alivio el adelantarse al calor y luz de los vestidores, incluso cuando ellos sabían que sólo era temporal. Se encontraron a Fred y George debatiendo si debían usar uno de sus Skiving Snackboxes para poder salir a volar.
-... Pero te apuesto que ella sabe lo que hemos hecho -dijo Fred por la esquina de su boca-. Si sólo no le hubiera ofrecido venderle algunas de esas pastillas de vómito ayer.
- Podríamos probar la fiebre Fudge -enmudeció George-, nadie lo ha visto todavía.
- ¿Sirve? -inquirió Ron esperanzado, como la fuerte lluvia en el techo se intensificaba y un viento aullaba alrededor del edificio. 
- Bueno, sí -dijo Fred-, tu temperatura subirá rápido...
- Pero también te dan esos forúnculos de pus masivos -dijo George-, y no hemos trabajado todavía en como deshacernos de ellas.
- No puedo ver ningún furúnculo -dijo Ron mirando fijamente a los gemelos.
- No, bueno, no podrías -dijo Fred sombríamente-, ellos están en lugares que generalmente no se muestran al público.
- Pero hacen que sentarse en la escoba sea doloroso.
- Está bien, todos, escuchen -dijo Angelina en voz alta, emergiendo de la oficina del Capitán-. Sé que no es un clima ideal, pero hay una oportunidad de que podríamos jugar contra Slytherin en condiciones como esta así que es una buena idea el trabajar afuera como les vamos a hacer frente. Harry, ¿no le hiciste algo a tus lentes para evitar que la lluvia los empañara cuando jugamos contra Hufflepuff en esa tormenta?
- Hermione lo hizo -dijo Harry. Sacó su varita, golpeó sus lentes y dijo "Impervius".
- Creo que todos deberíamos probar eso -dijo Angelina-. Si pudiéramos mantaner la lluvia lejos de nuestras caras realmente ayudaría a la visibilidad, todos juntos vamos... "Impervius"... OK vámonos.
Todos ellos guardaron sus varitas de nuevo adentro de los bolsillos de sus túnicas, se pusieron sus escobas sobre el hombro y siguieron a Angelina fuera de los vestidores. 
Chapotearon a través del lodo profundo en la mitad del campo; la visibilidad todavía era pobre incluso con el hechizo Impervius; la luz parpadeaba rápido y las cortinas de lluvia estaban arrasando los suelos.
- Muy bien, al sonido del silbato -gritó Angelina.
Harry pateó fuera del suelo, salpicando lodo en todas las direcciones, y disparó hacia arriba, el viento lo empujaba un poco fuera de curso. No tenía idea de como iba a ver la Snitch con ese clima; había tenido suficiente dificultad para ver la Bludger con la que estaban practicando; un minuto en la práctica y casi lo derriba y tuvo que utilizar el Sloth Grip Roll para evitarlo. Desafortunadamente, Angelina no la vio. De hecho, no parecía ser capaz de ver nada; ninguno de ellos tenían idea de lo que los demás estaban haciendo. El viento estaba picoteando; incluso a distancia, Harry pudo oír el susurro de los pesados sonidos de la lluvia golpeando la superficie del lago.
Angelina los mantuvo ahí por casi una hora antes de declararse vencida. Ella dejó a su empapado y enfadado equipo de vuelta a los vestidores, insistiendo que la práctica no había sido una pérdida de tiempo, sin ninguna verdadera convicción en su voz. Fred y George lucían particularmente enojados; ambos estaban caminando de un lado a otro respingando a cada movimiento. Harry los podía escuchar quejándose en voz alta mientras él se secaba el cabello con una toalla. 
- Creo que se han roto algunos de los míos -dijo Fred en una voz hueca.
- Las mías no -dijo George a través de los dientes apretados-, están saltando como locos... más grandes que cualquier cosa...
- ¡Ouch! -dijo Harry. Apretó la toalla a su cara, apretó los ojos con dolor. La cicatriz en la frente estaba quemando nuevamente, más dolorosa que en otros meses.
- ¿Qué pasa? -dijeron varias voces.
Harry emergió detrás de la toalla; el vestidor estaba borroso, porque él no estaba usando los lentes; pero aun podía decir que las caras de todos estaban vueltas hacia él.
- Nada –murmuró, me pique el ojo, eso es todo...
Pero le dio a Ron una mirada significativa y ambos se enfilaron para que el resto saliera, cobijados en las capas, bajaron los sombreros para cubrirse los oídos.
- ¿Qué sucedió? -dijo Ron, al momento en que Alicia desapareció a través de la puerta-. ¿Fue tu cicatriz?
Harry asintió.
- Pero... -mirando asustado, Ron anduvo a trancos a través de la ventana y miró fijamente hacia fuera en la lluvia-, ¿él... él no puede estar cerca de nosotros ahora, no?
- No -murmuró Harry, hundiéndose en un banco y frotándose la frente-. Probablemente él está a kilómetros de aquí. Me lastimó porque... él está... molesto...
Harry no había querido decir eso en lo absoluto, y escuchó las palabras como si un extraño se las estuviera diciendo.
Enseguida supo que era verdad. Él no sabía como él lo sabía, pero lo sabía; Voldermort, donde fuera que estuviese, lo que fuera que estaba haciendo, estaba con una intensa ira.
- Lo viste -dijo Ron, luciendo terrorificado-. ¿Tu... tuviste una visión, o algo así?
Harry se sentó muy quieto, mirando fijamente a sus pies, permitiendo que su mente y su memoria se relajaran en los resultados del dolor. En una confusión de formas, un bullicioso alarido de voces...
- Él quiere algo de hecho, y no está sucediendo lo suficientemente rápido -dijo.
Otra vez, se sorprendió de escuchar las palabras salir de su boca, y todavía estaba algo seguro de que eran verdad.
- Pero, ¿cómo sabes? -dijo Ron.
Harry sacudió su cabeza y cubrió sus ojos con sus manos, presionándolos con sus palmas. Pequeñas estrellas estallaron en ellos. Él sintió a Ron sentándose en el banco junto a él y sabía que Ron lo estaba mirando fijamente.
- ¿Es de lo que fue la vez pasada? -dijo Ron en una voz silenciosa-. ¿Cuándo tu cicatriz te dolió en la oficina de Umbridge? ¿Ya-Sabes-Quién estaba enojado?
Harry sacudio su cabeza.
- ¿Entonces qué era?
Harry estaba pensando para sí mismo. Había mirado a la cara de Umbridge... su cicatriz le había dolido... y había tenido ese raro sentimiento en su estómago... un extraño, saltarín sentimiento... un sentimiento feliz... pero por supuesto, no había reconocido porqué era, como se había sentido tan miserable últimamente...
- La última vez fue porque él estaba complacido -dijo-. Realmente complacido. Él pensó... que algo bueno iba a pasar. Y la noche anterior que regresáramos a Hogwarts... -él pensó al momento cuando su cicatriz le había dolido tan mal en la habitación suya y de Ron en Grimmauld Place-... él estaba furioso...
Miró alrededor de Ron, quien le miraba boquiabierto.
- Le podrías ganar a Trelawney, amigo -dijo en voz de admiración. 
- No estoy haciendo profecías -dijo Harry.
- No, ¿sabes lo que estás haciendo? -Ron dijo, sonando asustado e impresionado-. Harry, puedes leer la mente de Ya-Sabes-Quien...
- No -dijo Harry; sacudiendo la cabeza-. Es más como... su humor, supongo. Consigo flashes de acuerdo al humor con que él este... Dumbledore dijo que sucedía algo como esto el año pasado... Él dijo que cuando Voldemort estaba cerca de mí, o cuando él sentía odio, podría sentirlo. Bien, siento cuando él está complacido también...
Hubo una pausa. El viento y la lluvia chocaron contra el edificio. 
- Le tienes que decir a alguien -dijo Ron.
- Le dije a Sirius la última vez... 
- Bueno, ¡dile otra vez!
- Acabo de decirte que él ya lo sabe -dijo Harry cortante, moviendo sus pies y tomando su capa de la clavija, haciéndola ondear delante de él–. No le hablaré de esto otra vez.
Ron subió el cierre de su propia capa, mirando fijamente a Harry.
- Dumbledore querría saberlo -le dijo.
Harry se encogió.
– Vamos, aun no hemos logrado practicar los encantos silenciadores.
Se apresuraron a través de los terrenos oscuros, resbalando y tropezando en el pasto fangoso. No hablaban. Harry pensaba intensamente en que sería aquello que Voldemort deseaba hacer y que no sucedía lo bastante rápido. Tenía él otros planes, planes que podía poner en operación tranquilamente, con certeza cosas que solo él podía tener, como un arma, algo que él no tenía la última vez, Harry no había pensado en esas palabras en semanas, él había estado bastante ocupado por las cosas que pasaban en Hogwarts viviendo demasiado ocupado entre las batallas en el curso de Umbrigde y las injusticias y toda la indiferencia del Ministerio, pero volvieron a él de forma maravillosa. La cólera de Voldemort tendría sentido si él no era el más cercano a poner sus manos en el arma cualquiera que ésta fuera. ¿La Orden lo habría detenido? ¿Detendría su intento de tomarla? ¿Dónde estaba ahora? “Mimbulus Mimbletonia” dijo la voz de Ron, y Harry recuperó los sentidos justo a tiempo para cruzar por el agujero detrás del retrato hacia la Sala Común. Parecía que Hermione se había ido a acostar temprano, dejando a Crookshansk encaramado en un sillón próximo y un surtido de sombreros tejidos de elfos posados en una mesa cerca del fuego, Harry estaba muy agradecido que Hermione no estuviera alrededor, porque no tenía muchos deseos de discutir sobre su cicatriz lastimándole y que le insistiera en ir con Dumbledore, Ron le lanzaba cuidadosamente vistazos ansiosos, pero Harry sacó sus libros de encantamientos y comenzó a trabajar en acabar su ensayo. Aunque fingía estar concentrado para la hora que Ron dijo que se iba a la cama, él apenas había escrito cualquier cosa, la media noche llegó y se fue mientras Harry seguía leyendo y releyendo un pasaje sobre los usos y aplicaciones de la hierba escorbuto, lovage y Sneezewort sin entender una sola palabra. “Estas plantas son muy eficaces en la inflamación de cerebro, y por lo tanto se utilizan mucho para confundir, quebrantar y borrar las mentes”.
Hermione había dicho que Sirius era imprudente desde que estaba encerrado en Grimmauld Place. Esas plantas eran las más eficaces para inflamar el cerebro y por lo tanto se utilizaban mucho... Pensaría el Diario El Profeta que su cerebro estaba inflamado si descubrían que él sabía lo que Voldemort sentía... Por lo tanto se utiliza mucho para confundir y quebrantar la mentes. Las palabras se confundían, todas duramente, ¿por qué sabía lo que Voldemort sentía? ¡Cuál era esa conexión extraña entre ellos? ¿Por qué Dumbledore nunca había podido explicárselo satisfactoriamente?... En las que el mago está deseoso... Como le gustaría dormir a Harry... De producir cabezas calientes... Estaba caliente y confortable en su sillón detrás del fuego, con la lluvia todavía batiendo pesadamente en las ventanas, y Crookshansk que ronroneaba y el chisporrotear de las llamas, el libro se deslizó del apretón flojo de Harry, y aterrizó con un ruido sordo embotado cerca de la chimenea, su cabeza se ladeo. Él estaba caminando una vez más en un largo pasillo sin ventanas, sus pasos avanzaban en silencio, vislumbró una puerta al final del largo pasillo, su corazón golpeteaba en el pecho con excitación... si él solo pudiera abrirla... y entrar más allá... él estiró su mano, sus dedos estaban a centímetros de ella...
- Harry Potter, señor. 
Comenzó a despertar, todas las velas de la Sala Común se habían extinguido. Pero había algo que se movía cerca... muy cerca...
- ¿Quién está ahí? -dijo Harry enderezándose en su silla. El fuego estaba casi acabado y el cuarto muy oscuro.
- Dobby tiene su lechuza señor -dijo una voz chillona.
- ¿Dobby? -dijo Harry con voz gruesa, mirando fijamente a través de la oscuridad hacia la fuente de la voz.
Dobby, el elfo doméstico, estaba parado a un lado de la mesa en la cual Hermione tenía la mitad izquierda con una docena de sombreros tejidos, sus largas orejas estaban acentuadas ahora con lo que parecían todos los sombreros que Hermione había hecho, los usaba uno encima del otro de modo que su cabeza parecía estar alargada dos o tres pies más. Y en la que Hedwing estaba sentada serenamente y obviamente curada.
- Dobby se ofreció voluntariamente para devolver la lechuza de Harry Potter -dijo el elfo chillando con una mirada de creciente adoración en su cara-. La profesora Grubbly-Plank dice que ahora su lechuza está muy bien, señor.
Él se hundió en una profunda reverencia, tanto que su nariz como lápiz cepillaron la raída alfombra y Hedwing ululó de forma indignante y alborotadora volando hacia el brazo de la silla de Harry.
- ¡Gracias, Dobby! -dijo Harry, frotando ligeramente la cabeza de Hedwing y parpadeando difícilmente, tratando de librarse por sí mismo de la imagen de la puerta en su sueño... había sido muy real. Al examinar a Dobby más atentamente, notó que el elfo estaba usando varias bufandas y innumerables calcetines, haciendo que sus pies se vieran mucho más grandes que su cuerpo. 
- ¿Has estado tomando toda la ropa que Hermione deja?
- Oh, no, señor -dijo Dobby felizmente-. Dobby ha estado tomando algunas para Winky también, señor.
- Sí, ¿cómo está Winky? -preguntó Harry.
Los oídos de Dobby se inclinaron un poco.
- Winky sigue tomando mucho, señor -dijo tristemente con sus enormes y abatidos ojos verdes como pelotas de tenis-. Sigue sin preocuparse por la ropa, Harry Potter. Ni tampoco los otros elfos domésticos. Ninguno de ellos limpiará la Torre Gryffindor nunca más, no con los gorros y las medias escondidos por todas partes, les parece insultante, señor. Dobby hace todo por sí solo, señor, pero a Dobby no le importa, señor, porque siempre espera encontrarse con Harry Potter y esta noche, señor, ¡se ha cumplido su deseo! -Dobby hizo una gran reverencia otra vez-. Pero Harry Potter no parece contento -Dobby continuó enderezándose otra vez y mirando tímidamente a Harry-. Dobby lo escuchó murmurando mientras dormía. ¿Estaba Harry Potter teniendo pesadillas?
- No realmente malas -dijo Harry bostezando y fregándose los ojos-. He tenido peores.
El elfo contempló a Harry con sus vastos y esféricos ojos. Luego dijo muy serio inclinando sus orejas:
- Dobby desearía poder ayudar a Harry Potter, porque Harry Potter lo liberó y ahora es mucho, mucho más feliz.
Harry sonrió.
- No me puedes ayudar, pero gracias por el ofrecimiento.
Se inclinó y tomó su libro de Pociones. Tendría que intentar terminar su ensayo mañana. Cerró el libro y cuando lo hizo la luz del fuego iluminó las delgadas cicatrices blancas de la parte de atrás de su mano... el resultado de sus detenciones con Umbridge.
- Espera un momento... hay algo que puedes hacer por mí, Dobby -dijo Harry lentamente.
El elfo miró alrededor sonriendo.
- ¡Dígame, Harry Potter, señor!
- Necesito encontrar un lugar donde 28 personas puedan practicar Defensa Contra Las Artes Oscuras sin ser descubiertos por ninguno de los profesores. Especialmente -Harry apretó su mano en el libro, haciendo que las cicatrices brillaran de color blanco nacarado-, la profesora Umbridge.
Él apreció cómo la sonrisa del elfo desaparecía, sus orejas caían; él esperaba que le dijera que era imposible, o algo como que trataría de encontrar un lugar, pero sus esperanzas no eran muy altas. No tenía expectativas de que Dobby diera un pequeño salto, sus orejas se pararan alegremente, y aplaudiera con sus manos.
- ¡Dobby conoce el lugar perfecto, señor! -dijo felizmente-. Dobby escuchó decirlo de los otros elfos de la casa cuando llegué a Hogwarts, señor. Solo nosotros sabemos cómo ir y venir a esa sala, señor, o bien ¡como el cuarto que requiere!
- ¿Por qué? -dijo curioso Harry.
- Porque es un cuarto donde una persona puede entrar solamente -dijo Dobby seriamente-, cuando tiene verdadera necesidad de él. A veces esta allí, y a veces no. Solo que cuando se aparece, siempre se equipa para las necesidades del buscador. Dobby lo ha utilizado, señor -dijo, bajando la voz y pareciendo culpable-, cuando Winky ha estado muy borracha, él la ha ocultado en el cuarto del requisito y ha encontrado los mejores antídotos ahí, y una cama de elfo bastante agradable para colocarla, mientras ella duerme. Señor, y Dobby sabe que el señor Filch ha encontrado productos de limpieza adicionales, cuando está apresurado. 
– ¿Y si uno realmente necesitara un cuarto de baño? -dijo Harry recordando repentinamente algo que había escuchado decir a Dumbledore en la pasada navidad-, ¿se llenaría de compartimentos de orinales? 
- Dobby cree que sí, señor -dijo cabeceando serio-, es un cuarto asombroso, señor.
- ¿Cuánta gente sabe de él? -dijo Harry sentándose más derecho en el sillón.
- Muy poca señor, sobre todo la gente tropieza con ella cuando lo necesita señor, pero no la encuentra muy a menudo otra vez, porque ellos no saben que siempre esta allí para ser llamada al servicio, señor.
- Suena brillante -dijo Harry con el corazón acelerado-, suena perfecto, Dobby, ¿cuándo puedes mostrarme dónde está?
- En cualquier momento Harry Potter -dijo Dobby mirando encantado el entusiasmo de Harry.- Podríamos ir ahora si usted quiere.
Por un momento Harry estuvo tentado a ir con Dobby. Estaba a la mitad del camino fuera de su asiento, intentando apurarse escaleras arriba para buscar su capa de invisibilidad cuando, por primera vez, una voz muy parecida a la de Hermione le susurró en el oído: imprudente.
Era, después de todo, muy tarde, estaba exhausto, y tenía que terminar el ensayo de Snape.
- No esta noche, Dobby -dijo Harry poco dispuesto, hundiéndose de nuevo en su silla-. Esto es muy importante... no quiero meter la pata, necesito planearlo antes. Escucha, ¿me puedes decir exactamente dónde está el cuarto de requisitos, y cómo llegar ahí?

 

***

 
Sus túnicas ondularon y giraron a su alrededor cuando salpicaban a través de la siembra de vegetales inundados para la clase doble de Herbología, cuando ellos apenas escuchaban lo que la profesora Sprout estaba diciendo sobre las amartilladoras gotas de lluvia duras como granizo en el techo del invernadero.
Las lecciones de la tarde de Cuidado de Criaturas Mágicas fue relocalizada de los suelos arrasados por la tormenta a un salón libre en un piso del colegio y para su intenso descanso, Angelina había buscado a su equipo en el almuerzo para decirles que la práctica de Quidditch había sido cancelada.
- Bien -dijo Harry calladamente, cuando ella le dijo-, porque encontramos un lugar para nuestra primera reunión de defensa. Esta noche, ocho en punto, séptimo piso opuesto al tapete de Barnabás, El Bárbaro siendo aporreado por esos trolls. ¿Le puedes decir a Katie, Alicia?
Ella lucía ligeramente arrepentida, pero prometió decirle a los demás. Harry regresó hambriento a sus salchichas y puré. Cuando miró arriba para tomar un trago de jugo de calabaza, encontró a Hermione observándolo.
- ¿Qué? -dijo quisquillosamente. 
- Bueno, es solo que los planes de Dobby no siempre son seguros, ¿no recuerdas cuando él te hizo perder todos los huesos del brazo? ¿ése cuarto no será solo otra mala idea de Dobby?
- Dumbledore sabe de él también, me lo mencionó la pasada navidad -la expresión de Hermione se aclaró.
- ¿Dumbledore te habló de él?
- Solo de pasada -dijo Harry encogiéndose.
- Bueno, entonces todo está bien -dijo Hermione enérgicamente y no levantó ninguna otra objeción.
Ellos junto con Ron pasaron la mayor parte del día buscando a la gente que habían puesto sus nombres en la lista en La Cabeza de Cerdo, para decirles dónde se reunirían esa tarde, algo que indispuso a Harry fue que Ginny se ofreció para encontrar a Cho y a su amiga, sin embargo, para cuando terminó la cena él se enteró que las noticias habían pasado a cada una de las veinticinco personas que se habían dado una vuelta por La Cabeza de Cerdo.
Un poco después de las siete y media, Ron Hermione y Harry salieron de la Sala Común, Harry agarraba un cierto pedazo de viejo pergamino en la mano, los de quinto año tenían permitido de circular por los pasillos hasta las nueve, pero ellos tres se cuidaron de mirar alrededor nerviosos, mientras continuaban su camino hacia el séptimo piso.
- Sostenlo -advirtió Harry, revelando el pedazo de pergamino en lo alto del último escalón, y golpeándolo ligeramente con su varita dijo: “Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas” Un mapa de Hogwarts apareció en la superficie en blanco del pergamino. Los puntos móviles negros minúsculos, etiquetados con nombres, demostraron donde estaba alguna gente-. Filch está en el segundo piso -dijo Harry, sosteniendo el mapa cerca de sus ojos-, y la señora Norris está en el cuarto.
- ¿Y Umbridge? -dijo Hermione ansiosamente. 
- En su oficina -dijo Harry, señalando-. Está bien, vámonos -se apresuraron a lo largo del pasillo al lugar que Dobby habían descrito a Harry, un estiramiento de la pared en blanco enfrente de una tapicería enorme que representaba a Barnabás en la absurda y tonta empresa de entrenar a los trolls para el ballet clásico-. Está bien -dijo Harry reservado, mientras que un troll apolillado se detuvo brevemente en su aporrear implacable del supuesto profesor de ballet clásico para mirarlos–. Dobby dijo que pasáramos tres veces por este lugar concentrándonos en lo que necesitamos, así lo hicieran dando vuelta un poco más allá del cuadrado en blanco de la pared, después un poco más allá en el hombre vaso.
Ron entornaba sus ojos con concentración, y Hermione murmuraba aun en voz más baja que su respiración, los puños de Harry estaba apretados, mientras miraba fijamente al frente, “necesitamos un lugar para aprender a pelear –pensó-, solo necesitamos un lugar en el cual practicar, algún lugar donde no puedan encontrarnos...”
- Harry -dijo Hermione agudamente, cuando rodearon por tercera vez, mas allá de su caminata había una puerta muy alta pulida, que había aparecido en la pared. Ron la miraba fijamente pareciendo cuidadoso. 
Harry fue hacia ella, y alcanzó la manija de cobre amarilla, tiró un poco abriéndola y entró a un espacioso cuarto con antorchas encendidas como las que alumbraban y oscilan en las mazmorras ocho pisos abajo.
Las paredes estaban llenas con estantes de madera para libros, y en vez de sillas había amortiguadores de seda grandes en el piso. Un estante en el extremo más alejado del cuarto contenía una variada gama de instrumentos como chivatoscopios, sensores de ocultismo, y un cristal grande agrietado que era un reflector de enemigos y que Harry estaba seguro había estado colgado el año anterior en la oficina del falso Moody.
- Esto será muy útil cuando practiquemos el encantamiento aturdidor -dijo Ron entusiasmado, pateando uno de los amortiguadores con su pie.
- Y solo mira estos libros -dijo Hermione excitada. Pasando un dedo a lo largo de los lomos de cuero de los tomos–, limita un compendio de las maldiciones del campo común y de sus contra reacciones, Las Artes Oscuras fuera de uso, hechizos defensivos, wow -ella miraba alrededor de Harry, y su cara brillaba intensamente, y él vio que la presencia de centenares de libros finalmente había convencido a Hermione de que qué hacía lo correcto-. Harry, esto es maravilloso, aquí esta todo lo que necesitamos -y sin dificultad adicional ella tomó Jinxes para el Jinxed del estante, se hundió al amortiguador más cercano y comenzó a leer. 
Hubo un golpeteo tranquilo en la puerta. Harry miraba alrededor. Ginny, Neville, Lavander, Parvati y Dean habían llegado. 
- Wow -dijo Dean, mirando fijamente alrededor, impresionado-. ¿Qué es este lugar? 
Harry comenzó a explicar, pero antes de que él hubiera acabado más gente había llegado y tuvo que comenzar de nuevo. Para el momento en que llegaron las ocho, cada amortiguador estaba ocupado. Harry se movió hacía la puerta y dio vuelta a la llave que resaltaba de la cerradura; tosió de una manera suficientemente ruidosa y todos guardaron silencio mirándolo. Hermione marcó cuidadosamente su página de Jinxes para el Jinxed y colocó el libro a un lado. 
- Bien -dijo Harry, levemente nervioso-. Éste es el lugar que hemos encontrado para las sesiones de práctica, y ustedes... er... obviamente lo han encontrado aceptable. 
- Es fantástico -dijo Cho y varias personas murmuraron de acuerdo.
- Es extraño -dijo Fred, frunciendo el ceño–, nos ocultamos una vez de Filch aquí adentro ¿lo recuerdas George? Pero entonces era solo un armario de escobas. 
- Hey, Harry, ¿qué son esas cosas? -preguntó Dean indicando la parte posterior del cuarto, señalando el chivatoscopio y el reflector de enemigos.
- Son detectores de tenebrismo -dijo Harry, caminando entre los amortiguadores para alcanzarlos-. Básicamente todos ellos muestran cuando hay magos tenebrosos o enemigos alrededor, pero no deben confiar demasiado en ellos, pueden ser engañados -dijo mirando un momento al cristal agrietado, en donde se podían observar las figuras borrosas moviéndose dentro de él, aunque ninguna era reconocible dándole vuelta-. Bueno, he estado pensando en las clases en las cosas que nos conviene hacer primero, y... er... -notó una mano levantada-. ¿Qué Hermione?
– Pienso que primeramente debemos elegir un líder -dijo Hermione.
– Que Harry sea el líder -dijo Cho inmediatamente mirando a Hermione enojada. El estómago de Harry dio un vuelco, y lo hizo dar un salto como si hubieran tirado de él.
 - Sí, solamente pienso que debemos votar correctamente -dijo Hermione imperturbable-, lo hacer formal y le da autoridad. ¿Todos y cada uno piensa que Harry debería ser nuestro líder? -Todos levantaron la mano, incluso Zacarias Smith, aunque solo la medio levanto.
- Er... bien gracias -dijo Harry, que podía sentir como su cara estaba encendida-. Y... ¿Qué Hermione?
– Yo también creo que debemos tener un nombre -dijo brillantemente, con su mano todavía en el aire-. Promovería una sensación de espíritu en equipo y unidad, ¿no lo crees?
- ¿Podemos ser la liga de Anti-Umbridge? -dijo Angelina esperanzadamente.
- ¿O el Ministerio de Magia es un grupo de retrasados? -sugirió Fred.
- Pensaba -dijo Hermione, frunciendo el ceño a Fred-, más bien en un nombre que no dijera a cada uno lo que somos, que podemos nombrar con seguridad fuera de las reuniones. 
- ¿La Asociación De Defensa? -dijo Cho.
– El ED para acortar, ¿así que nadie sabría de lo que estamos hablando?
- Sí, el ED es bueno -dijo Ginny.
- Vamos a hacerlo, solamente que será el nombre corto para el Ejército de Dumbledore, porque ése es el peor miedo del Ministerio, ¿no es así?
Hubo mucho murmullo de risas y elogios para eso.
- Todos están a favor de ED -dijo Hermione En voz alta, arrodillándose encima de su amortiguador para contar-. Eso es una mayoría, bien moción aprobada.
Ella fijó el pedazo de pergamino con todas sus firmas en él encendido a la pared y escribió a través de la tapa en letras grandes.
- Correcto -dijo Harry, cuando ella se había sentado otra vez-, vamos a practicar entonces, he pensado que la primera cosa que debemos hacer es el encantamiento de desarme. Sé que es muy básico, pero he encontrado que es realmente útil.
- Oh, por favor -dijo Zacarías Smith, rodando sus ojos y doblando sus brazos-, no creo que el Expelliarmus vaya exactamente a ayudarnos contra Ustedes-Saben-Quien, ¿ustedes sí?
– Lo utilicé contra él -dijo Harry reservado-. Salvó mi vida en junio -Smith abrió la boca estúpidamente. El resto del grupo estaban muy callados-, pero si tú piensas que está debajo de tu nivel, puedes irte, -dijo Harry. Smith no se movió. Ni ningun otro-. Bien -dijo Harry, con la boca levemente más seca de lo normal con todos esas miradas en él-. Contémonos y dividámonos en pares y practiquemos -se sentía fuera de lugar al dar instrucciones, pero no tanto como al ver que las seguían, todos movieron sus pies inmediatamente y se dividieron, previsiblemente Neville fue dejado aparte-. Tú puedes practicar conmigo -le dijo Harry-, bien, entonces a la cuanta de tres... una, dos, tres -y el cuarto repentinamente se lleno de gritos de Expelliarmus, las varitas volaron en todas direcciones, encima de los libros, o de golpe en los estantes, Harry era demasiado rápido para Neville, que su varita voló fuera de su mano, golpeó el techo lanzando chispas y aterrizó con un estruendoso sonido encima de un estante, del cual Harry la recuperó con el encanto convocador.. Echando un vistazo alrededor, él pensó que había tenido razón en sugerir la practica de los fundamentos primero; había muchos desarmes mal hechos que se encendían; mucha gente no tenía éxito del todo en desarmar a sus opositores, sino simplemente los hacían saltar para atrás algunos pasos o hacer una mueca de dolor como un encanto ventoso débil sobre ellos.
- Expelliarmus -dijo Neville, cogiendo por sorpresa a Harry, y le hizo volar la varita fuera de su mano-. ¡LO HICE! -dijo Neville orgulloso-, nunca lo había hecho antes, ¡LO HICE!
- Muy bien -dijo Harry encogiéndose, decidido a no apuntar que en un duelo el verdadero opositor de Neville era poco probable que fijamente en la dirección opuesta con su varita sostenida libremente en su lado-, escucha, Neville, ¿puedes tomar practicas unos minutos por turnos con Ron y Hermione, mientras miro alrededor un poco y me doy cuenta de cómo lo está haciendo el resto?
Harry se movió silenciosamente en el centro del salón, algo muy raro sucedía con Zacarías Smith. Cada vez que abría la boca para desarmar a Anthony Goldstein, su propia varita volaba de su mano, con todo y que Anthony no parecía hacer un sonido. Harry no tuvo que mirar lejos para solucionar el misterio: Fred y George estaban a varios pies de Smith tomaban turnos para apuntarle sus varitas desde atrás.
– Lo siento Harry -dijo George precipitadamente, cuando Harry encontró sus ojos-, no pude resistirlo...
Harry caminó alrededor de los otros pares, intentando corregir a los que hacían mal el encanto. Ginny estaba en una esquina con Michael; ella lo hacía muy bien, mientras que Michael era muy malo o poco dispuesto al hechizo. Ernie Macmillan hacia florituras con su varita innecesariamente, dando a su compañero tiempo de tomarlo con la guardia baja; los hermanos Creevey eran entusiastas pero erráticos y principalmente responsables de todos los libros que saltaban de los estantes alrededor de ellos; Luna Lovegood era semejantemente desigual, de vez en cuando enviaba la varita de Justin Finch-Fletchley que giraba en su mano, en otras veces que hacían simplemente que su pelo se parara en extremo.
- Está bien alto. Alto -gritó Harry-. Alto, alto.
Necesitó silbar, pensó y fue inmediatamente a montarse encima de la fila más cercana de libros. Él se levantó y silo difícilmente. Todos y cada uno bajaron sus varitas. 
- No está tan mal -dijo Harry-, pero este sitio es definitivamente para mejorar -Zacarías Smith lo miró furioso-, hagámoslo otra vez.
Y él se movió alrededor del cuarto otra vez, parando aquí y allí para hacer sugerencias. Lentamente, el desempeño en general mejoraba. Evitó ir cerca de Cho y de su amiga por un rato, pero después de caminar dos veces alrededor de los otros pares en el cuarto sentía que no podría evitarlas mucho más.
- Oh, no -dijo Cho exasperada cuando él se acercaba-. ¡Expelliarmious! Es decir Expellimellius, oh, ¡lo lamento, Marieta! -la manga de su amiga de cabello rizado, había prendido fuego; Marieta la extinguió con su propia varita y miró fijamente a Harry como si fuera su culpa–. Me pusiste nerviosa, yo lo estaba haciendo todo bien, antes -le dijo Cho a Harry perezosamente. 
- Eso fue bastante bueno -mintió Harry. Pero cuando ella levantó las cejas él dijo: – Está bien, fue terrible, pero creo que puedes hacerlo mejor... iré a mirar por allá.
Ella rió, su amiga Marieta los miraba algo enojada, ella dio vuelta y se alejó.
- No le hagas caso -murmuró Cho-, ella realmente no desea estar aquí, pero hice que viniera conmigo, sus padres le han prohibido hacer cualquier cosa que pueda molestar a Umbrigde, veras, su madre trabaja para el Ministerio.
– ¿Qué hay sobre tus padres? -preguntó Harry.
- Bueno, me han prohibido seguir el camino incorrecto también -dijo Cho, dibujándosele una sonrisa de orgullo-, pero si ellos piensan que no voy a luchar con Tu-Sabes-Quien después de lo que le sucedió a Cedric -ella se interrumpió, pareciendo algo confundida, y un silencio torpe bajó entre ellos; la varita de Terry paso zumbando en el oído de Harry, y golpeó a Alicia Spinnet en la nariz.
- Bueno, ¡mi papá apoya cualquier acción en contra-Ministerio! -dijo Luna Lovegood orgullosa justo detrás de Harry; ella había estado escuchando evidentemente su conversación mientras que Justin Finch-Fletchley trataba de desaforarse él mismo la túnica que había volado sobre su cabeza-, él siempre dice que creería cualquier cosa de Fudge, yo pienso en el número de globins que él ha asesinado. ¡Y por supuesto él utiliza el Departamento de Misterios para desarrollar los venenos más terribles, que él da secretamente a cualquiera que discrepa con él. Y entonces él hace un Umgubular Slashkilter...
- No preguntes -murmuró Harry a Cho cuando ella abrió la boca, pareciendo desconcertada. Ella rió nerviosamente. 
- Hey, Harry -Hermione llamó del otro extremo del cuarto-, ¿puedes checar la hora? 
Él miró su reloj y se sorprendió al ver que ya eran diez para las nueve, lo cual significaba que necesitaban volver a sus Salas Comunes inmediatamente o arriesgarse a ser descubiertos y castigados por Filch por estar fuera después de la hora permitida. Él volvió a silbar, todos los gritos de Expelliarmus pararon de golpe y los últimos pares de varitas cayeron pesadamente al suelo. 
- Bueno, esto estuvo bastante bien- dijo Harry, pero hemos terminado. Pero podemos mejorarlo–. El mismo lugar y a la misma hora la próxima semana.
- ¡Más pronto! -dijo Dean Thomas con impaciencia y mucha gente cabeceó en el acuerdo. Angelina, sin embargo, dijo rápidamente:
– El torneo de Quidditch está por comenzar, ¡nosotros necesitamos prácticas del equipo también!
– Digamos el próximo miércoles -dijo Harry-, podremos decidir sobre reuniones adicionales. Vámonos, será mejor que nos demos prisa -él sacó el mapa del Merodeador otra vez y lo comprobó cuidadosamente para saber si había algún profesor en el séptimo piso. Vio que todos estaban en el tercero y cuarto, mirando los puntos minúsculos ansiosamente para que volvieran con seguridad a sus dormitorios: los Hufflepuffs al pasillo del sótano que también conducía a las cocinas; los Ravenclaws a una torre en el lado oeste del Castillo, y los Gryffindors a lo largo del pasillo al retrato de la señora gorda. 
– Esto estuvo realmente, realmente muy bien Harry -dijo Hermione cuando finalmente estaba sola con Harry y Ron. 
- Sí, lo fue -Ron dijo entusiasmado, cuando se escurrieron dentro de la puerta y vieron cerrarse nuevamente la pared detrás de ellos-. ¿Me viste desarmar a Hermione, Harry?
- Solo una vez -dijo Hermione molesta-. Yo lo conseguí más veces de las que tú a mí.
– No lo hice solamente una vez, lo hice por lo menos tres veces.
- Bueno, si estás contando cuando disparaste sobre tus propios pies y golpeaste la varita fuera de mi mano.
Siguieron discutiendo de vuelta en la Sala Común, pero Harry no los escuchaba, él tenía un ojo en el Mapa del Merodeador, pero también seguía pensando en lo que Cho le habia dicho. Que él la ponía nerviosa.

 

CAPÍTULO XIX

EL LEÓN Y LA SERPIENTE

Harry se sentía como si pensara que llevaba un talismán dentro de su pecho durante las siguientes dos semanas, un radiante secreto que lo hizo soportar las clases de Umbridge y hasta hacerlo sonreír suavemente mientras veía sus horribles ojos saltones. Él y el ED estaban actuando bajo sus  narices, haciendo lo que ella y el Ministerio más temían, y aunque se suponía que tenían que estar leyendo el libro de Wilbert Slinkhard durante sus lecciones, él en vez de eso revivía los sactifactores recuerdos de sus más recientes encuentros, recordando cómo Neville había desarmado a Hermione, como Colin Creveey había dominado la maldición obstaculizadora después de tres sesiones, como Parvati Patil había hecho un buen encantamiento reductor que había reducido la mesa, convirtiendo todos los chivatoscopios que había sobre ella en polvo.
Estaba encontrando casi imposible tomar un día fijo de la semana para las sesiones del ED, ya que tenían que acomodarse con las prácticas de tres equipos diferentes de Quidditch, las cuales cambiaban continuamente la fecha, debido al mal clima; pero él no se lamentaba por esto; tenía la impresión de que probablemente era mejor mantener la fecha y la hora de las sesiones impredecibles. Si alguien los estaba observando, sería muy difícil llevar un patrón.
Hermione pronto ideó un método muy inteligente para comunicar la fecha y la hora de la próxima reunión para comunicárselo a todos los miembros, en caso de que necesitaran cambiarla por algo, porque se vería muy sospechoso que personas de diferentes casas fueran vistas cruzando el Gran Comedor hablando muy a menudo. Ella le dio a cada miembro un Galeón falso (Ron estaba muy emocionado al principio cuando vio la canasta, y estaba convencido de que les estaba dando oro).
- ¿Ven las numeraciones alrededor de la orilla de la moneda? -dijo Hermione sosteniendo una para examinarla al final de su cuarta reunión. Las monedas lucían grandes y amarillas a la luz de las antorchas-. En Galeones reales, ésta serie sólo se refiere al gnomo que fundió la moneda. En estas monedas falsas, en cambio, los números cambiarán para reflejar la fecha y la hora de la próxima sesión. La moneda se pondrá caliente cuando la fecha cambie, así que si la llevan en el bolsillo la podrán sentir. Cada quien va a tomar una, y cuando Harry decida la fecha y la hora de la próxima sesión, él va a cambiar los números de su moneda, y como he puesto un encantamiento Protean en ellas, así que todas cambiarán para imitar a la de él -un gran silencio siguió a las palabras de Hermione. Ella vio a su alrededor y vio que todas las caras estaban viendo hacia ella, un poco desconcertadas-. Bueno... pensé que sería una buena idea -dijo Hermione vacilante-. Digo, aunque Umbridge nos dijera que le demos la vuelta a nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un Galeón en el bolsillo ¿o sí? Pero... bueno, si no quieren usarlos...
- ¿Puedes hacer un encantamiento Protean? -dijo Terry Boot.
- Sí -dijo Hermione.
- Pero eso... esos son ejercicios de EXTASIS -dijo débilmente.
- OH -dijo Hermione tratando de parecer modesta- OH... sí... eso supongo.
- ¿Cómo es que no estás en Ravenclaw? -él le dijo a Hermione, con algo parecido al asombro-. ¿Con un cerebro como el tuyo?
- Oh, el Sombrero Seleccionador consideró seriamente en enviarme a Ravenclaw durante mi selección -dijo Hermione alegremente-, pero yo decidí al final estar en Gryffindor. Entonces ¿Vamos a usar los Galeones?
Hubo un murmullo de aceptación y todos fueron a tomar uno de la canasta. Harry vio hacia los lados de Hermione.
- ¿Sabes a qué me recuerda esto?
- No. ¿A qué?
- A los tatuajes de los Mortífagos. Cuando Voldemort toca uno, y todos los tatuajes les escocen, y así saben que tienen que reunirse con él...
- Sí... bien -dijo Hermione en voz baja-, de ahí es de donde obtuve la idea, pero como te darás cuenta, yo decidí grabar los datos en un pedazo de metal y no en la piel de los miembros.
- Sí... prefiero tu manera -dijo Harry sonriendo, metiéndose su moneda en el bolsillo-. Supongo que el único peligro con estas es que accidentalmente lo gastemos.
- No lo creo -dijo Ron, que estaba examinando su propio Galeón falso con un aire de profunda tristeza-. No tengo ni un solo Galeón de verdad con el cual confundirlo.
Cuando el primer partido, Gryffindor contra Slytherin, de la temporada de Quidditch se acercaba cada vez más, las reuniones del ED fueron suspendidas porque Angelina insistió en tener entrenamiento diario. El hecho de que la Copa de Quidditch no había sido conseguida por tanto tiempo añadiendo el considerable interés y entusiasmo por el próximo partido; los Ravenclaws y los Hufflepuffs estaban tomando mucho interés en el resultado, para ellos, por supuesto, sería jugar los dos equipos el próximo año, y los Jefes de Casa de los equipos competidores, aunque ellos intentaran disimularlo fingiendo un espíritu deportivo. Harry se dio cuenta cuánto le importaba a la profesora McGonagall vencer a Slytherin, cuando se abstuvo de darles tarea la semana antes del partido.
- Pienso que ya tienen mucho que hacer por el momento -dijo ella con altivez. Nadie podía creer a sus oídos mientras ella veía directamente a Harry y a Ron y dijo: - Estoy acostumbrada a ver la Copa de Quidditch en mi despacho chicos, y no quiero tener que dársela al profesor Snape, así que usen el tiempo extra en practicar, ¿Lo harán?
Snape no era menos partidario; él había reservado el campo de Quidditch tan seguido que a los Gryffindor habían tenido dificultades para poder jugar. Él también estaba haciendo oídos sordos a los muchos reportes de los intentos de Slytherin por lesionar a los jugadores de Gryffindor. Cuando Alicia Spinnet fue a la enfermería con sus cejas creciéndole tan gruesas y tan rápido que le oscurecían la visión y le obstruían la boca, Snape insistía que ella se debió de haber aplicado a sí| misma el encantamiento de crecimiento de cabello, y se rehusó a escuchar al catorceavo testigo quien insistía en que había visto al guardameta de Slytherin, Miles Bletchley, echarle un maleficio mientras ella trabajaba en la biblioteca.
Harry se sentía optimista acerca de las oportunidades de Gryffindor; después de todo, ellos nunca habían perdido frente al equipo de Malfoy. Había que admitir que Ron aún no llegaba al nivel de Wood, pero estaba trabajando realmente duro para mejorar. Su gran debilidad era su tendencia a peder confianza después de hacer un error; si dejaba entrar un gol se ponía nervioso y de ahí en adelante dejaba entrar más goles. Por otra parte, él había visto a Ron hacer espectaculares salvamientos cuando estaban practicando; durante una practica memorable, se había colgado de una mano de su escoba y patear tan fuerte y tan lejos la Quaffle de los aros de gol que atravesó el campo completo y entró en el aro central del otro lado;  el resto del equipo comparó este salvamento con el que había hecho recientemente Barry Ryan, el guardián de la Selección Nacional de Irlanda, contra el cazador polaco, Ladislaw Zamojski. Hasta Fred dijo que hacia sentir a él y a George orgullosos y que estaban seriamente considerando admitir que eran parientes, algo que habían tratado de negar por cuatro años.
La única cosa que preocupaba a Harry era cuanto estaba permitiendo que las tácticas del equipo de Slytherin para hacerlo sentir mal, incluso antes de salir al campo. Harry, por supuesto, había soportado sus comentarios insidiosos por cuatro años, así que los susurros como: “Oye, Potty, escuché a Warrington jurar que te tiraría de la escoba el sábado”, lejos de helarle la sangre, lo hacían reír. “La puntería de Warrington es tan mala, que estaré más preocupado si se dirigiera a la persona que está a mí lado” le contesto, lo que hizo que Ron y Hermione se rieran, borrándole a Pansy Parkinson la sonrisa de la cara.
Pero Ron nunca había soportado una implacable campaña de insultos, burlas e intimidación. Cuándo los Slytherins, algunos de ellos de séptimo año y considerablemente más altos que él, le murmuraban mientras pasaban por los corredores: “¿Ya reservaste tu cama en la enfermería, Weasley?”. Él no se reía, pero se tornaba de un suave color verde. Cuando Draco Malfoy imitaba a Ron soltando la Quaffle (lo cual hacia cada vez que se veían), las orejas de Ron se ponían de un rojo brillante y sus manos temblaban tanto que tiraba todo lo que estuviera agarrando en ese momento.
Octubre se extinguió en una ráfaga de aire y lluvias torrenciales y Noviembre llego, frío como acero congelado, con fuertes fríos cada mañana y corrientes de aire helado que calaban en las manos y cara. El cielo y el techo del Gran Comedor se volvieron de un pálido gris aperlado; las montañas alrededor de Hogwarts estaban nevadas y la temperatura dentro del Castillo descendió tanto que muchos estudiantes llevaban puestos sus gruesos guantes protectores de piel de dragón en los corredores entre clases.
La mañana del partido amaneció brillante y fría. Cuando Harry se despertó y vio hacia la cama de Ron y lo vio sentado muy recto, con sus brazos alrededor de sus rodillas, viendo fijamente al espacio.
- ¿Estás bien? -preguntó Harry.
Ron asintió, pero no habló. Harry recordó la vez que accidentalmente Ron se había echado a sí mismo el hechizo de traga-babosas; se veía tan pálido y sudoroso como aquella vez, sin mencionar lo reacio que estaba para abrir la boca.
- Lo que tú necesitas es lago de desayunar -dijo Harry vigorosamente-. Vamos.
El Gran Comedor estaba lleno cuando ellos llegaron, hablando más alto y modos más exuberantes de lo normal. Mientras pasaban por la mesa de Slytherin hubo un repentino aumento de ruido. Harry vio alrededor y vio que, en adición a las usuales bufandas y sombreros verdes y plateados, cada uno de ellos llevaba una insignia plateada en forma de algo que parecía una corona. Por alguna razón, muchos de ellos saludaron a Ron, riendo estruendosamente. Harry trató de ver lo que tenían inscritos las insignias mientras pasaban, pero estaba tan preocupado por hacer que Ron pasara por su mesa lo más rápido posible como para quedarse más tiempo para poder leerlas.
Ellos recibieron una enardecedora bienvenida en la mesa de Gryffindor, donde todos llevaban el rojo y el dorado, pero lejos de levantar el ánimo de Ron, parecía haber acabado con lo último de su moral; se dejó caer en la silla más cercana, pareciendo que estaba frente a su última comida.
- Me debo mentalizar para hacer esto -dijo en una voz... pensativa.
- No pienses eso -dijo Harry firmemente-. Vas a estar bien. Es normal estar nervioso.
- Soy basura -dijo Ron-. Soy un asco. No puedo jugar ni para salvar mi vida. ¿En qué estaba pensando?
- Mantén el control -dijo Harry severamente-. Mira la salvada que hiciste con el pie el otro día, hasta Fred y George dijeron que fue genial.
Ron le dirigió una cara como de tortura.
- Eso fue un accidente -le susurró miserablemente-. Yo no pretendía hacerlo... me resbalé de la escoba mientras ustedes no veían y cuando estaba tratando de subir golpeé la Quaffle por accidente.
- Bueno -dijo Harry, recuperándose rápidamente de la desagradable sorpresa-, unos cuantos accidentes maá y el juego está en la bolsa.
Hermione y Ginny se sentaron al lado opuesto de ellos, llevando bufandas rojas y doradas, guantes y escarapelas.
- ¿Cómo te sientes? -le preguntó Ginny a Ron, quien estaba ahora viendo los conchos de la leche en el fondo de su plato de cereal vacío, como pensando seriamente intentando ahogarse en ellos.
- Sólo está nervioso -dijo Harry.
- Bien, esa es una buena señal, yo nunca te he visto hacer bien tus exámenes si no estás un poco nervioso -dijo Hermione alegremente.
- Hola -dijo una voz vaga y soñadora desde atrás de ellos. Harry vio hacia arriba: Luna Lovegood había llegado desde la mesa de Ravenclaw. Mucha gente se le quedaba viendo y otros pocos estaban descaradamente riendo y señalando; ella había procurado llevar un sombrero con la forma de la cabeza de un león de tamaño real, que estaba posado sobre su cabeza-. Estoy apoyando a Gryffindor -dijo Luna, señalando innecesariamente el sombrero–. Vean lo que hace...
Ella le dio un golpecito al sombrero con su varita. El león abrió la boca y dio un rugido muy realista que hizo que todos en las inmediaciones dieran un salto.
- ¿Es bueno, no? -dijo Luna alegremente–. Quería tener también una serpiente, tú sabes, para representar a Slytherin, pero no hubo tiempo. De todas maneras... ¡buena suerte Ronald!
Y ella se fue. Ellos no se habían recuperado de la impresión por el sombrero de Luna, cuando Angelina llegó apurada hacia ellos, acompañada por Katie y Alicia, cuyas cejas habían sido regresadas a la normalidad por Madame Pomfrey.
- Cuando esten listos -dijo ella-, iremos directamente al campo, para checar las condiciones y cambiarnos.
- Estaremos ahí en un rato -Harry le aseguro-. Ron solo va a tomar algo para desayunar.
Se hizo claro en diez minutos, como quiera, Ron no era capaz de comer nada más y Harry pensó que era mejor llevarlo a los vestidores. Mientras se levantaban de la mesa, Hermione se levanto también y tomando a Harry por un brazo lo llevo aparte.
- No dejes que Ron vea lo que dicen las insignias de Slytherin -le susurró rápidamente.
Harry la miro inquisitoriamente, pero ella negó su cabeza avisándole; Ron se acababa de llegar junto a ellos, parecía perdido y desesperado-. Buena suerte Ron -dijo Hermione, parándose de puntitas y dándole un beso en la mejilla-. Y tú también Harry.
Ron parecía haber vuelto ligeramente a ser él mientras caminaban de regreso a través del Gran Comedor. Él se tocó el punto donde Hermione le había dado el beso, pareciendo confundido, parecía no estar muy seguro de lo que acababa de pasar. Se veía demasiado distraído para ver lo que pasaba alrededor, pero Harry le echó una mirada de curiosidad a las insignias en forma de corona mientras pasaban por la mesa de Slytherin y esta vez vio las palabras que llevaban.
Weasley es nuestro Rey
Con un desagradable presentimiento de que esto no podía significar nada bueno, apresuro a Ron para salir al Vestíbulo de Entrada, bajando los escalones de piedra y hacia el aire frío.
El césped congelado crujía bajo sus pies mientras se apresuraban hacia el estadio. No había viento y el cielo era de un uniforme blanco aperlado, lo que significaba que la visibilidad sería buena sin darles la luz del sol directo en los ojos. Harry le señaló todos estos buenos factores a Ron mientras caminaban, pero no estaba seguro de que Ron lo estuviera escuchando.
Angelina ya estaba cambiada y le hablaba al resto del equipo cuando ellos llegaron. Harry y Ron se pusieron sus túnicas (Ron intento hacerlo con el frente hacia atrás por varios minutos hasta que Alicia se apiadó de él y le fue a ayudar), después se sentaron para escuchar la plática antes del partido mientras tanto las voces de afuera se hacían cada vez más fuertes mientras la multitud salía del Castillo hacia el estadio.
- De acuerdo, me acabo de enterar de la alineación final de Slytherin -dijo Angelina consultando un pedazo de pergamino–. Los golpeadores del año pasado, Derrick y Bole ya se fueron pero parece que Montague los reemplazó con los usuales gorilas, ninguno de los cuales puede volar particularmente bien. Son dos tipos llamados Crabble y Goyle, no sé mucho sobre ellos...
- Nosotros sí -dijeron Harry y Ron al unísono.
- No parecen demasiado listos para diferenciar una punta de la escoba de la otra -dijo Angelina, guardando el pergamino-. Pero siempre estuve sorprendida de que Derrick y Bole encontraran su camino hacia el campo, sin señalamientos.
- Crabble y Goyle son de la misma manera -Harry le aseguró.
Podían escuchar cientos de pisadas subiendo las tribunas hacia los asientos para los espectadores. Alguna gente estaba cantando, pero Harry no entendía las palabras. Estaba empezando a sentir nervios, pero él sabía que sus mariposas no eran nada comparadas con las de Ron, que se estaba apretando el estómago y viendo fijamente hacia delante de nuevo, con la mandíbula encajada y su piel gris pálido.
- Ya es hora -dijo Angelina en voz baja, viendo su reloj-. Vamos todos... buena suerte.
El equipo se levantó, tomaron sus escobas y marcharon en una sola línea hacia fuera de los vestidores y hacia la deslumbrante luz del sol. Un bramido de la multitud los recibió en donde Harry aun podía escuchar cantar, a pesar de que las porras y los silbidos lo amortiguaban.
El equipo de Slytherin ya estaba ahí esperándolos. Ellos también llevaban esas insignias en forma de corona plateadas. El nuevo capitán, Montague, tenía la misma complexión que Dudley Dursley, con grandes antebrazos velludos. Detrás de él estaban Crabble y Goyle, casi como tan grandes, parpadeando estúpidamente en la luz del sol, balanceando sus nuevos bates de golpeador. Malfoy de pie a un lado, la luz solar reflejándose en su cabello rubio platinado. Captó la mirada de Harry, y sonriendo le señalando la insignia con forma de corona en su pecho.
- Capitanes, dense la mano -ordenó Madame Hooch, que hacía de arbitro, mientras Angelina y Montague se acercaban. Harry podía decir que Montague le intentaba romper los dedos a Angelina, a pesar de que ella no hizo ningún gesto-. Monten sus escobas...
Madame Hooch se llevó su silbato a la boca y sopló. Las pelotas fueron soltadas y los catorce jugadores subieron disparados. Por la orilla de su ojo, Harry vio a Ron dirigirse hacia los postes de gol. Harry subió más alto, esquivando una Bludger y dando una vuelta alrededor del campo, buscando un destello dorado; en el otro lado del estadio, Draco Malfoy estaba haciendo exactamente lo mismo.
- Y es Johnson... Johnson con la Quaffle, que jugadora es esta chica, llevo diciéndolo años y ella aún no sale conmigo...
- ¡JORDAN! -gritó la profesora McGonagall.
- Es solo algo divertido, profesora, añade un poco de interés... y ella esquiva a Warrington, pasa a Montague, ella ha... ¡ouch!... golpeada por detrás con una Bludger de Crabble... Montague atrapa la Quaffle, Montague por el campo y... bonita Bludger por George Weasley, esa es una Bludger a la cabeza de Montague, suelta la Quaffle, la atrapa Katie Bell, Katie Bell de Gryffindor da un pase de reversa a Alicia Spinnet y Spinnet está fuera...
El comentario de Lee Jordan resonó por todo el estadio y Harry escuchó lo más que pudo, con el viento silbándole en los oídos y la ruido de la multitud, todos gritando, abucheando y cantando.
- Esquiva a Warrington, evita una Bludger... estuvo cerca Alicia... y la multitud le está gustando esto, solo escuchen ¿Qué es lo que están cantando?
Y cuando Lee hizo una pausa para escuchar, la canción se escuchó más fuerte y claro desde el mar de verde y plata en la sección de gradas de Slytherin:

Weasley no puede salvar ni una cosa
No puede bloquear un solo aro
Eso es por lo que en Slytherin todos cantamos
Weasley es nuestro Rey
Weasley nació en un basurero
Siempre deja entrar la Quaffle
Weasley asegurara que nosotros ganemos
Weasley es nuestro Rey

-... ¡Y Alicia se la regresa a Angelina! -gritó Lee, y mientras Harry viraba bruscamente, con sus adentros hirviéndole por lo que acababa de escuchar, él sabía que Lee estaba tratando de ahogar las palabras de la canción-. ¡Vamos! Angelina... parece que solo le queda al Guardián por esquivar... ÉL LA TIRA... Y... ahhh.
Bletchley, el guardián de Slytherin, había evitado el gol; se la paso a Warrington quien acelero con ella, volando en zig-zag entre Alicia y Katie; el canto de abajo se hacia cada vez más y más fuerte, mientras él se acercaba más y más a Ron...

Weasley es nuestro Rey
Weasley es nuestro Rey
El siempre deja entrar la quaffle
Weasley es nuestro Rey

Harry no se pudo aguantar: abandonando su búsqueda de la Snitch, dio una vuelta alrededor para ver a Ron, una figura solitaria en la otra parte del campo, suspendido frente a los aros de gol, mientras el gran Warrington iba hacia él.
- Y es Warrington con la Quaffle, Warrington acercándose para el gol, esta fuera del alcance de la Bludger con el Guardián enfrente...
Un gran aumento de canción salió de las gradas de Slytherin:

Weasley no puede salvar un una cosa
No puede bloquear un solo aro

- Así que es la primera prueba para el nuevo guardián de Gryffindor, Weasley, hermano de los golpeadores Fred y George y un nuevo y prometedor talento en el equipo... ¡vamos Ron!
Pero un grito de gozo llegó desde la parte de Slytherin: Ron había se había lanzado como loco, con los brazos extendidos, y la Quaffle había pasado por ellos derecho al aro central.
- ¡Slytherin anota! -dijo la voz de Lee entre las vivas y los abucheos de la multitud abajo-, así que van 10-0 a favor de Slytherin... mala suerte Ron.
Los Slytherins cantaron aún más fuerte:

Weasley nació en un basurero
El siempre deja entrar la quaffle

- Y Gryffindor de nuevo en posesión y es Katie Bell a través del campo -chilló Lee valientemente, aunque la canción se escuchaba tan fuerte que difícilmente se hacia escuchar él.

Weasley se asegurara que nosotros ganemos
Weasley es nuestro Rey.

- ¿Harry, QUÉ ESTÁS HACIENDO? -gritó Angelina, pasando a un lado junto a Katie-. ¡SIGUE ADELANTE!
Harry se dio cuenta de que se había quedado suspendido en el aire, viendo el progreso del partido sin pensar en el paradero de la Snitch; horrorizado, se lanzó en picado y comenzó a dar vueltas al campo de nuevo, viendo alrededor, tratando de ignorar el coro ahora retumbando en el estadio.
Weasley es nuestro Rey
Weasley es nuestro Rey

No había ni una señal de la Snitch en ninguna parte; Malfoy seguía dando vueltas al campo tal y como lo había hecho. Ellos se pasaron el uno a otro a mitad de campo, yendo en direcciones opuestas y Harry escuchó a Malfoy cantando muy fuerte: Weasley nació en un basurero.
- Y es Warrington de nuevo -gritó Lee-, que se a pasa a Pucey, Pucey pasa a Spinnet, vamos Angelina, tu lo puedes agarrar... no, no puedes... pero bonita Bludger de Fred Weasley, digo George Weasley, oh qué importa, uno de ellos, como sea, Warrington suelta la Quaffle y Katie Bell... eh... la suelta también... así que Montague con la Quaffle, el capitán de Slytherin Montague toma la Quaffle y va por el campo, ¡vamos Gryffindor, bloquéenlo!
Harry fue hacia el medio campo de Slytherin detrás de los aros de gol, tratando de no ver lo que sucedía en los postes de Ron. Mientras aceleraba hacia el guardián de Slytherin, escucho a Bletchley cantando junto con la multitud de abajo:

Weasley no puede salvar un una cosa

- ¡Y Pucey vuelve a esquivar a Alicia y se dirige hacia los postes, páralo Ron!
Harry no tuvo que ver para saber lo que había pasado: hubo un terrible quejido de la parte de Gryffindor y unos cuantos gritos alegres y aplausos de parte de Slytherin. Viendo hacia abajo, Harry pudo ver a Pansy Parkinson de frente hacia las gradas, con la espalda hacia el campo, mientras ella  guiaba a los seguidores de Slytherin, que cantaban:

Eso es por lo que los Slytherins todos cantamos
Weasley es nuestro Rey.

Pero 20-0 no era nada, todavía había tiempo para anotar o atrapar la Snitch. Algunos goles y estarían al frente como siempre, Harry se dijo a sí mismo, pasando entre jugadores en persecución de algo brillante que resultó ser la correa del reloj de Montague.
Pero Ron dejó entrar dos goles más. Había un poco de pánico en el deseo de Harry de encontrar la Snitch ahora. Si solo la atrapara pronto y acabar el juego rápido.
- Y Katie Bell de Gryffindor esquiva a Pucey, evita a Montague, bonito giro Katie y se la pasa a Johnson, Angelina Johnson de Gryffindor toma la Quaffle, pasa a Warrington, va hacia los postes, vamos Angelina, ahora... ¡GRYFFINDOR MARCA! Van 40-10 a favor de Slytherin y Pucey tiene la Quaffle.
Harry pudo escuchar el ridículo sombrero de león de Luna rugir entre las porras de Gryffindor y se sintió aliviado; solo treinta puntos más, no era nada, se podían recuperar fácilmente. Harry esquivó una Bludger que Crabble había mandado en su dirección y siguió en búsqueda de la Snitch por el campo, poniendo un ojo en Malfoy y en caso de que diera señales de haberla visto, pero Malfoy, al igual que él, continuaba dando vueltas, buscando infructuosamente...
- Pucey se la pasa a Warrington, Warrington a Montague, Montague de vuelta a Pucey... Johnson interviene, Johnson toma la Quaffle, Johnson a Bell, esto se ve bueno... digo mal... Bell es golpeada por una Bludger de parte de Goyle de Slytherin, y Pucey de nuevo en posesión...

Weasley nació en un basurero
El siempre deja entrar la quaffle
Weasley se asegurara que nosotros ganemos

Pero Harry la había visto al fin: la pequeña y alada Snitch dorada estaba a uno metros del suelo en el medio campo de Slytherin. Se lanzó en picado... En cuestión de segundos, Malfoy salía disparado a la izquierda de Harry, un bulto verde y plata casi paralelo a la escoba...
La Snitch bordeó el pie de uno de los postes de gol y se movió hacia el otro lado de las gradas; cambió de dirección apropiada para Malfoy, que estaba más cerca, Harry empujó su Saeta de Fuego, él y Malfoy estaban ahora cuello con cuello... A unos pocos metros del suelo, Harry soltó su mano derecha de la escoba, alargándola hacia la Snitch... a su derecha, el brazo de Malfoy también estaba extendido, se estaba acercando... Se había acabado en dos desesperados segundos. Los dedos de Harry se cerraron alrededor de la pequeña pelota... las uñas de la mano de Malfoy agarraron el dorso de la mano de Harry sin esperanza... Harry dirigió su escoba hacia arriba, con la rebelde Snitch en su mano y los espectadores de Gryffindor gritaban con aprobación.
Estaban salvados, no importaba que Ron hubiera dejado entrar esos goles, nadie lo recordaría ahora que Gryffindor había ganado.
¡ZAZ!
Una Bludger golpeó a Harry por detrás y salió volando por delante. Por suerte, estaban como a unos cinco o seis pies de altura sobre el suelo, porque había bajado para atrapar la Snitch, pero él estaba igual mientras aterrizaba con su espalda sobre el campo congelado. Él escuchó a Madame Hooch soplar su silbato, un rugido en las gradas compuesto por gritos de enojo y burlas, un silencio y luego la voz frenética de Angelina.
- ¿Estás bien?
- Por supuesto que sí -dijo Harry sonriendo, tomando su mano y permitiéndole que lo ayudara a ponerse de pie. Madame Hooch se acercaba a uno de los jugadores de Slytherin detrás de él, pero desde ese ángulo no podía ver quién era.
- Fue ese tipo Crabble -dijo Angelina enojada-, él aporreó esa Bludger hacia ti en el momento en que vio que tenías la Snitch... ¡pero ganamos Harry, ganamos!
Harry escuchó un resoplido detrás de él y se volvió, aún sosteniendo la Snitch en su mano: Draco Malfoy había aterrizado cerca de él. Con su cara blanca de furia siguió diciendo:
- ¿Salvaste el cuello de Weasley, no es cierto? -le dijo a Harry-. Nunca había visto a un guardián tan malo... pero en fin él nació en un basurero... ¿te gusto mis letras de la canción, Potter?
Harry no respondió. Se había volteado para juntarse con el resto del equipo que estaban aterrizando uno a uno, golpeando el aire con triunfo; todos menos Ron, que había desmontado su escoba cerca de los postes de gol y parecía ir hacia los vestidores solo.
- ¡Queríamos escribir otro par de versos! -llamó Malfoy mientras Katie y Alicia abrazaban a Harry-. Pero no pudimos encontrar rimas para gorda y fea... queríamos cantar sobre su madre, tu sabes...
- Habla acerca de uvas agrias -dijo Angelina, dirigiendo a Malfoy una mirada de disgusto.
- Tampoco pudimos poner inútil perdedor... por su padre, ya sabes...
Fred y George se dieron cuenta de lo que estaba hablando Malfoy. A mitad de camino para saludar a Harry, ellos se pusieron tiesos, viendo a Malfoy.
- ¡Déjalo! -dijo Angelina, tomando a Fred por el brazo-. Déjalo Fred, déjalo que grite, sólo está enojado porque perdieron...
- Pero a ti te gustan los Weasley, ¿verdad Potter? -dijo Malfoy resoplando-. Pasas con ellos las vacaciones y todo, ¿verdad? No se como puedes estar en la peste, pero supongo que después de haber sido criado con Muggles, hasta la casucha de los Weasley está bien.
Harry trató de agarrar a George. Mientras tanto, se estaban combinando los esfuerzos de Angelina, Alicia y Katie para detener a Fred que se lanzara sobre Malfoy, quien se estaba riendo abiertamente. Harry vio alrededor por Madame Hooch, pero ella seguía reprendiendo a Crabble por su ataque ilegal con la Bludger.
- O tal vez -dijo Malfoy lanzándole una mirada mientras retrocedía–, tú puedas recordar como olía la casa de tu madre, Potter, y la pocilga de los Weasley puede que te lo haga recordar...
Harry no estaba consciente de soltar a George, lo único que supo fue que al segundo siguiente, los dos estaban corriendo hacia Malfoy. Se había olvidado completamente que todos los profesores estaban viendo: lo único que quería era causarle a Mafoy a todo el dolor posible; sin tiempo para sacar su varita, él solo hizo hacia atrás el puño en donde tenía apretada la Snitch y lo hundió lo más fuerte que pudo en el estómago de Malfoy.
- ¡Harry! ¡HARRY! ¡GEORGE! ¡NO!
Podía escuchar voces de chicas gritando, Malfoy gritando, a George maldiciéndolo, un silbato sonando y a la muchedumbre a su alrededor, pero no le importó. Hasta que alguien en la multitud gritó: “¡Impedimenta!” Y él estaba tirado en el suelo de espaldas por la fuerza del hechizo, abandonó el intento de golpear cada centímetro de Malfoy que estuviera a su alcance.
- ¿Qué creen que están haciendo? -gritó Madame Hooch, mientras Harry se ponía de pie. Parecía que había sido ella quien lo había golpeado con el hechizo obstaculizador; ella estaba sosteniendo su silbato en una mano y su varita en la otra, su escoba abandonada a unos metros. Malfoy estaba hecho un ovillo en el suelo, quejándose y gimiendo, con la nariz sangrando; George tenía un labio hinchado; Fred seguía detenido por las tres cazadoras y Crabble estaba riéndose atrás.
- ¡Nunca he visto un comportamiento así... de regreso al Castillo, ustedes dos, ¡derecho al despacho de su Jefe de Casa! ¡Vamos, ahora!
Harry y George giraron sobre sus talones y salieron del estadio, los dos jadeando, sin dirigirse la palabra. Los aullidos y las burlas de la multitud se iban extinguiendo cada vez más mientras llegaban al Vestíbulo de Entrada, donde solo podían oír el ruido de sus propios pasos. Harry se dio cuenta de que algo apretaba en su mano derecha, con el puño que le había pegado a Malfoy en la quijada. Viendo hacia abajo, vio las alas plateadas de la Snitch sobresaliendo por entre sus dedos, luchando para ser liberada.
Ellos apenas habían llegado a la puerta del despacho de la profesora McGonagall cuando ella llegó caminando por el corredor detrás de ellos. Ella llevaba una bufanda de Gryffindor, pero se la quitó del cuello con manos temblorosas y se dirigió hacia ellos, lívida.
- ¡Adentro! -dijo ella furiosamente, señalando la puerta. Harry y George entraron. Ella caminó para ponerse atrás de su escritorio dándoles la cara, furiosa, mientras la bufanda de Gryffindor estaba en el suelo a su lado-. Bien -dijo ella-. Nunca había visto tan vergonzosa exhibición. ¡Dos contra uno! ¡Explíquense!
- Malfoy nos provocó -dijo Harry fríamente.
- ¿Los provocó? -gritó la profesora McGonagall, golpeando con el puño su escritorio, así que su lata de tartán se cayó y se abrió, desparramando en el suelo con galletas de jengibre-. Él acaba de perder, ¿o no? ¡Por supuesto que quería provocarlos! Pero qué demonios dijo para que justificara que ustedes dos...
- Él insultó a mis padres -dijo George-. Y a la mamá de Harry.
- Pero en vez de dejar que Madame Hooch lo solucionara, ustedes dos decidieron dar una exhibición de duelo Muggle -gritó la profesora McGonagall-. ¿Tienen alguna idea de lo que...?
- Hem, hem.
Harry y George giraron en redondo. Dolores Umbridge estaba parada en el umbral de la puerta, envuelta en una capa tweed de color verde, que acentuaba más su aspecto de rana gigante, y estaba sonriendo en esa horrible y asquerosa manera que Harry la asociaba a nada bueno.
- ¿Puedo ayudar, profesora McGonagall? -preguntó la profesora Umbridge en su más suave y venenosa voz.
La sangre se le subió a la cabeza a la profesora McGonagall.
- ¿Ayudar? -repitió-. ¿A qué se refiere con “ayudar”?
La profesora Umbridge entró en la oficina, aún con su asquerosa sonrisa.
- Porque pensé que usted estaría agradecida con un poquito de autoridad extra.
Harry no se hubiera sorprendido en absoluto de ver chispas volando por la nariz de la profesora McGonagall.
- Pensaste mal -dijo ella, dándole la espalda a Umbridge-. Ahora ustedes dos mejor escuchen bien. No me importa qué provocación les haya hecho Malfoy, no me interesa si el insulto a cada miembro de familia que tengan; su comportamiento fue desagradable y les voy a dar una semana de castigo.¡Oh no me veas así Potter, te lo buscaste! Y si alguno de ustedes vuelven...
- Hem, hem.
La profesora McGonagall cerró sus ojos como implorando paciencia mientras volvía su cara hacia la profesora Umbridge de nuevo.
- ¿Sí?
- Pienso que ellos se merecen más que detenciones -dijo Umbridge, sonriendo más ampliamente.
Los ojos de la profesora McGonagall se abrieron.
- Pero desafortunadamente -dijo ella, intentando devolverle la sonrisa que la hacía parecer como si tuviera la mandíbula encajada–, eso es lo que yo pienso que cuenta, ya que están en mí casa, Dolores.
- Bien, ahora Minerva -contestó la profesora Umbridge-, pienso que te darás cuenta de que lo que yo piense también cuenta. ¿Dónde está? Cornelius lo acaba de mandar... quiero decir -ella dio una falsa risita mientras buscaba en su bolso-, el Ministro acaba de mandar... ah sí...
Sacó un pergamino que ella ahora estaba desplegando, aclarando su garganta antes de comenzar a leer.
- Hem, hem... “Decreto Educacional Número Veinticinco...
- ¡No otro más! -exclamó violentamente la rofesora McGonagall.
- Pues sí -dijo Umbridge aún sonriendo-. De hecho, Minerva, fuiste tú quien me hizo ver que nosotros necesitábamos otra enmienda… ¿Te acuerdas de cómo te hiciste caso omiso, cuando yo no estaba dispuesta a permitir que el equipo de Quidditch de Gryffindor se reformara? ¿Cómo tú llevaste el caso a Dumbledore, quien insistió en que el equipo debía poder jugar? Pues ahora, yo no podía permitir eso. Yo contacte al Ministro al instante, y él estuvo también de acuerdo conmigo que el Alto Inquisidor tiene el poder de despojar a los estudiantes de privilegios en ella, quiero decir, yo.. ¡Iba a tener menos autoridad que los maestros comunes! Y ahora puedes ver, verdad, Minerva ¿Cuán correcto estaba yo en intentar impedir que el equipo de Gryffindor a reformarse? Esos humores espantosos… Como quiera, yo estaba leyendo en voz alta nuestra enmienda… hem, hem… “El Alto inquisidor de ahora en adelante va a tener autoridad suprema sobre todos los castigos, sanciones y eliminación de privilegios perteneciente a los estudiantes de Hogwarts, y el poder de alterar tales castigos sanciones y eliminación de privilegios que hayan sido ordenado por otros miembros docentes. Firmada, Cornelius Fudge, Ministro de Magia, Orden de Merlín Primera Clase, etc., etc....”
Ella enrolló el pergamino y lo volvió a colocar en su cartera, aun sonriendo.
-Entonces… En realidad pienso que voy a tener que suspender a estos dos de jugar Quidditch para siempre -ella dijo, mirando a Harry y George volviendo la vista otra vez.
Harry  sentía como la Snitch revoloteaba locamente en su mano.
- ¿Expulsados? -dijo, y su voz parecía de una manera extrañamente distante.
- De jugar... ¿para siempre?
- Sí, Sr. Potter, pienso que una prohibición de por vida debería hacer efecto -dijo Umbridge, su sonrisa se ensanchaba todavía más y ella lo miró luchar para comprender lo que le había dicho-. Usted y el Sr. Weasley, y pienso, salvar, al gemelo de este joven de ser expulsado también... si sus compañeros de equipo no lo hubieran parado, presiento que él habría atacado al joven Sr. Malfoy también. Quiero sus escobas voladoras confiscadas, desde luego; las guardaré seguras en mi despacho, para asegurarme que no haya ninguna infracción a mi prohibición. Pero no soy irrazonable, profesora McGonagall -ella continuó, tornando a la profesora McGonagall quien ahora estaba de pie, como si hubiese sido tallada en hielo, mirándola fijamente-. El resto del equipo puede seguir jugando, no vi signos de violencia de ninguno de ellos. Bien… Buenas tardes -y con una mirada de gran satisfacción abandonó la habitación, dejando un silencio de horror a su paso.


***

- ¿Suspendidos? -dijo Angelina con la voz apagada, más tarde en la Sala Común-. Suspendidos. No buscador y no golpeadores... ¿Qué vamos a hacer?
Ni parecía que habían ganado el partido. Donde quiera que Harry viera había caras desconsoladas y enojadas; todo el equipo estaba sentado cerca del fuego, menos Ron, que no había sido visto desde el final del partido.
- Es tan injusto -dijo Alicia-, quiero decir, ¿qué con lo de Crabble y la Bludger que te aporreo después de que había sonado el silbato? ¿También tiene prohibición?
- No -dijo Ginny miserablemente; ella y Hermione estaban sentadas a ambos lados de Harry-. Solo le pusieron líneas, escuché a Montague burlándose de eso en la cena.
- ¡Y prohibir a Fred cuando él no hizo nada! -dijo Alicia furiosa, golpeándose la rodilla con su puño.
- No es mi culpa, yo no lo hice -dijo Fred, con una mirada muy fea en su cara-. Yo hubiera golpeado a esa pequeña escoria hasta hacerlo papilla si ustedes tres no me hubieran detenido.
Harry vio miserablemente hacia la oscura ventana. La nieve estaba cayendo. La Snitch que había atrapado ahora estaba volando alrededor de la Sala Común; personas estaban viéndola como hipnotizados y Crookshanks saltaba de silla en silla, tratando de atraparla.
- Me voy a la cama -dijo Angelina poniéndose lentamente de pie-. Tal vez esto sea solo una pesadilla... tal vez me despierte mañana y encontrarme con que todavía no hemos jugado...
Pronto la siguieron Alicia y Katie. Fred y George se fueron a la cama tiempo después, lanzándole miradas fulminantes a todos los que pasaban, Ginny también se fue después de ellos. Al final, solo quedaron Harry y Hermione al lado del fuego.
- ¿Has visto a Ron? -preguntó Hermione en voz baja.
Harry negó con la cabeza.
- Creo que nos esta evitando -dijo Hermione- ¿Dónde crees que él...?
Pero en ese preciso momento, hubo un crujido detrás de ellos mientras la Dama Gorda se movía hacia el frente y Ron entró por el agujero del retrato. Estaba muy pálido y tenía nieve en el cabello. Cuando vio a Harry y a Hermione, se detuvo en seco.
- ¿Dónde has estado? -dijo Hermione preocupadamente, poniéndose de pie.
- Caminando -dijo Ron entre dientes. Aun llevaba puesto el uniforme de Quidditch.
- Te ves congelado -dijo Hermione-. ¡Ven a sentarte!
Ron caminó hacia un lado del fuego y se sentó en la silla más alejada de la de Harry, sin verlo. La Snitch robada estaba zumbando sobre sus cabezas.
- Lo siento -murmuró Ron, con la vista en sus pies.
- ¿Por qué? -preguntó Harry.
- Por pensar que podía jugar Quidditch -dijo Ron-. Lo primero que voy a hacer mañana será renunciar.
- Si tú renuncias -dijo Harry-, solo quedarán en el equipo tres personas -como Ron parecía confundido, le dijo: - Me han dado suspensión de por vida, también a Fred y a George.
- ¿Qué? -gritó Ron.
Hemione le contó toda la historia; Harry no hubiera soportado volverla a contar. Cuando ella hubo acabado, Ron se veía más angustiado que antes.
- Todo es culpa mía...
- Tú no me hiciste golpear a Malfoy -dijo Harry enojado.
- Si no fuera tan malo al Quidditch...
- No tiene nada que ver con eso.
- Fue esa canción la que me volvía loco...
- Habría puesto a cualquiera loco.
Hermione se levantó y caminó hacia la ventana, lejos de la discusión, viendo la nieve arremolinarse contra el cristal.
- ¡Ya, déjalo! -Harry exploto-. ¡Ya es malo sin que tú te estés culpando por todo!
Ron no dijo nada, pero se sentó mirando miserablemente su túnica húmeda. Después de un rato dijo con voz apagada:
- Esto es lo peor que he sentido en mi vida.
- Únete al grupo -dijo Harry amargamente.
- Bien -dijo Hermione con su voz temblando ligeramente-. Creo que hay algo que puede alegrarlos a los dos.
- ¿Oh, sí? -dijo Harry escépticamente.
- Sí -dijo Hermione, alejándose de la negra ventana llena de nieve y una sonrisa apareció en su cara-. Hagrid ha vuelto.

 

 

CAPÍTULO XX

LA HISTORIA DE HAGRID

Harry corrió a toda velocidad a los dormitorios de los muchachos para sacar la Capa de Invisibilidad y el Mapa del Merodeador de su baúl; él fue tan rápido que él y Ron estaban listos para salir al menos cinco minutosantes de que Hermione bajase a toda prisa del dormitorio de las muchachas, llevando bufanda, guantes y uno de sus propios sombreros con bultos de elfo.
- Bien, ¡hace frío allí fuera! -dijo ella defensivamente, cuando Ron chasqueó su lengua con impaciencia.
Ellos se arrastraron a través del agujero del retrato y se cubrieron apresuradamente con la Capa. Ron había crecido tanto que ahora necesitaba agacharse para prevenir que se viesen sus pies. Entonces, moviéndose despacio y cautamente, ellos procedieron a bajar las muchas escaleras, mientras hacían pausas a intervalos para inspeccionar en el mapa las señales de Filch o la Sra. Norris. Ellos tuvieron suerte; no vieron a nadie, pero Nick Casi Decapitado se estaba deslizando distraídamente zumbando algo que se parecía horriblemente a Weasley es nuestro Rey. Se arrastraron por el Vestíbulo de la Entrada y salieron a las tierras silenciosas, nevadas. Con un gran salto de su corazón, Harry vio pequeños cuadrados de luz delante y humo enrollándose en la chimenea de Hagrid. Él partió con una marcha rápida, los otros dos empujándose y golpeándose detrás de él. Ellos hacían crujidos agitadamente a través de la espesa nieve hasta que por fin alcanzaron la puerta delantera de madera. Cuando Harry levantó su puño y golpeó tres veces, un perro empezó a ladrar frenéticamente dentro.
- ¡Hagrid, somos nosotros! -llamó Harry a través del ojo de la cerradura.
- ¡Debería suponerlo! -dijo una voz ruda. Ellos se sonrieron bajo la Capa; ellos podrían decir por la voz de Hagrid que él estaba contento-. Estaréis en casa dentro de tres segundos... fuera del camino, Fang... fuera del camino, eh perro dormilón... -el cerrojo se arrastró, la puerta crujió abriéndose y la cabeza de Hagrid apareció en el hueco. Hermione gritó-. La barba de Merlin, ¡contrólate! -dijo Hagrid apresuradamente, mientras miraba fijamente por encima de sus cabezas-. ¿Estáis bajo esa Capa, eh? Bien, ¡entrad, entrad!
- ¡Lo siento! -dijo Hermione con la voz entrecortada, cuando los tres entraron en la casa de Hagrid y se sacaron la capa para que pudiera verlos-. Yo sólo, ¡oh, Hagrid!
- ¡No es nada, no es nada! -dijo Hagrid apresuradamente, mientras cerraba la puerta detrás de ellos y se apresuraba a correr todas las cortinas, pero Hermione continuó mirándole fijamente con horror. El pelo de Hagrid estaba enmarañado con sangre congelada y su ojo izquierdo se había reducido a una abertura hinchada en medio de una masa púrpura y un cardenal negro. Había muchos cortes en su cara y manos, algunos de ellos todavía sangraban, y él se estaba moviendo cautelosamente lo que hizo sospechar a Harry en alguna costilla rota. Era obvio que acababa de llegar a casa: una capa de viaje negra espesa puesta encima de la parte de atrás de una silla y una mochila suficientemente grande para llevar a varios niños pequeños se apoyaba contra la pared dentro de la puerta. El propio Hagrid, de dos veces del tamaño de un hombre normal, estaba cojeando ahora encima del fuego y poniendo una olla cobriza encima de él.
- ¿Qué fue lo que te pasó? -exigió Harry, mientras Fang bailaba alrededor de todos ellos, intentando lamerles sus caras.
- Ya lo he dicho, nada -dijo Hagrid firmemente-. ¿Queréis una taza?
- Suelta eso -dijo Ron-, ¡fíjate en tu estado!
- Te lo estoy diciendo, yo estoy bien -dijo Hagrid, mientras se enderezaba y se volvía para sonreírles a todos, pero haciendo una mueca de dolor-. Caramba, es bueno veros ¡eh! a los tres de nuevo... ¿Habéis tenido un buen verano, eh?
- Hagrid, ¡tú has sido atacado! -dijo Ron.
- Por última vez, ¡no es nada! -dijo Hagrid firmemente.
- ¿Tú dirías que no era nada si uno de nosotros volviera con una libra de carne picada en lugar de la cara? -exigió Ron.
- Tú debes ir y ver a la Señora Pomfrey, Hagrid -dijo Hermione ansiosamente-, algunos de esos cortes parecen sucios.
- Yo me estoy ocupando de ello, ¿de acuerdo? -dijo Hagrid represivamente. Él caminó hacia la enorme mesa de madera que se encontraba en el medio de su cabaña y tiró bruscamente un paño que estaba allí. Debajo había un bistec crudo, ensangrentado, y teñido de verde, ligeramente más grande que medio neumático de automóvil.
- Tu no te lo vas a comer, ¿verdad Hagrid? -dijo Ron, mientras se apoyaba para una mirada más cercana-. Parece venenoso.
- Es como si fuera venenoso, es carne de dragón -dijo Hagrid-. Y no me lo voy a comer -él recogió el bistec y lo palmoteó encima del lado izquierdo de su cara. Sangre verdosa goteó hacia abajo de su barba cuando él dio un gemido suave de satisfacción-. Así está mejor. Ayuda con los escozores, ¿sabéis?
- Así que, ¿vas a decirnos lo que ha pasado? -preguntó Harry.
- No puedo, Harry. Es alto secreto. Es lo peor de la mayoría de mis trabajos, no poder hablar de ellos.
- ¿Te pegaron los gigantes?, Hagrid -reguntó Hermione calladamente. Los dedos de Hagrid se resbalaron del bistec del dragón y este resbaló desparramándose por su pecho.
- ¿Gigantes? -dijo Hagrid, mientras cogía el bistec antes de que alcanzara su cinturón y volviendo a palmotearlo encima de su cara-, ¿quién ha dicho nada sobre gigantes? ¿Quién ha hablado de ellos? ¿Quién ha contado que yo? ¿Quién ha dicho que yo... Eh?
- Nosotros lo supusimos -dijo Hermione disculpándose.
- Oh, sí lo hicisteis, ¿verdad? -dijo Hagrid, mientras la inspeccionaba severamente con el ojo que no estaba oculto por el bistec.
- Era bastante... obvio -dijo Ron. Harry asintió. Hagrid les miró ferozmente, entonces resopló, tiró el bistec atrás adelante a la mesa y anduvo encima de la olla que ahora estaba silbando.
- Nadie conoce a niños como vosotros tres a los que le guste saber más -él murmuró mientras salpicaba el agua hirviente en tres de sus tazas con forma de cubo-. Y no es ningún cumplido, ninguno. Entrometidos, les llaman algunos. Entrometidos -pero su barba se movió nerviosamente.
- ¿Así que fuiste a buscar a los gigantes? -dijo Harry, mientras sonreía abiertamente cuando él se sentó a la mesa. Hagrid puso el té delante de cada uno de ellos, se sentó, recogió su bistec de nuevo y lo volvió a palmotear encima de su cara.
- Sí, de acuerdo –gruñó-, lo hice.
- ¿Y los encontraste? -dijo Hermione en una voz callada.
- Bien, ellos no son difíciles de encontrar, para ser honrado -dijo Hagrid-. Bastante grandes, vamos.
- ¿Dónde están? -dijo Ron.
- En las montañas -dijo el desganadamente Hagrid.
- ¿Y por qué los Muggles no?
- Ellos lo hacen -dijo Hagrid oscuramente-. Sólo que sus muertes están siempre ocultas en los accidentes de montaña, ¿verdad? -él ajustó el bistec un poco para que cubriera el cardenal que estaba peor.
- ¡Vamos, Hagrid, dinos lo que has estado haciendo! -dijo Ron-. Cuéntanos sobre el ataque de los gigantes y Harry puede contarte sobre el ataque de los Dementores.
Hagrid se atragantó con su taza y dejó caer su bistec al mismo tiempo; una gran cantidad de saliva, té y sangre del dragón rociaron encima de la mesa cuando Hagrid tosió y farfulló y el bistec resbaló, con un suave "plaf", hasta el suelo.
- ¿Qué significa, atacado por los Dementores? -gruñó Hagrid.
- ¿No lo sabías? -le preguntó Hermione, con los ojos desorbitados.
- Yo no sé nada de lo que ha pasado desde que me fui. ¡Yo estaba en una misión confidencial, ¡y no suelo querer tener a lechuzas siguiéndome por todas partes! ¡Condenados Dementores! ¿No es serio?
- Sí es cierto, ellos aparecieron en Little Whinging y nos atacaron a mi primo y a mí, y entonces el Ministerio de Magia me expulsó...
- ¿QUÉ?
-... y tuve que ir a una audiencia y todo, pero cuéntanos primero sobre los gigantes.
- ¡Fuiste expulsado!
- Dinos sobre tu verano y yo te contaré sobre el mío.
Hagrid le miró con furia a través de su ojo abierto. Harry se volvió para mirarlo con una inocente expresión de determinación en su cara.
- Oh, de acuerdo -dijo Hagrid con voz resignada. Él se dobló y arrastró el bistec de dragón fuera de la boca de Fang.
- Oh, Hagrid, eso no es higiénico -Hermione empesó, pero Hagrid ya se había metido el trozo de carne negro dentro de su boca. Él tomó otro fortificante sorbo de té, luego él dijo: - Bueno nosotros partimos inmediatamente después del termino del año.
- ¿Madame Maxime fue contigo entonces? -preguntó Hermione.
- Sí, eso es cierto -dijo Hagrid y una expresión más suave apareció en unos pocos centimetros de su cara, que no estaban cubiertos por el bistec-. Sí, fuimos solamete nosotros. Y les diré esto, ella no tiene miedo de parecer ruda. Ustedes saben que ella es una fina dama bien vestida y sabiendo adónde iba me preguntaba qué diría sobre esto de escalar o de dormir en cuevas, pero ella nunca se lamentó.
- ¿Tú sabías a dónde ibas? -repitió Harry-. ¿Tú sabías dónde estaban los gigantes?
- Bien, Dumbledore sabía, y él nos lo dijo -dijo Hagrid.
- ¿Ellos están ocultos? -Ron preguntó-. ¿Es un secreto dónde ellos están?
- No realmente -dijo Hagrid, mientras agitaba su cabeza lanuda-. Es sólo que la mayoría de los magos no se preocupan en dónde están ellos, están lejos de los buenos caminos. Pero conseguirlos es difícil para los humanos, sin embargo, por lo que nosotros necesitamos las instrucciones de Dumbledore. Nos tomó cerca de un mes llegar allí.
- ¿Un mes? -dijo Ron, como si él nunca hubiera oído hablar de una jornada que durara tan larga-. Pero ¿por qué no pudiste utilizar simplemente un traslador o algo parecido?
Había una expresión impar en el ojo bueno de Hagrid que miraba a Ron; casi estaba teniendo lástima.
- Nosotros estábamos vigilados, Ron -dijo ásperamente.
- ¿Qué es lo que tratas de decir?
- No entiendes -dijo Hagrid-. El del Ministerio mantiene un ojo en Dumbledore y en cualquiera que ellos sepan que están en la liga con él, y...
- Nosotros sabemos sobre eso -dijo Harry rápidamente, perspicaz para oír el resto de la historia de Hagrid-, nosotros sabemos que el Ministerio vigila a Dumbledore.
- ¿Entonces no pudieron usar magia para llegar allí? -preguntó Ron, pareciendo atónito-. ¿Tuvieron que actuar como Muggles todo el viaje?
- Bien, no exactamente todo el viaje -dijo Hagrid cauteloso-. Nosotros sólo teníamos que tener cuidado, razón por la que Olympe y yo tardamos tanto -Ron hizo un ruido ahogado entre un resoplido y un sorbido y tomó un trago apresurado de té-. Por lo que no fue difícil seguir. Nosotros pretendíamos pasar las vacaciones juntos, por lo que fuimos a Francia y nos dirigimos hacia donde estaba la escuela de Olympe, razón por la que supimos que éramos seguidos de cerca por alguien del Ministerio. Tuvimos que ir lentamente, porque yo realmente no estoy autorizado para el uso de la magia y supimos que el Ministerio estaba buscando una razón para ir tras nosotros. Pero nos arreglamos para darle al que nos pisaba los talones una vuelta por Dee-John.
- ¿Ooooh, Dijon? -dijo Hermione agitadamente-. Yo he estado allí en vacaciones, ¿lo viste?
Se quedó callada por la mirada de la cara de Ron.
- Nos arriesgamos con un poco de magia después de eso y no fue un mal viaje. Pasamos entre un par de gnomos enfadados en la frontera polaca y yo tuve un leve desacuerdo con un vampiro en una taberna en Minsk, pero aparte de eso fue bastante tranquilo. Y entonces llegamos al lugar, y empezamos a viajar a través de las montañas, buscando señales de ellos... Teníamos que dejar de utilizar la magia una vez que estuviesemos cerca de ellos. En parte porque no les gustan los magos y nosotros no queríamos descubrirnos demasiado pronto, y en parte porque Dumbledore nos había advertido que Quien-vosotros-sabéis estaba obligado a ir detrás de los gigantes y todo. Dijo que no era raro que él ya les hubiese mandado un mensajero. Nos dijo que tuviesemos mucho cuidado con llamar la atención cuando estuviesemos más cerca por si había Mortífagos alrededor -Hagrid hizo una pausa para tomar un largo trago de té.
- ¡Sigue! -dijo Harry urgentemente.
- Los encontramos -dijo Hagrid escuetamente-. Íbamos por la cresta de una montaña una noche y allí estaban, extendidos debajo de nosotros. Pequeños fuegos ardiendo debajo y sombras gigantes... era como mirar trozos de la montaña moviéndose.
- ¿Cuánto miden? -preguntó Ron en una voz callada.
- Unos veinte -dijo Hagrid de manera despreocupada-. Algunos de los más grandes quizás veinticinco.
- Y ¿cuántos había? -preguntó Harry.
- Yo conté unos setenta u ochenta -dijo Hagrid.
- ¿Eso es todo? -dijo Hermione.
- Sí -dijo Hagrid tristemente-, quedaban ochenta, y hubo montones una vez, debía haber un centenar de tribus diferentes por todo el mundo. Pero ellos han estado disminuyendo durante eras. Los magos mataron a unos, claro, pero principalmente ellos se mataron entre ellos, y ahora ellos están agonizando más rápido que nunca. Ellos no están hechos para vivir agrupados de esa manera. Dumbledore dijo que es culpa nuestra, fueron los magos los que les obligaron a ir y a hacer su vida bien lejos de nosotros y ellos no tenían elección excepto pelear todos juntos para su protección.
- Así que -dijo Harry-, tú los viste y entonces ¿qué?
- Bien, nosotros esperamos hasta la mañana, no queríamos salir furtivamente entre ellos en la oscuridad, por nuestra propia seguridad -dijo Hagrid-. Aproximadamente a las tres de la mañana ellos se durmieron donde estaban sentados. Nosotros no nos atrevimos a dormir. En primer lugar, nosotros queríamos estar seguros de que ninguno se despertaba y apareciese dónde estábamos, y por otro, los ronquidos eran increíbles. Causaron un alud por la mañana temprano. Sin embargo, una vez que amaneció nosotros bajamos para verlos.
- ¿Simplemente así? -dijo Ron, mientras pareciendo pasmado-. ¿Vosotros simplemente caminasteis derechos a un campamento de gigantes?
- Bien, Dumbledore nos había dicho cómo hacerlo -dijo Hagrid-. Dadle los regalos al Gurg, mostrar algún respeto, ya sabéis.
- ¿Darle regalos al qué? -preguntó Harry.
- Oh, el Gurg... significa el jefe.
- ¿Cómo pudisteis saber quién era el Gurg? -preguntó Ron. Hagrid gruñó divertido.
- Ningún problema –dijo-. Era el más grande, el más feo y el más perezoso. Sentado allí esperando a que los otros le trajeran la comida. Cabras muertas y cosas así. Se llamaba Karkus. Yo le calculo unos veintidós, veintitrés pies y el peso de un par de elefantes machos. Piel como el pellejo de un rinoceronte y todo.
- ¡¿Y tú simplemente fuiste hacia él?! -dijo Hermione sofocada.
- Bueno... abajo para él, dónde él estaba en el valle. Ellos estaban en pendiente entre cuatro montañas bastante altas, ¿entendéis?, al lado de un lago montañés, y Karkus estaba tumbado por el lago rugiendo a los otros para que les alimentasen a él y a su esposa. Olympe y yo bajamos por la ladera de la montaña.
- Pero ellos ¿no intentaron mataros cuándo os vieron? -preguntó incrédulamente Ron.
- Estaba definitivamente en algunas de sus mentes -dijo Hagrid, mientras se encogía de hombros-, pero hicimos lo que Dumbledore nos dijo que hiciésemos que era sostener nuestros regalos en alto y fijar nuestros ojos en el Gurg e ignorar a los otros. Y eso fue lo que hicimos. Y el resto de ellos se callaron y nos miraron mientras pasábamos derechos a Karkus y nos inclinamos y depositamos nuestros regalos delante de él.
- ¿Qué le dieron al gigante? -preguntó Ron fuertemente-, ¿Comida?
- No. Él puede tener comida fácilmente por sí mismo -dijo Hagrid-. Nosotros tomamos su magia, a los gigantes les gusta la magia, solo que no les gusta usarla en contra de ellos mismos. De todas formas el primer día les dimos un ramo de fuego Gubraithian -Hermione dijo “¡Wow!”, en forma casi inaudible, pero Harry y Ron ambos se miraron en forma desconcertada.
- ¿Un ramo de...?
- Fuego que nunca se acaba -dijo Hermione iritada-. ¡Ustedes deberían saberlo ahora, el profesor Flitwick ya lo ha mencionado dos veces en su clase!
- Bueno de todas formas -dijo Hagrid rápidamente, interviniendo antes que Ron pudiera contestarle-. Dumbledore había hechizado una rama para que ardiera eternamente, lo que es algo que cualquier mago puede hacer, y así lo puse a los pies de Karkus en la nieve y dije: "Un regalo para el jefe de los gigantes de parte de Albus Dumbledore, quien les envía sus respetuosos saludos".
- ¿Y qué fue lo que dijo Karkus? -preguntó Harry vigorosamente.
- Nada -dijo Hagrid-. Ellos no hablaban castellano.
- ¡Estás bromeando!
- Eso no importaba -dijo Hagrid-. Dumbledore nos había advertido que eso podría pasar. Karkus sabía lo suficiente como para gritarle a algunos de los suyos que sí sabían y que nos sirvieran de traductores.
- ¿Y le gustó el regalo? -preguntó Ron.
- Oh sí, se desató una tormenta cuando ellos entendieron de qué se trataba -dijo Hagrid, volviendo la parte fría del bistec hacia su ojo hinchado-. Muy complacidos. Así que luego dije: "Albus Dumbledore le pregunta a su jefe que hable con su mensajero, cuando él vuelva mañana con otro regalo".
- ¿Por qué no hablaron con él ese mismo día? -preguntó Hermione.
- Dumbledore quería que fueramos de forma calmada -dijo Hagrid-. Qué ellos vieran que manteníamos nuestras promesas. Que volveríamos mañana con otro regalo, y volvíamos al día siguiente con otro regalo, eso da una buena impresión, ¿ven?. Y les daba tiempo para probar nuestro primer regalo y que así vieran que era bueno, y así ellos nos aceptaran mejor, en cualquier caso a los gigantes les gustaba Karkus. Y darle mucha información significaba que nos matarían sólo para simplificar las cosas. Así que nos volvimos por el camino y encontramos una linda cueva y pasamos ahí la noche. A la mañana siguiente nosotros volvimos, pero esta vez nosotros encontramos a Karkus sentado, esperándonos y luciendo todo complacido.
- ¿Y vosotros hablasteis con él?
- Oh sí. Primero nosotros le presentamos un buen casco de batalla, hecho por los duendes e indestructible, tú sabes y entonces nos sentábamos y hablamos.
- ¿Qué dijo él?
- No mucho -dijo Hagrid-. Escuchó principalmente. Pero había buenas señales. Él había oído hablar de Dumbledore, oyó que él se había opuesto a la matanza de los últimos gigantes en Gran Bretaña. Karkus parecía estar realmente interesado en lo que Dumbledore tenía que decir y algunos de los otros, especialmente los que entendían inglés, se reunían alrededor y también escuchaban. Nosotros estábamos esperanzados cuando nos fuimos ese día. Prometimos regresar a la mañana siguiente con otro regalo. Pero esa noche todo salió mal.
- ¿Qué quieres decir? -dijo Ron rápidamente.
- Bien, como dije, ellos no están destinados para vivir juntos, gigantes -dijo Hagrid tristemente-. No en grupos grandes como ese. Ellos no pueden ayudarse a ellos mismos, ellos medio se matan cada pocas semanas. Los hombres luchan entre ellos y las mujeres luchan entre ellas; el resto de las viejas tribus luchan unas con otras, y esto sin incluir las luchas por la comida los mejores fuegos y los lugares para dormir. Tu pensarías, viendo como toda su raza está próxima a extinguirse, ellos se dejarían en paz unos a otros, pero... -Hagrid suspiró profundamente-. Aquella noche estalló una lucha, la vimos desde la entrada de nuestra caverna, mirando hacia el valle abajo. Esperamos durante horas, sí, no podíamos dar crédito al ruido. Y cuando el sol salió la nieve estaba escarlata, y su cabeza estaba tendida en el fondo del lago.
- ¿La cabeza de quién? -jadeó Hermione.
- De Karkus -dijo Hagrid pesadamente-. Había un nuevo Gurg, Golgomath -respiró profundamente-. Bien, no teníamos trato para el nuevo Gurg. Dos días antes habíamos tenido contactos amistosos con el primero, y teníamos una buena sensación. Golgomath no parecía muy entusiasmado en escucharnos, pero teníamos que intentarlo.
- ¿Fuisteis a hablar con él? -preguntó Ron incrédulamente-. ¿Después de haberle visto cortar la cabeza a otro gigante?
- Por supuesto que lo hicimos -dijo Hagrid-, no habíamos hecho todo ese camino para abandonar después de dos días. Bajamos con el siguiente regalo para dárselo a Karkus. Yo sabía que aquello no marchaba antes de que hubiese abierto mi boca. Él estaba sentado allí vistiendo el casco Karkus, desgastado, mirando con una sonrisa maligna como nos acercábamos. Él era abultado, uno de los más grandes allí. El pelo negro y dientes a juego y un collar de huesos. Huesos que parecían humanos, algunos de ellos. Bien, yo le dí un regalo, le ofrecí un gran rollo de piel del dragón y dije: "Un regalo para el Gurg de los gigantes". La próxima cosa que yo supe, era que yo estaba colgado en el aire boca a bajo por los pies, dos de sus compañeros me habían agarrado.
Hermione tapó su boca con sus manos.
- ¿Cómo hiciste para salir de eso? -preguntó Harry.
- No lo habría hecho si Olympe no hubiera estado allí -dijo Hagrid-. Ella arrancó su varita e hizo uno de los hechizos más rápidos que yo he visto jamás. Condenadamente maravilloso. Golpeó a los dos que me sostenían directamente en los ojos con la Maldición Conjunctivitus y ellos me dejaron caer enseguida pero nosotros estábamos otra vez en problemas, porque nosotros habíamos usado la magia contra ellos y eso es lo que los gigantes odian de los magos. Teníamos un buen trecho y sabíamos que no había ninguna manera de que nosotros fuésemos capaces de marchar a través del campamento de nuevo.
- Caramba, Hagrid -dijo Ron calladamente.
- Así que, ¿cómo es posible que te tardaras tanto tiempo en regresar a casa sí sólo estiviste ahí por 3 días? -preguntó Hermione.
- ¡Nosotros no nos fuimos después de 3 días! -dijo Hagrid, luciendo indignado-. ¡¡¡Dumbledore estaba confiando en nosotros!!!
- ¡Pero acabas de decir que no había forma de que pudieras regresar!
- No a la luz del día, no podíamos, no. Sólo teníamos que reconsiderarlo un poco. Esperar un par de días situados en la parte baja de la cueva y observando. Y lo que vimos no era bueno.
- ¿Él arrancó más cabezas? -preguntó Hermione, sonando asqueada.
- No -dijo Hagrid-, desearía que lo hubiera hecho.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que pronto descubrimos que él no optaba por todos los magos, sólo nosotros.
- ¿Mortífagos? -dijo Harry rápidamente.
- Sí -dijo Hagrid sombríamente-, un par de ellos los estaban visitando todos los días, trayendo regalos al Gurg y él no los estaba sacudiendo boca abajo, vamos.
- ¿Cómo sabías que eran Mortífagos? -dijo Ron.
- Porque reconocí a uno de ellos -Hagrid gruñó-. Macnair, ¿lo recuerdan? ¿Al que mandó a matar a Buckbeak?, él es un maníaco. Le gusta matar tanto como a Golgomath; no hay duda de porqué se llevan tan bien.
- ¿Así que Macnair persuadió a los gigantes a unirse con Quién-Tú-Sabes?-dijo Hermione desesperada.
- ¡Agárrense a sus hipogrifos, todavía no he terminado mi relato! -dijo Hagrid indignado, quién, considerando que no quería decirles nada en primer lugar, ahora parecía estarlo disfrutando-. Olympe y yo lo hablamos y acordamos, sólo porque el Gurg parecía estar a favor de Quién-Tú-Sabes, no significaba que todos los demás lo estaban. Nosotros teníamos que tratar de persuadir a algunos de los otros, lo que todavía no querían a Golgomath de Gurg.
- ¿Cómo podías saber cuáles eran? -preguntó Ron.
- Bueno, ellos eran los únicos siendo golpeados en la médula, ¿no? -dijo Hagrid pacientemente-. Los que sin ningún sentido se mantenían fuera del camino de Golgomath, ocultándose en cuevas por los barrancos así como nosotros lo estábamos haciendo. Así que decidimos que nos íbamos a meter por las cuevas en la noche y ver si podíamos persuadir a algunos.
- ¿Tú fuiste metiéndote por cuevas oscuras buscando gigantes? -dijo Ron, con admiración y respeto en su voz.
- Bueno, no eran los gigantes los que más nos preocupaban -dijo Hagrid-. Estabamos más preocupados por los Mortífagos. Dumbledore nos dijo antes que no fueramos a cruzarnos con ellos si lo podíamos evitar y el problema fue que ellos sabían que nosotros estabamos por ahí, Golgomath les dijo sobre nosotros. En la noche, cuando los gigantes estaban durmiendo, Macnair y el otro estaban andando a hurtallidas por las montañas buscándonos. Era díficil para Olympe saltar sobre ellos -dijo Hagrid, las orillas de su boca levantaron su barba salvaje-. Ella los quería atacar... ella es algo especial cuando está despierta, Olympe... fiera, sí lo sé... es algo que ver con lo francés en ella... -Hagrid se quedó mirando con ojos vagos dentro del fuego. Harry le dio 30 segundos para recordar el pasado antes de aclarar su garganta fuertemente...
- ¿Y qué pasó? ¿Te acercaste a alguno de los otros gigantes? ¿Qué?
- Oh oh... sí, lo hicimos. La tercera noche luego que Karkus fue asesinado nos salimos de la cueva donde nos habíamos estado escondiendo y caminamos hacia un barranco manteniendo nuestros ojos atentos de los Mortífagos. Fuimos dentro de algunas cuevas y en la sexta encontramos 3 gigantes escondiéndose.
- La cueva debió de estar apretada -dijo Ron.
- No era una habitación, para columpiar un Kneazle -dijo Hagrid.
- ¿No te atacaron cuando te vieron? -preguntó Hermione.
- Probablemente lo hubieran hecho, si estuvieran en condiciones, pero estaban gravemente lastimados, los 3; los ayudantes de Golgomath los dejaron inconscientes; se levantaron y arrastraron hacia el lugar más cercano que pudieron encontrar. De todas formas, uno de ellos sabía un poco de inglés y tradujo por los otros, y lo que dijimos, parecía no ir nada mal. Entonces, nos mantuvimos de regresar, visitando a los heridos... yo creo que tuvimos cerca de 6 ó 7 de ellos convencidos hasta cierto punto.
- ¿6 ó 7? -exclamó Ron entusiasmado-, eso no está nada mal, ¿van a venir aquí y luchar contra Ya-Sabes-Quién con nosotros?
Pero Hermione dijo:
- ¿Qué quieres decir con "hasta cierto punto", ¿Hagrid? -Hagrid la miró triztemente.
- La gente de Golgomath asaltaron las cuevas. Los únicos que sobrevivieron no quieren hacer nada con nosotros después de eso.
- Entonces... entonces, ¿no hay ningún gigante que venga? -dijo Ron decepcionado.
- No -dijo Hagrid, con una cara triste, a la vez que colocaba la carne de dragón y aplicaba la parte más fría en su cara-, pero hicimos lo que fuimos a hacer, les dimos el mensaje de Dumbledore y algunos de ellos lo escucharon, y espero que lo recuerden, tal vez, ellos no quieren quedarse cuando Gologomath se vaya de las montañas y hay una esperanza de que recuerden la amistad de Dumbledore hacia ellos... podría ser que viniesen.
La nieve se estaba metiendo por la ventana. Harry se dio cuenta que sus rodillas se estaban empapando: Fang estaba babeando con su cabeza en el regazo de Harry.
- ¿Hagrid? -dijo Hermione después de un rato-. Mmm... tú... había alguna señal de... escuchaste algo sobre tú... tú... ¿cuando estabas allí? -los oscuros ojos de Hagrid se posaron en ella y Hermione pareció algo asustada-. Lo siento... yo... lo olvidé -dijo Hermione.
- Muerta -gruñó Hagrid-. Murió hace 10 años, me dijeron.
- Oh... yo lo... realmente lo siento -contestó Hermione con una voz muy baja. Hagrid encogió sus enormes hombros.
- No importa -dijo cortamente-. No la puedo recordar mucho. No era una madre grandiosa.
Hubo un silencio de nuevo. Hermione miró nerviosamente a Harry y a Ron, esperando que dijeran algo.
- Pero sigues sin explicar cómo llegaste a este estado, Hagrid -exclamó Ron, observando hacia la cara ensangrentada de Hagrid.
- O ¿por qué estás tan tarde de regreso? -dijo Harry-. Sirius dijo que Madame Maxime regresó hace años.
- ¿Quién te atacó? -dijo Ron.
- ¡No he sido atacado! -dijo Hagrid enfáticamente, pero el resto de sus palabras fueron ahogadas por un repentino golpe de la puerta. Hermione dio un grito ahogado; su taza se resbaló de sus dedos y cayó en el suelo; Fang gruñó. Los 4 se asomaron en la ventana al lado de la puerta. La sombra de alguien pequeño y agachada, a través de la delgada cortina.
- ¡Es ella! -susurró Ron.
- ¡Métanse! -dijo Harry rápidamente; señalando la capa de invisibilidad, se la colocó sobre sí mismo y Hermione, mientras Ron rodeaba la mesa y se dividía sobre la capa como pudo. Todos juntos, se fueron hacia una esquina. Fang estaba ladrando hacia la puerta. Hagrid parecía confundido.
- ¡Hagrid, esconde nuestras tazas!
Hagrid agarró las tazas de Harry y Ron y las empujó dentro de la bolsa de Fang. Fang estaba ahora saltando hacia la puerta; Hagrid lo empujó fuera del camino con su pie y jaló la puerta. La profesora Umbridge estaba parada en la puerta, usando su túnica verde y un sombrero con orejeras, haciendo juego con su túnica. Labios fruncidos, ella se inclinó hacia atrás, para poder ver la cara de Hagrid; ella, difícilmente podía alcanzar su ombligo.
- Entonces -dijo lenta y ruidosamente como tratando de hablar a alguien sordo-. ¿Tú debes ser Hagrid, no? -sin esperar una respuesta, entró a la habitación, sus ojos sobresalidos, giraban en todas direcciones-. ¡Apártate! -ella golpeó, sacudiendo su bolsa en Fang, quien había saltado sobre ella, intentando lamer su cara.
- Er, yo no quisiera ser grosero con usted -dijo Hagrid, observándola-, ¿pero quién rayos es usted?
- Mi nombre es Dolores Umbridge.
Sus ojos estaban barriendo la habitanción. Dos veces, se quedó viendo fíjamente a la esquina, donde Harry estaba, aplastado con Ron y Hermione.
- ¿Dolores Umbridge? -dijo Hagrid-, me suena confuso. Yo pensé que usted era uno de los del Ministerio, ¿no trabaja para Fudge?
- Yo era la Secretaria Mayor del señor Ministro, sí -dijo Umbridge, ahora pasando alrededor del cuarto, tomando cada pequeño detalle desde la mochila en la pared, hasta la abandonada capa de viaje-. Ahora soy la maestra de Defensa Contra las Artes Oscuras.
- Eso es valiente, ¿no? -dijo Hagrid-, no hay muchos que quieran ese puesto.
- Y el gran Inquisidor de Hogwarts -dijo Umbridge, dando señal de no haberlo escuchado.
- ¿Eso qué es? -preguntó Hagrid, desconcertado.
- Precisamente le iba a preguntar -dijo Umbridge, señalando los pedazos rotos de porcelana china, regados en el piso que habían sido la taza de Hermione.
- Oh -dijo Hagrid, con una mirada hacia la esquina en la que estaban Harry, Ron y Hermione escondiéndose todavía-, oh, fue... fue Fang. Rompió una taza. Por eso tuve que utilizar esta en cambio -Hagrid apuntó a la taza en la cual había estado bebiendo, con una mano seguía presionando la carne de Dragón contra su ojo. Umbridge estaba mirándolo ahora, tomando cada detalle de su aperiencia, en lugar de la habitación.
- Escuché voces -dijo cuidadosamente.
- Estaba hablando con Fang -dijo Hagrid repentinamente.
- ¿Y qué es exactamente lo que le estaba diciendo?
- Bueno... es una manera de hablar -dijo Hagrid incómodamente-, a veces digo que Fang es casi un humano.
- Hay tres pares de huellas en la nieve, dejando el Castillo hacia esta cabaña -dijo Umbridge. Hermione escapó un grito; Harry le tapó la boca con su mano, afortunadamente, Fang estaba estornudando fuertemente, alrededor de Umbridge y ella no pareció haberlo escuchado.
- Bueno, a lo mejor eran de regreso -dijo Hagrid, moviendo su enorme mano hacia la mochila-. Tal vez, alguien vino temprano y no me encontró.
- No hay huellas de pisadas dejando la cabaña.
- Yo... yo no sé por qué es eso -dijo Hagrid, jalando nervioso su barba y mirando de nuevo hacia la esquina en la que estaban parados Harry, Ron y Hermione, esperando un poco de ayuda-. Erm...
Umbridge dio una vuelta alrededor y anduvo caminando por la cabaña, mirando alrededor cuidadosamente. Ella se dobló y miró con fijeza debajo de la cama. Abrió los armarios de Hagrid. Estuvo a dos pulgadas de donde Harry, Ron y Hermione estaban parados presionándose contra la pared; Harry trató de meter su estómago mientras que ella caminaba alrededor de ellos. Después de mirar cuidadosamente dentro de la enorme caldera de Hagrid usaba para cocinar, dio una vuelta otra vez y dijo:
- ¿Qué le ha sucedido? ¿Cómo obtuvo ésas lesiones en su cara?
Hagrid quitó precipitadamente el filete del dragón de su cara, que en la opinión de Harry, fue un error, porque el negro y púrpura moretón alrededor de su ojo ahora estaba claramente visible, sin mencionar la gran cantidad de sangre fresca y congelada en su cara.
- Oh, yo... tuve un pequeño accidente -dijo él.
- ¿Qué clase de accidente?
- Yo, me tropezé.
- Usted se tropezó -repitió ella alegremente.
- Sí, así es. Sobre... sobre la escoba de un amigo. Yo no vuelo por mí mismo. Bien, mire el tamaño de esas cosas, si usted las ha visto, son bestias grandes, con alas, ya sabe, yo he tenido un paseo en uno de ellos y era...
- ¿Dónde ha estado usted? -preguntó Umbridge, cortando el farfullar de Hagrid.
- ¿Dónde he..?
-... estado, sí -dijo ella-. Las clases comenzaron hace dos meses. Otro profesor ha tenido que cubrir sus clases. Ningunos de sus colegas han podido darme información en cuanto a su paradero. Usted no dejó ninguna dirección. ¿Dónde ha ido?
Había una pausa en la cual Hagrid miró fijamente a ella con con su ojo destapado nuevamente. Harry podría casi oír su cerebro trabajando furiosamente.
- Yo, he estado ausente por mi salud -dijo él.
- ¿Por su salud? -repitió la profesora Umbridge. Sus ojos viajaron sobre la cara descolorada e hinchada de Hagrid; sangre de dragón goteaba suavemente y silenciosamente en a su chaleco-. Déjeme ver.
- Sí -dijo Hagrid.
- Un poco de aire fresco, ya sabe. Pues el aire fresco para un Guarda Bosque no debe ser razón para no venir -dijo Umbridge dulcemente. La cara de Hagrid se puso colorada.
- Bien, cambié de escena, ya sabe.
- ¿Escena de la montaña? -dijo Umbridge rápidamente. Ella sabe, pensó Harry desesperadamente.
- ¿Montañas? -repetió Hagrid, pensando rápidamente-. No, al sur de Francia para mí, un poco de sol y mar.
- ¿De veras? -dijo Umbridge-. Usted no está muy bronceado.
- Sí... poseo... una piel poco sensible -dijo Hagrid procurando una sonrisa zalamera. Harry notó que dos de sus dientes habían sido arrancados. Umbridge lo miraba fríamente; su sonrisa vaciló. Entonces ella alzó su bolso un poco más arriba de su codo y dijo:
- Usted debería, por supuesto, informar al Ministro de su última vuelta.
- Es cierto -dijo Hagrid, cabeceando.
- Usted debería saber, también, que como Alto Inquisitor es mi desafortunado pero necesario deber examinar a mis profesores colegas. Le veré en su examen la próxima vez y muy pronto.
Ella se dio vuelta agudamente y se marchó de nuevo a la puerta.
- ¿Usted es nuestro inspector? -Hagrid se puso blanco y se quedó mirándola.
- Oh, sí -dijo Umbridge suavemente, mirandolo con su mano en la manija de la puerta-. El Ministerio está determinado en eliminar a los profesores insatisfactorios, Hagrid. Buenas noches.
Ella se fue, cerrando la puerta detrás de ella con presión. Harry trató de quitarse la capa de invisibilidad pero Hermione agarró su muñeca.
- No todavía -le susurró en su oído-. Puede ser que no se haya ido todavía.
Hagrid parecía pensar de la misma manera; él atravesó el cuarto y jaló la cortina una pulgada o más.
- Se ha ido al Castillo -dijo él en voz baja-. Caray, ¿inspeccionando a la gente?
- Sí -dijo Harry, quitándose la capa de invisibilidad-. Trelawney está en libertad condicional ya...
- Um... ¿qué tipo de cosas planeas hacer ahora en las clases con nosotros, ¿Hagrid? -preguntó Hermione.
- Oh, no te preocupes por ellos, tengo ya las lecciones planeadas -dijo Hagrid entusiastamente, sacando su filete del dragón de la mesa y dándole una palmada sobre su ojo otra vez-. He estado manteniendo una pareja de criaturas, guardadas para los TIMOs, solo esperen, son algo realmente especial.
- Erm... ¿especial de qué manera? -preguntó Hermione tentativa.
- No les voy a decir -dijo Hagrid feliz-. No quiero arruinar la sorpresa.
- Mira, Hagrid -dijo Hermione urgentemente, dejando de ser amable-, la profesora Umbridge no será en todo feliz si tú traes cualquier cosa que sea demasiado peligroso.
- ¿Peligroso? -dijo Hagrid, mirando cordialmente desconcertado-. No sean tontos, ¡no traería nada peligroso! Quiero decir, se pueden cuidar por sí mismos.
- Hagrid, tienes que pasar la inspección de Umbridge, y es realmente mejor si ella te ve enseñarnos de cómo ocuparnos de Porlocks, cómo decir ¡la diferencia entre Knarls y los hedgehogs, cosas como esas! -dijo Hermione seria.
- Solamente el entendimiento de ellos no es lo mismo, Hermione -dijo Hagrid-. La materia ha conseguido mucho pero eso no es nada impresionante. Lo que tengo es mucho más impresionante. Lo he estado trayendo por años reconozco que lo he tenido en una manada doméstica en Gran Bretaña.
- Hagrid... por favor... -dijo Hermione, con una nota de desesperación en su voz-. Umbridge está buscando cualquier excusa para conseguir sacar a los profesores que ella piensa están cerca de Dumbledore. Por favor, Hagrid, enséñanos algo que vaya a venir en nuestros TIMOs.
Pero Hagrid bostezó simplemente extensamente y hechó una mirada hacia la cama de la esquina.
- Escucha, ha sido un día largo y ya es tarde -dijo él, acariciando a Hermione suavemente en los hombros, de modo que sus rodillas calleron y golpearon en el piso con un ruido sordo-. Oh lo siento -él tiró de ella por el cuello de su traje-. Mira, no te preocupes por mí, te prometo que tengo excelentes planes, en las lecciones. Estoy de regreso... ahora ustedes deberían regresar al Castillo y no olviden de limpiar sus huellas, en la nieve.
- Listo -dijo Ron más adelante cuando habían comprobado que no hubiera moros en la costa, caminaron de regreso al Castillo sobre la nieve espesa sin dejar rastros de pisadas, con el encantamiento "Obliteration" que Hermione realizaba mientras se iban.
- Entonces regresaré mañana -dijo Hermione determinadamente-. Haré que cambie las lecciones aunque él no lo quiera hacer. No me importa si expulsa a Trelawney pero no lo hará con Hagrid.

 

CAPÍTULO XXI

EL OJO DE LA SERPIENTE

Hermione abrió su camino de regreso a la cabaña de Hagrid a través de dos pies de nieve la mañana del Domingo. Harry y Ron quisieron ir con ella, pero su montaña de  tarea había alcanzado niveles alarmantes otra vez, así que permanecieron envidiándola en la Sala Común, tratando de ignorar los alegres gritos que venían de los terrenos, donde los estudiantes disfrutaban patinando en el lago congelado, deslizándose, y lo peor de todo, hechizando bolas de nieves para golpear las ventanas de la torre de Gryffindor.
- ¡Oy! -gruñó Ron. Finalmente perdiendo la paciencia y asomando su cabeza fuera de la ventana-. Soy Prefecto y si otra bola de nieve golpea esta ventana... ¡OUCH!
Retiró su cabeza rápidamente, su cara cubierta con nieve.
- Son Fred y George -dijo amargamente, cerrando la ventana detrás de él.
Hermione regresó de la cabaña de Hagrid antes de la comida, temblando ligeramente, su túnica empapada hasta la rodilla.
- ¿Y? -dijo Ron, cuando ella entraba-. ¿Tienes todas las lecciones planedas?
- Bueno, traté -dijo ella duramente, sentándose en una silla junto a Harry. Sacó su varita y dio un pequeño y complicado movimiento para que saliera aire caliente de la punta; entonces la apuntó a su túnica, la que comenzó a lanzar vapor a medida que se secaba -. Él no estaba ahí cuando llegué, estuve tocando por lo menos media hora. Y luego salió gruñendo del Bosque...
Harry lanzó un gemido extrañado. El Bosque Prohibido estaba lleno con la clase de criaturas para que despidieran a Hagrid.
- ¿Qué está escondiendo ahí? ¿Lo dijo? -preguntó Harry.
- No -dijo Hermione tristemente-. Pero dice que quiere que sean una sorpresa. Traté de explicarle acerca de Umbridge, pero él no lo entiende. Continuó diciendo que nadie en su sano juicio preferiría estudiar nudos que Quimeras, no creo que haya conseguido una Quimera -añadió ante la mirada asombrada en las caras de Harry y Ron-, pero eso no lo hace alejarse de lo que dijo acerca de lo difícil que es conseguir huevos... no se cuantas veces le he dicho que sería mejor seguir el plan de Grubbly-Plank, no creo que haya escuchado ni la mitad de lo que dije. Está de un humor raro. Sigue sin decir cómo se hizo esas heridas...
La reaparición de Hagrid en la mesa de los profesores en el desayuno la mañana siguiente no fue celebrada por todos los estudiantes. Algunos, como Fred, George  y Lee, aclamaron con entusiasmo y corrieron por el pasillo entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff para estrechar las enormes manos de Hagrid; otros, como Parvati y Lavander, intercambiaron miradas tristes y sacudieron sus cabezas. Harry sabía que la mayoría de ellos preferían las lecciones de la profesora Grubbly-Plank, y lo peor de todo fue que una pequeña parte de él sabía que tenían buenas  razones; la idea que la profesora Grubbly-Plank tenía de una clase interesante no era una donde existiera el riesgo de que alguien pudiera perder su cabeza.
Fue con gran preocupación que Harry, Ron, y Hermione se dirigieron con Hagrid el  Martes, bien abrigados contra el frío, Harry estaba preocupado, no sólo acerca de lo que Hagrid habría decidido enseñarles, sino también acerca de cómo el resto de la clase, particularmente Malfoy y compañía, se comportarían si Umbridge estaba mirándolos.
Sin embargo, la Gran Inquisidora no fue vista mientras caminaron esforzándose a través de la nieve hacia Hagrid, quien estaba esperándolos en los límites del Bosque. No se veía mejor; los golpeas que eran morados la noche del sábado estaban  ahora teñidos de verde y amarillo y algunas de sus heridas parecían seguir sangrando.
Harry no podía entender esto: ¿Quizá Hagrid había sido atacado por una criatura y su veneno no dejaba a sus heridas sanar?, y como para completar la horrible escena, Hagrid estaba cargando lo que parecía ser la mitad de una vaca muerta en sus hombros.
- ¡Vamos a trabajar aquí dentro hoy! -gritó felizmente Hagrid a los primeros estudiantes que se acercaban, volteando sus cabezas hacia los árboles oscuros detrás de él-. ¡Un poco más abrigados! De todas maneras, ellos prefieren la oscuridad...
- ¿Qué prefiere la oscuridad? -Harry escuchó a Malfoy decirle rapidamente a Crabble y Goyle, con un poco de pánico en su voz-. ¿Qué dijo que prefería la oscuridad, lo escuchaste?
Harry recordaba la única ocasión en la que Malfoy había entrado al Bosque antes de esta; tampoco había sido muy valiente entonces. Sonrió para él mismo, después del partido de Quidditch cualquier cosa que disgustara a Malfoy estaba bien para él.
- ¿Listos? -dijo Hagrid animadamente, mirando a la clase-. Bien, bien, he estado reservando una excursión dentro del Bosque para su quinto año. Pensé que iriímos a ver estas criaturas en su hábitat natural. Bien, lo que vamos a estudiar hoy es muy raro. Creo que probablemente soy la única persona en Inglaterra que ha podido entrenarlos...
- Y estás seguro que estan entrenados, ¿verdad? -dijo Malfoy, el miedo en su voz más pronunciado ahora-. No sería la primera vez que trajeras cosas salvajes a la clase, ¿verdad?
Los Slytherins murmuraron asintiendo y algunos Gryffindors miraron como si  pensaran que Malfoy tenía razón.
- Por supuesto que están entrenados -dijo Hagrid, haciendo un gesto y acomodando la res muerta un poco más arriba en sus hombros.
- Entonces, ¿qué le paso a tu cara? -preguntó Malfoy.
- ¡Ocúpate de tus propios asuntos! -dijo Hagrid enojado-. Ahora, si ya han terminado de hacer preguntar estúpidas, ¡siganme!
Se volteó y caminó derecho dentro del Bosque. Nadie parecía muy dispuesto a seguirlo. Harry volteó hacia Ron y Hermione, quienes suspiraron pero asintieron, y los tres siguieron a Hagrid, al frente del resto de la clase.
Caminaron por cerca de diez minutos hasta que llegaron a un lugar donde los árboles estaban tan juntos y era tan oscuro como el crepúsculo y no había nada de nieve en el suelo. Hagrid depositó su mitad de res en el suelo, retrocedió, y volteó a mirar a su clase otra vez.
- Reúnanse, reúnanse -dijo Hagrid fuertemente-. Ahora, ellos serán atraídos por el olor de la carne pero voy a llamarlos de todas maneras, porque les gustará saber que soy yo...
Volteó, sacudio su cabeza para quitarse el cabello de la cara y dio un grande, agudo grito que resonó a través de los árboles como el llamado de alguna ave monstruosa. Nadie rió; la mayoría de ellos se veía demasiado asustados para hacer un sonido.
Hagrid dio el agudo llamado otra vez. Un minuto pasó en el cual la clase continuaba asomándose nerviosamente sobre sus hombros y alrededor de los árboles por la vista de lo que fuera que iba a venir. Y luego, cuando Hagrid sacudió sus cabellos por tercera vez y expandió su enorme pecho, Harry dio un codazo a Ron y apuntó hacia un espacio oscuro entre dos árboles nudosos.
Un par de vacíos, blancos, brillantes ojos se agrandaban en la oscuridad y un momento después la cabeza como de Dragón, cuello, y luego un cuerpo esquelético de un gran, negro, alado caballo salió de la oscuridad. Examinó la clase por unos segundos, agitando su larga cola negra, luego bajó la cabeza y empezó a arrancar carne de la res muerta con sus colmillos afilados.
Una ola de alivio vino a Harry. Aquí estaba por fin la prueba de que no había imaginado estas criaturas, que eran reales: Hagrid sabía de ellas también. Miró ansiosamente a Ron, pero Ron continuaba mirando a los árboles y luego de unos segundos murmuró:
- ¿Por qué Hagrid no llama otra vez?
La mayoría del resto de la clase tenían expresiones tan nerviosas y confundidas de expectación como la de Ron y continuaban mirando a todas partes excepto al caballo parado cerca de ellos. Sólo había otras dos personas que parecían ser capaces de verlos: un muchacho de Slytherin de pie justo a un lado de Goyle estaba mirando al caballo comer con una expresión de disgusto en su cara, y Neville, cuyos ojos seguían el movimiento de la cola negra.
- ¡Oh, y aquí viene otro! -dijo Hagrid orgullosamente, cuando un segundo caballo negro apareció fuera de los oscuros árboles, plegó sus alas más cerca de su cuerpo y bajó su cabeza para tomar un bocado de la carne-. Ahora... levanten sus manos, ¿quién puede verlos?
Inmensamente satisfecho de sentir que por fin iba a entender el misterio de estos caballos, Harry levantó su mano. Hagrid asintió.
- Sí... sí, sabía que tú podrías, Harry -dijo seriamente-. Y tú también Neville, ¿eh? Y...
- Discúlpeme -dijo Malfoy con una voz burlona-, pero ¿qué exactamente se supone que estamos viendo?
Como respuesta, Hagrid señaló a la res muerta en el suelo. La clase entera la miró por algunos segundos, luego varias personas murmuraron y Parvati lanzó un chillido. Harry entendía porqué: trozos de carne arrancándose a sí mismos de los huesos y desvaneciéndose en el aire tenía que verse muy extraño en realidad.
- ¿Qué lo está haciendo? -preguntó Parvati con voz de terror, ocultándose detrás del árbol más próximo-. ¿Qué está comiéndoselo?
- Thestrals -dijo Hagrid orgullosamente y Hermione dio un suave ¡Oh! De comprensión en los hombros de Harry-. Hogwarts tiene una manada entera de ellos aquí. Ahora, ¿quién sabe...?
- ¡Pero si son de muy, muy mala suerte! -interrumpió Parvati, pareciendo alarmada-. Se supone que traen toda clase de mala fortuna a las personas que los ven. La profesora Trelawney me lo dijo una vez.
- No, no, no -dijo Hagrid riéndose-, eso es solo superstición, eso es, no son de mala suerte, ¡son muy listos y útiles! Por supuesto, este grupo no tiene mucho trabajo, casi es solo jalar los carruajes de la escuela sólo que Dumbledore haga un largo viaje y no quiera aparecerse... Y aquí hay otro par, miren...
Otros dos caballos salieron lentamente de entre los árboles, uno de ellos pasando muy cerca de Parvati, quien tembló y se acercó más al árbol, diciendo:
- ¡Creo que sentí algo, creo que está cerca de mí!
- No se preocupen, no los lastimarán -dijo Hagrid pacientemente-. Bien, ahora, ¿quién puede decirme por qué algunos de ustedes pueden verlos y otros no pueden?
Hermione levantó su mano.
- Continúa entonces -dijo Hagrid, radiante hacia ella.
- Las únicas personas que pueden ver a los Thestrals –dijo-, son las personas quienes han visto la muerte.
- Eso está exactamente correcto -dijo Hagrid solemnemente-,diez puntos para Gryffindor. Ahora, los Thestrals...
- Hem, hem.
La profesora Umbridge había llegado. Estaba de pie algunos metros retirada de Harry, usando su sombrero verde y abrigo otra vez, su sujetapapeles listo. Hagrid, quien nunca había escuchado el falso toser de Umbridge antes, estaba mirando algo preocupado al Thestral más cercano, evidentemente creyendo que había hecho ese sonido.
- Hem, hem.
- ¡Oh, hola! -dijo Hagrid sonriendo, habiendo localizado el origen del ruido.
- ¿Recibió mi nota que le envié ésta mañana a su cabaña? -dijo Umbridge, en la misma alta, lenta voz que había usado con él antes, como si se dirigiera a alguien extranjero y muy lento-. ¿Diciéndole que iba a inspeccionar su clase?
- Oh sí -dijo Hagrid rápidamente-. ¡Me agrada que encontrara el lugar adecuado! Bueno, como puede ver... o, no sé... ¿puede? Estamos estudiando los Thestrals hoy...
- ¿Disculpe? -dijo Umbridge fuertemente, poniendo su mano alrededor de su oído y  frunciendo el ceño-. ¿Qué dijo?
Hagrid parecía un poco confuso.
- Eh... ¡Thestrals! -dijo fuertemente-. Grandes.. eh... ¡alados caballos, ya sabe!
Agitó sus gigantescos brazos confiadamente. La profesora Umbridge levantó sus cejas hacia él  y murmuró mientras hacía una nota en su sujetapapeles:
- Tiene... que... recurrir... a... simple... lenguaje... de... señas...
- Bien... de todas maneras... -dijo Hagrid, volviendo a la clase y pareciendo un poco confundido-. Eh... ¿qué estaba diciendo?
- Parece... tener... poca... memoria... a... corto... plazo... -murmuró Umbridge, suficientemente alto para que la escucharan todos. Draco Malfoy parecía como si la Navidad hubiera llegado un mes más temprano; Hermione, por otra parte, se había puesto roja con ira suprimida.
- ¡Ah sí! -dijo Hagrid, dando una mirada desconfiada al sujetapapeles de la profesora Umbridge, pero continuando valientemente-. Ah sí, iba a decirles cómo fue que conseguimos la manada. Sí, bien, empezamos con un macho y cinco hembras. Este -acarició al primer caballo que apareció-, su nombre es Tenebroso, es mi favorito, fue el primero nacido en el Bosque...
- ¿Está consciente -dijo Umbridge fuertemente, interrumpiéndolo-, que el Ministerio de Magia ha clasificado a los Thestrals como “peligrosos”?
El corazón de Harry se sintió como de piedra, pero Hagrid apenas se rió.
- ¡Los Thestrals no son peligrosos! Está bien, pueden quitarte un trozo de ustedes si realmente los molestan...
- Muestra... signos... de... placer... ante... la... idea... de... violencia... -murmuró Umbridge, anotando en su sujetapapeles otra vez.
- No, ¡vamos! -dijo Hagrid, un poco ansioso ahora-. A lo que me refiero es que, un perro la morderá si usted lo molesta, ¿verdad? Pero los Thestrals solo han conseguido esa reputación por el asunto de la muerte, la gente creía que eran de mal augurio, ¿verdad? Solo que no entendían, ¿verdad?
Umbridge no contestó; terminó de escribir su última nota, luego miró a Hagrid y dijo, de nuevo fuerte y lento:
- Por favor continue enseñando como acostumbra. Yo voy a caminar -hizo la mímica de caminar, Malfoy y Pansy Parkinson estaban riéndose en silencio-, entre los estudiantes -señaló alrededor de miembros individuales de la clase-, y hacerles preguntas -señaló su boca para indicar hablar.
Hagrid la miró, clara y completamente sin entender porqué estaba actuando como si él no entendiera español normal.
Hermione tenía lágrimas de furia en sus ojos ahora.
- ¡Bruja, maldita bruja! -susurró, mientras Umbridge se dirigía hacia Pansy Parkinson-. Sé lo que estás haciendo, horrible, loca, viciosa...
- Erm... de todos modos -dijo Hagrid, claramente luchando por recobrar el curso de su clase-. Entonces... Thestrals. Sí. Bien, hay mucho de bueno acerca de ellos...
- ¿Encuentras -dijo la profesora Umbridge en una sonora voz a Pansy Parkinson-, que puedes entender al profesor Hagrid cuando habla?
Como Hermione, Pansy tenía lágrimas en sus ojos, pero éstas eran lágrimas de risa; de hecho, su respuesta fue casi incoherente porque estaba tratando de suprimir sus risas.
- No... porque... bueno... suena... como gruñidos gran parte del tiempo...
Umbridge escribió en su sujetapapeles. Las pocas  partes no lastimadas de la cara de Hagrid se sonrojaron, pero trató de continuar como si no hubiera escuchado la respuesta de Pansy.
- Eh... sí... cosas buenas acerca de los Thestrals. Bien, una vez que son amansados, como este grupo, nunca te perderás de nuevo. Un gran sentido de la dirección, solo díganles adónde quieren ir...
- Asumiendo que pueden entenderte, desde luego -dijo Malfoy, y Pansy Parkinson se desplomó en un arranque de risas renovadas. La profesora Umbridge les sonrió indulgentemente y luego se dirigió a Neville.
- Usted puede ver los Thestrals, Longbottom, ¿verdad? -dijo.
Neville asintió.
- ¿A quién vio morir? -preguntó con tono indiferente.
- Mi... mi abuelo -dijo Neville.
- Y, ¿qué piensa de ellos? -dijo, moviendo su gorda mano a los caballos, quienes para ahora habían convertido gran parte de la res muerta a huesos.
- Erm -dijo Neville nerviosamente con una mirada a Hagrid-. Bueno, ellos son... eh... están bien...
- Los... estudiantes... están... demasiado... intimidados... para... admitir... que... tienen... miedo... -murmuró Umbridge, haciendo otra nota en su sujetapapeles.
- ¡No! -dijo Neville, desconcertado-, ¡no, no les tengo miedo!
- Está bien -dijo Umbridge palmoteando a Neville en el hombro con lo que evidentemente parecía ser una sonrisa de comprensión, aunque a Harry le pareció más una sonrisa maliciosa-. Bueno Hagrid -se volteó para mirarlo otra vez, hablando una vez más en esa fuerte y lenta voz-, creo que he conseguido suficiente para adelantar... recibira -hizo la mímica de tomar algo del aire frente de ella- los resultados de su inspección -señaló al sujetapapeles- en diez días -levantó diez pequeños y regordetes dedos, luego, con su sonrisa más parecida a la de un sapo que antes debajo de su sombrero verde, se alejó de entre ellos, dejando a Malfoy y Pansy Parkinson  en risas, Hermione temblando de furia, y a Neville  confuso y desconcertado.
- ¡Esa sucia, mentirosa, vieja gárgola loca! -gritó Hermione media hora más tarde, cuando se dirigían de vuelta al Castillo a través de los canales que habían hecho antes en la nieve-. ¿Ven lo que está planeando? Es su opinión acerca de los semihumanos otra vez... está haciendo parecer a Hagrid como un Troll, solo porque tuvo como mamá a una giganta... y oh, no es justo,  esa no fue una mala clase después de todo... digo, está bien, si hubieran sido escregutos de cola explosiva otra vez, pero los Thestrals están bien... de hecho, para Hagrid, ¡están muy bien!
- Umbridge dijo que son peligrosos -dijo Ron.
- Bueno, es como dijo Hagrid, pueden cuidarse a ellos mismos -dijo Hermione impacientemente-, y supongo que una profesora como Grubbly-Plank  no los mostraría antes del nivel  EXTASIS, pero, bueno, son muy interesantes, ¿verdad? ¡La manera en que algunas personas pueden verlos y otras no! Deseo que pudiera.
- ¿En verdad? -le preguntó Harry.
Hermione aterrorizada.
- Oh Harry... lo siento... no, por supuesto que no...  fue realmente fue estúpido lo que dije...
- Está bien -dijo rápidamente él-, no te preocupes...
- Estoy sorprendido de que tantas personas los hayan podido ver -dijo Ron-. Tres en una clase...
- Sí, Weasley, estábamos pensando -dijo una voz maliciosa cerca. No los habían escuchado por la nieve, Malfoy, Crabble y Goyle estaban caminando justo detrás de ellos-. ¿Crees que si vieras a alguien morir serías capaz de ver mejor la Quaffle?
Él, Crabble y Goyle estallaron en risas mientras pasaban delante de ellos en su camino al Castillo y comenzaron a cantar el coro de “Weasley es nuestro rey”. Las orejas de Ron se pusieron rojas.
- Ignóralos, solo ignóralos -dijo Hermione, sacando su varita y haciendo el hechizo para producir aire caliente otra vez, para que pudiera derretir un pasaje más sencillo en la nieve entre ellos y los invernaderos.
 
Diciembre llegó, trayendo con él más nieve y una positiva avalancha de tareas para los de quinto año. Los deberes de Prefectos de Ron y Hermione se volvieron más pesados mientras se acercaba la Navidad. Fueron llamados para supervisar la decoración del Castillo (- Trata poner adornos mientras Peeves tiene el otro extremo y trata de estrangularte con él -dijo Ron), para vigilar a los de primero y segundo año mientras pasaban sus recesos dentro por el frío (- Y son muy molestos, sabes, nosotros definitivamente no fuimos tan rudos en primer año -dijo Ron) y para patrullar los corredores con Filch, quien sospechaba que el espiritu de las fiestas se mostraría en duelos entre magos. Estaban tan ocupados que Hermione había parado de tejer sombreros para los elfos.
- Todos esos pobres elfos que no he liberado aún, ¡tienen que quedarse aquí durante la Navidad porque no hay suficientes sombreros!
Harry, quien no había tenido el corazón para decirle que Dobby estaba tomando todos los que hacía, se inclinó a su ensayo de Historia de la Magia. En todo caso, él no quería pensar en la Navidad. Por primera vez estando en la escuela, quería pasar la Navidad lejos de Hogwarts. Entre su prohibición en el Quidditch y la preocupación de si Hagrid iba a estar a prueba. La única cosa que esperaba eran las reuniones del ED, y tendrían que parar durante las vacaciones, pues casi todos en el ED iban a pasarlas con sus familias. Hermione iba a esquiar con sus padres, algo que realmente sorprendió a Ron, quien nunca había oído de Muggles sujetando trozos de madera a sus pies para deslizarse en las montañas. Ron, mientras tanto, iba a La Madriguera Harry estuvo celoso durante dias antes de que Ron dijera respondiéndole a Harry como iba a llegar a casa para Navidad:
- ¡Pero tú vienes también! ¿No te lo dije? ¡Mamá escribió y me dijo que te invitara hace semanas!
Hermione levantó sus ojos, pero el espiritu de Harry se alegró: La idea de pasar Navidad en La Madriguera era verdaderamente maravillosa, solo disminuida por el sentimiento de culpa de no poder pasar las fiestas con Sirius. Se preguntó si posiblemente podría persuadir a la Señora Weasley a invitar a su padrino para las festividades también, pero aparte del hecho de que dudaba que Dumbledore le permitiera abandonar Grimmauld Place, no podía evitar pensar que la Señora Weasley no lo aceptaría; continuamente estaban en disputas. Sirius no había contactado a Harry desde su última aparición en el fuego, y aunque Harry sabía que con Umbridge vigilando constantemente no sería sabio contactarlo, no le gustaba pensar en Sirius sólo en la vieja casa de su madre, quizá compartiendo una sola galleta con Kreacher.
Harry llegó temprano al Salón del Requerimiento para la ultima reunión del ED antes de las vacaciones, y estuvo contento de haberlo hecho, porque cuando las lámparas se encendieron vio que Dobby había  decorado el lugar por la Navidad. Pudo decir que lo había hecho, porque nadie más habría colgado cien adornos dorados del techo, cada uno mostrando una imagen de Harry y con la leyenda: “Que tengan una Harry Navidad”.
Harry acababa de quitar los últimos de los adornos antes de que la puerta se abriera y Luna Lovegood  entrara, soñadora como siempre.
- Hola -dijo vagamente, mirando a lo que quedaba de las decoraciones-. Estas son lindas, ¿las pusiste tú?
- No -dijo Harry-, fue Dobby, el elfo doméstico.
- Muérdago -dijo Luna como en sueños, señalando a un largo  racimo de bayas blancas localizado casi sobre la cabeza de Harry. Él saltó de debajo de ellas-. Bien pensado -dijo Luna seriamente-. Comúnmente está infestado con Nargles.
Harry no tuvo la necesidad de preguntar qué era Nargles por la llegada de Angelina, Katie y Alicia. Las tres sin aliento y con mucho frío.
- Bien -dijo Angelina, quitándose su túnica y tirándola en una esquina-, te reemplazamos.
- ¿Reemplazarme? -dijo Harry.
- A ti, a Fred y a George -dijo ella impacientemente-. ¡Hemos conseguido otro buscador!
- ¿Quién? -dijo Harry rápidamente.
- Ginny Weasley -dijo Katie.
Harry se quedó con la boca abierta.
- Sí, lo sé -dijo Angelina, sacando su varita y flexionando su brazo-. Pero ella es muy buena, actualmente. Nada comparada contigo, desde luego, pero como no podemos tenerte...
- ¿Y qué hay acerca de los golpeadores? -preguntó, tratando de mantener su voz normal.
- Andrew Kirke -dijo Alicia sin entusiasmo-, y Jack Sloper. Ninguno de los dos son brillantes, pero comparados con el resto de idiotas que aparecieron...
La llegada de Ron, Hermione, y Neville trajo esta deprimente discusión al fin y en cinco minutos, el salón estaba suficiente lleno  para prevenirlo de ver las  reprochantes miradas de Angelina.
- OK -dijo Harry, llamándolos al orden-. Pensé que ésta noche deberíamos repasar las cosas que hemos hecho, porque es la última reunión antes de las vacaciones y no tiene caso empezar con algo nuevo justo antes de unas vacaciones de tres semanas...
- ¿No vamos a hacer nada nuevo? -dijo Zacarías Smith, en un disgustado suspiro lo suficientemente fuerte para que se escuchara en el salón-. Si  hubiera sabido eso, no habría venido...
- Sentimos mucho que Harry no te lo haya dicho, entonces -dijo Fred fuertemente.
Harry vio a Cho reírse y sintió la familiar sensación en su estómago, como si hubiera perdido un paso bajando las escaleras.
- Podemos practicar en parejas -dijo Harry-. Empezaremos con el hechizo inmovilizador, solo por diez minutos, luego podemos sacar los cojines y tratar aturdimiento otra vez.
Todos se separaron obedientemente, Harry fue compañero de Neville como de costumbre.
Pronto el salón estaba lleno de intermitentes gritos de ¡Impedimenta!, las personas se congelaban por cerca de un minuto, así sus compañeros podían observar trabajar a las demás parejas, luego les tocaría el turno en el hechizo.
Neville había mejorado bastante. Después de un tiempo, cuando Harry se había descongelado tres veces seguidas, Ron y Hermione se unieron a Neville para que Harry pudiera observar a  los demás  trabajando. Cuando pasó a Cho ella volteó hacia él; Harry resistió la tentación de pasar por ella varias veces.
Después de diez minutos del hechizo inmovilizador, pusieron los cojines sobre todo el suelo del salón y empezaron otra vez a practicar el aturdimiento. El espacio era muy reducido para permitirles trabajar en este hechizo todos al mismo tiempo, la mitad del grupo observaba los otros por un rato y luego se intercambiaban. Harry se sentía muy orgulloso de sí mismo mientras los veía practicar. Era cierto, Neville había golpeado a Padma Patil en vez de Dean, a quien estaba apuntando, pero era un fallo más cercano de lo usual, y todos los demás habían hecho un gran progreso.
Al final de la hora, Harry llamó a un descanso.
- Se están volviendo muy buenos -dijo, mirándolos-. Cuando regresemos de las vacaciones podemos empezar a hacer algunas de las cosas grandes... quizá, incluso Patronus.
Hubo un murmuro de emoción. El salón se comenzó a vaciar en las acostumbradas parejas y tríos; la mayoría le deseó a Harry una feliz Navidad cuando se iban. Sintiéndose alegre, recogió los cogines con Ron y Hermione  y los acomodaron. Ron y Hermione se fueron antes que él; Harry se quedó un poco más porque Cho estaba ahí y estaba esperando recibir una felicitación de ella.
- No, ve tú -la escuchó decir a su amiga Marieta, y su corazón dio un salto que pareció moverlo a la zona de su manzana de Adán.
Pretendió estar acomodando los cojines. Estaba seguro de que ahora estaban solos y esperó a que ella hablara. En vez de eso escuchó una ligera aspiración. Se volteó y miró a Cho de pie en el medio del salón, lágrimas corriendo por su cara.
- ¿Qué...?
No sabía qué hacer. Ella estaba de pie ahí, simplemente llorando en silencio.
- ¿Qué pasa? -dijo suavemente.
Ella sacudió su cabeza y limpió las lágrimas con su manga.
- Lo siento, supongo que... es solo que... aprender todas estas cosas... me hace sentir... pensar en que... si él las hubiera sabido... seguiría vivo.
El corazón de Harry se hundió de nuevo a su lugar y se asentó en un lugar cerca de su ombligo. Debía haberlo sabido. Quería hablar de Cedric.
- Él conocía este tipo de cosas, era realmente bueno en ellas, o nunca podría haber llegado al centro del laberinto. Pero si Voldemort realmente quiere matarte, no tienes oportunidad.
Ella hipó al escuchar el nombre de Voldemort, pero miró a Harry sin vacilar.
- Tú sobreviviste cuando eras sólo un bebe -dijo.
- Sí, bien -dijo Harry fatigado, moviéndose hacia la puerta-, no sé por qué, tampoco nadie más, no es nada de qué estar orgulloso.
- ¡Oh, no sigas! -dijo Cho, sonando triste otra vez-. Siento mucho trastorar todo así... no fue mi intención...
Ella hipó otra vez. Era muy bonita aun cuando sus ojos estaban rojos e hinchados. Harry se sintió miserable. Habría estado muy conforme sólo con un Feliz Navidad...
- Sé que debe ser horrible para ti -dijo ella, limpiando sus ojos en la manga otra vez-. Yo mencionando a Cedric, cuando tú lo viste morir... supongo que sólo quieres olvidarte de eso...
Harry no dijo nada a esto; era cierto, pero se sentía mal al decirlo.
- Eres muy buen maestro, sabes -dijo Cho, con una sonrisa-. Nunca he sido capaz de paralizar algo antes.
- Gracias -dijo Harry torpemente.
Se miraron el uno al otro por un buen tiempo. Harry sentía un gran deseo de salir corriendo del salón, y al mismo tiempo, una imposibilidad de mover sus pies.
- Muérdago -dijo Cho, apuntando el techo sobre su cabeza.
- Sí -dijo Harry. Su boca estaba muy seca-. Aunque probablemente esté lleno de Nargles.
- ¿Qué son Nargles?
- Ni idea -dijo Harry. Ella se había movido más cerca. Su cerebro parecía haberse detenido.
- Tendrías que preguntarle a Loony, Luna, digo.
Cho hizo un raro sonido entre un sollozo y una risa. Estaba más cerca aun de él  ahora. Podría haber contado las pecas en su nariz.
- Realmente me gustas, Harry.
No podía pensar. Una sensación de hormigueo estaba corriendo por todo su cuerpo, paralizando sus brazos, piernas y su cerebro... Ella estaba demasiado cerca. Él podía ver las pestañas con lágrimas de Cho...

Harry llegó media hora más tarde a la Sala Común y encontró a Hermione y Ron sentados en unas sillas muy cerca del fuego; casi todos los alumnos se habían ido ya  a la cama. Hermione estaba escribiendo una larguísima carta y tenía llenado la mitad del pergamino el cual colgaba del borde de la mesa.
Ron estaba echado muy cerca de la chimenea tratando de terminar su tarea Transfiguración.
- ¿Qué te demoró? -le preguntó Ron a Harry cuando éste se sentó en un sillón al lado de Hermione. Harry no contestó. Él estaba en estado de shock. La mitad de él quería contarle a Ron y Hermione lo que le había ocurrido recién, pero la otra mitad quería guardar el secreto hasta llevárselo a la tumba.
- ¿Está todo bien contigo Harry? -le preguntó Hermione, mirándolo fijamente sobre la punta de su pluma.
Harry desanimado se encogió de hombros. En verdad, él no sabía si en verdad se sentía bien o no.
- ¿Qué te pasa? -le dijo Ron, apoyándose en sus codos para poder mirar a Harry más claramente-. ¿Qué es lo que te ha ocurrido?
Harry realmente no sabía cómo empezar a contarles lo que le había pasado, y todavía no estaba seguro si quería contarles. Cómo él había optado por no decir nada, Hermione tomó las manos de Harry:
- ¿Es algo sobre Cho? -preguntó ella en forma seria-. ¿Ella conversó contigo después de la reunión?
Harry aterradamente sorprendido, asintió con la cabeza. Ron rió disimuladamente, cambiando enseguida de gesto cuando Hermione le hizo una señal con la mirada.
- ¿Bueno... er... qué cosa quería ella? -preguntó Ron en una falsa voz casual.
- Ella... -Harry comenzó a decir roncamente; él despejó su garganta e hizo otro intento-. Ella... er...
- ¿Tú la besaste? -preguntó Hermione enérgicamente.
Ron se paró tan rápido, sorprendido por la pregunta que su botella de tinta salió disparada y se desparramó por toda la alfombra pero él haciendo caso omiso de esto clavó los ojos en Harry ávidamente.
- ¡Responde! -le dijo Ron pidiendo una respuesta.
Harry miró en la cara de Ron una expresión de gracia  mezclada con curiosidad y a Hermione que contraria a Ron estaba con el ceño fruncido, entonces asintió con la cabeza.
- ¡HA!
Ron hizo un gesto triunfante con su puño y luego estalló en risas ásperas que por varios segundos retumbaron contra la ventana. Una pequeña sonrisa empezo a extenderse por la cara de Harry a ver como Ron se revolcaba por la alfombra. Hermione le dirigió a Ron una mirada de profundo rechazo y regresó a su carta.
- ¿Qué tal? -dijo Ron finalmente, contemplando a Harry-. ¿Cómo fue eso?
Harry se puso a considerarlo por un momento.
- Bueno -dijo él-, verdaderamente...
Ron hizo un ruido que podría haber indicado júbilo o repulsión, fue duro para Harry tener que contar  todo.
-... ella estaba llorando -Harry continuó diciendo.
- ¡Oh! -dijo Ron, su sonrisa se desvaneció ligeramente-. ¿Eres tan malo besando?
- No lo sé -dijo Harry, quien no había considerado esto, e inmediatamente después se sentió bastante preocupado-. Tal vez... Yo no...
- Por supuesto que no fue por eso -dijo Hermione distraídamente, que no dejaba de garabatear en su carta.
- ¿Cómo sabes tú eso? -dijo Ron agudísimamente.
- Porque Cho se pasa la mitad de su tiempo llorando éstos ultimos días -dijo Hermione vagamente-. Se pone a llorar a las horas de la comida, en los baños, en todas partes.
- Pero se podría pensar que si besa a alguien eso podría animarla un poquito -dijo Ron, sonriendo abiertamente.
- Ron -dijo Hermione en una voz digna, sumergiendo la punta de su pluma en su tintero-, tú eres una de las personas más insensibles que en mi vida he tenido desgraciadamente que conocer.
- ¿Qué se supone que quieres decir con eso? -dijo Ron indignandose-. ¿Que las personas tienen que estar llorando si alguien las besa?
- ¿No empezarán a pelearse? -dijo Harry ligeramente desesperado, Hermione miró a los dos con una expresión casi compasiva antes de confrontarlos.
- ¿No entienden ustedes cómo Cho se está sintiendo por estos días? -preguntó ella.
- No -dijeron a la vez Harry y Ron.
Hermione suspiró y dejó su pluma.
- Pues bien, obviamente, ella está muy triste porque Cedric murió. Ahora ella se encuentra confundida porque le gustó Cedric y ahora le gusta Harry, y le cuesta trabajo darse cuenta quién le gusta más, aparte de eso su consciencia la acusa pensando que es un insulto para la memoria de Cedric besarse con otro chico, y también le preocupará todo lo que podrían decir el resto del colegio si ella empezara una relación con Harry. Y ella probablemente no puede resolver lo que realmente siente hacia Harry porque él fue el que estaba con Cedric cuando murió, todo eso es para ella muy confuso y doloroso. ¡Oh!, y además tiene miedo que la echen del  equipo de Quidditch  de Ravenclaw porque ella ha estado volando tan mal ultimamente.
Un silencio ligeramente atontado dio la bienvenida al final de este discurso, luego dijo Ron:
- Una persona no puede sentirse estallar asi por eso tipo de cosas. Solamente porque tú tienes un rango emocional de una cucharita no quiere decir que todos tenemos que sentir lo mismo.
- Repite eso –dijo malvadamente Hermione levantando su pluma otra vez.
- Ella fue la que inició todo esto -dijo Harry-. Yo no lo estaba buscando... ella simplemente se abalanzó sobre mí... y... luego estaba gritando que sentía algo especial por mí... no supe qué hacer...
- No tienes la culpa si ella quiere que sean enamorados -dijo Ron, la mirada alarmada reflejaba sus pensamientos.
- Tú justamente tuviste que ser bueno con ella -dijo Hermione, mirando hacia arriba ansiosamente-. ¿Lo fuiste?
- Pues bien -dijo Harry, un desagradable calor le avanzaba hacia  arriba de su cara-, le podía haber palmeado la espalda -Hermione miró a Harry como refrenandose con dificultad de poner los ojos en blanco.
- Pues bien, todo esto pudo haber sido peor –dijo-. ¿Tú vas a verla otra vez?
- Ella tiene que buscarme, yo no lo voy a hacer -dijo Harry.
- ¿Tenemos reuniones de DCAO? Yo me refería a eso y lo sabes -dijo Hermione impacientemente.
Harry no dijo nada. Las palabras de Hermione le dieron un nuevo gran motivo para empezar a asustarse. Miró sus posibilidades. Él trató de imaginarse ir a alguna parte con Cho a Hogsmeade quizá... y estando sólo con ella podría hablar de eso con ella. Por supuesto, ella tendría que estar esperando a que él pregunte... y luego tendría que esperar la respuesta de ella, el solo pensamiento de esto hizo que sintiera un fuerte dolor de estómago.
- Oh no importa -dijo Hermione lejanamente, sepultada en su carta otra vez-, tú tendrás muchísimas oportunidades para preguntarle.
- ¿Qué ocurre si él no quiere preguntarle? -dijo Ron, quien había estado vigilando a Harry con uno expresión extraordinariamente sagaz en su cara.
- Él no es un tonto -dijo Hermione vagamente-. A Harry le gusta Cho desde hace mucho, ¿no es cierto eso  Harry?
Él no contestó. Era cierto que a él le había gustado a Cho desde hace mucho, pero cada vez que se ponía imaginar un momento con ella se involucraban dos escenas que presentaban a una Cho que se pasaba un buen rato soriente y luego una Cho que sollozaba incontrolable sobre su hombro.
- A todo esto, ¿a quién le estás escribiendo toda una novela, tú? -le preguntó Ron a Hermione, tratando de lee el contenido del pergamino que ahora llegaba a arrastrase en el piso. Hermione lo sacó de su vista y le dijo:
- Víctor.
- ¿Krum?
- ¿Cuántos otros Víctor conocemos?
Ron no dijo nada, pero se le veía malhumorado. Se quedaron en silencio por  veinte minutos, en los que Ron terminó su  ensayo de Transfiguraciones en medio de muchos bufidos de impaciencia mientras que Hermione escribió firmemente el final del pergamino, enrollándolo cuidadosamente y lo selló, y Harry se había quedado con la mirada fija en el fuego, deseando más que cualquier otra cosa que la cabeza de Sirius apareciese allí y le dé algún buen consejo acerca de chicas. Pero el fuego solamente crujía mientras iba apaciguándose, hasta quedar en cenizas y, mirando alrededor, Harry vio una vez más que eran los únicos que quedaban en la Sala Común.
- Buenas noches -dijo Hermione, bostezando ampliamente mientras se separaba por las escaleras al dormitorio de las chicas.
- ¿Qué ve ella en Krum? -dijo Ron como reclamando, cuando ellos empezaron a subir hacia el dormitorio de los chicos.
- Pues bien -dijo Harry, considerando el asunto-. Yo supongo que es porque es mayor, y bueno él es un... un jugador internacional de Quidditch...
- Pero aparte de eso, él es hosco -dijo Ron de forma agraviante-. Digo, él es un gran gruñón, ¿no te parece que él es así?
- Gran gruñón, hosco -dijo Harry, cuyos pensamientos estaban aún fijos en Cho.
Se sacaron sus ropas y se pusieron los pijamas en silencio; Dean, Seamus y Neville estaban ya dormidos. Harry dejó sus gafas en su mesa de noche y se echó en su cama, pero no desplegó los doseles que cubrían su cama por los cuatro costados, en vez de eso, él clavó los ojos en el pequeño espacio de cielo estrellado que se veía a través de la ventana al lado de la cama de Neville. Si él hubiera sabido la noche anterior, todo lo que le iba a pasar, pensaba para sí... En menos de veinticuatro horas él habría besado a Cho Chang...
- Noches -dijo Ron en un leve gruñido, desde algún lado a la derecha de Harry.
- Buenas noches -dijo Harry.
... Tal vez podría cronometrar la próxima vez el momento de felicidad que pudiera ella tener. Él debía haberle preguntado... cuando estuvo con ella; ella probablemente estaba esperando que lo hiciera y se habría enfadado con él por no hacerlo o ¿fue por culpa de ella? -pensaba dando vueltas en su cama-, que por verla llorando por Cedric no supo qué pensar. La explicación que le había dado Hermione había servido para no verlo tan complicado como él pensaba que era.
Eso es lo que nos deberían enseñar aquí -penso él-, como piensan las chicas se dijo volviendo la mirada hacia delante... El tema de cualquier manera pensó le sería más útil que Adivinación.
Neville resolló en su sueño. Una lechuza ululó de alguna parte afuera en la noche. Harry soñó que él estaba de regreso en el cuarto ED. Cho lo acusaba de estarla seduciendo con falsas palabras; ella dijo que él había prometido a su Frog cien trajetas de cholate si ella... Luego vio la apariencia de Cedric delante de él llevando consigo tajetas de chocolate. ¡Cho! -gritó Harry portestando... Y ella sacó puñados de tarjetas de sus bolsillos y los tiró al aire. Luego... ella se convirtió en Hermione, quien dijo: “Tú se lo prometiste, Harry, yo pensé que tú eras mejor... ¿Dale otra cosa en lugar de esa tontería, podrías darle tu Saeta de Fuego?” Y Harry gritaba que él no podría darle a Cho su Saeta de Fuego, porque Umbridge se la había quitado, y que de cualquier manera toda aquella escena era ridícula, que él sólo había venido a la clase en el ED, luego se vio delante de un montón de chucherias de Navidad en que todas tenían la forma de... todas eran de Dobby... Luego el sueño cambió: su cuerpo lo sintió suave, energético y flexible. Él se deslizaba entre barrotes brillantes de metal... vio el frío piso de rocas oscuras mientras se deslizaba hacia delante con el estómago paralelo al piso y todo estaba oscuro... Pero él podía ver objetos alrededor de él brillando tenuemente en colores extraños, vio una serpiente mientras él cambiaba de posición... Al girar la cabeza vio  a primera vista que el corredor no estaba vacío pues un hombre estaba sentado en el piso... Estaba delante de él, su barbilla enconvada llegaba hasta su pecho, su contorno estaba brillando en la oscuridad... Harry quizo hablar pero sólo sintió el perfume de aquel hombre en el aire, él aún estaba vivo pero adormecido... Estaba sentado al lado de una  puerta al final del corredor y vio a la serpiente deseando morder al hombre. Harry debió dominar con maestría el impulso que tuvo de ir a ayudar a aquella persona que había ahí... Pero el hombre al ver la piel color plata del animal entre sus piernas se puso rápidamente en pie... Harry vio el contorno de la serpiente, borroso encumbrándose hacia el hombre, no trataba de sacar su varita de su cinturón como... como si no tuviese ninguna elección, entonces el hombre se paró por completo y la serpiente hizo lo mismo elevándose a gran altura del piso, zambulléndole los colmillos profundamente en la carne al hombre, sintiendo cómo sus costillas se astillaban debajo de su mandibula... empezó a brotar un caliente chorro de sangre... El hombre gritaba de dolor luego él cayó silencioso de espaldas contra la pared... La sangre salpicaba en el piso... Su frente le había empezado a doler terriblemente al ver el ataque violento de la serpiente...
- ¡Ocurrió! ¡Ocurrió!
Él abrió sus ojos. Cada pulgada de su cuerpo estaba cubierta de un sudor helado; sus sábanas estaban todas alborotadas a su alrededor como si hubiera estado tratando de librarse de una camisa de fuerza. Él sintió como si un fierro candente le hubieran aplicado a su frentecon la palabra: ¡Acosa!
Ron estaba de pie mirándolo sumamente asustado. Hubo más personas al pie de la cama de Harry. Él agarró firmemente con las manos su cabeza, el dolor le cegaba y comenzó a rodar sobre el colchón y lo vomitó.
- Él está realmente enfermo -dijo una voz asustada-. ¿Deberíamos llamar a alguien?
- ¡Ocurrió! ¡Ocurrió!
... Él tenía que decírselo a Ron, mientras tomaba grandes bocanadas de aire, Harry
se puso en pie sobre la cama, deseando no vomitar otra vez, con el dolor casi a la mitad cegándole...
- Tú papá -él jadeó, ensanchando su pecho-... Tú papá ha sido atacado...
- ¿Qué? -dijo Ron desconcertado.
-... ¡Tú papá!  Ha sido mordido, en serio, había sangre en todas partes...
- Me voy a buscar ayuda -dijo una voz muy asustada, y Harry oyó ruidos de pasos que abandonaban el dormitorio.
- Harry... amigo -dijo Ron desconcertado-, tú solo estabas soñando.
- No -dijo Harry furiosamente; era importante que Ron entendiera-. No fue un sueño... un sueño ordinario el que tuve, yo lo ví, yo estaba ahí.
Harry podía oír a Seamus y Dean murmurando sobre él pero no le importó. El dolor en su frente se había apaciguado ligeramente, aunque él todavía estaba sudando y temblando febrilmente. Él tuvo náuseas otra vez y Ron retrocedió al instante.
- Harry, tú no estás bien -dijo Ron temblorosamente-. Neville ha salido a buscar ayuda.
- ¡Estoy bien! -dijo Harry enfadado mientras se limpiaba la boca en su pijama y estremeciéndose incontrolablemente-. No debes preocuparte por mí, es tú papá por quien tienes que estarlo... necesitamos saber adónde es que él está... donde fui en mi sueño... él está sangrando, lo mordió una serpiente enorme.
Él trató de salir de la cama pero Ron lo empujó hacia atrás de ella; Dean y Seamus estaban quietos cuchicheando cerca de ellos. Si pasó un minuto o diez, Harry no lo supo. Él simplemente estuvo sentado allí sacudiéndose, sintiendo que el dolor de su cicatriz empezaba a amainar muy lentamente luego escuchó el ruido de pasos apurados provenientes de las escaleras y oyó la voz de Neville otra vez:
- Por acá, profesora.
La profesora McGonagall entró apresuradamente en el dormitorio en su traje de noche de color tartan, sus gafas colocadas en el puente de su huesuda nariz.
- ¿Qué le ha pasado, Potter? ¿Dónde le duele?
Él nunca había estado tan complacido de verla. Ella formaba parte de la Orden del Fénix y esa era la persona que Harry necesitaba ahora y  no alguien preocupándose acerca de lo que tenía y prescribiendo pociones inservibles.
- Es el papá de Ron -dijo él, poniéndose derecho otra vez-. Él ha sido atacado por una serpiente y es en serio, yo lo ví...
- ¿Cómo que  tú lo viste? -dijo la profesora McGonagall, contrayendo sus oscuras cejas.
- Yo estaba dormido y de pronto estaba allí...
- ¿Tú quieres decir que soñaste esto?
- No -dijo Harry coléricamente. ¿Ninguno de ellos lo entendería?-. Estaba teniendo un sueño al principio es cierto... pero luego todo se volvió diferente completamente, lo primero era algo estúpido y entonces la nueva visión apareció y lo interrumpieron su sueño. Fue real, yo
no lo imaginé. El Sr. Weasley estaba dormido en el piso y fue atacado por una gigantesca gigantesca... serpiente, había gran cantidad de sangre, él sufrió un colapso, alguien podría preguntar dónde se encuentra él en este momento...
La profesora McGonagall lo contemplaba horrorizada por debajo de sus gafas desequilibradas. Al menos esa impresión tuvo él.
- ¡No miento y no estoy disgustado! -le dijo Harry a ella, elavando la voz hasta convertirla casi en un grito-. Le digo, lo vi ¡Ocurrió!
- Potter -dijo la profesora McGonagall de manera concisa-. Vístete rápido que tú y yo vamos a ir al despacho del Director.

 

CAPÍTULO XXII

EL HOSPITAL DE SAN MUNGO

Harry se alivió mucho de que ella lo hubiese tomado en serio. Él no dudó, se levantó de un salto de la cama e inmediatamente se puso su bata y se colocó sus gafas.
- Weasley, debe venir usted también -dijo la profesora McGonagall.
Ellos siguieron a la profesora McGonagall, pasando al lado de las figuras silenciosas de Neville, Dean y Seamus. Fuera del dormitorio, abajo de las escaleras en forma de espiral de la Sala Común, pasaron a través del agujero del retrato de la Señora Gorda con la luz de la luna en el pasillo. Harry sintió cómo el pánico dentro de él podía estallar en cualquier momento, quería correr, gritar hasta llegar a Dumbledore; ¿el Señor Weasley sangraba mientras ellos caminaban a lo largo del pasillo, y aquellos colmillos (Harry intentó pensar que no eran “sus colmillos”) eran venenosos? Pasaron al lado de la Señora Norris, que giró sus luminosos ojos hacia ellos y silbó levemente.
- ¡Shhh! -dijo la profesora McGonagall y la Sra. Norris se escabulló en las sombras, y en pocos minutos ellos llegaron a la gárgola de piedra que aguardaba en la entrada del despacho de Dumbledore-. Frizzing Whizzbee -dijo la profesora McGonagall.
La gárgola cobró vida y se echó a un lado; las paredes de detrás se partieron en dos revelando una escalera de piedra que se movía de forma continuada hacia arriba como una especie de escaleras mecánicas en espiral. Los tres subieron en las escaleras mecánicas; la pared se cerró detrás de ellos con un golpe y se fueron moviendo en círculos hacia arriba hasta que llegaron a alcanzar la sumamente pulida puerta de roble con el latón de aldaba que formaba como una especie de grifo.
Aunque era pasada medianoche había voces que provenían de dentro de la habitación, un claro murmullo. Sonaba como si Dumbledore estuviese hablando con una docena de personas.
La profesora McGonagall golpeó tres veces el grifo de Aldaba y las voces cesaron de forma abrupta, como si alguien las hubiese apagado. La puerta se abrió por sí sola y la profesora McGonagall condujo a Harry y a Ron dentro.
La mitad del cuarto estaba oscura; los extraños instrumentos de plata estaban en unas mesas muy silenciosas pero emitían oleadas de humo; los retratos de viejos directores y directoras cubrían las paredes y todos ellos permanecían durmiendo en sus cuadros. Detrás de la puerta, un magnífico pájaro rojo y dorado del tamaño de un cisne permanecía en su percha dormido con una cabeza bajo su ala.
- Oh, es usted, profesora McGonagall... y... ah...
Dumbledore se sentó en un sillón detrás de su escritorio; se apoyó delante del charco que había hecho un ligero candelero que iluminaba los papeles que estaban encima de él. Él llevaba una magnífica túnica con un adorno bordado con los colores morado y oro, justo encima de una camisa de dormir, blanca al igual que la nieve, pero estaba bien despierto, sus penetrantes y brillantes ojos azules se fijaron sobre la profesora McGonagall.
- Profesor Dumbledore, Potter ha tenido una... bueno, una pesadilla -dijo la profesora McGonagall-. Él dice...
- No fue una pesadilla -dijo Harry rápidamente.
La profesora McGonagall miró a Harry, frunciendo levemente el ceño.
- Muy bien, entonces, Potter, cuéntele al director qué pasó.
- Yo... bueno, yo estaba dormido... -dijo Harry y, esperaba que su terror y su desesperación no evitase que Dumbledore le pudiese entender, se sintió irritado porque el director no le mirase a él, sino examinando sus dedos-. Pero no fue una pesadilla corriente... esta fue real... Yo vi que esto pasó... -respiró hondo-, El padre de Ron... el Señor Weasley... fue atacado por una serpiente gigante.
Las palabras parecían retumbar en el aire después de que él dijese eso, sonaban un poco ridículas, hasta cómicas. Hubo una pausa en la que Dumbledore reclinó su espalda y miró al techo. Ron miró a Harry y luego a Dumbledore, con la cara blanca y se sorprendió.
- ¿Cómo puedes saber esto? -preguntó Dumbledore rápidamente, aún sin mirar a Harry.
- Bueno... No lo sé -dijo Harry, un poco enojado, ¿qué era todo aquello?-. Dentro de mí cabeza, supongo...
- Tú me has entendido mal -dijo Dumbledore, en el mismo tono de calma-. Y pienso... ¿puedes recordar... mmm... dónde te encontrabas situado cuando viste que el ataque pasó? ¿Te encontrabas de pie al lado de la víctima, o en viendo la escena desde abajo o desde un lado?
Esa era una curiosa pregunta que hizo que Harry se quedara boquiabierto; fue como si él conociera...
- Fue la serpiente -él dijo-. Lo vi todo desde el punto de vista de la serpiente.
Nadie habló por un momento, entonces, Dumbledore, miró a Ron, que seguía con la misma cara de antes, y preguntó en una nueva y elevada voz:
- ¿Está Arthur seriamente herido?
- Sí -dijo Harry enfáticamente, ¿por qué tardaban todos tanto en aceptarlo, no habían visto ellos ya como muchas personas eran mordidas? ¿Y por qué no tenía Dumbledore la cortesía de mirarle?
Pero Dumbledore se levantó, tan rápido que hizo a Harry saltar, y se dirigió a uno de sus retratos, situado muy cerca del techo.
- ¿Everard? -dijo severamente-. ¡Y tú también, Dilys!
La cara pálida del mago con un flequillo corto y negro y una bruja mayor con unos largos anillos de plata al lado del cuadro, ambos, que parecían estar muy dormidos, abrieron sus ojos inmediatamente.
- ¿Están ustedes escuchando? -dijo Dumbledore.
El mago asintió, la bruja dijo: -Naturalmente.
- El hombre que tiene el pelo rojo y las gafas -dijo Dumbledore-, Everard, te necesitamos para que des la voz de alarma, estando seguros de que encuentras a la gente adecuada.
Ambos asintieron y se movieron hacia un lado, pero en vez de salir de sus cuadros y entrar en los cuadros vecinos (que era lo que normalmente pasaba en Hogwarts), ambos reaparecieron. Ahora un cuadro no contenía nada, sólo un fondo con cortinas oscuras, el otro contenía un hermoso sillón de cuero. Harry se dio cuenta de que muchos de los otros directores y directoras de las paredes, roncaban y babeaban de forma convincente, protegían servilmente desde debajo de sus párpados con una mirada furtiva, y él comprendió que debían estar hablando cuando ellos llegaron.
- Everard y Dilys fueron dos de los más famosos directores de Hogwarts -dijo Dumbledore, ahora moviéndose alrededor de Harry, Ron y la profesora McGonagall hasta llegar a la magnífica ave que dormía en su percha detrás de la puerta-. Su fama era tal que ambos retratos están colgados en otras importantes instituciones mágicas. Como ellos son libres de moverse en sus retratos, ellos pueden decirnos qué ha pasado en cualquier lugar...
- ¡Pero si el Señor Weasley no pudo hacer nada! -dijo Harry.
- Por favor, sentaos, los tres -dijo Dumbledore, y viendo como Harry no hablaba-, Everard y Dilys no volverán hasta dentro de varios minutos. Profesora McGonagall, si puede acercar algunas sillas extra.
La profesora McGonagall sacó su varita del bolsillo de su bata y la agitó; tres sillas aparecieron de la nada, eran de madera y se colocaron en orden, eran bastante distintas a los confortables sillones que Dumbledore conjuró en la audiencia de Harry. Harry se sentó, observando a Dumbledore desde sus hombros. Dumbledore estaba ahora acariciando las doradas plumas de la cabeza de Fawkes con un dedo. El fénix se despertó de inmediato. Él estiró su hermosa cabeza y observó a Dumbledore a través de sus brillantes, ojos oscuros.
- Necesitaremos -dijo Dumbledore muy tranquilo al pájaro-, un aviso.
Se hizo un destello de fuego y el fénix se fue.
Entonces, Dumbledore cambió uno de los frágiles instrumentos de plata cuya función Harry nunca había conocido, los llevó hacia su mesa, se sentó y los puso de cara a él y los tapó suavemente con la punta de su mano.
El instrumento produjo enseguida un ruido rítmico y tintineante. Unos minúsculos resoplidos de humo de un pálido verde salieron de la parte más alta de los diminutos tubos de plata. Dumbledore miró el humo minuciosamente, con el ceño fruncido. Después de unos pocos segundos, los resoplidos de humo se convirtieron en una constante oleada de humo que se espesaba y enrollaba en el aire... una cabeza de serpiente creció fuera del final de esta, abriendo su boca muy abierta. Harry se preguntó si aquel instrumento confirmaba su historia: él vio con impaciencia cómo Dumbledore daba un signo de que aquello era cierto, pero Dumbledore no alzó la vista.
- Naturalmente, naturalmente -murmuró Dumbledore aparentemente para él, aún observando la oleada de humo sin el mínimo signo de sorpresa-. ¿Pero en esencia se dividió?
A Harry no le podía entrar en la cabeza esta pregunta. La serpiente salida del humo, sin embargo, se partió en ese mismo momento en dos serpientes, ambas enrollándose y ondulándose en el aire oscuro. Con una imagen de deprimente satisfacción, Dumbledore tapó el instrumento con un tapón con su varita mágica: el sonido tintineante cesó y el humo de la serpiente desapareció, se transformó en cada vez menor y se desvaneció.
Dumbledore colocó de nuevo el instrumento sobre su mesa pequeña, larga y delgada. Harry vio que muchos de los retratos lo seguían con la mirada, entonces, comprendiendo que Harry los miraba, fingían rápidamente dormir de nuevo. Harry quería preguntar para qué servía el extraño instrumento de plata, pero antes de que lo hiciera, hubo un grito encima de la pared de su derecha: el mago llamado Everard había reaparecido en su retrato jadeando ligeramente.
- ¡Dumbledore!
- ¿Qué noticias hay? -dijo Dumbledore inmediatamente.
- Grité antes de que alguien viniese corriendo -dijo el mago, que secaba su frente con la cortina de detrás de él-, escuché algo moverse abajo... no sabían si creerme pero bajaron a comprobar... ya sabes que allí no hay ningún retrato para mirar. De todos modos, ellos lo trajeron arriba pocos minutos después. él no parecía estar bien, estaba cubierto de sangre, corrí a lo largo del retrato de Elfrida Craggs para tener una buena vista cuando se marcharon...
- Bien -dijo Dumbledore y Ron hizo un movimiento convulsivo-. Dylis lo verá llegar, entonces...
Y momentos más tarde, la bruja de los anillos plata reapareció en su cuadro ella se hundió tosiendo, en su butaca y dijo:
- Sí, lo han llevado a San Mungo, Dumbledore... se le llevaron más allá de mi retrato... él parecía estar mal...
- Gracias -dijo Dumbledore. Miró alrededor de la profesora McGonagall-. Minerva, necesito que valla a despertar a los demás niños Weasley...
- Desde luego... -la profesora McGonagall se levantó y se fue rápidamente hacia la puerta. Harry echó un vistazo de refilón a Ron, quien miraba aterrorizado.
- Y Dumbledore, ¿qué pasa con Molly? -dijo la profesora McGonagall, que se paró en la puerta.
- Este será un trabajo para Fawkes cuando él haya terminado de vigilar si se acerca alguien -dijo Dumbledore-. Pero ella ya lo debe saber... aquel excelente reloj que tiene...
Harry sabía a qué reloj se refería Dumbledore, no marcaba el tiempo, pero sí el paradero y las condiciones de los diferentes miembros de la familia Weasley, y con una punzada él pensó que la aguja del Sr. Weasley ahora, debería señalar peligro mortal. Pero esto sucedió muy tarde. La Sra. Weasley estaría probablemente dormida, no mirando el reloj. Harry sintió frío cuando recordó al Boggart que se convertía en el cuerpo sin vida del Sr. Weasley, sus gafas rotas, sangre corriendo por su cara... Pero el Sr. Weasley no iba a morir... No podía morir...
Dumbledore estaba ahora revolviendo en un armario detrás de Harry y Ron. Emergió sacando una vieja tetera ennegrecida, que puso cuidadosamente en su escritorio. Levantó su varita y murmuró: “¡Portus!” Por un momento, la tetera tembló, brillando con una extraña luz azul; luego se puso a descansar, tan sólidamente negra como siempre.
Dumbledore marchó hacia otro retrato, esta vez de un mago de apariencia inteligente con una pronunciada barba, que había sido pintado vistiendo los colores de Slytherin de verde y plateado y estaba aparentemente durmiendo tan profundo que no podía oír a Dumbledore cuando intentaba despertarlo.
- Phineas. Phineas.
Los sujetos de los retratos que revestían la habitación ya no pretendían estar dormidos; se estaban moviendo alrededor en sus cuadros para ver mejor lo que pasaba. Cuando el mago de apariencia inteligente sigió fingiéndose dormido, algunos de ellas gritaron su nombre también.
- ¡Phineas! ¡Phineas! ¡PHINEAS!
No podía fingir por más tiempo; dio una sacudida teatral y abrió bien sus ojos.
- ¿Me llama alguien?
- Necesito que visites tú otro retrato otra vez, Phineas -dijo Dumbledore-. Tengo otro mensaje.
- ¿Visitar mi otro retrato? -dijo Phineas con voz aflautada, dando un largo bostezo falso (sus ojos viajaron alrededor de la habitación y se detuvieron en Harry)-. Oh, no, Dumbledore, estoy demasiado cansado esta noche...
Algo de la voz de Phineas le era familiar a Harry, ¿dónde la había escuchado antes? Pero antes de que pudiera pensar, los retratos de las paredes cercanas rompieron en una tormenta de protestas.
- ¡Insubordinación, señor! -bramó un corpulento mago de nariz roja blandiendo sus puños-. ¡Incumpliento del deber!
- ¡Tenemos el honor de servir al presente director de Hogwarts! -se quejó un viejo mago de aspecto frágil que Harry reconoció como el predecesor de Dumbledore, Armando Dippet.
- ¡Qué verguenza, Phineas!
- ¿Tengo que convencerlo, Dumbledore? -dijo una bruja, levantando una inusualmente flaca varita que parecía una vara de abedul.
- Oh, muy bien -dijo el mago llamado Phineas, viendo la varita con ligero temor-, sin embargo, quizá ya haya destruído mi retrato, está apartado de la mayor parte de la familia.
- Sirius sabe que no debe destruir tú retrato -dijo Dumbledore, y Harry se dio cuenta inmediatamente dónde había escuchado la voz de Phineas antes: saliendo de un cuadro aparentemente vacío en su habitación en Grimmauld Place-. Debes darle el mensaje que Arthur Weasley ha sido gravemente herido y que su esposa, hijos y Harry Potter llegarán a su casa en poco tiempo. ¿Entiendes?
- Arthur Weasley, herido, esposa, hijos y Harry Potter irán para quedarse -repitió Phineas con voz aburrida-. Sí, sí... muy bien...
Se movió por todo el marco del retrato y desapareció en el mismo momento que la puerta del estudio se volvió a abrir.
Fred, George y Ginny Weasley fueron introducidos por la profesora McGonagall, los tres estaban desarreglados y shockeados, todavía en sus ropas de dormir.
- Harry, ¿qué sucede? -preguntó Ginny, que parecía asustada.
- La profesora McGonagall dice que viste a papá ser herido...
- Su padre ha sido herido en el curso de su trabajo para la Orden del Fénix -dijo Dumbledore, antes de que Harry pudiera hablar-. Ha sido llevado al Hospital San Mungo para Enfermedades Mágicas. Los enviaré de vuelta a la casa de Sirius, que es más conveniente para el hospital que La Madriguera. Se encontrarán con su madre allí.
- ¿Cómo iremos? -preguntó Fred agitado-, ¿Polvos Floo?
- No -dijo Dumbledore-. Viajar por Polvos Floo no es seguro en este momento, la Red está siendo vigilada. Tomarán un Trnsportador -indicó la tetera yaciendo inocentemente en su escritorio-. Esperaremos a que regrese Phineas Nigellus... quiero estar seguro de que no hay moros en la costa.
Hubo un centelleo de flamas en la mitad de la oficina, dejando atrás una pluma dorada que flotó suavemente hasta llegar al piso.
- Es el aviso de Fawkes -dijo Dumbledore, tomando la pluma cuando cayó-. La profesora Umbridge ya debe saber que no están en sus camas... Minerva, vé y haz que se vaya, invéntale cualquier historia.
La profesora McGonagall se fue en un crujido de tartán.
- Dice que estará complacido -dijo una voz aburrida detrás de Dumbledore; el mago llamado Phineas había reaparecido enfrente de su bandera de Slytherin-. Mi tataranieto siempre ha tenido un gusto extraño en materia de huéspedes.
- Vengan aquí -Dumbledore dijo a Harry y a los Weasley-. Y rápido, antes de que venga alguien más.
Harry y los otros se juntaron alrededor del escritorio de Dumbledore.
- ¿Todos ustedes han usado un Transportador antes? -preguntó Dumbledore, y asintieron, cada uno arreglándoselas para tocar alguna parte de la tetera ennegrecida-. Bien. A la cuenta de tres... uno... dos...
Sucedió en una fracción de segundo: en la infinitesimal pausa antes de que Dumbledore dijera tres, Harry miró hacia él, estaban muy cerca y la celeste mirada fija de Dumbledore se deplazó del Transportador a la cara de Harry.
Por un momento, la cicatriz de Harry le ardió, como si la vieja herida se hubiera abierto otra vez de repente... y sin ordenarlo, sin quererlo, pero terriblemente fuerte, se despertó en Harry un odio tan poderoso que sintió, en ese instante, que nada le gustaría más que golpear, que morder, que hundir sus colmillos en el hombre que estaba a su lado.
-... tres.
Harry sintió una poderosa sacudida de su ombligo, el suelo desapareció de debajo de sus pies, su mano estaba pegada a la tetera; estaba chocando contra los otros mientras todos iban velozmente hacia un remolino de colores y una corriente de viento, la tetera llevándolos hacia adelante... hasta que sus pies tocaron el piso tan fuerte que sus rodillas se torcieron, la tetera hizo ruido contra el piso, y en algún lugar cercano una voz dijo:
- De vuelta, los mocosos traidores de sangre. ¿Es verdad que su padre está muriendo?
- ¡FUERA! -ordenó una segunda voz.
Harry se puso en pie y miró alrededor; habían llegado a la tenebrosa cocina-sótano del número 12 de Grimmauld Place. Las únicas fuentes de luz eran el fuego y una vela casi consumida, que iluminaban los restos de una solitaria cena. Kreacher estaba desapareciendo por la puerta al vestíbulo, mirándolos hacia atrás malévolamente mientras se arremangaba su taparrabo; Sirius estaba yendo rápidamente hacia ellos, ansioso. Estaba sin afeitar y todavía con su ropa del día; había también un ligero olor como Mundungus a bebida rancia en él.
- ¿Qué sucede? -dijo él, dándole la mano a Ginny para ayudarla a levantarse-. Phineas Nigellus dijo que Arthur ha sido herido gravemente...
- Pregúntale a Harry -dijo Fred.
- Sí, quiero escuchar esto por mí mismo -dijo George.
Los gemelos y Ginny lo estaban mirando. Los pasos de Kreacher se detuvieron en las escaleras afuera.
- Fue... -empezó Harry; esto era aún peor que contárselo a McGonagall y a Dumbledore-. Tuve una... una especie de visión...
Y les contó todo lo que había visto, sin embargo, alteró la historia así sonaba como si la hubiera visto del costado cuando la serpiente atacó en vez de desde los propios ojos de la serpiente.
Ron, que estaba todavía blanco, le echó una mirada breve, pero no habló. Cuando Harry había terminado, Fred, George y Ginny siguieron mirándole fijamente por un momento. Harry no sabía si se lo estaba imaginando o no, pero él se imaginó que había algo acusatorio en sus miradas. Bien, si ellos lo iban a culpar solamente porque vio el ataque, él estaba alegre de no haberles dicho que él estaba dentro de la serpiente.
- ¿Está mamá aquí? -preguntó Fred, dirigiéndose a Sirius.
- Ella probablemente aún no sabe lo que ha pasado -dijo Sirius-. Lo más importante era llevaros lejos antes de que Umbridge pudiera interferir. Espero que Dumbledore se lo haga saber a Molly ahora.
- Tenemos que ir a San Mungo -dijo Ginny urgentemente, ella miró alrededor a sus hermanos, ellos estaban desde luego aún en pijama-. ¿Sirius, tienes capas o algo para prestarnos?
- ¡No podéis ir a toda prisa a San Mungo! -dijo Sirius.
- Claro que podemos ir a San Mungo si queremos -dijo Fred con expresión terca-. ¡Él es nuestro padre!
- ¿Y cómo van a explicar que sabían que Arthur fue atacado antes de que el hospital avise a su esposa?
- ¿Qué importa eso? -dijo George con vehemencia.
- ¡Sí importa porque no queremos llamar la atención del hecho de que Harry tenga visiones de cosas que pasan a cientos de millas de distancia! -dijo Sirius con ira-. ¿Tienen idea de lo que haría el Ministerio con esa información? -Fred y George miraron como si le importara poco lo que el Ministerio pudiera hacer. Ron estaba todavía con cara color ceniza y silencioso.
Ginny dijo: - Alguien podría habérnoslo dicho... nosotros podríamos haberlo oído en cualquier lugar aparte de Harry...
- ¿Cómo quién? -dijo Sirius con impaciencia-. Escuchen, vuestro padre fue herido mientras estaba de turno para la Orden y las circunstancias son bastante sospechosas sin que sus hijos lo sepan segundos antes de que ocurriera, podrían dañar seriamente a la Orden...
- ¡No nos preocupamos por la Orden secreta! -gritó Fred.
- ¡Es nuestro padre que se está muriendo de lo que hablamos! -gritó George.
- ¡Su padre sabía en lo que se metía y él no os agradecería que desvelarais cosas perjudiciales para la Orden! -dijo Sirius igual de enfadado-. Esto es como es... es porque vosotros no estáis en la Orden... no lo entendéis... ¡hay cosas por las que se merece morir!
- ¡Es fácil decir para ti, desde aquí adentro! -vociferó Fred-. ¡No veo que arriesgues tu cuello!
El poco color que quedaba en la cara de Sirius desapareció. Miró por un momento como si fuera a golpear a Fred, pero cuando habló, fue con voz de determinada calma.
- Sé que es difícil, pero todos tenemos que actuar como si no supiéramos nada aún. Tenemos que quedarnos aquí, al menos hasta que lo escuchemos de su madre, ¿de acuerdo?
Fred y George seguían viéndose rebeldes. Ginny, sin embargo, dio unos pasos hacia la silla más cercana y se hundió en ella. Harry miró a Ron que hizo un divertido movimiento que estaba entre un asentimiento y un encogimiento de hombros, y se sentaron también. Los gemelos miraron furiosamente a Sirius por otro minuto, y luego tomaron asiento a ambos lados de Ginny.
- Así es -dijo Sirius alentadoramente-, vamos todos... vamos a tomar algo mientras esperamos. ¡Accio Cerveza de Manteca!
Levantó su varital mientras hablaba y media docena de botellas vino volando hacia ellos fuera de la despensa, resbalaron por la mesa, esparciendo los restos de la comida de Sirius, y se detuvieron cuidadosamente enfrente de cada uno de los seis. Todos bebieron, y por un rato los únicos sonidos fueron el chisporroteo del fuego de la cocina y el suave ruido sordo que hacían sus botellas sobre la mesa.
Harry sólo bebía para tener algo para hacer con las manos. Su estómago estaba lleno de horrible, caliente y burbujeante culpa. No estarían aquí si no hubiese sido por él; todavía estarían dormidos en la cama. Y no le hacía bien decirse a sí mismo que dando la alarma había asegurado que el Sr. Weasley fuera encontrado, poque estaba también el ineludible tema de ser él quien había atacado al Sr. Weaslet en primer lugar.
- No seas estúpido, no tienes colmillos -se dijo a sí mismo, tratando de matnener la calma, a pesar de que la mano que sostenía la botella de Cerveza de manteca estaba temblando-, tú estabas en la cama, no estabas atacando a nadie... Pero, ¿qué había sucedido en la oficina de Dumbledore? -se preguntó a sí mismo-. Sentí como si quisiera atacar a Dumbledore también...
Bajó su botella un poco más fuerte de lo que quería y se derramó sobre la mesa. Nadie se dio cuenta. Luego una llama en el aire iluminó los platos oscuros enfrente de ellos y, mientras daban grito de susto, un rollo de pergamino calló con un ruido sordo sobre la mesa, acompañado por una pluma dorada de fénix suelta.
- ¡Fawkes! -dijo Sirius al instante, agarrando el pergamino-. Esa no es la letra de Dumbledore, debe ser un mensaje de su madre, aquí...
Puso la carta dentro de la mano de George, quien lo rasgó para abrirlo y leyó en voz alta:
- Papá sigue vivo. Partiré ahora para San Mungo. Quédense donde están. Enviaré noticias cuando pueda. Mamá.
George miró alrededor de la mesa.
- Sigue vivo... -dijo él lentamente-. Pero eso suena como...
No necesitó terminar la frase. Para Harry sonaba también como si el Sr. Weasley debatiéndose entre la vida y la muerte. Todavía excepcionalmente pálido, Ron miró la parte de atrás de la carta de su madre com si fuera a hablar para consolarlo. Fred le sacó el pergamino a George de las manos y lo leyó para sí mismo, luego miró a Harry, quien sentía su mano temblar con su Cerveza de Manteca otra vez y la apretó más fuerte para dejar de temblar.
Si Harry había alguna vez aguantado una noche más larga que esta, no podía recordarlo. Sirius sugirió una vez, sin verdadera convicción, que se fueran todos a la cama, pero las miradas de disgusto de los Weasley fueron respuesta suficiente. Mayormente se sentaron en silencio alrededor de la mesa, mirando la mecha de la vela consumirse en cera líquida, ocasionalmente llevando una botella a sus labios, hablando sólo para consultar la hora, para imaginar en voz alta qué estaba sucediendo, y para reafirmar cada uno que si hubieran malas noticias, se hubieran enterado inmediatamente porque la Sra. Weasley debería haber llegado a San Mungo hace bastante tiempo.
Fred se quedó dormido, con su cabeza apoyada sobre su hombro. Ginny estaba acurrucada como un gato en su silla, pero sus ojos estaban abiertos; Harry podía verlos reflejando la luz del fuego. Ron estaba sentado con su cabeza entre las manos, si estaba despierto o dormidos era imposible decirlo. Harry y Sirius se miraban seguido, los intrusos en la pena de la familia, esperando... esperando...
A las cinco y diez de la mañana en el reloj de Ron, la puerta de la cocina se abrió y la Sra. Weasley entró a la cocina. Estaba extremadamente pálida, pero cuando todos se dieron vuelta para mirarla, Fred, Ron y Harry medio levantándose de sus sillas, les dirigió una pálida sonrisa.
- Él va a estar bien -dijo ella con voz débil y cansada-. Está durmiendo. Podemos ir a verlo más tarde. Bill está con él ahora; se va a tomar la mañana libre.
Fred volvió a caer en su asiento con sus manos sobre la cara. George y Ginny se levantaron, caminaron rápidamente hacia su madre y la besaron. Ron rió muy temblorosamente y bebió el resto de su Cerveza de Manteca de un sorbo.
- ¡Desayuno! -dijo Sirius fuerte y alegremente, poniéndose en pie de un salto-. ¿Dónde está ese maldito elfo doméstico? ¡Kreacher! ¡KREACHER!
Pero Kreacher no respondió estas llamadas.
- Oh, olvídalo -murmuró Sirius, contando la gente enfrente de él-. Entonces, desayuno para... a ver... siete... tocino y huevos, pienso, y un poco de té, y tostadas...
Harry se apuró a ir a la cocina para ayudar. No quería importunar a los Weasley en su felicidad y se evitó el momento cuando la Sra. Weasley le pediría que volviera a contar su visión. De todas formas, sólo había sacado platos del aparador cuando la Sra. Weasley se los sacó de las manos y le dio un beso.
- No sé que hubiera pasado si no hubiera sido por ti, Harry -dijo ella con voz apagada-. Podrían no haber encontrado a Arthur por horas, y luego hubiera sido demasiado tarde, pero gracias a ti, él está vivo y Dumbledore ha podido pensar una buena para cubrir a Arthur por estar donde estaba, no tienes idea de qué problema habría sido de otra forma, mira al pobre Sturgis...
Harry difícilmente podía soportar su gratitud, pero afortunadamente pronto lo soltó y giró hacia Sirius para agradecerle por cuidar de sus hijos toda la noche. Sirius dijo que estaba muy complacido de haber podido ayudar, y deseaba que se quedaran con él mientras el Sr. Weasley estaba en el hospital.
- Oh, Sirius, estoy tan agradecida... ellos piensan que él va a estar allí por poco tiempo y sería maravilloso estar más cerca... por supuesto, puede ser que estemos aquí para Navidad.
- ¡Cuántos más, mejor! -dijo Sirius con una sinceridad tan obvia que la Sra. Weasley le sonrió, se puso un delantal y empezó a ayudar con el desayuno.
- Sirius -susurró Harry, sin poder aguantarlo un momento más-. ¿Podemos tener unas palabras? ¿Eh... ahora?
Caminó hacia la oscura despensa y Sirius lo siguió. Sin preámbulo, Harry le contó a su padrino cada detalle de la visión que había tenido, incluyendo el hecho que él había sido la serpiente que atacó al Sr. Weasley.
Cuando hizo una pausa para respirar, Sirius dijo: - ¿Le dijiste esto a Dumbledore?
- Sí -dijo Harry impacientemente-, pero no me dijo qué significaba. Bueno, ya no me dice nada.
- Estoy seguro de que te habría dicho si fuera algo para preocuparse -dijo Sirius decididamente.
- Pero eso no es todo -dijo Harry en un tono solo un poco más alto que un cuchicheo-. Sirius, yo... creo que me voy a volver loco. De nuevo en la oficina de Dumbledore, justo antes de tomar el Traslador... por unos segundos pensé que era una serpiente, me sentí como una... la cicatriz realmente me dolía cuando miraba a Dumbledore... ¡Sirius, quería atacarlo!
Sólo podía ver un pedazo de la cara de Sirius, el resto estaba oscuro.
- Debe haber sido el período posterior de la visión, eso es todo -dijo Sirius-. Todavía estabas pensando en el sueño o lo que haya sido y...
- No fue eso -dijo Harry, moviendo la cabeza-. Fue como si algo despertara dentro de mí, como si hubiera una serpiente dentro de mí.
- Tienes que dormir -dijo Sirius firmemente-. Vas a tomar el desayuno, luego irás arriba a la cama, y después del almuerzo puedes ir a ver a Arthur con los demás. Estás shockeado, Harry; te estás culpando de algo que sólo presenciaste, y por suerte lo presenciaste sino Arthur podría haber muerto. Sólo deja de preocuparte.
Le dio una palmada en el hombro a Harry y salió de la despensa, dejando a Harry parado solo en la oscuridad.
Todos menos Harry pasaron el resto de la mañana durmiendo. Él se dirigió a la habitación donde él y Ron compartieron las últimas semanas del verano, pero mientras Ron se arrastró a la cama y se quedó dormido a los pocos minutos, Harry se sentó vestido, recostado contra las frías barras de metal del respaldo, manteniéndose incómodo, determinado a no dormirse, aterrorizado a que tal ves se convirtiera de nuevo en una serpiente en su sueño y despertara tratando de atacar a Ron, o deslizarse por la casa para atacar a otro.
Cuando Ron despertó, Harry pretendió haber disfrutado de una refrescante siesta también. Sus baúles habían llegado de Hogwarts mientras almorzaban, así que pudieron vestirse de Muggles para el viaje a San Mungo. Todos excepto Harry estaban alborotadamente felices y comunicativos mientras cambiaban sus túnicas por jeans y sudaderas. Cuando Tonks y Ojo-Loco volvieron para escoltarlos por Londres, ellos les dieron la bienvenida alegremente riendo con el sombrero que Ojo-Loco estaba usando en un ángulo para ocultar su ojo mágico. Convenientemente el cabello de Tonks estaba corto y rosa de nuevo así atraería menos la antención en el subterráneo.
Tonks estaba muy interesada en la visión de Harry del ataque del Sr. Weasley, algo en lo que Harry no estaba ni remotamente interesado en discutir.
- No hay sangre vidente en tu familia, ¿cierto? -preguntó curiosamente mientras se sentaban en un ruidoso vagón hacia el centro de la ciudad.
- No -dijo Harry pensando en la profesora Trelawney y sintiéndose insultado.
- No -dijo Tonks meditativa-, no supongo que no es realmente profecías lo que estás haciendo, ¿no es así? No estás viendo el futuro, tú ves el presente es curioso ¿no es así? Útil creo.
Harry no contestó, afortunadamente se bajaron en la siguiente estación, una estación en el corazón del Londres y en el movimiento de abandonar el tren fue capaz de interponer a Fred y George entre él y Tonks, quien guiaba el camino. La siguieron por una escalera mecánica; Moody tintineaba los botones de su abrigo atrás del grupo, su sombrero de hongo se inclinó hacia abajo y una mano nudosa entre los botones del abrigo sostenía firmente su varita. Harry sintió que el ojo oculto lo miraba fijamente a él. Tratando de evitar más preguntas acerca de su sueño, le preguntó a Ojo-Loco dónde estaba escondido San Mungo.
- No lejos de aquí -gruñó Moody mientras salían a un infernal viento en una ancha calle llena de tiendas y compradores. Él empujó a Harry un poco adelante y tropezó justo detrás, Harry sabía que el ojo giraba en todas direcciones bajo la gorra-. No fue fácil encontrar una buena locación para el hospital. Ningún lugar del callejón Diagon era lo suficientemente grande y no podíamos tenerlo bajo tierra como el Ministerio, no sería saludable. Al final se la ingenieron para construírlo aquí. En teoría los magos enfermos podrían venir e irse mezclándose con la multitud.
Le tomó el hombro a Harry para prevenir ser separados por una manada de compradores que lo intentaron en vano, pero que finalmente lo lograron cerca de una tienda repleta de artículos eléctricos.
- Aquí es -dijo Moody un momento después.
Ellos habían llegado a las afueras de una larga, vieja, y gran tienda hecha de ladrillos llamada Purge y Dowse Ltd. El lugar era lamentable, de aire miserable. El mostrador consistía en unos pocos maniquíes saltados con sus pelucas chuecas, parados aleatoriamente y modelando modas de al menos 10 años atrás. Habían largos letreros en todas las polvorientas puertas donde se leía: “Cerrado por Restauración”. Harry alcanzó a oír a una alta mujer con bolsas plásticas en la mano, decirle a su amiga mientras pasaban. “Nunca está abierta, ese lugar...”.
- Bien -dijo Tonks, haciéndole señas hacia el ventanal que no mostraba nada a excepción de una fea maniquí. Sus pestañas postizas están colgando y está modelando un vestido verde con delantal de nylon-. ¿Todo el mundo listo?
Ellos asintieron, poniéndose alrededor de ella. Moody le dio a Harry otro empujón entre los hombros para impulsarlo a que fuera primero y Tonks se puso cerca del mostrador, mirando a la muy fea maniquí, su respiración comenzó a empañar el vidrio.
- Wotcher -dijo ella-, estamos aquí para ver a Arthur Weasley.
Harry pensó lo absurdo que había sido que Tonks esperara que el maniquí la oyera hablar tan silenciosamente a través del vidrio, con buses retumbando por detrás de ella y todo el barullo de una calle repleta de compradores. Luego se acordó que los maniquíes no podían oír de todas formas. Un segundo después, su boca se abrió en shock mientras el maniquí asentía levemente y hacía señas con su dedo, y Tonks agarró a Ginny y a la señora Weasley por los codos, y parándose justo a al frente del vidrio desaparecieron.
Fred, George y Ron caminaron después de ellas. Harry le echó un vistazo a la multitud que se aproximaba; ninguno de ellos parecían tener la intención de echar un vistazo a un mostrador tan feo como el de Purge y Dowse Ltd; o de haberse dado cuenta que seis personas se habían recientemente desvanecido en el aire al frente de ellos.
- Vamos -gruñó Moody, dándole a Harry otro empujón en la espalda, y juntos caminaron a través de lo que se sentía como una cortina de agua helada, sintiéndose tibios y secos del otro lado. No había señales de la fea maniquí o del espacio donde ella estaba. Estaban en lo que se parecía ser una estrecha área de recepción donde filas de brujas y magos estaban sentados sobre raquíticas sillas de madera, algunos luciendo perfectamente normales y leyendo cuidadosamente copias antiguas de Bruja Semanal, otros luciendo espantosas desfiguraciones como piernas de elefantes o manos extras saliendo de sus pechos. El cuarto era apenas un poco más silencioso que la calle de afuera, porque muchos de los pacientes estaban haciendo ruidos muy peculiares:
 Una bruja sudorosa estaba sentada en el centro de la fila delantera, y se abanicaba enérgicamente con una copia del Diario el Profeta, un silbido agudo como de una máquina de vapor salía de su boca; un sucio hechicero en la esquina tocando una campana y cada vez que la movía, con cada sonido metálico, su cabeza vibraba horriblemente y se agarraba los oídos para mantenerla estable.
Brujas y magos con túnicas verdes andaban arriba y abajo de las filas, haciendo a preguntas y anotándolas en sus sujetapapeles como Umbridge. Harry notó el emblema bordado sobre su pecho: una varita mágica y hueso, cruzado.
- ¿Son los doctores? -preguntó a Ron en voz baja.
- ¿Doctores? -dijo Ron, mirandolo asustado-. ¿Los carniceros Muggle que cortan a la gente a pedazos? No, ellos son Curanderos.
- ¡Aquí! -llamó la Sra. Weasley por encima del hechicero de la campana en la esquina, y ellos la siguieron pasando por delante de una bruja rechoncha rubia sentada en un escritorio con un cartel de “Información”. La pared detrás de ella estaba cubierta de avisos y carteles que decían cosas como: “UNA CALDERA LIMPIA DIFERENCIA LAS POCIONES DE LOS VENENOS Y LOS ANTÍDOTOS SON ANTITODOS A NO SER QUE HAYAN SIDO APROBADOS POR UN CURANDERO CUALIFICADO”. Había también un retrato grande de una bruja con los rizos largos de plata con la etiqueta:

Dilys Derwent
Curandera de San Mungo 1722-1741
Directora de Escuela Hogwarts de Brujería y Magia
1741-1768
 
Dilys miraba a la familia Weasley atentamente como contándolos y cuando Harry atrajo su atención, ella dio pequeño grito y salió andando de su retrato y despareció. Mientras tanto, en la parte delantera de la cola, un mago joven con una extraña plantilla, intentaba, en medio gruñidos de dolor, explicar su problema a la bruja detrás del escritorio.
- ¡Son estos... ouch... zapatos que mi hermano me dio... ow... me están comiendo... OUCH... los pies... mírelos, debe haber... AARGH... alguna maldición en ellos y no puedo hacer... AAAAARGH -saltó de un pie al otro como si bailara sobre carbones ardiendo.
  - ¿Los zapatos no le impiden leer, verdad? -dijo la bruja rubia, con irritación señalando un cartel grande a la izquierda de su escritorio-. Usted busca “Daños por encantamientos” en el cuarto piso. Tal y como puede leer en el cartel ¡Siguiente!
  Cuando el mago andando con dificultad se apartó, la familia Weasley avanzó unos pasos y Harry pudo leer la guía de pisos:

ACCIDENTES DE ARTEFACTOS......................................           Planta Baja.
Explosión de calderas, petardeos de varita mágica, escobas, choques, etc.
 
HERIDAS CAUSADAS POR CRIATURAS........................            Primera planta
Mordeduras, picaduras, quemaduras, espinas clavadas, etc.

BICHOS MÁGICOS.............................................................             Segundo piso
Enfermedades contagiosas, por ejemplo viruela de dragón, enfermedad de desaparición, scrofungulus, etc.
 
POCIÓNES Y PLANTAS VENENOSAS...........................              Tercer piso
Erupciones, regurgitación, incontrolable, risa tonta, etc.
 
DAÑOS POR ENCANTAMIENTOS......................................        Cuarto piso
Encantamientos, maleficios, encantamientos aplicados incorrectamente, etc.
 
CAFETERIA DE VISITANTES / TIENDA DE HOSPITAL.....  Quinto piso
 
SI USTED NO SABE DÓNDE IR, ES INCAPAZ DE HABLAR NORMAL O INCAPAZ DE RECORDAR POR QUÉ USTED ESTÁ AQUÍ, NUESTRO HECHICERO-CONSERJE ESTARÁ CONTENTO, CONTENTO DE PODER AYUDARLE.
 
Avery, el mago viejo inclinado con una trompetilla, había andado arrastrando los pies hasta ponerse el primero de la cola: - ¡Debo aquí ver Broderick Presagiar! -jadeó.
- La sala cuarenta y nueve, pero temo que malgaste su tiempo -dijo la bruja con desdén-. Él está completamente ido, ya sabe... todavía piensa que él es una tetera. ¡Siguiente!
Un mago de mirada tímida, sujetaba fuerte por el tobillo a su pequeña hija mientras ella se agitaba revoloteando alrededor de su cabeza y movÍa unas alas enormemente grandes, plumosas que habían brotado directamente de atrás de su pijama.
- El cuarto piso -dijo la bruja, con voz aburrida, sin esperar a que le preguntara, y el hombre desapareció por las puertas de al lado del escritorio, llevando a su hija como un extraño globo-. ¡Siguiente!
La sra. Weasley avanzó al escritorio.
- ¡Hola! -dijo-, a mi marido, Arthur Weasley, se suponía que iban a trasladarlo a una sala diferente esta mañana, ¿usted podría decirnos a cuál?
- ¿Arthur Weasley? -dijo a la bruja, pasando su dedo debajo de una lista larga delante de ella-. Sí, primera planta, segunda puerta a la derecha, Sala Dai Llewellyn.
- Gracias -dijo la Sra. Weasley–. Venga, vamos, venid por aquí.
Ellos la siguieron por las puertas de dos batientes y a lo largo del pasillo estrecho más allá, que estaba decorado con más retratos de Curanderos famosos y alumbrado por burbujas de cristal con velas dentro, que flotaban por encima hasta el techo y que parecían pompas de jabón gigantescas. Más brujas y magos con túnicas verdes iban y venían y vieron un gas asqueroso de color amarillo cuando pasaron una puerta, y de tanto en tanto escuchaban gritos lejanos. Ellos subieron una escalera y entraron en el pasillo de Heridas Causadas por Criaturas, y vieron que la segunda puerta sobre la derecha tenía un cartel con las palabras: “Peligrosos. Sala Llewellyn: Mordeduras Serias”. Debajo de esto había una tarjeta en un sostenedor de cobre sobre el que había sido escrito a mano: Curandero Responsable: Hippocrates Smethwyck. Curandero ayudante: Augustus Pye.
- Esperaremos fuera, Molly -dijo Tonks-. Arthur no querrá a demasiados visitantes de golpe... mejor que entre sólo la familia primero.
Ojo-Loco gruñó aprobando la idea y apoyó su trasero contra la pared del pasillo, girando su ojo mágico en todas direcciones. Harry retrocedió, también, pero la Sra. Weasley extendió la mano y lo empujó por la puerta, diciendo:
- No seas tonto, Harry, Arthur quiere agradecerte...
La sala era pequeña y bastante sórdida porque la única ventana era estrecha y estaba muy arriba en la pared frente a la puerta. La mayor parte de la luz venía de burbujas brillantes de cristal arracimadas en medio del techo. Las paredes eran de roble artesonado y había un retrato de un mago malencarado en la pared, titulado:

Urquhart Rackharrow
1612-1697
Inventor de la entraña maldición expelente.

Había sólo tres pacientes. Sr. Weasley ocupaba la cama del fondo de la sala al lado de la ventana diminuta. Harry se alegró mucho al ver que él estaba apoyado sobre varias almohadas y leyendo al Diario el Profeta aprovechando el único rayo de luz del sol que caía sobre a su cama. Él alzó la vista cuando ellos anduvieron hacia él y, viendo quienes eran los llamó.
- ¡¡Hola!! -dijo apartando el Diario el Profeta-. Bill acaba de marcharse, Molly, tenía que volver a trabajar, pero dice que él pasará por ti más tarde.
- ¿Cómo te encuentras, Arthur? –preguntó la Sra. Weasley, inclinándose para besar su mejilla y mirando con inquietud su cara–. Aún te ves un poco paliducho.
- Me siento totalmente bien -dijo Sr. Weasley contento, acercando su brazo bueno para dar un abrazo a Ginny-. Si ellos sólo pudieran quitar las vendas, yo podría irme ahora a casa.
- ¿Por qué no pueden quitarlas, papá? –preguntó Fred.
- Bueno, comienzo a sangrar como loco siempre que lo intentan –dijo el Sr. Weasley despreocupadamente, moviendo su varita mágica, que estaba junto a su cabecera, y al agitarla, seis sillas suplementarias aparecieron en su cabecera para que se sentaran todos-. Parece ser que alguna clase bastante insólita de veneno, está en los colmillos de las serpientes que mantienen las heridas abiertas. Ellos están seguros que encontrarán un antídoto, aunque, dicen que ellos han tenido casos mucho peores que el mío, y mientras tanto solamente tengo que seguir tomando una Poción que Rellena sangre cada hora. Pero aquel muchacho de ahí -dijo bajando la voz y cabeceando hacia la cama de enfrente en la que un hombre se veía verde y enfermo y miraba fijamente en el techo–, fue mordido por un Hombre-lobo, el pobre. Y no hay ninguna cura en absoluto.
- ¿Un Hombre-lobo? -susurró la Sra. Weasley, mirando alarmada-. ¿Y está en una sala pública? ¿Él no debería estar en una sala privada?
- Aún faltan dos semanas hasta la luna llena -el Sr. Weasley le recordó silenciosamente-. Han estado hablando con él esta mañana, los Curanderos, ya sabes, intentando persuadirlo de que podrá llevar una vida casi normal. Le dije, sin mencionar nombres, desde luego, pero dije que yo conocía un Hombre-lobo personalmente, y que era un hombre muy agradable, que lleva muy bien su condición.
- ¿Qué dijo él? –preguntó George.
- Dijo que él me daría un mordisco si no me callaba -dijo Sr. Weasley tristemente-. Y aquella mujer de ahí -indicó la única otra cama ocupada, que estaba al lado de la puerta-, no quiso decir a los Curanderos qué le mordió, lo que nos hace pensar a todos que debe haber sido algo que ella se manejaba ilegalmente. Lo que quiera que fuera arrancó un buen pedazo de su pierna, el olor es muy repugnante cuando le aplican las preparaciones.
- ¿Vas a decirnos qué pasó, papá? –preguntó Fred, acercando su silla a la cama.
- ¿Bien, ya sabéis, verdad? –dijo el Sr. Weasley, con una sonrisa significativa hacia Harry-. Esto es muy simple, había tenido un día muy largo, me había quedado dormido, fui atacado y mordido.
- ¿Sale la noticia en El Profeta de que fuiste atacado? –preguntó Fred indicando el periódico que el Sr. Weasley había dejado de lado.
- ¡No, desde luego no! –dijo el Sr. Weasley con una risa ligeramente amarga- el Ministerio no querrá que se sepa que una serpiente grande y sucia trajeron…
- ¡Arthur! –le advirtió la Sra. Weasley.
-... traje yo –dijo el Sr. Weasley a toda prisa, aunque Harry estuvo bastante seguro que no era eso lo que él había pensado decir.
- ¿Y dónde estabas cuando sucedió, papá? –preguntó George.
- Es mi trabajo –dijo el Sr. Weasley, aunque con una pequeña risa. Él agarró rápidamente el Diario el Profeta, lo sacudió abierto otra vez y dijo: - solamente leía sobre la detención de Willy Widdershins cuando llegasteis. ¿Conocéis a Willy, como ha resultado estar detrás de aquellos inodoros vomitadores hace tiempo, en el verano? Uno de sus maleficios falló y el inodoro explotó y cuando lo encontraron inconsciente entre los restos, estaba  cubierto de pies a cabeza de...
- ¿Cuándo dices que estabas “de servicio” -Fred interrumpió en voz baja-, qué hacías?
- ¡Ya has oído a tu padre! –susurró la Sra. Weasley-, ¡no hablamos de esto aquí! Continúa sobre Willy Widdershins, Arthur.
- Bien, no me preguntéis cómo, pero él en realidad se ha librado de los cargos sobre lo del inodoro -dijo el Sr. Weasley con gravedad-. Sólo puedo suponer que hay oro que ha cambiado de manos...
- ¿Tú lo protegías, verdad? -dijo George silenciosamente-. El arma, la cosa que busca Quien-tu-ya-sabes...
- ¡Tranquilízate George! -estalló la Sra. Weasley.
- De todos modos –dijo el Sr. Weasley levantando la voz-, ésta vez Willy ha sido cogido por vender pomos de puerta cortantes a Muggles y no pienso que él será capaz de escapar también de esto, porque, según este artículo, dos Muggles han perdido varios dedos y están ahora en San Mungo para el crecimiento de hueso de emergencia y la modificación de memoria.
- ¡Cuando pienso en ello... Muggles en San Mungo! ¿Me pregunto en qué la sala estarán?
Y miró con impaciencia alrededor como esperando ver un poste indicador.
- ¿No decías que Quien-tú-Sabes lo había atacado con una serpiente, Harry? -preguntó Fred mirando a su padre para ver la reacción-. ¿una enorme? Lo viste la noche que él regresó ¿verdad?
- Esto ya es suficiente –dijo la Sra. Weasley con irritación-. Ojo-Loco y Tonks están fuera, Arthur, quieren entrar a verte. Podéis esperar fuera -ella miró a sus niños y Harry–. Vendréis a despediros después. Vamos.
Ellos trotaron tras ella por el pasillo. Ojo-Loco y Tonks entraron y cerraron la puerta de la sala detrás de ellos. Fred levantó sus cejas.
- Vaya... -dijo con serenidad, revolviendo en sus bolsillos.
- ¿Buscas esto? -dijo George, ofreciendo lo que parecía un enredo de cuerda coloreada de carne.
- Lees mi mente -dijo Fred, sonriendo abiertamente-. Vamos a comprobar si San Mungo pone Encantamientos Imperturbables sobre sus puertas, ¿eh?
Él y George desenmarañaron la cuerda y se pasaron los Oídos Extensibles unos a otros. Fred y George los repartieron. Harry vaciló a tomar uno.
- ¡Vamos Harry, cógelo! Tú salvaste la vida de papá. Si hay alguien que tenga derecho de escuchar disimuladamente sobre él, ese eres tú.
Sonriendo abiertamente, a su pesar, Harry tomó el final de la cuerda y lo insertó en su oído como los gemelos habían hecho.
- ¡Vale, vaya! -Fred susurró.
Las cuerdas coloreadas de carne se menearon como gusanos largos bajo la puerta. Al principio, Harry no podía oír nada, entonces brincó cuando él oyó a Tonks que susurraba claramente como si ella estuviera de pie directamente al lado de él.
-... ellos buscaron por el área entera, pero no han podido encontrar la serpiente en ninguna parte. Solamente parece haber desaparecido después de que esto le atacó, Arthur... pero Quien-tú-Sabes no puede haberse transformado en serpiente, ¿verdad?
- Pienso que él la envió como vigilancia -gruñó Moody-, creo que él no ha tenido ninguna suerte hasta ahora, ¿verdad? No, pienso que él intenta hacerse una idea más clara de a qué se enfrenta y si Arthur no hubiera estado allí la bestia habría tenido mucho más tiempo para mirar alrededor. ¿Dices que Harry vio cómo sucedía todo?
  - Sí –dijo la Sra. Weasley y sonaba bastante inquieta–. Ya sabes que Dumbledore parece casi haber estado esperando que a Harry le pasara algo como esto.
 - Sí –dijo Moody-, hay algo gracioso sobre Potter, ya lo sabemos.
 - Dumbledore parecía preocupado por Harry cuando le hablé esta mañana –susurró la Sra. Weasley.
- Por supuesto que él está preocupado -gruñó Moody-. La visión del muchacho desde dentro de la serpiente de Quién-tú-Sabes. Obviamente, Harry no comprende lo que esto significa, que Quien-tú-Sabes” lo está poseyendo...
Harry apartó el Oído Extensible de su propio oído, su corazón latía muy rápido y un calor sofocante se precipitaba en su cara. Él miró alrededor a los demás. Ellos le miraban fijamente todos, las cuerdas todavía sobresalían de sus oídos, lo miraban de pronto asustados.

 

CAPÍTULO XXIII

NAVIDADES EN EL PABELLÓN CERRADO DEL HOSPITAL

¿Era esta la razón por la cual Dumbledore nunca miraba a Harry a los ojos? ¿Esperaba ver a Voldemort mirándolo fijamente a través de ellos, asustado, tal vez, que su color verde vívido cambiara de momento a color escarlata, con hendiduras como las pupilas de un gato? Harry recordó como la cara parecida a la de una serpiente de Voldemort se forzó de la parte de atrás de la cabeza del profesor Quirrell y pasó la mano por detrás de su cabeza, imaginando lo que se sentiría si Voldemort reventara fuera de su cráneo.
Se sintió sucio, contaminado, como si estuviera cargando algún tipo de germen, indigno de sentarse en el tren subterráneo de regreso del Hospital con gente inocente, y limpia quienes mentes y cuerpos eran limpios de la mancha de Voldemort... Él no sólo había visto la serpiente, él había sido la serpiente, ahora lo sabía... Y de momento un pensamiento verdaderamente terrible se le ocurrió, una memoria subiendo a la superficie de su mente. Uno que hizo que sus interiores se retorcieran como serpientes...
- ¿Qué estaba buscando aparte de seguidores? Cosas que solo podía conseguir sigilosamente... como una arma. Algo que no tenía la última vez-. Yo soy el arma -pensó Harry, y era como si había veneno bombeando por sus venas, dándole escalofríos, haciéndolo sudar mientras se oscilaba con el tren a través del túnel oscuro-. Yo soy el que Voldemort está tratando de usar, eso es porque tienen guardias alrededor de mí a todos lados que vaya, no es para mi protección, es para la protección de las demás personas, solo que no está funcionando, no pueden tener a alguien velándome todo el tiempo en Hogwarts... Yo sí ataqué al Sr. Weasley anoche, fui yo, Voldemort me obligó a hacerlo y puede estar dentro de mí, escuchando lo que estoy pensando ahora...
- ¿Estás bien, Harry querido? -susurró la Sra. Weasley, inclinándose a través de Ginny para hablarle a él mientras el tren traqueteaba a través de su túnel oscuro–. No te ves muy bien. ¿Te estás sintiendo enfermo?
Todos lo estaban mirando. Negó con la cabeza violentamente y se quedó mirando fijamente a un anuncio de seguros de hogares.
- ¿Harry, querido, estás seguro que estás bien? -dijo la Sra. Weasley con una voz de preocupación, mientras caminaban por el pedazo de grama descuidada en el medio de Grimmauld Place-. Te ves tan pálido... ¿Estás seguro que dormiste esta mañana? Tu vas a subir a la cama ahora, y vas a tener que dormir un par de horas antes de la cena, ¿está bien?
Asintió con la cabeza; ahí había una excusa preparada para no hablar con los otros, que es precisamente lo que quería, y cuando ella abrió la puerta de adelante procedió directamente pasado el paragüero dos patas de gnomos y subió la escalera y avanzó al cuarto de él y de Ron.
Ahí empezó a andar de un lado para el otro, pasando por las dos camas y el marco vacío de Phineas Nigellus, su mente furiosa y con muchas preguntas y de más ideas pavorosas...
- ¿Cómo se había convertido en serpiente? Tal vez era un animago... NO, él no podía serlo, él lo sabría... tal vez Voldemort era un animago... Sí -pensó Harry-, eso lo explicaría, él se convertiría en una serpiente por supuesto... y cuando me posee, entonces ambos nos transformamos... Eso aún no explica cómo es que yo llegué a Londres y de regreso a mi cama en un espacio de cinco minutos... Pero entonces Voldemort es casi el mago más poderoso del mundo, aparte de Dumbledore, es probablemente ningún problema para el transportar gente así... -en ese momento con una terrible punzada de pánico pensó: - pero esto está loco... si Voldemort me posee, ahora mismo le estoy dando una vista clara al cuartel de la Orden del Fénix, él sabrá quién está en la Orden y dónde está Sirius... y he escuchado muchas cosas que no debí haber oído, todo lo que Sirius me dijo la primer noche que llegué...
Solo había una cosa para eso: Él tenía que irse de Grimmauld Place inmediatamente. Él iba a pasar las navidades en Hogwarts sin los demás, que por lo menos los mantendría seguros durante las festividades... Pero no, eso no era suficiente, aún habían muchas personas en Hogwarts para mutilar y lastimar, ¿que tal si era Seamos, Dean o Neville la próxima vez? Dejó de andar de un lado para otro y se paró mirando fijamente el marco vacío de Phineas Nigellus. Una sensación pesada se posó en la boca de su estómago. Él no tenía ninguna alternativa. Él iba a tener que regresar a Privet Drive, se tenía que alejar completamente de los otros magos...
-Pues, sí lo tenía que hacer -él pensó-, no había razón para quedarse más tiempo ahí. Tratando con todo su poder no pensar como los Dursley iban a reaccionar cuando lo encontraran en el umbral de su puerta seis meses más temprano de lo que esperaban, caminó deprisa hacia su baúl cerrándolo de un golpe y lo cerró con seguro, después dio una rápida mirada buscando a Hedwing antes de acordarse de que ella aún estaba en Hogwarts -pues su jaula es una cosa menos que cargar- tomó un lado del baúl y la arrastró hacia la puerta cuando una voz temblorosa le dijo:
- ¿Nos estamos fugando?
Miró a su alrededor. Phineas Nigellus había aparecido en la lona de su retrato y se estaba reclinando contra el marco, mirando a Harry con una expresión de asombro en su cara.
- No me estoy fugando, no -dijo Harry brevemente arrastrando su baúl un par de pies más a través del cuarto.
- Yo pensaba -dijo Phineas Nigellus acariciando su barba puntiaguda-, que para pertenecer a la Casa Gryffindor estás supuesto a ser ¿valiente? Pero me parece a mí que hubieras estado mejor en mi propia casa. Nosotros los de Slytherin somos valientes, sí, pero no estúpidos. Por ejemplo dado la oportunidad, siempre escogeríamos salvarnos a nosotros mismos.
- No es a mí mismo que estoy salvando -dijo Harry bruscamente, halando el baúl sobre un pedazo particularmente desigual, comida de polillas enfrente de la puerta.
- ¡OH! Ya veo -dijo Phineas Nigellus, aún acariciando su barba–, no es un vuelo de un cobarde, estás siendo noble.
Harry lo ignoró. Su mano estaba en la perilla de la puerta cuando Phineas Nigellus dijo perezosamente:
– Tengo un mensaje de Dumbledore para ti.
Harry se dio la vuelta.
- ¿Qué es?
- Quédate donde estás.
- ¡No me he movido! -dijo Harry, su mano aún sobre la perilla de la puerta-. ¿Cuál es el mensaje?
- Acabo de dártelo, imbécil -dijo Phineas Nigellus secamente-. Dumbledore dice: Quédate donde estás.
- ¿Por qué? -dijo Harry ansiosamente, cayendo el final de su baúl -. ¿Por qué quiere que yo me quede? ¿Qué más dijo?
- Nada más -dijo Phineas Nigellus, subiendo una ceja negra fina como si él encontrase a Harry impertinente.
El genio de Harry salió a la superficie como una serpiente que se alzaba de la larga hierba. Él estaba exhausto, estaba confundido desmedidamente, había experimentado terror, alivio, luego terror otra vez en las últimas doce horas, ¡y todavía Dumbledore no quiso dirigirle la palabra!
- Conque esas tenemos, ¿eh? -dijo ruidosamente-. ¡"Quédate donde estás"! Eso es todo lo que alguien me podría decir después de que yo haya sido atacado por esos Dementores! Simplemente quédate: ¡Mientras los adultos arreglan eso fuera, Harry! No nos molestaremos diciéndote cualquier cosa, sin embargo, porque tu minúsculo cerebro no podría hacerle frente...
- Tú sabes -dijo Phineas Nigellus, con voz más alta que Harry-, ¡esto es exactamente porqué detesté ser profesor! La gente joven está infernalmente convencida de que ellos tienen absolutamente razón sobre todo. ¿No se te ha ocurrido, mi pobre “puffed-up popinjay”, que puede haber una excelente razón por la que el Director de Hogwarts no te está confiando cada minúsculo detalle de sus planes? No. No, como todos los jóvenes, usted está bastante seguro que solo se siente y piensa, solo reconoce el peligro, soy solo el único suficientemente hábil para darse cuenta lo que el Señor Oscuro puede estar planeando.
- ¿Él planea hacer algo conmigo, entonces? -dijo rápidamente.
- ¿Dije yo eso? -dijo Phineas Nigellus, examinando ansiosamente sus guantes de seda-. Ahora, si usted me disculpa, tengo mejores cosas para hacer que escuchar a un adolescente... que tenga un buen día.
Y luego paseó por el borde del cuadro y desapareció de su vista.
- ¡Bien, ve entonces! -bramó Harry al cuadro vacío-. ¡Y dile a Dumbledore gracias por nada!
El lienzo vacío permaneció silencioso. Enojadísimo, Harry arrastró su baúl de nuevo al pie de su cama, se tiró cara abajo sobre las sábanas comidas por las polillas, con los ojos cerradas, su cuerpo pesado y doliéndole.
Sentía como si había viajado por millas y millas.. parecía imposible que hace menos de veinticuatro horas Cho Chang se había aproximado a él bajo el muérdago... él estaba tan cansado... tenía miedo de dormir... no sabía cuanto tiempo iba a poder luchar... Dumbledore le había dicho que se quedara... eso quería decir que podía dormir... pero tenía miedo... ¿qué si sucedía de nuevo?
Se estaba hundiendo en sombras...
Fue como si una película en su cabeza hubiera estado esperando a empezar. Estaba bajando por un corredor desierto hacia una puerta negra, pasando paredes ásperas de piedra, antorchas, y una entrada abierra hacia un tramo de escaleras que llevaban hacia abajo a la izquierda... Llegó a la puerta negra pero no pudo abrirla... se quedó mirándola fijamente, desesperado por entrar... algo que anhelaba con todo su corazón estaba detrás... un premio detrás de sus sueños... si sólo su cicatriz dejara de pincharle... entonces podría pensar más claramente...
- Harry -dijo la voz de Ron, desde lejos, muy lejos-, Mamá dice que ya está la cena, pero te guardará algo si te quieres quedar en la cama.
Harry abrió los ojos, pero Ron ya se había ido de la habitación. No quiere estar a solas conmigo -pensó Harry-. No después de escuchar lo que Moody dijo. Supuso que ninguno de ellos lo querría más allí, ahora que sabían qué había dentro de él.
No bajaría a cenar, no los obligaría a su compañía. Se dio vuelta para el otro lado y, después de un rato, se volvió a dormir. Se despertó mucho más tarde, en las horas tempranas de la mañana, sus adentros doliéndole con hambre y Ron roncando en la cama contigua. Dando un vistazo alrededor de la habitación, vio el oscuro contorno de Phineas Nigellus parado de nuevo en su retrato y se le ocurrió a Harry que Dumbledore había enviado probablemente a Phineas Nigellus para que lo vigilara, en caso de que atacara a alguien más.
El sentimiento de estar sucio se intensificó... si esto era como iba a ser la vida para él en Grimmauld Place desde ahora en adelante, quizá estaría mejor en Privet Drive después de todo.
Todos los demás dedicaron la mañana siguiente a poner las decoraciones de Navidad. Harry no podía recordar a Sirius estar de tan buen humor; estaba cantando villancicos, aparentemente feliz de que iba a tener compañía para Navidad. Harry podía escuchar su voz haciendo eco por el piso en la sala de estar donde estaba sentado solo, mirando el cielo poniéndose más blanco por las ventanas, amenazando con nevar, todo el tiempo sintiendo un salvaje placer al darle a los demás la oportunidad de seguir hablando de él, como debían estar haciéndolo. Cuando escuchó a la Sra. Weasley llamando su nombre suavemente por las escaleras alrededor de la hora del almuerzo, se retiró más arriba y la ignoró.
Alrededor de las seis de la tarde, el timbre sonó y la Sra. Black empezó a gritar otra vez. Asumiendo que Mundungus o algún otro miembro de la Orden había venido, Harry meramente se acomodó más confortable contra la pared del cuarto de Buckbeak donde se estaba escondiendo, intentando ignorar lo hambriento que estaba mientras la daba de comer ratas muertas al Hipogrifo. Fue como un ligero shock cuando alguien golpeó fuerte la puerta unos minutos después.
- Sé que estás ahí -dijo la voz de Hermione-. ¿Podrías salir por favor? Quiero hablar contigo.
- ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Harry, abriendo la puerta mientras Buckbeak seguía arañando el suelo lleno de paja buscando fragmentos de rata que podría haber dejado caer-. Pensé que estabas esquiando con tu mamá y tu papá.
- Bueno, para decir la verdad, esquiar realmente no es lo mío -dijo Hermione-. Entonces vine aquí para Navidad -había nieve en su pelo y su cara estaba rosa por el frío-. Pero no se lo digas a Ron. Le dije que esquiar es muy bueno porque se seguía riendo mucho. Mamá y papá están un poco decepcionados, pero les he dicho que todos lo que son serios acerca de los exámenes se quedan en Hogwarts a estudiar. Ellos quieren que me vaya bien, así que entenderán. De todas formas -dijo ella enérgicamente-, vamos a tu dormitorio, la mamá de Ron ha encendido un fuego allí y ha enviado sandwiches.
Harry la siguió hasta el segundo piso. Cuando entró en la habitación, se sorprendió al ver a Ron y a Ginny esperándolos, entados en la cama de Ron.
- Vine en el Bus Noctámbulo -dijo Hermione despreocupadamente, sacándose la chaqueta antes de que Harry tuviera tiempo para hablar-. Dumbledore me dijo lo que pasó a la mañana, pero tuve que esperar a que el trimestre terminara oficialmente antes de irme. Umbridge ya está furiosa de que ustedes hayan desaparecido debajo de su nariz, aunque, sin embargo, Dumbledore le dijo que el Sr. Weasley estaba en San Mungo y que les había dado permiso para visitarlo. Entonces... -se sentó al lado de Ginny, y las dos chicas y Ron miraron a Harry-. ¿Cómo te sientes? -preguntó Hermione.
- Bien -dijo Harry fríamente.
- Oh, no mientas, Harry -dijo ella impacientemente-. Ron y Ginny dicen que te has estado escondiendo de todos desde que volviste de San Mungo.
- ¿Eso dicen? -dijo Harry, mirando furiosamente a Ron y a Ginny. Ron miró hacia abajo a sus pies pero Ginny parecía bastante imperturbable.
- ¡Bueno, lo has hecho! -dijo ella-. ¡Y no mirarás a ninguno de nosotros!
- Son todos ustedes los que no me mirarán a mí -dijo Harry furiosamente.
- Quizá se están mirando en turnos, y no se están viendo el uno al otro -sugirió Hermione, con los costados de su boca moviéndose.
- Muy divertido -dijo bruscamente Harry, dándose vuelta.
- Oh, dejen de sentirse todos incomprendidos -dijo Hermione con severidad-. Miren, los otros me han dicho lo que oyeron por casualidad con los Oídos Extensibles...
- ¿Sí? -gruñó Harry, sus manos metidas profundo en sus bolsillos mientras miraba la nieve caer densamente afuera-. Todos han estado hablando de mí, ¿no? Bueno, ya me estoy habituando.
- Queríamos hablar contigo, Harry -dijo Ginny-, pero como te estuviste escondiendo todo el tiempo desde que regresamos...
- No quería que nadie me hablara -dijo Harry, quien se estaba sintiendo más y más irritado.
- Bueno, eso fue un poco estúpido de tu parte -dijo Ginny furiosa-, viendo que no conoces ha nadie más que yo ha sido poseído por Tú-Sabes-Quién que yo, y yo puedo decirte cómo se siente.
Harry se quedó en silencio porque el impacto de estas palabras lo golpearon. Luego giró sobre sus talones.
- Lo olvidé -dijo él.
- Tienes suerte -dijo Ginny fríamente.
- Lo siento -dijo Harry, y realmente lo sentía-. Entonces... ¿piensas que estoy poseído?
- Bueno, ¿puedes recordar todo lo que has estado haciendo? -preguntó Ginny-. ¿Hay períodos en blanco donde no sabes qué has hecho?
Harry se devanó los sesos.
- No -dijo él.
- Entonces Tú-Sabes-Quien nunca te ha poseído -dijo Ginny simplemente-. Cuando me poseyó a mí, no podía recordar lo que había estado haciendo por horas. Me encontraba a mí misma en un lugar y no sabía cómo había llegado allí.
Harry difícilmente se atrevía a creerle, aunque su corazón estaba alegrándose casi a pesar suyo.
- Ese sueño que tuve sobre la serpiente y tu padre, sin embargo...
- Harry, has tenido esos sueños antes -dijo Hermione-. Tuviste flashes de lo que Voldemort hacía el año pasado...
- Esto fue diferente -dijo Harry, moviendo la cabeza-. Yo estaba dentro de la serpiente. Fue como si yo fuera la serpiente... ¿qué si Voldemort de alguna forma me transportó a Londres...?
- Algún día -dijo Hermione totalmente exasperada-, leerás “Hogwarts: Una Historia”, y quizá te recordará que no puedes aparecer o desaparecer dentro de Hogwarts. Ni siquiera Voldemort podría haberte hecho volar fuera de tu dormitorio, Harry.
- No saliste de tu cama, hombre -dijo Ron-. Yo te vi retorciéndote dormido por un minuto al menos antes de que te pudiéramos despertar.
Harry empezó a ir de un lado a otro de la habitación de nuevo, pensando. Lo que estaba diciendo no era sólo confortante, tenía sentido... sin ni siquiera pensarlo, tomó un sandwich del plato en si cama y se lo embutió con hambre en la boca. No soy un arma después de todo -pensó Harry. Su corazón se hinchó de felicidad y alivio y se sintió como participando cuando escucharon a Sirius pasando su puerta, andando hacia la habitación de Buckbeak cantando “God Rest Ye, Merry Hippogriffs” a lo más alto de su voz.
¿Cómo podía haber soñado volver a Privet Drive para Navidad? La alegría de Sirius al tener la casa llena otra vez, y especialmente por tener a Harry de vuelta, era contagiosa. Ya no era su hosco anfitrión del verano, ahora parecía estar determinado a que todos debían disfrutar tanto o quizás más que si hubieran estado en Hogwarts, y trabajó incansablemente antes de Navidad, limpiando y decorando con su ayuda, así que cuando todos se fueron a dormir en Nochebuena la casa estaba apenas reconocible. Las delustradas arañas ya no estaban colgadas con telarañas sino con guirnaldas de acebo, y serpentinas doradas y plateadas; nieve mágica brillaba en montones sobre los gastados pisos; un gran árbol de Navidad, obtenido por Mundungus y decorado con hadas vivas, bloqueaba el árbol familiar de Sirius de la vista, y hasta las cabezas de elfo disecadas en la pared de la sala de estar vestían sombreros y barbas de Papá Noel.
Harry se despertó la mañana de Navidad para encontrar una pila de regalos al pie de su cama y Ron ya iba por la mitad abriendo su propia, bastante más larga, pila.
- Buen botín este año -le informó a Harry entre una nube de papel. Gracias por la Brújula de Escoba, es excelente; supera el de Hermione, me dio un organizador de tareas.
Harry revolvió sus regalos y encontró una con la letra de Hermione en él. Ella le había dado a él también un libro que se parecía mucho a un diario excepto que cada vez que él abría una página decía en voz alta cosas como: “¡Hazlo hoy o más tarde pagarás!”.
Sirius y Lupin le habían dado a Harry una colección de libros excelentes llamados “Defensa Mágica Práctica y su Uso Contra las Artes Oscuras”, que tenía estupendas ilustraciones móviles a color de todos los contra hechizos y hechizos que describía. Harry hojeó el primer volumen con entusiasmo; pudo ver que iba a ser muy útil en sus planes para el ED. Hagrid le había enviado una peluda billetera marrón, que eran presumiblemente un sistema anti-robo, pero desafortunadamente evitaban que Harry pusiera dinero sin ser mordido. El regalo de Tonks era un pequeño modelo móvil de la Saeta de Fuego, el cual Harry vio volar alrededor de la habitación, deseando todavía tener su versión de tamaño completo; Ron le había dado una caja enorme de Dulces de Todos los Sabores, el Sr. y la Sra. Weasley el usual jersey hecho a mano y algunos pasteles de carne picada, y Dobby una verdadera y espantosa pintura que Harry sospechó que había sido hecha por el elfo mismo. La acababa de dar vuelta para ver si se veía mejor de esa forma cuando, con un fuerte crack, Fred y George aparecieron al pie de su cama.
- Feliz Navidad -dijo George-. No vayan abajo por un rato.
- ¿Por qué no? -dijo Ron.
- Mamá está llorando de nuevo -dijo Fred con dificultad-, Percy mandó de regreso su jersey de Navidad.
- Sin una nota -agregó George-. No preguntó cómo está papá ni lo visitó ni nada.
- Tratamos de consolarla -dijo Fred, moviéndose alrededor de la cama para mirar el retrato de Harry-. Le dijimos que Percy no era más que una enorme pila de caca de rata.
- No funcionó -dijo George, sirviéndose una Rana de Chocolate-. Entonces Lupin se puso a cargo. Mejor dejarlo que la anime antes de bajar para el desayuno, yo considero.
- ¿Qué se supone que es eso? -preguntó Fred, viendo la pintura de Dobby-. Parece un gibón con dos ojos negros.
- ¡Es Harry! -dijo George, señalando la parte de atrás de la pintura-, ¡eso dice atrás!
- Buen parecido -dijo Fred, sonriendo. Harry le tiró su nuevo diario de tareas; golpeó la pared contraria y cayó al piso donde dijo felizmente: “¡Si has puesto los puntos de las "i" y has cerrado las "t" puedes hacer lo que quieras!”
Se levantaron y se vistieron. Podían escuchar a los varios habitantes de la casa diciéndose “Feliz Navidad” el uno al otro. Bajando las escaleras, se encontraron con Hermione.
- Gracias por el libro, Harry -dijo ella feliz-. ¡He estado deseando esa nueva teoría de Numerología para las edades! Y ese perfume realmente inusual, Ron.
- Ningún problema -dijo Ron-. ¿Para quién es, de todas formas? -agregó cabeceando, mirando el presente cuidadosamente envuelto que ella llevaba.
- Kreacher -dijo Hermione brillantemente.
- ¡Será mejor que no sean ropas! -Ron la advirtió-. Sabes que Sirius dijo: Kreacher sabe demasiado, ¡nosotros no podemos dejarlo libre!
- No es ropa -dijo Hermione-, aunque si tuviera, ciertamente le daría algo que usar a excepción de ese viejo trapo asqueroso.
- No, es un edredón del remiendo, yo pienso que aclararía su dormitorio.
- ¿Qué dormitorio? -dijo Harry, cayendo su voz a un susurro cuando pasaban el retrato de la madre de Sirius.
- Bien, Sirius dice que no es tanto un dormitorio, más una clase de guarida -dijo Hermione-. Él (Kreacher) duerme al parecer debajo de la caldera en ese armario de la cocina.
La señora Weasley era la única persona en el sótano cuando llegaron allí. Ella estaba parada en la estufa y sonaba como si ella tuviera un mal resfrío cuando ella les deseaba “las Felices Navidades”, y todos evitaron sus ojos.
- Entonces, ¿este es el dormitorio de Kreacher? -dijo Ron, dando un paseo hasta encima de una puerta sórdida en la esquina enfrente de la despensa. Harry nunca la había visto abrirse.
- Sí -dijo Hermione, ahora sonando un poco nerviosa-. Er... Pienso que mejor golpeamos.
Ron pegó mordazmente en la puerta con sus nudillos pero allí no había ninguna contestación.
- Él debe estar en el piso de arriba -dijo Ron, y sin dificultad adicional tiró abriendo la puerta-. ¡Urgh!
Harry miró atentamente adentro. La mayor parte de la alacena estaba ocupada con un caldero muy grande y pasado de moda, pero en el pie de espacio debajo del tuberías Kreacher se había hecho algo. Eso se parecía a un nido. Una confusión de harapos clasificados y malolientes, mantas viejas fuera amontonadas adelante lo pisó y la parte pequeña que la abolladura en la mitad de eso mostró donde Kreacher duerme cómodamente cada noche. Aquí y allá entre el material habían cortezas de pan duro y mohosos añicos viejos de queso. En una esquina lejana destellaron monedas y objetos pequeños que Harry adivinó que Kreacher había recogido como de casualidad por toda la casa de Sirius, y él también había logrado recuperar el portarretratos de plata con la fotografía de la familia que Sirius había arrojado fuera en el verano. Su cristal estaba hecho pedazos, pero no las pequeñas personas negras y blancas dentro de ellas mirado con atención y mirándole arrogantemente, incluyendo -él sintió unas pequeñas vueltas en su estómago- la mujer oscura, de tapa pesada que había visto Pensadero de Dumbledore: Bellatrix Lestrange. Por el aspecto general, esa foto era la preferida de Kreacher; la había colocado delante de todas las demás y tenía torpemente arreglado el cristal con celofán.
- Creo que sólo dejaré su regalo aquí -dijo Hermione, poniendo el paquete cuidadosamente en el medio de los trapos y las mantas y cerrando la puerta silenciosamente-. Él la encontrará más tarde, eso estará bien.
- Todavía pensando en eso -dijo Sirius, emergiendo de la despensa y llevando un pavo grande mientras cerraba la puerta del armario-. ¿Alguno de ustedes ha visto a Kreacher últimamente?
- No lo he visto desde la noche en que volvimos acá -dijo a Harry-. Tú le ordenaste que saliera de la cocina.
- Sí... -dijo Sirius, frunciendo el ceño-. Ustedes saben, creo que esa fue también la última vez que lo vi... él debe estar ocultándose arriba en alguna parte.
- Él no podría irse, ¿o sí? -dijo Harry-. Digo, cuando tú dijiste "fuera", quizás él pensó que te referías a salir fuera de la casa.
- No, no, los elfos domésticos no pueden irse a menos que les den ropa. Se amarran a la casa de su familia -dijo Sirius.
- Pueden salir de la casa si realmente desean hacerlo -lo contradijo Harry-. Dobby, dejó a los Malfoy para darme una advertencia hace dos años. Después tuvo que castigarse, pero él lo hizo.
Sirius parecía levemente desconcertado, y luego dijo:
- Lo buscaré más tarde, espero encontrarlo arriba llorando sobre el viejo retrato de mi madre, o algo parecido. Por supuesto, él puede haberse arrastrado a un armario y ahí haya muerto... pero no debo esperanzarme mucho.
Fred, George y Ron se rieron; Hermione, sin embargo, se vio reprobadora.
Una vez que se habían comido su comida de Navidad, los Weasley, Harry y Hermione quisieron hacerle otra visita al Sr. Weasley, a lo que se dio en escolta por Ojo-Loco y Lupin.
Mundungus resuelto levantó a tiempo el pudín de Navidad y bagatela, habiendo logrado “pedir prestado” un coche para la ocasión, como el metro no funcionaba en día de Navidad. El coche, del cual Harry dudaba que fuera prestado por sus dueños, había sido ampliado con un hechizo análogo como el viejo Ford Anglia de los Weasley que una vez habían tenido. Aunque por fuera parecía proporcionado, diez personas, conduciendo Mundungus, cabían dentro muy cómodamente.
La Sra. Weasley dudaba antes de entrar. Harry supo su desaprobación a que Mundungus tenía la aversión a viajar sin magia, pero, finalmente, el frío afuera y sus niños implorando ganaron, y se sentó en el asiento trasero entre Fred y Bill.
El viaje al Hospital de San Mungo era absolutamente rápido había trafiquitos en los caminos. Un grupo pequeño de brujas y de magos se arrastraba furtivamente encima de la calle abandonada para visitar el hospital. Harry y los otros salieron del coche, y Mundungus condujo alrededor de la esquina para esperarlos.
Dieron un paseo hacia la ventana donde el maniquí en nylon verde estaba parado, entonces, uno por uno, caminaron a través del cristal.
El área de la recepción parecía agradablemente festiva: los orbes de cristal que iluminaban San Mungo habían sido coloreados rojo y oro para convertirse en gigantescos y que brillaban intensamente, burbujas de Navidad; muérdago colgado alrededor de cada umbral; y los árboles de Navidad blancos y brillantes cubiertos en nieve mágica y las luces brillaron en cada esquina, cada uno terminada con una estrella de oro que destellaba. Fue menos apretada que la última vez que habían estado allí, aunque a medio camino a través del cuarto Harry se encontró desviado a un lado por una bruja con un satsuma que atoró su nariz a la izquierda de la ventana.
- ¿Argumento familiar, eh? -sonrió burlonamente a la bruja rubia atrás el escritorio-. Usted es el tercero que he visto hoy… el Daños por Encantamientos, cuarto piso.
Ellos encontraron que el Sr. Weasley mantuvo arriba de su cama lo que quedaba del pavo de su cena en una bandeja en su regazo y una expresión bastante tímida en su cara.
- ¿Está todo bien, Arthur? –preguntó la Sra. Weasley, después que todos ellos habían saludado al Sr. Weasley y entregado sus presentes.
- Bien, bien –dijo el Sr. Weasley, con poco entusiasmo-. ¿Usted... urgencias... no ha visto al Curador Smethwyck, lo vieron?
- No –dijo la Sra. Weasley sospechosamente-, ¿por qué?
- Nada, nada –dijo el Sr. Weasley ventiladamente, comenzando a desenvolver su montón de obsequios-. Bien, ¿todos tuvieron un “buenos días”? ¿Qué obtuvieron todos para Navidad? ¡Ah, Hostiga... esto es absolutamente maravilloso!
Él acaba de abrir un obsequio de alambre de fusible y destornilladores.
La Sra. Weasley no pareció enteramente satisfecha con la respuesta del Sr. Weasley. Cuando su esposo se inclinó para sacudir la mano de Harry, ella miró los vendajes bajo su camisón.
- Arthur –dijo ella, con un tono en su voz como una ratonera-, has tenido tu cambio de vendajes. ¿Por qué has tenido tu cambio de vendajes un día más temprano, Arthur? Ellos me dijeron que no lo necesitarían hacer hasta mañana.
- ¿Qué? –dijo el Sr. Weasley, mirando bastante espantado y sacando las cubiertas de la cama hasta arriba de su pecho-. No, no... no es nada... es.. L -él pareció desinflarse bajo la mirada perforante de la Sra. Weasley-. Bien... ahora no te enfades Molly, pero Augustus Pye tuvo una idea... él es el Curador de Aprendiz, usted sabe, un joven encantador y muy interesado en... pues... la medicina complementaria... digo, algunos de esos remedios viejos de Muggle... bien, ellos son llamados puntadas, Molly, y ellos trabajan muy bien en... en heridas de Muggle...
La Sra. Weasley dejó salir un ruido siniestro en algún lugar entre un chillido y un gruñido. Lupin paseó lejos de la cama y sobre el hombre-lobo, quien no tuvo visitantes y miraba más bien nostálgicamente en la multitud alrededor del Sr. Weasley; Bill murmuró algo acerca de obtener él mismo una taza de té y Fred y George saltaron arriba para acompañarlo, sonriendo.
- ¿Planeabas decírmelo -dijo la Sra. Wealey, su voz gruñó más fuerte con cada palabra y aparentemente sin darse cuenta que sus compañeros visitantes estaban corriendo para salvarse-, que tú has estado jugando con remedios Muggle?
- No jugando con ellos, Molly, querida -dijo el Sr. Weasley implorando-, sólo era algo que Pye y yo pensamos en sólo probar, pero desafortunadamente, bueno, con este tipo particular de heridas, no parece funcionar tan bien como esperábamos.
- ¿¿¿Significado???
- Bueno... bueno ¿no sé si tú sabes qué son... qué son las puntadas?
- Suena como si hubieras tratado de coser tu piel de nuevo -dijo la Sra. Weasley con un bufido de risa sin alegría-, pero ni tú, Arthur, pudiste ser así de estúpido.
- También me gustaría una taza de té -dijo Harry, saltando sobre sus pies. Hermione, Ron y Ginny casi avientan la puerta con él. Casi al momento de cerrarla tras de ellos, escucharon a la Sra. Weasley gritando:
- ¿¿QUÉ ES LO QUE QUIERES DECIR, “ESA ES LA IDEA GENERAL”??
- Típico de papá -dijo Ginny, sacudiendo su cabeza cuando se iban al corredor.
- Puntadas... te pregunté...
- Bueno, tú sabes, hacen un buen trabajo en heridas no mágicas -dijo Hermione justamente-. Supongo que algo en el veneno de esa serpiente las disuelve o algo así. Me pregunto ¿dónde está el cuarto de té?
- Quinto piso -dijo Harry, recordando el signo encima del escritorio de la bruja de la recepción.
Caminaron a través del corredor, entre un grupo de puertas dobles y encontraron una desvencijada escalera alineada con más retratos de sanadores con aspecto brutal. Como ellos la escalaban, los varios sanadores les llamaban, diagnosticando extrañas quejas y sugiriendo horribles remedios. Ron estaba enfrente cuando un mago medieval le dijo que él claramente tenía un mal caso de varicela.
- ¿Y qué se supone que son? -preguntó enojado, así como el sanador lo perseguía por 6 retratos más, empujando a los ocupantes fuera de su camino.
- Es la más penosa aflicción de la piel, joven, que te dejará marcado y más horrible incluso de lo que ya eres.
- ¡¡¡Mira a quién le estás llamando horrible!!! -dijo Ron con sus orejas tornándose rojas.
- El único remedio es tomar el hígado de un sapo, amarrándola fuerte por tu garganta, pararse desnudo en la luna llena en un barril de ojos de anguila.
- Yo no tengo varicela.
- Pero las visibles manchas sobre su cara, joven maestro.
- ¡¡¡Son pecas!!! -dijo Ron furioso-. Ahora regresa a tu propia foto y ¡¡¡déjame en paz!!!
Él rodeó a los otros, quienes estaban manteniendo determinadamente caras serias.
- ¿Qué piso es este?
- Creo que es el quinto -dijo Hermione.
- Nah, es el cuarto -dijo Harry-, uno más.
Pero cuando se encaminaba a la escalera se encontró con una abrupta parada, mirando fijamente a la pequeña ventana puesta en las puertas dobles que marcaban el inicio de un corredor con un letrero de DAÑOS POR HECHIZOS. Un hombre estaba mirando curiosamente a todos ellos con su nariz presionada contra el vidrio: Tenía un ondulante cabello rubio, ojos azules brillantes y una ancha sonrisa que revelaba sus destellantes dientes blancos...
- ¡¡Caramba!! -dijo Ron, también mirando fijamente al hombre.
- Oh, Dios mío -dijo Hermione de repente, sonando sin aliento-. ¡¡¡Profesor Lockhart!!!
Su ex-maestro de Defensa Contra Las Artes Oscuras empujó las puertas para abrirlas y se movió a donde estaban ellos, usando una bata larga color lila.
- Bueno, ¡hola! -dijo-. Yo creo que les gustaría mi autógrafo, ¿quieren?
- No ha cambiado mucho, ¿cierto? -Harry le murmuró a Ginny, quien sonrió abiertamente.
- Er... ¿cómo está, profesor? -dijo Ron, sonando ligeramente culpable. Había sido la varita que funcionó mal la que había dañado la memoria del profesor Lockhart, tan mal que había terminado en San Mungo en primer lugar, incluso cuando Lockhart había intentado limpiar permanentemente las memorias de Harry y Ron en ese tiempo, la simpatía de Harry estaba limitada.
- Estoy muy bien, ¡¡gracias!! -dijo Lockhart exuberantemente, sacando una pluma de pluma de pavo real un poco vieja de su bolsillo-. Ahora, ¿cuántos autógrafos van a querer?
- Er... no queremos ninguno en este momento, gracias -dijo Ron, subiendo sus cejas hacia Harry, quién preguntó:
- Profesor, ¿debería andar vagando por los corredores? ¿No debería estar en un pabellón?
La sonrisa se desvaneció lentamente de la cara de Lockhart. Por unos pocos segundos miró fijamente a Harry, luego dijo:
- ¿Nos conocemos?
- Er... sí, nos conocemos -dijo Harry-. Usted solía dar clases en Hogwarts, ¿recuerda?
- ¿Dar clases? -repitió Lockhart, luciendo débilmente inestable-. ¿Yo? ¿Lo hice? -Y luego su sonrisa reapareció sobre su cara tan repentinamente que fue un poco alarmante-. Enseñándote todo lo que sabes, espero, ¿no? Bueno, entonces, ¿qué pasó con esos autógrafos? Digamos una docena, ¡¡se la pueden dar a todos sus pequeños amigos y nadie será dejado fuera!!
Pero justamente entonces una cabeza se asomó fuera de la puerta a lo lejos del corredor y una voz llamó:
- ¡Gilderoy, tú niño malo! ¿Adónde te has ido a vagar?
Una sanadora con aspecto maternal usando una guirnalda de oropel en su cabello vino apresuradamente por el corredor, sonriendo cálidamente a Harry y a los demás.
- ¡Oh, Gilderoy, tienes visitas! ¡Qué encantador, y en el día de Navidad también! Saben, él nunca tiene visitas, pobre cordero, y no puedo pensar por qué, él es tan adorable, ¿no es así?
- ¡¡Estamos haciendo autógrafos!! -Gilderoy le dijo a la Sanadora con otro sonrisa brillante-. ¡¡Quieren toneladas de ellos, no toman un no como respuesta!! ¡¡Sólo espero que tenga suficientes fotografías!!
- Escúchenlo -dijo la Sanadora, tomando el brazo de Lockhart y sonriéndoles profundamente como si él fuera un niño de dos años-. Él era bastante conocido hace algunos años; tenemos muchas esperanzas de que este a gusto dando dedicatorias, esta es una
señal de que su memoria podría estar comenzando a volver. ¿Puede hacerme el favor de pasar por aquí? Él está en una sala cerrada, ustedes saben, él debe haberse escapado mientras yo daba los regalos de Navidad... por lo general la puerta es mantenida cerrada ¡no es que él sea peligroso! Pero -ella bajó su voz susurrando-, él es un poco peligroso para él mismo, el pobre... no sabe quién es, pueden ver, él camina sin rumbo y no puede acordarse como regresarse... es agradable que ustedes hallan venido a verlo.
- Er... -dijo Ron, haciendo gesto inútilmente hacia el piso-, en realidad, nosotros estábamos solamente... er...
Pero el Curandero reía de ellos con expectación, y el murmullo débil de Ron de tener una taza de té se iba calmando en la nada. Ellos miraron el uno al otro sin poder hacer nada, luego siguieron Lockhart y a su Curandero a lo largo del corredor.
- No nos vamos a quedar mucho tiempo -dijo Ron silenciosamente.
El Curandero señaló su varita mágica en la puerta de la Sala de Janus Thickey y murmuró “Alohomora”. La puerta se abrió de golpe y enseñando el camino adentro, con un apretón firme al brazo de Gilderoy hasta que lo colocó en una butaca al lado de su cama.
- Esto es la sala de nuestros residentes a largo plazo -ella informó a Harry, Ron, Hermione y Ginny en voz baja-. Para el daño permanente por hechizos, ya saben. Desde luego, con pociones reparadoras intensivas, encantos y un poco de suerte, podemos producir alguna mejora. Gilderoy realmente parece recuperar algún sentido de él mismo; y hemos visto una mejora verdadera en el Sr. Bode, él parece recuperar la energía del habla muy bien, aunque él no hable ninguna lengua que reconozca aún. Bien, debo terminar de dar los regalos de Navidad, los abandonaré para que hablen.
Harry miró alrededor. La sala llevaba los signos inconfundibles de ser una permanente casa a sus residentes. Ellos tenían muchos más afectos personales alrededor de sus camas que en la sala del Sr. Weasley; la pared alrededor de la cabecera de Gilderoy, por ejemplo, fue empapelada con los cuadros de él, todos sonriendo radiante y moviéndose con las llegadas de nuevas personas. Él tenía muchos firmados por él mismo regados, escrito de forma infantil. Ahora él había sido puesto en su silla por el Curandero, Gilderoy tiró un montón fresco de fotografías hacia él, agarró una pluma y comenzó a firmarlos todos nerviosamente.
- Puedes ponerlos en sobres -le dijo a Ginny, lanzando las fotos firmadas en su regazo uno por uno cuando los terminó-. No soy olvidado, ustedes saben, no, todavía recibo muchísimos correos de admiradores... Gladys Gudgeon escribe en la semana... solamente deseando que yo no supiera por qué... -Él hizo una pausa, mirando apenas perplejo, luego regresó otra vez y volvió a firmar con el vigor renovado-. Sospecho que es simplemente mi belleza...
Un melancólico, triste mirar se pone en la cama enfrente que mira fijamente en el techo; él mascullaba para sí mismo y pareció bastante inconsciente de lo que estaba alrededor de él. Dos camas a lo largo eran una mujer cuya cabeza entera fue cubierta en la piel; Harry recordó algo, un acontecimiento similar que le pasó Hermione durante su segundo año, aunque por suerte el daño, en su caso, no había sido permanente. En el final lejano de la sala, cortinas floridas habían sido dibujadas alrededor de dos camas para dar a los inquilinos y sus visitantes alguna privacidad.
- Aquí están, Agnes -dijo el Curandero intensamente a la mujer peluda afrontada, dándole un pequeño montón de regalos de Navidad-. ¿Ves, no eres olvidada, verdad? Su hijo envió un búho a decir que él la visitará esta noche, esto es agradable, ¿verdad? -Agnes dio varias sonidos fuertes-. Y mira, Broderick, te han enviado unas plantas en esta maceta y un calendario encantador con un Hipogrifo diferente de fantasía durante cada mes; ¿y no te animan estas cosas? -dijo la Curandera, animada a lo largo del hombre que mascullaba, poniendo una planta bastante fea con largos tentáculos sobre el gabinete de cabecera y fijando el calendario a la pared con su varita mágica-. Y... ¡ah, Sra. Longbottom! ¿usted se marcha ya?
La cabeza de Harry buscó alrededor. Las cortinas habían sido retrocedidas de las dos camas en el final de la sala y dos visitantes andaban retrocediendo en el pasillo entre las camas: una bruja vieja que de mirada formidable que llevaba un vestido largo verde, una piel de zorro apolillada y un sombrero puntiagudo decorado con lo que era sin lugar a dudas un buitre relleno y, arrastrando detrás en el fondo a un deprimido... Neville. Con un inesperado entendimiento que llegó de repente, Harry comprendió que la gente en las camas del final debían ser... él lanzó violentamente a los demás algún medio para distraerlos de modo que Neville pudiera salir de la sala inadvertido y sin que le preguntaran, pero Ron también había alzado la vista cuando nombraron a “Longbottom”, y antes de que Harry pudiera pararlo, había llamado a Neville.
Neville brincó y se agachó como si una bala por poco le hubiera dado.
- ¡Somos nosotros, Neville! -dijo Ron intensamente, poniéndose de pies-. ¿Tú has visto...? ¡Lockhart aquí! ¿A quién estás visitando?
- ¿Amigos tuyos, querido Neville? -dijo la abuela de Neville gentilmente, haciéndose notar sobre todos ellos.
Neville miró como si él prefiriera estar en todas partes en el mundo, menos aquí. Su cara rechoncha se acercaba a un apagado rubor púrpura sin poder mirar a nadie a los ojos.
- ¡Ah, sí! -dijo su abuela, mirando estrechamente a Harry y sobresaliendo una mano arrugada, parecida a una garra-. Sí, sí, yo sé quién eres, desde luego. Neville habla mucho de ti.
- Er... gracias -dijo Harry, estrechando la mano. Neville no lo miró, pero inspeccionó sus propios pies, mientras el color de su cara que se hacia más profundo con el tiempo.
- Y ustedes dos claramente son Weasley -siguió la Sra. Longbottom, ofreciendo su mano suntuosamente a Ron y Ginny a su turno-. Sí, conozco a sus padres... no bien desde luego... es buena gente, buena gente... ¿y usted debe ser Hermione Granger?
Hermione miró más bien asustada a la Sra. Longbottom, como sabía su nombre, pero dio la mano en todo caso.
- Sí, Neville me ha dicho todo sobre usted. Lo ayudaste con unas manchas pegajosas, ¿verdad? Él es un muchacho bueno -dijo ella, echando una mirada severa de valoración debajo de su nariz bastante huesuda en Neville-, pero no tiene el talento de su padre, lo digo con temor -y ella tiró su cabeza en la dirección de las dos camas en al final de la sala, para que el buitre relleno sobre su sombrero temblara alarmantemente.
- ¿Qué? -dijo a Ron, mirando asombrado. (Harry quiso sellar al pie de Ron, pero aquel tipo de cosas es mucho más difícil para pasar inadvertido cuando llevan pantalones en ves de túnica)-. Neville, ¿tú papá está abajo al final?
- ¿Qué es esto? -dijo la Sra. Longbottom bruscamente-. ¿Neville no le has dicho a tus amigos sobre tus padres?
Neville suspiró, buscando en el techo y sacudiendo su cabeza. Harry no podía acordarse como disculpar la sonrisa de cada uno, pero él no podía pensar ningún modo de como ayudar a Neville en esta situación.
- ¡Bien, no es nada para avergonzarse! -dijo la Sra. Longbottom con ira-. ¡Tú deberías estar orgulloso, Neville, orgulloso! ¡Ellos no dieron su salud y su sanidad para que su único hijo se avergonzara de ellos, ya sabes!
- No me avergüenzo -dijo Neville, muy apenas, todavía mirando en todas direcciones, menos en Harry y los demás. Ron ahora estaba de pie de puntillas para revisar a las personas de las dos camas.
- ¡Bien, usted tiene un modo gracioso de exposición de ello! -dijo la Sra. Longbottom-. Mi hijo y su esposa -ella dijo, dando vuelta con altanería, Ron, Hermione y Ginny-. Ellos fueron torturados hasta la locura por seguidores de Usted-Sabe-Quien -Hermione y Ginny ambas taparon sus bocas con la mano. Ron dejó de estirar su cuello para coger una vislumbre de los padres de Neville y miró mortificado-. Ellos eran Aurores, saben, y muy bien respetado dentros de la comunidad mágica -la Sra. Longbottom continuó-. Sumamente talentosos. Yo... ¿sí, querida Alice, ¿Qué es esto?
La madre de Neville había venido bajando de la sala en su camisón. Ella tenía la cara más rechoncha, Harry había visto una pose feliz en la fotografía vieja de Moody de la Orden del Fénix original. Su cara era delgada y llevada ahora, sus ojos parecían enormes y su pelo, se había tornado blanco, era tenue y una mirada como de muerto. Ella no parecía querer hablar, o quizás ella no fue capaz, pero ella hizo movimientos tímidos hacia Neville, sosteniendo algo con su mano extendida.
- ¿Otra vez? -dijo la Sra. Longbottom, sonando ligeramente cansada-. Muy bien, querida Alice, muy bien... Neville, tómala, como sea.
Pero Neville ya había estirado su mano, en la que su madre dejó caer la mejor envoltura de Goma de Sopladura de Drooble vacío.
- Muy agradable, querido -dijo la abuela de Neville con una voz falsamente alegre, acariciando a su madre al hombro. Pero Neville dijo silenciosamente:
- Gracias mamá.
Su madre se tambaleó a lo lejos, retrocediendo a la sala, tarareando para ella misma. Neville miró a los demás, su expresión era desafiante, como si los desafiara a reírse, pero Harry pensó que había encontrado algo menos gracioso en su vida.
- Bien, mejor que regresemos –suspiró la Sra. Longbottom, señalando con sus largos guantes verdes-. Es muy agradable haberlos encontrado a todos. Neville, ponga aquella envoltura en el arca, ella debe haberle dado bastantes de ellos para tapizar su dormitorio por ahora.
Pero como ellos se marcharon, Harry estuvo seguro que él vio deslizar a Neville una envoltura de dulce en su bolsillo. La puerta se cerró detrás de ellos.
- Yo nunca supe -dijo Hermione, quien miró con ojos llorosos.
- Ni yo -dijo Ron más bien con voz ronca.
- Ni yo –dijo Ginny susurrando.
Ellos todos miraron a Harry.
- Yo sabía -dijo con tristeza-. Dumbledore me dijo pero prometí que yo no le diría a nadie... esto, que Bellatrix Lestrange fue enviada a Azkaban, por usar la Maldición de Cruciatus sobre los padres de Neville hasta que ellos perdieran sus mentes.
- ¿Bellatrix Lestrange hizo esto? -susurró a Hermione, horrorizada-. ¿Aquella mujer que... Kreacher tenía una foto de ella en su guarida?
Había un silencio largo, roto por la voz enfadada de Lockhart.
- ¡Miren, no aprendí a escribir corrido para nada, ya saben!

 

 

CAPÍTULO XXIV

OCCLUMANCIA

Kreacher sudaba, había estado acechando en el ático. Sirius dijo que le había encontrado allá arriba cubierto de polvo, indudablemente buscando más reliquias de la familia Black que ocultar en su armario.
Aunque Sirius parecía satisfecho con esta historia, Harry se sintió inquieto. Kreacher parecía estar de mejor humor con su reaparición, su amargo cuchicheo había disminuido de alguna manera y aceptaba las órdenes más dócilmente que lo usual, aunque una o dos veces Harry pilló al elfo observándole ávidamente, pero siempre volviendo la vista rápidamente si veía que Harry lo notaba.
Harry no mencionó sus vagas sospechas a Sirius, cuya alegría se estaba evaporando ahora que la Navidad se había acabado. Así como la fecha de su vuelta a Hogwarts se acercaba, se volvió más y más propenso a lo que la Señora Weasley llamaba “ataques de malhumor” en los que se volvía taciturno y gruñón, a menudo retirándose a la habitación de Buckbeak durante horas. Su tristeza se extendía por toda la casa, filtrándose por debajo de las puertas como un gas nervioso de manera que todos llegaron a infectarse con él.
Harry no quería dejar a Sirius de nuevo con Kreacher como única compañía, de hecho por primera vez en su vida, no estaba ansioso por regresar a Hogwarts. Volver al colegio significaría ponerse de nuevo bajo la tiranía de Dolores Umbridge, quien sin duda se las habría apañado para hacer otra docena de decretos durante su ausencia; no había Quidditch que esperar ahora que había sido expulsado, con toda probabilidad su carga de deberes se incrementaría a medida que se acercaran los exámenes, y Dumbledore seguía tan remoto como siempre. De hecho, si no hubiera sido por el ED, Harry creía que le habría suplicado a Sirius que le permitiera dejar Hogwarts y permanecer en Grimmauld Place.
Entonces, en el último día de las vacaciones, algo ocurrió que hizo que Harry se aterrorizara de su regreso a la escuela.
- Harry, querido -dijo la Señora Weasley asomando su cabeza en el dormitorio de Harry y Ron, donde ambos estaban jugando ajedrez mágico observados por Hermione, Ginny y Crookshanks-, ¿podrías bajar a la cocina? Al profesor Snape le gustaría hablar contigo.
Harry no registró inmediatamente lo que ella había dicho; una de sus torres está enzarzada en una violenta lucha con uno de los peones de Ron y estaba animándola con entusiasmo.
- Machácalo... machácalo, solo es un peón, idiota. Perdón señora Weasley, ¿qué dijo?
- El profesor Snape, querido. En la cocina. Le gustaría hablar contigo.
La boca de Harry se abrió con horror. Miró alrededor los rostros de Ron, Hermione y Ginny, los cuales estaban mirándole con la boca abierta. Crookshanks, a quien Hermione había estado conteniendo con dificultad durante el último cuarto de hora, saltó alegremente sobre el tablero haciendo que las piezas corrieran a refugiarse, gritando a toda voz.
- ¿Snape? -preguntó Harry inexpresivamente.
- Profesor Snape, querido –le reprendió la Señora Weasley-. Ahora vamos, rápido, dice que no puede estar mucho tiempo.
- ¿Qué quiere de ti? –interrogó Ron, mirando nervioso mientras su madre salía de la habitación-. ¿No has hecho nada verdad?
- ¡No! –aseguró Harry indignado, forzando su cerebro a pensar qué podría haber hecho para que Snape le persiguiese hasta Grimmauld Place. ¿Tal vez sus últimos deberes merecieran una “T”?
Uno o dos minutos después, empujó la puerta de la cocina para encontrar a Sirius y Snape sentados a la gran mesa, mirando furiosamente en direcciones opuestas. El silencio entre ellos era pesado. Una carta estaba abierta sobre la mesa, delante de Sirius.
- Er... –musitó Harry para anunciar su presencia.
Snape le miró, su cara enmarcada por cortinas de grasiento pelo negro.
- Siéntate, Potter.
- Sabes –señaló Sirius recostándose sobre las dos patas traseras de su silla y hablándole al techo–, creo que preferiría que no dieses órdenes aquí Snape, ésta es mi casa.
Un feo sonrojo se extendió por la pálida cara del aludido. Harry se sentó en una silla al lado de Sirius, enfrente de Snape.
- Se suponía que iba a verte a solas, Potter –comenzó Snape, la familiar sonrisa de desprecio curvando su boca-. Pero Black...
- Soy su padrino –puntualizó Sirius aún más alto que antes.
- Estoy aquí por orden de Dumbledore –dijo Snape, cuya voz, por contraste, se transformaba más y más en un susurro sarcástico-, pero de todos modos quédate, Black, sé cuanto te gusta sentirte... involucrado.
- ¿Qué se supone que significa eso? –preguntó Sirius dejando caer su silla sobre sus cuatro patas con un fuerte bang.
- Simplemente que estoy seguro que te debes sentir... ah... frustrado por el hecho de que no puedes hacer nada útil –Snape acentuó delicadamente la palabra- para la Orden.
Fue el turno de Sirius de ruborizarse. La boca de Snape se curvó triunfalmente mientras se volvía hacia Harry.
- El director me ha enviado a comunicarte, Potter, que es su deseo que estudies Occlumancia este curso.
- ¿Estudiar qué? -preguntó Harry.
El sarcasmo de Snape aumentó.
- Occlumancia, Potter. La defensa mágica de la mente contra penetración externa. Una oscura rama de la magia, pero sumamente útil.
El corazón de Harry empezó a latir muy rápido ¿Defensa contra penetración externa?
Pero él no estaba siendo poseído, todos habían estado de acuerdo en ello...
- ¿Por qué tengo que estudiar Occlu... eso? -balbuceó.
- Porque el Director cree que es una buena idea –contestó Snape suavemente-. Recibirás lecciones privadas una vez por semana, pero no le dirás a nadie lo que estás haciendo, y mucho menos a Dolores Umbridge. ¿Entiendes?
- Sí -afirmó Harry-. ¿Quién me va a enseñar?
Snape alzó una ceja.
- Yo -respondió.
Harry tuvo la horrible sensación de que las tripas se le derretían. Lecciones extra con Snape, ¿qué habría hecho para merecer esto? Miró a Sirius en busca de apoyo.
- ¿Por qué no puede enseñarle Dumbledore? –interrogó Sirius agresivamente-. ¿Por qué tú?
- Supongo que porque es un privilegio del director delegar las tareas menos agradables, -dijo Snape-. Te aseguro que no rogué por el puesto –se levantó-. Te espero a las seis en punto el lunes por la noche, Potter. En mi oficina. Si alguien pregunta, estás haciendo pociones curativas. Nadie que te haya visto en mis clases podría negar que las necesitas.
Se volvió para irse, su capa de viaje ondulando tras él.
- Espera un momento –pidió Sirius, levantándose de su silla.
Sape se giró hacia él, burlándose.
- Tengo bastante prisa, Black a diferencia de ti, mi tiempo libre no es ilimitado.
- Iré al grano entonces -dijo Sirius. Era bastante más alto que Snape, quien, notó Harry, cerró el puño en el bolsillo de su capa sobre lo que Harry estaba seguro era el mango de su varita-. Si oigo que estás usando esas lecciones de Occlumancia para molestar a Harry tendrás que responder de ello ante mí.
- Qué conmovedor –se burló Snape-. Pero seguro has dado cuenta que Potter es muy parecido a su padre.
- Sí, ya me había dado cuenta –declaró Sirius con orgullo.
- Bien, entonces sabrás que es tan arrogante que la crítica simplemente le rebota -dijo Snape con elegancia.
Sirius empujó su silla a un lado y a zancadas rodeó la mesa hacia Snape, sacando su varita. Snape sacó la suya. Ambos se enfrentaron, Sirius lívido, Snape calculador, sus ojos volando de la varita de Sirius a su cara.
- ¡Sirius! -gritó Harry, pero éste pareció no escucharle.
- Te he prevenido Snivdlus -advirtió Sirius, su cara apenas unos centímetros de la de Snape-. No me importa si Dumbledore cree que te has reformado, yo sé mejor...
- Oh, pero ¿por qué no se lo dices? –susurró Snape- ¿O temes que no tomará muy en serio el aviso de un hombre que ha estado escondiéndose en casa de su madre durante seis meses?
- Dime, ¿cómo está Lucius Malfoy estos días? ¿Supongo que estará encantado de que sus perros falderos estén trabajando en Hogwarts no?
- Hablando de perros –replicó Snape suavemente-. ¿Sabías que Lucius Malfoy te reconoció la última vez que te arriesgaste a una pequeña excursión? Inteligente idea Black, dejándote ver en la plataforma de la estación... ¿te dio la excusa perfecta para no salir de tu escondite en el futuro verdad?
Sirius alzó su varita.
- ¡NO! –gritó Harry, saltando sobre la mesa y tratando de meterse entre ellos-. ¡Sirius, no!
- ¿Estás llamándome cobarde? -bramó Sirius, tratando de empujar a Harry fuera de su camino, pero éste no se movió.
- Pues, sí, supongo que sí -contestó Snape.
- ¡Harry – sal – del – medio! -gruñó Sirius, empujándole a un lado con su mano libre.
La puerta de la cocina se abrió y entró la familia Weasley en pleno acompañados de Hermione, parecían muy felices, con el Señor Weasley caminando orgullosamente en el medio, vestido con un par de pijamas a rayas y cubierto por un impermeable.
- ¡Curado! –anunció radiante-. ¡Completamente curado!
Todos se quedaron helados contemplando la escena que tenían enfrente, que estaba suspendida en medio de la acción. Tanto Sirius como Snape mirando hacia la puerta con sus varitas apuntando hacia la cara del otro y Harry inmóvil entre los dos, los brazos extendidos intentando forzarles a separarse.
- ¡Por las barbas de Merlín! -exclamó el señor Weasley, la sonrisa desapareciendo de su cara-. ¿Qué está pasando aquí?
Ambos bajaron sus varitas. Harry miró a uno y otro. Los dos tenían una expresión de extremo desprecio, aunque la inesperada entrada de tantos testigos parecía haberles devuelto el sentido común. Snape guardó su varita, se giró y salió de la cocina sin más comentarios. Ya en la puerta miró hacia atrás.
- Lunes en la tarde a las seis en punto, Potter.
Y se fue. Sirius le miraba encolerizado, su varita a un lado.
- ¿Qué ha ocurrido? -preguntó el Señor Weasley nuevamente.
- Nada, Arthur -respondió Sirius, quien estaba respirando fuertemente como si acabase de correr una gran distancia-. Sólo una pequeña y amigable charla entre dos viejos amigos de colegio -sonrió con lo que pareció un gran esfuerzo-. ¿Así que... estás curado? Esa es una gran noticia, realmente grande.
- ¿Sí, verdad? -comentó la señora Weasley, llevando a su marido a una silla-. El sanador Smethwyck hizo su magia al final, encontró un antídoto para lo que fuera que la serpiente tenía en sus colmillos, y Arthur aprendió su lección sobre jugar con medicina Muggle, ¿verdad querido? –terminó con aire amenazante.
- Sí, Molly querida –dijo el señor Weasley dócilmente.
La cena de esa noche debería haber sido alegre, con el señor Weasley de vuelta. Harry podría decir que Sirius estaba intentando que así fuese. Cuando su padrino no estaba esforzándose en reír a carcajadas ante los chistes de Fred y George u ofreciendo a todos más comida, su cara se tornaba en una deprimida y pensativa expresión. Harry estaba separado de Sirius por Mundungus y Ojo-Loco, quienes habían venido para felicitar al señor Weasley. Quería hablar con Sirius, para decirle que no escucharía ni una palabra de lo que Snape dijese, que Snape estaba incitándole deliberadamente y que el resto de ellos no pensaban que Sirius fuese un cobarde por hacer lo que Dumbledore le ordenó y permanecer en Grimmauld. Pero no tuvo oportunidad de hacerlo y viendo la fea expresión en la cara de Sirius, Harry se preguntaba si se atrevería a decírselo incluso si tuviese ocasión. En lugar de eso, les habló a Ron y Hermione, en voz baja, sobre las clases de Occlumancia con Snape.
- Dumbledore quiere que dejes de tener esos sueños sobre Voldemort -opinó Hermione enseguida-. Bien, imagino que no lamentarás no tenerlos nunca más ¿verdad?
- ¿Lecciones extra con Snape? -terció Ron con horror-. Yo preferiría las pesadillas.
Iban a regresar a Hogwarts en el Bus Noctámbulo del siguiente día, escoltados una vez más por Tonks y Lupin, quienes estaban desayunando en la cocina cuando Harry, Ron y Hermione bajaron la mañana siguiente. Los adultos parecían estar en medio de una conversación cuando Harry abrió la puerta, todos miraron alrededor impacientes y callaron.
Tras un apresurado desayuno, todos se pusieron las chaquetas y las bufandas para protegerse en la gris y helada mañana de enero. Harry tuvo una desagradable sensación de ahogo en la garganta, no quería decir adiós a Sirius. Tenía un mal presentimiento sobre esta partida, no sabía cuando se volverían a ver de nuevo y sentía que tenía que decirle algo para impedirle hacer alguna estupidez. Estaba preocupado de que la acusación de cobardía de Snape hubiese picado tanto a su padrino que pudiera estar planeando algún loco viaje fuera de Grimmauld. Antes que se le ocurriera qué decir, Sirius le llamó por señas.
- Quiero que tomes esto -dijo quedamente, poniendo un mal envuelto paquete del tamaño de un libro en las manos de Harry.
- ¿Qué es? –preguntó Harry.
- Una forma de hacerme saber si Snape te lo hace pasar mal. No, no lo abras aquí -le pidió, con una cautelosa mirada a la señora Weasley, quien estaba tratando de persuadir a los gemelos para que se pusieran unos guantes-. Dudo que Molly lo aprobase... pero quiero que lo uses si lo necesitas, ¿de acuerdo?
- Está bien -aceptó Harry, poniendo el paquete en el bolsillo interior de su chaqueta, pero sabía que nunca lo usaría pasase lo que pasase. No sería él, Harry, quien hiciese salir a Sirius de su lugar seguro, no importaba cuan mal le tratara Snape en sus futuras clases de Occlumancia.
- Vamos pues -lo animó Sirius palmeando a Harry en el hombro y sonriendo, y antes de que éste pudiese decir nada más, estaban subiendo las escaleras, parando ante la cerrada y encadenada puerta de entrada, rodeados por los Weasley.
- Adiós, Harry, ten cuidado -aconsejó la señora Weasley abrazándole.
- ¡Ya nos veremos Harry, y vigila a las serpientes por mí! -agregó el señor Weasley dándole la mano.
- De acuerdo, sí -dijo Harry distraídamente, era su última oportunidad de pedirle a Sirius que tuviese cuidado, se volvió, miro la cara de su padrino y abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo Sirius le estaba dando un gran abrazo, y diciéndole bruscamente “Cuídate Harry”. Al momento siguiente Harry se encontró siendo transportado fuera al helado aire invernal, con Tonks (hoy disfrazada de dama vestida de tweed con el pelo gris).
La puerta del número 12 se cerró de golpe tras ellos. Siguieron a Lupin por los escalones del frente. Cuando llegó a la calle, Harry miró alrededor. El número 12 se estaba contrayendo rápidamente; un segundo más tarde, había desaparecido.
- Vamos, cuanto más pronto cojamos el autobús mejor -dijo Tonks, y Harry pensó que había nerviosismo en la mirada que ella echó a la plaza. Lupin levantó su brazo derecho.
BANG.
Un autobús de tres pisos de un púrpura violento había aparecido de la nada delante de ellos, evitando por poco una farola. Un joven delgado y cubierto de granos, llevando un uniforme púrpura, saltó al pavimento y dijo: - Bienvenidos al...
- Sí, sí, ya sabemos, gracias -lo interrumpió Tonks rápidamente-. Venga, venga, montad.
Y empujó a Harry hacia las escaleras detrás del conductor, quién lo miró al pasar.
- Ehh... es...
- Si gritas su nombre te mandaré al olvido -murmuró Tonks amenazadoramente, y luego se dirigió hacia donde se encontraban Ginny y Hermione.
- Siempre quise ir en esta cosa -comentó Ron alegremente, reuniéndose con Harry a bordo y mirando alrededor.
Había sido de noche la última vez que Harry había viajado en el Bus Noctámbulo y sus tres pisos habían estado llenos de asientos-cama. Ahora, por la mañana temprano, estaba repleto de sillas varias agrupadas al azar alrededor de las ventanas. Algunas de ellas parecían haber caído cuando el autobús paró abruptamente en Grimmauld Place. Unos cuantos brujos y brujas estaban aún levantándose, refunfuñando, y la bolsa de la compra de alguien se había deslizado al otro extremo del autobús: una desagradable mezcla de huevos de rana, cucarachas y flanes se hallaba esparcida por todo el suelo.
- Parece que tendremos que dividirnos -dijo Tonks enérgicamente, buscando asientos vacíos-. Fred, George y Ginny, si tomais aquellos asientos de atrás... Remus puedes estar con vosotros.
Harry, Ron, Hermione y ella subieron al último piso, donde había dos sillas desocupadas en primera fila y dos al final. Stan Shumpike, el conductor, siguió a Harry y Ron ávidamente al fondo. Las cabezas se volvían al pasar Harry, y cuando se sentó, vio todas las cabezas girarse nuevamente.
Cuando Harry y Ron le dieron a Stan once Snickles cada uno, el autobús partió de nuevo, bamboleándose inquietantemente. Retumbó alrededor de Grimmauld Place zigzagueando y entonces, con otro tremendo BANG, todos ellos fueron lanzados hacia atrás, la silla de Ron perdió el equilibrio y Pigwidgeon, que había estado en su regazo, salió despedido de su jaula y voló gorjeando salvajemente al frente del autobús donde revoloteó sobre el hombro de Hermione. Harry, quien apenas había evitado la caída aferrándose a una lámpara, miró por la ventana; ahora iban a toda velocidad por lo que parecía una autopista.
- A las afueras de Birmingham -declaró Stan felizmente, respondiendo a la silenciosa pregunta de Harry mientras Ron se levantaba del suelo-. ¿Estás bien Harry? Vi tu nombre en los periódicos todo el verano, pero no te ponían muy bien. Le dije a Ern que no parecías un loco cuando te conocimos, todo es un espectáculo, ¿verdad?
Cogió sus boletos y continuó contemplándole, embelesado.
- Aparentemente, a Stan no le importaba cuan loco podías estar, si eras lo suficientemente famoso para salir en los periódicos -el autobús se bamboleó de manera alarmante, adelantando una línea de coches. Mirando al frente del autobús, Harry vio a Hermione taparse los ojos con las manos, Pigwidgeon contoneándose feliz en su hombro.
BANG.
Las sillas se deslizaron nuevamente hacia atrás cuando el bus saltó de la autopista de Birmingham a un tranquilo camino lleno de curvas. Los setos a cada lado de la carretera saltaban fuera de su camino para evitar una colisión. De aquí pasaron a una calle principal en mitad de una ajetreada ciudad, luego a un viaducto rodeado de altas colinas, después a carretera azotada por el viento entre altos edificios, cada vez con una fuerte BANG.
- He cambiado de opinión -comentó Ron levantándose del suelo por sexta vez-. No quiero montar en esto nunca más.
- Escuchad, Hogwarts es la siguiente parada -informó Stan alegremente, tambaleándose hacia ellos-. Aquella mandona mujer de delante que vino con vosotros nos ha dado una pequeña propina para que os dejemos pasar delante en la cola. Sin embargo, vamos a dejar a Madame Marsh primero -hubo un sonido de náuseas abajo, seguido por un horrible ruido de salpicaduras-. No se encuentra en su mejor momento.
Unos minutos mas tarde, el Bus Noctámbulo chirrió al detenerse ante un pequeño bar, que se apartó para evitar la colisión. Pudieron oír a Stan guiando a Madame Marsh fuera del autobús y los murmullos de alivio de los demás pasajeros del segundo piso. El vehículo se movió de nuevo, tomando velocidad hasta que...
BANG.
Estaban rodando a través de un nevado Hogsmeade. Harry captó un vistazo del Cabeza de Cerdo a un lado de la calle, el austero cartel con la cabeza de cerdo crujiendo con el invernal viento. Copos de nieve caían contra el cristal delantero del autobús. Al fin, pararon a las puertas de Hogwarts.
Lupin y Tonks les ayudaron a bajar con su equipaje, después salieron para despedirse. Harry miró hacia arriba a los tres pisos del Bus Noctámbulo y vio a todos los pasajeros contemplándole con las narices aplastadas contra las ventanas.
- Estarás seguro una vez que estéis adentro -dijo Tonks, echando una ojeada a la desierta carretera-. Que tengáis un buen curso, ¿está bien?
- Cuidaos -añadió Lupin, estrechando manos y dejando a Harry para el final-. Y escucha... -bajó la voz mientras el resto se despedía de Tonks-... Harry, sé que no te gusta Snape, pero es un fantástico Occlumante y todos, Sirius incluido, queremos que aprendas a protegerte, de modo que trabaja duro ¿de acuerdo?
- Sí, de acuerdo -aceptó Harry mirando la cara prematuramente arrugada de Lupin-. Nos veremos pues.
Los seis lucharon contra la resbaladiza subida al Castillo, arrastrando sus maletas. Hermione ya estaba hablando sobre tejer nuevos sombreros para los elfos antes de la hora de acostarse. Harry miró hacia atrás cuando llegaron a las puertas de entrada, el Bus Noctámbulo ya se había ido y en parte deseó, dado lo que estaba por venir la siguiente tarde, estar aún a bordo.
Harry pasó la mayor parte del día siguiente temiendo que llegara la tarde. Su clase matinal doble de Pociones no hizo nada por disipar sus temores, ya que Snape estuvo tan desagradable como siempre. 
Su humor fue empeorando a medida que los miembros del ED se le acercaban en los pasillos entre clases, preguntando esperanzados si habría una reunión aquella noche.
- Ya os haré saber de la forma habitual cuando es la próxima -decía Harry una y otra vez-. Pero esta noche no puede ser, tengo que ir a... er... Pociones curativas.
- ¿Tomaste Pociones Curativas? -preguntó Zacarías Smith desdeñosamente, habiendo acorralado a Harry en el vestíbulo de entrada después de comer-. Buen Dios, debes ser terrible. Snape no suele dar lecciones extra ¿verdad?
Mientras Smith se alejaba a grandes zancadas bastante molesto, Ron le lanzó una mirada furiosa.
- ¿Le maldigo? Aun puedo alcanzarlo desde aquí -dijo elevando su varita y apuntando a Smith entre los hombros.
- Olvídalo -replicó Harry tristemente-. ¿Es lo que todos van a pensar no? Que soy realmente estúpido.
- Hola, Harry -se escuchó una voz detrás de ellos. Se giró y encontró a Cho.
- Oh -murmuró mientras su estómago daba un vuelco-. Hola.
- Estaremos en la biblioteca, Harry -informó Hermione con firmeza al tiempo que cogía a Ron por el codo y lo arrastraba hacia la escalera de mármol.
- ¿Tuviste una buena Navidad? -preguntó Cho.
- Sí, no estuvo mal –contestó Harry.
- La mía fue muy tranquila -contó Cho. Por alguna razón parecía bastante avergonzada-. Erm... hay otro viaje a Hogsmeade el mes que viene, ¿viste el anuncio?
- ¿Qué? Oh, no, no he visto el tablón de anuncios desde que llegué.
- Sí, es el día de San Valentín...
- Vale –dijo Harry, preguntándose por qué le estaría diciendo eso-. Bueno, supongo que querrás...
- Sólo si tú quieres –contestó ella.
Harry la miró. Había estado a punto de decir “Supongo que querrás saber cuando es la siguiente reunión de ED” pero su respuesta no parecía encajar.
- Yo... er... –vaciló.
- Oh, está bien si no quieres -aceptó, pareciendo mortificada-. No te preocupes, ya nos veremos.
Ella se fue. Harry se quedó allí mirándola, su cerebro trabajando a toda máquina. De repente, algo encajó en su sitio.
- ¡Cho! Hey... ¡CHO!
Corrió tras ella, pillándola a mitad de la escalera.
- Er... ¿querrías venir conmigo a Hogsmeade el día de San Valentín?
- ¡Oh, sí! –aceptó ella, sonrojada y radiante.
- Bien... bueno... convenido pues -dijo Harry, sintiendo que a fin de cuentas el día no iba a ser un completo desastre, y casi a saltos dejó la biblioteca para reunirse con Ron y Hermione antes de sus clases de la tarde.
A las seis en punto aquella tarde, sin embargo, ni siquiera la luz de haber conseguido citarse con Cho Chang podía alumbrar los inquietantes sentimientos, intensificados con cada paso que Harry daba hacia la oficina de Snape.
Se paró ante la puerta, deseando estar en casi cualquier otro sitio; luego, respirando profundamente, llamó y entró.
La oscura habitación esta llena de estantes con cientos de frascos de cristal en los que pequeños trozos de animales y plantas se hallaban suspendidos en una variedad de pociones de colores. En una esquina, estaba el armario lleno de ingredientes que Snape había acusado una vez a Harry –no sin razón- de robar. Su atención fue, sin embargo, atraída por el escritorio, donde un cuenco de piedra grabado con runas y símbolos yacía en el foco de luz de una vela. Lo reconoció enseguida, era el Pensadero de Dumbledore. Preguntándose qué rayos estaría haciendo allí, saltó cuando la fría voz de Snape salió de las sombras.
- Cierra la puerta, Potter.
Harry hizo lo que le ordenaron, con el horrible sentimiento de que estaba siendo encarcelado. Cuando se giró, Snape se había movido a la luz y estaba apuntando silenciosamente una silla al otro lado de su escritorio. Harry se sentó y lo mismo hizo Snape, sus fríos ojos negros fijos en  Harry, el disgusto llenaba cada línea de su cara.
- Bien, Potter, ya sabes por qué estás aquí –declaró-.El director me ha pedido que te enseñe Occlumancia. Espero que seas mejor que en Pociones.
- De acuerdo –aceptó Harry.
- Puede que esto no sea una clase normal, Potter -continuó Snape sus ojos se entornaron con malevolencia-, pero sigo siendo tu profesor y por tanto me llamaras señor o profesor siempre.
- Sí... Señor –replicó Harry.
Snape continuó vigilándole a través de sus ojos entrecerrados un momento, luego apuntó:
- Ahora, Occlumancia. Como te dije en la cocina de tu querido padrino, esta rama de la magia cierra la mente ante las intrusiones e influencias mágicas.
- ¿Y por qué cree el profesor Dumbledore que lo necesito, señor? -interrogó Harry mirando a Snape directamente a los ojos, preguntándose qué podría responder.
Snape le regresó la mirada por un momento y entonces dijo despectivamente:
- Seguramente incluso tú deberías saber a estas alturas que el Señor Oscuro está altamente capacitado en Legilimancia.
- ¿Qué es eso? ¿Señor?
- Es la habilidad de extraer sentimientos y recuerdos de la mente de otra persona.
- ¿Puede leer la mente? –preguntó Harry rápidamente, confirmando sus peores temores.
- No tienes sutileza, Potter –replicó Snape, sus oscuros ojos centelleando-. No entiendes la delicada diferencia, es una de las deficiencias que hace que seas lamentable en Pociones -Snape se detuvo un momento, aparentemente para saborear el placer de insultar a Harry, antes de continuar-. Sólo los Muggles hablan de “leer la mente”. La mente no es un libro que se pueda abrir a voluntad y ser examinado a placer. Los pensamientos no están grabados en el interior del cráneo para ser leídos por cualquier invasor, la mente es algo complejo y con muchas capas, Potter, o al menos la mayoría de las mentes lo son -sonrió burlonamente-. Es cierto, sin embargo, que aquellos que son maestros en Legilimancia pueden, bajo ciertas condiciones, sumergirse en las mentes de sus víctimas e interpretar correctamente lo que encuentran. El Señor Oscuro, por ejemplo, casi siempre sabe cuando alguien le miente. Sólo aquellos calificados en Occlumancia son capaces de cerrar esos sentimientos y memorias que contradicen la mentira y de ese modo, 
mentir en su presencia sin ser detectados.
No importando lo que Snape dijera, Legilimancia le sonaba como leer la mente, y no le gustaba en absoluto.
- ¿Entonces él podría saber qué estamos pensando ahora? ¿Señor?
- El Señor Oscuro está a una considerable distancia y los muros y tierras de Hogwarts están protegidos por muchos hechizos y encantamientos antiguos para asegurar las mentes y cuerpos de aquellos que se hallan dentro de ellas -explicó Snape-. El tiempo y el espacio cuenta en la magia, Potter. El contacto visual es a menudo esencial para la Legilimancia.
- Bien, ¿entonces por qué he de aprender Occlumancia?
Snape observó a Harry, recorriendo su boca con un largo y delgado dedo.
- Las reglas normales no parecen aplicarse a ti, Potter. La maldición que no te mató parece haber forjado algún tipo de conexión entre tú y el Señor Oscuro. La evidencia sugiere que algunas veces, cuando tu mente está más relajada y vulnerable, cuando duermes por ejemplo, compartes los pensamientos y emociones del Señor Oscuro. El director cree que es inadmisible que esto continúe. Desea que te enseñe cómo cerrarle tu mente.
El corazón de Harry latía deprisa otra vez. Nada de esto tenía sentido.
- ¿Pero por qué quiere el profesor Dumbledore pararlo? -preguntó abruptamente-. No me gusta, pero ha sido útil ¿no? Quiero decir que... vi el ataque de aquella serpiente al señor Weasley, si no hubiese sido así, el profesor Dumbledore no habría podido salvarle ¿no? ¿Señor?
Snape miró fijamente a Harry por unos momentos, aún recorriendo su boca con un dedo. Cuando habló de nuevo, lo hizo lenta y deliberadamente, como si hubiese sopesado cada palabra.
- Por lo que sabemos el Señor Oscuro no se ha enterado de esa conexión entre los dos sino muy recientemente. Hasta ahora, parece que has estado experimentando sus emociones, y compartiendo sus pensamientos sin que se diese cuenta. Sin embargo, la visión que tuviste poco antes de la Navidad...
- ¿La de la serpiente y el Señor Weasley?
- No me interrumpas Potter -advirtió Snape peligrosamente-. Como iba diciendo, la visión que tuviste poco antes de Navidad, representa una poderosa incursión en los pensamientos del Señor Oscuro.
- ¡Vi desde dentro de la cabeza de la serpiente, no de la suya!
- Creí haberte dicho que no me interrumpieras, Potter.
Pero a Harry no le importaba si Snape estaba furioso, al fin parecía que estaba llegando al fondo del asunto, se había movido hacia delante en su silla, no se había dado cuenta que estaba sentado justo en el borde, tan tenso como si fuera a echar a volar.
- ¿Cómo llegué a ver a través de los ojos de la serpiente si son los pensamientos de Voldemort los que comparto?
- ¡No digas el nombre del Señor Oscuro! -escupió Snape.
Hubo un desagradable silencio. Se observaron a través del Pensadero.
- El profesor Dumbledore dice su nombre -dijo Harry quedamente.
- Dumbledore es un mago extremadamente poderoso -murmuró Snape-.Aunque se sienta suficientemente seguro para usar el nombre... el resto de nosotros... -se frotó el antebrazo, aparentemente de forma inconsciente, en la marca donde Harry sabía que el Señor Oscuro había marcado su piel.
- Sólo quería saber -Harry comenzó nuevamente, forzando su voz a mostrarse educada-, por qué...
- Parece que has visitado la mente de la serpiente porque es ahí donde el Señor Oscuro estaba en ese momento -gruñó Snape-. Estaba poseyendo la serpiente en ese momento de modo que tú soñaste que estabas allí también.
- Y Vol... él... ¿se dio cuenta que yo estaba allí?
- Eso parece –afirmó Snape fríamente.
- ¿Cómo lo sabe? -preguntó Harry con urgencia-. ¿Es una suposición del profesor Dumbledore o...?
- Te ordené –dijo Snape, rígido en su silla, sus ojos entornados-, que me llamaras Señor.
- Sí Señor -repitió Harry impaciente-, ¿pero cómo lo saben?
- Es suficiente conque lo sabemos -replicó Snape represivamente-. Lo importante es que el Señor Oscuro sabe ahora que estás teniendo acceso a sus pensamientos y sentimientos. También ha deducido que el proceso puede ser a la inversa, lo que quiere decir que se ha dado cuenta que podría acceder a tus pensamientos y sentimientos también.
- ¿Y podría intentar obligarme a hacer cosas? -preguntó Harry-. ¿Señor? -agregó rápido.
- Podría –confirmó Snape fría y desapasionadamente-. Lo que nos trae de vuelta a la Occlumancia.
Snape sacó la varita del bolsillo interior de su túnica y Harry se tensó en su silla, pero Snape simplemente la alzó hasta su sien y apoyó la punta en sus grasosos cabellos. Cuando la retiró, una sustancia plateada salió, estirándose desde la sien a la varita como un grueso hilo de telaraña, que se rompió cuando tiró de la varita y cayó graciosamente en el Pensadero, donde se arremolinó blanco-plateado, ni gas ni líquido. Dos veces más, Snape elevó la varita a su sien y depositó la plateada sustancia en el cuenco de piedra; entonces, sin ofrecer ninguna explicación de su comportamiento, cogió el Pensadero cuidadosamente, lo puso en un estante fuera de su camino y volvió a enfrentarse a Harry con su varita en alto.
- Levántate y coge tu varita, Potter.
Harry se puso de pie, sintiéndose nervioso. Se enfrentaron cara a cara con el escritorio entre ellos.
- Puedes usar tu varita para intentar desarmarme, o defenderte de cualquier otra forma que se te ocurra –dijo Snape.
- ¿Y qué hará usted? -preguntó Harry, mirando aprehensivo la varita de Snape.
- Voy a intentar irrumpir en tu mente -contestó Snape suavemente-. Veremos cuanto resistes. Me han dicho que ya has mostrado aptitudes para resistirte a la maldición Imperius. Encontrarás que similares poderes se necesitan para este... refuérzate, ahora. ¡Legilimens!
Snape había golpeado antes que Harry estuviese preparado, antes incluso que hubiese empezado a ofrecer ningún tipo de resistencia. La oficina pasó ante sus ojos y se desvaneció, imagen tras imagen corría por su mente como un parpadeante film tan vívido que lo cegó.
Tenía cinco años, estaba mirando a Dudley montar una bicicleta nueva, y su corazón ardía de celos... tenía nueve años, y Ripper, el buldog, estaba persiguiéndole hasta que se subió a un árbol y los Dursley se reían abajo en el césped... estaba sentado bajo el Sombrero Seleccionador, y le estaba diciendo que lo haría bien en Slytherin... Hermione estaba tendida en el hospital, su cara cubierta de grueso pelo negro... Cien Dementores estaban cercándole al lado del oscuro lago... Cho Chang estaba acercándose a él bajo el muérdago...
- NO -dijo una voz dentro de la cabeza de Harry, mientras el recuerdo de Cho se acercaba más-. No vea eso, no lo vea, es privado.
Sintió un agudo dolor en su rodilla. La oficina de Snape había vuelto a aparecer y se dio cuenta que se había caído al suelo, una de sus rodillas había chocado dolorosamente con el escritorio de Snape. Miró al profesor, quien había bajado su varita y estaba frotándose la muñeca, había un feo moretón allí, como una quemadura.
- ¿Quisiste hacer un hechizo punzante? -preguntó Snape fríamente.
- No -respondió Harry amargamente, levantándose del suelo.
- Eso pensé -comentó Snape, mirándole fijamente-. Me dejaste llegar demasiado lejos. Perdiste el control.
- ¿Vio todo lo que yo vi? -preguntó, sin estar seguro de querer oír la respuesta.
- Destellos -contestó Snape, con los labios curvados-. ¿De quién era el perro?
- De mi tía Marge –murmuró Harry, odiando a Snape.
- Bien, para un primer intento no fue tan pobre como podría haber sido –señaló Snape, elevando su varita una vez mas-. Te las arreglaste para pararme, aunque desperdiciaste tiempo y energía gritando. Debes permanecer concentrado. Repéleme con tu cerebro y no necesitarás recurrir a tu varita.
- Lo estoy intentado –comentó Harry enfadado-, ¡pero no me está diciendo cómo!
- Método, Potter –informó Snape peligrosamente-. Ahora quiero que cierres los ojos.
Harry le echó una fea mirada antes de hacer lo que le había pedido. No le gustaba la idea de estar allí con los ojos cerrados mientras Snape se le enfrentaba con una varita.
- Vacía tu mente, Potter –murmuró la fría voz de Snape-. Deja escapar toda emoción...
Pero la furia hacia Snape continuaba corriendo por sus venas como un veneno. ¿Dejar escapar su furia? Sería más fácil quitarse las piernas...
- No lo estás haciendo, Potter... Necesitarás más disciplina que ésta... concéntrate, ahora...
Harry trató de vaciar su mente, trató de no pensar, o recordar, o sentir...
- Vamos de nuevo... a la de tres... uno... dos... ¡tres...! ¡Legilimens!
Un gran dragón negro estaba alzándose ante él... Su padre y su madre estaban saludándole desde un espejo encantado... Cedric Diggory yacía en el suelo con los ojos en blanco fijos en él...
- ¡NOOOOOO!
Harry estaba de nuevo de rodillas, su cara sepultada entre sus manos, su cerebro doliendo como si alguien hubiera estado intentando arrancarlo de su cabeza.
- ¡Levántate! –ordenó Snape bruscamente-. ¡Levántate! No lo estás intentando, no te estás esforzando. ¡Estás permitiéndome acceder a recuerdos que temes, dándome armas!
Harry se levantó de nuevo, su corazón aporreando salvajemente como si realmente hubiera visto a Cedric muerto en el cementerio. Snape parecía más pálido de lo normal, y más furioso, pero ni de cerca tan furioso como estaba Harry.
- Estoy... haciendo... un... esfuerzo –dijo con los dientes apretados.
- ¡Te ordené que vaciaras tu mente de emociones!
- ¿Sí? Bien, lo encuentro difícil por el momento -gruñó Harry.
- ¡Entonces serás una presa fácil para el Señor Oscuro! -señaló Snape salvajemente-. Los idiotas que lucen sus corazones orgullosamente en sus mangas, los que no pueden controlar sus emociones, que se revuelcan en tristes recuerdos y se dejan provocar fácilmente... gente débil, en otras palabras... no tienen ninguna posibilidad contra sus poderes. ¡Penetrará en tu mente con absurda facilidad Potter!
- No soy débil -masculló Harry en voz baja, la furia latiendo a través de él con tanta fuerza que pensó que podría atacar a Snape en cualquier momento.
- ¡Entonces pruébalo! ¡Domínate! –escupió Snape-. ¡Controla tu furia, disciplina tu mente! ¡Lo intentaremos otra vez! ¡Prepárate, ahora! ¡Legilimens!
Estaba viendo a tío Vernon cerrando el buzón a martillazos... Cien Dementores cruzando el lago hacia él... Estaba corriendo a lo largo de un pasillo sin ventanas con el Señor Weasley... Se estaban acercando a la puerta negra al final del corredor... Harry esperaba pasarla... pero el Señor Weasley le llevó hacia la izquierda, bajando por una escalera de piedra...
- ¡LO SÉ! ¡LO SÉ!
Estaba a cuatro patas otra vez, en el suelo de la oficina de Snape, la cicatriz le escocía desagradablemente, pero la voz que salió de su boca era triunfante. Se levantó de nuevo para encontrar a Snape aguardándole, su varita levantada. Parecía como si, esta vez, Snape hubiera cesado el hechizo antes incluso que Harry intentara luchar contra él.
- ¿Qué pasó, Potter? –preguntó mirando a Harry fijamente.
- Vi... Recordé... –Harry jadeó-. Me he dado cuenta...
- ¿Cuenta de qué? -preguntó Snape cortante.
Harry no contestó enseguida, aún estaba saboreando el momento de ciega comprensión mientras se frotaba la frente... Había estado soñando con un corredor sin ventanas, que acababa en una puerta cerrada durante meses, sin darse cuenta ni una sola vez que era un lugar real. Ahora, viendo el recuerdo de nuevo, supo que todo el tiempo que había estado soñando sobre el corredor por el que había corrido con el Señor Weasley el doce de agosto cuando se apresuraban hacia los tribunales, era el corredor que llevaba al Departamento de Misterios y el Señor Weasley había estado allí la noche que había sido atacado por la serpiente de Voldemort.
Miró a Snape.
- ¿Qué hay en el Departamento de Misterios?
- ¿Qué has dicho? -preguntó Snape quedamente y Harry vio, con profunda satisfacción, que estaba nervioso.
- He dicho, ¿qué hay en el Departamento de Misterios, señor? -repitió Harry.
- ¿Y por qué –se interesó Snape lentamente- preguntas semejante cosa?
- Porque –informó Harry mirando a Snape fijamente-, ese es el corredor que acabo de ver, he estado soñando con él durante meses. Lo he reconocido, lleva al Departamento de Misterios... y creo que Voldemort quiere algo de...
- ¡Te he dicho que no dijeras el nombre del Señor Oscuro!
Ambos se miraron furiosamente. La cicatriz de Harry abrasaba otra vez, pero no le hizo caso. Snape parecía agitado, pero cuando habló de nuevo sonaba como si estuviera tratando de parecer frío e indiferente.
- Hay muchas cosas en el Departamento de Misterios, Potter, pocas de las cuales podrías comprender y ninguna que te incumba. ¿Me he explicado bien?
- Sí -afirmó Harry, aun rascándose la cicatriz que se había vuelto más dolorosa.
- Te quiero de regreso a la misma hora el miércoles. Continuaremos trabajando entonces.
- Bien -aceptó Harry. Quería desesperadamente salir de la oficina de Snape y encontrar a Ron y Hermione.
- Tienes que liberar tu mente de toda emoción cada noche antes de dormirte, vacíala, déjala en blanco y tranquila, ¿entiendes?
- Sí –dijo Harry apenas escuchando.
- Y ten cuidado Potter... sabré si no has practicado...
- De acuerdo –masculló. Cogió su mochila, se la colgó sobre el hombro y se apresuró hacia la puerta. Cuando la abría, miró a Snape, quien le daba la espalda y estaba recuperando sus propios pensamientos del Pensadero con la punta de su varita y colocándolos cuidadosamente dentro de su propia cabeza. Harry se fue sin decir una palabra más, cerrando la puerta con cuidado tras él, su cicatriz aún palpitando dolorosamente.
Encontró a Ron y Hermione en la biblioteca, donde estaban trabajando en el más reciente montón de deberes de Umbridge. Otros estudiantes, casi todos del quinto año, sentados cerca, las narices pegadas a los libros, las plumas arañando febrilmente, mientras el cielo, al otro lado de las ventanas, se oscurecía. El único sonido distinto era el ligero crujido de uno de los zapatos de Madame Pince, mientras la bibliotecaria merodeaba amenazadoramente por los pasillos, respirando en la nuca de aquellos que tocaban sus preciosos libros.
Harry se estremeció, su cicatriz aún dolía, se sentía casi febril. Cuando se sentó enfrente de Ron y Hermione, pilló un reflejo de sí mismo en la ventana; estaba muy pálido y su cicatriz parecía más evidente de lo usual.
- ¿Cómo te fue? -susurró Hermione, y entonces, preocupada, agregó: ¿Estás bien Harry?
- Sí... bien... no sé -contestó impacientemente, sobresaltándose cuando el dolor le atravesó la cicatriz de nuevo-. Escuchad... me he dado cuenta de algo... -y les contó lo había visto y deducido.
- ¿De modo que... estás diciendo... -susurró Ron, mientras Madame Pince pasaba crujiendo ligeramente-... que el arma... la cosa que Tu-Sabes-Quien está buscando, está en el Ministerio de la Magia?
- Tiene que estar en el Departamento de Misterios -musitó Harry-. Vi aquella puerta cuando tu padre me llevó a la sala del tribunal para mi audiencia, y es definitivamente la misma que él estaba custodiando cuando la serpiente le mordió.
Hermione soltó un largo y lento suspiro.
- Por supuesto.
- ¿Por supuesto qué? -preguntó Ron bastante impaciente.
- Ron, piensa en ello... Sturgis Podmore estaba tratando de pasar por una puerta en el Ministerio de la Magia... debe haber sido aquella, es demasiada coincidencia.
- ¿Cómo es que Sturgis estaba tratando de entrar si está de nuestro lado? -preguntó Ron nuevamente.
- Bueno, no lo sé –admitió Hermione-. Es un poco extraño...
- ¿Y qué hay en el Departamento de Misterios? -le preguntó Harry a Ron-. ¿Ha mencionado tu padre algo sobre ello alguna vez?
- Sé que llaman a la gente que trabaja allí dentro “Innombrables” -comentó Ron frunciendo el ceño-. Porque nadie parece saber qué es lo que realmente hacen... extraño lugar para tener un arma.
- No es raro en absoluto, tiene perfecto sentido –terció Hermione-. Será algo súper secreto que el Ministerio ha estado desarrollando, supongo... Harry, ¿estás seguro de estar bien? –insistió, pues éste se acababa de llevar ambas manos a la frente como si estuviera tratando de plancharla.
- Sí... bien... –aseguró bajando sus manos, que estaban temblando-. Sólo me siento un poco... No me gusta la Occlumancia.
- Creo que cualquiera se sentiría horrible si su mente se viera atacada una y otra vez –afirmó Hermione comprensivamente-. Mira, vayamos a la Sala Común, estaremos mejor allí.
Pero la Sala Común estaba llena de gritos de alegría y excitación, Fred y George estaban mostrando su última broma.
- ¡Gorros sin cabeza! -gritaba George mientras Fred agitaba un puntiagudo sombrero decorado con una pluma rosa a la vista de los estudiantes-. Dos Galeones cada uno, mirad a Fred, ¡ahora!
Fred se puso el sombrero, radiante; durante un segundo pareció bastante estúpido pero luego sombrero y cabeza desaparecieron. Varias chicas gritaron, pero todos los demás estaban rugiendo de risa.
- Y fuera otra vez -gritó George, y la mano de Fred anduvo a tientas un momento en lo que parecía ser aire sobre sus hombros; entonces su cabeza reapareció cuando se quitó el emplumado sombrero rosa.
- ¿Cómo funcionarán esos sombreros? –preguntó Hermione distraída de sus deberes y observando a Fred y George-. Quiero decir, obviamente es algún hechizo de invisibilidad, pero es bastante inteligente haber extendido el campo de la invisibilidad más allá del límite objeto encantado... sin embargo, imagino que el hechizo no tendrá una duración muy larga.
Harry no respondió, se encontraba enfermo.
- Voy a tener que hacer esto mañana –murmuró, empujando los libros que acababa de sacar de su mochila nuevamente dentro.
- ¡Bien, escríbelo en tu planificador de deberes entonces! -dijo Hermione animándolo-. Así no lo olvidarás.
Harry y Ron intercambiaron miradas mientras que sacaba de su cartera el planificador y la abría con cuidado.
- ¡No lo dejes para más tarde, tú gran segundón! -regañó el libro mientras Harry garabateaba los deberes de Umbridge. Hermone le sonrió.
- Creo que me iré a la cama –comentó Harry poniendo el planificador de deberes en la mochila y haciéndose el propósito de echarlo al fuego en la primera oportunidad que tuviese.
Caminó a través de la Sala Común, esquivando a George, que trató de ponerle un gorro sin cabeza, y alcanzó la paz y la frescura de la escalera de piedra que daba a los dormitorios de los chicos. Se sentía enfermo de nuevo, igual que se sintió la noche que tuvo la visión de la serpiente, pero pensó que si pudiera acostarse un poco estaría bien.
Abrió la puerta de su dormitorio y había dado un paso adentro cuando sintió un dolor tan horrible que creyó que alguien le había partido la cabeza. No sabía dónde estaba, ni si estaba de pie o acostado, no sabía ni su nombre.
Una risa maníaca sonaba en sus oídos, era más feliz de lo que lo había sido en mucho tiempo... Jubiloso... triunfante... algo maravilloso, maravilloso, había pasado...
- ¿Harry? ¡HARRY!
Alguien le había pegado en la cara. La insana risa estaba acentuada por un llanto de dolor. La felicidad se estaba alejando de él, pero la risa continuaba...
Abrió sus ojos y, cuando lo hizo, se dio cuenta de que la salvaje risa estaba saliendo de su propia boca. En el momento en que se dio cuenta de ello, la risa murió, Harry estaba tendido en el suelo, mirando al techo, la cicatriz de su frente palpitando horriblemente. Ron estaba agachado sobre él, parecía muy preocupado.
- ¿Qué ha ocurrido? -preguntó.
- No... no lo sé... –Harry carraspeó, sentándose de nuevo-. Está realmente feliz... realmente feliz...
- ¿Quien-Tu-Sabes está feliz?
- Algo bueno le ha ocurrido -murmuró Harry. Estaba temblando tanto como cuando vio la serpiente atacar al Señor Weasley y se sintió muy enfermo-. Algo que estaba esperando...
Las palabras vinieron tal y como habían vuelto en el vestuario de Gryffindor, como si un extraño estuviese hablando a través de la boca de Harry, ahora sabía que era verdad. Respiró profundamente, deseando no vomitar encima de Ron. Se sentía muy agradecido de que Dean y Seamos no estuvieran aquí para verle esta vez.
- Hermione me pidió que viniera a ver como estabas -explicó Ron en voz baja, ayudándolo a levantarse-. Dice que tus defensas estarán bajas después que Snape estuviera tocando el violín con tu mente... aunque yo creo que eso ayudara en el momento oportuno ¿no? -miró vacilante a Harry mientras le ayudaba a ir a su cama. Este asintió sin convicción y se dejó caer sobre sus almohadas, doliéndole todo por haber caído al suelo tantas veces aquella noche, la cicatriz aún escociendo dolorosamente. No podía evitar sentir que su primera incursión en Occlumancia había debilitado la resistencia de su mente más que endurecerla, y se preguntó con un sentimiento de gran trepidación, que habría pasado para hacer al Lord Voldemort más feliz de lo que había sido en catorce años.

 

CAPÍTULO XXV

EL ESCARABAJO

Harry recibió la contestación a su pregunta a la mañana siguiente. Cuando El Profeta llegó esa mañana, Hermione lo estiró, se quedó mirando fijamente la portada y soltó un graznido, que hizo que todos los que estaban alrededor la miraran fijamente.
- ¿Qué? -dijeron Harry y Ron a la vez. Como respuesta, Hermione extendió el periódico en la mesa delante de ellos y apuntó hacia diez fotografías en blanco y negro que ocupaban toda la portada, nueve eran de magos y la décima, de una bruja. Algunas de las personas de las fotografías se burlaban silenciosamente de los espectadores; otros daban palmaditas con los dedos en el marco de sus cuadros, con apariencia insolente. Cada una tenía al lado un nombre y el crimen por el que se le había enviado a Azkaban.
“Antonin Dolohov, ponía la leyenda debajo de un mago muy pálido, que torció cara sonriendo con desprecio, hacia Harry, se declaró culpable de los asesinatos brutales de Gideon y Fabian Prewett. “Algernon Rookwood, ponía inmediatamente debajo, un hombre picado de viruelas con pelo grasiento que se apoyaba contra el borde de su cuadro, con apariencia aburrida, se declaró culpable de pasar información secreta del Ministerio de Magia a Él-Que-No-Debe-Ser-Nombrado.
Los ojos de Harry se fijaron en el cuadro de la bruja. Su cara estaba vuelta
hacia él en el momento en el que había visto la página. Tenía pelo largo, oscuro, desaliñado y despeinado, en el cuadro, aunque lo había visto liso, espeso y brillante. Ella miró hacia arriba con los ojos pesados, una sonrisa arrogante, desdeñosa de dibujó en su rostro. Igual que Sirius, conservaba vestigios de lo que había sido, pero algo, quizás Azkaban, había consumido la mayor parte de su belleza.
Bellatrix Lestrange, se declaró culpable de la tortura e incapacitación
permanente de Frank y Alice Longbottom.
Hermione tocó con el codo de Harry y señaló hacia los titulares de encima de los cuadros, que Harry, concentrado en Bellatrix, no había leído todavía.

”ESCAPE EN MASA DE AZKABAN
“EL MINISTERIO TEME QUE BLACK SEA LA CLAVE
“POR LOS VIEJOS MORTÍFAGOS

- ¿Black? -dijo Harry en voz alta-. ¿No?
- ¡Shhh! -le susurró Hermione desesperadamente-. ¡No tan alto sólo lee!

“El Ministerio de Magia anunció la noche pasada que había habido una evasión en masa de Azkaban.
“En una entrevista con los periodistas en su oficina privada, Cornelius Fudge
Ministro de Magia, confirma que diez prisioneros de máxima seguridad escaparon temprano ayer por le tarde y que ya le ha informado Primer Ministro Muggle de la naturaleza peligrosa de estos individuos.
"Nos encontramos desgraciadamente, en la misma posición que estábamos hace dos años y medio cuando el asesino Sirius Black escapó -dijo Fudge la noche pasada-. Nosotros pensamos que las dos evasiones, no están relacionadas". Una fuga de esta magnitud sugiere que recibieron ayuda de fuera, y debemos recordar a ese Black, como la primera persona que alguna vez se ha escapado de Azkaban, y que se pondría a ayudar a otros que quisieran seguir sus pasos. Pensamos que es probable que estos individuos, que incluyen a Black primo de Bellatrix Lestrange, se han reunido alrededor de Black, su jefe. Estamos, sin embargo, haciendo todo que podemos para capturar a los criminales, y rogamos la comunidad mágica que estén en alerta y sean cautos.”

- Ahí lo tienes Harry -dijo Ron atemorizado-. Esa era la razón de porqué estaba tan contento ayer por la noche.
- Yo no me lo creo -gruñó Harry-, ¿Fudge censura la fuga de Sirius?
- ¿Qué otra opción crees que tiene? -dijo Hermione amargamente-. Él puede decir "lo siento, Dumbledore me advirtió que podía pasar, los guardianes de Azkaban, se han unido al señor tenebroso" -para de lloriquear, Ron- "y ahora los peores partidarios de Voldemort se han escapado también". Esto significa, que se ha gastado seis meses en decirle a todo el mundo que tu y Dumbledore, erais unos mentirosos, ¿no es eso?
Hermione abrió el periódico y empezó a leer las noticias del interior mientras Harry miraba a su alrededor en el Gran Comedor. No podía entender porqué sus compañeros no parecían asustados ni por lo menos discutiendo sobre las importantes noticias de la portada, pero muy pocos de ellos tenían el periódico cada día, como Hermione. Allí, todos ellos estaban, hablando sobre los deberes y Quidditch y quien sabría sobre qué más, cualquier otra bobada, cuando fuera de estas paredes, diez Mortífagos más habían inflado las líneas de Voldemort.
Él hechó un vistazo hacia arriba, a la mesa de los profesores. Allí, era una historia diferente: Dumbledore y la profesora McGonagall conversaban animadamente, ambos parecían sumamente concentrados en ella. La profesora Sprout tenía El Profeta apoyado contra un bote de ketchup y leía la portada tan concentrada, que no se daba cuenta de que amorosamente, una gota de yema de huevo de su cuchara, caía en su regazo. Entretanto, al otro extremo de la mesa, la profesora Umbridge tomaba un cuenco de gachas. Por una vez sus hundidos ojos de sapo no barrían el Gran Comedor en busca de estudiantes traviesos (vamos que pudiera castigar). Frunció el ceño cuando tragó su comida y de vez en cuando dirigió una mirada malévola hacia la mesa donde Dumbledore y McGonagall hablaban intensamente.
- Ay de mí... -dijo Hermione asombrada todavía sosteniendo el periódico.
- ¿Qué pasa ahora? –dijo Harry rápidamente; sobresaltado.
- Es... horrible -le dijo Hermione, agitada. Dobló la página diez hacia atrás y se lo dio Harry y Ron.

“TRAGICO FALLECIMIENTO DE UN TRABAJADOR DEL MINISTERIO
“El Hospital de San Mungo prometió una investigación completa después de que la noche pasada un trabajador del Ministerio de Magia, Broderich Bode, 49, fue descubierto muerto en su cama, estrangulado por una maceta asesina. Los médicos que lo encontraron, fueron incapaces de reanimar al Sr. Bode, que se había lastimado en un accidente de trabajo unas pocas semanas antes de su muerte.
“La doctora Miriam Strout, que estaba a cargo del Sr. Bode, en el momento del fallecimiento, por casualidad, había sido suspendida de sueldo y no estaba disponible ayer, pero un Mago chismoso en el hospital dijo en una declaración:
“El Hospital San Mungo está profundamente conmocionado por la muerte del Sr. Bode, cuya salud mejoraba firmemente antes de este trágico accidente. Nosotros tenemos normas muy estrictas sobre la decoración permitida en la habitación de nuestros pacientes pero al parecer, ese médico Strout, ocupado en medio de las Navidades, pasó por alto los peligros de la planta en la mesa de al lado de la cama del Sr. Bode. Como su lenguaje y movilidad había mejorado, la doctora Strout alentó al Sr. Bode a cuidar la planta él mismo, y la planta que no era un inocente Flitterbloom, sino una Lazo del Diablo, le pilló desprevenido y, lo ahogó al instante.
“El Hospital San Mungo es incapaz de explicar la presencia de la planta en posesión del paciente y ruega, que cualquier bruja o mago que tenga información al respecto se ponga en contacto lo antes posible.”

- Bode... –dijo Ron-. Bode. Está sonando una campanilla...
- Nosotros lo vimos –susurró Hermione-. ¿En San Mungo recordáis? Estaba enfrente de la cama Lockhart, justo allí, mirando al techo. Y vimos cuando llegó el Lazo del Diablo. Ella, la enfermera, dijo que era un regalo de navidad.
Harry releyó el comienzo del artículo. Un sentimiento de horror subía como bilis en su garganta.
- ¿Cómo no reconocimos el Lazo del Diablo? Lo hemos visto antes de... podíamos haber evitado que esto ocurriera.
- ¿Quién espera un Lazo del Diablo en un hospital disfrazado como una maceta? –dijo Ron en voz alta-. ¡No es culpa nuestra! ¡Quién quiera que se lo enviara tiene la culpa! Ellos son los responsables, ¿por qué no se fijaron en lo que compraban?
- ¡Oh, vamos, Ron! –le dijo Hermione débilmente-. Yo no conozco a nadie que pueda confundir un Lazo del Diablo con una maceta y ¿no pretenda matar a quién quiera que lo toque? Esto es un asesinato... un asesinato diestro, y bien... si se envió anónimamente la planta, ¿cómo alguien alguna vez se iba a enterar de que lo hacía?
Harry no pensaba en El Lazo del Diablo. Recordaba la bajada al noveno piso del Ministerio en el día de su vista y el hombre con cara de sauce que subió en el piso Artium.
- Yo conocí a Bode –dijo despacio-. Lo vi en el Ministerio con tu padre.
La boca de Ron se abrió.
- ¡Papá habla de él en casa! Era un Inefable ¡qué trabajó en el Departamento de Misterios!
Ellos se miraron un momento, entonces Hermione tiró el periódico a su lado, cerrado, brilló por un momento a los cuadros de los diez fugados Mortífagos de la portada, entonces cayó a sus pies.
- ¿Dónde vas? –le dijo a Ron, sobresaltado.
- A enviar una carta –le dijo Hermione, balanceando la bolsa que llevaba al hombro-. Eh... pues, no sé si... pero vale la pena... si soy el único que no puede.
- Odio cuando hace eso –refunfuñó Ron, cuando él y Harry se levantaron de la mesa e hicieron su propia salida, lentamente fuera del Gran Corredor-. ¿Crees que la matará decirnos lo que está pasando por una vez? Le costaría aproximadamente diez segundos más... ¡eh, Hagrid!
Hagrid estaba de pie al lado las puertas a la entrada del Gran Comedor, esperaba que una muchedumbre de Ravenclaw pasara. Estaba todavía como cansado y lo había estado desde el día que había vuelto de su misión con los gigantes y tenía un corte nuevo en el puente de su nariz.
- Ah, bien ¿y vosotros dos? –dijo, tratando de formar una sonrisa pero generando sólo una mueca.
- ¿Estás bien, Hagrid? –preguntó Harry, siguiéndole tras la columna de Ravenclaw.
- Bien, bien –le dijo Hagrid asintiendo débilmente con la cabeza; él agitó una mano y no golpeó por muy poco a la profesora Vector asustándola, quien estaba ocupada, ya se sabe, en lo normal “Preparando lecciones” en un grupo de salamandras “yo lo apruebo” –masculló.
- ¿Usted lo aprueba? –dijo Ron muy ruidosamente, de manera que muchos de los estudiantes que pasaban a su alrededor lo miraran con curiosidad-. Lo siento –dijo- ¿qué está aprobando? –susurró.
- Sí –le dijo Hagrid-. Si no más esperemos que diga la verdad. Sí no deberíamos recogerlo porque la inspección no va demasiado bien; ¿ehh? Sabes... sin embargo –suspiró profundamente-, un pedazo más polvo del Chili en las salamandras o en sus colas y serán más explosivas. Ehhh... Harry, Ron.
Él se fue, traspasó las puertas principales, y bajó los escalones de piedra húmedos. Harry lo vio irse, deseando saber cuantas malas noticias podría traer. El hecho de que Hagrid estaba ahora en aprobación condicional fue del conocimiento de la escuela pocos días después, pero para indignación de Harry, casi nadie parecía trastornado, alguna gente, Draco Malfoy sobresalía entre ellos parecía positivamente alegre, en cuanto a la oscura muerte del empleado del Ministerio en San Mungo, Harry, Ron y Hermione parecían ser la única gente que sabía lo que había pasado. Sólo había un tema de conversación en los corredores ahora, los diez Mortífagos que habían escapado, cuando finalmente la historia se había infiltrado a la escuela por la poca gente que había leído el periódico. Los rumores volaban, sobre gente que decía que habían estado al alcance de la mano en Hogsmeade, suposiciones de que se habían escondido en la Casa de los Gritos, y que iban a irrumpir en Hogwarts, como Sirius Black lo había hecho una vez.
Aquellos que provenían de familias de magos habían crecido escuchando los nombres de esos Mortífagos, y hablando de ellos casi como con tanto miedo como de Voldemort. Los crímenes que habían cometido, durante el reinado de terror de Voldemort eran legendarias, había algunos parientes de las víctimas entre los estudiantes de Hogwarts que se encontraban siendo objetos de una clase de fama espantosa, que se reflejaba mientras caminaban por los corredores. Susan Bones contó que su tío, su tía y primos, todos habían muerto de mano de uno de los diez, y dijo durante una clase de Herbología que desgraciadamente ahora tenía una buena idea de lo que se sentía ser Harry.
- No sé como lo soportas, es horrible –dijo ella abatida, arrojando lejos un buen puño de abono de dragón de sus plantas Screechsnap, haciendo que estas se retorcieran y chirriaran inconformes.
Era verdad que Harry era objeto de muchas de los renovados murmullos y lo señalaban en los pasillos, con todo y eso, notó una leve diferencia en algunos susurros de las voces, ahora sonaban curiosas más que hostiles, y estuvo seguro una o dos veces que había escuchado por casualidad los residuos de una conversación que sugerían que las palabras no coincidían con la versión de El Profeta, de cómo y porqué diez Mortífagos habían podido escapar de la fortaleza de Azkaban, en su confusión y miedo, estos ahora no dudaban en dar vuelta a la otra única explicación disponible para ellos, la que Harry y Dumbledore habían dado a conocer desde el año anterior. Y no solo los estudiantes habían cambiado su manera de pensar, ahora era absolutamente común ver pasar a dos o tres profesores conversando en susurros en los corredores e interrumpiendo sus conversaciones, en el momento que sentían que los estudiantes se aproximaban.
- Ellos obviamente no pueden hablar libremente en la sala de maestros -dijo Hermione en voz baja, cuando ella, Harry y Ron pasaron a la profesora McGonagall, Flitwick y Sprout amontonados juntos, fuera del salón de Encantamientos un día, sin Umbridge ahí.
- ¿Suponen que ellos saben algo nuevo? -dijo Ron mirando sobre su hombro a los tres profesores.
- Si lo hacen no vamos a escucharlo de ellos, ¿sabes? -dijo Harry airadamente-, no después del decreto... ¿qué número es ahora?
Por nueva noticia había aparecido en el tablón de noticias de sus casas la mañana siguiente de la noticia de Azkaban, desglosando:

-POR ORDENES DE–
LA ALTA INQUISIDORA DE HOGWARTS

Los profesores por este medio están inhabilitados para dar a los estudiantes cualquier información que no este estrictamente relacionada a los temas que se les paga por enseñar.
Lo anterior de acuerdo con el decreto educacional número veintiséis.
Firmado:
Dolores Jane Umbridge
Alta Inquisidora

Este más reciente decreto, había sido el tema de una gran cantidad de bromas entre los estudiantes, Lee Jordan había apuntado a Umbridge que de acuerdo a los términos de las nuevas reglas, ella no estaba autorizada para decirle a Fred y a George que no jugaran snap explosivo en el fondo de la clase.
- El snap explosivo no tiene nada que ver con las clases profesora, esa no es información que concierna a su tema.
Cuando Harry después vio a Lee la parte interior de su brazo sangraba gravemente. Harry le recomendó la esencia de murtlap. Harry pensó que el escape de Azkaban habría humillado un poco a Umbridge, que se avergonzara de la catástrofe que había ocurrido precisamente bajo la nariz de su querido Fudge, pero parecía sin embargo que esto sólo había intensificado su furioso deseo de conducir cada aspecto de la vida en Hogwarts bajo su control personal.
Ella parecía determinada por lo menos a sacar a alguien lo más pronto posible, la pregunta era quién sería primero, la profesora Trelawney o Hagrid.
Todas las lecciones siguientes de Adivinación y Cuidado de Criaturas Mágicas, fueron conducidas en presencia de Umbridge y su sujetapapeles, ella acechaba el fuego, en el cuarto densamente perfumado de la torre, interrumpiendo a la cada vez más histérica profesora Trelawney, con preguntas deficientes sobre Aritmancia y Herbología, insistiendo en que había predicho las respuestas de los estudiantes antes de que las dieran, y exigiéndole demostrara su habilidad con la bola de cristal, las hojas de te y las runas de piedra alternadamente.
Harry pensó que la profesora Trelawney podría derrumbarse bajo presión, la había visto varias veces por los corredores, lo cual era algo inusual pues generalmente se quedaba encogida dentro de su torre. Murmurando violentamente para sí misma, restregando sus manos y lanzando miradas violentas sobre sus hombros, y todo el tiempo emitiendo un olor de jerez cocinado. Si Harry no hubiera estado tan preocupado por Hagrid se habría apesadumbrado por ella, pero si uno de ellos iba a ser expulsado de su trabajo, había solamente una opción para Harry de quien debía permanecer.
Desafortunadamente Harry no podía ver que Hagrid enseñara mejor que Trelawney, aunque pareció seguir los consejos de Hermione y no les había enseñado nada más espantoso que un Crup, una criatura indistinguible de un Jack Russell terrier, excepto por su cola bifurcada.
Desde antes de Navidad, Hagrid parecía haber perdido los nervios, estaba extrañamente distraído y nervioso durante las lecciones, perdiendo el hilo de lo que estaba hablando en clase, contestando incorrectamente a las preguntas, y todo el tiempo miraba ansiosamente hacia Umbridge, también estaba más distante que nunca con Harry, Ron y Hermione, y les prohibió visitarlo, después que cayera la noche.
- Si ella los cacha, si, estarán todos nuestros cuellos en línea -dijo- hem y no deseo hacer nada más que pueda comprometer mi trabajo todavía más -y se alejó caminando.
Esta privación de caminar por las tardes hacia la cabaña, le parecía a Harry que Umbridge lo privaba constantemente de lo que hacia a Hogwarts digo de vivir, las visitas a casa de Hagrid, las cartas de Sirius, su Saeta de Fuego, y el Quidditch, tomaría venganza de la única manera que podía hacerlo, redoblando los esfuerzos en el ED. Harry estaba satisfecho de ver que todos y cada uno de ellos, hasta Zacarías Smith habían decidido trabajar más duro que siempre, con las noticia que los diez Mortífagos estaban perdidos, pero en nadie se notaba tanto ésta mejora más que en Neville, la noticia de que los atacantes de sus padres habían escapado, había logrado un cambio levemente alarmante en él, él nunca había mencionado su encuentro con Ron, Hermione y Harry en la sala cerrada de San Mungo, y tomando aplomo de él, ellos tampoco lo habían mencionado. No dijo nada acerca de Bellatrix, ni del escape de los torturadores, de hecho Neville apenas hablaba durante las reuniones del ED, pero trabajaba implacablemente en cada nuevo hechizo y contra maldición que Harry les enseñaba su cara regordeta parecía atornillada de la concentración aparentemente indiferente a las lesiones o accidentes, y trabajaba más duramente que cualquier otra persona en el cuarto. Él mejoraba tan rápido, que cuando Harry les enseñó el hechizo protector, el medio para desviar maldiciones de poca importancia de modo que rebotaran sobre el atacante, solamente Hermione dominó el encantamiento más rápido que Neville.
Harry quería progresar en Occlumancia como Neville hacía durante las reuniones de ED. Las sesiones de Harry con Snape, que habían comenzado bastante mal, no mejoraban. Al contrario, Harry pensaba que lo hacía peor con cada sesión.
Antes de comenzar estudiar Occlumancia, su cicatriz le había dado pinchazos de vez en cuando, normalmente durante la noche, seguidos de extraños flashes de los pensamientos de Voldemort o el humor que experimentaba de vez en cuando. Ahora, sin embargo, su cicatriz le molestaba constantemente, y a menudo sentía sacudidas de molestia o alegría que no estaban relacionadas con lo que le pasaba a él en ese momento, y siempre venían acompañados por una punzada particularmente dolorosa de su cicatriz. Tenía la horrible impresión de que diminutas fluctuaciones etéreas le unían al humor de Voldemort, y estaba seguro de que éste aumento de sensibilidad coincidía con su primera lección de Occlumancia con Snape.
Y además, ahora soñaba que caminaba a lo largo de un corredor, cruzando la entrada del Departamento de Misterios casi cada noche, sueños que siempre culminaban con él de pie delante de una puerta negra.
- Quizás es que es como estar un poco enfermo -le dijo Hermione, que parecía muy interesada cuando Harry confió en ella y Ron-. Como la fiebre o algo así. Tiende a ser peor antes de mejorar.
- Las lecciones con Snape lo hacen peor -dijo Harry rotundamente-, me pongo enfermo, mi cicatriz me quema y ¡me desespero cuando camino por ese corredor cada noche! -Harry frotó su frente enfadado-. Yo sólo quiero que la puerta se abra, estoy enfermo de estar de pie delante de ella.
- Esto no es cosa de broma –le gritó Hermione-. Dumbledore no quiere que tengas sueños con ese corredor, o no le habría pedido a Snape que te enseñara Occlumancia. Tú solo tienes que trabajar un poco más duro con tus lecciones.
- ¡Yo estoy trabajando! -dijo Harry, irritado-. ¡¿¿Tú prueba esto un tiempo, Snape tratando de entrar dentro de tu cabeza, no es cosa de risa sabéis??!
- Quizás... -dijo Ron despacio.
- ¿Quizás qué? –dijo Hermione, bruscamente.
- Quizás no es culpa de Harry que no pueda cerrar su mente -dijo Ron bajo.
- ¿Qué es lo que quieres decir? -dijo Hermione.
- Bien, quizá Snape no trata verdaderamente de ayudar a Harry... -Harry y Hermione le miraron fijamente. Ron les miró a los dos, furtivamente, con significantemente-. Quizás -dijo de nuevo, más bajo aún-, él realmente trata de abrir la mente de Harry un poco más... para hacérselo más fácil a Quién-Tú-Sabes.
- Cállate, Ron -le dijo Hermione enfadada-. ¿Cuantas veces hemos sospechado de Snape y hemos tenido razón? Dumbledore confía en él, trabaja para la Orden, eso debe significar algo no?
- Él era un Mortífago -dijo Ron obstinadamente-. Y nunca hemos visto una prueba de que realmente cambió...
- Dumbledore confía en él -repitió Hermione-. Y si no podemos confiar en Dumbledore, no podremos confiar en nadie.
Con tantas preocupaciones y tantas cosas que hacer cantidades sorprendentes de tarea que frecuentemente tenían los de quinto año y que les ocupaba hasta pasada la media noche, las sesiones secretas de ED y las clases regulares con Snape, Enero pasó alarmantemente rápido. Antes de que Harry se lo esperara, Febrero había llegado, trayendo tiempo húmedo y caluroso y la perspectiva de la segunda visita del año a Hogsmeade. Harry había tenido poco tiempo para hablar con Cho desde que acordaron visitar el pueblo juntos, pero de repente se encontró con que tenía que pasar todo el día de San Valentín en su compañía.
En la mañana del decimocuarto día de febrero, se vistió particular y cuidadosamente. Él y Ron llegaron a desayunar justamente cuando llegaba el correo, Hedwing no estaba allí, no era que Harry la esperara, pero Hermione cogía una carta del pico de un búho poco familiar castaño, cuando se sentaron.
- ¡Y sobre tiempo! Si no llega a venir hoy... -dijo, mientras ávidamente rasgaba el sobre y sacaba un pedazo pequeño de pergamino. Sus ojos llevaron una velocidad excesiva de izquierda a derecha cuando leyó el mensaje y una expresión de horror cruzó su cara-. Escucha, Harry –dijo mirándole-. Esto es muy importante, ¿piensas que puedes reunirte conmigo en Las Tres Escobas alrededor del mediodía?
- Bien... Yo no sé –dijo Harry vacilando-. Cho puede esperarme que pase todo el día con ella. Nunca dijimos lo que íbamos a hacer.
- Pues, la traes si debes -dijo Hermione rápidamente-. Pero, ¿vendrás?
- Bien, está bien... pero, ¿por qué?
- Yo no tengo tiempo para hablar ahora. Tengo la solución rápida a nuestro problema.
Y salió deprisa fuera del Gran Comedor, con la carta en una mano y un pedazo de tostada en la otra.
- ¿Vienes? -Harry le preguntó a Ron, pero agitó la cabeza malhumorado.
- No puedo ir a Hogsmeade de ninguna manera. Angelina quiere que pasemos todo el día entrenando. Como si eso fuera a ayudar; somos el peor equipo que alguna vez he visto. Deberías ver a Sloper y Kirke, son patéticos, casi peores que yo -se movió con esfuerzo dando un gran suspiro-. Yo no entiendo por qué Angelina no permitió que yo dimitiera. Está porque es bueno cuando se forma adelante, debe ser... –dijo Ron irritable.
Encontró difícil y simpático el problema de Ron, cuando él que habría dado casi cualquier cosa por jugar el próximo partido contra Hufflepuff. Ron pareció haberse dado cuenta del tono de Harry, porque no mencionó Quidditch de nuevo durante desayuno, y hubo algo helado en la manera en la que se despidieron poco después. Ron fue hacia el campo de Quidditch y Harry, después de intentar peinar su pelo rebelde mirando su reflejo en una cucharilla, salió solo al Hall de entrada para encontrarse con Cho, sintiéndose muy nervioso y queriendo saber lo que lo que iban a hablar.
Ella estaba esperándole delante de las dos grandes puertas de roble de la entrada estaba muy guapa con el pelo recogido en una larga cola de caballo. Harry sintió que sus pies eran demasiado grandes para su cuerpo mientras caminaba hacia ella y él se sentía estúpido balanceando así los brazos.
- Hola –dijo Cho un poco jadeante.
- Hola –dijo Harry. Se miraron fijamente el uno al otro por un momento, y entonces Harry dijo: - Bien... ehh... ¿vamos entonces?
- Oh, sí.
Ellos se unieron al grupo de personas que firmaban afuera con Filch.
Ocasionalmente sorprendían a otros mirar y sonreír abiertamente y furtivamente, pero no hablando. Harry estaba aliviado cuando alcanzaron el aire fresco, encontrando fácil caminar a través del silencio que solo detenerse lo hacia parecer tonto. Era un día fresco y ventoso y cuando ellos pasaron por el estadio de Quidditch Harry divisó a Ron y a Ginny tomando sus posiciones y sintió una horrible punzada que él no estaba allí con ellos.
- Realmente lo extrañas, ¿no es cierto? -dijo Cho.
Él miró alrededor y vio que ella lo estaba mirando.
- Sí –suspiró Harry-, lo extraño.
- ¿Recuerdas la primera vez que jugamos en contra, en el tercer año? -le preguntó.
- Sí –dijo Harry sonriendo abiertamente-, tú me bloqueaste...
-... y Wood te dijo que no fueras un caballero y me votaras de la escoba si tenías que hacerlo -dijo Cho sonriendo y recordando-. Yo oí que él tomó el puesto de Guardián, ¿es cierto?
- Nah, él está en el Puddlemere United, lo vi en la Copa Mundial el año pasado.
- Oh, yo te vi allí también, ¿recuerdas? Estábamos en el mismo campamento, era muy bueno, ¿no es cierto?
El tema de la Copa Mundial de Quidditch lo llevó a todos a pasar por las puertas.
Harry difícilmente podía creer que tan fácil era hablar con ella, no más difícil, de hecho, que hablar con Ron y Hermione, y justamente se cansaba a sentir confidente y alegre cuando una gran pandilla de chicas de Slytherin los pasaron, incluyendo Pansy Parkinson.
- ¡Potter y Chang! –gritó Pansy, con un coro de risitas sarcásticas.
- Urgh, Chang. No creo mucho en tu gusto... ¡al menos Diggory era guapo!
Las chicas se apresuraron, hablando y entrando en una boutique con muchas miradas exageradas hacia Harry y Cho, dejando un silencio embarazoso en su despertar.
Harry no podría pensar en nada más para decir sobre el Quidditch, y Cho, ligeramente sonrojada, estaba cuidando sus pies.
- Así que... ¿adónde quieres ir? –Harry preguntó cuando entraban a Hogsmeade. Las calles altas estaban llenas de estudiantes deambulando de arriba abajo, mirando curiosamente adentro de las ventanas de las tiendas y desordenando juntos en los pavimentos.
- Oh... No me importa –dijo Cho, encogiéndose de hombros–. Um... ¿podemos sólo echarle un vistazo a las tiendas o algo así?
Divagaron hacia Dervish y Banges. Un gran póster estaba puesto en la ventana y unos cuantos habitantes de Hogsmeade la estaban mirando. Se movieron a un lado cuando Harry y Cho se acercaron y Harry se encontró mirando fijamente una vez más a las fotos de los 10 Mortífagos fugados. El póster. “Por orden del Ministerios de Magia, se ofrecen mil Galeones de recompensa a cualquier Bruja o Mago con información que lleve a la recaptura de alguno de los convictos en la foto”.
- Es gracioso, ¿no lo crees? –dijo Cho en voz baja, mirando a las fotos de los Mortífagos-, ¿Recuerdas cuando ese Sirius Black se fugó, y había Dementores en todo Hogsmeade buscándolo? Y ahora 10 Mortífagos están libres y no hay Dementores en ninguna parte...
- Sí –dijo Harry, llenando sus ojos de lágrimas lejos de la cara de Bellatrix Lestrange y mirando hacia arriba y debajo de la Calle Alta–. Sí, eso es raro.
Él no lamentaba que no hubieran Dementores cerca, pero ahora que lo pensaba, su ausencia era altamente significante. No sólo había dejado a los Mortífagos fugarse, sino que no se estaban molestando en buscarlos... Parecía como si realmente estuviera fuera del control del Ministerio.
Los 10 Mortífagos fugados estaban mirando fijamente fuera de cada ventana de las tiendas donde Harry y Cho pasaban. Comenzó a llover cuando pasaban por Scrivenshaft's; frías, pesadas gotas de agua continuaban pegando la cara de Harry y atrás de su cuello.
- Um... ¿Quieres un café? –dijo Cho tentativamente, cuando la lluvia comenzaba a caer más fuerte.
- Sí, está bien –dijo Harry, mirando alrededor-. ¿Dónde?
- Oh, hay un lugar realmente agradable justo aquí arriba, ¿nunca has estado en Madame Puddifoot's? -dijo ella brillantemente, llevándolo a un lado del camino hacia una pequeña tienda de té que Harry nunca había notado antes.
Era un pequeño lugar vaporoso y apretado donde todo parecía haber sido decorado por adornos o tazones. Harry estaba recordando desagradablemente la oficina de Umbridge.
- Lindo, ¿no lo crees? -dijo Cho felizmente.
- Er... sip -dijo Harry deshonestamente.
- ¡¡Mira, ella lo decoró para el día de San Valentín!! -dijo Cho, indicando un número de querubines que estaban revoloteando sobre cada pequeña mesa circular, ocasionalmente tirando confetti rosa sobre los ocupantes.
- Ahhh...
Se sentaron en la última mesa disponible, la cual estaba sobre la vaporosa ventana. Roger Davies, el capitán del equipo de Quidditch de Ravenclaw estaba sentado más o menos como a un pie y medio con una bella chica rubia. Se estaban tomando de la mano. Eso hizo a Harry sentirse incómodo, capaz, particularmente cuando, mirando alrededor de la tienda de té, veía que estaba lleno de nada más que parejas, todos tomados de la mano. Quizás Cho estaba esperando que él le tomará su mano.
- ¿Les puedo traer algo, queridos? -dijo Madame Puddifoot, una mujer muy corpulenta con un brillante moño negro, apretujándose entre su mesa y la mesa de Roger Davies con mucha dificultad.
- Dos cafés, por favor -dijo Cho.
En el tiempo que tardó sus cafés en llegar, Roger Davies y su novia habían comenzado a besarse sobre su tazón de azúcar. Harry deseó que no lo hubieran hecho; él sintió que Davies estaba poniendo una pauta con el cual Cho pronto esperaría que él completase. Sintió su cara crecer de caliente y tratando de mirar fijamente fuera de la ventana, pero estaba tan vaporosa que no podía ver las calles de afuera. Para posponer el momento de tener que mirar a Cho, miró fijamente al techo como si estuviera examinando la pintura y recibió una mano llena de confetti en la cara de los querubines revoloteadores.
Después de uno de los más dolorosos minutos, Cho mencionó a Umbridge. Harry se detuvo en el tema con alivio y pasaron unos cuantos momentos felices burlándose de ella, pero el tema había sido tan solicitado en las juntas de ED que no duró mucho tiempo.
El silencio cayó de nuevo. Harry estaba muy consciente de los sonidos que hacían al comer y que provenían de la mesa de al lado y buscó salvajemente algo más que decir.
- Er... escucha, ¿quieres venir conmigo a Las Tres Escobas a la hora del almuerzo? Me voy a encontrar con Hermione Granger allí.
Cho alzó sus cejas.
- ¿Te vas a encontrar con Hermione Granger? ¿Hoy?
- Sí. Bueno, ella me lo pidió, así que pensé que podría. ¿Quieres venir conmigo? Ella dijo que no importaba si ibas.
- Oh... Bueno... eso es muy amable de su parte.
Pero Cho no sonaba como si ella pensara que era agradable en lo absoluto. Por el contrario, su tono era frío y de repente lucía un poco reprobadora.
Unos cuantos minutos pasaron en total silencio, Harry se tomó su café tan rápido que pronto necesitaría una taza fresca. Aparte de ellos, Roger Davies y su novia parecían estar unidos con pegamento por los labios.
La mano de Cho estaba recostada en la mesa del lado de su café y Harry estaba sintiendo una presión acumulándose para tomarla de la mano. “Sólo hazlo -se dijo a sí mismo, cuando una mezcla de pánico y excitación surgió dentro en su pecho-, sólo acércate y tómala. Sorprendente, qué tan difícil era para él extender su brazo 12 pulgadas y tocar su mano que era como atrapar una veloz Snitch del aire...
Pero justamente cuando él movió sus manos hacia delante, Cho quitó las suyas de la mesa. Ahora ella estaba observando a Roger Davies besar a su novia con una expresión medianamente interesada.
- Él me invitó a salir, sabes -dijo ella en una voz tranquila-. Un par de semanas atrás. Roger. Aunque lo rechacé.
Harry, quién había agarrado el tazón de azúcar para disculpar su repentino movimiento al otro lado de la mesa, no podía pensar por qué ella le estaba diciendo eso. Si ella deseaba estar sentada en la siguiente mesa siendo abundantemente besada por Roger Davies, ¿por qué había aceptado salir con él?
No dijo nada. Sus querubines tiraron otra mano llena de confetti sobre ellos; algo de esto aterrizó en las últimas gotas frías del café que Harry había estado a punto de beber.
- Vine aquí con Cedric el año pasado -dijo Cho.
En el segundo o algo así que le había tomado a él aceptar lo que ella había dicho, las entrañas de Harry se habían convertido en glaciales. No podía creer que ella quisiera hablar de Cedric ahora, mientras parejas besándose los rodeaban y un querubín flotaba sobre sus cabezas. La voz de Cho estaba un poco alta cuando ella volvió a hablar.
- Yo había tratado de preguntarte por siglos... si Cedric... si él... ¿me mencionó en lo absoluto antes de morir?
Esto era el último tema que Harry quería discutir en toda la tierra, y sobre todo con Cho.
- Bueno... no –dijo tranquilamente–. No... no había tiempo para que él dijera nada.
- Em... así que... tú... ¿tú pudiste ver mucho Quidditch en las vacaciones? ¿Tú apoyas a los Tornados, cierto?
Su voz sonaba falsamente brillante y alegre. Para su horror, él vio que los ojos de ella estaban nadando en lágrimas otra vez, justamente cuando habían estado en la última junta de ED antes de Navidad.
- Mira -dijo él desesperado, inclinándose para que nadie más pudiese escuchar-. No hablemos de Cedric ahora... vamos a hablar de algo más.
Pero esto, aparentemente, era lo más inapropiado de decir.
- Yo pensé -dijo ella, las lágrimas cayendo sobre la mesa-. Yo pensé que tú... tú... ¡¡¡entenderías!!! ¡¡¡Necesito hablar sobre eso!!! ¡¡¡Seguramente tú n-necesitas hablar de ello también!!! Quiero decir, lo viste pasar, ¿¿no es así??
Todo estaba yendo como una mal pesadilla; la novia de Roger Davies incluso se había despegado para mirar a Cho llorando.
- Bueno... he hablado de ello -dijo Harry en un susurro-. Pero a Ron y Hermione.
- ¡¡¡Oh, tú has hablado con Hermione Granger!!! -dijo ella chillando, ahora su cara brillaba con lágrimas. Varias parejas que se estaban besando se separaron para mirar–. ¡¡¡Pero tú no hablas conmigo!!! ¡¡¡Q-quizás sería mejor si nosotros sólo... sólo p-pagáramos y tú fueras a encontrarte con Hermione G-Granger, como obviamente quieres!!!
Harry la miró fijamente, totalmente desconcertado, cuando ella tomaba una servilleta con muchos adornos y limpiaba su brillante cara con ella.
- ¿Cho? -dijo él débilmente, deseando que Roger Davies pudiera ver a su novia y comenzará a besarla de nuevo para detenerla de verlos a él y a Cho.
- ¡¡Vamos, vete!! -dijo ella, ahora llorando en la servilleta–. No sé por qué te invite a salir en primer lugar si ibas a hacer arreglos para encontrarte con otras chicas justo después de mí... ¿¿¿con cuantas vas a encontrarte después de Hermione???
- ¡¡No es así!! -dijo Harry, y estaba tan aliviado que finalmente entendía sobre lo que ella estaba realmente molesta que comenzó a reír, con lo que se dio cuenta un segundo después, demasiado tarde que también era un error.
- Nos vemos, Harry -dijo ella dramáticamente y con un poco de hipo corrió hacia la puerta la abrió de golpe y se apuró hacia la lluvia que caía.
- ¡Cho! -Harry la llamó, pero la puerta ya se había cerrado detrás de ella con un sonoro tintineo.
Había un silencio total en el negocio. Los ojos de todos estaban puestos en Harry. Dejó un Galeón en la mesa, sacó el confite rosa de su pelo, y siguió a Cho por la puerta. Estaba lloviendo fuerte y no era posible verla. Simplemente no entendía qué había pasado; media hora antes se habían estado entiendo bien.
- ¡Mujeres! -susurró furiosamente, bajando la calle lavada por la lluvia con las manos en los bolsillos-. ¿Para qué quería hablar de Cedric, de todas formas? ¿Por qué siempre quiere hablar de temas que la hacen actuar como una manguera humana? -giró a la derecha, y empezó a correr rápidamente, y después de unos minutos estaba girando hacia la puerta de Las Tres Escobas. Sabía que era demasiado temprano para encontrarse con Hermione, pero pensó que seguramente habría alguien aquí con quien pasar el tiempo. Sacudió el pelo mojado y miró alrededor. Hagrid estaba sentado sólo en una esquina, malhumorado.
- ¡Hola, Hagrid! -dijo él, cuando hubo pasado por las atestadas mesas y llevado una silla a su lado.
Hagrid saltó y miró a Harry como si apenas lo reconociera. Harry vio que tenía dos cortes frescos en su cara y muchos nuevos moretones.
- Oh, eres tú, Harry -dijo Hagrid-. ¿Estás bien?
- Sí, estoy bien -mintió Harry, pero, al lado de este Hagrid abatido y de mirada triste sintió que no tenía mucho realmente de qué quejarse-. Eh... ¿estás bien?
- ¿Yo? -dijo Hagrid-. Oh sí, estoy espléndido, espléndido.
Miró fijamente hacia las profundidades de su jarra de peltre, que era del tamaño de un balde, y suspiró. Harry no sabía que decirle. Se sentaron al lado en silencio por un momento. Luego Hagrid dijo abruptamente:
- En el mismo bote, tú y yo, ¿no, Harry?
- Ehh... -dijo Harry.
- Sí... lo he dicho antes... ambos extraños, como... -dijo Hagrid, asintiendo sabiamente-. Y ambos huérfanos. Sí... ambos huérfanos.
Tomó un gran trago de su jarra.
- Le hace a uno... ser... diferente el tener... una familia decente –dijo-. Mí padre era decente. Mi madre una... Pero mi padre era decente. Si ellos hubieran vivido, la vida sería diferente, ¿no?
- Sí, bueno... supongo -dijo Harry cautelosamente. Hagrid parecía estar de un humor muy extraño.
- La Familia -dijo Hagrid tristemente-. Independientemente de sí... dicen, la sangre es importante...
Y limpió una lágrima de su ojo.
- ¿Hagrid -dijo Harry, incapaz de pararse-, dónde te haces todas esas heridas?
- ¿Cómo? -dijo a Hagrid, mirando asustado-. ¿Cu... cuáles... heridas?
- ¡Todas esas! -dijo Harry, señalando la cara de Hagrid.
- Ah... los golpes normales del jus... del... las contusiones, Harry -dijo Hagrid-. Gajes del oficio, tengo un trabajo duro... -Agotó su jarra, la dejó sobre la mesa y se puso en pie-. Seré ¿eh?... bueno Harry... ten cuidado.
Y se movió pesadamente por la cantina y desapareció en la lluvia torrencial. Harry lo miró irse, sintiéndose miserable. Hagrid era infeliz y ocultaba algo, pero pareció decidido a no aceptar ayuda. ¿Qué sucedía? Pero antes de que Harry pudiera pensar en eso, oyó una voz que le llamaba por su nombre.
- ¡Harry! ¡Harry, aquí!...
Hermione le saludaba con la mano desde el otro lado de la cantina.
Se levantó y se abrió paso hacia ella a través de la cantina atestada. Le faltaban aún unas mesas para llegar hasta ella cuando se dio cuenta de que Hermione no estaba sola. Ella estaba sentada en una mesa con la pareja más extraña que él alguna vez pudo haber imaginado: Luna Lovegood y nada menos que Rita Skeeter, antigua periodista en el Diario El Profeta y una de las menos favoritas personas de Hermione en el mundo.
- ¡Llegas temprano Harry! -dijo Hermione, haciéndose hacia adelante para dejarle sitio-. ¡Pensé que estarías con Cho, no te esperaba hasta dentro de otra hora al menos!
- ¿Cho? -dijo Rita girándose de inmediato en su asiento para clavar ávidamente los ojos en Harry-. ¿Una chica?
Ella agarró rápidamente su bolso de la piel de cocodrilo y anduvo buscando a tientas dentro de él.
- No es de su incumbencia si Harry está con cien chicas -dijo Hermione a Rita serenamente-. Así es que usted vuelva a guardar eso ahora mismo.
Rita había estado a punto de quitar la capucha de la pluma verde ácido de su bolsa. Mirando como si la hubieran obligado a tragarse un Stinksap, ella cerró de golpe su bolsa otra vez.
- ¿Qué están haciendo aquí? -preguntó Harry, sentándose y mirándolas a las tres.
- La señorita-perfecta, estaba a punto de decírmelo cuando llegaste -dijo Rita, tomando un trago grande de su bebida-. ¿Supongo que tengo permiso de dirigirle la palabra? -disparó a Hermione.
- Sí, supongo que puede -dijo Hermione fríamente.
El desempleo no le sentaba bien a Rita. El pelo que una vez había estado lleno rizos elaborados ahora colgaba lacio y despeinado alrededor de su cara. La pintura de color escarlata de sus uñas de dos pulgadas estaba picada y faltaban un par de joyas falsas de sus gafas aladas. Ella tomó trago de su bebida y dijo por la esquina de su boca:
- La chica ¿es bonita, Harry?
- Una palabra más acerca de la vida amorosa de Harry y el trato estará roto, se lo prometo -dijo Hermione enfadada.
- ¿Qué trato? -dijo Rita, enjugando su boca con el dorso de su mano-. Usted no ha mencionado un trato todavía, Señorita sabelotodo, solamente me dijo que viniera. Oh, un día de estos... -ella aspiró profundamente.
- Sí, sí, un día de estos usted escribirá más historias horribles acerca de Harry y acerca de mí -dijo Hermione indiferentemente-. ¿Por qué no busca a alguien a quien le importe?
- Han puesto a funcionar bastantes historias horribles acerca de Harry este año sin mi ayuda -dijo Rita, disparando las palabras por encima su vaso y agregó con un murmullo grosero-. ¿Cómo hace eso que te sientas, Harry? ¿Traicionado? ¿Perturbado? ¿Incomprendido?
- Él se siente furioso, claro está -dijo Hermione con una voz dura como el cristal-. Porque él le ha dicho la verdad al Ministerio pero el Ministro es demasiado idiota para creerlo.
- ¿Así que te reafirmas realmente, que Él-Que-No-Debe-Ser-Nombrado ha regresado? -dijo Rita, bajando su vaso y estudiando a Harry con una mirada fija penetrante mientras su dedo se desviaba ansioso desde el vaso al broche de la bolsa del cocodrilo-. ¿Tú apoyas toda esa basura de Dumbledore?
- No soy el único testigo -gruñó Harry-. Había una docena de Mortífagos allí. ¿Quiere sus nombres?
- Me encantaría –suspiró Rita, ahora andando a tientas en su bolso otra vez y contemplándolo como si fuera la cosa más maravillosa que alguna vez había visto-. Un gran titular atrevido: "Harry Potter hace una acusación..." Un subtítulo, "Harry Potter da los nombres de los doce Mortífagos". Y entonces, bajo una foto grande de usted, "el superviviente menor de edad salvado del ataque de Quien-Ustedes-Saben, Harry Potter, de quince años, acusó ayer a miembros respetables y prominentes de la comunidad Magica de ser Mortífagos -la pluma vuelapluma estaba ya en su mano y a medio camino de su boca cuando la expresión embelesada en su cara se apagó-. Solamente que, por supuesto -dijo bajando el cañón de la pluma y atravesando con la mirada a Hermione-, la pequeña señorita doña perfecta no querría esa historia allí afuera.
- De hecho -dijo Hermione dulcemente-, eso es exactamente lo que la pequeña señorita doña perfecta quiere.
Rita clavó los ojos en Hermione dudando. Luna, por su parte, comenzó a canturrear Weasley es nuestro Rey... soñadora, suspirando mientras removía su bebida (un cóctel de cebolla) con una pajita.
- ¿Usted quiere que yo informe sobre lo qué él dice acerca de Él-Que-No-Debe-Ser-Nombrado? -preguntó Rita a Hermione en voz baja.
- Sí, eso quiero -dijo Hermione-. La historia verdadera. Todos los hechos. Exactamente así; Harry le informará. Él dará a todos ustedes los detalles, él le contará los nombres de los Mortífagos secretos que él vio allí, él le dirá qué aspecto tiene Voldemort ahora... oh, recobre la calma -ella agregó desdeñosamente, tirando una servilleta a través de la mesa. Al oír el nombre de Voldemort, Rita había saltado tanto que se había salpicado con su vaso de whisky de fuego.
Rita seco la parte delantera de su abrigo, aún mirando a Hermione. Entonces dijo:
- El Profeta no lo va a imprimir, por si no lo sabes, nadie cree su historia de porquería, todos creen que está loco, ahora, si me dejas escribirlo desde ese ángulo...
- ¡No necesitamos otra historia de como Harry pierde sus... algo como su juicio! -dijo enojada Hermione-. ¡Ya sabemos bastante sobre esas, gracias! ¡Quiero darle le oportunidad de decir la verdad!
- No hay oportunidad en el mercado para una historia como esa -dijo Rita fríamente.
- Quieres decir que El Profeta no lo publica porque Fudge no lo deja -dijo Hermione irritada.
Rita le echó a Hermione una mirada larga, dura. Entonces, recostándose hacia adelante a través de la mesa hacia a ella, le dijo en un tono serio:
- Bien, Fudge utiliza El Profeta, pero viene a ser lo mismo. No escribirán en letras de imprenta una historia que enseña a Harry en una buena luz. Nadie quiere leerlo. Va en contra del humor público. Esta última fuga de Azkaban ha puesto a la gente lo suficientemente preocupada. La gente justamente no quiere creer que Quien-Ustedes-Saben está de regreso.
- ¿Así es que el Diario El Profeta está para decir a la gente sólo lo qué quieren oír, no es eso? -dijo Hermione mordazmente.
Rita se enderezó otra vez, sus cejas levantadas, y vació drásticamente su vaso de whisky de fuego.
- El Profeta existe para venderse, chica tonta -dijo fríamente.
- Mi padre piensa que es un diario horrible -dijo Luna, metiéndose en la conversación inesperadamente. Bebiendo su cóctel de cebolla, ella contempló a Rita con sus ojos enormes, protuberantes, como de loca: -Él publica historias importantes, las que él piensa que son de interés público. Él no se preocupa por ganar dinero.
Rita miraba despectivamente a Luna.
- ¿Adivino que su padre edita algún estúpido boletín de prensa del pueblo? -dijo-. ¿Probablemente, veinticinco Formas para mezclarse con Muggles y las fechas de la próxima Feria para venta de Moscas?
- No -dijo Luna, sumergiendo su cebolla de vuelta a su cóctel-, él es el jefe de redacción de El Sofista.
Rita bufó tan ruidosamente que la gente en una mesa cercana miraba a los lados alarmados.
- ¿"Las historias importantes que él piensa que el público necesita saber", eh? -ella dijo con sarcasmo-. Podría abonar mi jardín con lo que contiene ese harapo.
- Precisamente, ésta es su oportunidad subir el tono de la revista un poco, ¿no lo ve? -dijo Hermione agradablemente-. Luna dice que su padre estará encantado de publicar la entrevista de Harry. Es quién publicará eso.
Rita clavó los ojos en ambas por un momento, entonces soltó un grito de risa.
- ¡El Sofista! -dijo, cacareando-. ¡Usted piensa que la gente le tomará en serio si él es publicado en El Sofista!
- Alguna gente no -dijo Hermione con voz serena-. Pero la versión de El Profeta de la fuga de Azkaban tenía algunos agujeros profundos. Pienso que mucha gente se preguntará si no hay una mejor explicación de que pasó y si hay una historia alternativa disponible, aunque sea publicada en un... digamos entonces una revista inusual... -dijo mirando a Luna por el rabillo del ojo-, pienso que serán lo bastante listos como para leerla.
Rita no dijo nada por algún rato, pero miró a Hermione astutamente echando la cabeza hacia un lado.
- Bien, digamos por un momento que lo haré -dijo abruptamente-. ¿Qué tipo de retribución voy a conseguir?
- No creo que papá pague a los que quieren escribir para la revista -dijo Luna entre sueños-. Lo hacen porque es un honor y, claro está, para ver sus nombres impresos.
Rita Skeeter miraba como si el sabor del Stinksap estuviera muy metido en su boca otra vez y dijo volviéndose otra vez a Hermione.
- ¿Se supone que haré esto gratis?
- Pues bien, sí -dijo Hermione serenamente, tomando un sorbo de su bebida-. De otra manera, como usted muy bien sabe, informaré a las autoridades que usted es un Animago sin registrar. Por supuesto, El Profeta le podría pagar bastante más dinero, pero iría de por vida a Azkaban.
Rita la miraba como si le hubiese gustado agarrar el paraguas de papel que sobresalía de la bebida de Hermione y empujarlo arriba de su nariz.
- Supongo que no tengo otra opción, ¿verdad? -dijo Rita, con su voz estremeciéndose ligeramente. Ella abrió su bolso de cocodrilo otra vez, sacó un trozo de pergamino, y levantó su pluma a vuelapluma.
- Papá estará encantado -dijo Luna alegremente. Un músculo se movió dando sacudidas en la mandíbula de Rita.
- ¿ESTÁ BIEN, Harry? -dijo Hermione, volviéndose hacia él-. ¿Listo para decir la verdad al público?
- Supongo -dijo Harry mirando a Rita que probaba la pluma preparándola lista para usar en el pergamino entre ellos.
- Dispare, entonces, Rita -dijo Hermione serenamente, sacando una cereza del fondo de su vaso.

 

CAPÍTULO XXVI

VISTO E IMPREVISTO

Luna dijo distraídamente que ella no sabía cuando aparecería la entrevista de Rita con Harry en El Sofista, que su padre esperaba un artículo largo y  encantador sobre cosas raras y recientes de Hogwarts:
- Y por supuesto, eso era una historia muy importante, así que  Harry tienes que esperar la edición siguiente -dijo Luna.
Para Harry no había sido una experiencia fácil tener que  hablar de la noche en que Voldemort había vuelto. Rita lo había presionado sobre  cada pequeño detalle y él le había relatado  todo que él podría recordar, sabiendo que ésta era su oportunidad más grande de decir al mundo la verdad. Él se preguntaba cómo reaccionaría la comunidad mágica a la historia. Pensaba que muchos quizás confirmarían en la versión de que él estaba totalmente loco, y eso era lo menos, porque su historia estaría apareciendo junto a todo la basura que se decía sobre el colegio.
 Pero la fuga de Bellatrix Lestrange y sus compañeros Mortífagos, había dado a Harry un deseo incontrolable de hacer algo, si o no trabajó...
- No puedo esperar para ver qué dice  Umbridge del artículo, que va -dijo Dean, admirándose  del sonido en la cena en la noche de lunes. Seamus masticaba grandes cantidades de tarta de pollo y  jamón, al otro lado de Dean, pero Harry sabía que estaba escuchando.
- Es lo correcto, es lo que debías hacer, Harry -dijo Neville, que se sentaba enfrente de él. Él era algo pálido, pero se puso colorado y dijo en voz baja-, debe haber sido... horrible... hablar de él... era él, ¿tú sabes?
- Sí -masculló Harry-, pero la gente tiene que saber qué Voldemort regresó.
- Sí correcto -dijo Neville, cabeceando-, y sus partidarios Mortífagos... también la gente debe saber...
Neville dejó su oración sin terminar y volvió a su patata cocida al horno. Seamus miraba para arriba, pero cuando encontró la mirada de Harry, volvió a su plato rápidamente.
Después de un rato, Dean, Seamus y Neville salieron para la Sala Común, dejando Harry y Hermione en la mesa, esperando a Ron, que todavía no había cenado debido a la práctica de Quidditch.
Cho Chang regresaba del vestíbulo con su amiga Marieta. El estómago de Harry dio una sacudida desagradable, pero ella no miraba a la mesa de Gryffindor, y se sentó de espaldas a él.
- ¡Oh!, me olvidé de preguntarte -dijo Hermione brillantemente, echando un vistazo hacia la mesa de Ravenclaw-, ¿qué sucedió  con Cho? ¿Cómo es que volvieron tan temprano?
- Ehh... bien, ehh... –dijo a Harry, tirando del plato y comiendo unas migajas de lo que quedaba, como para ayudarse a contarle a Hermione-, un fiasco completo, ahora que lo preguntas.
Y él le dijo lo qué había sucedido en el salón de té de la señora Puddifoot.
-... ¡y entonces –él acabó, pues se había terminado el pedacito de la migaja-, ella  dice:  te veré luego Harry, se levanta derecho hacia la puerta y se marcha! –dejó quieta la cuchara y mirando a Hermione le dijo: ¿qué fue todo eso? ¿Qué quería decir con te veré luego?
Hermione echó un vistazo  hacia la espalda de  Cho y  suspiró.
- Oh, Harry –dijo tristemente-. Bien, lamento decirte,  pero creo que tú has estado un poco fuera de lugar, te faltó tacto.
- ¿Yo fuera de lugar? ¿Tacto? –dijo Harry, ultrajado-. Primero le dije que  si quería venir a almorzar a Las Tres Escobas contigo y ella cambió de tema diciéndome que Roger Davies le pregunto si quería ser su novia y luego continuó hablando de Cedric en ese estúpido café, ¿cómo se supone que debo sentirme sobre eso?
- Bien, usted ve –dijo Hermione, con el aire paciente de alguien que le explicaba que uno más uno es igual a dos a un niño pequeño-, no debiste haberle dicho que tenías que verme a mi camino a tu encuentro con ella…
- Pero, pero –exclamaba Harry-, pero... tú me dijiste que te viera  a las doce para almorzar,  ¿cómo me habría ido sin decirle a dónde iría?
- Deberías  haberle dicho de diferente manera –dijo Hermione, aún con ese aire  paciente-. Deberías haberle dicho que era realmente molesto, pero que habías prometido venir a encontrarte a Las Tres Escobas, y que no deseabas realmente ir, que querías pasar el día  entero con ella, pero desafortunadamente lo prometiste y que por eso le proponías que viniera contigo y que tratarías de irte lo más rápidamente posible. Y también habría sido una buena idea también mencionar que tú piensas que yo soy fea, eso también –agregó Hermione.
- Yo no pienso que tú seas  fea –dijo Harry.
Hermione rió.
- Harry eres peor que Ron... bien, no, tú eres... –ella suspiró pues, Ron llegó desde el vestíbulo salpicado de barro y muy malhumorado en ese instante-. Mira Harry, Cho se enojó cuando tú le dijiste que tenías que verme, así que ella intentó ponerte celoso. Era su manera de descubrir cuánto te gusta ella.
- ¿Eso era lo que estaba haciendo? –dijo Harry, miró a Ron sentarse enfrente de ellos y agarrar cada plato dentro de su alcance y dijo: - Y bien, ¿no habría sido más fácil si ella me preguntase si yo la aprecio más que a ti?
- Las muchachas no hacen a menudo preguntas como esas –dijo Hermione.
- ¡Bien, deberían! –dijo Harry enojado-. ¡Entonces si esa es la suposición que tú piensas que tuvo ella, para que se tomó el trabajo de decirme todo eso sobre Rogers y  la muerte de  Cedric!
- No estoy diciendo que lo que ella hizo fuera sensato –dijo Hermione, justo cuando Ginny llegaba, y tan llena de barro como Ron y al parecer igualmente contrariada-. Yo pienso lo mismo que tú y no comprendió como se sentía en ese entonces.
- Tú deberías escribir un libro, Hermione –dijo Ron mientras cortaba sus patatas-, contando las cosas que hacen las muchachas celosas así los muchachos pueden entenderlas.
- Sí –dijo Harry fervientemente, mirando hacia la mesa de Ravenclaw. Cho acababa de levantarse, y, apenas echándole una mirada se dirigió hacia el gran vestíbulo. Sintiéndose muy deprimido, Harry se dirigió a  Ron y Ginny-. Así pues, ¿cómo fue la práctica de Quidditch?
- Fue una pesadilla –dijo Ron en una voz hosca.
- Angelina terminó la práctica llorando –mencionó Ginny.
Ron y Ginny se fueron  para los baños después de la cena; Harry y Hermione volvieron a la Sala Común de Gryffindor a terminar sus tareas. Harry había estado luchando con una nueva carta estelar para Astronomía, y media hora después Fred y George llegaron arriba.
- ¿Ron y Ginny no están aquí? –preguntó Fred, echando un vistazo a las tareas, mientras que se sentó en una silla, y cuando Harry sacudió su cabeza, él dijo: Bueno. Mirábamos su práctica. Los van a matar. Son desperdicios completos sin nosotros.
- Sin embargo, Ginny no es mala –dijo George, sentándose al lado de Fred-. Realmente, no entiendo como ella consiguió ser tan buena, sabiendo que nosotros nunca dejamos que jugara con nosotros.
- Ella ha estado practicando sola con su escoba en el jardín desde la edad de seis y ha tomando cada una de sus escobas alternadamente cuando ustedes no la miraban –dijo Hermione detrás una de sus pilas que se tambaleaba, llena de los libros antiguos de Runas.
- Oh –dijo George, pareciendo impresionado suavemente-. Bien, eso lo explica todo.
- ¿Ron no ha logrado defender bien la meta todavía? –preguntó Hermione, mirando con fijeza sobre la tapa de Jeroglíficos mágicos y Logogramas.
- Bien, él puede hacerlo si no piensa que cualquier persona lo mira –dijo Fred, rodando sus ojos-. Todo lo que tenemos que hacer es pedirle a la multitud que se den vuelta y hablen entre sí cada vez que la Quaffle va hacia su extremo del campo el sábado.
Él se levantó otra vez y se trasladó agitado a la ventana, mirando fijamente hacia fuera al cielo oscuro.
- Tú sabes, el Quidditch es la única cosa digna en este lugar para permanecer aquí.
Hermione lo echó una mirada severa.
- ¡Pero vienen los exámenes!
- Ya te he dicho no nos interesan –dijo Fred-. Hemos descubierto una poción para librarnos de ellos, apenas un par de gotas de la esencia de Murtlap y nos clasifica –dijo enrojecido.
George bostezó extensamente y miraba hacia fuera desconsolado el cielo nublado de la noche.
- Si Zacarías Smith nos batea puede ser que tenga que matarle.
- Mátele, más como –dijo Fred firmemente.
- Ése es el asunto con el Quidditch –dijo Hermione distraídamente, doblándose de nuevo sobre su traducción de Runas-, crea todas estas malas sensaciones y  tensiones entre las casas.
Ella miraba su copia de Silabario De Spellman, y Fred, George y Harry mirándola  fijamente todos  con expresiones de repugnancia y de incredulidad mezclados en sus caras.
- ¡Bien! –ella dijo impacientemente-. Es solamente un juego, ¿o no?
- Hermione –dijo Harry, sacudiendo su cabeza-, tú eres buena en Transformaciones y las demás materias, pero apenas  entiendes sobre Quidditch.
- Quizá no –ella dijo enojada, volviendo a su traducción-, pero por lo menos  mi felicidad no depende de la capacidad de Guardián que tenga Ron.
Y aunque Harry habría saltado de la torre de Astronomía, para el momento en que él hubiera mirado el juego el sábado siguiente, habría dado cualquier número de Galeones para tener que no saber nada sobre Quidditch tampoco.
La cosa no era muy buena, los espectadores de Gryffindor tuvieron que aguantar solamente veintidós minutos de agonía. Era duro decir cuál era lo peor: Harry pensó que era la mala actuación de Ron y excepto Sloper que logró pegar a una Bludger, pero que al mismo tiempo golpeaba a Angelina en la boca con su palo, y Kirke que chillaba y que bajaba al revés de su escoba cuando Zacarías Smith lo enfrentó llevando la Quaffle. El milagro era que Gryffindor perdió solamente por diez puntos: Ginny logró arrebatar la Snitch de la derecha debajo de la nariz de Summerby el buscador de Hufflepuff, de modo que la cuenta final fuera doscientos cuarenta contra doscientos treinta.
- Fue un buen trabajo –Harry le dijo a de Ginny en la Sala Común, en donde la atmósfera se asemejó al de un entierro particularmente triste.
- Tuve suerte –respondió ella-. No era una Snitch muy difícil y Summerby el buscador no era muy rápido, él estornudó y  cerró los ojos en exactamente el momento incorrecto. De todas formas, una vez que tu regreses dejaré el equipo... Cuando Umbridge no este más en la escuela, y tú vuelvas a pertenecer al equipo, pienso que ganaremos. Probaré para el puesto de cazadora. Angelina y Alicia están dejando el año próximo y prefiero el puesto de cazadora al de buscador  de todos modos.
Harry miraba a Ron, que hundido en una esquina, miraba fijamente sus rodillas con  una botella de Cerveza de Mantequilla  agarrada en su mano.
- Angelina todavía no lo dejará desistir –dijo Ginny, como si leyera la mente de Harry-. Ella dice que él tiene todo para el puesto, solo debe tener valor.
Angelina le había caído muy bien a Harry por la fe que ella demostraba en Ron, pero al  mismo tiempo pensó que realmente sería mejor que él dejara el  equipo. Ron había visto una pancarta  que decía “Weasley es nuestro rey” cantado con gran gusto por el Slytherin, que ahora eran favoritos para ganar la copa de Quidditch.
Fred y George llegaron encima.
- Incluso no he conseguido el valor para burlarme de él, está derrotado -dijo Fred, mirando hacia la figura arrugada de Ron-. Le importaba lo que pensarás tú si él fallaba en atajar los tantos.
- Él hizo movimientos salvajes con sus brazos como si hizo una doggy-paleta vertical –dijo imitando a Ron en el juego.
Ron se arrastró hasta la cama poco después esto. Fuera del respecto por sus sensaciones, Harry esperó un rato antes de ir hasta el dormitorio, de modo que Ron pudiera fingir estar dormido si él lo deseaba. Bastante seguro, cuando Harry finalmente entró en  el cuarto Ron estaba roncando muy fuerte.
Harry se acostó  en la cama, pensando del juego. Había estado frustrando inmenso mirar de las líneas laterales. El funcionamiento de Ginny lo impresionó absolutamente pero él sabía, que si él hubiera podido jugar él habría podido coger la  Snich antes... allí en ese momento en que había estado agitando cerca del tobillo de Kirke; si Ginny no habría vacilado, ella puedo haber sido quien consiguiera un triunfo para Gryffindor.
Umbridge había estado sentada algunas filas debajo de Harry y de Hermione. Una par de veces ella había girado rechonchamente en su asiento para mirarlo, en su boca de sapo ancho se dibujo lo que él pensó había sido una sonrisa que presumía.
 El recuerdo de ello le produjo una sensación de cólera, allí en la oscuridad. Después de algunos minutos, sin embargo, él recordó que se prometió vaciar su mente de  toda la emoción antes de que él durmiera, pues Snape lo estuvo instruyendo para aprender a controlarse  en el final de cada lección de Occlumancia.
Él intentó por un momento o dos, pero el pensamiento de Snape y encima el recuerdo de la sonrisa de Umbridge aumentó simplemente su sentido del resentimiento, así que tuvo que buscar un lugar dentro del cuarto en donde fijar sus pensamientos y detestó a esas dos personas.
Lentamente, los ronquidos de Ron disminuyeron a lo lejos, para ser substituidos por el sonido de su respiración lenta. Harry tardo mucho para conseguir dormir; su cuerpo estaba cansado, pero a su cerebro le tomó un tiempo largo para dormirse por fin.
Esa noche él soñaba que Neville y la profesora Sprout bailaban el vals alrededor del cuarto del requerimiento, mientras que la profesora McGonagall tocaba las gaitas. Él los miró feliz por un rato, entonces decidió ir a encontrarse con los otros miembros del Ejército de Dumbledore (ED).
Pero cuando él salió del cuarto en el que se encontraba, no vio revestimientos, ni la tapicería conocida, solo una  antorcha que se quemaba en su soporte en una pared de piedra. Harry giro  su cabeza lentamente a la izquierda... en el extremo lejano del pasillo oscuro, había una puerta llana, negra.
Él caminó hacia allí con un sentido del entusiasmo del momento. Tenía la sensación más extraña que esta vez él iba a conseguir la fortuna de abrirla... él estaba a pasos de ella, y vio con exaltación que había algo que brillaba intensamente en los bordes llanos, una ligera azul y débil luz, del lado derecho... la puerta estaba entornada... él estiró su mano para empujarla de par en par y...
Ron dio un ruidoso ronquido y Harry se despertó precipitadamente con su mano derecha estirada delante de él en la oscuridad, para abrir una puerta que estaba centenares de millas, lejos. Él dejó bajar su mano con una sensación de la decepción y de la culpabilidad mezcladas. Él sabía que él no debía haber visto la puerta, pero al mismo tiempo se sintió consumido con curiosidad sobre qué habría detrás, y que él no podría ayudar, la sensación molestaba. Si Ron... si solamente él habría podido ahorrar su ronquido para apenas otro minuto.

***

Todos entraron al Gran Comedor para el desayuno en exactamente el mismo momento que las lechuzas, el lunes en la mañana. Hermione no era la única persona que aguardaba con impaciencia El Profeta: casi todos estaban ansiosos por más noticias sobre los Mortífagos, que, a pesar de muchos informes divulgados, todavía no habían sido cogidos. Hermione pagó a la lechuza  un Knut y desplegó el periódico con impaciencia mientras que Harry se ayudó con un poco de jugo de calabaza; pues él había recibido solamente una nota durante el año entero, y él estaba seguro, cuando el primer búho aterrizó con un ruido sordo delante de él, que había incurrido en una equivocación.
- ¿Quién es usted? –él preguntó, mientras trataba de quitar el jugo de calabaza de debajo del  pico y de inclinarse para ver el nombre del remitente  y la dirección del destinatario:
Sr. Harry Potter: Escuela De Hogwarts, Gran Comedor.
Frunció el ceño, se disponía a  tomar la carta del búho, pero antes de que lo pudiera hacer, tres, cuatro, cinco más búhos llegaron y revoloteando, pisaban en la mantequilla y golpeaban sobre la sal y daban chirridos, cada una procurada para darle su carta primero.
- ¿Qué pasa? –preguntó Ron con asombro, cuando toda la mesa de Gryffindor se inclinó para mirar y otros siete búhos aterrizaron entre los primeros, chirriando y batiendo sus alas.
- ¡Harry! –dijo Hermione sin aliento, hundiendo las manos en el conjunto de plumas y sacando un búho que llevaba un paquete largo, cilíndrico-. ¡Pienso que sé lo que significa esto... abre este primero!
Harry rasgó el paquete marrón. Fuera de él rodó una copia de Marzo de la edición de  El Sofista. Él lo desenrolló para ver su propia cara sonriendo tímidamente y vergonzosamente en  la portada. En letras rojas grandes a través de su retrato estaban las palabras:

“HABLA FRANCAMENTE POR FIN:
“LA VERDAD ACERCA DEL QUE NO DEBE SER NOMBRADO
“Y LA NOCHE QUE YO LO VI DE VUELTA”

- Es bueno –dijo Luna, que había llegado a la mesa de Gryffindor y ahora se había apretujado para ver mejor en el banco entre Fred y Ron-. Salió ayer, pedí  papá le enviara una copia gratis. Cuento con que todo esto –ella agitó una mano hacia los búhos montados todavía alrededor de la mesa delante de Harry-, sean cartas de lectores.
- Es lo que pensé –dijo Hermione con impaciencia-. Harry, ¿tienes algún inconveniente si  nosotros...?
- Ayúdenme –dijo Harry, sintiéndose levemente apesadumbrado.
Ron y Hermione comenzaron a rasgar sobres.
- Este su de un brujo que piensa tú estás mal de los tornillos –dijo Ron, echando un vistazo a la carta que le tocó-, y apoyo su carta.
- Esta mujer te recomienda una interacción en un buen curso de San Mungo –dijo Hermione, pareciendo decepcionada y frunciendo la frente un segundo.
- Esta una  ACEPTABLE, aunque –dijo Harry lentamente, explorando una larga carta de una bruja en Paisley-. ¡Hey, ella dice que me cree!
- Este no sabe qué pensar –dijo Fred, que había desplegado también una carta, la abrió con entusiasmo-. Dice que cree que tú no estás loco, pero él realmente no desea creer que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado ha regresado, no sabe qué pensar ahora. Caramba, una pérdida de pergamino.
- ¡Aquí está otro que has convencido, Harry! –dijo Hermione excitada-. Leyó tu lado de la historia, primero ha llegado a la conclusión que El Profeta te ha tratado muy injustamente y... desea no pensar que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado haya vuelto, y que se fuerza para aceptar que tú estás diciendo la verdad... ¡Oh, éste es maravilloso!
- Otro quién piensa tú estás mintiendo –dijo Ron, lanzando una carta arrugada sobre su hombro-... ¡pero ésta dice que la has convencido y ahora ella  piensa que eres un héroe verdadero... ha mandado una  fotografía, también ¡ululación!
- ¿Qué se está pasando aquí? –dijo una voz falsamente dulce y de niña.
Harry miro para arriba con sus manos llenas de sobres. La profesora Umbridge estaba parada detrás de Fred y de Luna, sus ojos abultado de sapo escudriñaban el lío de búhos y de letras en la mesa  delante de Harry. Detrás de ella él vio a muchos de los estudiantes que los miraban ávidamente.
- ¿Por qué usted ha recibido todas estas cartas, Sr. Potter? –ella preguntó lentamente.
- ¿Es que es un crimen ahora? –dijo Fred en alta voz-. ¿Recibir el correo?
- Tenga cuidado, Sr. Weasley, o tendré que ponerle en detención –dijo Umbridge-. ¿Bien, Sr. Potter?
Harry vaciló, pero no vio la manera de seguir ocultando lo que  había hecho silenciosamente; era seguramente  una cuestión de tiempo antes de una copia de El Sofista llamó la atención de Umbridge.
- La gente me ha escrito porque di una entrevista –dijo Harry-, sobre qué me sucedió el pasado mes de Junio.
Por una cierta razón Harry echó un vistazo hacia la mesa de los profesores. Tenía el más extraño presentimiento que  Dumbledore lo había estado mirando un segundo antes, pero cuando él miró hacia el director él parecía absorbido en la conversación con el profesor Flitwick.
- ¿Una entrevista? –repitió Umbridge, con una voz aguda y más alta que nunca-. ¿Qué significa eso?
- Significa que  una reportera me hizo  preguntas y yo se las contesté –dijo Harry-. Aquí...
Y él le lanzó la copia de El Sofista. Ella lo tomó y miró fijamente la cubierta. Su cara pálida, pastosa pasó a un color  violeta feo, desigual.
- ¿Cuándo hizo usted esto? –ella preguntó, su voz le tembló levemente.
- El fin de semana pasado en Hogsmeade –dijo Harry.
Ella lo miraba con incandescente rabia, al mismo tiempo que sacudía el diario en sus dedos rechonchos.
- No habrá mas viajes a Hogsmeade para usted, Sr. Potter –ella susurró-. Cómo  se atreve... cómo puede... –ella tomó una respiración profunda-. He intentado repetidas veces enseñarle a no decir mentiras. El mensaje, todavía no se ha impregnado en usted al parecer. Cincuenta puntos menos para Gryffindor y  otra semana de detención.
Ella se alejó, con El Sofista sobre su pecho, y los ojos de muchos estudiantes siguiéndola.
A media mañana  habían sido puestas por toda la escuela, enormes carteles, no solo en la salas de las casas, sino también  en los pasillos y las salas de clase también.

-POR ORDEN DE-
LA ALTA INQUISIDORA  DE HOGWARTS

Cualquier estudiante encontrado en posesión de El Sofista será expulsado.
Lo  antedicho está de acuerdo con el decreto educativo número 27.
Firmado:
Dolores Jane Umbridge
Alta Inquisidora


***

Por una cierta razón, cada vez que Hermione encontró una de las notas Harry notó en ella cierto  placer.
- ¿Qué es exactamente lo que hace ver tan contenta? –Harry le preguntó.
- ¿Oh, Harry, no lo ves? –Hermione respiró-. ¡Si ella habría podido hacer algo para impedirlo, pero ahora por más que intente todos en la escuela leerán tu entrevista, porque ella la prohibió!
Y  parecía que Hermione estaba absolutamente en lo correcto. Para el final del día, aunque Harry no había visto tantos Sofistas, dondequiera que iba en la escuela, el lugar entero parecía comentar la entrevista el uno al otro. Harry los oyó el susurrar sobre él mientras que tuvieron clases  exteriores, discutiéndolo en el almuerzo  y en la parte de atrás de algunas clases, mientras que Hermione incluso le contó que cada una de las chicas en los baños habían estado hablando de él,  cuando ella entró allí antes de sus clases de Runas Antiguas.
- ¡Entonces me conocieron  y saben obviamente, así que me bombardearon con preguntas, Harry! –dijo Hermione, los ojos le brillaban-, y Harry, ¡yo pienso que te creen, y que realmente lo hacen, yo pienso que tú finalmente la has conseguido convencer!
Mientras tanto, profesora Umbridge acechaba la escuela, paraba a estudiantes al azar y exigía que mostraran sus libros y bolsillos: Harry sabía que ella buscaba copias de El Sofista, solamente que los estudiantes eran más listos y le llevaban la delantera. Las páginas que llevaban la entrevista de Harry las hechizaron para asemejarse a los extractos de los libros de textos si cualquier persona que no fuera ellos las leía, o bien hicieron desaparecer la nota hasta dejar en blanco y hasta que ellas desearan mágicamente leerlo con más detención otra vez. Pronto  parecía que no había una sola persona en la escuela que no haya leído el reportaje.
Prohibieron a los profesores por supuesto de mencionar la entrevista, de acuerdo al decreto  Educacional  número veintiséis, pero encontraron maneras de expresar sus sensaciones sobre ella todos por igual. La profesora Sprout concedió a Gryffindor veinte puntos cuando Harry le pasó una lata de riego; el profesor Flitwick presionó una caja de ratones chirriantes del azúcar en el final de Encantamientos, dijo “¡Shh!” y se apresuró lejos; y la profesora Trelawney se rompió en sollozos histéricos durante Adivinación, anunció a toda la clase, su total desaprobación hacia Umbridge y que Harry no sufriría una muerte temprana después de todo, pero viviría a una vejez muy madura, hasta llegaría a ser Ministro de la Magia y tendría doce niños.
Pero lo que hizo a Harry más feliz fue Cho, al día siguiente, lo alcanzó antes de la clase de Transfiguración. Antes de que él supiera qué había sucedido, su mano estaba en la suya y ella respiraba en su oído:
- Yo estoy realmente, realmente arrepentida. Esa entrevista fue valiente... me hiciste llorar.
Él estaba apesadumbrado al oír que ella había llorado por su causa, pero se sintió muy alegre ya que volvían a entenderse muy bien nuevamente y aún más cuando ella le dio un beso rápido en la mejilla y se apresuró a irse otra vez. Es increíble, lo mejor llegó cuando entró en  Transfiguración, algo bueno sucedió: Seamus caminó hacia él para hacerle frente.
- Acabo de hacerlo –Seamos murmuró, escudriñando en la rodilla izquierda de Harry-, te creo, te cree. Y he enviado una copia de ese reportaje a mi madre.
Si cualquier cosa más era necesaria para hacer más feliz a Harry, era la reacción que él consiguió de Malfoy, Crabble y Goyle. Él los vio con sus cabezas juntas más adelante esa tarde en la biblioteca; estaban con un muchacho que miraba a Hermione, escuchó en un susurro que fue llamado Theodore Nott. Miraban alrededor Harry mientras que él buscaba en los estantes el libro que necesitaba.
Goyle se agrietó los nudillos amenazantes y Malfoy susurró algo indudablemente malévolo a Crabble. Harry sabía perfectamente el por qué actuaban de esa manera: él había nombrado a todos sus padres como seguidores de Voldemort.
 - ¡Y lo mejor de todo –susurró Hermione alegremente cuando ellos dejaron la biblioteca-, es que ellos no pueden contradecirte, porque no pueden admitir que han leído el artículo!
Para adornarlo todo, Luna le dijo en la cena de lo excelente que resultó su nota, El Sofista había vendido todo más rápido que nunca.
- ¡Impresionaste a mi papá! –ella dijo a Harry, sus ojos estallaban de excitación-. ¡Él no puede creerlo, él dice que la gente parece aún más interesada en esto que el Snorkacks Arrugar-De cuernos!
Harry era un héroe en la Sala Común de Gryffindor esa  noche. Lee, Fred y George habían puesto un encanto de ampliación en la portada de El Sofista y lo colgaron en la pared, de modo que la cabeza gigante de Harry mirara abajo sobre los procedimientos, diciendo de vez en cuando cosas como “EN EL MINISTERIO SON IMBÉCILES” y “COMA EXCREMENTO, UMBRIDGE” en una voz que crecía. Hermione no encontró esto muy divertido; ella dijo que interfería con su concentración, y se fue a la cama temprano llena de irritación. Harry tuvo que admitir que el cartel no estaba absolutamente como divertido después de una hora o dos, especialmente cuando el encanto que hablaba había comenzado a oírse apagado, de modo que gritara simplemente las palabras desconectadas como “EXCREMENTO” y “UMBRIDGE” en intervalos más y más frecuentes en una voz progresivamente más alta. De hecho, comenzó a hacerle doler la cabeza y su cicatriz comenzó a picarle incómodamente otra vez. A los quejidos decepcionados de la mucha gente que se sentaba alrededor de él, pidiendo que él vuelva a contar  su entrevista, él anunció que necesitaba irse a la cama temprano.
El dormitorio estaba vacío cuando él ingresó. Harry se reclinó un momento contra el cristal fresco de la ventana al lado de su cama; se sentía aliviado al colocar su cicatriz sobre el fresco vidrio. Después se desvistió y entró en su cama, deseando que se fuera el dolor de su cabeza. También se sentía levemente enfermo. Giró para un costado y  cerró los ojos, quedando dormido casi inmediatamente...
Se encontraba de pie en un cuarto muy oscuro, encortinado con apenas luz de una rama de velas que iluminara. Sus manos estaban apoyadas en la parte posterior de una silla, delante de él. Entonces vio unos dedos largos muy pálidas, tan blancos como si no habrían visto la luz del sol por años y parecían arañas grandes, pálidas contra el terciopelo oscuro de la silla.
Más allá de la silla, en una especie de claro de luz, se encontraba una persona echada sobre el piso, por las velas pudo ver un hombre arrodillado con túnica negra.
- Me han informado muy mal, parece –dijo Harry, en una voz alta, fría llena de cólera, que no era la suya.
- Amo, pido su perdón –graznó el hombre que se arrodilla en el suelo. La parte de atrás de su cabeza brilló en la luz de una vela. Él parecía estar temblando.
- Yo no lo culpo, Rookwood –dijo Harry, con voz cruel.
Él abandonó su lugar en la silla y lo dio una vuelta, más cerca del hombre que se agacha en el suelo, hasta que estuvo de pie directamente frente a él en la oscuridad, mientras miraba hacia abajo desde una altura mayor que lo usual.
- ¿Usted está seguro de lo que dice, Rookwood? –le preguntó Harry.
- Sí, Mi Señor, sí... yo trabajaba en el Departamento después... al fin de cuentas...
- Avery dijo que estaba esperando el momento.
- Todavía no podía hacerlo, Amo... él sabía que yo solo no podría... indudablemente, Presagge no quería, ni siquiera lo pudimos lograr, ni siquiera cuando Lucius Malfoy me lanzó la Maldición de Imperius...
- Levántate, Rookwood –dijo Harry.
El hombre casi se cayó, preocupado por obedecer, lo antes posible a la orden. Su cara parecía estar picada de viruela; las cicatrices se notaban un poco por la luz de la vela. Él permanecía un poco inclinado, por más que estaba de pie, como a medio camino de una inclinación, y lanzaba miradas aterradas a  la cara de Harry.
- Usted ha hecho bien en decirme esto –dijo Harry-. Muy bien, si muy bien... yo he perdido meses trazando planes infructuosos, una verdadera pérdida, parece... pero no importa... empezaremos de nuevo, desde  ahora. Usted tiene la gratitud del Lord Voldemort, Rookwood...
- Mi Señor... sí, Mi Señor –jadeó Rookwood, en su voz se notaba un tono de alivio.
- Yo necesitaré su ayuda. Yo necesitaré toda la información que usted puede darme.
- Claro, Mi Señor, claro... lo que pida...
- Muy bien... usted se puede ir. Envíe a Avery.
Rookwood echó a correr para atrás, todavía inclinado y desapareció a través de una puerta.
Ahora estaba solo en  el cuarto oscuro, Harry se volvió hacia la pared. Un espejo resquebrajado, muy viejo se notaba en las sombras. Harry se dirigió hacia él. Su reflejo creció más grande y más claramente  en la oscuridad... una cara más blanca que un cráneo... unos ojos rojos con las pupilas rasgadas...
- ¡NOOOOOOOOO!
- ¿Qué? –gritó una voz cerca.
Harry se despertó locamente, se enredó en los doseles de su cama y cayó al piso. Por algunos  segundos él no supo dónde se encontraba, estaba convencido de que miraba hacia un  cráneo blanco, allí todavía en la oscuridad, entonces escucho la voz de Ron que decía:
- ¡¡¡Si dejas de actuar como un lunático, entonces podré liberarte de este enredo y ayudarte a salir aquí!!!
 Ron tiró de los doseles y vio a Harry a través de la luz de la luna, parecía como si su cicatriz ardiera del dolor. Parecía como si se hubiese quedado dormido a medio camino de quitarse la ropa, un brazo estaba fuera de su túnica.
 - ¿Han atacado a alguien de nuevo? –le preguntó Ron, Harry todavía estaba tirado a sus pies-. ¿Es él, es la serpiente?
- No –Harry abrió la boca para decir algo, pero su frente sentía como si se le prendiera fuego.
- Bien... –comenzó-, es Avery... está en problemas... él le dio mala información... Voldemort está muy enfadado.
Harry gimió y se hundió en su cama, mientras agitado se frotaba su cicatriz.
- Pero Rookwood va a ayudarlo ahora... él está de nuevo en la pista correcta...
- Pero, ¿de qué estás hablando? –dijo Ron, estaba realmente asustado-. ¿QUIRES decir... HAS VISTO A QUIEN-TU-YA-SABES?
- NO, Yo era TÚ-YA-SABES–QUIEN, en mi pesadilla –dijo Harry, y estiró sus manos fuera de la oscuridad y las llevó hacia su cabeza, para verificar que no tenía ningún cráneo pelado blanco, ni dedos largos y bien pálidos como arañas-. Él estaba con Rookwood, él es también un Mortífago, uno de los que escaparon de Azkaban, ¿recuerdas? ¡¡Rookwood ha dicho simplemente que no pudo hacer lo que tenía que hacer!!
- ¿Hacer qué?
- Hacer algo... decía que no pudo hacer algo no sé qué, que necesitaba ayuda, que estaba  bajo la Maldición de Imperius... algo como que el padre de Malfoy había hechizado a alguien con ella.
- ¿Lo obligaron a hacer algo? –Ron dijo-. Pero, Harry  a que, ¡¡¿¿qué debía conseguir él??!!
- Un  arma –Harry terminó la frase, solo  para sí mismo-, un arma eso debe ser, yo lo sé.
La puerta del dormitorio se abrió; Dean y Seamus entraron. Harry colocó sus piernas nuevamente dentro de la cama. Él no quería que ellos se dieran cuenta, de lo que acababa de suceder, porque así Seamus tendría solo un  pensamiento sobre Harry, que continuaba siendo un loco...
- Tú decías... –murmuró Ron, mientras colocaba su cabeza más cerca de Harry, haciendo parecer que le alcanzaba un vaso de agua-. Que tú eras TU-YA-SABES-QUIEN, ¿qué era todo eso?
- Sí –dijo Harry calladamente.
Ron tomó innecesariamente un  trago grande de agua; Harry  notó cómo la derramaba sobre su pecho...
- Harry –le dijo Ron aprovechando el ruido que Dean y Seamus hacían mientras se quitaban sus túnicas y hablaban muy alto-, me tienes que contar, ¡¡vamos!!
- Yo era Voldemort –dijo Harry brevemente-. Se supone que no tendría que haber visto eso, si tomé Occlumancia. Se supone que yo he aprendido a quitar estas cosas de mi mente, eso es lo que ellos quieren...
- ¿¿¿Ellos??? ¿¿Quieres decir Dumbledore??
Harry se volvió nuevamente dentro de su cama, dando la espalda a Ron y después de que un rato oyó que el colchón de Ron hacia ruido, él también se había volteado. La cicatriz de Harry empezó a quemar; él mordió fuertemente su almohada para contener algún gemido de dolor, para no hacer ruido.
En ese momento él supo que en alguna parte,  Avery estaba siendo castigando.
Harry y Ron esperaron hasta el recreo, la mañana siguiente, para contarle a Hermione lo que había pasado exactamente; ellos quisieron estar completamente seguros que nadie pudiese escucharlos por casualidad. De pie en medio del patio, Harry le dijo cada detalle del sueño que él podría recordar. Cuando termino, ella no dijo nada en absoluto, estaba observando dolorosamente a Fred y George, del otro lado del patio, estaban vendiendo  sus sombreros mágicos  bajo sus capas.
- Entonces lo mataron –ella dijo calladamente, mientras retiraba su mirada por fin de Fred y George-. Cuando Presagge intentó robar ese arma, algo le sucedió, seguro debía haber hechizos defensivos en ella, o alrededor, para detener a las personas que lo tocan. Por eso él estaba en San Mungo, su cerebro había sufrido algún daño y  no podría hablar. ¿Pero recuerdan lo que el Sanador nos dijo? Se está recuperando. ¿Y ellos no podrían arriesgarse a que mejore, no? Quiero decir, lo que haya sucedido es que cuando él la tocó probablemente, ese arma que se lanzara el Imperius. Una vez que él recupere el sentido y el habla, explicaría lo que estaba haciendo, seguro. Todos sabrán que lo habían enviado en contra de su voluntad a que robara el arma. Claro, fue muy  fácil para Lucius Malfoy poner la maldición en él. Siempre esta en el  Ministerio, ¿no es así?
- Claro el día de mi audiencia él estaba esperando allí –dijo Harry-. Él se encontraba en los pasillos del Ministerio ese día. Tú  papá Ron dijo que él estaba intentando averiguar  furtivamente que sucedía abajo conmigo...
- ¡Sturgis! –abrió la boca Hermione, atónita.
- ¿Qué sucede? –dijo Ron, desconcertado.
- ¡Sturgis Podmore! –dijo Hermione jadeantemente-, ¡fue arrestado! ¡Lucius Malfoy estoy segura! Apuesto qué estaba haciendo el día ese que tú lo viste, Harry. ¿Sturgis tenía puesta la capa de Invisibilidad? Si es así, estaba haciendo guardia de pie en la puerta y Malfoy oyó que se movía, supuso que había  alguien  allí... o simplemente hizo el Imperius, por casualidad para aturdir a quien estuviera de  guardia allí... Así, cuando Sturgis fue hechizado  probablemente, fue obligado a entrar en el Departamento para robar el arma para Voldemort... –Ron dijo en un tono más bajo: - pero lo descubrieron  y terminó en  Azkaban...
Ella miró a Harry.
- ¿Y ahora Voldemort dijo a Rookwood cómo conseguir el arma?
- No oí toda la conversación, pero es lo que parecía –dijo Harry-. ¿Rookwood trabajaba allí no... Voldemort puede utilizar a Rookwood para hacerlo?
Hermione cabeceó, al parecer estaba perdida en sus pensamientos. Entonces, absolutamente precipitadamente, ella dijo:
- Pero tú no deberías haber visto todo esto, Harry.
- ¿Qué? –él dijo, tomado desprevenidamente.
- Se supone que estás aprendiendo a cerrar tu mente a esta clase de cosas –dijo Hermione, repentinamente.
- Ya lo sé, pero Hermione, pero...
- Bueno, suficiente, pienso que debemos intentar olvidarnos de todo lo que has visto –dijo Hermione firme-. ¡Y de ahora en adelante tienes que poner más esfuerzo en tu Occlumancia entendido!
Harry estaba tan enfadado con ella que no le habló por el  resto del día.
Cuando las personas no estaban discutiendo sobre los Mortífagos en los corredores, estaban riéndose de la pésima actuación de Gryffindor en su juego contra Hufflepuff; los Slytherin estaban cantando Weasley es nuestro Rey tan ruidosamente y frecuentemente que ya a la puesta del sol, Filch lo había prohibido de tanta irritación.
La semana no mejoró durante el transcurso. Harry recibió más notas malas en Pociones;  y  no podía lograr descubrir donde era la vivienda en que él había visto como Voldemort, en su sueño, aunque no lo quiso comentar de nuevo con Ron y Hermione.
Lo que más deseaba era poder hablar con Sirius sobre eso, pero eso estaba fuera de su alcance, así que se resignó a tratar de quitar esas cosas de su mente.
Desgraciadamente,  su mente no era ningún lugar seguro, si es que alguna vez lo fue.
- ¡¡¡Levántate Potter!!!
Un par de semanas después de su sueño de Rookwood, Harry estaba arrodillándose en el suelo de la oficina de Snape, intentando aclarar su cabeza. Lo había  forzado, nuevamente, para volver a vivir un arroyo de recuerdos de su niñez, tan viejos que ni siquiera él sabía que tenía, la mayoría de ellos acerca de las humillaciones de Dudley y su banda, cosas que le hacían  en la escuela primaria.
- Esa última memoria –dijo Snape-. ¿Qué era?
- Yo no sé –dijo Harry, mientras se levantaba. Él estaba encontrando difícil desenredar los recuerdos todos mezclados, al parecer  Snape quería continuar:
- ¿Usted quiere decir cuando mi primo intentó hacerme caer el retrete?
- No –dijo Snape suavemente-. Yo quiero decir lo de un hombre que se arrodilla en el medio de un cuarto oscurecido...
- No,  no es... nada –dijo Harry.
Los ojos oscuros de Snape agujerearon a Harry. Recordando qué Snape había dicho sobre el contacto visual que era crucial a Legilimancia, Harry centelleó y miraba lejos.
- ¿Cómo que no, ese hombre y ese sitio están dentro de su cabeza, Potter? –dijo Snape.
- Él –dijo Harry, mirando por todas partes-, era solo un sueño que tuve.
- ¿Un sueño? -Snape repitió.
Había una pausa durante la cual Harry miró fijo una rana muerta grande suspendida en un tarro de líquido púrpura.
- ¿Usted sabe por qué estamos aquí, no Potter? –dijo Snape, en voz baja, peligrosa-. ¿Usted sabe por qué estoy ocupando mis tardes en este trabajo aburrido?
- Sí –dijo Harry tieso.
- Recuérdeme por qué estamos aquí, Potter.
- Para aprender Occlumancia –dijo Harry, ahora deslumbrándose en una anguila muerta.
- Corríjame, Potter. Si me equivoco pero –Harry miraba a Snape, odiándolo- yo pensaba que después dos meses de lecciones usted podía controlar eso. ¿Cuántos otros sueños sobre el Señor Oscuro usted ha tenido?
- Apenas ese uno –mintió Harry.
- Quizás –dijo Snape, sus ojos oscuros, fríos que se angostaban levemente-, quizás a usted le gustan realmente tener estas visiones y sueños, Potter. ¿Quizá lo hacen sentir especial, importante?
- No, no –dijo Harry, con su quijada dura y sus dedos apretados firmemente alrededor de la manija de su varita.
- Eso es Potter –dijo Snape frío-, porque usted no es especial ni importante, y no está hasta usted para descubrir lo que está diciendo el Señor Oscuro a sus comedores de la muerte.
- ¿No es ese su trabajo? –le contestó Harry.
Él no había querido decirlo; había tratado de controlarse, pero...
Por un momento largo que miraron fijamente uno a otro, Harry lo convenció había ido demasiado lejos. Pero había una expresión curiosa, casi satisfecha en la cara de Snape cuando él contestó.
- Sí, Potter –él dijo, sus ojos brillaban-. Ése es mi trabajo. Ahora, si usted es listo, comenzaremos otra vez.
Él levantó su varita: - uno... dos... tres... ¡Legilimens!
Cien Dementores atacaban a Harry a través del lago... se forzaba en su cara la concentración... venían más cerca... él podrían ver los agujeros oscuros debajo de sus capuchas... también podía ver a Snape parado delante de él, el sus ojos fijos en la cara de Harry, murmurando bajo su respiración... y de alguna manera, Snape crecía más claro, y los Dementores se hacían más débiles...
Harry levantó su propia vara.
- ¡Protego! 
Snape se tambaleó... su varita voló y de repente la mente de Harry estaba llena de recuerdos que no eran suyos: un hombre  estaba gritando a una mujer agachándose, mientras un muchacho de cabello oscuro y pequeño lloraba en una esquina... un adolescente de cabello grasiento sentado solo en una alcoba oscura, mientras apuntaba su vara al techo, disparando a las moscas... una muchacha se reía de como un muchacho huesudo intentaba montar un palo de escoba que se le oponía.
- ¡BASTANTE!
Harry se sentía como si alguien lo hubiera empujado en el pecho; él se tambaleó varios pasos al revés, se pegó contra las paredes de Snape, llena de estantes y oyó algo que crujía. Snape estaba agitado ligeramente, y tenía la cara muy blanca.
La parte de atrás de la túnica de Harry estaba húmeda. Uno de los frascos detrás de él se había roto cuando se cayó contra él; una cosa limosa encurtida dentro estaba arremolinándose.
- Reparo –dijo Snape, y el frasco se selló en seguida-. Bien, Potter... ésa fue ciertamente una mejora... –jadeando ligeramente, Snape se enderezó hacia el Pensadero, el cual él había almacenado otra vez algunos de sus pensamientos antes de comenzar la lección, como si quisiera comprobar que ellos todavía estaban allí-. No recuerdo haberle dicho utilizar un encanto protector... pero no queda ninguna duda que fue eficaz...
Harry no habló; sentía que decir algo podría ser peligroso. Estaba seguro que él simplemente había irrumpido en los recuerdos de Snape, que él había visto escenas de la niñez de Snape. Estaba seguro que el muchacho pequeño que había estado llorando observando a sus padres gritando, era realmente la persona de pie frente a él, que lo miraba con  tal aborrecimiento en sus ojos.
- ¿Intentamos de nuevo? –dijo Snape.
Harry sentía una emoción de miedo; todavía estaba asimilando lo que había pasado cuando volvieron a sus posiciones con el escritorio entre ellos, Harry sentía que iba a ser más difícil vaciar a su mente en tan corto tiempo.
- En la cuenta de tres, entonces –dijo Snape, mientras levantaba una vez más su varita-. Uno... dos...
Harry tuvo tiempo para intentar aclarar su mente antes de que Snape gritara: ¡Legilimens!
Ahora estaba volando a lo largo del corredor del Departamento de Misterio, más allá de las paredes de la piedra pálidas, más allá de las antorchas... la puerta negra llana de sus sueños crecía más grande que nunca antes, se estaba moviendo tan rápido que iba a chocar con él, de nuevo él podría ver esa grieta de luz azul débil...
¡La puerta por fin se abrió! ¿Él lo había logrado por fin, adentro había un cuarto redondo negro amurallado, enlosado, lleno de velas azules ardiendo, y había más puertas dentro de ese cuarto... sintió la necesidad de continuar... ¿pero? ¿qué puerta debía escoger?
- ¡TAMBALEE!
Harry abrió sus ojos. Estaba nuevo de cara al piso, jadeante como si realmente hubiera recorrido toda esa distancia hasta el mismo Ministerio, realmente había corrido a toda velocidad a través de la puerta negra y había encontrado el cuarto redondo.
- ¡Explíquese! –dijo Snape que estaba de pie frente a él, y muy furioso.
- Yo... no sé qué es lo que pasó –dijo Harry verídicamente, se ponía de pie. Parecía como si se hubiera pegado la cabeza con el piso y se sentía doler.
- Yo nunca lo he visto antes, quiero decir, le dije que he soñado con la puerta... pero nunca se había abierto antes...
- ¡Usted no está trabajando lo suficiente!
Por una cierta razón, Snape parecía incluso más enojado que dos minutos antes, cuando Harry había visto las memorias de su profesor.
- Usted es perezoso y descuidado, Potter, es maravilloso para el Señor Oscuro...
- ¿Puedo preguntarle algo, Señor? ¿Por qué llama a Voldermort el Señor Oscuro? ¡Yo sé que solo los Mortífagos lo llaman así!
Snape abrió su boca en un gruñido, y una mujer gritó en alguna parte fuera del cuarto.
La cabeza de Snape dio tirones mirando fijamente al techo.
- ¿Qué es eso? –él murmuró.
Harry podría oír una conmoción sorda que venia de lo que él pensó podría ser el Vestíbulo de la Entrada. Snape lo seguía mirando,  mientras fruncía el entrecejo. Le contestó:
- ¿Usted vio algo raro aquí abajo, Potter?
Harry agitó su cabeza. En alguna parte sobre ellos, la mujer gritó de nuevo. Snape salió de su oficina, con su varita lista, y se perdió de vista. Harry dudó por un momento, pero lo siguió.
Los gritos venían de hecho del Vestíbulo de la Entrada; crecían más ruidosamente cada vez que Harry subía las escaleras de las mazmorras. Cuando llegó al Vestíbulo de la Entrada, vio a los estudiantes que ya se encontraban allí, mientras otros salían del Gran Comedor, donde todavía no terminaba la cena, para ver qué estaba pasando; otros se habían amontonado adelante en la escalera. Harry se empujó adelante a través de un nudo de Slytherin, y divisó que se había formado un gran anillo, algunos de ellos parecían asustados, otros estaban realmente asustados. La profesora McGonagall estaba justo frente a Harry al otro lado del Vestíbulo; parecía como si lo que ella estaba mirando la enfermara.
La profesora Trelawney estaba de pie en el medio del Vestíbulo de la Entrada con su varita en una mano y una botella licor de jerez vacía en la otra, pareciendo absolutamente descontrolada.
Su pelo estaba desordenado, sus gafas estaban desequilibradas con lo que un ojo era más grande que otro; sus mantones innumerables y todos sus collares estaban arrastrados al azar de sus hombros, dando la impresión que ella estaba quedando a medio vestir. Dos bancos grandes había en el suelo al lado de ella, uno de ellos al revés; parecía como si se hubiera tirado debajo de ellos. La profesora Trelawney miraba fijamente, al parecer algo la aterró, Harry no podría ver que era, pero lo que fuese parecía estar de pie al pie de los escalones.
- ¡No! –chilló-. ¡NO! Esto no puede suceder... él no puede... ¡me niego a aceptarlo!
- ¿Usted no comprendió que esto estaba viniendo? –dijo una voz juvenil mientras se  trasladaba a su derecha, vio que la visión aterrorizada de Trelawney no era nada comparada con la de la profesora Umbridge.
- ¿No lo vio en sus presagios, y después de todas mis inspecciones y recomendaciones? Ante la carencia de cualquier mejora, ¿no pensó que esto sería inevitable?
- ¡Usted n-no puede! –gritó la profesora Trelawney, mientras las lágrimas brotaban abajo de su cara detrás de sus lentes enormes-, ¡usted n-no puede echarme! ¡Tengo b-estado aquí dieciséis años! H- ¡Hogwarts es mi... mi ca... casaaaaa!
- Era su casa –dijo la profesora Umbridge, y Harry notó cómo disfrutaba decir esto con su cara toda estirada, mientras mirando a la profesora Trelawney, terminaba la frase:
-... hasta hace una hora, cuando el Ministro de Magia firmó su despido. Ahora quítese amablemente de este Pasillo. Usted es embarazosa para  nosotros.
Pero seguía allí parada y miró, con una expresión de disfrute que presumía, como  la profesora Trelawney se estremecía y gemía, oscilando al revés. Harry oyó un sollozo amortiguado a su izquierda y vio a  Lavander  y Parvati llorando calladamente.
Entonces él oyó pasos. La profesora McGonagall se había hecho paso entre los espectadores, y se dirigió hacia Trelawney y le acarició firmemente en la parte posterior, dándole golpecitos de ánimo, mientras buscaba un pañuelo grande dentro de sus trajes.
- Allí, allí, Sybill... tranquilícese... sople su nariz en esto... no es tan malo como usted piensa... usted no va a tener que dejar Hogwarts...
- ¿Oh realmente, profesora McGonagall? –dijo Umbridge en una voz mortal, mientras daba unos pasos adelante-. ¿Y su autoridad para esa declaración es...?
- Ese es mi asunto –dijo una voz profunda.
Las puertas delanteras se habían abierto. Los estudiantes vieron como Dumbledore aparecía en la entrada. Lo que él había estado afuera en el bosque Harry no lo podía imaginar, pero había algo impresionante en su mirada y en la vista de  una noche extrañamente empañada. Dejando ver el ancho de las puertas abiertas, Dumbledore se dirigió a través de los presentes hacia la  profesora Trelawney, que lloraba y temblaba con la profesora McGonagall junto a ella.
- ¿Suyo, profesor Dumbledore? –dijo Umbridge, con su singular risa de niña desagradable-. Yo creo que usted no entiende la posición. Yo tengo aquí –ella tiró un pergamino del pergamino desde dentro sus túnicas- una Orden de Despido firmada. Según las condiciones del Decreto Educativo Número Veintitrés, el Alto Inquisidor de Hogwarts tiene el poder para inspeccionar, poner en a prueba y destituir a cualquier maestro, es decir, yo, estoy actuando de acuerdo a las normas requeridas por el Ministerio de Magia. Yo he decidido que la profesora Trelawney no sirve. Yo la he despedido.
Para la gran sorpresa de Harry, Dumbledore continuó sonriendo. Él miraba a la profesora Trelawney, que todavía lloraba y temblaba:
- Usted tiene absolutamente la razón, por supuesto, profesora Umbridge. Como Inquisidor usted tiene todo el derecho de despedir a mis profesores. Pero, sin embargo, no tiene la autoridad para enviarlos lejos del Castillo. Estoy asustado, y se inclinó un poco a modo de cortesía, pero eso todavía reside en el director, y es mi deseo que la profesora Trelawney continúe viviendo en Hogwarts.
En eso, la profesora Trelawney profirió una salvaje risa, que ocultó con un hipo.
- ¡No... no, si es su voluntad v-vaya, Dumbledore! Yo d-dejaré Hogwarts y... buscaré mi fortuna a otra parte...
- No –dijo Dumbledore agudamente-. Es mi deseo que usted permanezca aquí, Sybill.
Él se dirigió a la profesora McGonagall.
- ¿Puede ser que te pida que escoltes a Sybill hasta arriba, profesora McGonagall?
- Por supuesto –dijo McGonagall-. Lo que usted diga, Sybill...
La profesora Sprout ayudó a tomar el brazo de Trelawney. Juntas, le dirigieron una última mirada a Umbridge y subieron las escaleras de mármol.
El profesor Flitwick llegó luego y lanzó el hechizo ¡Locomotor! y el equipaje de la profesora Trelawney subió en el aire y los siguió por las escaleras después.
La profesora Umbridge todavía de pie, miraba fijamente Dumbledore que continuaba  sonriendo benignamente.
- Y eso qué –ella dijo, un cuchicheo se desparramó desde el Vestíbulo de la Entrada-, ¿qué va a hacer con ella, digo no, cuando llegue el nuevo maestro de Adivinación, dónde va a alojarlo?
- Oh, ése no será un problema –dijo Dumbledore agradablemente-. Usted verá, yo ya he encontrado un nuevo maestro de Adivinación, y él prefiere otros alojamientos en la planta baja.
- ¿Usted ha encontrado...? –dijo Umbridge chillonamente-. ¿Usted ha encontrado? Pues yo lo recuerdo, Dumbledore que bajo el Decreto Educativo Número Veintidós...
- “El Ministerio tiene el derecho para elegir a un candidato conveniente sí y sólo sí el Director de colegio es incapaz de encontrar uno” –dijo Dumbledore-. Y yo me complazco en decir que en esta ocasión yo he tenido éxito. ¿Lo puedo hacer pasar?
Él se dio vuelta hacia las puertas del Castillo abiertas, a través de las cuales la niebla de la noche ahora mandilaba. Harry oyó los cascos. Había murmullos alrededor del Pasillo y esos más las puertas moviéndose precipitadamente e incluso algunos se tropezaban en su intento por ver al recién llegado.
A través de la niebla vino una cara que Harry ya había visto una vez antes en una noche oscura, peligrosa en el Bosque Prohibido: pelo blanco rubio y ojos increíblemente azules; la cabeza y el torso de un hombre unida al cuerpo perfecto de un caballo.
- Éste es Firenze –dijo Dumbledore feliz a una Umbridge atónita-. Pienso que usted lo encontrará conveniente.

 

 

 

 

 

CAPÍTULO XXVIII

EL PEOR RECUERDO DE SNAPE

-POR ORDEN DEL-
 MINISTERIO DE LA MAGIA

Dolores Jane Umbridge (Alta Inquisidora) ha remplazado a Albus Dumbledore como Director del Colegio Hogwarts de Magia Y Hechicería.
Lo anterior es de acuerdo al Decreto Educacional Número Veintiocho.
Firmado:
Cornelius Oswald Fudge
Ministro de Magia

Las noticias se habían esparcido por toda la escuela durante la noche, pero no se explicaban como cada persona en el Castillo parecía saber que Dumbledore había superado a dos Aurores, a la Gran Inquisidora, al Ministro de Magia, y a su Asistente subalterno para escapar. No importando a que parte del Castillo fuera Harry al día siguiente, el único tema de conversación era la pelea de Dumbledore, y aunque algunos de los detalles se habían vuelto incorrectos por tanto contarlos (Harry escuchó a una niña de segundo año afirmándole a otra que Fudge estaba en San Mungo con una calabaza por cabeza), era sorprendente que tan correcta era el resto de la información. Todos parecían conscientes, por ratos, de que Harry y Marieta eran los únicos estudiantes que habían presenciado la escena en la oficina de Dumbledore, y como Marieta estaba ahora en la enfermería, Harry se encontró asediado con pedidos de dar una información de primera mano a cualquier lugar a donde fuera.
- Dumbledore estará de regreso dentro de poco –dijo Ernie Macmillan confiadamente en su camino de regreso de Herbología después de escuchar atentamente la historia de Harry-. No pudieron mantenerlo fuera en nuestro segundo año y tampoco van a poder ahora. El Fraile Gordo me dijo... -bajó su voz misteriosamente para que, Harry, Ron y Hermione, tuvieran que acercarse más para oírlo-... esa Umbridge trató de regresar a su oficina la otra noche después de que lo habían buscado en el Castillo y en los terrenos. No pudo pasar a la gárgola. La oficina principal se había cerrado sola con ella dentro -dijo Ernie-. Aparentemente hizo un pequeño berrinche...
- Espero que le haya gustado estar sentada ahí en la oficina del director -dijo Hermione malignamente. Mientras subían las escaleras hacia el atrio de la entrada-. Mandando sobre los otros profesores, la estúpida creída, vieja loca por el poder...
- Ahora, ¿de veras quieres terminar esa frase, Granger?
Draco Malfoy se había deslizado de atrás de la puerta, seguido de cerca por Crabble y Goyle. Su pálida, puntiaguda cara estaba iluminada con malicia.
- Me temo que le voy a tener que quitar unos cuantos puntos a Gryffindor y a Hufflepuff -dijo lentamente.
- Solo los profesores pueden quitarle puntos a las casas, Malfoy -dijo Ernie enseguida.
- Sí, nosotros también somos Prefectos, ¿recuerdas? -refunfuñó Ron.
- Sé que los Prefectos no pueden quitar puntos, Rey Comadreja -dijo burlonamente Malfoy. Crabble y Goyle se rieron tontamente-. Pero miembros de la Patrulla Inquisidora...
- ¿De qué? -dijo Hermione abruptamente.
- La Patrulla Inquisidora, Granger -dijo Malfoy, señalando a una pequeña “I” plateada sobre su ropa solo debajo de su placa de Prefecto-. Un selecto grupo de estudiantes que apoyan al Ministerio de Magia, personalmente escogidos por la profesora Umbridge. De todos modos, los miembros de la Patrulla Inquisidora sí tenemos el poder de quitar puntos... Por la tanto, Granger, te quitaré cinco a ti por hablar mal de nuestra directora... Macmillan, cinco por contradecirme... Cinco por que tú no me caes bien, Potter... Weasley, tu camisa está de fuera, por eso voy a quitar otros cinco... Ah sí, se me olvidaba, eres una Sangre Sucia, Granger, diez por eso...
Ron sacó su varita, pero Hermione lo empujó,  susurrando. -¡No!
- Buena movida, Granger -dijo Malfoy-. Nuevo director, nuevos tiempos... Sé bueno ahora, Potty... Rey Comadreja...
Él se fue, riéndose gustosamente con Crabble y Goyle.
- Él estaba fanfarroneando –dijo Ernie, viéndose consternado-. No puede ser permitido que quite puntos... eso sería ridículo... Haría totalmente inservible el sistema de Prefectos...
Pero Harry, Ron y Hermione se habían dado la vuelta automáticamente hacia los enormes relojes de agua puestos en nichos a lo largo de la pared de atrás de ellos, que representaban los puntos de cada Casa. Gryffindor y Ravenclaw habían sido castigados muy severamente en la competencia en esa mañana. Aún mientras veían, piedras se iban hacia arriba, reduciendo la cantidad en los abultamientos de abajo. De hecho, el único reloj que parecía intacto era el lleno de esmeraldas de Slytherin.
- ¿Ya se dieron cuenta? -dijo la voz de Fred.
Él y George acababan de bajar por la escalera de mármol y se habían unido a Harry, Ron, Hermione, y Ernie enfrente de los relojes de agua.
- Malfoy nos acaba de quitar como cincuenta puntos -dijo furiosamente Harry, mientras veían como varias piedras se iban hacia arriba del reloj de Gryffindor.
- Sí, Montague también trató de hacerlo con nosotros en el recreo –dijo George.
- ¿Qué quieres decir con “trató”? –dijo Ron rápidamente.
- Que no pudo decir todas las palabras -dijo Fred-, debido a que lo encerramos en el armario que se desaparece, que está en el primer piso.
Hermione se vio muy impactada.
- ¡Pero se van a meter en un terrible problema!
- No hasta que Montague reaparezca, y eso podría tardarse varias semanas, yo no sé a donde lo mandamos -dijo Fred tranquilamente-. De todos modos... hemos decidido que ya no nos importa meternos en problemas.
- ¿Y alguna vez les ha importado? -preguntó Hermione.
- Por supuesto que sí -dijo George-. Nunca nos han expulsado, ¿o sí?
- Siempre hemos sabido hasta donde termina la raya -dijo Fred.
- A lo mejor alguna vez habremos puesto un pie del otro lado -dijo George.
- Pero siempre nos hemos detenido antes de causar un desastre -dijo Fred.
- ¿Pero ahora? -dijo Ron tentativamente.
- Bueno, ahora... –dijo George.
-... que Dumbledore ya se fue... –dijo Fred.
-... reconocemos que un poco de caos... –dijo George.
-... es exactamente lo que nuestra querida nueva directora se merece -dijo Fred.
- ¡No deben! -susurró Hermione-. ¡De verdad no deben! ¡A ella le encantaría tener una razón para expulsarlos!
- Tú no entiendes, Hermione, ¿o sí? -dijo Fred, sonriéndole-. Ya no nos importa quedarnos. Ya nos hubiéramos ido si no estuviéramos determinados a hacer primero nuestra parte por Dumbledore. Así que de todos modos -revisó su reloj-, la primera fase está por comenzar. Yo me iría al Gran Comedor si fuera ustedes, así los profesores verían que ustedes no tienen nada que ver con ello.
- ¿Nada que ver con qué? -dijo Hermione ansiosamente.
- Ya verás -dijo George-. Sigan caminando, ahora.
Fred y George se dieron la vuelta y desaparecieron en la multitud que descendía las escaleras hacia el almuerzo. Viéndose muy desconcertados, Ernie murmuró algo de tarea de una Transfiguración no terminada y se fue.
- Creo que nos deberíamos ir de aquí, ya saben -dijo Hermione nerviosamente-. Sólo en caso...
- Sí, está bien -dijo Ron, y los tres se movieron hacia las puertas del Gran Comedor, pero apenas Harry le había echado un vistazo al techo de hoy con blancas nubes vaporosas cuando alguien lo golpeó ligeramente en el hombro y, dándose la vuelta, se encontró casi nariz a nariz con Filch, el cuidador. Se echó unos pasos hacia atrás; Filch se veía mejor a la distancia.
- A la directora le gustaría verte, Potter -dijo maliciosamente.
- Yo no lo hice -dijo estúpidamente Harry, pensando en lo que fuera que Fred y George estuvieran planeando. La mandíbula de Filch tembló con una risa silenciosa. 
- ¿Conciencia culpable, eh? -dijo jadeando-. Sígueme...
Harry volteó a ver a Ron y a Hermione, quienes se veían preocupados. Se encogió de hombros y siguió a Filch hacia el atrio de la entrada, en contra de la marea de hambrientos estudiantes.
Filch se veía de muy buen humor; zumbó chirriantemente bajo su respiración mientras subían por la escalera de mármol. Al llegar al primer descanso dijo:
- Las cosas están cambiando por aquí, Potter.
- Ya me di cuenta -dijo Harry fríamente.
- Sí... he estado diciéndole a Dumbledore durante años y años que él es muy blando con todos ustedes -dijo Filch, riéndose entre dientes-. Ustedes sucias bestiecillas nunca hubieran tirado bombas apestosas si hubieran sabido que yo tenía en mis manos el poder de azotarlos, ¿o sí? Nadie hubiera pensado en arrojar Frisbies Colmilludos en los corredores si yo hubiera podido colgarlos por los tobillos en mi oficina, ¿eh? Pero cuando el Decreto Educacional Número Veintinueve entre en vigor, Potter, estaré autorizado para hacerles cosas... Y ella le pidió al Ministro que firmara una orden de expulsión para Peeves... Ah, las cosas van a ser muy diferentes por aquí ahora que ella está a cargo...
Obviamente Umbridge había llegado muy lejos para tener a Filch de su lado, pensó Harry, y lo peor de todo  era que probablemente  probaría un arma importante; su conocimiento de los pasajes secretos de la escuela y de los lugares para esconderse era muy grande solo después del de los gemelos Weasley.
- Aquí estamos -dijo, mirando de reojo a Harry mientras golpeaba tres veces la puerta de la oficina de la profesora Umbridge y después abriéndola-. El chico Potter para verlo, señora.
La oficina de Umbridge, tan familiar para Harry debido a sus varias detenciones, era la misma de siempre excepto por el largo bloque de madera puesto horizontalmente al frente de su escritorio en que letras doradas leían la palabra DIRECTORA; también su Saeta de Fuego y las Barredoras de Fred y George, que vio con angustia estaban ahora encadenadas y con candado a un grueso gancho de hierro en la pared de su escritorio. Umbridge estaba sentada detrás de su escritorio, ocupada escribiendo en su pergamino rosa, pero vio hacia arriba y sonrió ampliamente a su entrada.
- Gracias, Aarhus -dijo dulcemente.
- De nada, señora, de nada -dijo Filch, inclinándose lo más abajo que su reumatismo lo dejaba, y saliendo hacia atrás.
- Siéntese -dijo Umbridge fríamente, apuntando hacia una silla, y Harry se sentó. Continuó escribiendo por unos momentos. Observó a algunos de los horribles gatitos que retozaban alrededor de las placas sobre su cabeza, preguntándose que horror le tenía preparado.
- Bueno -dijo finalmente, dejando su pluma y examinándolo atentamente como un sapo que está a punto de tragarse una muy jugosa mosca-. ¿Qué te gustaría beber?
- ¿Qué? -dijo Harry, muy seguro de que había la oído mal.
- De beber, señor Potter -dijo, sonriendo aún más ampliamente-. ¿Té? ¿Café? ¿Jugo de calabaza?
Mientras nombraba cada bebida, agitó un poco su varita, y una taza o un vaso de esta aparecieron sobre su escritorio.
- Nada, gracias -dijo Harry.
- Quiero que bebas algo conmigo -dijo su voz volviéndose más peligrosamente dulce-. Escoge algo.
- Bueno... té entonces -dijo Harry, encogiéndose de hombros.
Ella se puso de pie e hizo una ejecución de agregar leche dándole la espalda a Harry. Entonces se apresuró alrededor del escritorio con la taza, sonriendo siniestramente de forma dulce.
- Aquí tienes -dijo, dándole la taza-. Bébetelo antes de que se enfríe. Bueno, ahora, Sr. Potter... creo que debemos tener una pequeña charla, después de los estresantes eventos de anoche.
Harry no dijo nada. Ella se acomodó en su asiento y esperó. Después de un buen rato de silencio, dijo alegremente:
- ¡No te lo estás bebiendo!
Harry alzó la taza hacia sus labios y después, de repente, la bajó. Uno de los gatitos horriblemente pintados detrás de Umbridge tenía grandes y redondos ojos azules como el mágico de Ojo-Loco Moody, y entonces se le ocurrió lo que diría Ojo-Loco si oyera que Harry había bebido cualquier cosa ofrecida por un enemigo conocido.
- ¿Qué pasa? -dijo Umbridge, que lo seguía viendo de cerca-. ¿Quieres azúcar?
- No -dijo Harry.
Se llevó la taza a sus labios otra vez y pretendió darle un sorbo, a pesar de mantener sus labios bien cerrados. La sonrisa de Umbridge se amplió.
- Bien –murmuró-. Muy bien. Entonces ahora... -se inclinó un poco hacia delante-. ¿Dónde está Albus Dumbledore?
- Ni idea -dijo Harry rápidamente.
- Bebe más, bebe más -dijo, aún sonriendo-. Ahora, Sr. Potter, no hay que jugar juegos infantiles. Yo sé que sabe a donde se fue. Usted y Dumbledore han estado juntos en esto desde el principio. Considerando su posición, Sr. Potter...
- No sé dónde está -repitió Harry.
Pretendió beber otra vez. Ella lo estaba viendo muy de cerca.
- Muy bien -dijo a pesar de que se veía disgustada-. En ese caso, me podría decir amablemente los quehaceres de Sirius Black.
El estómago de Harry se retorció y la mano que sostenía su taza de té se agitó de modo que la taza vibró en su platito. Movió la taza hacia su boca con sus labios apretados, de forma que el líquido caliente se deslizó hasta su ropa.
- No sé -dijo un poco rápido.
- Sr. Potter -dijo Umbridge-, déjeme recordarle que fui yo la que casi atrapó al criminal Black en la chimenea de Gryffindor en Octubre. Sé perfectamente que era usted con el que él se reunía y si tuviera alguna prueba usted ya se hubiera ido de aquí, se lo juro. Le repito, Sr. Potter... ¿Dónde está Sirius Black?
- Ni idea -dijo Harry fuertemente-. No tengo ni una pista.
Se quedaron viendo durante tanto tiempo que Harry sintió que le lloraban los ojos. Luego ella se puso de pie.
- Muy bien, Potter, esta vez tomaré su palabra, pero esté prevenido: El poder del Ministerio está detrás de mí. Todos los canales de comunicación dentro y fuera de esta escuela están bajo monitoreo. Un Regulador de la Cadena Floo está checando cada chimenea en Hogwarts... excepto la mía, por supuesto. Mí Patrulla Inquisidora está abriendo y leyendo todos los correos que entran y salen de este Castillo. Y el Sr. Filch está observando todos los pasajes secretos dentro y fuera del Castillo. Si yo encuentro una pizca de evidencia...
¡BOOM!
El mismísimo piso de la oficina tembló; Umbridge se tambaleó, agarrándose del escritorio para no caerse, viéndose impactada.
- ¿Qué fue...?
Miró la mirada hacia la puerta; Harry tomó la oportunidad para vaciar su casi llena taza de té en la maceta más cercana con flores secas. Se podía oír gente corriendo y gritando varios pisos abajo.
 - ¡Te acompaño al almuerzo, Potter! -dijo Umbridge, levantando su varita y saliendo rápidamente de la oficina. Harry le dio unos segundos a que se adelantara  y después se apresuró tras ella para ver cual era la fuente de todo ese alboroto.
 No fue difícil determinarlo. Un piso abajo, reinaba el caos. Alguien (y Harry tenía la muy perspicaz idea de quien) había prendido lo que parecía ser un enorme vehículo de fuegos artificiales hechizados.
 Dragones formados completamente de chispas verdes y rojas volaban por todos los corredores, emitiendo muy fuertes y agresivos estallidos y detonaciones. Ruedas Giratorias extremadamente rosas de cinco pies de diámetro volaban letalmente por el aire como muchos platillos voladores. Cohetes con largas colas de estrellas brillantes rebotaban en las paredes. Cohetes Chispeantes que escribían groserías en el aire por voluntad propia. Petardos explotaban como minas en cualquier lugar al que Harry viera, y en lugar de quemarse, desvaneciéndose, o hacer un extraño chiflido, estos milagros pirotécnicos parecían ganar en energía y en ímpetu mientras más pasaba el tiempo.
 Filch y Umbridge estaban parados, aparentemente paralizados de miedo, a la mitad de las escaleras. Mientras Harry veía, una de las Ruedas Giratorias más grandes decidió que necesitaba más espacio para maniobrar; giró hacia Umbridge y Filch con un siniestro wheeeeeeeeeee. Ambos gritaron con miedo y se agacharon cuando salió zumbando por la ventana de atrás de ellos y cruzó los terrenos. Mientras tanto, varios de los dragones y un enorme murciélago morado que humeaba en gran cantidad, tomaron ventaja de la puerta al final del corredor para escapar hacia el segundo piso.
- ¡Apúrate, Filch, apúrate! -chilló Umbridge-. Estarán por toda la escuela a menos que hagamos algo...
- ¡Stupefy!
Un rayo de luz roja salió de la punta de su varita y le dio a uno de los cohetes. En lugar de congelarse en medio del aire, explotó con tal fuerza que le hizo un agujero a una pintura de una bruja con apariencia estúpida en medio de una pradera... ésta apenas alcanzó a correr, reapareciendo segundos después apretujada en la pintura de al lado, en donde un par de magos que jugaban cartas se pararon rápidamente para hacerle un lugar.
- ¡No los aturdas, Filch! -gritó Umbridge enojada, como si fuera una sugerencia suya.
- ¡Tiene razón, Directora! -respondió Filch, que era un Squib por lo que le hubiera resultado más fácil tragarse los fuegos artificiales que aturdirlos. Se apresuró hacia una alacena cercana, sacó una escoba, y empezó a golpear a los fuegos artificiales en el aire; en segundos la cabeza de la escoba estaba en llamas.
Harry había visto lo suficiente. Riéndose, se agachó un poco, corrió a la puerta que sabía estaba escondida detrás del tapiz un poco a lo largo del corredor y se deslizó a través de él para encontrar a Fred y a George escondiéndose detrás de él, escuchando los gritos de Umbridge y de Filch y temblando con callada alegría.
- Impresionante -dijo calladamente Harry, sonriendo-. Muy impresionante... Ustedes van a poner al Dr. Filibuster fuera del negocio, sin problema...
- Salud -murmuró Fred, limpiándose las lágrimas de la cara causadas por la risa-. Ah, espero que trate de desaparecerlos... Se multiplican por diez cada vez que lo intentas...
Los fuegos artificiales continuaron quemándose y esparciéndose por toda la escuela esa tarde. A pesar de que causaron tanta desorganización, especialmente los petardos, a los otros profesores parecía no importarles mucho.
- Querida, querida -dijo la profesora McGonagall burlonamente, al momento en que uno de los dragones volaba alrededor de su salón, emitiendo grandes explosiones y echando fuego-. Señorita Brown, ¿le importaría ir con la Directora e informarle que tenemos un fuego artificial en el salón?
El resultado de todo esto fue que la profesora Umbridge pasara su primera tarde como directora recorriendo toda la escuela respondiendo a los llamados de los profesores, que parecían no ser capaces de deshacerse de los fuegos artificiales sin su ayuda. Cuando sonó la última campanada y los estudiantes se dirigían hacia la Torre Gryffindor con sus mochilas, Harry vio, con gran satisfacción, a una despeinada y  sucia Umbridge tambaleante con la cara sudada, que venía del salón del profesor Flitwick.
- ¡Muchas gracias, profesora! -dijo el profesor Flitwick en su pequeña y aguda voz-. Podría haberme desecho yo mismo de los cohetes chispeantes, por supuesto, pero no estaba muy segura si tuviera la autoridad...
Radiante de alegría, le cerró la puerta del salón en su enojada cara.
Fred y George eran héroes esa noche en la Sala Común de Gryffindor. Hasta Hermione peleó su camino a través de la emocionada multitud que los rodeaba para felicitarlos.
- Los fuegos artificiales estuvieron espléndidos -dijo admiradamente.
- Gracias -dijo George, viéndose sorprendido y satisfecho-. Petardos Relampagueantes Weasley. Lo único es que usamos todo nuestro dinero, por lo que ahora tendremos que juntarlo otra vez...
- No obstante valió la pena -dijo Fred, que tomaba las órdenes de los emocionados Gryffindor-. Si quieres agregar tu nombre a la lista de espera, Hermione, son cinco Galeones por tu paquete Básico de Llamaradas y veinte por su paquete de Lujo de...
Hermione regresó a la mesa en donde Harry y Ron estaban sentados viendo sus mochilas como esperando que su tarea fuera a salirse y empezar a hacerse sola.
- Oh, ¿porqué no nos tomamos la noche? -dijo brillantemente Hermione, mientras un cohete cola plateada Weasley pasó por la ventana-. Después de todo, las vacaciones de Semana Santa empiezan el Viernes, tendremos suficiente tiempo para entonces...
- ¿Te sientes bien? -preguntó Ron, mirándola fijamente sin poder creerlo.
- Ahora que lo mencionas -dijo felizmente Hermione-, saben... creo que me siento un poco... rebelde.
Harry aún podía oír  las distantes explosiones de los petardos que seguían sueltos cuando él y Ron se fueron a la cama una hora después, y mientras se desvestía, una bengala flotó por la torre, aún deletreando la palabra POO.
  Se metió a la cama, bostezando. Sin sus lentes, los ocasionales cohetes que pasaban por la ventana se volvieron borrosos, viéndose como nubes chispeantes, hermosas y misteriosas en contra del oscuro cielo. Se volteó hacia su lado, preguntándose como se estaría sintiendo Umbridge en su primer día en el trabajo de Dumbledore, y como Fudge reaccionaría cuando se enterara que la escuela había pasado la mayor parte del día en un estado de absoluta desorganización... Sonriéndose a él mismo, cerró los ojos...
Todos los sonidos provocados por los fuegos artificiales en los terrenos parecían hacerse más distantes... o a lo mejor él, Harry, estaba simplemente alejándose rápido de ellos...
Había caído justo en el corredor que lo conducía al Departamento de Misterios. Se dirigía rápidamente hacia le plana puerta negra... Deja que se abra... Deja que se abra... Se abrió. Estaba dentro del cuarto circular rodeado de puertas... Lo cruzó, puso sus  manos en una puerta idéntica, y se abrió hacia adentro... Ahora estaba en un largo, rectangular cuarto lleno de un cliqueteo extraño y mecánico. Había puntos de luz que bailaban en las paredes, pero él no se detuvo a investigar... Tenía que seguir adelante... Había una puerta al fondo... Esta también se abrió al tocarla... Ahora estaba en un cuarto poco iluminado tan alto y tan ancho como una iglesia, lleno de nada más que de filas y filas de enormes estantes, cada uno cargado de pequeñas, polvorientas, esferas de cristal hilado... Ahora el corazón de Harry latía rápidamente con emoción... Sabía a donde ir... Corrió hacia delante, pero sus pisadas no hacían ningún ruido en el enorme y desértico cuarto... Había algo en este cuarto que deseaba muchísimo... Algo que quería... o que alguien más quería... Su cicatriz le estaba doliendo...
¡BANG!
Harry se despertó enseguida, confundido y enojado. El oscuro dormitorio estaba lleno de risas.
- ¡Genial! -dijo Seamus, cuya silueta se veía contra la ventana-. ¡Creo que una de esas ruedas giratorias chocó contra un cohete y parece que se unieron, ven a ver!
Harry oyó a Ron y a Dean salir de la cama para tener una mejor vista. Él se quedó quieto y en silencio mientras el dolor en su cicatriz desaparecía y la decepción lo llenaba. Sentía como si un maravilloso trato hubiera sido alejado de él en el último momento... Esta vez había estado tan cerca...
Cerditos resplandecientes, con alas rosas y plateadas, pasaban volando por las ventanas de la Torre Gryffindor. Harry se quedó acostado mientras escuchaba el alboroto de otros Gryffindor en los dormitorios de abajo. Su estómago se revolvió cuando se acordó que tenía Occlumancia esa tarde... 
Harry se pasó todo el día temiéndose que le iba a decir Snape cuando se diera cuenta que tan lejos había ido en el Departamento de Misterios durante su último sueño. Con una oleada de culpa se dio cuenta que no había practicado Occlumancia ni una vez desde su última clase: Habían pasado muchas cosas desde que Dumbledore se había ido. Estaba seguro de que no hubiera sido capaz de vaciar su mente aunque lo hubiera intentado. Lo dudó, de todos modos, si Snape aceptaría esa excusa...
Intentó practicar de último momento durante las clases de ese día, pero no servía de nada, porque Hermione se la pasaba preguntándole que estaba mal cada que se callaba tratando de deshacerse de todo pensamiento y emoción y, después de todo, el mejor momento para vaciar su cerebro no era mientras los profesores hacían preguntas de repaso a la clase. 
Resignado a lo peor, se dirigió hacia la oficina de Snape después de cenar. A la mitad del atrio de entrada Cho se le acercó apresuradamente.         
- Por aquí -dijo Harry, gustoso de tener una razón para posponer su encuentro con Snape y llevándola hasta un rincón del atrio de entrada donde estaban los enormes relojes de agua. El de Gryffindor estaba ahora vacío-. ¿Estás bien? ¿Umbridge no te ha estado preguntando acerca del Ejército de Dumbledore, o sí?
- Oh no -dijo Cho apuradamente-. No, era solo... Bueno, solo quería decir... Harry, nunca me imaginé que Marieta fuera a decir...
- Sí, bueno -dijo Harry malhumoradamente. Él sentía que Cho podría haber escogido más cuidadosamente a sus amigas. Era una pequeña consolación que de lo último que había escuchado, Marieta seguía en la enfermería y Madame Pomfrey no había podido hacer la menor mejora en sus barros.
- De verdad es una persona adorable -dijo Cho-. Solo cometió un error...
Harry lo miró con cara de incredulidad. 
- ¿Una persona adorable que comete un error? ¡Nos vendió a todos, incluyéndote a ti!
- Bueno... todos nos pudimos escapar, ¿o no? -dijo Cho suplicando-. Tú sabes, su mamá trabaja para el Ministerio, es muy difícil para ella...
- ¡El papá de Ron trabaja también para el Ministerio! -dijo Harry furiosamente-. Y en el caso de que no te hayas dado cuenta, él no tiene escrito “soplón” en su cara...
- Ese fue un horrible truco de Hermione Granger -dijo Cho ferozmente-. Nos hubiera dicho que había hechizado esa lista...
- Yo creo que fue una brillante idea -dijo Harry fríamente. Cho se puso roja y sus ojos se pusieron más brillantes. 
- Ah sí, me olvidaba... por supuesto, como fue idea de la querida Hermione...
- No empieces a llorar otra vez -le advirtió Harry.
- ¡No iba a llorar! -gritó ella.
- Sí... bueno... bien -dijo Harry-. Ya tengo suficiente con que lidiar en este momento.
- ¡Entonces ve y arréglatelas con eso! -dijo ella furiosamente, dándose la vuelta y alejándose. 
Enojado, Harry bajó las escaleras hacia el calabozo de Snape, y a pesar de que sabía por la experiencia que tan fácil sería para Snape penetrar en su mente si llegaba enojado y resentido, lo único que logró fue pensar en algunas otras cosas que debería haberle dicho a Cho sobre Marieta antes de llegara a la puerta del calabozo.
 - Llegas tarde, Potter -dijo Snape fríamente, mientras Harry cerraba la puerta que estaba atrás de él. 
Snape estaba dándole la espalda a Harry, removiendo, como siempre, algunos de sus pensamientos y poniéndolos cuidadosamente en el Pensadero de Dumbledore. Soltó la última hebra plateada en la vasija de piedra y se volteó hacia Harry.
- Entonces –dijo-, ¿has estado practicando?
- Sí -mintió Harry, viendo cuidadosamente a una de las patas del escritorio de Snape.
- Bueno, pronto lo averiguaremos, ¿o no? -dijo suavemente Snape-. Varita afuera, Potter.
Harry se movió a su posición usual, viendo de frente a Snape con el escritorio entre ellos. Su corazón latía rápido con ira por Cho y ansiedad por cuanto Snape iba a extraer de su mente.
- Entonces a la cuenta de tres -dijo Snape apáticamente-. Uno... dos... 
La puerta de la oficina de Snape se abrió de repente y Draco Malfoy entró. 
- Profesor Snape, señor... oh... perdón...
Malfoy veía con sorpresa a Snape y a Harry. 
- Todo está bien, Draco -dijo Snape, bajando su varita-. Potter está aquí para un poco de Remedios Curativos.
Harry no había visto a Draco tan alegre desde que Umbridge se había dado la vuelta para inspeccionar a Hagrid. 
- Yo no sabía -dijo, viendo de reojo a Harry, que sabía que su cara estaba quemándose. Habría dado cualquier cosa con tal de poder gritarle la verdad a Malfoy... o, aún mejor, atacarlo con un buen hechizo.
- ¿Bueno, Draco, de qué se trata? -preguntó Snape.
- Es la profesora Umbridge, señor... necesita su ayuda -dijo Malfoy-. Encontraron a Montague, señor. Apareció atorado dentro de un baño en el cuarto piso.
- ¿Cómo se metió ahí? -ordenó Snape.
- No sé, señor, él está un poco confundido...
- Muy bien, muy bien... Potter -dijo Snape-, en lugar terminaremos esta lección mañana en la tarde.
Se dio la vuelta y salió de su oficina. Malfoy esbozó con los labios: ¿Remedios Curativos? a Harry detrás de Snape antes de seguirlo.
Agitado, Harry puso su varita dentro de su ropa e hizo para dejar el cuarto. Por lo menos tenía 24 horas más en las que podía practicar; sabía que tenía que sentirse agradecido por el oportuno escape, aunque era difícil que fuera a expensas de que Malfoy le dijera a toda la escuela que necesitaba Remedios Curativos...
Estaba en la puerta de la oficina cuando lo vio: un parche de luz vibrante bailando en el marco de la puerta. Harry se detuvo, viéndola, acordándose de algo... Entonces se acordó: era un poco como las luces que había visto en su sueño de la otra noche, las luces en el segundo cuarto en el que había caminado en su viaje al Departamento de Misterios.
Se dio la vuelta. La luz venía del Pensadero que estaba en el escritorio de Snape. Los contenidos plateados y blancos estaban bajando y girando dentro. Los pensamientos de Snape... cosa que él no quería que Harry viera si rompía accidentalmente dentro de las defensas de Snape... 
Harry fijó su mirada en el Pensadero, la curiosidad recorriéndole sus entrañas... ¿Qué era eso que Snape estaba tan interesado en esconderle a Harry?
Las plateadas luces vibraban en la pared... Harry se movió dos pasos hacia el escritorio, pensando profundamente. ¿Podría acaso ser información acerca del Departamento de Misterios que Snape estaba determinado a esconderle? 
Harry vio sobre su hombro, su corazón golpeando más fuerte y más rápido que nunca. ¿Cuánto se tardaría Snape en sacar a Montague del baño? ¿Después de eso vendría directo a su oficina, o acompañaría a Montague a la enfermería? Seguramente más tarde... Montague era Capitán del equipo de Quidditch de Slytherin, Snape querría estar seguro de que estuviera bien...
Harry caminó lo poco que quedaba hacia el Pensadero y se paró frente a él, viendo hacia las profundidades. Dudó, oyendo, entonces sacó su varita otra vez. La oficina y el corredor de más allá estaban en completo silencio. Le dio un pequeño toque a los contenidos del Pensadero con la punta de su varita. 
El contenido plateado empezó a girar rápidamente. Harry se inclinó sobre él y vio que se había hecho transparente. Estaba, otra vez, viendo hacia abajo a un cuarto como si fuera a través una ventana circular en el techo... De hecho, a menos que estuviera muy equivocado, estaba viendo hacia abajo al Gran Comedor... 
Su respiración estaba empañando la superficie de los pensamientos de Snape... Su cerebro parecía estar en el limbo... Estaría loco en hacer esa cosa a la que estaba tentado... Harry estaba temblando... Snape podría regresar en cualquier momento... pero Harry pensó en la ira de Cho, de la burlona cara de Malfoy, y una imprudente audacia se apoderó de él.
Tomó una gran bocanada de aire y metió su cara en la superficie de los pensamientos de Snape. En ese momento, el piso de la oficina se tambaleó, metiéndose de cabeza en el Pensadero... 
Se caía a través de fría oscuridad, girando rápidamente mientras bajaba, y entonces... Estaba parado en medio del Gran Comedor, pero las cuatro mesas de las Casas no estaban. En lugar había más de cien pequeñas mesas, todas viendo hacia la misma dirección, y en cada una se sentaba un estudiante, cabeza abajo, escribiendo en un rollo de pergamino. El único sonido era el raspar de las plumas y el ocasional crujido cuando alguien ajustaba su pergamino. Era claramente tiempo de exámenes.
Los rayos del sol entraban por las ventanas más altas hasta la encorvadura de las cabezas, que brillaban color castaño y cobre y dorado en la brillante luz. Harry vio cuidadosamente alrededor. Snape debería estar en algún lugar por aquí... Esta era su memoria... 
Y ahí estaba, en una mesa justo atrás de Harry. Harry lo vio con asombro. Snape el adolescente tenía una delgada y pálida mirada, como una planta guardada en la oscuridad. Su pelo era lacio y grasoso y estaba agitándose sobre la mesa, su nariz ganchuda apenas a una pulgada de la superficie del pergamino mientras escribía. Harry caminó por atrás de Snape y leyó el encabezado del examen:

-DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS —
TITULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

Entonces Snape debía tener quince o dieciséis, alrededor de la edad de Harry. Su mano estaba volando a través del pergamino;  había escrito por lo menos un pie más que sus vecinos más cercanos, y todavía su letra era minúscula y apretada.
 - ¡Cinco minutos más!
La voz hizo saltar a Harry; volteándose, vio la parte más alta de la cabeza del profesor Flitwick moviéndose entre los escritorios a poca distancia de ahí. El profesor Flitwick pasó a un muchacho con un descuidado pelo negro... muy desordenado pelo negro...
Harry se movió tan rápido que, si hubiera sido sólido, hubiera volteado varios escritorios. En lugar pareció deslizarse, como en sueños, a través de dos mesas y hasta una tercera. La parte posterior de la cabeza del muchacho de pelo negro se acercaba más y más... Se estaba enderezando, dejando su pluma, acercándose su pergamino como para releer lo que había escrito...  
Harry se detuvo enfrente del escritorio y vio asombrado a su padre de quince años de edad.
La emoción explotó en la base de su estómago: era como estarse viendo a él mismo, pero con algunos errores. Los ojos de James eran color avellana, su nariz era un poco más grande que la de Harry, y no había cicatriz en su frente, pero tenían la misma delgada cara, la misma boca, las mismas cejas. El pelo de James se paraba atrás justo como el de Harry, sus manos podrían haber sido las de Harry, y Harry notó cuando James se paró, que estaban a una pulgada de la altura del otro.
James bostezó ampliamente y se desgreñó el pelo, haciéndolo más desordenado que antes. Entonces, con un vistazo hacia el profesor Flitwick, se dio la vuelta en su asiento y le sonrió a un muchacho que estaba sentado cuatro asientos atrás de él.
Con otro shock de emoción, Harry vio a Sirius darle una señal a James con los pulgares hacia arriba. Sirius estaba haraganeando en su silla calmado, recargándola en dos patas. Era muy bien parecido; su pelo negro caía en sus ojos con cierta elegancia que ni James ni Harry hubieran podido nunca obtener, y una chica sentada atrás de él lo veía de reojo esperanzadamente, a pesar de que parecía que él no se había dado cuenta. Y a dos asientos de esta niña -el estómago de Harry se volvió a retorcer agradablemente- estaba Remus Lupin. Se veía muy pálido y delgado (¿se estaría acercando la luna llena?) y estaba metido en el examen: Mientras releía sus respuestas se rascaba la barbilla con la punta de su pluma, frunciéndose ligeramente.
Eso significaba que Colagusano debía de estar en algún lugar por ahí también... y justamente, Harry lo localizó en unos segundos: un pequeño chico con pelo de ratón con una nariz puntiaguda. Colagusano se veía ansioso; se estaba mordiendo las uñas, viendo su papel, golpeando el suelo con sus tobillos. Cada rato volteaba esperanzadamente al examen de su vecino. Harry se le quedó viendo a Colagusano por un momento, luego de regreso a James, que estaba garabateando en un pedazo de pergamino. Había dibujado una Snitch y ahora estaba trazando las letras L.E. ¿Qué significaban?
- ¡Plumas abajo, por favor! -chilló el profesor Flitwick-. ¡Eso significa que tú también, Stebbins! ¡Por favor permanezcan sentados mientras yo recojo sus pergaminos! ¡Accio!
Más de cien rollos de pergamino salieron volando a los brazos abiertos del profesor Flitwick, tirándolo al suelo. Muchas personas se rieron. Un par de estudiantes del frente se pararon, agarraron al profesor Flitwick debajo de los codos, y lo levantaron otra vez. 
- Gracias... gracias -suspiró el profesor Flitwick-. ¡Muy bien, todos, ya se pueden ir!
Harry miró a su padre, que apresuradamente cubrió las iniciales L.E. que había estado adornando, se puso de pie, metió su pluma y la pregunta del examen en su mochila, que se colgó en la espalda, y se quedó esperando a que Sirius se juntara.
Harry volteó alrededor y vio de reojo a Snape a una corta distancia, moviéndose entre las mesas hacia las puertas del atrio de la entrada, aún metido en su examen. De hombros redondos aunque angular, caminó de una manera que recordaba a una araña, su aceitoso pelo columpiándose en su cara.
Un grupo de niñas platicadoras, separó  a Snape de James y de Sirius, y plantándose en medio de este grupo, Harry pudo seguir viendo a Snape mientras sus oídos trataban de captar las voces de James y de sus amigos.
- ¿Te gustó la pregunta diez, Lunático? -preguntó Sirius mientras salían al atrio de la entrada.
- Me encantó -dijo Lupin enérgicamente-. “Mencione cinco signos que identifican a un hombre lobo.” Excelente pregunta.
- ¿Crees que tú tengas todos los signos? –dijo James en un tono de preocupación.
- Pienso que sí –dijo Lupin seriamente, mientras se unían a la multitud que se encontraba en las puertas ansiosa de salir a los soleados terrenos-. Uno: Se está sentando en mi silla. Dos: Está usando mi ropa. Tres: Su nombre es Remus Lupin... 
Colagusano fue el único que no se rió.
- Tengo la forma del hocico, las pupilas de mis ojos, y la cola copetuda –dijo ansiosamente-, pero no pude pensar en nada más...
- ¿Qué tan estúpido eres, Colagusano? -dijo James impacientemente-. Andas con un hombre-lobo una vez al mes...
- Baja la voz -imploró Lupin.
Harry vio nerviosamente atrás de él. Snape se mantenía cerca, aún pensando en las preguntas de su examen; pero esta era la memoria de Snape, y Harry estaba seguro que si Snape quería irse en otra dirección fuera de los terrenos, él, Harry, no podría seguir a James más lejos. Para su gran alivio, sin embargo, cuando James y sus tres amigos se dirigieron hacia la orilla del lago, Snape los siguió, aún metido en el papel y aparentemente sin la menor idea de adonde iba. Trotando un poco delante de él, Harry pudo mantener un contacto cercano con James y los otros.
- Bueno, yo creo que ese examen estuvo regalado -oyó decir a Sirius-. Me sorprendería si no saco por lo menos “Sobresaliente”.
- Yo también -dijo James. Metió su mano a su bolsillo y sacó una latosa Snitch.
- ¿De dónde la sacaste?
- Me la robé -dijo James casualmente. Empezó a jugar con la Snitch, dejándola volar como a un pie de distancia y agarrándola otra vez; sus reflejos eran excelentes. Colagusano lo miraba asombrado. 
Se detuvieron en la sombra del mismo árbol en la orilla del lago en donde Harry, Ron y Hermione habían pasado un Domingo acabando su tarea, y echándose en el pasto.
Harry volvió a mirar sobre su hombro y vio, para su deleite, que Snape se había sentado en el pasto bajo la densa sombra de varios arbustos. Estaba muy metido en el papel del TIMO, lo que le daba la libertad a Harry de sentarse en el pasto entre el árbol y los arbustos y ver a la cuarteta bajo el árbol.
La luz del sol se reflejaba en la suave superficie del lago, en la banca en la que el grupo de risueñas niñas que acababa de dejar el Gran Comedor se sentaba sin zapatos y sin calcetines, enfriándose los pies en el agua. 
Lupin había sacado un libro y estaba leyendo. Sirius fijó la vista en los estudiantes que estaban en el pasto, viéndose muy altanero y aburrido, pero aún muy bien parecido. James seguía jugando con la Snitch, dejándola alejarse más y más, casi escapándose pero siempre agarrándola en el último momento. Cada vez que James hacía una atrapada particularmente difícil, Colagusano suspiraba y aplaudía. Después de cinco minutos de esto, Harry se preguntó como James no le decía a Colagusano que se calmara, pero a James parecía agradarle esto. Harry notó que su padre tenía el hábito de desarreglarse el pelo para asegurarse de que no se alisara mucho, y también se mantenía viendo a las niñas que estaban por la orilla del agua.
  - Guarda eso, ¿quieres? -dijo finalmente Sirius, mientras James hacía una muy buena atrapada y Colagusano vitoreó emocionado-. Antes que Colagusano se moje de la emoción.
Colagusano se sonrojó un poco pero James sonrió. 
- Si te molesta -dijo, metiendo a la Snitch otra vez a su bolsillo. Harry tenía la fuerte impresión de que Sirius era el único por el cual James iba dejar de presumir. 
- Estoy aburrido -dijo Sirius-. Como quisiera que fuera Luna llena.
- Podrías -dijo oscuramente Lupin detrás de su libro-. Todavía tenemos Transfiguración, si estás aburrido puedes ponerme a prueba... Aquí -sostuvo su libro. 
Sirius resopló.
- Yo no necesito ver esas tonterías, yo lo sé todo.
- Esto te despertará, Canuto -dijo James calladamente-. Mira quien es...
Sirius se dio la vuelta. Se quedó muy quieto, como un perro que acaba de oler a un conejo.
- Excelente -dijo suavemente-. Snivellus.
Harry se dio la vuelta para ver que estaba viendo Sirius. 
Snape estaba de pie otra vez, y estaba guardando el papel del TIMO en su mochila. Mientras salía de debajo de las sombras de los arbustos y se iba caminando por el pasto, Sirius y James se pusieron de pie. Lupin y Colagusano se quedaron sentados: Lupin aún estaba viendo su libro, a pesar de que sus ojos no se movían y una muy delgada línea había aparecido entre sus cejas. Colagusano estaba viendo de Sirius y James a Snape con una mirada de ávida anticipación en su cara.
- ¿Todo bien, Snivellus? -dijo James en voz alta. 
Snape reaccionó tan rápido que fue como si hubiera estado esperando un ataque: Tirando su mochila, metió sus manos adentro de su ropa, y su varita estaba a la mitad del aire cuando James gritó:
- ¡Expelliarmus!
La varita de Snape salió volando a doce pies y cayó con un pequeño ruido en el pasto detrás de él. Sirius soltó una carcajada.
- ¡Impedimenta! -dijo, apuntando su varita a Snape, que estaba tirado en el piso, a mitad del camino de ir hasta su varita.
Todos los estudiantes de alrededor se habían volteado a ver. Algunos se habían puesto de pie y se acercaban para ver más cerca. Algunos se veían aprensivos, otros entretenidos.
Snape yacía jadeando en el piso. James y Sirius avanzaron hacia él, varitas en el aire, James viendo de reojo sobre su hombro a las niñas que estaban en la orilla del lago. Colagusano estaba ya de pie, viendo con emoción, rodeando a Lupin para tener una mejor vista. 
- ¿Cómo te fue en el examen, Snivelly? -dijo James. 
- Yo lo estaba viendo, su nariz estaba tocando el pergamino -dijo Sirius malignamente-. Van a haber grandes manchas de grasa sobre él, no van a poder leer ni una palabra.
Varias personas que estaban viendo se rieron; Snape era claramente impopular. Colagusano se rió tontamente. Snape estaba tratando de ponerse de pie, pero el hechizo aún estaba funcionando en él; Snape estaba forcejeando, como si estuviera amarrado por cuerdas invisibles.
- Espérate... -suspiró, viendo fijamente a James con una expresión de odio puro-. Espérate...
- ¿Esperarme a qué? -dijo fríamente Sirius-. ¿Qué vas a hacer ahora, Snivelly, frotar tu nariz en nosotros?
Snape soltó una mezcla de groserías y maldiciones, pero como su varita estaba a diez metros de distancia nada pasó.
- Lávate la boca -dijo James fríamente-. ¡Scourgify!
Burbujas rosas de jabón salieron enseguida de la boca de Snape; la espuma estaba cubriendo sus labios, haciendo que se callara, cubriéndolo.
- ¡Déjalo SOLO!
James y Sirius voltearon a ver. La mano libre de James fue directamente a su pelo otra vez.
Era una de las niñas de la orilla del lago. Tenía un espeso y rojo oscuro pelo que caía hasta sus hombros y, con forma de almendras, unos impresionantemente verdes ojos... los ojos de Harry.
La mamá de Harry...
- ¿Todo bien, Evans? -dijo James, y el tono de su voz era de repente agradable, más profundo, más maduro.
- Déjalo solo -repitió Lily. Viendo a James con completo desagrado-. ¿Qué te ha hecho?
- Bueno -dijo James, aparentemente pensando el punto-, es más el hecho de que existe, si sabes a lo que me refiero...
Varios de los espectadores de alrededor se rieron, Sirius y Colagusano incluidos, pero Lupin, aparentemente aún metido en su libro, no se rió, y tampoco lo hizo Lily.
- Crees que eres gracioso -dijo fríamente-. Pero sólo eres un arrogante, fanfarrón, Potter. Déjalo solo.
- Lo dejo si tú sales conmigo, Evans -dijo rápidamente James-. Ándale... Sal conmigo, y nunca volveré a poner mi varita en el viejo Snivelly.
Detrás de él, el hechizo de Obstrucción se estaba acabando. Snape se empezaba a mover hacia su varita, escupiendo jabón mientras se arrastraba. 
- No saldría contigo ni aunque tuviera que elegir entre tú y el calamar gigante -dijo Lily.
- Mala suerte, Cornamenta -dijo Sirius enérgicamente, volteando hacia Snape-. ¡AY!
Pero era demasiado tarde; Snape había dirigido su varita hacia James; hubo un rayo de luz y una cortada apareció en un lado de la cara de James, salpicando su ropa de sangre. James giró; otro rayo de luz salió, entonces Snape se encontró flotando de cabeza en el aire, su ropa cayendo sobre su cabeza para revelar sus flacas y pálidas piernas y un par de grises calzoncillos.
Muchas de las personas de la multitud vitorearon. Sirius, James y Colagusano se carcajearon. 
Lily, cuya furiosa expresión se había cambiado por un instante como si fuera a sonreír, dijo:
- ¡Bájalo de ahí!
- Ciertamente -dijo James y agitó bruscamente su varita hacia arriba. Snape se cayó en un arrugado montón en el suelo. Desenredándose de su túnica, se puso rápidamente de pie, varita preparada, pero Sirius dijo:
- ¡Locomotor mortis! -y Snape se desplomó otra vez, tieso como una tabla.
- ¡DÉJALO SOLO! -gritó Lily. Ella tenía ahora su varita afuera. James y Sirius la vieron cautelosamente.
- Ah, Evans, no me hagas hechizarte -dijo James seriamente.
- ¡Entonces quítale el hechizo!
James lo pensó profundamente, entonces se volteó hacia Snape y pronunció el contra hechizo.
- Ahí lo tienes -dijo, mientras Snape se ponía de pie otra vez-, tienes suerte de que Evans haya estado aquí, Snivellus...
- ¡Yo no necesito la ayuda de pequeñas y mugrosas Sangre Sucias como ella!
Lily parpadeó.
- Bien -dijo calmadamente-. No me molestaré en el futuro. Y yo lavaría esos pantalones si fuera tú, Snivellus.
- ¡Pídele una disculpa a Evans! -le gritó James a Snape, su varita apuntándole amenazadoramente.
 
- No quiero que tú lo hagas pedirme una disculpa -gritó Lily, rodeando a James-. Tú eres tan malo como él...
- ¿Qué? -aulló James-. ¡Yo NUNCA te llamaría una... tú sabes qué!
- Desarreglándote el pelo porque piensas que se ve genial verse como si te acabaras de bajar de la escoba, presumiendo con esa estúpida Snitch, caminando por los corredores y hechizando a cualquiera que te cae mal sólo porque puedes, me sorprende que tu escoba puede elevarse del suelo con esa cabezota encima. Me ENFERMAS. 
Lily se dio la vuelta y salió corriendo. 
- ¡Evans! -James gritó atrás de ella-, ¡Hey, EVANS!
Pero ella ya no volteó hacia atrás.
- ¿Qué es lo que se trae? -dijo James, tratando y fallando en parecer como si esta le fuera una pregunta sin importancia. 
- Leyendo entre líneas, yo diría que ella cree que eres un poco presumido, compañero -dijo Sirius.
- Bien -dijo James, que ahora se veía furioso-, bien...
Hubo otro rayo de luz, y Snape estaba otra vez flotando de cabeza.
- ¿Quién quiere verme quitarle los pantalones a Snivelly?
Pero si en verdad James le quitó o no los pantalones a Snape, Harry nunca supo. Una mano lo había tomado del brazo, agarrándolo como un apretón de tenazas. Sobresaltándose, Harry volteó a ver quien lo había agarrado, y vio, con un sentimiento de terror, un totalmente crecido y de tamaño adulto Snape parado justo detrás de él, blanco de furia.  
- ¿Divirtiéndote?
Harry se sintió elevarse en el aire. El día de verano se evaporó a su alrededor, estaba flotando hacia arriba entre una fría oscuridad, la mano de Snape aún agarrándole el brazo. Entonces, con un sentimiento de caída como si se hubiera volteado la cabeza inclinándose en el aire, sus pies golpearon el piso de piedra del calabozo de Snape, y estaba otra vez situado detrás del Pensadero en el escritorio de Snape en el sombreado y actual estudio del profesor de Pociones.
- Entonces -dijo Snape, apretando tanto su brazo, que la mano Harry se empezaba a adormecer-. ¿Entonces... te has estado divirtiendo, Potter?
- N-no... -dijo Harry, tratando de liberarse el brazo.
Estaba de miedo: los labios de Snape estaban temblando, su cara estaba blanca, sus dientes al descubierto.
 - Impresionante hombre, tu padre, ¿no? -dijo Snape, agitando a Harry tan fuerte que sus lentes se deslizaron por su nariz.
- Yo... no...
Snape lanzó a Harry con todas sus fuerzas. Harry cayó fuertemente en el piso del calabozo.
- ¡No le contarás a nadie lo que viste! -gritó Snape.
- No -dijo Harry, poniéndose de pie tan lejos de Snape como pudo-. No, por supuesto que yo...
- ¡Salte, vete de aquí, no quiero volverte a ver nunca más en esta oficina!
Mientras Harry se movía rápidamente hacia la puerta, una jarra con cucarachas explotó sobre su cabeza. Abrió violentamente la puerta y salió corriendo hacia el corredor, deteniéndose únicamente cuando había puesto tres pisos entre él y Snape. Ahí se recargó contra la pared, jadeando, y sobándose su lastimado brazo.
Harry no tenía ni el más mínimo deseo de regresar a la Torre Gryffindor tan temprano, ni de contarle a Ron y a Hermione lo que acababa de ver. Lo que hacía a Harry sentirse tan aterrado e infeliz no era que le gritaran o que le hubieran aventado jarras... era que sabía como se sentía ser humillado en medio de una bola de mirones, sabía exactamente como Snape se había sentido cuando su papá lo había ridiculizado, y juzgando por lo que acababa de ver, su papá había sido tan arrogante como Snape siempre le había dicho.

 

CAPÍTULO XXIX

ORIENTACIÓN VOCACIONAL

- ¿Pero por qué no has seguido practicando con las lecciones de Oclumancia? –dijo Hermione, frunciendo el ceño.
- Ya te lo he dicho -murmuró Harry-. Snape considera que puedo continuar por mí mismo ahora que ya tengo las bases.
- ¿Es que has dejado de tener sueños extraños? -dijo Hermione escépticamente.
- Muy lindos, -dijo Harry, sin mirarla.
- Pues bien, pienso que Snape no debería detenerse hasta que esté absolutamente seguro de que tú los puedes controlar -dijo Hermione con indignación-. Harry, pienso que deberías volver y preguntarle.
- No -dijo Harry con fuerza-. Déjalo, Hermione, ¿OK?
Era el primer día de Semana Santa y Hermione, como era su costumbre, había gastado gran parte del día persiguiéndolos con la revisión de los horarios para ellos tres. Harry y Ron habían dejado que ella los hiciese; era más fácil que pelear con ella y en todo caso, podrían serles de ayuda.
Ron se había alarmado al descubrir que quedaban sólo seis semanas para que comenzaran los exámenes.
- ¿Cómo puede causarte esto un shock? -Hermione exigió, golpeando ligeramente cada pequeño cuadrado del horario de Ron con su varita a fin de que tuviese un color diferente según cada tema.
- No lo sé -dijo Ron-, han sucedido un montón de cosas.
- Pues bien, allá ustedes -dijo ella, dándole su horario-. Si prestas realmente atención a lo tienes que hacer.
Ron miró el horario un poco pesimista, pero entonces se le iluminó la cara.
- ¡Me has dado una tarde libre cada semana!
- Eso es para la práctica de Quidditch -dijo Hermione.
La sonrisa se desvaneció de la cara de Ron.
- ¿Para qué? -dijo él torpemente-. Tenemos tanta posibilidad de ganar la Copa de Quidditch este año como que mi padre se convierta en Ministro de Magia.
Hermione no dijo nada; ella estaba mirando a Harry, que contemplaba inexpresivamente la pared opuesta de la Sala Común mientras que Crookshanks le tocaba con su pata la mano, intentando que le rascara sus orejas.
- ¿Qué te pasa, Harry?
- ¿Qué? -dijo él rápidamente-. Nada.
Tomó su copia de “Teoría sobre la Defensa Mágica” y fingió buscar algo en el índice. Crookshanks lo dejó al no obtener ningún resultado y se escabulló bajo la silla de Hermione.
- Vi a Cho más temprano -dijo Hermione tentativamente-. Ella se veía realmente apenada... ¿se pelearon de nuevo?
- ¿Qué?... oh, sí -dijo Harry, aprovechando agradecido la excusa.
- ¿Sobre qué?
- Por esa soplona amiga suya, Marieta -dijo Harry.
- Sí, ¡no te culpo! -dijo Ron airadamente, colocando abajo su horario-. Si no hubiese sido por ella...
Ron soltó una sarta de palabrotas sobre Marieta Edgecombe, que Harry encontró de ayuda; todo lo que él tenía que hacer era parecer enfadado, asentir y decir “Claro” y “Es cierto” cuando Ron tomaba aliento, dejando su mente libre para pensar, cada vez más miserablemente, en lo que había visto en el Pensadero.
El sentía que los recuerdos lo estaban comiendo por dentro. Estaba seguro que sus padres habían sido personas maravillosas que nunca habían tenido ningún problema a no ser por la incredulidad de Snape sobre el carácter de su padre. ¿No había personas como Hagrid y Sirius que le contaban, a Harry, lo maravilloso que su padre había sido? (- Sí, bien, mira a Sirius lo que parecía –dijo una fastidiosa voz dentro de la cabeza de Harry-... él se veía perverso, ¿no es así?). Sí, había escuchado una vez a la profesora McGonagall decir que su padre y Sirius habían sido los perturbadores de la escuela, pero ella los describió como los predecesores de los gemelos Weasley, y Harry no podía imaginar a Fred y George colocando patas arriba a alguien por puro gusto... No, a menos que realmente lo odiaran... Tal vez a Malfoy o alguien que realmente se lo mereciera.
Harry había intentado pensar que Snape se merecía haber sufrido la humillación a manos de James; pero Lily no había preguntado “¿Qué es lo que te ha hecho?” y no tuvo James que contestar “el solo hecho de existir, si sabes lo que quiero decir”. ¿No tuvo, James que empezar todo simplemente porque Sirius estaba aburrido? Harry recordaba a Lupin contando en Grimmauld Place que Dumbledore lo hizo Prefecto con la esperanza de ejercer cierto control sobre James y Sirius... pero en el Pensadero, se había quedado sentado dejando que todo sucediera...
Harry podía recordar que Lily había intervenido; su madre había sido decente. Sin embargo, en el recuerdo había visto la cara de ella cuando le gritaba a James bastante molesta; aborrecía claramente a James, y Harry simplemente no podía comprender como ellos habían terminado casados. Más de una vez se tuvo que forzar en admirar a James por ello...
Durante casi cinco años la imagen de su padre había sido una fuente de inspiración. Siempre que alguien le decía que él se parecía a James, el irradiaba orgullo por dentro. Y ahora... ahora se sentía helado y miserable al imaginarlo.
El clima se hizo más ventoso, brillante y cálido cuando los días de Semana Santa pasaban, pero Harry, como el resto de los de quinto y séptimo año, estaban atrapados adentro, revisando de un lado a otro la biblioteca. Harry pretendió que la causa de su mal humor era la proximidad de los exámenes, y como sus compañeros de Gryffindors estaban enfermos de estudiar, nadie lo puso en duda.
- Harry, ¿te estoy hablando, no me oyes?
- ¿Ah?
Miró alrededor. Ginny Weasley, parecía despeinada por el viento, se acercó a la mesa de la biblioteca donde estaba sentado sólo. Estaba muy avanzada la tarde del domingo: Hermione se había ido a la torre de Gryffindor a revisar un poema rúnico antiguo, y Ron estaba entrenando Quidditch.
- Oh, hola -dijo Harry, tirando de sus libros-. ¿No deberías estar en el entrenamiento?
- Terminó -dijo Ginny-. Ron tuvo que llevar a Jack Sloper hasta la enfermería.
- ¿Por qué?
- Bien, no estamos seguros, pero pensamos que se golpeó con su propia escoba -suspiró cansada-. De cualquier modo... llegó un paquete, que pasó el nuevo proceso de revisión de Umbridge.
Colocó una caja envuelta en papel sobre la mesa; había sido claramente abierto y descuidadamente reenvuelto. Existía una nota en tinta roja que decía: “Inspeccionado por el Alto Inquisidor de Hogwarts”.
- Son los huevos de pascua de mamá -dijo Ginny-. Hay uno para ti... Aquí tienes.
Le pasó un pequeño huevo de chocolate bellamente decorado y, según el paquete, contenía una bolsa de Whizzbees que silbaba. Harry lo miro por un momento, entonces, con horror, sintió miedo subiendo por su garganta.
- Harry, ¿te encuentras bien? -preguntó Ginny inquieta.
- Sí me encuentro bien -dijo Harry ásperamente. El terror en su garganta le era doloroso. No podía comprender por qué un huevo de pascua lo había hecho sentir así.
- Te ves realmente decaído últimamente -insistió Ginny-. Sabes, estoy segura que si hablo con Cho...
- No es con Cho con quien quiero hablar -dijo Harry bruscamente.
- ¿Con quién, entonces? -preguntó Ginny, mirándolo estrechamente.
- Yo...
Miró alrededor para estar seguro que nadie lo pudiera oír. Madame Pince estaba a varios estantes de ahí, limpiando la cubierta de unos libros para Hannah Abbott frenéticamente.
- Quiero hablar con Sirius -murmuró-. Pero sé que no puedo.
Ginny continuó mirándole pensativamente. Por hacer algo, más que porque realmente quisiera, Harry abrió el envoltorio del huevo de pascua, saco un pedazo grande y se lo llevó a la boca.
- Bien -dijo Ginny lentamente-, si de algo te ha servido de ayuda el huevo, y si realmente quieres hablar con Sirius, espero que podamos pensar en una manera de hacerlo.
- Oh, vamos -dijo Harry torpemente-. ¿Con Umbridge vigilando las chimeneas y leyendo nuestro correo?
- El invento que están desarrollando Fred y George -dijo pensativamente-, quizás tenga la posibilidad de provocar algo lo suficientemente escandaloso.
Harry la miró. Tal vez era el efecto del chocolate -Lupin siempre le había dado a comer después de cada encuentro con los Dementores- o simplemente por expresar en voz alta sus pensamientos que lo estaban quemando por dentro durante una semana, pero se sentía algo más esperanzado.
- ¿QUÉ PIENSAS QUE ESTÁS HACIENDO?
- Maldición -dijo Ginny al oído, poniéndose de pie de un salto-. Lo olvidé...
Madame Pince se abalanzaba sobre ellos, los miraba con rabia.
- ¡Chocolate en la biblioteca! –gritó-. Fuera... fuera... ¡¡¡¡FUERAAA!!!
Sacando su varita, hizo que los libros de Harry, el bolso y la botella de tinta los persiguieran a él y a Ginny fuera de la biblioteca, pegándoles repentinamente en la cabeza cuando ellos corrieron.

***

Como para dar mayor importancia a los próximos exámenes, un montón de folletos, hojitas y anuncios concernientes a varias carreras de excelencia aparecieron en las mesas de la torre de Gryffindor poco antes del final de los días de vacaciones, conjuntamente con otro mensaje en el tablón de anuncios, que decía:

ORIENTACIÓN VOCACIONAL

Todos los alumnos de quinto año son requeridos para asistir a una entrevista con sus respectivos jefes de casa durante la primera semana de verano para discutir sobre sus carreras futuras. Los horarios individuales se expondrán abajo.

Harry miró la lista y encontró que estaba citado a la oficina de la profesora McGonagall a las dos y media del lunes, lo que significaba que tendría que faltar a la mayor parte de la clase de Adivinación. Todos los de quinto año estuvieron leyendo gran parte del último fin de semana de Semana Santa, la información que les habían dejado.
- Bien, no me imagino de Sanador -dijo Ron en la última tarde de los días de vacaciones. Estaba sumergido en un folleto que llevaba un hueso y una varita cruzado sobre el emblema San Mungo en el frente-. Dice aquí que se necesita al menos el nivel "E" en TIMOs de Pociones, Botánica, Transformaciones, Encantos y en Defensa contra las Artes Oscuras. Que quieren decir... ¿no quieren nada?
- ¿Es un trabajo de mucha responsabilidad, no es así? -dijo Hermione con tono ausente.
Ella estaba absorta en un folleto de brillantes colores rosados y naranjas, en donde el encabezado se leía: “¿PIENSAS QUE TE GUSTARIA TRABAJAR EN REALACIONES CON MUGGLES?, no necesitas muchas calificaciones para establecer contacto con los Muggles; solo tener un TIMOs en estudio Muggles: ¡Es más importante tú entusiasmo, paciencia y buen sentido de la diversión!.”
- Necesitas más que sentido de la diversión para establecer contacto con mi tío -dijo Harry oscuramente. El sentido para esquivar, es más importante. Él iba por la mitad del folleto del Banco de Magos-. Escuchen esto: “¿Buscas una carrera desafiante que involucre viajes, aventura y bonificaciones substanciales relacionadas con el peligro?. Entonces considera entrar en el Banco de Magos de Gringotts, que está reclutando constantemente a rompedores de maldiciones es una excelente oportunidad en el extranjero...” Se requiere Aritmancia, aunque; ¡tú lo puedes hacer, Hermione!
- No me imagino en un Banco -dijo Hermione vagamente, ahora inmersa en: “TODO LO QUE NECESITAS ES ADQUIRIR ENTRENAMIENTO EN SEGURIDAD DE TROLL”.
- Hey -dijo una voz en el oído de Harry. Miró alrededor; Fred y George se habían acercado.
- Ginny nos dijo algo acerca de ti -dijo Fred, subiendo sus piernas arriba de la mesa que estaba al frente de ellos y provocando que varios folletos del Ministerio de Magia cayeran al piso-. ¿Dice que necesitas hablar con Sirius?
- ¿Qué? -dijo Hermione agudamente. Quedó con sus manos congeladas a mitad de camino a recoger “FABRICA UNA EXPLOCIÓN EN EL DEPARTAMENTO DE ACCIDENTES Y CATRASTOFES MAGICAS”.
- Sí... -dijo Harry, tratando de sonar casual-. Sí, pensé que podría...
- No seas ridículo -dijo Hermione, enderezándose y mirándolo como si no lo podía creer-. ¿Con los ojos de Umbridge inspeccionando las chimeneas y registrando a todas las lechuzas?
- Bien, nosotros pensamos que podemos encontrar alguna manera -dijo George, estirándose y sonriendo-. Una simple manera de causar diversión. Ahora, ¿te has enterado que no hemos provocado desorden durante las vacaciones de Semana Santa?
- ¿Para qué, nosotros nos preguntamos, desorganizar el tiempo libre? -continuó Fred-. De ningún modo, nos respondimos, y por supuesto, habríamos tenido que arruinar el estudio de las personas, sin embargo, es la última cosa que queríamos hacer -Hizo una pequeña inclinación de cabeza muy santurrona ante Hermione. Ella pareció más bien tomada por sorpresa-. Pero si sigue todo igual mañana -Fred continuo rápidamente-. Y si causamos un alboroto, ¿por qué no hacerlo de tal manera que le permita a Harry poder hablar con Sirius?
- Sí, pero a pesar de eso -dijo Hermione, con aire de explicar algo muy simple a alguien muy obtuso-, aún si causan un tumulto, ¿cómo se supone que Harry va a hablar con él?
- La oficina de Umbridge -dijo Harry tranquilamente-.
Lo había estado pensando durante dos semanas y no había encontrado otro alternativa. Umbridge le había dicho que la única chimenea que no estaba vigilaba era la de ella.
- ¿Estás... Loco? -dijo Hermione con voz tranquila.
Ron había bajado su folleto de trabajo en el cultivo de hongos comerciales y estaba observando la conversación cautelosamente.
- No me parece -dijo Harry, encogiéndose.
- ¿Y cómo se supone que vas a entrar allí en primer lugar?
Harry estaba listo para esa pregunta.
- La navaja de Sirius -dijo.
- ¿Perdón?
- La última Navidad Sirius me regaló una navaja que abre cualquier cerradura -dijo Harry-. Aún si no funciona el hechizo de Alohomara sobre la puerta, yo apuesto que ella puede...
- ¿Qué piensas de esto? -Hermione le exigió a Ron, y a Harry le recordó irresistiblemente a la Sra. Weasley pidiendo ayuda a su esposo durante la primera cena de Harry en Grimmauld Place.
- No sé -dijo Ron, que parecía alarmado porque le habían pedido su opinión-. ¿Si Harry lo quiere hacer, es su decisión, no es así?
- Hablas como un verdadero amigo y un Weasley -dijo Fred, pegándole fuerte en la espalda-. Bien, entonces. Nosotros estabamos pensando hacerlo mañana, poco después de las clases, porque ello debería provocar el máximo impacto en todos los pasillos... Harry. Lo haremos lejos del ala Este en alguna parte, dibujando la oficina... calculo que debemos ser capaces de garantizarte, como, ¿veinte minutos? -dijo, mirando a George.
- Fácilmente -dijo George.
- ¿Qué clase de diversión va a ser? –preguntó Ron.
- Ya lo veras pequeño hermano -dijo Fred, cuando él y George se levantaban de nuevo-. Por lo menos te vas a poder mover por el pasillo de Gregorio el zalamero mañana.

***

Harry despertó muy temprano al día siguiente, con un sentimiento casi tan ansioso como el que había tenido la mañana de la audiencia disciplinaria en el Ministerio de Magia. No solo la perspectiva de abrir la oficina de Umbridge y usar su chimenea para hablar con Sirius lo estaban haciendo sentirse nervioso, sin embargo, eso era desde luego bastante malo; hoy por casualidad iba a ser la primera vez que Harry se encontraría en un espacio cerrado muy cerca de Snape desde que él lo había echado de su oficina.
Después de descansar en su cama considerando por algún tiempo el día que tenía por delante, Harry se levantó muy lentamente y se fue a la ventana que estaba al lado de la cama de Neville, y mirando hacia afuera se fijó que era una mañana verdaderamente gloriosa. El cielo estaba muy claro, nebuloso de un azul opalescente. Directamente delante de él, Harry podía ver abajo el gran árbol donde su padre había atormentado a Snape. No estaba seguro de lo que Sirius le podría decir que compensara lo que había visto en el Pensadero, pero estaba desesperado por oír la propia historia de Sirius de lo que había sucedido, conocer cualquier factor que disminuyera lo que había sido, cualquier excusa del comportamiento de su padre...
Algo atrapo la atención de Harry: un movimiento en el borde del Bosque Prohibido. Harry miró de reojo por el sol y vio a Hagrid salir de entre los árboles. Parecía que estaba cojeando. Cuando Harry miró, Hagrid se tambaleó en la puerta de su cabaña y desapareció en el interior de ella. Harry miró la cabaña por varios minutos. Hagrid no volvió a salir de nuevo, pero comenzó a salir humo de la chimenea, así que Hagrid no podía estar muy mal herido si había sido capaz de prender el fuego.
Harry se alejó de la ventana, se dirigió hacía su baúl y comenzó a vestirse. Con la perspectiva de forzar la puerta de la oficina de Umbridge adelante. Harry nunca había esperado que el día fuera tranquilo, pero tuvo que ignorar los intentos casi continuos de Hermione para disuadirlo de lo que estaba planeando hacer a las cinco de la tarde. Por primera vez ella no prestaba atención a la clase del profesor Binns.
En la clase de Historia de la magia entre Harry y Ron, mantuvo un murmullo de reproche al oído de Harry que trató difícilmente de ignorar.
-... Y si te capturan allí, aparte de que te van a expulsar, será capaz de suponer que estabas hablando con Hocicos y esta vez ella te forzará a beber el Veritaserum y vas a responder sus preguntas...
- ¿Hermione -dijo Ron con voz indignado-, vas a parar de hablar con Harry y poner atención a Binns, o voy a tener que tomar mis propios apuntes?
- ¡Toma apuntes para variar, eso no te va a matar!
En el momento que llegaron a las mazmorras, ni Harry ni Ron le hablaban a Hermione. Sin estorbos, se aprovechó de su silencio para mantener terribles advertencias en forma continuas manteniéndolas como un silbido constante que hizo que Seamus perdiera casi cinco minutos verificando si su caldero tenía algún orificio.
Snape, sin embargo, parecía haber decidido actuar con si Harry fuera invisible. Para Harry, por supuesto, esta táctica era bien conocida, como era una de las favoritas de su tío Vernon, y en general estaba muy agradecido por no tener que sufrir algo peor. En realidad, comparado con las usuales mofas de Snape y observaciones deshonrosas, encontró la nueva actitud mucho mejor y agradeciendo que lo dejara tranquilo fue capaz de trabajar más fácilmente. Al final de la clase él colocó parte de la poción en un frasco, tapándolo y la llevó hasta el escritorio de Snape para marcarlo, con el sentimiento que podría obtener por fin una "E".
Se estaba alejando cuando escuchó un ruido demoledor. Malfoy dio un alarido de felicidad. Harry giro abatido. Su muestra de la poción estaba echa pedazos en el piso y Snape la examinaba con una mirada de gozoso placer.
- Ups -dijo blandamente-. Otro cero, entonces, Potter.
Harry estaba demasiado exasperado para hablar. Caminó a zancadas hasta la parte posterior donde estaba su caldero, pensando en llenar otro frasco y forzar a Snape a aceptarlo, pero para su horror vio que el contenido había desaparecido.
- ¡Lo siento! -dijo Hermione, con sus manos sobre su boca-. Estoy realmente apenada, Harry. Pensé que habías terminado, así que...
Harry no pudo contestar. Cuando la campana sonó, él salió fuera de la mazmorra sin siquiera mirar hacia atrás, y se aseguró sentarse entre Neville y Seamus durante el almuerzo para que de ningún modo Hermione comenzara nuevamente a regañarlo por usar la oficina de Umbridge.
Estaba de tan mal humor a la hora de la clase de Adivinación que olvidó su cita con la profesora McGonagall, solo lo recordó cuando Ron le preguntó por qué no estaba en la oficina. Se lanzó a toda carrera al piso de arriba, solamente llegando unos cuantos minutos más tarde.
- Lo siento, profesora -dijo con sonidos entrecortados, cuando cerro la puerta-. Lo olvidé.
- No importa, Potter -dijo rápidamente, pero cuando habló, alguien más resopló en la esquina. Harry miró alrededor.
La profesora Umbridge estaba sentada allí, con un block de notas sobre sus rodillas, un pequeño pañuelo alrededor del cuello y una horrible sonrisa en la cara.
- Siéntese, Potter -dijo la profesora McGonagall con sequedad. Sus manos temblaban levemente cuando entremezcló varios folletos que tenía sobre su escritorio.
Harry sentía a Umbridge en la parte posterior de la sala y era mejor pretender que no escuchaba la pluma de ella escribiendo en el block de notas.
- Bien, Potter, esta reunión es para hablar de cualquier idea que tengas sobre tu carrera futura, y para ayudarte a decidir las materias con las que debes continuar durante el sexto y séptimo año -dijo la profesora McGonagall-. ¿Has pensado en lo que vas a hacer después de que salgas de Hogwarts?
- Eeeh... -dijo Harry.
Estaba encontrando el ruido de la pluma detrás de él muy distrayente.
- ¿Sí? -la profesora McGonagall impulsó a Harry.
- Bien, había imaginado, quizás, ser un Auror -barbulló Harry.
- Necesitas altas clarificaciones para eso -dijo la profesora McGonagall, sacando un pequeño folleto oscuro de abajo de su escritorio y abriéndolo-. Se requiere como mínimo cinco EXTASIS y nada bajo el grado de "Excede Expectativas", ves. Además se requiere pasar por rigurosas pruebas de carácter y de aptitud en la oficina de los Aurores. Es una carrera difícil, Potter, solo aceptan a los mejores. En realidad, creo que nadie ha entrado en los últimos tres años -En ese momento la profesora Umbridge hizo un carraspeo como tratando de dar su opinión. La profesora McGonagall la ignoró-. ¿Querrás saber qué clases debes tomar, supongo? -cuando ella volvió a hablar lo hizo un poquito más fuerte.
- Sí -dijo Harry-. ¿Defensa Contra las Artes Oscuras, supongo?
- Naturalmente -dijo la profesora McGonagall-. También te podría aconsejar... -la profesora Umbridge carraspeó otra vez, un poco más fuerte que la vez anterior. La profesora McGonagall cerró por un momento los ojos, los abrió nuevamente, y continuó como si nada hubiese sucedido-. Podría aconsejarte también Transformaciones, porque los Auror se necesitan transformar o destransformar frecuentemente en su trabajo. Y debo decirte ahora, Potter, que no acepto estudiantes que clasifiquen en mi EXTASIS a menos que hayan logrado "Excede Expectativas" o más alto que el nivel de Wizarding ordinario. En mi clase estás promediando "Aceptable" en este momento, así que necesitarás ponerte a trabajar muy duro para los exámenes para tener la posibilidad de continuar. También Encantamientos, es siempre útil y Pociones. Sí, Potter, Pociones -ella agregó con un parpadeo simple y una sonrisa-. Los venenos y sus antídotos son un estudio esencial para los Auror. Y debo decirte que el profesor Snape se rehúsa absolutamente a tomar estudiantes que solo consiguen fuera de "Pendiente" en sus TIMOs, así que... -La profesora Umbridge tosió mucho más fuerte aún-. ¿Puedo ofrecerte unas pastillas contra la tos, Dolores? -preguntó brevemente la profesora McGonagall, sin mirar a la profesora Umbridge.
- Oh, no, muchas gracias -dijo Umbridge, sonriendo tontamente, la risa que Harry tanto odiaba-. Sólo me preguntaba si te podía hacer una leve interrupción, Minerva ¿puedo?
- Creo que encontraras la manera de hacerlo -dijo la profesora McGonagall apretando los dientes.
- Me estoy preguntando si el Sr. Potter tiene suficiente temperamento para ser un Auror -dijo la profesora Umbridge dulcemente.
- ¿Dónde estábamos? -dijo la profesora McGonagall altivamente-. Bien, Potter -ella continuó, como si no hubiera existido ninguna interrupción-, si esta es tú ambición, te aconsejo que te concentres fuertemente en Transformaciones y Pociones. Veo que el profesor Flitwick te ha dado entre "aceptable" y "Excede Expectativas" para los dos últimos años, así tu legado parece satisfactorio. En cuanto a Defensa Contra las Artes Oscuras, tus notas han sido generalmente altas, el profesor Lupin en particular pensó que tú... ¿estas segura que no necesitas una pastilla para la tos, Dolores?
- Oh, no la necesito, gracias, Minerva -dijo sonriendo tontamente la profesora Umbridge, que acababa de toser muy fuerte-. Este tema me concierne más a mí que a ti, Harry no ha tenido las mejores calificaciones en Defensa Contra Las Artes Oscuras que están delante de ti. Estoy bastante segura que no has visto mi nota.
- ¿Qué, es esta cosa? -dijo la profesora McGonagall con un tono de asco, cuando tiró una hoja de pergamino rosado de la carpeta de Harry. La miró, sus cejas levemente levantadas, entonces la volvió a introducir dentro de la carpeta sin hacer ningún comentario-. Sí, como te estaba diciendo, Potter, el profesor Lupin pensó que demostrabas una aptitud pronunciada para el asunto, y obviamente para un Auror...
- ¿No entendiste mi nota, Minerva? -preguntó la profesora Umbridge con tonos muy dulces, olvidándose de toser.
- Por supuesto que la entendí -dijo la profesora McGonagall, con los dientes tan apretados que las palabras salieron un poco amortiguadas.
- Bien, entonces, me encuentro confundida... tengo miedo que no hallas comprendido bastante si tú le sigues dando falsas esperanzas al Sr. Potter...
- ¿Falsas esperanzas? -repitió la profesora McGonagall, todavía negándose a mirar a la profesora Umbridge-. Ha logrado las más altas calificaciones en las pruebas de Defensa Contra las Artes Oscuras...
- Estoy terriblemente apenada en tener que contradecirte, Minerva, pero como puedes ver en mi nota, Harry ha estado alcanzando muy pobres resultados en las clases conmigo...
- Debo entender que tiene un significado bastante evidente -dijo la profesora McGonagall, volviéndose finalmente para mirar a Umbridge directamente a los ojos-. Ha logrado las más altas calificaciones en todas las pruebas de Defensa Contra las Artes Oscuras con un profesor competente.
La sonrisa de la profesora Umbridge desapareció tan repentinamente como si hubiesen soplado una bombilla. Se reclinó en la silla, dio vuelta la hoja de su block de notas y comenzó a garabatear muy rápido, sus ojos iban de un lado a otro. La profesora McGonagall volvió a girar hacia Harry, las ventanas de su nariz flameaban, sus ojos ardían.
- ¿Alguna pregunta, Potter?
- Sí -dijo Harry-. ¿Qué clase de prueba realiza el Ministerio para medir el carácter y la aptitud, cree que es suficiente con alcanzar el EXTASIS?
- Bien, necesitaras demostrar habilidad para tener buenas reacciones frente a la presión, etc., -dijo la profesora McGonagall-, perseverancia y dedicación, porque el entrenamiento de Auror toma unos tres años adicionales, por no mencionar las muy altas practica de defensa. Quiero decir mucho más estudio aún después de haber dejado la escuela, así a menos que estés dispuesto a...
- Pienso que también descubrirás -dijo Umbridge, con voz muy fría ahora-, que el Ministerio mira los registros de los solicitantes para ver si se aplican para ser Auror. Sus registros criminales...
- A menos que estés dispuesto a tomar otra vez exámenes de nivelación después de Hogwarts, tendrías que mirar realmente a otro...
- Lo que significa que este muchacho tiene tanta oportunidad de entrar a Auror como de que Dumbledore regrese a esta escuela.
- Una oportunidad muy buena, entonces -dijo la profesora McGonagall.
- Potter tiene antecedentes criminales -dijo Umbridge en voz alta.
- Potter está libre de todos los cargos -dijo McGonagall, en voz más alta aún.
La profesora Umbridge se puso de pie. Como era tan baja, esto no representaba mucha diferencia, pero su conducta fastidiosa y boba había dado paso a una furia dura que hizo que su apariencia resultara extraña.
- ¡Potter no tiene ninguna oportunidad de convertirse en Auror!
La profesora McGonagall también se puso en pie, y en su caso, sí que fue un cambio mucho más impresionante: Ella se elevó sobre la Profesora Umbridge.
- ¡Potter -dijo a gritos- le ayudaré a convertirse en un Auror aunque sea lo último que haga! ¡Si tengo que entrenarle todas las noches, entonces me aseguraré que logra los resultados requeridos!
- ¡El Ministro de Magia nunca empleará a Harry Potter! -dijo Umbridge alzando la voz furiosa.
- ¡Precisamente puede haber un Ministro nuevo cuando Potter esté listo! -la profesora McGonagall gritó.
- ¡Aha! -gritó la profesora Umbridge, señalando con un dedo regordete a la profesora McGonagall-. ¡Sí! ¡Sí, sí, sí! ¡Por supuesto! ¿Eso es lo que usted quiere, no es eso, Minerva McGonagall? ¡Usted quiere que Cornelius Fudge sea substituido por Albus Dumbledore! Usted piensa que estará entonces en mi puesto: ¡Secretaria mayor del Ministro y Directora del colegio!
- Usted delira -le dijo la profesora McGonagall desdeñosa-. Puede irse, nuestra orientación vocacional ha terminado.
Harry meció su mochila sobre su hombro y salió corriendo del cuarto, no atreviéndose a mirar a la profesora Umbridge. Podía oírla a ella y a la profesora McGonagall que seguían gritandose cuando dobló el pasillo.
La profesora Umbridge todavía respiraba como si ella acabara de terminar una gran carrera cuando entró de una zancada en su clase de Defensa Contra las Artes Oscuras esa tarde.
- Espero que hayas cambiado de opinión acerca de lo que planeabas hacer, Harry -murmuró Hermione en el momento que habían abierto sus libros por el capítulo treinta y uno, “No-venganza y Negociación”-. Umbridge está de un humor realmente malo hoy...
De vez en cuando Umbridge dirigía una mirada ceñuda hacia Harry, quien mantenía su cabeza agachada, clavando los ojos en el libro de Teoria Mágica Defensiva, sin concentrar la mirada, pensando...
Podía imaginar la reacción de la profesora McGonagall si lo pillaban traspasando ilegalmente la oficina de la profesora Umbridge a las pocas horas después de que ella lo hubiese defendido... Nada le impediría a él si simplemente volvía a la Torre de Gryffindor y esperaba algún tiempo durante los días de fiesta del próximo verano, tendría oportunidad para preguntar a Sirius por la escena que presenció en el Pensadero... Ninguna cosa le hacía sentir tan mal como el pensar en el fin de curso y esa sensación cayó en su estómago... Pero también estaba el asunto de Fred y George, que ya habían planeado desviar la atención, sin mencionar el cuchillo que Sirius le había dado, que ahora estaba en su cartera junto con la vieja capa de invisibilidad de su padre,
pero el hecho seguia siendo ese, si lo cogian...
- ¡Dumbledore se sacrificó por ti, para que siguieras en la escuela, Harry! -susurró Hermione, levantando el libro para ocultar su rostro de Umbrigde-. Y si haces que te echen hoy, todo eso habra sido en vano.
Él podría abandonar el plan, y simplemente seguir viviendo con el recuerdo de lo que había hecho su padre un día de verano, hacia más de veinte años, y entonces recordó a Sirius, en el fuego escaleras arriba en su Sala Común “Eres menos parecido a tu padre de lo que yo pensaba... el riesgo era algo divertido para James...” ¿Pero seguia deseando ser como su padre?
- Harry, no lo hagas, por favor no lo hagas... -Hermione le decia a Harry con voz angustiosa, cuando sonó la campana al final de la clase.
Él no contestó, no sabía que iba a hacer.
Ron parecía determinado a no dar ni su opinión ni su consejo, no podía mirar a Harry, aún cuando Hermione abrió la boca para tratar un poco más de disuadir a Harry. Solo dijo en voz baja:
- ¡Dale un descanso, ¿vale? Él puede tomar sus propias decisiones.
El corazón de Harry latía muy fuerte cuando salió del salón de clases, estaba a la mitad del largo corredor cuando escuchó los inequívocos sonidos de diversión un poco apagados por la distancia, había gritos y exclamaciones que provenían de alguna parte encima de ellos. La gente alrededor de Harry que salía de clases se paraban en seco y miraban hacia el techo, temerosos. Umbrigde salió de su salón de clases tan rápido como se lo permitían sus cortas piernas, sacando su varita, y se apresuró en dirección contraria.
Era ahora o nunca.
- Harry, por favor -imploró Hermione débilmente.
Pero él había tomado una decisión, enganchando su mochila más segura en su hombro y se hechó a correr, zigzagueando entre los estudiantes que ahora se apresuraban en dirección contraria para ver que era todo ese alboroto alrededor del ala Este.
Harry alcanzó el pasillo de la oficina de Umbrigde, estaba desierto, ocultándose apresudaramente detrás de una armadura que crujió al voltear a mirarlo, abrió de un tirón su mochila, tomó el cuchillo que Sirius le había regalado y la capa de invisibilidad, y se arrastró lenta y cuidadosamente detras de la armadura y a lo largo del corredor, hasta que alcanzó la puerta de Umbrigde.
Insertó la hoja del cuchillo mágico, en la grieta al rededor de la puerta, y la movió suavemente hacia arriba y hacia abajo, después la retiró, hubo un leve click y la puerta se abrió, se zambulló dentro de la oficina y cerró la puerta rápidamente detras de él y miró alrededor, nada se movía, exepto los horribles gatitos que seguían divirtiendose en las repisas sobre las escobas confiscadas.
Harry se quitó la capa y caminó a grandes pasos hacia la chimenea, encontró lo que buscaba en pocos segundos, una caja pequeña que contenía brillantes Polvos Floo, se agachó delante de la rejilla vacía, y sacudió las manos, nunca lo había hecho antes, aunque pensó que sabía como funcionaba, pegando su cabeza a la chimenea, tomó un puñado de polvos y lo arrojó dentro de la chimenea, vio que estallaron inmediatamente grandes llamas verde esmeralda.
- Número doce de Grimmlaud Place -dijo Harry en voz alta y clara.
Fue una de las sensaciones más curiosas que experimentó en toda su vida. Él había viajado por polvo Floo antes, por supuesto, pero entonces había sido su cuerpo entero que había dado vueltas y alrededor de las llamas a través de la red de chimeneas de la comunidad mágica del país. Esta vez, sus rodillas permanecieron firmes en el piso de la oficina de Umbridge, y sólo su cabeza fue lanzada a través del fuego esmeralda…
Y entonces, abruptamente, como había comenzado, el movimiento detuvo. Estaba mareado y se sentía como si tuviera pegado un silenciador caliente alrededor de su cabeza, Harry abrió sus ojos para encontrarse con que él miraba hacia arriba por la chimenea de la cocina en la mesa larga, de madera, donde un hombre estaba sentado absorto en leer un pergamino.
- ¿Sirius?
El hombre saltó y miró alrededor. No era Sirius, era Lupin.
- ¡Harry! –dijo mirandolo horrorizado-. ¿Qué pasa... qué ha ocurrido, está todo bien?
- Todo bien, sí -dijo Harry-. Solo que me preguntaba... digo, si podría tener una charla con Sirius.
- Le llamaré -dijo Lupin puesto en pie, todavía mirandolo asustado-, fue arriba a buscar a Kreacher, cree que se esconde en el ático otra vez...
Y Harry vio a Lupin salir corriendo de la cocina. Ahora no veía nada sino la silla y las patas de la mesa. Sirius nunca había mencionado lo incómodo que era el hablar a través del fuego; sus rodillas ya se quejaban dolorosamente por su contacto prolongado con suelo duro de piedra de Umbridge.
Lupin regresó con Sirius un momento más tarde.
-¿Qué es eso? -dijo Sirius urgentemente, barriendo su pelo bastante moreno fuera de sus ojos y agachándose hasta el suelo delante del fuego, a fin de que él y Harry estaban en un nivel. Lupin se arrodilló abajo también, mirándolo muy preocupado-. ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?
- No -dijo Harry-, no es nada... Solo quería hablar... acerca... de mi padre.
Intercambiaron una mirada de sorpresa, pero Harry no tenía tiempo de sentirse torpe o avergonzado; sus rodillas le estaban doliendo cada vez mas y calculó que habrían pasado cinco minutos ya.
George sólo le había garantizado veinte. Por consiguiente se zambulló inmediatamente en la historia de lo que había visto él en el Pensadero. Cuando terminó, ni Sirius ni Lupin hablaron durante un momento. Entonces Lupin dijo en voz baja:
- No me gustaría que juzgases a tu padre por lo que viste allí, Harry. Solo tenía quince...
- Yo tengo quince años -dijo Harry acaloradamente.
- ¿Lo ves, Harry? -dijo Sirius-. James y Snape se odiaron mutuamente en el momento en que se vieron, ¿puedes entenderlo? Pienso que James era todo lo que Snape quiso ser: él era popular, él era bueno en Quidditch, bueno en todo. Y Snape era precisamente un bicho raro, pequeño, que siempre tenía entre manos cosas de las Artes Oscuras, y James -no importa que te haya parecido en ese recuerdo- siempre odió las Artes Oscuras.
- Bravo -dijo Harry-, pero él atacó Snape sin ninguna buena razón, solo porque... pues bien, porque tú le dijiste que estabas aburrido –dijo y había un leve tono de reproche en su voz.
- No me enorgullezco de eso -dijo Sirius rápidamente.
Lupin miró de lado a Sirius, entonces dijo:
- Mira, Harry, tienes que comprender que tu padre y Sirius eran en la escuela los mejores en lo que quiera que hacían... si a veces tenían demasiado entusiasmo... todo el mundo sabía que eran un poco...
- Quiere decir que eramos algunas veces muy arrogantes -dijo Sirius.
Lupin sonrió.
- Siempre estaba despeinándose -dijo Harry con una voz dolorida.
Sirius y Lupin se rieron.
- Me había olvidado que él solía hacer eso -dijo Sirius cariñosamente.
- ¿Estaba jugando con la Snitch? -dijo Lupin ansiosamente.
- Sí -dijo Harry, un poco perplejo de cómo Sirius y Lupin lo recordaban-. Bueno... pensé que él era un poco un idiota.
- ¡Por supuesto que era un poco de un idiota -dijo Sirius sonriendo- éramos todos idiotas! Bien no tanto Lunático... -dijo mirando a Lupin.
Pero Lupin negó con la cabeza.
- ¿Alguna vez te dije que dejaras a Snape? –dijo-. ¿Tuve alguna vez las agallas de decirte que lo que hacías no estaba bien?
- Bravo, pues bien -dijo Sirius-, tú nos hacías que nos diera vergüenza de nosotros mismos algunas veces... eso es algo...
- ¡Y... -dijo Harry tenazmente, determinado a decir todo lo que estaba en su mente ahora que estaba aquí-, él miraba a las chicas del el lago, esperando que lo mirasen!
- Oh, vale, él siempre hacía el tonto cuando quiera que Lily pasaba por ahí -dijo Sirius, encogiéndose-, él no se podía detener a sí mismo, siempre pavoneándose cuando estaba ella cerca.
- ¿Por qué ella se casó con él? -preguntó Harry miserablemente-. ¡Ella le odiaba!
- Nah, ella no lo odiaba -dijo Sirius.
- Empezó a salir con él en el séptimo año -dijo Lupin.
- Una vez que James hubo agachado su cabeza un poco -dijo Sirius.
- Y paró de meterse con la gente para divertirse -dijo Lupin.
- ¿Incluso Snape? -dijo Harry.
- Bien -dijo Lupin lentamente-, Snape era un caso especial. Quiero decir que nunca perdió una oportunidad para maldecir a James así es que realmente no puedes esperar que James aceptara sin rechistar eso, ¿podrías?
- ¿Y mi madre admitía eso?
- Ella no supo más de la cuenta acerca de eso, a decir verdad -dijo Sirius-, creo que James no atacó a Snape por esas fechas cuando salía con ella.
Sirius miró ceñudamente a Harry, quien todavía se veía poco convencido.
- Mira -dijo-, tú padre fue el mejor amigo que alguna vez tuve y él era una buena persona. Un gran número de personas hacen el idiota de adolescentes, él lo superó.
- Sí, vale -dijo Harry-. Solo que nunca pensé que sentiría lástima por Snape.
- Ahora que lo mencionas -dijo Lupin, con una arruga débil entre sus cejas-, ¿cómo reaccionó Snape cuando te encontró viendo todo esto?
- Me dijo que nunca me enseñaría Occlumancia otra vez -dijo Harry indiferentemente, como si eso fuera una gran decepción.
- ¿Él QUÉ? -gritó Sirius causando a Harry un sobresalto que le hizo aspirar una bocanada de cenizas.
- ¿Estás hablando en serio Harry? -dijo Lupin rápidamente-. ¿Ha dejado de darte las lecciones?
- Sí -dijo Harry asombrado por lo que consideró una reacción exagerada-. Pero está bien, no me importa, incluso es un alivio no decirle lo...
- ¡Voy para allá a decirle cuatro palabras a Snape! -dijo Sirius y realmente intentó ponerse de pie, pero Lupin le empujó hacia atrás de nuevo.
- ¡Si alguien va a decir a Snape eso seré yo! -dijo firmemente-. Pero Harry, ante todo, debes volver con Snape y decirle que él no es quien para detener las lecciones... cuando Dumbledore se entere...
- ¡No le puedo contar todo eso, me mataría! -dijo Harry, indignado-. Tú no lo viste cuándo salimos del Pensadero.
- ¡Harry no hay nada para ti tan importante como que aprendas bien Occlumancia! -dijo Lupin severamente-. ¿Me entiendes? ¡Ninguna cosa!
- Vale vale... -dijo Harry decepcionado y algo molesto-. Lo haré... lo intentará, le diré algo... Excepto que no será...
Guardó silencio. Podra oír pasos distantes.
- ¿Está ese Kreacher bajando escaleras?
- No -dijo Sirius, recorriendo la mirada detrás de él-. Debe ser alguien allí...
El corazón de Harry se saltó varias pulsaciones.
- ¡Me tengo que ir! -él dijo precipitadamente y tiró de su cabeza atrás por el fuego de Grimmauld Place. Por un momento su cabeza pareció retorcerse sobre sus hombros, y entonces se encontró arrodillado ante el fuego de Umbridge viendo las llamas esmeraldas titilar y extinguirse.
- ¡Rápido, rápido...! -oyó una voz jadeante mascullar fuera junto a la puerta de la oficina-. Ah al fin lo ha hecho...
Harry buscó la capa de invisibilidad y justamente cuando había logrado cubrirse con ella Filch irrumpió en la oficina. Se le veía muy contento acerca de algo y hablaba a solas febrilmente cuando atravesó el cuarto, abrió un cajón en el escritorio de Umbridge y empezó a rebuscar entre los papeles dentro de él.
- La aprobación para azotar... La aprobación para azotar... Lo puedo hacer por fin... Lo he estado pidiendo todos estos años...
Sacó un pedazo de pergamino, lo besó y se volvió hacia la puerta, apretándolo firmemente contra su pecho.
Harry se puso en pie y, asegurándose que llevaba su bolsa y que la capa de invisibilidad le cubría completamente, giró hacia la puerta y salió corriendo de la oficina después de Filch, quien cojeaba adelante más rápido que lo que Harry alguna vez le había visto correr.
Una vez que se había alejado de la oficina de Umbridge, Harry pensó que estaba a salvo para hacerse visible otra vez. Se quitó de un golpe la capa, la guardó en su bolsa y se apresuró hacia adelante. Había un gran griterío y movimiento en el Vestíbulo. Bajó corriendo por la escalera de mármol y encontró que la mayor parte de la escuela estaba allí.
Era algo así como la noche que Trelawney había sido despedida. Los estudiantes estaban de pie alrededor de los muros en un anillo grande (alguno de ellos, advirtió Harry, estaba cubierto de una substancia parecida a Stinksap); Maestros y fantasmas estaban también con la gente. Destacando entre los espectadores estaban miembros del Escuadrón Inquisitorial, a quienes se les veía excepcionalmente contento con ellos mismos, y todos, miraban fijamente hacia abajo en donde Fred y George estaban en pie en medio del piso, con la mirada inconfundible de dos personas que acaban de ser atrapadas...
- ¡Ajá…! -dijo Umbridge triunfalmente. Harry comprendió que ella estaba parada solamente algunas escaleras delante de él y un poco por encima de sus presas-. ¿Así que pensais que es divertido convertir un pasillo de la escuela en un pantano?
- Bastante divertido, sí -dijo Fred contemplándola sin el signo más leve de miedo.
Filch se agitó al lado de Umbridge, casi llorando con felicidad.
- Tengo la manera, directora -dijo él roncamente ondeando el pedazo de pergamino que Harry le había visto tomar de su escritorio-. He obtenido la autorización y tengo los látigos esperando... Oh, déjeme hacerlo ahora...
- Muy bien, Argus -dijo ella-. Ustedes dos -ella siguió, contemplando abajo a Fred y George-, están a punto de aprender lo que les sucede a los malhechores en mi escuela.
- ¿Usted sabe qué? -dijo Fred-. No creo que lo hagamos -se volvió hacia su gemelo-. George -dijo Fred-, pienso que se nos ha quedado pequeña la educación a jornada completa.
- Sí, pienso lo mismo –dijo George animado.
- ¿Crées que es tiempo de probar nuestros talentos en el mundo real? –preguntó Fred.
- Definitivamente -dijo George.
Y antes de que Umbridge pudiera decir una sola palabra, levantaron sus varitas y dijeron conjuntamente:
- ¡Accio escobas!
Harry oyó un choque estruendoso en alguna parte a lo lejos. Mirando hacia su izquierda, se agachó rápidamente justo a tiempo. Las escobas de Fred y George, se habían arrancado de la pesada cadena y la clavija de hierro con la cual Umbridge se los había sujetado en el muro, y se lanzaban a lo largo del corredor hacia sus dueños. Dieron vuelta a la izquierda, se movieron a gran velocidad bajando las escaleras y se detuvieron delante de los gemelos, con la cadena traqueteando ruidosamente en el piso enlosado de piedra.
- No nos veremos -dijo Fred a la profesora Umbridge, meciendo su pierna sobre su palo de escoba.
- Sí, no se moleste por mantenerse en contacto -dijo George, montando en la suya.
Fred miró alrededor a los estudiantes en el gentío silencioso, vigilante.
- Quien quiera comprar un eficaz Pantano Portátil, como hemos demostrado con el del piso superior, que venga al noventa y tres del Callejón Diagon, “Bromas mágicas Weasley” -dijo en voz alta-. ¡Nuestros nuevos locales!
- Habrá un descuento especial para los estudiantes de Hogwarts que juren que van a usar nuestros productos para deshacerse de ese viejo murciélago -añadió George, señalando a la Profesora Umbridge.
- ¡DETÉNGANLOS! -gritó Umbridge, pero ya era demasiado tarde. Cuando el Escuadrón Inquisitorial se acercó, Fred y George despegaron del suelo, y salieron disparados a cinco metros en el aire, con la clavija de hierro meciéndose peligrosamente debajo. Fred miró a través del vestíbulo al Poltergueist oscilando arriba y abajo sobre la gente.
- Despídete de nosotros, Peeves.
Y Peeves, a quién Harry nunca había visto acatar una orden de un estudiante antes, hizo un barrido con el sombrero acampanado de su cabeza en un saludo cuando Fred y George dieron media vuelta ante el aplauso tumultuoso de los estudiantes de abajo y aceleraron saliendo por las puertas principales abiertas en una gloriosa puesta de sol.

 

CAPÍTULO XXX

GRAWP

La historia del vuelo de Fred y George a la libertad fue repetida tan a menudo durante los días siguientes, que Harry podía decir que pronto se convertirían en una leyenda de Hogwarts; en una semana, incluso aquellos que habían sido testigos oculares estaban medio convencidos de haber visto a los gemelos zambullirse contra Umbridge en sus escobas y golpearla con bombas fétidas antes de volar fuera de las puertas. Como consecuencia inmediata de su partida hubo una gran ola de conversaciones sobre como imitarlos. Harry frecuentemente oía a los estudiantes decir cosas agradables, “honestamente algunos días me siento con ganas de saltar en mi escoba y dejar este lugar”, o también, “otra lección como esta y podría ser simplemente un Weasley”. 
Fred y George se habían asegurado que probablemente nadie pudiera olvidarlos en mucho tiempo. En primer lugar, no habían dejado instrucciones de cómo quitar el pantano que ahora llenaba el corredor en el quinto piso del ala oriental. Umbridge y Filch habían sido observados probando diferentes formas de quitarlo pero sin éxito. Eventualmente el área fue acordonada y Filch, rechinando sus dientes furiosamente, se dio a la tarea de dar un puntapié a los estudiantes que pasaban por ahí cuando se dirigían a sus aulas. Harry estaba convencido que maestros como McGonagall o Flitwick podrían quitar el pantano en un momento pero, así como en el caso de los Fuegos Artificiales Salvajes de Fred y George, ellos preferían observar a Umbridge pasar apuros.
Había dos grandes agujeros con forma de escoba en la puerta de la oficina de Umbridge, a través de los cuales las barredoras de Fred y George habían salido para reunirse con sus amos. Filch empotró una nueva puerta y llevó la Saeta de Fuego de Harry a las mazmorras, donde se rumoreaba que Umbridge había puesto un troll de seguridad armado para cuidarla. Sin embargo, sus problemas estaban lejos de terminar.
Inspirados por el ejemplo de Fred y George, ahora un gran número de estudiantes competían para conseguir las posiciones recientemente vacantes de Alborotador-en-Jefe. A pesar de la nueva puerta, alguien logró introducir un Niffler de hocico peludo en la oficina de Umbridge, que rápidamente hizo trizas el lugar en su búsqueda de objetos brillantes y saltó hacia Umbridge cuando ésta entró, intentando roer sus anillos para sacarlos de sus dedos regordetes. Bombas de Estiércol y Pelotillas de Hedor se dejaron caer con tanta frecuencia en los corredores, que se puso de moda entre los estudiantes realizar Encantos de Burbuja-Cabeza sobre ellos mismos antes de dejar las clases, lo que les aseguraba un suministro de aire fresco aunque les diera la peculiar apariencia de llevar un pez dorado invertido nadando en sus cabezas.
Filch rondaba los corredores con una fusta lista en sus manos, desesperado por agarrar a los sinvergüenzas, pero el problema era que ahora había tantos que nunca sabía hacia donde girar. El Escuadrón Inquisitorial estaba intentando ayudarlo, pero a sus miembros les sucedía cosas extrañas.
Warrington, del equipo de Quidditch de Slytherin, se reportó al ala del hospital aquejado de un horrible brote de granos en su piel, que le hacía parecer como si estuviera cubierto con hojuelas de maíz; Pansy Parkinson, para deleite de Hermione, perdió todas sus lecciones del día siguiente pues le habían crecido cornamentas. 
Entretanto, no se clarificó cuántas cajas de Bocaditos para Hacer Novillos habían logrado vender Fred y George antes de dejar Hogwarts. Umbridge sólo tenía que entrar en su aula para que los estudiantes allí reunidos se desmayaran, vomitaran, desarrollaran fiebres peligrosas o sangraran por ambos orificios nasales. Chillando con rabia y frustración, intentó rastrear las fuentes de los misteriosos síntomas, pero los estudiantes repetían obstinadamente que ellos estaban padeciendo “Umbridge–itis”. Después de poner cuatro clases sucesivas en detención sin poder descubrir su secreto, se vio obligada a rendirse y permitir a los estudiantes dejar sus clases en manadas pues sangraban, se desmayaban, sudaban y vomitaban. 
Pero ni siquiera los usuarios de las explosivas cajas podían competir con el amo del caos: Peeves, quién parecía haber tomado las palabras de Fred al partir, profundamente en su corazón. Cacareando locamente, volaba a través de la escuela, volteando las mesas, saliendo precipitadamente de los pizarrones, volcando estatuas y jarrones; dos veces encerró a la señora Norris dentro de una armadura de la que fue rescatada, aullando ruidosamente, por un furioso conserje. Peeves quebraba las lámparas y soplaba las velas, hacia malabares con las antorchas ardientes encima de las cabezas de estudiantes chillones, causando que montones de pergaminos pulcramente apilados fueron arrojados al fuego o a través de las ventanas; inundó el segundo piso cuando abrió todos los grifos de los baños, dejó caer una bolsa de tarántulas en el medio del Gran Comedor durante el desayuno y, siempre que pensaba en un descanso, perdía el tiempo flotando acostado detrás de Umbridge y tirando frambuesas cada vez ella hablaba.
Nadie del personal excepto Filch parecía preocupado en ayudarla. De hecho, una semana después de la salida de Fred y George, Harry observó a la profesora McGonagall caminar directo hacia Peeves, que resueltamente aflojaba una araña de luces de cristal, y podría haber jurado que oyó a la profesora explicarle al fantasma, por la comisura de sus labios: “se destornilla para el otro lado”.
Con respecto al tema de las bromas, Montague no estaba recuperado todavía de su estancia en el retrete; permanecía desconcertado y sus padres fueron vistos la mañana del martes caminando delante de él, sumamente enfadados.
- ¿Deberíamos decir algo? -preguntó Hermione con voz angustiada y apretando su mejilla contra la ventana de Encantamientos desde donde veía al Señor y la Señora Montague caminando-. ¿Sobre lo que le pasó? ¿En caso de que eso ayude a que la Señora Pomfrey lo cure? 
- Por supuesto que no, él se recuperará -contestó Ron, indiferente.
- Entre tanto, más preocupación para Umbridge, ¿no es cierto? -señaló Harry con voz satisfecha. 
Él y Ron golpearon con sus varitas las tazas de té que se suponía estaban encantando. Harry había logrado cuatro piernas muy cortas que no podrían alcanzar el escritorio y no paraban de retorcerse inútilmente en el aire. Ron hizo crecer cuatro piernas muy delgadas que alzaron la taza fuera del escritorio con gran dificultad, temblaron por unos segundos, y se doblaron, lo que causó que la taza se partiera en dos.
- Reparo -dijo Hermione, remendando rápidamente la taza de Ron con un movimiento de su varita-. Eso está muy bien, pero ¿qué pasa si Montague se ha dañado permanentemente?
- ¿Quién se preocupa? -preguntó Ron enojado, mientras su taza de té se ponía de pie nuevamente, temblándole violentamente las rodillas-. Montague no debería haber intentado tomar todos esos puntos de Gryffindor, ¿verdad? ¡Si quieres preocuparte por alguien, Hermione, preocúpate por mí!
- ¿Por ti? –interrogó, agarrando su taza de té cuando corría rápida y alegre lejos del escritorio con sus cuatro pequeñas y fornidas piernas, que parecían sauces, y volviéndola a poner delante de ella-. ¿Por qué debo preocuparme yo por ti? 
- Cuando la próxima carta de Umbridge llegue a mamá tendré que ocultarme -comentó Ron amargamente, mientras sostenía su taza que con sus piernas frágiles intentaba apoyar su peso débilmente-. Voy a estar en un gran problema, no me sorprendería si me envían otro Vociferador.
- Pero...
- Fue mi error que Fred y George escaparan -agregó Ron sombrío-. Ella dirá que los debía haber detenido, que debía haber agarrado los extremos de sus escobas y haberlos aguantado o algo así... sí, será todo mi culpa.
- ¡Bien, si ella lo dice será muy injusto, no podías hacer nada! Pero sé efectivamente que no lo hará, quiero decir, si es verdad que han adquirido un local en el Callejón Diagon, deben haber estado planeando esto por años.
- Sí, pero eso es otra cosa, ¿cómo consiguieron el dinero? -preguntó Ron y le pegó a su taza de té tan fuerte con su varita que sus piernas se derrumbaron de nuevo y se quedó tirada delante de él-. ¿Es un montón de dinero, no es así? Necesitarán montones de Galeones para permitirse el lujo de alquilar un lugar en el Callejón Diagon. Mi madre querrá saber qué han hecho, para obtener esa cantidad de oro.
- Bien, sí, también se me había ocurrido -declaró Hermione, permitiendo a su taza de té trotar prolijamente alrededor de la de Harry, cuyas cortas piernas todavía eran incapaces de alzarse del escritorio-. He estado preguntándome si Mundungus no los ha persuadido de vender género robado o algo igual de horrible.
- Él no lo hizo -afirmó Harry, lacónicamente. 
- ¿Cómo lo sabes? -preguntaron Ron y Hermione a un tiempo.
- Porque... -Harry dudó, pero el momento de confesar finalmente había llegado. No había ninguna razón para seguir callado si eso significaba que cualquiera sospechara que Fred y George eran delincuentes-. Porque consiguieron el oro de mí. Les di mi premio del Torneo de los Tres Magos el pasado mes de Junio.
Hubo un sobresaltado silencio; entonces la taza de té de Hermione trotó directo hacia el borde del escritorio y se quebró contra el suelo. 
- ¡Oh, Harry, no lo hiciste! –murmuró ella.
- Sí, lo hice -insistió Harry, amotinado-. Y no lo siento. No necesito ese oro y ellos podrán conseguir su tienda de bromas.
- ¡Pero esto es excelente! -exclamó Ron, luciendo emocionado-. ¡Es tú culpa, Harry! ¡Mamá no puede culparme a mí en absoluto! ¿Puedo contarle? 
- Sí, supongo que será mejor -aceptó Harry, apagado-. Especialmente si ella piensa que están vendiendo calderos robados o algo así. 
Hermione no dijo nada en absoluto por el resto de la clase, pero Harry tenía la sutil sospecha que su moderación estaba limitado a romperse más tarde. Efectivamente, una vez que hubieron abandonado para el descanso, y estaban por los alrededores bajo el brillo de la débil luz de Mayo, ella miró a Harry con los ojos como cuentas y abrió su boca con aire determinado. 
Harry la interrumpió incluso antes de que hubiera empezado. 
- No me fastidies, ya está hecho -dijo firmemente-. Fred y George tienen el oro. Gastaron una buena cantidad de este y no puedo pedirles que me lo devuelvan y tampoco quiero hacerlo Así que ahorra tu aliento, Hermione.
- ¡No iba a decir nada sobre Fred y George! -exclamó ella con voz dolida. 
Ron resopló como sin creerlo y Hermione le lanzó una mirada asesina. 
- ¡No, no lo iba a hacer! –repitió molesta-. De hecho, iba a preguntarle a Harry cuando va a ir con Snape a pedirle más lecciones de Occlumancia.
El corazón de Harry se hundió. Una vez habían agotado el tema de Fred y George y su salida dramática, lo que había tomado muchas horas, Ron y Hermione habían querido oír noticias de Sirius. Como Harry no les había dicho la razón por la que había querido hablar con Sirius en primer lugar, había sido difícil pensar en qué contarles; había terminado diciendo, apegado a la verdad, que Sirius quería que Harry reasumiera las lecciones de Occlumancia. Lo había estado lamentando desde entonces; Hermione no permitía que el tema se agotase y seguía regresando a él cuando Harry menos lo esperaba.
- No puedes decirme que has dejado de tener sueños locos -comentó Hermione-, porque Ron me dijo que anoche estabas murmurando en sueños otra vez. 
Harry le lanzó una furiosa mirada a Ron. Este tuvo la elegancia de parecer avergonzado.
- Estabas murmurando “sólo un poco” -masculló a modo de disculpa-. Algo sobre "sólo un poco más allá".
- Soñé que estaba mirando el entrenamiento de Quidditch -Harry mintió brutalmente-. Estaba tratando de conseguir que te estiraras un poco más lejos para agarrar la Quaffle. 
Las orejas de Ron se pusieron rojas. Harry sintió un cierto de placer reivindicativo; anoche no estaba, por supuesto, soñando con el entrenamiento. Había estado nuevamente en el largo corredor de la Sección del Ministerio.
Había atravesado el cuarto redondo, el cuarto lleno de botones pulsantes y luces bailantes, hasta que se encontró de nuevo dentro de ese cuarto cavernoso lleno de estantes en que se acomodaban esferas de vidrio polvorientas.
Se había dirigido derecho hacia el pasillo número noventa y siete, había dado vuelta a la izquierda y corría a lo largo de él... probablemente fue cuando había estado hablado en voz alta... sólo un poco más allá... porque sentía que su yo consciente se esforzaba por despertarse... y antes de que hubiera alcanzado el extremo del pasillo, se había encontrado de nuevo en la cama mirando fijamente las cortinas de su dosel.
- Estás intentando bloquear tu mente, ¿verdad? -dijo Hermione mirándolo desconcertada-. ¿Estás continuando con tu Occlumancia?
- Por supuesto que sí -contestó Harry, intentando lucir como si esta pregunta lo insultara, pero evitando encontrar su mirada. La verdad era que estaba tan intensamente curioso acerca de lo que estaba oculto en ese cuarto lleno de esferas polvorientas, que estaba muy a favor de continuar sus sueños.
El problema era que a sólo un mes de los exámenes y con cada momento libre consagrado al estudio, su mente parecía saturada de información, y cuando se acostaba, encontraba muy difícil conseguir dormir algo; cuando lo hacía, su cerebro demasiado cansado le presentaba la mayoría de las noches sueños tontos sobre los exámenes. También sospechaba de esa parte de su mente, la parte que a menudo habló en la voz de Hermione, ahora se sentía culpable de las veces que se desvió hacia ese corredor que acababa en la puerta negra, y buscó despertarse antes que pudiera alcanzar el extremo del pasillo.
- Sabes -comentó Ron cuyas orejas todavía estaban ardiendo enrojecidas-, si Montague no se recupera antes del juego Slytherin contra Hufflepuff, podríamos tener una oportunidad de ganar la copa.
- Sí, lo sé... ruega que así sea -replicó Harry, contento por el cambio de tema. 
- Quiero decir, hemos ganado uno y perdido uno. Si Slytherin pierde ante Hufflepuff el próximo sábado...
- Sí, es cierto –dijo Harry, que asintió sin saber en lo que estaba de acuerdo. Cho Chang estaba atravesando el patio decidida a no mirarlo. 

***

El partido final de la competencia de Quidditch, Gryffindor contra Ravenclaw, debía tener lugar el último fin de semana de mayo. Aunque Slytherin había sido derrotado estrechamente por Hufflepuff en su último partido, Gryffindor no se atrevía a esperar la victoria, debido principalmente (aunque por supuesto nadie se lo dijo) al record abismal del Guardián. Ron, sin embargo, parecía haber encontrado un nuevo optimismo.
- No puedo hacer todo mal, ¿verdad? -les dijo enojado a Harry y a Hermione mientras desayunaban la mañana del partido. 
- Sabes -comentó Hermione, cuando ella y Harry caminaron un poco después abajo al campo en medio de una muchedumbre muy excitaba-, yo pienso que Ron está mejor sin Fred y George alrededor. Ellos nunca le dieron exactamente mucha confianza.
Luna Lovegood les dio alcance con lo que parecía ser un águila viva emperchada encima de su cabeza. 
- ¡Oh, (con pena), yo me olvidé! -dijo Hermione mirando y señalando el águila que batía sus alas cuando Luna caminó serenamente más allá de un grupo de cacareadores de Slytherin.
Harry, quién no se había olvidado de esto, meramente gruñó. 
Ellos encontraron asientos en la parte más alta de las gradas. Era un día claro; Ron no podría desear algo mejor, y Harry se encontró deseando en contra de su esperanza que Ron no diera a los de Slytherin motivos para los coros conmovedores de Weasley es nuestro Rey.
Lee Jordan que había estado muy desanimado desde que Fred y George habían salido, era como de costumbre el comentarista. Cuando los equipos subieron hacia arriba del campo de juego; él nombró a los jugadores con algo menos de su ánimo usual.
-... Bradley... Davies... Chang -dijo, y Harry sentía que su estómago realizaba, algunos capirotazos en la parte de atrás, ytTuvo una sacudida débil cuando Cho caminó adelante en el campo de Juego, su pelo negro brillante ondeando en la brisa ligera. Él no estaba seguro sobre lo que quería que sucediera, sólo que él no podía resistir más. Incluso cuando la vio a ella charlando animadamente con Roger Davies mientras se preparaban para montar sus escobas sólo le causó una punzada ligera de celos.
- ¡Y ellos están fuera! -dijo Lee-. ¡Y Davies toma la Quaffle inmediatamente, Davies el Capitán de Ravenclaw con la Quaffle, él elude a Johnson, elude a Bell, elude a Spinnet también... va derecho hacia la meta! Va a disparar... y... y... -Lee insultó muy ruidosamente-. Y él anota.
Harry y Hermione gimieron con el resto de Gryffindor. Como se preevenía, en forma horrible, el grupo de Slytherin en el otro lado de las gradas empezó a cantar: 

Weasley no puede salvar nada
Él no puede bloquear un solo aro

- Harry -dijo una voz ronca en la oreja de Harry-. Hermione...
Harry miró alrededor y vio la enorme y pegajosa cara barbuda de Hagrid entre los asientos. 
Al parecer, él había a su manera apretado desde el principio la fila de detrás , para pasar el primero, y para pasar a los alumnos de segundo año sólo había tenido que darles una mirada allanada. Por alguna razón, Hagrid estaba encorvado como si estuviera ansioso por no ser visto, aunque él era por lo menos cuatro pies más alto que todos los demás. 
- Escucha -él susurró-, ¿pueden venir... eh... conmigo? ¿Ahora? ¿Mientras los demás están viendo el partido?
- Er... ¿no puede esperar, Hagrid? -le preguntó Harry-. ¿Hasta que haya terminado el partido?
- No -dijo Hagrid-. No, Harry, es necesario que sea ahora... mientras todos están mirando, de otro modo... ¿por favor?
La nariz de Hagrid estaba goteando sangre suavemente. Sus ojos estaban teñidos de negro. Harry no lo había visto desde su retorno a la escuela; lo miró absolutamente con pena. 
- Por supuesto -dijo Harry en seguida-. Nosotros tomaremos el camino.
Él y Hermione se fueron atrás a lo largo de su fila de asientos y causando muchos refunfuños entre los estudiantes que tenían que moverse a su paso. Las personas de la fila de Hagrid no se estaban quejando. Él intentaba hacerse tan pequeño como fuera posible. 
- Yo... ehh... aprecio esto, ustedes dos, yo realmente lo hago -dijo Hagrid cuando ellos alcanzaron los escalones. Él siguió echando una mirada nerviosa alrededor cuando descendieron hacia abajo del césped-. Yo solo espero que no note nuestra partida.
- ¿Quieres decir Umbridge? -dijo Harry-. Ella no puede, ella tiene el Escuadrón Inquisitorial entera sentada con ella, ¿no viste? Debe estar esperando problemas en el partido.
- Sí, bien, o un poco de preocupación, si alguien resulta herido -dijo Hagrid e hizo una pausa para asomarse alrededor del borde de las gradas para asegurarse que no había nadie en el camino de césped entre donde estaban y su cabaña-, tenemos tiempo.
- ¿Qué es, Hagrid? -dijo Hermione y lo buscó con una expresión interesada encendida en su cara cuando ellos se apuraron por el césped hacia el borde del Bosque. 
- Eehh... lo eeh... verán en un momen... -dijo Hagrid y examinó sobre su hombro cuando un gran bramido subió desde las gradas detrás de ellos-. Eh... ¿alguien hizo justo una anotación?
- Será Ravenclaw -dijo Harry pesadamente. 
- Bien... bien... -dijo Hagrid distraídamente-. Está bien...
Ellos tenían que trotar para mantenerse a su ritmo, él andaba por el césped y hechaba una mirada alrededor con cada nuevo paso. Cuando ellos llegaron a su cabaña, Hermione fue automáticamente hacia la puerta delantera. Hagrid, sin embargo, la rodeó pasando directamente a la sombra de los árboles en el borde del Bosque, donde recogió una ballesta que estaba apoyada contra un árbol. 
Cuando él comprendió que ellos no estaban cerca suyo, se volvió. 
- Nosotros estamos yendo aquí -dijo y se dio unos tirones en el pelo, por la parte de atrás.
- ¿En el Bosque? -dijo Hermione, perpleja.
- Sí -dijo Hagrid-. ¡Vamos ahora, rápido, antes de que seamos descubiertos!
Harry y Hermione se miraban, entonces se agacharon bajo la cubierta de los árboles detrás de Hagrid que ya estaba andando lejos de ellos en la verde oscuridad con su ballesta encima del brazo. Harry y Hermione corrieron para alcanzarlo. 
- Hagrid, ¿por qué te armas? -dijo Harry. 
- Solo una precaución -dijo Hagrid y encogió sus macizos hombros. 
- El día que nos mostraste el Thestrals, no trajiste a tu ballesta -dijo Hermione tímidamente.
- Nah, bien, nosotros entonces no estábamos yendo hacia donde ahora vamos -dijo Hagrid-. An..., sin embargo, Firenze no estaba a la izquierda del bosque, ¿no es así?
- ¿Por qué el abandono de Firenze hace una diferencia? -preguntó curiosamente Hermione. 
- La causa de que los otros centauros están... em... bueno irritados conmigo, es porque -dijo Hagrid calladamente, mirando alrededor-. Sé que Ellos usan los conocimientos... pero nosotros seguiremos, todo está bien –aguardó-... el emselves a... el emselves, los bu-- siempre se volvieron por si yo deseaba una palabra. No más -Él suspiró profundamente. 
- Firenze dijo que ellos están enfadados porque él fue a trabajar para Dumbledore -dijo Harry y tropezó en una raíz sobresaliente porque él estaba ocupado vigilando el rostro de Hagrid. 
- Sí -dijo Hagrid pesadamente-. Bien, no están enfadados, lo parecen. (Rojo lívido). Si yo les cuen... -caminaron más adentro-, yo cuento la de puntapiés que le han dado a Firenze term... muerto...
- ¿Ellos lo atacaron? -dijo Hermione asustada. 
- Sip -dijo Hagrid ásperamente y forzó su marcha a través de varias ramas que colgaban bajo-. Él llevaba puesto la mitad de la manada en él.
- ¿Y los detuviste? -dijo Harry, asombrado e impresionado-. ¿Lo hiciste?
- Por supuesto que lo hice, no podría estar de pie por an- mirando... lo em matan... el im, ¿podía yo? -dijo Hagrid-. Es una fortuna que yo estuviera pasando, realmente... an- han pensado que los poderes de Firenze le avisaron que... antes de que él empezara despedirse... ¡yo le dije al tonto! -él agregó calurosa e inesperadamente. 
Harry y Hermione lo miraban, sobresaltados, pero Hagrid frunció el ceño y no habló.
- Sin embargo -él dijo y respiraba un poco más pesadamente que lo usual-, desde entonces los otros centauros tienen un poco de encono conmigo, an-- el problema es que ellos tienen mucha influencia en el Bosque... las criaturas del cleverest estan aquí.
- ¿Es por lo que nosotros estamos aquí, Hagrid? -le preguntó Hermione-. ¿Los centauros?
- Ah, no -dijo Hagrid y agitó su cabeza desechando la idea-, no, no es por ellos. Bien, por supuesto, que o... ellos podrían complicar el problema, sí... pero yeh verán lo que yo quiero decir en un momento.
A esta señal incomprensible se quedó callado y avanzó un poco más adelante haciendo un paso largo para cada tres suyos, por lo que hicieron un gran esfuerzo para mantenerse a su ritmo.
El camino estaba poniéndose cada vez más cerrado los árboles crecían tan estrechamente juntos cuando ellos caminaron se adentraron más allá en el Bosque que estaba tan oscuro como sombrío. Ellos estaban pronto un poco más allá del claro donde Hagrid les había mostrado el Thestrals, pero Harry no tenía ningún sentido de inquietud hasta que Hagrid salió inesperadamente del camino y empezó a seguir a su manera entre árboles hacia el corazón oscuro del Bosque. 
- ¡Hagrid! -dijo Harry que luchaba a su manera a través de zarzas densamente anudadas encima de las que Hagrid había caminado con facilidad, y recordando muy vivamente lo que le había pasado a él en la otra ocasión que había caminado fuera del camino del Bosque-. ¿Dónde vamos nosotros?
- Un poco más allá -dijo Hagrid encima de su hombro-. V-vamos, Harry... nosotros necesitamos permanecer juntos ahora.
Era muy difícil el esfuerzo de mantenerse al ritmo de Hagrid, porque con las ramas y bosquecillos de espinas a través de la que Hagrid marchaba tan fácilmente como si ellos fueran telarañas, enganchaban las túnicas de Harry y Hermione y los enredaban con tanta frecuencia que ellos tenían que detenerse durante minutos en su esfuerzo por librarse. Pronto, los brazos y piernas de Harry se cubrieron con cortes pequeños y arañazos. Ellos estaban ahora tan profundos en el Bosque que que a veces todo lo que Harry pudía ver de Hagrid en la oscuridad era una maciza forma oscura delante de él. Cualquier sonido parecía amenazador en el silencio embozado. La ruptura de una ramita hizo eco ruidosamente y el susurro más diminuto de movimiento, aunque podría haber sido hecho por un gorrión inocente, causaba que Harry mirara a través de la oscuridad buscando el origen. A él se le ocurrió que nunca había logrado estar tan lejos en el Bosque sin encontrarse con algún tipo de criatura; tomó la ausencia de vida como algo bastante dudoso.
- Hagrid, ¿vendría bien si nosotros encendemos nuestras varitas? -dijo Hermione calladamente. 
- Er... todo esta bien -susurró atrás Hagrid-. De hecho -él se detuvo de repente y se dio vuelta; Hermione caminó derecho hacia él chocándolo y cayó de espaldas encima de Harry, quien no la agarró sino después que ella llegara al suelo del Bosque. 
- Quizá nosotros debe... mos juso... ahora... detenernos por un momen... para que yo pueda... el yeh em... ocuparme -dijo Hagrid-. Háganlo, antes de que nosotros entre-tremos allí...
- ¡Bien! -dijo Hermione, mientras Harry amagaba retroceder. Ellos murmuraron: “¡Lumos!” y encendieron la punta de sus varitas. La cara de Hagrid navegó a través de la oscuridad por la luz de las dos vacilantes llamas y Harry vio de nuevo que él parecía nervioso y triste. 
- Bien -dijo Hagrid-. Bien... vean... la cosa es... -él dio un gran suspiro-, bien, aquí hay una buena oportunidad de detener... el saqueo un día de éstos -dijo. 
Harry y Hermione se miraron, atrás de él. 
- Pero has tenido mucho tiempo -dijo Hermione tentativamente-. ¿qué te hace pensar...?
- Umbridge supone que yo puse ese Niffler en su oficina.
- ¿Y lo hiciste? -dijo Harry, antes de que él pudiera detenerse. 
- ¡No! -Hagrid dijo indignadamente-. En... cualquier... cosa... que err... hacen las criaturas mágicas ella piensa que tiene que eeer ver conmigo. Sip saben que ella está buscando una oportunidad se librarse de mi desde que yo volví. Yo los errr... de wan-- de no dar la clase de err... pero si ella... bien... dadas las circunstancias especiales. A mi me gustaría err... explicar acerca yeh, yo bien dejaría... ahora, antes de que ella tenga er la oportunidad de hacerlo delante de eh... la escuela entera, como ella hizo con Trelawney.
Harry y Hermione hicieron ruidos de protesta, pero Hagrid los detuvo con el movimiento de una de sus enormes manos. 
- No será el fin del mundo, yo seré de los que ayudan a Dumbledore; estando oculto aquí, yo puedo ser útil a la Orden. Y ustedes quieren tener la clase de Woodtruckle, los yeh quieren... tendrán un exámen muy interesante...
Su voz tembló y se rompió.
- No se preocupen por mi -dijo apresuradamente, cuando Hermione le dio unos golpecitos a su brazo. Él sacó su enorme pañuelo manchado del bolsillo de su chaleco y se limpió los ojos-. Parece, que yo no podría... en absoluto expresar... esto si yo no los necesitara... tienen errr. Verán, si yo voy... bien, yo los puedo... dejar con... a menos que... a menos que alguien... porque yo quiero... yo necesitaré yeh que ustedes dos errr me ayuden. Y... Ron, si están dispuestos.
- Por supuesto que te ayudaremos -dijo Harry enseguida-. ¿Qué quieres que nosotros hagamos?
Hagrid les hizo detener las palabras con un gran olfateo y le dio a Harry unos golpecitos en el hombro con tal fuerza que Harry se golpeó contra un árbol. 
- Yo se lo que yeh dicen sí -dijo Hagrid en su pañuelo-, pero yo... nunca... no te olvides... tengo la costumbre de... bien... vamos... solo un poco más allá a través del Bosque... un poco más de tiempo, ahora, aquí hay ortigas...
Ellos caminaron hacia adelante en silencio durante otros quince minutos; Harry había abierto su boca para preguntar cuánto más allá tenían que ir cuando Hagrid alzó su brazo derecho para señalar que se debían detener. 
- Realmente fácil... que él -dijo suavemente-. Muy quietos, ahora...
Ellos se arrastraron adelante y Harry observó que ellos estaban en frente de un gran montón de tierra; él notó, temblando de miedo, que el montón de tierra era casi tan alto como Hagrid, estaba seguro que era la guarida de algún animal enorme. Los árboles estaban rasgados desde las raíces alrededor del montón de tierra, estaba de pie en un lugar desnudo de tierra rodeado por montones de troncos y ramas que formaban un tipo de cerco o fortificación con una barricada, Harry, Hermione y Hagrid se detuvieron ahora. 
- Duerme... -dijo Hagrid. Efectivamente, Harry podría oír un ruido distante, rítmico parecido a un par de pulmones enormes trabajando. Él dirigió la mirada indirectamente a Hermione que estaba con la mirada fija en el montón de tierra con su boca ligeramente abierta. Ella parecía absolutamente aterrada. 
- Hagrid -dijo en un cuchicheo escasamente audible encima del sonido de la criatura dormida-, ¿quién es él?
Harry encontró esa pregunta curiosa... ¿Qué es? Era lo que él estaba planeando preguntar. 
- Hagrid, nos dijiste... -dijo Hermione, su varita ahora se agitaba en su mano-, ¡no nos contaste nada antes de venir!
Harry miraba a ella y a Hagrid entonces, ante el encuentro con la realidad, él miraba el montón de tierra con una pequeña oleada de horror. 
El gran montón de tierra en la que él, Hermione y Hagrid podrían estar de pie fácilmente, estaba moviéndose lentamente de arriba abajo gruñendo al compás de la profunda, respiración. No era en absoluto un montón de tierra. Claramente era algo que estaba torcido de espaldas...
- Bien... él no quería venir... -dijo Hagrid desesperado-. Pero yo tenía her... que traerlo, Hermione, ¡yo tenía que hacerlo!
- Pero, ¿por qué? -le preguntó Hermione como si ella quisiera llorar-. ¿Por qué... qué es eso? ¡Oh, Hagrid!
- Yo pensé que si yo los traía -dijo Hagrid y estaba al borde de las lágrimas-, le emm... ustedes le enseñarían algunos modales... yo sería los er... serían capaces de tomarlo para un espectáculo, y ¡él es inofensivo!
- ¡Inofensivo! -dijo Hermione chillonamente, y Hagrid hizo frenéticas muecas con sus manos para que bajara la voz, cuando la enorme criatura gruñó ante ellos ruidosamente y se movió en su sueño-. ¿Él es el que te ha herido todo este tiempo? ¡Eso es por qué lo que has dejado todas las clases!
- ¡Él no conoce su propia fuerza! -dijo Hagrid seriamente-. An-- que ha logrado mejorar, él no es ningún peleador... tanto más...
- ¡Por eso es que te tomó dos meses para conseguirle casa! -dijo Hermione distraídamente- ¿Oh, Hagrid, por qué lo trajiste si él no quería venir? ¿No habría sido más feliz con su propia gente?
- ¡Ellos eran todos formidables, Hermione, él es tan pequeño! -dijo Hagrid. 
- ¿Pequeño? -dijo Hermione- ¿Pequeño?
- Hermione, yo no lo podía dejar -dijo Hagrid, las lágrimas rodaban ahora en su cara machucada bajo la barba-. ¿Ves? ¡Él es mi hermano!
Hermione lo miró fijamente, su boca quedó abierta. 
- Hagrid, cuándo dices mi "hermano" -dijo Harry despacio-, ¿quieres decir...?
- Bien... mi medio hermano -enmendó Hagrid-. Dando vueltas me encontré con mi madre, ella se juntó con otro gigante cuando me dejó con papá ella se fue y yo... ehhh... traje a Grawp aquí...
- ¿Grawp? –dijo Harry. 
- Sí... bien, eso es lo que parece cuando él dice su nombre -dijo Hagrid ansiosamente-. Él no habla mucho inglés... yo estoy ehhh. Tratando de enseñarle... sin embargo, a ella no le ha gustado mucho más de lo que le gusté yo. Ves, los gigantes, no calculan como hacer buenos niños grandes, y él siempre será un pedazo en... enano al lado de un gigante... el solamente mide dieciséis pies...
- ¡Oh, sí, diminuto! -dijo Hermione, con un tipo de sarcasmo histérico-. ¡Completamente minúsculo!
- Ellos estaban alrededor y le dieron puntapiés por todos lados... yo no podía dejarlo...
- ¿Madame Maxime no hizo nada para devolverlo? -preguntó Harry. 
- Ella... bien, ella podría ver que era err importante, que yo hiciera lo correcto -dijo Hagrid y retorció sus manos enormes-. Bu.... él bu... ella hizo cansado a un pedazo él después de un rato, yo debo admitir... cuando nosotros nos separamos en el viaje de regreso a casa... ella prometió que no le diría a nadie, aunque...
- ¿Cómo volviste sin que alguien lo haya notando en la tierra? -dijo Harry. 
- Bien, por eso el regreso se tornó tan largo, ven... -dijo Hagrid-. Yo solamente podía viajar duran... Mientras era de noche. Atravesando comarcas rurales silvestres. Por supuesto, él se cubre bien bonito con tierra cuando él quiere errr, pero él los errr deseaba quedarse atrás.
- ¡Oh, Hagrid, por qué no se lo permitiste! -dijo Hermione y y se sentó abajo adelante a un árbol rasgado enterrando su cara en sus manos-. ¡Qué piensas que vas a hacer con un gigante violento que ni siquiera quiere estar aquí!
- Bien, ahora "violento" es un poco duro -dijo Hagrid y torció agitadamente todavía aún más sus manos-. Debo admitir que con su fuerza me ha dado un par de vueltas a mí cuando él está de mal humor, pero él logrará mejorar cuando se establezca mejor...
- ¿Para que son esas sogas, entonces? -preguntó Harry. 
Él había notado sogas gruesas como ramas que se estiraban por los alrededores de los troncos de los árboles cercanos más grandes hacia el lugar donde la estaba arrollado Grawp en la tierra con su espalda hacia ellos. 
- ¿Tienes que dejarlo atado? -dijo Hermione débilmente. 
- Bien... sí... -dijo Hagrid ansioso-. Ven... es como yo digo... él no sabe realmente propia fuerza.
Harry entendió ahora por qué había semejante falta sospechosa de cualquier otra criatura viviente en esta parte del Bosque. 
- ¿Qué es lo que quieres que Harry, Ron y yo hagamos? -preguntó Hermione aprehensivamente. 
- Cuidarlo -dijo refunfuñando Hagrid-. Después de que yo me haya ido.
Harry y Hermione intercambiaron miradas miserables, Harry incómodamente consciente de que ya le había prometido a Hagrid que él haría cualquier cosa que él quisiera.
- Eso que... ¿qué involucra eso, exactamente? -preguntó Hermione. 
- ¡No comida o cualquier cosa! -dijo Hagrid ávidamente-. Él puede conseguir su propia comida, no hay problema. Los pájaros y ciervos lo llenan... no, es compañía lo que él necesita. Si solo conociera a alguien que tratara de ayudarlo... saben...
Harry no dijo nada, pero se volvió a mirar la forma gigantesca que estaba dormida en la tierra delante de ellos. Hagrid era diferente simplemente se parecía a un humano de gran tamaño. Grawp parecía extrañamente deformado. Lo que Harry había tomado por un inmenso canto rodado musgoso a la izquierda del gran montón de tierra lo reconoció ahora como la cabeza de Grawp. Era de proporciones mucho más grandes que una cabeza humana, y era casi redondo y cubierto con un pelo rizado, creciendo alrededor de ella con la forma de un helecho. El borde de una sola oreja grande, carnosa era más bien visible encima de la cabeza que parecía montarse como la del Tío Vernon, directamente en los hombros casi sin cuello.
La espalda, bajo lo que se parecía una sucia bata corta pardusca hecha de pieles de animales cosidas juntas, era muy ancha; y cuando Grawp dormía, parecía que costuras ásperas de las pieles se rasgarían. Las piernas se doblaron bajo el cuerpo. Harry podría ver las plantas de los pies enormes, cochinos, desnudos, grande como trineos, descansando uno encima del otro en el suelo del Bosque. 
- Quieres que nosotros le enseñemos -dijo Harry en una voz sin eco. Él entendió ahora lo que la advertencia de Firenze significaba. Su esfuerzo no está dando resultados. Él haría mejor en abandonarlo. Por supuesto, las otras criaturas que vivían en el Bosque habrían oído lo infructuoso de Hagrid al intentar enseñar inglés a Grawp. 
- Sí, aunque solo hablen con él un poco -dijo Hagrid esperanzadamente-. Yo calculo, que si él puede hablar a las personas errrr, él entenderá más lo que nos gusta... si él lo consigue, querrá quedarse...
Harry miraba a Hermione que asomaba su cara de entre los dedos de su mano. 
- Algo similar a lo que nosotros hemos hecho recuperando a Norbert, ¿no es así? -dijo, y ella soltó una risa muy insegura. 
- Sip, ¿lo harán, entonces? -dijo Hagrid que no parecía haber entendido lo que Harry había dicho. 
- Nosotros queremos... -dijo Harry ya limitado por su promesa-. Nosotros intentaremos, Hagrid. 
- Yo sabía que podía contar con vos errr, Harry -dijo Hagrid, hablando entre llantos y dando golpecitos de nuevo a su cara con el pañuelo-... y yo... no estoy loco, yo errr... puse a ustedes demasiado, como... yo sé que los yeh tienen exámenes... si yeh pudieran estar aquí bajo su Capa de Invisibilidad err... y en la semana tener un poco la charla con él... yo los presentaré entonces...
- ¡Hey... no! -dijo Hermione saltando-. Hagrid, no, no lo despiertes, realmente, no es necesario.
Pero Hagrid ya había caminado por arriba del gran tronco de árbol que estaba delante de ellos y estaba yendo hacia Grawp. Cuando él estaba aproximadamente a unos diez pies de él, tomo del suelo una rama larga y la arrojó, sonrió tranquilizador por encima de su hombro a Harry y Hermione, Grawp fue duramente golpeado en el medio de la espalda con el extremo de la rama. 
El gigante dio un rugido que hizo eco alrededor del Bosque silencioso; pájaros en las copas de los árboles se elevaron arriba de sus perchas y volaron lejos. Delante de Harry y Hermione, entretanto, el Grawp gigantesco estaba subiendo de la tierra que se estremeció cuando él puso una mano enorme en ella para empujar adelante sus rodillas. Él volvió su cabeza para ver quién y qué lo había perturbado. 
- Todo está bien, Grawpy -dijo Hagrid, con la voz alegre y retrocediendo con la rama larga levantada, preparado para golpear a Grawp de nuevo-. Tenías un buen sueño, ¿eh?
Harry y Hermione retrocedieron tanto como ellos pudieron manteniendo al gigante al alcance de su visión. Grawp se arrodillaba entre dos árboles que él no había arrancado todavía. Ellos miraban su sorprendente gran cara que se parecía a una gris luna llena que nadaba en la oscuridad del claro. 
Era como si los rasgos se hubieran tallado en una gran pelota de la piedra. La nariz era cerdosa y sin forma, la boca desequilibrada y lleno de dientes amarillos deformados del tamaño de medio ladrillo; los ojos, pequeños para un gigante, eran de un verdoso-castaño barroso y ahora estaban medio cerrados con sueño. Grawp levantó a sus ojos los nudillos sucios, cada uno tan grande como una pelota de cricket, los frotó vigorosamente, sin advertirlos, empujó sus pies con sorprendente velocidad y agilidad. 
- ¡Oh Dios! -oyó Harry que Hermione chillaba aterrada, al lado de él. 
Los árboles a los que se ataron los otros extremos de las sogas alrededor de las muñecas de Grawp y tobillos crujieron ruidosamente. Él tenía, como Hagrid había dicho, por lo menos dieciséis pies de alto. Mirando fijamente alrededor, Grawp extendió la mano, una mano del tamaño de un paraguas playero, asió el nido de un pájaro que sobresalía de las ramas superiores de un pino y se lo volvió al revés con un rugido de disgusto pues no había ningún pájaro en él; los huevos se cayeron como granadas hacia la tierra y Hagrid puso sus brazos encima de la cabeza para protegerse. 
- De cualquier modo, Grawpy -gritó Hagrid y miraba aprehensivamente en caso de que haya más huevos cayendo-, yo he traído algunos err... amigos yeh. ¿Recuerdas, que yo dije yeh que podía? ¿Recuerdas, cuándo yo dije que yo podía tener que seguir un poco el viaje, y los dejaba para que te cuiden er… un poco? ¿Recuerdas eso, Grawpy?
Pero Grawp meramente dio otro rugido bajo; era difícil decir si él estaba escuchando a Hagrid o si él incluso reconocía los sonidos que Hagrid estaba haciendo al hablar. Él ahora había tomado la cima del pino y estaba tirándolo hacia él, evidentemente por el simple placer de ver cuan lejos saltaría cuando él lo soltara. 
- ¡Ahora, Grawpy, no hagas eso! -gritó Hagrid-. Quedarán cómo los otros que terminaste jalando.
Y efectivamente, Harry podía ver la tierra alrededor de las raíces del árbol que empezaba a crujir. 
- ¡Yo te conseguí compañía yeh! -gritó Hagrid-. ¡Mira la compañía! ¡Mira hacia abajo, yeh gran bufón, yo traje algunos amigos yeh!
- Oh, Hagrid, no lo hagas -gimió Hermione, pero Hagrid ya había levantado de nuevo la rama y había dado un golpe afilado a la rodilla de Grawp. 
El gigante dejó ir la cima del árbol que osciló alarmantemente e inundó a Hagrid con una lluvia de agujas de pino, mientras miraba hacia abajo. 
- ¡Este -dijo Hagrid apresurándose encima de donde Harry y Hermione estaban de pie-, es Harry, Grawp! ¡Harry Potter! Él es poderoso, él vendrá a visitarte si yo tengo que marcharme, ¿entiendes?
El gigante sólo comprendió apenas que Harry y Hermione estaban allí. Ellos miraron, con gran trepidación, cuando él bajó su cabeza grande como canto rodado para poder verlos, sin que ellos parecieran nublados por la altura.
- Y ella es Hermione, ¿ves? Su... -Hagrid dudó. Volviéndose a Hermione, dijo- ¿a ustedes no les importaría si él te llama yeh Hermy, Hermione? Solamente porque es un nombre difícil que él no err recordará.
- No, para nada -rechinó Hermione. 
- ¡Ésta es Hermy, Grawp! ¡Y ella es muy buena con todos! ¿No es cierto que es buena? ¿Eh? Te traje dos amigos yeh... ¡GRAWPY, NO!
La mano de Grawp se había disparado de alguna parte hacia Hermione; Harry la asió y la tiró de espaldas detrás del árbol, para que el puño de Grawp raspara el tronco cerrándolo en el aire delgado. 
- ¡GRAWPY MUCHACHO MALO! -oyeron gritar a Hagrid, cuando Hermione se aferró a Harry detrás del árbol, agitada y llorosa-. ¡MUCHACHO MUY MALO! ¡YEH NO LA AGARRES - AY!
Harry asomó su cabeza fuera del tronco y vio a Hagrid tirado, con su mano sobre la nariz. Grawp, al parecer perdiendo el interés, se había enderezado y estaba de nuevo tirando el pino atrás para ver hasta donde iba. 
- Bien -dijo Hagrid densamente y se levantó con una mano pellizcando su sangrante nariz y la otra asiendo su ballesta-, bien... allí yeh están... los yeh se han encontrado con él y... él ahora él sabrá yeh cuando ustedes yeh regresan. Sí... bien...
Él buscaba a Grawp que ahora estaba tirando el pino atrás con una expresión de placer aislado en su cara de canto rodado; las raíces estaban crujiendo cuando él las rasgó de la tierra. 
- Bien, yo pienso que es bastante por un día -dijo Hagrid-. Nosotros volvemos errr... nosotros regresaremos ahora...
Harry y Hermione cabecearon. Hagrid se echó sobre las espaldas su ballesta de nuevo y, todavía pellizcando su nariz, regresó por los árboles. 
Nadie habló durante algún tiempo, incluso cuando ellos oyeron la caída distante que significó que Grawp se había tirado por fin encima del pino. La cara de Hermione estaba dura y pálida. Harry no podría pensar en una sola cosa que decir. ¿Qué iba a pasar en el mundo cuándo alguien averiguara que Hagrid había escondido Grawp en el Bosque Prohibido? Y él había prometido a Hagrid que él, Ron y Hermione continuarían en vano intentar civilizar al gigante. ¿Cómo Hagrid pudo, incluso con su inmensa capacidad de engañarse a sí mismo sobre los monstruos adorables e indefensos, engañarse sobre Grawp para intentar mezclarlo en la vida con humanos? 
- Deténganse -dijo Hagrid abruptamente, cuando Harry y Hermione estaban esforzándose para pasar por un pedazo espeso de pasto enredado. Él sacó una flecha de la aljaba de su hombro y la ajustó en la ballesta. Harry y Hermione levantaron sus varitas; ahora que ellos habían dejado de caminar, también, podían oír movimiento cerca. 
- Oh, los centauros -dijo Hagrid calladamente. 
- Pensé que nosotros te habíamos dicho, Hagrid -dijo una profunda voz masculina-, que ya no eres bienvenido aquí.
El torso desnudo de un hombre parecía por un momento estar flotando hacia ellos manchado de verde a través de la luz tenue; entonces ellos vieron que su cintura estaba unida con el cuerpo castaño de un caballo. 
Este orgulloso centauro tenía una alta mejilla huesuda y el largo pelo negro. Él estaba armado lo mismo que Hagrid, un aljaba llena de flechas y un arco largo tirado como honda encima de sus hombros.
- ¿Cómo estás... yeh... Magorian? -dijo Hagrid cautelosamente. 
Los árboles detrás del centauro susurraron y cuatro, cinco o más centauros surgieron detrás de él. 
Harry reconoció el negro y barbudo cuerpo de Bane con quien él se había reunido hace casi cuatro años en la misma noche que él se había encontrado con Firenze. Bane no dio ninguna señal de haber visto a Harry antes, alguna vez. 
- De modo -dijo, con una inflexión sucia en su voz, antes de volverse inmediatamente a Magorian-. Pienso que nosotros estábamos de acuerdo, sobre qué haríamos si este humano alguna vez dejaba ver de nuevo su cara en el Bosque.
- ¿Ahora yo soy “este humano”? -dijo Hagrid irritado-. ¿Solo porque los detuve a todos en su comitiva de muerte?
- No debías de haberte entrometido, Hagrid -dijo Magorian-. Nuestras costumbres no son tuyas, ni lo son nuestras leyes. Firenze nos ha traicionado y deshonrado.
- Yo sé como él... ehhh trabaja afuera -dijo Hagrid con impaciencia-. Él no hace nada... excepto ayudar a Albus Dumbledore.
- Firenze ha entrado en la servidumbre de los humanos -dijo un centauro gris con una dura cara, profundamente rayada. 
- ¡La servidumbre! -dijo Hagrid mordazmente-. Él le está haciendo a Dumbledore un favor, es todo.
- Él está vendiendo de puerta en puerta nuestros conocimientos y secretos entre los humanos -dijo Magorian calladamente-. No puede haber ningún retorno de semejante deshonra.
- Si lo yeh dicen porque... -dijo Hagrid encogiéndose de hombros-, pero personalmente yo pienso que ustedes yeh están cometiendo... un gran error.
- ¿Cómo puedes tú, humano -dijo Bane-, regresar a nuestro Bosque cuando nosotros te advertimos?
 - Ahora, los yeh escuchan ter yo -dijo Hagrid enojadamente-. Hasta tienes menos de nuestro Bosque, si el mismo es de todos yeh. No es yeh del que viene o entra aquí.
- Solo depende de ti, Hagrid -dijo Magorian-. Yo te permitiré pasar hoy porque te acompañas por un joven.
- ¡No es por ellos! -interrumpió Bane desdeñosamente-. ¡Magorian son estudiantes, de la escuela! Ellos probablemente ya tienen las enseñanzas del traidor de Firenze.
- No obstante -dijo serenamente Magorian-, la matanza de potros es un crimen terrible, nosotros no tocamos al inocente. Hoy, Hagrid, pasas. De aquí en adelante, apártate de este lugar. Destruiste la amistad de los centauros cuando ayudaste al traidor de Firenze a escaparse.
- Yo la perdí, lo sé, ¡por hacerle frente a un manojo de mulas viejas yeh! -dijo Hagrid ruidosamente. 
- Hagrid -dijo Hermione en una voz muy estirada y aterrada, cuando Bane y el centauro gris manoseaban la tierra-, ¡vamos, por favor vamos!
Hagrid caminó adelante, pero su ballesta todavía estaba levantada y sus ojos todavía estaban fijos amenazando a Magorian. 
- ¡Nosotros sabemos lo que estás escondiendo en el Bosque, Hagrid! -dijo Magorian detrás de ellos, cuando los centauros se alejaron fuera de la vista-. ¡Y nuestra tolerancia está menguando!
Hagrid se volvió y dio la apariencia de querer caminar directamente atrás de Magorian. 
- Yeh lo tolerarán... ¡con tal de que él esté aquí, es tanto tú Bosque como mío! -gritó, los dos empujaron con todos su poderío contra el chaleco esforzándose para mantenerlo en movimiento hacia adelante. Todavía frunciendo el ceño, él miró hacia abajo; su expresión cambió a la sorpresa apacible cuando los vio a ambos empujándolo; él parecía no haberlos sentido. 
- Tranquilos, ustedes dos -dijo y se volvió caminando delante mientras ellos jadeaban detrás de él. 
- Las mulas viejas, sin embargo, ¿eh?
- Hagrid -dijo Hermione jadeante mientras bordeaba la mata de ortigas que ellos habían pasado antes-, si los centauros no quieren a los humanos en el Bosque, realmente no veo cómo Harry y yo seremos capaces...
- Ah, oíste lo que ellos dijeron -dijo disimuladamente Hagrid-, ellos no herirían potros... yo quiero decir, niños. Sin embargo, nosotros no podemos permitir ser empujados fuera... por esa manada.
- La buena senda -Harry le murmuró a Hermione cabizbajo. 
Por fin ellos se reunieron con el camino y, después de otros diez minutos, los árboles empezaron a ralearse; ellos pudieron ver pedazos de cielo azul claro de nuevo y, en la distancia, los sonidos definidos de gritos de alegría.
- ¿Será otro gol? -preguntó Hagrid, haciendo una pausa en el resguardo de los árboles cuando se vio el estadio de Quidditch-. ¿O se supone que ha terminado el partido?
- Yo no sé -dijo Hermione en forma miserable. Harry observó que ella parecía mucho peor; su pelo estaba lleno de ramitas y hojas, sus túnicas se rasgaron en varios lugares y había numerosos arañazos en su cara y brazos. Supuso que él debía estar un poco mejor. 
- ¡Yo calculo que ha terminado, yeh saben! -dijo Hagrid todavía entornando sus ojos hacia el estadio-. Parece... ya están saliendo las personas... si yeh los dos yeh dense prisa y serán errr... capaces de mezclarse con la muchedumbre y errr... nadie sabrá que los dos yeh... no estaban allí.
- Que buena idea -dijo Harry-. Bien... vete, entonces, hasta luego Hagrid.
- Yo no lo creo -dijo Hermione en una voz muy insegura, en el instante que ellos estaban fuera de la cabaña de Hagrid-. Yo no lo creo. Yo realmente no lo creo.
- Tranquilízate -dijo Harry. 
- ¡Tranquilízate! -ella dijo febrilmente-. ¡Un gigante! ¡Un gigante en el Bosque! ¡Y se supone que nosotros le demos lecciones inglesas! ¡Siempre asumiendo, por supuesto, que nosotros podemos entrar más allá de la manada de centauros asesinos, entrar y salir! ¡Yo... no me hagas pensar en eso!
- ¡Nosotros no tenemos que hacer nada todavía! -Harry intentó tranquilizarla en una voz callada, cuando ellos se unieron a un arroyo de charlas de Hufflepuff que se encaminaban hacia el Castillo-. Él no está pidiéndonos que hagamos nada a menos que él se marche fuera y eso podría no pasar siquiera.
- ¡Oh, créetelo, Harry! -dijo Hermione enojada deteniendo en seco sus pasos para que las personas que iban a la zaga no tuvieran que desviarse para evitarla-. Por supuesto él va a ser expulsado y, para ser absolutamente honrada, después de lo que nosotros hemos visto, ¿quién puede culpar a Umbridge?
Hubo una pausa en la que Harry la miró fijamente, y sus ojos se llenaron lentamente de lágrimas.
- No quisiste decir que... -dijo Harry calladamente. 
- No... bien... bien... yo no lo hice -dijo y limpió sus ojos con enojo-. Pero, ¿por qué él tiene que hacer la vida tan difícil para sí mismo y para nosotros?
- Yo no lo sé.
Weasley es nuestro Rey
Weasley es nuestro Rey
Él no dejó entrar la Quaffle
Weasley es nuestro Rey...

- Y yo desearía que ellos dejaran de cantar esa canción tonta -dijo Hermione-, ¿no lo han cargado bastante?
Una gran marea de estudiantes estaba subiendo por el césped inclinado del estadio. 
- Oh, entremos antes de que tengamos que encontrarnos al equipo del Slytherin -dijo Hermione. 
Weasley puede atajar todo
Él nunca abandonó un solo anillo
Es por eso que todo Gryffindor canta:
Weasley es nuestro Rey.
- Hermione... -dijo Harry despacio. 
La canción estaba creciendo más ruidosamente, aunque no estaba saliendo de una muchedumbre vestida de plata y verde -los Slytherin-, pero sí de una masa roja y dorada caminando despacio hacia el Castillo, llevando una figura solitaria alzada en sus hombros.

Weasley es nuestro Rey
Weasley es nuestro Rey
Él no dejó entrar la Quaffle
Weasley es nuestro Rey..
.
- ¿No? -dijo Hermione en una voz callada. 
- ¡SÍ! –dijo Harry ruidosamente. 
- ¡HARRY! ¡HERMIONE! -gritó Ron, señalando la copa de Quidditch color plata en el aire y mirando a su alrededor-. ¡NOSOTROS LO HICIMOS! ¡NOSOTROS GANAMOS!
Ellos se dirigieron a él cuando pasó. Había una muchedumbre en la puerta del Castillo y la cabeza de Ron se golpeó en el dintel, pero nadie parecía querer soltarlo. 
Todavía cantando, la muchedumbre se apretó en el Vestíbulo de la Entrada y salió de la visión. Harry y Hermione los miraron irse, fueron hasta en último lugar que el eco de Weasley es nuestro Rey se extinguió. Entonces ellos dieron la espalda a las otras personas, sus sonrisas se apagaron. 
- Nosotros guardaremos nuestras noticias para mañana, ¿sabes? -dijo Harry. 
- Sí, bien -dijo Hermione cansada-. Yo no tengo prisa.
Subieron los escalones juntos. Cuando llegaron a las puertas de entraba ambos miraron instintivamente atrás, al Bosque Prohibido. Harry no estaba seguro si era su imaginación o no, pero él creyó ver que una nube pequeña de pájaros hacía erupción en el aire arriba de un árbol en la distancia, casi como si el árbol en el que ellos habían estado anidando simplemente se hubiera arrancado de las raíces. 

 

CAPÍTULO XXXI

T.I.M.O.s

La euforia de Ron al ayudar a Gryffindor a arañar la victoria de la Copa de Quidditch era tal que él no era capaz de sosegarse al día siguiente. Todo lo que él quería hacer era charlar sobre el partido, por lo que Harry y Hermione encontraron muy difícil hallar un hueco para mencionarle a Grawp. No es que ambos no lo hubiesen intentado con suficiente seriedad; ninguno era capaz de devolver a Ron a la realidad de una manera tan brutal.  
Como era otro bonito y caluroso día, ellos lo persuadieron para unirse a ellos y repasar debajo del haya al borde del lago, dónde ellos tenían menos oportunidades de ser oídos por casualidad que en la Sala Común. Ron no estaba particularmente interesado en esta idea al principio -le estaba gustando recibir golpecitos en la espalda de todos los Gryffindor que pasaba al lado de su silla, por no mencionar los arranques ocasionales de Weasley es nuestro Rey- pero después de que un rato él estaba de acuerdo en que algo de aire fresco le podría sentar bien.
Ellos extendieron sus libros a la sombra del haya y se sentaron mientras Ron le habló de su primera parada en el partido y de los que sintió por doceava vez.
- ¡Bien, yo quiero decir, yo ya había dejado entrar uno de Davies, por lo que no me estaba sintiendo totalmente seguro, pero yo no lo hice cuando Bradley vino hacia mí totalmente solo, yo pensé “¡puedes hacerlo!” Y yo tenía un segundo para decidir de qué manera volar, ya sabéis, porque parecía que él estaba apuntando para el aro derecho -a mi derecha, obviamente, a su izquierda- pero yo tenía un buen sentimiento de que él estaba amagando, y por eso yo me arriesgué y volé a la izquierda -a su derecha, quiero decir- y bien, vosotros visteis lo que pasó -concluyó modestamente, mientras barría hacia atrás su pelo de forma bastante innecesaria para que pareciera interesantemente azotado por el viento y mirando alrededor para ver si las personas más cercanas a ellos, un manojo de chismosos de tercer año de Hufflepuff le habían oído. Y entonces, cuándo las Cámaras vinieron hacia mí unos cinco minutos después... ¿qué? -preguntó Ron, después de haberse detenido con la frase a medias mirando la cara de Harry-. ¿Por qué estás sonriendo tan abiertamente?
- No lo hago -dijo Harry rápidamente, y miró hacia abajo a sus notas de Transfiguración, mientras intentaba enderezar su cordón. La verdad era que Ron acababa de recordarle fuertemente a Harry a otro jugador de Quidditch de Gryffindor que se había sentado una vez, mientras arrugaba su pelo, bajo este mismo árbol-. Yo simplemente me alegro de que nosotros ganásemos, eso es todo.
- Sí -dijo Ron despacio, saboreando las palabras-, nosotros ganamos. ¿Viste la mirada en la cara de Chang cuándo Ginny consiguió la Snitch debajo de su nariz?
- Supongo que ella lloró, ¿lo hizo? -dijo Harry amargamente.
- Bueno, sí... más por mal genio que otra cosa, sin embargo... -Ron frunció el entrecejo ligeramente-. Pero tú la viste lanzando su escoba lejos cuándo ella volvió a tierra, ¿verdad?
- Eh... -dijo Harry.
- Bien, realmente... no, Ron -dijo Hermione con un pesado suspiro, mientras soltaba su libro y le miraba en tono de disculpa-. De hecho, el único trozo del partido que Harry y yo vimos fue el primer gol de Davies.
El pelo cuidadosamente rizado de Ron parecía marchitarse con la desilusión.
- ¿Vosotros no mirabais? -dijo él débilmente, mientras iba de un lado al otro-. ¿No me visteis hacer ninguna de aquéllas cosas?
- Bien... no -dijo Hermione, mientras estiraba una mano apaciguante hacia él-. Pero Ron, nosotros no queríamos salir... ¡tuvimos que hacerlo!
- ¿Sí? -dijo Ron cuya cara se estaba poniendo bastante roja-. ¿Cómo fue eso?
- Fue Hagrid -dijo Harry-. Él decidió decirnos por qué él está cubierto de lesiones desde que volvió de los gigantes. Él quería que nosotros entráramos en el Bosque con él, nosotros no tuvimos elección, tú sabes cómo lo consigue él. Sin embargo...
La historia se contó en cinco minutos, al final de los cuales la indignación de Ron se había reemplazado por una mirada de incredulidad total.
- ¿Él se trajo uno al volver y lo escondió en el Bosque?
- Sí -dijo Harry severamente.
- No -dijo a Ron, como si al decir esto dejase de ser verdad-. No, él no puede tener.
- Bueno, él tiene -dijo Hermione firmemente-. Grawp mide sobre dieciséis pies de alto, le gusta rasgar pinos de veinte pies, y me conoce -ella resopló-, como Hermy.
Ron soltó una risa nerviosa.
- ¿Y Hagrid quiere que nosotros…?
- Le enseñemos inglés, sí -dijo Harry.
- Se le ha ido la cabeza -dijo Ron en una voz casi intimidada.
- Sí -dijo Hermione irritada, mientras pasaba una página de Transfiguración Intermedias y miraba ferozmente una serie de diagramas que mostraban a un búho que se convertía en un par de prismáticos de ópera-. Sí, yo estoy empezando a pensar que se le ha ido. Pero, desgraciadamente, él nos lo hizo prometer a Harry y a mí.
- Bueno, vosotros simplemente vais a tener que romper vuestra promesa eso es todo -dijo Ron firmemente-. Quiero decir, vamos... nosotros tenemos los exámenes y estamos así de cerca -él sostuvo su mano para mostrar el dedo pulgar y dedo índice que casi se tocaban- de ser expulsados. Y de todas maneras... ¿recordáis a Norbert? ¿Recordáis a Aragog? ¿Hemos salido beneficiados alguna vez por mezclarnos con cualquiera de los monstruosos compañeros de Hagrid?
- Lo sé, simplemente es que... nosotros lo prometimos -dijo Hermione en voz baja.
Ron aplanó su pelo de nuevo, mirando preocupado.
- Bueno –suspiró-, Hagrid no ha sido despedido todavía, ¿verdad? Él ha aguantado todo este tiempo, quizás él espere hasta el final del trimestre y nosotros no tendremos que acercarnos en absoluto a Grawp.
Las tierras del Castillo estaban brillando a la luz del sol como si las acabasen de pintar; el cielo sin nubes se sonrió a sí mismo en el chispeante y liso lago; el raso que los céspedes verdes ondearon de vez en cuando en una brisa mansa. Junio había llegado, pero para los de quinto año esto sólo significaba una cosa: sus TIMOs estaban sobre ellos finalmente.
Sus maestros ya les estaban poniendo tarea; las clases se dedicaban a repasar esos temas que los maestros consideraban más probables de entrar en los exámenes. Esa determinada atmósfera febril empujó fuera de la mente de Harry a todo excepto los TIMOs, aunque él se preguntó de vez en cuando durante las lecciones de Pociones si Lupin le había dicho alguna vez a Snape que él debía continuar dando clases de Occlumancia a Harry. Si él lo había hecho, entonces Snape había ignorado a Lupin tan completamente como él estaba ignorando a Harry ahora. Esto satisfizo mucho a Harry; él estaba suficientemente ocupado y tenso sin las clases extras con Snape, y Hermione, para su alivio, estaba demasiado preocupada estos días para molestarlo sobre Occlumancia; ella pasaba mucho tiempo murmurando con ella misma, y no había puesto ninguna ropa para los elfos durante días.
Ella no era que la única persona que actúa extrañamente desde que los TIMOs se acercaban rápidamente. Ernie Macmillan había desarrollado un hábito irritante de interrogar a las personas sobre sus prácticas de repaso.
- ¿Cuántos horas pensáis que estáis haciendo al día? -exigió a Harry y a Ron cuando ellos hacían cola fuera de Herbología, con un destello maníaco en sus ojos.
- No lo sé -dijo Ron-. Unas cuantas.
- ¿Más o menos qué, ocho?
- Menos, supongo -dijo Ron, mientras miraba ligeramente alarmado.
- Yo estoy haciendo ocho -dijo Ernie, mientras resoplando fuera su pecho-. Ocho o nueve. Yo estoy entrando a desayunar una hora antes todos los días. Ocho es mi promedio. Yo puedo hacer diez en un buen día de fin de semana. Hice nueve y media el lunes. No tan bueno el martes, sólo siete y cuarto. Luego el miércoles...
Harry estaba profundamente agradecido que la profesora Sprout les introdujese en el invernadero a los tres en ese momento, forzando a Ernie a abandonar su enumeración.
Entretanto, Draco Malfoy había encontrado una manera diferente de provocar el pánico.
- De acuerdo, no es lo que tú sabes -fue oído decirles ruidosamente a Crabble y a Goyle fuera de la Clase de Pociones unos días antes de que empezaran los exámenes-, es a quién tú conoces. Ahora, los padres que hayan sido amistosos con la cúpula de la Autoridad de Exámenes de Magia durante años -la vieja Griselda Marchbanks- nosotros hemos recibido su visita para cenar y todo...
- ¿Creéis que eso es verdad? -susurró Hermione alarmada a Harry y Ron.
- No podemos hacer nada si es así -dijo Ron tenebrosamente.
- No creo que sea verdad -dijo Neville calladamente detrás de ellos-. Porque Griselda Marchbanks es una amiga de mi abuela, y ella nunca ha mencionado a los Malfoy.
- ¿Cómo es ella, Neville? -preguntó Hermione enseguida-. ¿Es estricta?
- Un poco como mi abuela, realmente -dijo Neville con voz tenue.
- Sin embargo, conocerla no le hará daño a tus oportunidades, ¿no lo hará? -le dijo Ron alentadoramente.
- Oh, yo no creo que represente ninguna diferencia -dijo Neville, todavía más miserable-. La abuela siempre le dice a la profesora Marchbanks que yo no soy tan bueno como mi papá... bueno... ya visteis como es ella en San Mungo -Neville miraba el suelo fijamente. Harry, Ron y Hermione se miraron entre ellos, pero no supieron qué decir. Era la primera vez que Neville había reconocido que ellos se habían encontrado en el hospital de magos.
Entretanto, un floreciente comercio de mercado negro en ayudas a la concentración, la agilidad mental y vigilancia habían brotado entre los de quinto y séptimo año. Harry y Ron estaban muy tentados por la botella de Elixir de Cerebro de Baruffio ofrecida a ellos por el alumno de Ravenclaw de sexto año Eddie Carmichael, que juraba que solamente ella era solamente responsable de los nueve “Excelentes” TIMOs que él había ganado el verano anterior y había estado ofreciendo una pinta entera por doce Galeones nada más. Ron aseguró a Harry que él le reembolsaría su mitad el momento en que dejase Hogwarts y consiguiese un trabajo, pero antes de que ellos pudieran cerrar el trato, Hermione había confiscado la botella de Carmichael y había vertido el contenido abajo un retrete.
- ¡Hermione, nosotros queríamos comprar eso! -gritó Ron.
- No seas tonto -gruñó ella-. Tú también podrías haber cogido polvo de garra de dragón de Harold Dingle y haberlo hecho.
- ¿Dingle tiene polvo de garra de dragón? -dijo Ron ávidamente.
- Ya no le queda -dijo Hermione-. Yo se lo confisqué también. Ninguna de estas cosas funciona realmente, tú lo sabes.
- ¡La garra del dragón funciona! -dijo Ron-. Se supone que es increíble, realmente le da un empujón a tu cerebro, te llenas de astucia por unas horas... Hermione, déjame tener una pizca, vamos, no puede hacer daño...
- Este material puede -dijo Hermione severamente-. Yo le he echado una ojeada, y realmente son excrementos de Doxy en polvo.
Esta información alejó de Harry y Ron el deseo de los estimulantes del cerebro.
Ellos recibieron su calendario de exámenes y detalles del procedimiento para los TIMOs durante su siguiente clase de la Transfiguración.
- Como ustedes pueden ver -dijo la profesora McGonagall a la clase cuando ellos copiaron las fechas y horas de sus exámenes de la pizarra-, sus TIMOs ocupan dos semanas sucesivas. Ustedes tendrán los exámenes de teoría por las mañanas y las de práctica por las tardes. Su examen práctico de Astronomía, claro, tendrá lugar por la noche.
“Ahora, debo advertirlo que los encantamientos anti-trampa más severos han sido aplicados a los papeles de sus exámenes. Las plumas de auto-respuesta están prohibidas desde el vestíbulo de los exámenes, como lo son las recordadoras, puños intercambiables con "chuletas" y la tinta autocorrectora. Todos los años, siento decirlo, aparece por lo menos un estudiante que piensa que él o ella pueden evitar las reglas de la Autoridad de los Exámenes de Magia. Yo sólo puedo esperar que no sea nadie de Gryffindor. Nuestr nueva Directora del colegio -la profesora McGonagall pronunció las palabras con la misma mirada en su cara que Tía Petunia tenía siempre que ella estaba contemplando un pedazo particularmente terco de suciedad-, ha pedido a los Jefes de las Casas decirles a sus estudiantes que las trampas se castigarán con la máxima severidad; porque, claro, los resultados de sus exámenes reflejarán las nuevas formas de hacer las cosas de la Directora del Colegio -la profesora McGonagall dio un diminuto suspiro diminuto; Harry vio encenderse los orificios nasales de su afilada nariz-, sin embargo, ésa no es ninguna razón para que no lo hagan lo mejor que puedan. Ustedes tienen que pensar en su propio futuro.
- Por favor, profesora -dijo Hermione, con su mano en el aire-, ¿cuándo conoceremos nuestros resultados?
- Un búho se les enviará a ustedes un día de Julio -dijo la profesora McGonagall.
- Excelente -dijo Dean Thomas en un cuchicheo audible-, así que no tenemos que preocuparnos hasta las vacaciones.
Harry se imaginó sentado en su alcoba en Privet Drive dentro de seis semanas mientras esperaba por los resultados de sus TIMOs.
- Bien -él pensó embotadamente-, por lo menos se aseguraría un poco de correo ese verano.
Su primer examen, Teoría de Encantamientos, estaba fijado para el lunes por la mañana. Harry quedó para ensayar con Hermione el domingo después del almuerzo, pero lo sintió casi enseguida; ella estaba muy agitada y continuamente le arrebata el libro para verificar que su respuesta era totalmente correcta, finalmente le golpeó en la nariz con el canto de Logros en Encantamientos.
- ¿Por qué no lo haces tú misma? -dijo él firmemente, mientras le devolvía el libro a ella, con los ojos llorosos.
Entre tanto, Ron estaba leyendo apuntes de dos años sobre Encantamientos con sus dedos en sus orejas, sus labios moviéndose silenciosamente; Seamus Finnigan estaba tumbado boca arriba en el suelo, recitando la definición de un Encantamiento Sustantivo mientras Dean lo verificaba en “El Libro Estandard de Hechizos, Grado 5”; y Parvati y Lavander, que estaban practicando Encantamientos Locomotores básicos, estaban haciendo una carrera por el borde de la mesa con sus cajas de lápices.
La cena fue poco animada aquella noche. Harry y Ron no hablaron mucho, pero comieron con gusto, después de haber estudiado duro todo el día. Hermione, en cambio, siguió soltando su cuchillo y tenedor y buceando bajo la mesa en su bolsa para coger algún libro y verificar algún hecho o figura. Ron estaba diciéndole simplemente que ella debía comer una comida decente o ella no dormiría esa noche, cuando su tenedor resbaló de sus dedos flácidos y aterrizó con un tintineo fuerte en su plato.
- Oh, Dios mío -ella dijo débilmente, mientras miraba fijamente en el Vestíbulo de la Entrada-. ¿Es lo que pienso? ¿Son los examinadores?
Harry y Ron se volvieron de repente en su banco. A través de las puertas del Gran Vestíbulo ellos podían ver a Umbridge que estaba de pie con un pequeño grupo de brujas y magos de aspecto anciano. Umbridge, Harry lo vio con agradado, parecía más bien nerviosa.
- ¿Vamos y echamos una ojeada desde más cerca? -dijo Ron.
Harry y Hermione asintieron y aceleraron hacia las puertas dobles del Vestíbulo de la Entrada, disminuyendo la velocidad al cruzar el umbral para caminar sosegadamente al adelantar a los examinadores. Harry pensó que la profesora Marchbanks debía ser la inclinada bruja diminuta, con una cara tan arrugada que parecía como si hubiera sido cubierta con telarañas; Umbridge le estaba hablando con mucha deferencia. La profesora Marchbanks parecía ser un poco sorda; ella le contestaba muy ruidosamente a la profesora Umbridge considerado que ellas estaban muy cerca.
- El viaje estuvo bien, el viaje estuvo bien, ¡lo hemos hecho un montón de veces antes! -dijo ella con impaciencia-. Ahora bien, ¡no he tenido noticias últimamente de Dumbledore! -ella agregó, mientras se asomaba alrededor del Vestíbulo como si esperase que él podría surgir de repente del armario de las escobas-. Ninguna idea de dónde está, ¿supongo?
- Ninguna en absoluto -dijo Umbridge, mientras lanzaba una mirada malévola a Harry, Ron y Hermione que estaban perdiendo el tiempo al pie de los escalones con Ron pretendieron hacer que se ataba un cordón-. Pero quizás el Ministerio de Magia lo rastreará bastante pronto.
- ¡Lo dudo! -protestó débilmente la profesora Marchbanks-, ¡no si Dumbledore no quiere ser encontrado! Yo debería saberlo... le examiné personalmente en Transfiguración y Encantamientos cuando él hizo los EXTASIS... hacía cosas con una varita que yo nunca antes había visto.
- Sí... bien... -dijo la profesora Umbridge cuando Harry, Ron y Hermione arrastraban sus pies por la escalera jaspeada tan despacio como ellos se atrevían-, permítame mostrarle el cuarto de personal. Quizá le gustaría una taza de té después de su viaje.
Era una tarde incómoda. Todos estaban intentando hacer algún repaso de última hora pero nadie parecía estarle sacando mucho provecho. Harry se acostó temprano pero estuvo despierto durante lo que a él le parecieron horas. Él recordó su sesión de asesoramiento y a la McGonagall declarando furiosa de que ella le ayudaría a convertirse en un Auror aunque fuese la última cosa que ella hiciese. Él deseó haber expresado una ambición más realizable ahora que la hora del examen había llegado. Él sabía que él no era el único que permanecía despierto, pero ninguno de los otros del dormitorio habló y finalmente, uno por uno, se durmieron.
Ninguno de los de quinto año habló mucho durante el desayuno al día siguiente, Parvati estaba practicando encantamientos en susurros mientras el salero de delante de ella se cayó bruscamente; Hermione estaba releyendo los Logros en Encantamientos tan rápido que sus ojos parecían borrosos; y Neville siguió dejando caer su cuchillo y tenedor y golpeando encima de la mermelada.
Una vez que terminó el desayuno, los de quinto y séptimo año se arremolinaron alrededor del Vestíbulo de la Entrada mientras los otros estudiantes se marchaban a las clases; entonces, a las nueve y media, ellos fueron llama clase por la clase para re-entrar en el Gran Comedor que se había reestructurado exactamente como Harry lo había visto en el Pensador cuando su padre, Sirius y Snape habían estado haciendo sus TIMOs; las cuatro mesas de las casas habían sido alejadas y las habían reemplazado en cambio con muchas mesas personales, todas de cara a la mesa de los profesores al fondo del vestíbulo donde la profesora McGonagall permanecía mirándoles. Cuando todos estaban sentados y sosegados, ella dijo: “Pueden empezar”, y le dio la vuelta a un enorme reloj de arena sobre el escritorio al lado de ella en el que había también plumas de repuesto, botellas de tinta y rollos de pergamino.
Harry se giró hacia su papel, su corazón latía con dificultad -tres filas a su derecha y cuatro asientos delante Hermione ya estaba garabateando- y centró sus ojos en la primera pregunta:
a) Diga el encantamiento y
b) describa el movimiento de la varita necesario para hacer volar a los objetos.
Harry tuvo el recuerdo fugaz de una porra volando alto en el aire y aterrizando ruidosamente en el espeso cráneo de un troll... sonriendo ligeramente, él se agachó sobre el papel y empezó a escribir.
- Bien, no ha estado mal del todo, ¿verdad? -preguntó Hermione ansiosamente en el Vestíbulo de la Entrada dos horas después, con el enunciado del examen todavía en la mano-. Yo no estoy segura de si me hice justicia en Encantamientos Alegres, justo me quedé sin tiempo. ¿Hicisteis el conjuro contador de hipo? Yo no estaba segura si debía, parecía demasiado... y en la pregunta veintitrés...
- Hermione -dijo Ron severamente-, ya hemos hablado de esto antes... no vamos a repasar cada examen después, ya es bastante con hacerlos una vez.
Los de quinto año almorzaron con el resto de la escuela (las cuatro mesas de las casas habían reaparecido durante la hora del almuerzo), después ellos se reunieron en una pequeña la cámara al lado del Gran Vestíbulo dónde tenían esperar hasta ser llamados para su examen práctico. Pequeños grupos de estudiantes eran llamados en orden alfabético, los que quedaban, murmuraban encantamientos y practicaban movimientos de varita, mientras se atizaban por equivocación de vez en cuando en su espalda u ojo.
Hermione fue llamada. Temblando, ella abandonó la cámara con Anthony Goldstein, Gregory Goyle y Daphne Greengrass. Los estudiantes que ya habían realizado no volvían después, por lo que Harry y Ron no tenían ninguna idea de como lo había hecho Hermione.
- Ella estará bien, ¿recuerdas que ella obtuvo un ciento doce por ciento en una de nuestras prueba de hechizos? -dijo Ron.
Diez minutos después, el Profesor Flitwick llamó:
- Parkinson, Pansy; Patil, Padma; Patil, Parvati; Potter, Harry.
- Buena suerte -dijo Ron calladamente. Harry caminó hacia el Gran Vestíbulo, mientras asía su vara tan herméticamente que su mano se agitó.
- El profesor Tofty está libre, Potter -rechinó el profesor Flitwick que estaba justo en la puerta. Él dirigió a Harry hacia el que parecía el examinador más viejo y más calvo que estaba sentado detrás de una mesa pequeña en una esquina lejana, a una distancia corta de la profesora Marchbanks que estaba en la mitad de la prueba de Draco Malfoy.
- Potter, ¿verdad? -dijo el profesor Tofty, mientras consultando sus notas y asomando encima de sus quevedos a Harry cuando él se acercó-. ¿El famoso Potter?
Por el rabillo del ojo Harry vio claramente que Malfoy le lanzaba una dura mirada; la copa que Malfoy estaba haciendo levitar calló al suelo y se rompió. Harry no pudo contener una mueca; el profesor Tofty se volvió sonriéndole en tono alentador.
- Eso es -dijo con su vieja y temblorosa voz-, no necesitáis poneros nerviosos. Ahora, si te pidiese que cogieses esa huevera y la hicieses dar vueltas para mí.
En conjunto, Harry pensó que fue bastante bien. Su Hechizo de Levitación era ciertamente mucho mejor que el que había hecho Malfoy, a pesar de eso deseaba no haber liado el encantamiento para cambiar el color y el hechizo para hacer crecer, pues la rata, que se suponía que tenía que haberse vuelto de color naranja se hinchó escandalosamente y alcanzó el tamaño de un tejón antes de que Harry pudiera rectificar su error.
Estaba alegre, Hermione no estaba en el Hall a la hora y olvidó mencionárselo después. Sin embargo, podía hablar con Ron, Ron había provocado que un plato mutara en un gran champiñón no tenía ni idea de cómo había pasado.
No hubo tiempo para el relax esa noche; se fueron derechos a la Sala Común después de la cena y se sumergieron en el repaso de Transfiguración del día siguiente. Harry se fue para la cama con la cabeza zumbando con complejos modelos y teorías de hechizos.
Olvidó la definición del hechizo cambiador durante su examen escrito a la mañana siguiente pero la práctica pudo haber sido peor. Al menos se las arregló para desaparecer por completo a su iguana, mientras la pobre Hannah Abbott en la mesa de al lado perdió su cabeza totalmente y de algún modo se las arregló para multiplicar su hurón dentro de una bandada de flamencos, provocando que el examen fuera interrumpido durante diez minutos mientras los pájaros fueron capturados y llevados fuera al Hall.
Tuvieron su examen de Herbología el Miércoles (a pesar de un pequeño mordisco de un Geranio colmilludo, Harry sintió que lo había hecho razonablemente bien); y después, el Jueves, Defensa Contra las Artes Oscuras. Allí, por primera vez, Harry se sintió seguro de que había aprobado. No tuvo problemas con ninguna de las preguntas escritas y sintió un especial placer, durante el examen práctico, al realizar bien todos los contra-hechizos y encantamientos defensivos delante de Umbridge, que estaba observando desde cerca de las puerta del Hall de entrada.
- ¡Oh, bravo! -gritó el profesor Tolty, que estaba examinando a Harry otra vez, cuando Harry demostró un perfecto hechizo desvaneciendo a un Boggart-. ¡En efecto muy bien! Bien, creo que esto es todo Potter... al menos...!
S inclinó un poco hacia delante.
- He oído a mi querido amigo Tiberius Ogden, que puedes producir un Patronus. Para puntos extra...
Harry elevó su varita, miró directamente hacia Umbridge y se la imaginó siendo despedida.
- ¡Expecto Patronum!
Su ciervo plateado hizo erupción del final de su varita y galopó a lo largo del Hall. Todos los examinadores observaron sus progresos y cuando se disolvió en niebla plateada el profesor Tofty aplaudió entusiasmadamente.
- ¡¡Excelente!! –dijo-. ¡Muy bien Potter, lo hiciste!
Cuando Harry pasó por al lado de Umbridge en la puerta sus ojos se encontraron. Había una sonrisa asquerosa jugueteando en su floja y ancha boca, pero a él no le importó.
Al menos que estuviera muy equivocado (y no tenía planeado decírselo a nadie por si acaso fuera así), había logrado un sobresaliente TIMO.
El Jueves, Harry y Ron tuvieron el día libre mientras Hermione hacía su examen de Runas Antiguas, así que pasaron el fin de semana entero permitiéndose una parada en los repasos. Se estiraron y bostezaron delante de la ventana abierta, mientras el caliente aire del verano soplaba, jugaban al ajedrez mágico. Harry podía ver a Hagrid en la distancia, dando su clase en las afueras del Bosque. Estaba intentado adivinar que criaturas estaban examinando, creía que podía tratase de unicornios porque los chicos parecían quedarse un poco hacia atrás cuando el retrato se abrió y Hermione entró a través de él con aspecto malhumorado.
- ¿Cómo fueron las runas? -dijo Ron bostezando y estirándose.
- Yo traduje mal ehwaz -dijo Hermione furiosamente-. Significa "sociedad", no "defensa", yo lo mezclé con el eihwaz.
- Ah bueno -dijo Ron perezosamente-, si hay solo un error, tu todavía lo conseguirás...
- ¡Oh, cállate! -dijo Hermione airadamente-. Ese único error puede ser la diferencia entre un aprobado y un suspenso. Y lo que es más, alguien puso otro Niffler en el despacho de Umbridge. No se como pasaron a través de la nueva puerta, pero justo pasaba yo por allí y Umbridge estaba chillando, y por el ruido que hacía, intentaba llevarse un trozo de su pierna.
- Bien -dijeron Harry y Ron a la vez.
- ¡No está bien! -dijo Hermione acaloradamente-. Ella cree que es Hagrid el que lo hace, recordais ¡Y nosotros no queremos que pongan de patitas en la calle a Hagrid!
- Él estaba dando clases en ese momento, no puede acusarle -dijo Harrry, haciendo un gesto hacia la ventanta.
- Oh, a veces eres muy ingenuo, Harry. ¿De verdad piensas que Umbridge esperará a tener pruebas? -dijo Hermione, quien parecía determinada a seguir de un muy violento humor, y avanzó inexorablemente hacia los dormitorios de las chicas cerrando la puerta de un portazo tras ella.
- Qué encantadora, que dulce humor tiene la chica -dijo Ron muy tranquilamente, empujando su reina para aporrear uno de los caballos de Harry.
El mal humor de Hermione persistió para la mayoría del fin de semana, aunque Harry y Ron encontraron absolutamente fácil no hacer caso mientras que pasaron la mayoría de sábado y de domingo que revisaban para las Pociones el lunes, el examen que Harry había estado mirando adelante a lo menos  y que él era seguro sería la caída de sus ambiciones a hacer un Auror.
Por supuesto, encontró el examen escrito difícil, aunque él pensó que no le había ido tan mal porque le pusieron la Poción Multijugos; Él podría describir sus efectos exactamente, habiéndose apropiado ilícitamente de ella en su segundo año.
La clase práctica por la tarde no fue tan horrible como él había esperado. Con Snape ausente de los actos, él se encontró con que él estaba mucho más relajado de lo que usualmente estaba al hacer pociones. Neville, que estaba sentado cerca de Harry, tenía una mirada de felicidad como nunca le había visto durante una clase Pociones. Cuando la profesora Marchbanks les dijo:
- Por favor, apártense de sus Calderos, el examen ha terminado.
Harry tomó su frasco de muestra considerando que él si bien no tendría una buena nota, al menos con suerte no lo suspendería.
-¡Solo hemos hecho cuatro exámenes! -dijo Parvati Patil cansadamente cuando regresaron a la Sala Común de Gryffindor.
- ¡Solo! -dijo Hermione enfadada- ¡He tenido Aritmancia y eso debe ser lo más duro que hay…!
Nadie era lo suficientemente tonto para contestarle, así es que ella fue incapaz de descargar la bilis en cualquiera de ellos y se redujo a la reprimenda a algunos de primer año por reír nerviosa y ruidosamente en la Sala Común.
Harry se había propusto hacer lo mejor posible el examen de Cuidado de las Criaturas Mágicas del martes a fin de no decepcionar a Hagrid. El examen práctico tuvo lugar por la tarde, en el césped al borde del Bosque Prohibido, donde los estudiantes fueron requeridos para identificar correctamente el Knarl escondido entre una docena de erizos (el truco era ofrecerles leche y entonces los Knarls, criaturas altamente desconfiadas cuyos cañones de las plumas tenían muchas propiedades mágicas, generalmente se acercaba furioso intentando, pensaban, envenenarlos); Ahora demuestre manejo correcto de un Bowtruckle; Alimente y limpie un cangrejo de fuego sin sufrir quemaduras serias; Y escojan, entre una amplia selección de comida, la dieta que darían a un unicornio enfermo.
Harry podría ver a Hagrid observando ansiosamente por su ventana de la cabaña. Cuando el examinador de Harry, una bruja pequeña y rechoncha le sonrió y le dijo que podía marcharse, Harry le hizo a Hagrid un gesto de aprobación con los pulgares hacia arriba, antes de dirigirse de regreso al Castillo.
El examen teórico de Astronomía el miércoles por la mañana fue bastante bien. Harry no estaba muy convencido de si había acertado los nombres de todas las lunas de Júpiter, pero por lo menos era consciente de que ninguno de ellos estaba habitado por ratones. Tenían que esperar a la noche para sus prácticas de Astronomía. La tarde fue dedicada en cambio a la Adivinación.
Aun para los criterios más bajos de Harry en Adivinación, el examen fue muy mal. Intentó ver cuadros móviles sobre el escritorio pero la bola de cristal permanecía tercamente en blanco; perdió su cabeza completamente durante la lectura de hoja de té, dijo que veía cómo a la profesora Marchbanks que dentro de poco haría un viaje, vería un forastero oscuro, empapado, y acabaría mal porque estaban por mezcladas las líneas de la vida sobre su palma y eso quería decir que debería haber muerto el martes anterior.
- Bien, ya sabíamos que fallaríamos en esto -dijo Ron tristemente cuando subían por la escalera de mármol. Había hecho que Harry se sintiese bastante mejor diciéndole cómo había podido describir, con todo detalle a un hombre feo con una verruga en la nariz que aparecía claramente en su bola de cristal, sólo que cuando levantó la vista, comprendió que había estado describiendo el reflejo de su examinador.
- Deberíamos haber dejado esa estúpida asignatura al principio -dijo Harry.
- De todos modos la podemos dejar ahora.
- Sí -dijo Harry–. No fingiremos más que nos importa lo que ocurre cuando Júpiter y Urano se alinean.
- Y de ahora en adelante, no me importa si mis hojas de té deletrean “muere Ron, muere” cuando las tiro en la caja.
Harry se rió cuando Hermione vino y se acercó a ellos. Él paró de reírse de inmediato, y eso la molestó.
- Bien, pienso que lo he hecho bien en Aritmancia -ella dijo, y Harry y Ron dijeron suspirando con alivio–. Entonces tenemos tiempo para echar una mirada a nuestras cartas Astrales antes de la cena...
Cuando llegaron a las torres de Astronomía a las once, encontraron una noche perfecta para mirar las estrellas, despejada y quieto. Las tierras estaban bañadas por la plateada luz de la luna y el aire era ligeramente fresco. Cada uno de ellos se acercó a su telescopio y, cuando la profesora Marchbanks dio la orden, procedieron a rellenar la Carta Astral en blanco que habían recibido.
Los profesores Marchbanks y Tofty se pasearon entre ellos, mirando como colocaban las posiciones precisas de las estrellas y los planetas. Todo estaba en silencio excepto por el susurro de pergamino, el chirrido ocasional de un telescopio al ajustarse en su soporte, y el garabatear de muchas plumas. Pasó media hora, y los parpadeos de luz que se reflejaban en la tierra, comenzaron a desaparecer a medida que se extinguían las luces en las ventanas del Castillo.
Cuando Harry completó la constelación Orion en su gráfico, vio cómo se abrieron las puertas principales del Castillo debajo del parapeto donde él estaba de pie, y a la poca luz que llegaba abajo, pudo ver un camino a través del césped. Harry echó un vistazo abajo fingiendo que hacía un ajuste leve a la posición de su telescopio y vio cinco o seis sombras alargadas moviéndose sobre la hierba intensamente iluminada antes de que las puertas se cerraran y el césped se volviera un mar de oscuridad otra vez.
Harry acercó el ojo a su telescopio y lo reenfocó, ahora examinando Venus. Miró su carta para encontrar en el planeta allí, pero algo lo distrajo; Haciendo una pausa con la punta de la pluma suspendida sobre el pergamino, él miró de reojo abajo al suelo oscuro y vio media docena de figuras andando sigilsomente sobre el césped. Si no habían estado moviendósese y la luz de luna no brillara tanto sobre sus cabezas, habrían sido indistinguibles del suelo oscuro en el que caminaban. Aun a esta distancia, Harry tuvo un extraño presentimiento cuando reconoció en el camino a quien le pareció que dirigía el grupo.
No se le ocurría por qué Umbridge daría un paseo fuera después de la medianoche, mucho menos acompañada por otros cinco. Entonces alguien tosió detrás de él, y recordó que estaba a mitad de un examen. Él realmente había olvidado la posición de Venus. Acercando su ojo al telescopio, la encontró otra vez y estaba a punto de introducirlo en su gráfico cuándo, alerta para cualquier sonido extraño, oyó un golpe distante que hizo eco a través de las tierras desiertas, y comprendió que era el ladrido amortiguado de un perro grande.
Alzó la vista con el corazón golpeándole el pecho. Había luces en la ventana de Hagrid y pudo ver recortada sobre la luz de la ventana, a la gente que había observado cruzar el césped. La puerta se abrió y vio claramente la silueta de seis figuras atravesar rápidamente el umbral. La puerta se cerró otra vez y hubo silencio.
Harry se sintió inquieto. Él echó un vistazo alrededor para ver si Ron o Hermione habían notado lo mismo, pero la profesora Marchbanks vino andando hacia él en aquel momento y no que pareciera que estaba mirando el trabajo de los demás. Harry se inclinó rápidamente sobre su carta astral y fingió que apuntaba cosas en ella mientras miraba por encima del parapeto hacia la cabaña de Hagrid. Las figuras se movían ahora a través de las ventanas de la cabaña bloqueando la luz.
Podía sentir los ojos de la profesora Marchbanks clavados en su cuello y volvió a apretar su ojo otra vez contra su telescopio, quedándose con la mirada fija arriba en la Luna aunque había marcado su posición hacía ya una hora, pero cuando la profesora Marchbanks pasó adelante de él, oyó un rugido en la cabaña distante que resonó a través de la oscuridad hasta lo alto de la Torre de Astronomía. Alguna de la gente alrededor de Harry apartaron sus telescopios y miraban atentos en dirección a la cabaña de Hagrid.
El profesor Tofty dio una pequeña tos pequeña seca.
- Intenten concentrarse, niños y niñas -dijo suavemente.
La mayoría de la gente regresó a sus telescopios. Harry miró hacia su izquierda. Hermione miraba fijamente la cabaña de Hagrid.
- ¡Ejem...! Quedan solo veinte minutos -dijo el profesor Tofty.
Hermione se sobresaltó y volvió de inmediato a su la gráfica de estrellas; Harry miró abajo a su trabajo y se dio cuenta que él había etiquetado Venus como Marte. Se inclinó para corregirlo.
Hubo entonces un ruido muy fuerte en las tierras... varias personas gritaron “¡Ouch!” cuando se golpearon, por el sobresalto, con sus telescopios en la cara y se apresuraron a ver qué sucedía abajo.
La puerta de Hagrid había abierto de golpe y por la luz que salía de la cabaña vieron una figura grande blandiendo sus puños, rodeado por seis personas, quienes a juzgar por los hilos diminutos de luz roja que lanzaban en su dirección, parecía que intentaban atontarlo.
- ¡No! –gritó Hermione.
- ¡Querida! -dijo el profesor Tofty con voz escandalizada-. ¡Ésto es un examen!
Pero nadie prestaba la más mínima atención a sus cartas astrales. Los chorros de luz roja todavía volaban de acá a allá al lado de la cabaña de Hagrid, pero en cierta forma parecieron rebotar contra él; Él estaba todavía derecho y quieto, por lo que Harry podía ver la lucha. Gritos y más gritos se hicieron eco a través de las tierras. Un hombre gritó:
- ¡Sé razonable, Hagrid!
Hagrid rugió: - ¡Reasonable ser condenado, yeh... ganado... toma esto, Dawlish!
Harry podría ver el contorno diminuto de Fang, pude tratar de defender a Hagrid, saltando entre los magos que lo rodaban hasta que un encantamiento aturdidor le dio y cayó al suelo. Hagrid dio un aullido de furia, levantó al culpable del suelo y lo arrojó lejos; el hombre voló unos tres metros y no se levantó otra vez. Hermione se quedó sin aliento, con ambas manos sobre su boca; Harry miró alrededor a Ron y vio que él también estaba asustado. Ninguno de ellos alguna vez había visto el carácter verdadero de Hagrid antes.
- ¡Mira! -chilló Parvati, que se inclinaba sobre el parapeto indicando el pie del Castillo donde las puertas se habían abierto otra vez; y a la luz vieron que salía en tropel sobre el césped oscuro una sombra sola larga y negra que ahora se ondulaba a través del césped.
- ¡Ahora realmente! -dijo el profesor Tofty con inquietud-. ¡Sólo quedan dieciséis minutos!
Pero nadie le prestaba atención: ellos miraban a la persona se dirigía hacia la batalla al lado de la cabina de Hagrid.
- ¡¿Cómo se atreven –la alta figura gritaba mientras corría- ¿¡Cómo se atreven!?
- ¡Esa es McGonagall! -susurróHermione.
- ¡Déjenlo tranquilo! ¡Déjenlo he dicho! –se oyó la voz de la profesora McGonagall a través de la oscuridad-. ¿Por qué atacan? Él no ha hecho nada, que merezca eso.
Hermione, Parvati y Lavander gritaban. Las figuras alrededor de la cabaña dispararon sus hechizos hacia la profesora McGonagall. A mitad de camino entre la cabaña y el Castillo los rayos rojos chocaron con ella; por un momento ella miró, brillando en una misteriosa luz roja, entonces fue levantanda por el aire, cayó con fuerza sobre su espalda y no se movió más.
- ¡Gárgolas galopantes! –gritó el profesor Tofty quien también parecía haber olvidado el examen completamente-. ¡Sin ninguna advertencia previa! ¡Qué comportamiento vergonzoso!
- ¡COBARDES! –bramó Hagrid. Su voz llegaba ahora claramente a la parte superior de la torre, y varias luces parpadearon dentro del Castillo.
- ¡COBARDES... RASTREROS! TOMAD ESTO... Y ESTO OTRO...
- Dios mío... -jadeó Hermione.
Hagrid asestó dos golpes a sus asaltantes más cercanos. A juzgar por su derrumbamiento inmediato, habían quedado sin sentido. Harry vio a Hagrid doblarse y pensó que finalmente había sido vencido por un hechizo. Pero, muy al contrario, al instante siguiente Hagrid estaba en pie otra vez con lo que parecía ser un saco a su espalda, entonces Harry comprendió que era el cuerpo inerte de Fang que había cargado sobre sus hombros.
- ¡Atrápalo, atrápalo! –gritó Umbridge, pero su ayudante restante pareció poco dispuesto a acercarse a los puños de Hagrid. Ciertamente, se echaba hacia atrás tan rápido que tropezó inesperadamente con uno de sus compañeros inconscientes y cayó. Hagrid cambió de dirección y había comenzado a correr con Fang todavía colgado alrededor de su cuello. Umbridge lanzó un último hechizo aturdidor pero falló. Y Hagrid corrió y se perdió en la oscuridad.
Durante un minuto hubo un largo silencio en el que todos miraban las tierras y entonces la voz del profesor Tofty dijo débilmente:
- ¡Uhm... Quedan solo cinco minutos!
Aunque sólo había rellenado dos terceras partes de su Carta Astral, Harry estaba desesperado porque acabase el examen. Cuando acabó por fin, él, Ron y Hermione dejaron sus telescopios y regresaron corriendo abajo por la escalera de caracol. Ninguno de los estudiantes se acostaba; todos hablaban ruidosa y excitadamente al pie de las escaleras acerca de lo que habían presenciado.
- ¡Esa mala mujer! –jadeó Hermione sin aliento, quien parecía tener dificultad para hablar debido a la furia-. ¡Tratando de asaltar a Hagrid en plena noche!
- Querría claramente evitar otra escena como con Trelawney -dijo Ernie Macmillan, acercándose.
- ¡Hagrid estuvo bien! ¿verdad? -dijo Ron más asustado que impresionado-. ¿Por qué todos los hechizos le rebotaron?
- Será su sangre de gigante -dijo Hermione temblando-. Es muy difícil aturdir a un gigante, son como los trolls, realmente resistentes... pero pobre profesora McGonagall... Le dieron cuatro de lleno en el pecho y ella no es precisamente joven ¿verdad?
- Terrible, terrible -dijo Ernie, sacudiendo pomposamente la cabeza-. Bien me voy a la cama, buenas noches a todos.
La gente alrededor comenzaba a marcharse, hablando todavía excitados de lo que acababan de ver.
- Al menos no llevaron a Hagrid a Azkaban -dijo Ron-. Habrá ido a unirse a Dumbledore, ¿verdad?
- Supongo que sí -dijo Hermione a quien se veía llorosa-. Ah, esto es horrible, yo creía que Dumbledore volvería pronto, pero ahora hemos perdido también a Hagrid.
Caminaron de regreso a la Sala Común de Gryffindor y la encontraron llena. El tumulto en las tierras del colegio había despertado a mucha gente, que se habían apresurado a despertar a sus amigos. Seamus y Dean, que habían llegado antes que Harry, Ron y Hermione, contaban a todo el mundo lo que habían visto y escuchado en la Torre de Astronomía.
- Pero ¿por qué quería echar a Hagrid ahora? –preguntó Angelina Johnson negando con la cabeza-. Esto no es como con Trelawney; ¡Él ha estado enseñando mucho mejor este año!
- Umbridge odia a los semihumanos -dijo Hermione amargamente, dejandose caer en un sillón-. Siempre quiso echar a Hagrid.
- Y ella pensó que Hagrid metió la Nifflers en su oficina -añadió Katie Bell.
- ¡Oh, caramba! -exclamó Lee Jordan, cubriéndose boca-. Yo soy quién ha estado poniendo Nifflers en su oficina. Fred y George me dejaron una pareja; he estado haciéndolos levitar por su ventana.
- Le habría echado del cargo de cualquier manera -dijo Dean-. Él era muy cercano a Dumbledore.
- Eso es cierto -dijo Harry, hundiéndose en un sillón al lado de Hermione.
- Solo espero que la profesora McGonagall esté bien –dijo Lavender llorando.
- La trajeron de regreso a Castillo, lo vimos a través de la ventana del dormitorio -dijo Colin Creevey-. No tenía muy buen aspecto.
- La señora Pomfrey la curará -dijo Alicia Spinnet firmemente-. Ella nunca ha fracasado.
Eran casi las cuatro de la mañana antes de que la Sala Común se vaciase. Harry se sentía desvelado. La imagen de Hagrid corriendo a gran velocidad fuera en la oscuridad le hechizaba. Estaba tan enojado con Umbridge que no podría pensar de un castigo lo suficientemente malo para ella, sin embargo, la sugerencia de Ron de alimentarla con una caja de Skrewts y destruirla en una explosión tenía sus ventajas. Se quedó dormido imaginando venganzas horrendas y se levantó de la cama tres horas más tarde sintiéndo que no había descansado nada.
Su examen final de Historia de la Magia, no tenía lugar hasta esa tarde. A Harry le habría gustado mucho volver a la cama después del desayuno, pero había planeado la mañana para un repaso de última hora, en cambio él se sentó con su cabeza en sus manos en la ventana de la Sala Común, intentando con fuerza no quedarse dormido cuando leyó rapidamente algunos de los tres pies y medio del montón alto de apuntes que Hermione le había prestado.
Los de quinto año entraron al Gran Vestíbulo a las dos en punto y tomaron sus lugares frente a sus hojas de examen que estaban vueltas hacia abajo. Harry se sentía agotado. Solo quería que acabara todo, para que poder ir a dormir; y mañana, él y Ron bajarían al campo de Quidditch -él iba a volar en la escoba de Ron- y saborear la libertad.
- Den la vuelta a sus papeles -dijo la profesora Marchbanks en el frente del pasillo, chasqueando con su varita un reloj de arena gigantesco-. Pueden comenzar.
Harry clavó fijamente los ojos en la primera pregunta. Pasaron varios segundos antes de que se diera cuenta de qu no había entendido ni una palabra de ella; Una avispa zumbaba alegremente en las ventanas más altas. Lentamente, tortuosamente, por fin comenzó a escribir una respuesta.
Encontraba muy difícil recordar nombres y siguió confundiendo fechas. Simplemente se saltó la pregunta cuatro: En su opinión, ¿la legislación de la varita mágica contribuyó, o condujo a un mejor control en los disturbios de Duendes del siglo XVIII?” Pensó que volvería a eso si tenía tiempo al final. Sintió una puñalada en la pregunta cinco: “¿Cómo el Estatuto del Secreto fue contravenido en 1749 y qué medidas se tomaron para impedir una repetición?” Pero tenía la fastidiosa sospecha de que había omitido varios puntos importantes; Sintió que los vampiros habían entrado en la historia en alguna parte.
Miró una pregunta que definitivamente podría responder y sus ojos se posaron sobre la número diez: “Describa las circunstancias que condujeron a la formación de la Confederación Internacional de Magos y explicar por qué los brujos de Liechtenstein rechazaron unirse.”
Sé esto, pensó Harry, aunque su cerebro se sentía flojo. Él podría visualizar un título en la escritura de Hermione: la formación de la Confederación Internacional de Magos… Había leído esas notas esta mañana.
Él comenzó a escribir, alzando la vista de vez en cuando para comprobar el reloj de arena sobre el escritorio al lado de la profesora Marchbanks. Él se sentaba justo detrás de Parvati Patil, cuyo pelo negro y largo caía por debajo de la parte de atrás de su silla. Un par de veces se encontró mirando fijamente las luces diminutas y doradas que brillaron en su pelo cuando ella movia su cabeza, tenía que sacudir la cabeza para aclararse.
“... Primer Mugwump Supremo de la Confederación Internacional de Magos era Pierre Bonaccord, su nombramiento fue impugnado por la comunidad mágica de Liechtenstein, porque...”
Todo alrededor de Harry las plumas arañaban sobre los pergaminos apresuradamente, como a la carrera. Notaba que el sol le calentaba mucho el dorso de su cabeza. ¿Qué había hecho Bonaccord para ofender a los magos de Liechtenstein? Harry tuvo el presentimiento que tenía algo que ver con los duendes... miró fijamente inexpresivamente detrás de la cabeza de Parvati otra vez. Si él pudiera realizar Legilimancia y abrir una ventana detrás de su cabeza y ver que habían hecho los duendes que había causado la división entre Pierre Bonaccord y Liechtenstein...
Harry cerró sus ojos y ocultó su cara en sus manos, para que el rojo encendido de sus parpados no se viese.
“Bonaccord había querido detener la caza de Duendes y darles derechos... pero Liechtenstein tenía problemas con una tribu de Duendes de montaña particularmente crueles...” Eso fue, eso.
Abrió sus ojos; le picaban y lagrimearon al ver el pergamino blanco. Despacio, él escribió dos líneas sobre las hojas, luego leyó rápidamente lo que había escrito hasta ahora. Esto no parecía muy detallado, y él estuvo seguro de que los apuntes de Hermione sobre la Confederación habían continuado páginas y páginas.
Cerró sus ojos intentando verlos, intentando recordar.
“... La Confederación se había encontrado por primera vez en Francia...” sí, él había escrito esto ya...
“Los duendes habían intentado acudir y habían sido expulsados...” sí, él había escrito eso ya…
“Y nadie de Liechtenstein había querido venir...”
- Piensa -se dijo a sí mismo con la cara entre sus manos, mientras todo alrededor de él las plumas escribían respuestas interminables y la arena del reloj de arena goteaba al frente...
… Andaba a lo largo del pasillo oscuro del Departamento de Misterios otra vez, andando con pisada firme y determinada, echando de vez en cuando a correr determinado a alcanzar su meta al fin... después la puerta negra se abrió de golpe para él como siempre, y estaba en el cuarto circular con muchas puertas...
Directamente a través del suelo de piedra y a través de la segunda puerta… los parches de luz bailaban sobre las paredes y el suelo con un chasquido mecánico, pero no tenía tiempo para explorar, debía apresurarse...
Corrió los pocos metros que le faltaban para llegar a la tercera puerta, que se abrió de golpe como las demás...
Otra vez él estaba en la habitación enorme, llena de esferas de cristal y del vaso... su corazón latía muy rápido ahora... lo iba a lograr esta vez... cuando alcanzó el número noventa y siete giró a la izquierda y se apresuró por el pasillo entre dos filas...
Pero había una forma en el suelo en el final mismo, una forma negra moviéndose hacia delante en el suelo como un animal herido... el estómago de Harry se contrajo de miedo... de excitación…
Una voz salió de su propia boca, una voz, alta, fría, vacía de cualquier sentimiento humano...
- Cógelo para mí... bájalo ahora... no puedo tocarlo... pero tú puedes...
La forma negra en el suelo cambió un poco. ¡Harry vio que una mano muy blanca agarraba una varita mágica al final de su propio brazo... oyó la voz alta y fría decir “¡Crucio!”
El hombre en el suelo dejó escapar un grito de dolor, intento estar de pie, pero cayó hacia atrás retorciéndose. Harry se reía. Él levantó su varita mágica, detuvo la maldición y la figura gimió y se quedó inmóvil.
- Lord Voldemort espera...
Muy despacio, temblándole los brazos el hombre levantó sus hombros unas pulgadas y levantó su cabeza del suelo. Su cara estaba manchada de sangre y descarnada, torcida por el dolor aún rígida pero desafiante…
- Tendrás que matarme -susurró Sirius.
- Indudablemente lo haré al fin –dijo la voz fría-. Pero traerás para mí primero... Black ¿piensas que has sentido dolor hasta ahora? Piensalo... tenemos muchas horas por delante y nadie puede oirte gritar...
Pero alguien gritó cuando Voldemort bajó su varita mágica otra vez; alguien gritó y cayó de su escritorio sobre el suelo frío; Harry despertó cuando golpeó el suelo, todavía gritando, su cicatriz le ardía como el fuego mientras el Gran Pasillo entraba en erupción a su alrededor.

 

 

 

 

CAPÍTULO XXXII

FUERA DEL FUEGO

- No voy a ir... no necesito la enfermería... no quiero...
Estaba balbuceando mientras trataba de zafarse del profesor Tofty, quien miraba con preocupación a Harry después de ayudarlo a pasar por el Vestíbulo de entrada mientras los estudiantes los rodeaban mirándolos fijamente.
- Estoy... estoy bien, señor -tartamudeó Harry, secándose el sudor de la cara-, de verdad... solamente me dormí... tuve una pesadilla...
- La presión de los exámenes -dijo comprensivamente el viejo mago, palmeándole el hombro-. ¡Sucede joven, sucede! Ahora, un trago de agua refrescante, y tal vez se encuentre usted listo para regresar al Salón Principal. El examen casi terminó, pero ¿usted podría desear terminar de corregir su última respuesta?
- Sí -dijo Harry desatinadamente-. Quiero decir... no... ya hice... hice todo lo que pude, creo...
- Muy bien, muy bien -dijo amablemente el viejo mago-. Voy a recoger tu hoja de examen y te sugiero que vayas y tomes un buen descanso.
- Eso es lo que voy a hacer -dijo Harry, asintiendo vigorosamente-. Muchas gracias.
En el instante en que los talones del viejo desaparecieron por el umbral del Salón Principal, Harry salió corriendo hacia la escalera de mármol, pasó por los corredores tan rápido que los retratos por los que pasaba le murmuraban reproches, subiendo más tramos de escaleras, y finalmente irrumpió como un huracán atravesando las dobles puertas de la enfermería, haciendo que Madame Pomfrey –que en ese momento estaba suministrando una cucharada de un líquido azul brillante en la boca abierta de Montague– brincara asustada.
- Potter, ¿qué cree usted que está haciendo?
- Necesito ver a la profesora McGonagall -balbuceó Harry, sintiendo que el aire iba a hacer estallar sus pulmones-. En este instante...
- ¡Es urgente!
- No está aquí Potter -dijo con tristeza Madame Pomfrey-. Fue transferida a San Mungo esta mañana. ¿Cuatro hechizos aturdidores directo al corazón a su edad? Es una maravilla que no la hayan matado.
- ¿No está? -dijo Harry sobresaltado.
Sonó la campana justo fuera del dormitorio y escuchó el acostumbrado estruendo de los estudiantes que empezaban a pasar en los corredores por arriba y a los lados de donde él se encontraba. Se quedó inmóvil, mirando a Madame Pomfrey. El terror lo inundaba.
No había nadie a quien decírselo. Dumbledore se había ido. Hagrid se había ido, pero él siempre había pensado que la profesora McGonagall estaría ahí, irascible e inflexible, tal vez, pero siempre digna de confianza, sólidamente presente.
- No dudo que estés impresionado, Potter -dijo Madame Pomfrey, con cierto orgullo aprobatorio en su cara-. ¡Como si uno solo de ellos hubiera podido aturdir a Minerva McGonagall de frente y a la luz del día! Cobardía... eso es lo que fue... despreciable cobardía... si no estuviera yo... preocupada de lo que les pudiera pasar ustedes, los estudiantes sin mí, renunciaría en señal de protesta.
- Sí -dijo Harry inexpresivamente.
Se dio la vuelta y dando zancadas ciegamente desde la enfermería y hacia el corredor en donde estaba parado, siendo obstaculizado por la multitud, con el pánico creciendo dentro de él como un gas venenoso haciendo que su cabeza diera vueltas y sin poder pensar que hacer.
- Ron y Hermione -dijo una voz dentro de su cabeza.
Estaba empezando a correr otra vez, empujando para quitar a los demás estudiantes de su camino, ignorando sus enojadas protestas. Echó una carrerilla bajando dos pisos y cuando estaba en la parte superior de la escalera de mármol los vio que venían hacia él apresuradamente.
- ¡Harry! -dijo inmediatamente Hermione, que parecía muy asustada-. ¿Qué pasó? ¿Te enuentras bien? ¿Estás enfermo?
- ¿En dónde te has metido? -le preguntó Ron.
- Vengan conmigo -dijo Harry rápidamente-. Vengan, tengo algo que decirles.
Los guió por el corredor del primer piso, atisbando a través de las puertas, y al fin encontró un salón de clases vacío en el que entró apresuradamente, cerrando la puerta atrás de Ron y de Hermione, en el momento en que estuvieron adentro, y se recargó en la puerta quedando de frente a sus amigos.
- Voldemort tiene a Sirius.
- ¿Qué?
- ¿Cómo lo...?
- Lo ví. Acabo de verlo. Cuando me dormí durante el examen.
- ¿Pero... pero en dónde? ¿Cómo? -dijo Hermione, cuya cara estaba blanca.
- No sé -dijo Harry-, pero sé exactamente en dónde. Hay una sala en el Departamento de Misterios lleno de estantes cubriendo esas pequeñas esferas de cristal y se encuentran al terminar la fila noventa y siete... él está tratando de usar a Sirius para obtener lo que sea que quiera de ahí... lo está torturando... ¡dice que terminará por matarlo!
Harry se encontró con que le temblaba la voz, al igual que las rodillas. Se movió hacia un escritorio y se sentó en él, tratando de controlarse.
- ¿Cómo vamos a llegar hasta ahí? -les preguntó.
Hubo un momento de silencio. Entonces Ron dijo:
- ¿Llegar ahí?
- ¡Llegar al Departamento de Misterios, para que podamos rescatar a Sirius! -dijo Harry en voz alta.
- Pero, Harry... -dijo Ron débilmente.
- ¿Qué? ¿Qué? -dijo Harry.
No podía entender por qué estaban ambos boquiabiertos como si les estuviera pidiendo algo irracional.
- Harry -dijo Hermione en una voz más bien asustada-, er... cómo... ¿cómo logró entrar Voldemort en el Ministerio de Magia sin que nadie se diera cuenta de que él estaba ahí?
- ¿Cómo voy a saberlo? -gritó Harry-... ¡La pregunta es cómo vamos a entrar nosotros ahí!
- Pero... Harry, piensa en esto -dijo Hermione, dando un paso hacia él-, son las cinco de la tarde... el Ministerio de la Magia debe estar lleno de empleados... ¿cómo podrían Voldemort y Sirius haber entrado sin ser vistos? Harry... son probablemente los magos más buscados del mundo... ¿crees que podrían entrar en un edificio lleno de aurores sin ser detectados?
- ¡No sé, Voldemort usó una Capa Invisible o algo! -gritó Harry-. De cualquier manera el departamento de misterios siempre ha estado totalmente vacío siempre que he visto...
- Nunca has estado ahí Harry -dijo Hermione en voz baja-. Has soñado con ese lugar, eso es todo.
- ¡No son sueños normales! -le gritó Harry en la cara, parándose y dando un paso hacia ella. Quería sacudirla-. ¿Cómo explicas entonces lo del padre de Ron, todo lo que sucedió y cómo es que supe lo que le había pasado?
- Ese es un punto a su favor -dijo Ron en voz baja, mirando a Hermione.
- Pero es que es realmente... realmente inverosímil -dijo Hermione con desesperación-. Harry, ¿cómo diantres pudo Voldemort echar el guante a Sirius cuando él ha estado en Grimmauld Place todo el tiempo?
- Sirius pudo haber reventado y sólo salir a tomar un poco de aire fresco -dijo Ron, quien sonaba preocupado-. Hace siglos que está desesperado por salir de esa casa...
- ¿Pero por qué -persistió Hermione-, por qué rayos querría Voldemort usar a Sirius para obtener esa arma o lo que sea esa cosa?
- Yo no sé, podría haber miles de razones -le gritó Harry-. Tal vez Sirius es sólo alguien que a Voldemort no le importa ver lastimado.
- ¿Sabes qué? Se me acaba de ocurrir algo -dijo Ron en una voz tranquila-, el hermano de Sirius era un Mortífago, ¿verdad? ¡Tal vez le dijo a Sirius el secreto de cómo obtener el arma!
- Sí, ¡y por eso Dumbledore ha estado tan ansioso de mantener encerrado a Sirius todo el tiempo! -dijo Harry.
- Miren, lo siento -arguyó Hermione-, pero nada de lo que dicen los dos tiene sentido, y no tenemos prueba alguna de nada de esto, ninguna prueba de que siquiera Voldemort y Sirius estén ahí.
- Hermione, Harry los vio -dijo Ron volteando hacia ella.
- De acuerdo -dijo ella, que parecía asustada pero decidida-, sólo tengo algo que decirte...
- ¿Qué?
- Tú... ¡esto no es una crítica, Harry! Pero tú haces... cosas como... quiero decir, ¿no crees que tienes un poco de... manía salvadora?
Se la quedó viendo.
- ¿Y qué se supone que significa eso de “manía salvadora”?
- Bueno... tú... -se veía más aprensiva que nunca-. Quiero decir... el año pasado, por ejemplo... en el lago... durante el Torneo... no tendrías que haber... quiero decir, no necesitabas salvar a esa chiquita Delacour... te dejaste llevar un poco...
Una oleada de rabia caliente y punzante recorrió el cuerpo de Harry; ¿cómo podía recordarle esa equivocación ahora?
- Quiero decir, fue un acto de grandeza de tu parte y todo eso -dijo Hermione rápidamente, pareciendo petrificada positivamente ante el aspecto de la cara de Harry-, todo mundo pensó que lo que hiciste fue algo maravilloso.
- Es gracioso -dijo Harry con los dientes apretados-, porque definitivamente recuerdo a Ron diciendo que hice el papel de héroe... ¿es lo que piensas que hago ahora? ¿Supones que quiero hacer el papel de héroe otra vez?
- ¡No, no, no! -dijo Hermione, que parecía atemorizada-. ¡No es eso lo que quiero decir en absoluto!
- ¡Bueno, escupe lo que tengas que decir, porque aquí estamos perdiendo el tiempo! -le gritó Harry.
- Lo que estoy tratando de decir es que.. ¡Voldemort te conoce, Harry! ¡Se llevó a Ginny a la Cámara de los Secretos para hacerte ir ahí, es el tipo de cosas que hace, él sabe que eres el tipo de persona que iría en ayuda de Sirius! ¿Qué tal que sólo está tratando de llevarte al Departamento de Mist...?
- Hermione, yo creo que no importa si lo ha hecho para llevarme ahí o no... se llevaron a McGonagall a San Mungo, no queda nadie de la Orden en Hogwarts a quien podamos decirle, ¡y si no vamos, Sirius está muerto!
- Pero Harry... ¿qué sí tu sueño fue... fue sólo eso, un sueño?
Harry dejó escapar un gruñido de frustración. Hermione se alejó un paso de él, con aspecto alarmado.
- ¡No lo entiendes! -le gritó Harry-, ¡No estoy teniendo pesadillas, no sólo estoy soñando! ¡Para qué crees que fueron todas las clases de Bloqueo, por qué crees que Dumbleore quería impedirme ver esas cosas? Porque son REALES, Hermione... Sirius está atrapado, lo he visto. Voldemort lo tiene, y nadie más lo sabe, y eso significa que somos los únicos que podemos salvarlo, y si no quieres hacerlo, está bien, pero yo sí voy, ¿entendiste? Y si recuerdo correctamente, no tuviste problemas con mi manía salvadora cuando eras tú a la que estaba salvando de los Dementores, o –se volteó a ver a Ron- cuando era a tú hermana a la que estaba yo salvando del basilisco.
- ¡Yo nunca dije que tuviera problemas! -dijo Ron acaloradamente.
- Pero Harry, tu acabas de decirlo -dijo Hermione orgullosamente-, Dumbledore deseaba que aprendieras a bloquear tu mente a la entrada de esas cosas, si hubieras hecho los bloqueos apropiadamente nunca hubieras visto esto.
- SI CREES QUE SÓLO VOY A ACTUAR COMO SI NO HUBIERA VISTO...
- ¡Sirius te dijo que lo más importante era que aprendieras a cerrar tu mente!
- BUENO ESPERO QUE EL HUBIERA DICHO ALGO DIFERENTE SI SUPIERA QUE ACABO DE...
Se abrió la puerta del salón de clases. Harry, Ron y Hermione se dieron vuelta de inmediato. Entró Ginny quien parecía curiosa, seguida de cerca por Luna, quien como de costumbre se veía como si se hubiera dejado caer por ahí accidentalmente. 
- Hola -dijo Ginny titubeando-. Reconocimos la voz de Harry. ¿Por qué están gritando?
- No te preocupes -dijo Harry ásperamente.
Ginny levantó las cejas.
- No hay necesidad de que me hables en ese tono -dijo fríamente-, sólo me estaba preguntando si podía ayudar.
- Bueno, no puedes -dijo Harry escuetamente.
- Estás siendo más bien grosero, ¿sabes? -dijo Luna serenamente.
Harry lanzó un juramento y miró a otro lado. La última cosa que deseaba ahora era una conversación con Luna Lovegood.
- Espera -dijo de repente Hermione-, espera Harry, ellas pueden ayudar.
Harry y Ron la miraron.
- Escuchen -dijo urgentemente-, Harry, necesitamos estar seguros de si Sirius realmente ha salido del cuartel general.
- Ya te dije lo que ví.
- ¡Harry, te lo suplico, por favor! -dijo Hermione desesperadamente-. Por favor sólo vamos a verificar que Sirius no esté en casa antes de que vayamos a asaltar Londres. Si averiguamos que no está ahí, entonces te juro que no voy a tratar de detenerte. Iré. Voy a hacer lo que sea necesario y salvarlo.
- Sirius está siendo torturado ¡AHORA! -le gritó Harry-. No tenemos tiempo que perder.
- Pero si es una trampa de Voldemort, Harry, tenemos que verificar, tenemos que...
- ¿Cómo? -preguntó Harry-, ¿Cómo vamos a verificar?
- Tendremos que usar la chimenea de Umbridge y tratar de ponernos en contacto con él -dijo Hermione, quien parecía positivamente aterrorizada ante el pensamiento-. Haremos salir a Umbridge otra vez, pero necesitaremos vigilantes, y es ahí en donde podemos usar a Ginny y a Luna.
Aunque claramente estaba tratando de entender qué sucedía, Ginny dijo inmediatamente:
- Sí, lo haremos.
- ¿Cuándo dicen “Sirius”, están hablando acerca de Stubby Boardman? -dijo Luna.
Nadie le respondió.
- Bueno -le dijo Harry agresivamente a Hermione-, bueno, si puedes pensar en una forma de hacer esto rápido, estoy contigo, de otra manera me voy al Departamento de Misterios en este momento.
- ¿El Departamento de Misterios? -dijo Luna, pareciendo moderadamente sorprendida-. Pero, ¿cómo piensas llegar hasta allá?
Otra vez Harry la ignoró.
- Bien -dijo Hermione, retorciéndose las manos y recorriendo a zancadas el espacio entre los escritorios-. Bien... bueno... uno de nosotros tiene que ir a buscar a Umbridge y... y enviarla en la dirección equivocada, mantenerla fuera de su oficina. Podrían decirle... no sé... que Peeves está planeando algo horrible como de costumbre.
- Eso lo hago yo -dijo Ron de inmediato-. Le voy a decir que Peeves está interfiriendo con el departamento de Transfiguración o algo así, está a millas de distancia de su oficina. Y ya bien pensado probablemente podría persuadir a Peeves para que lo haga si me lo encuentro en el camino.
La señal de lo serio de la situación fue que Hermione no puso objeciones a lo de la interferencia con el departamento de Transfiguración.
- De acuerdo -dijo ella con el ceño arrugado mientras continuaba dando zancadas-. Ahora, necesitamos mantener a los estudiantes fuera de su oficina mientras forzamos la entrada, o algunos Slytherin podrían ir a advertirle.
- Luna y yo nos podemos parar en ambos extremos del corredor -dijo Ginny de inmediato-, y prevenir a la gente para que no pasen por ahí porque alguien dejó escapar una carga de Gas Sofocante -Hermione miró sorprendida a la facilidad con la que Ginny había inventado esta mentira; Ginny se encogió de hombros y dijo: - Fred y George estaban planeando hacerlo antes de irse.
- De acuerdo -dijo Hermione-. Bueno, entonces, Harry, tú y yo estaremos bajo la Capa Invisible y nos deslizamos a la oficina y así podrás hablar con Sirius...
- ¡No está ahí Hermione!
- Quiero decir, puedes... puedes verificar si Sirius está en casa o no mientras yo hago guardia, no creo que tú debas estar ahí sólo, ya Lee comprobó que las ventanas son un punto débil cuando envió aquellos Nifflers por ahí.
Aún a pesar de su enojo e impaciencia, Harry reconoció la oferta de Hermione de acompañarlo a la oficina de Umbridge como un signo de solidaridad y de lealtad.
- Yo... de acuerdo. Gracias -murmuró.
- Correcto, bien, aún si hacemos todo eso, no creo que podamos contar con más de cinco minutos -dijo Hermione, quien parecía aliviada de que Harry daba la impresión de haber aceptado el plan-, no con Filch y ese maldito Escuadrón Inquisitorial flotando a nuestro alrededor.
- Cinco minutos serán suficientes -dijo Harry-. Venga, vámonos.
- ¿Ahora? -dijo Hermione horrorizada.
- ¡Claro que ahora! -dijo Harry enojado-. ¿Qué pensaste, que vamos a esperar hasta después de la cena o algo así? ¡Hermione, Sirius está siendo torturado en este momento!
- Yo... bueno, correcto -dijo desesperadamente-. Ve a conseguir la Capa Invisible y te encontraremos al final del corredor de Umbridge, ¿de acuerdo?
Harry no contestó, sino que salió volando del salón y comenzó a luchar para pasar a través del torbellino de gente que estaba fuera. Dos pisos más arriba se encontró con Seamus y con Dean, que lo saludaron jovialmente y le dijeron que estaban planeando una celebración desde la puesta hasta la siguiente salida del sol de final-de-exámenes en la Sala Común. Harry los escuchaba escasamente. Se escabulló a través del agujero del retrato mientras ellos se quedaban discutiendo acerca de cuántas cervezas de mantequilla necesitarían adquirir en el mercado negro y estaba saliendo del retrato, con la Capa Invisible y el cuchillo de Sirius seguro en su bolsa antes de que se dieran cuenta de que se había ido.
- Harry, ¿querrías contribuir con un par de galeones? Harold Ringle supone que podría vendernos algo de Whisky de fuego.
Pero Harry ya se estaba alejando hacia el corredor, y un par de minutos después ya estaba brincando los últimos pocos escalones para unirse a Ron, Hermione, Ginny y Luna, que estaban agrupados juntos al final del corredor de Umbridge.
- La tengo –jadeó-. ¿Listos para ir, entonces?
- Correcto -susurró Hermione conforme pasaban junto a un grupo de sexto año-. Entonces Ron, tú vas y haces salir a Umbridge... Ginny, Luna, si pueden comenzar a hacer que la gente se aleje del corredor... Harry y yo tendremos puesta la Capa Invisible y esperaremos hasta que no haya moros en la costa...
Ron se fue dando zancadas, con su brillante cabello rojo visible derecho al final del túnel, mientras la cabeza igualmente vistosa de Ginny saltaba entre los estudiantes que se arremolinaban alrededor de ellos en sentido contrario, seguida por la cabellera rubia de Luna.
- Hazte para acá -murmuró Hermione, tirando del puño de Harry y jalándolo hacia atrás en un descanso en el que la fea cabeza de piedra de un mago medieval estaba parada murmurando para sí mismo en una columna-. ¿Estás seguro de que te encuentras bien Harry? Todavía estás muy pálido.
- Estoy bien -dijo brevemente, sacando la Capa Invisible de su mochila. En verdad le estaba doliendo la cicatriz, pero no tanto que pensara que Voldemort le había inflingido a Sirius un golpe mortal; le había dolido mucho más cuando Voldemort había estado castigando a Avery.
- Eso es –dijo, echó la Capa Invisible sobre los dos y ambos se pararon a escuchar con cuidado por encima de las murmuraciones en latín del busto que tenían enfrente.
- ¡No pueden pasar por aquí! -decía Ginny a la multitud-. No, lo siento van a tener que darle la vuelta por la escalera giratoria, a alguien se le escapó Gas Aturdidor precisamente aquí.
Podían escuchar a la gente quejándose, una voz muy segura dijo:
- No puedo ver el gas.
- Eso es precisamente porque es incoloro -decía Ginny en un tono de voz convincentemente exasperado-. Pero si quieres atravesarlo, adelante, tendremos tu cuerpo como una prueba para el siguiente idiota que no nos crea.
Despacio, la multitud fue desapareciendo. Parecía que las noticias acerca del Gas Aturdidor se habían expandido; la gente ya no venía por aquí. Cuando al fin el área circundante estaba bastante vacía, Hermione dijo en voz baja:
- Creo que es lo máximo que podemos lograr, Harry... vamos, hagámoslo.
Avanzaron cubiertos por la Capa. Luna estaba parada con su espalda hacia ellos al final del corredor. Cuando pasaban junto a Ginny, Hermione murmuró:
- Bien hecho... no te olvides de la señal.
- ¿Cuál es la señal? -murmuró Harry, conforme se aproximaban a la puerta de Umbridge.
- Un fuerte coro de Weasley es nuestro Rey si ven que viene Umbridge -replicó Hermione, cuando Harry insertó la hoja del cuchillo de Sirius en la abertura entre la puerta y la pared, la cerradura hizo clic abriéndose y ellos entraron en la oficina.
Los gatos de ornato estaban disfrutando del sol de la tarde que estaba calentando sus canastas, pero por otro lado la oficina estaba tan desocupada y austera como la última vez. Hermione dio un suspiro de alivio.
- Pensé que podía haber añadido seguridad adicional después del segundo Niffler.
Se quitaron la capa. Hermione corrió hacia la ventana y se mantuvo fuera de la vista, atisbando los terrenos con su varita mágica en la mano. Harry se apresuró hacia la chimenea, sacó el tarro de Polvos Floo y tiró una brizna en la hoguera, haciendo que surgieran a la vida flamas esmeralda. Se arrodilló rápidamente, metió su cabeza en el fuego y gritó:
- ¡Grimmaud Place, número doce!
Su cabeza comenzó a girar como si acabara de despegar en un vuelo de piso a techo aunque sus rodillas permanecían firmemente plantadas en el frío piso de la oficina. Mantuvo sus ojos cerrados con fuerza contra la ceniza que volaba y cuando terminó el giro los abrió para encontrarse viendo hacia la enorme y fría cocina de Grimmauld Place.
No había nadie ahí. Ya esperaba algo así, pero de todas formas no estaba preparado para la mezcla de temor y pánico que parecía estallar en su estómago a la vista del cuarto desierto.
- ¿Sirius? –gritó- ¿Sirius, te encuentras ahí?
Su voz hizo eco por todo el cuarto, pero no hubo respuesta excepto un sonido ligeramente susurrante al lado derecho de la chimenea.
- ¿Quién está ahí? -preguntó pensando que sólo era un ratón.
Kreacher el elfo doméstico de la casa apareció en su campo visual. Parecía ligeramente encantado con algo, aunque parecía que recientemente se había lastimado severamente ambas manos, las cuales estaban envueltas en un vendaje muy pesado.
- La cabeza del muchacho Potter se encuentra en la chimenea -informó a la vacía cocina, lanzando miradas furtivas, extrañamente triunfantes a Harry-. ¿Para qué ha venido, se pregunta Kreacher?
- ¿Dónde está Sirius, Kreacher? -preguntó Harry.
El elfo doméstico lanzó una risa ahogada y jadeante.
- El amo ha salido, Harry Potter.
- ¿Adónde ha ido? ¿Adónde ha ido, Kreacher?
Kreacher sólo cacareó.
- ¡Te lo advierto! -dijo Harry, totalmente consciente de que su campo para inflingirle un castigo a Kreacher era casi inexistente en la situación presente-. ¿Qué hay de Lupin? ¿De Ojo-Loco? Cualquiera de ellos, ¿está ahí cualquiera de ellos?
- ¡Aquí no hay nadie más que Kreacher! -dijo el elfo jovialmente, y dándole la espalda a Harry comenzó a caminar despacio hacia la puerta que se encontraba al final de la cocina-. Kreacher piensa que va a tener una pequeña plática con su ama ahora, sí, él no ha tenido la oportunidad en mucho tiempo, el amo de Kreacher lo ha mantenido alejado de ella...
- ¿Adónde se fue Sirius? -le gritó Harry al elfo-. Kreacher, ¿se fue al Departamento de Misterios?
Kreacher detuvo su camino. Harry sólo podía ver delineada su calva cabeza a través de la selva de patas de sillas que tenía ante él.
- El amo no le dice al pobre de Kreacher adónde va -dijo el elfo en voz baja.
- ¡Pero tú sabes! -le gritó Harry-. ¿No es cierto? ¡Tú sabes dónde está!
Hubo un momento de silencio, y enseguida el elfo dejó escapar su cacareo más fuerte.
- ¡El amo no va a volver del Departamento de Misterios! -dijo alegremente- ¡Kreacher y su ama están otra vez solos!
Y se echó a correr desapareciendo por la puerta del salón.
- ¡Eres un...!
Pero antes de que pudiera lanzar una simple maldición o un insulto, Harry sintió un gran dolor en la parte superior de su cabeza; inhaló mucha ceniza y, peor, se encontró siendo jalado hacia atrás a través de las flamas, hasta que de un modo horriblemente abrupto se encontraba viendo la pálida y ancha cara de la profesora Unbridge quien lo había arrancado hacia atrás de la chimenea por el pelo y ahora estaba inclinando su cuello hacia atrás tanto como se podía, como si ella fuera a hacer una incisión en su garganta.
- ¿Tú crees -murmuraba tirando del cuello de Harry todavía más atrás, de manera que lo tenía viendo el techo-, que después de dos Niflers yo iba a dejar que una pequeña criatura, estúpida y rastrera entrara en mi oficina sin mi conocimiento? Coloqué Encantamientos Sensores Ocultos por todo el marco de la puerta después de que entró el último, para que lo sepas, niño necio. Quítenle la varita mágica -le gritó a alguien que no podía ver, y sintió una mano hurgar en el bolsillo del pecho de su túnica y quitarle la varita-. ¡La de ella también!
Harry escuchó una conmoción cerca de la puerta y supo que también le estaban confiscando su varita a Hermione.
- Quiero saber por qué están en mi oficina -dijo Umbridge, sacudiendo el puño que agarraba su pelo de manera que lo hizo tambalearse.
- ¡Estaba... tratando de obtener mi Saeta de Fuego! -dijo Harry.
- Mentiroso -ella sacudió su cabeza otra vez-. Tú Saeta de Fuego se encuentra bajo estricta guardia en los sótanos, como bien lo sabes, Potter. Tenías tu cabeza en mi chimenea. ¿Con quién te has estado comunicando?
- Con nadie -dijo Harry, tratando de separarse de ella. Sintió que le separaban varios cabellos del cuero cabelludo.
- ¡Mentiroso! -gritó Umbridge. Lo aventó lejos de ella contra el escritorio. Ahora podía ver a Hermione apiñada contra la pared por Millicent Bulstrode. Malfoy estaba apoyado contra el marco de la ventana, sonriendo mientras lanzaba la varita de Harry al aire con una sola mano y la atrapaba otra vez.
Hubo una conmoción afuera y entraron varios muchachos mayores de Slytherin, cada uno agarrando a Ron, Ginny, Luna y –para sorpresa de Harry– a Neville, que venía atrapado en una llave estranguladora aplicada por Crabble y se veía en inminente peligro de sofocación. Los cuatro habían sido amordazados.
- Los atrapamos a todos -dijo Warrington, empujando bruscamente a Ron dentro del cuarto-. Aquél -dijo señalando a Neville con un dedo delgado-, trató de impedirme que la atrapara -dijo señalando a Ginny, que estaba tratando de patear las espinillas de la muchacha mayor de Slytherin que la estaba agarrando-, así es que también lo traje.
- Bien, bien -dijo Umbridge, viendo los forcejeos de Ginny-. Bueno, parece que Hogwarts será pronto una zona libre de Weasley, ¿no es así?
Malfoy emitió una risa estridente y aduladora. Umbridge le dedicó su sonrisa amplia y complaciente y se instaló en un sillón cubierto de un gobelino, mirando de reojo a sus cautivos como un sapo en un lecho de rosas.
- Bien Potter –dijo-. Pusiste espías alrededor de mi oficina y me enviaste a este bufón -señalando con la cabeza a Ron. Malfoy se rió todavía más fuerte–, para decirme que el poltergeist estaba haciendo estragos en el departamento de Transfiguraciones cuando yo sabía perfectamente bien que estaba ocupado regando tinta en los lentes de todos los telescopios de la escuela, el Sr. Filch me acababa de dar un informe al respecto. Claramente, era muy importante para ti hablar con alguien. ¿Era Albus Dumbledore? ¿O el mitad gigante, Hagrid? Dudo que fuera Minerva McGonagall, escuché que todavía está demasiado débil para hablar con nadie.
Malfoy y unos pocos de los otros miembros del Escuadrón Inquisitorial se rieron todavía más con ese comentario. Harry se dio cuenta de que estaba tan lleno de rabia y de odio que estaba temblando.
- No es asunto suyo con quién hablo -gruñó.
Pareció que la floja cara de Umbridge se ponía tensa.
- Muy bien -dijo en su tono de voz más peligroso y falsamente dulce-. Muy bien, Sr. Potter... le ofrecí la oportunidad de hablar libremente. Se negó. No tengo más alternativa que obligarlo. Draco, traiga al profesor Snape.
Malfoy guardó la varita de Harry dentro de su túnica y salió del cuarto sonriendo afectadamente, pero Harry casi no lo vio. Acababa de darse cuenta de algo; no podía creer que hubiera sido tan estúpido como para olvidarlo. Había pensado que todos los miembros de la Orden, todos los que podrían ayudarlo a salvar a Sirius, se habían ido... pero estaba equivocado. Todavía quedaba un miembro de la Orden del Fénix en Hogwarts: Snape.
Había un gran silencio en la oficina excepto por la agitación y los forcejeos que eran el resultado de los esfuerzos de los de Slytherin para mantener a Ron y a los demás bajo control. El labio de Ron estaba sangrando sobre la alfombra de Umbridge mientras forcejeaba contra la llave aplicada por Warrington; Ginny todavía estaba tratando de patear los pies de la muchacha de sexto que sostenía sus dos brazos en un apretado lazo; Neville no dejaba de tomar un tono cada vez más morado de la cara mientras se debatía en los brazos de Crabble; y Hermine estaba tratando, en vano, de quitarse de encima a Millicent Bulstrode. Luna, sin embargo, estaba parada tranquilamente al lado de su captor, mirando vagamente por la ventana como si estuviera más bien aburrida por los procedimientos.
Harry devolvió la mirada a Umbridge, quien lo estaba mirando atentamente. Mantenía su cara deliberadamente relajada e inexpresiva mientras se oían pasos en el corredor y Draco Malfoy entraba al cuarto, seguido de cerca por Snape.
- ¿Quería usted verme, Directora? -dijo Snape, mirando alrededor a todas las parejas de estudiantes que forcejeaban con una expresión de completa indiferencia.
- Ah, profesor Snape -dijo Umbridge, sonriendo ampliamente y poniéndose de pie otra vez-. Sí, quisiera otra botella de Veritaserum, tan rápido como pueda, por favor.
- Usted se llevó mi última botella para interrogar a Potter -dijo, observándola fríamente a través de su grasienta cortina de cabello negro-. ¿Con seguridad que no lo usó todo? Le dije que con tres gotas era suficiente.
Umbridge se ruborizó.
- Puede usted hacer un poco más, ¿no es cierto? -dijo, haciendo su voz tan dulcemente infantil como la hacía siempre que estaba furiosa.
- Por supuesto -dijo Snape, mordiéndose un labio-. Le toma todo un ciclo lunar para madurar, por lo tanto debería estar listo para usted en un mes aproximadamente.
- ¿Un mes? -chilló Umbridge, inflándose como un sapo-. ¿Un mes? ¡Pero la necesito esta tarde, Snape! ¡Me acabo de encontrar a Potter usando mi chimenea para comunicarse con una persona o personas desconocidos!
- ¿En serio? -dijo Snape, mostrando su puño, en un lánguido signo de interés mientras miraba alrededor a Harry-. Bueno, no me sorprende. Potter nunca ha mostrado inclinación a seguir las reglas de la escuela.
Sus ojos negros y fríos, miraban aburridos a Harry, quien sostuvo su mirada sin titubear, concentrándose profundamente en lo que había visto en su sueño, deseando que Snape leyera su pensamiento para que entendiera...
- Deseo interrogarlo -repitió Umbridge enojadamente, y Snape dejó de mirar a Harry y volteó hacia su cara que se distorsionaba furiosamente-. ¡Deseo que me proporcione una poción que lo obligue a decirme la verdad!
- Ya le dije -dijo suavemente Snape-, que no tengo más existencias de Veritaserum. A menos que desee envenenar a Potter –y le aseguro que yo tendría la mayor simpatía con usted si lo hiciera-. No puedo ayudarla. El único problema es que la mayoría de los venenos actúa demasiado rápido y no dan a la víctima tiempo de decir la verdad.
Snape volvió a ver a Harry, quien lo miraba fijamente, desesperado por comunicarse sin palabras.
“Voldemort tiene a Sirius en el Departamento de Misterios, pensaba desesperadamente. Voldemort tiene a Sirius.”
- ¡Usted está a prueba! -chilló la profesora Umbridge, y Snape la miró a su vez, con sus cejas ligeramente alzadas-. ¡Usted no está ayudando deliberadamente! ¡Esperaba mucho más de usted, Lucius Malfoy siempre habla muy bien de usted! ¡Ahora salga de mi oficina!
Snape le hizo una irónica reverencia y se dio la vuelta para irse. Harry supo que su última oportunidad de hacer saber a la Orden en este momento lo que estaba pasando estaba saliendo por la puerta.
- ¡Tiene a Canuto! -le gritó-. ¡Tiene a Canuto en el lugar en que está escondido!
Snape se había parado con la mano en la cerradura de la puerta de Umbridge.
- ¿Canuto? -gritó la profesora Umbridge, mirando ansiosamente de Harry a Snape-. ¿Qué es Canuto? ¿Qué está escondido y dónde? ¿Qué quiere decir Harry, Snape?
Snape volteó a ver a Harry. Su cara era inescrutable. Harry no podía decir si había entendido o no, pero no se atrevió a hablar más claramente enfrente de Umbridge.
- No tengo idea -dijo Snape fríamente-. Potter cuando quiera que me grite tonterías le voy a dar un Bebedizo Balbuceante. Y Crabble, afloje un poco el brazo. Si Longbottom se ahoga significará un montón de tedioso papeleo y me temo que voy a tener que mencionarlo en sus referencias si alguna vez usted solicita trabajo.
Cerró la puerta atrás de él con un chasquido, dejando a Harry en un estado de mayor confusión que antes: Snape había sido su última esperanza. Miró hacia Umbridge, que parecía sentirse igual; su pecho jadeaba con rabia y frustración.
- Muy bien -dijo, y sacó su varita-. Muy bien... no tengo más alternativa... esto es más que un asunto de disciplina escolar... esto es un asunto de seguridad del Ministerio... sí... sí...
Parecía estar tratando de convencerse de algo. Estaba balanceando su peso nerviosamente de un pie a otro, mirando fijamente a Harry, golpeando su varita contra la palma de su mano vacía y respirando pesadamente. Mientras la miraba, Harry se sintió horriblemente impotente sin su propia varita.
- Me estás obligando Potter... no quiero hacerlo -dijo Umbridge, todavía moviéndose inquietamente en el mismo lugar-, pero algunas veces las circunstancias justifican el uso... estoy segura de que el Ministro entenderá que no tuve alternativa.
Malfoy estaba mirándola con una expresión hambrienta en la cara.
- La Maldición Cruciatus tendrá que soltarte la lengua -dijo Umbridge tranquilamente.
- No -exclamó Hermione-. Profesora Umbridge... es ilegal.
Pero Umbridge no le hizo caso. Había una mirada excitada, ansiosa e indecente en su cara que Harry no había visto nunca antes. Levantó su varita.
- ¡El Ministro no querría que quebrantara usted la ley, profesora Umbridge! -gritó Hermione.
- Lo que Cornelius no sabe no lo lastimará -dijo Umbridge. Que ahora estaba jadeando ligeramente mientras apuntaba su varita a diferentes partes del cuerpo de Harry en turno, aparentemente tratando de decidir en dónde le dolería más-. Él nunca supo que yo ordené a los Dementores que fueran tras Potter el verano pasado, pero de cualquier forma estaba encantado de tener la oportunidad de expulsarlo.
- ¡Fue usted! -dijo Harry sofocadamente-. ¿Usted mandó a los dementores por mí?
- Alguien tenía que actuar -suspiró Umbridge, mientras detenía su varita señalando directamente a la frente de Harry-. Todos estaban gimoteando que había que silenciarte de alguna manera, desacreditarte, pero yo fui la única que en realidad hizo algo al respecto... sólo que escapaste de esa, ¿no es cierto Potter? Pero no hoy y no ahora -y dando un fuerte respiro, gritó: ¡Cruc...!
- ¡NO! -gritó Hermione en una voz quebrada desde atrás de Millicent Bulstrode-. ¡No... Harry... tenemos que decirle!
- De ninguna manera -exclamó Harry mirando a lo poco de ella que podía ver.
- Vamos a tener que, Harry, de todas maneras te va a obligar a decirle, ¿qué sentido tiene?
Y Hermione empezó a llorar débilmente en la parte de atrás de la túnica de Millicent Bulstrode. Millicent dejó de intentar aplastarla contra la pared inmediatamente y se alejó de ella con cara de asco.
- ¡Bien, bien, bien! -dijo Umbridge, con la mirada triunfante-. La-Pequeña-Señorita-Pregunta-Todo nos va a dar algunas respuestas! ¡Adelante, niña, adelante!
- ¡Her–mio–ne– no! -gritó Ron a través de su mordaza.
Ginny estaba contemplando a Hermione como si nunca antes la hubiera visto antes. Neville, quien todavía se estaba asfixiando, la miraba azorado también. Pero Harry acababa de darse cuenta de algo. Aunque Hermione estaba sollozando desesperadamente en sus manos, no había traza de una lágrima
- Lo siento, a todos -dijo Hermione-. Pero... no puedo resistirlo...
- ¡Está bien... Está bien, niña! -dijo Umbridge, tomando a Hermione por los hombros, empujándola en la silla de gobelino e inclinándose sobre ella-. A ver... ¿con quién estaba tratando Potter de comunicarse ahora mismo?
- Bueno -tragó Hermione en sus manos-, bueno, estaba tratando de hablar con el profesor Dumbledore.
Ron se congeló, con los ojos totalmente abiertos; Ginny dejó de tratar de darle de patadas a los tobillos de su captor; y hasta Luna parecía totalmente sorprendida. Afortunadamente la atención de Umbridge y sus seguidores estaba enfocada con total concentración exclusivamente en Hermione para notar estos signos tan sospechosos.
- ¿Dumbledore? -dijo Umbridge ansiosamente-. ¿Entonces ustedes saben dónde está Dumbledore?
- ¡Bueno... no! -sollozó Hermione-. Hemos intentado el Caldero Chorreante en el Callejón Diagon y Las Tres Escobas y hasta en La Cabeza de Cerdo...
- Niña idiota, ¡Dumbledore no va a estar sentado en una taberna cuando todo el Ministerio lo está buscando! -gritó Umbridge, mostrando la desilusión en cada línea hundida de su cara.
- Pero... ¡pero necesitamos decirle algo muy importante! -exclamó Hermione, apretando más sus manos sobre su cara, no por angustia, como Harry sabía, sino para disfrazar la ausencia de lágrimas.
- ¿Sí? -dijo Umbridge con un súbito resurgimiento de excitación-. ¿Qué es lo que querían decirle?
- ¡Que-queríamos decirle que está l–lista! -se atragantó Hermione.
- ¿Qué es lo que está listo? -preguntó Umbridge, y ahora volvió a tomar los hombros de Hermione y la sacudió ligeramente-. ¿Qué es lo que está listo, niña?
- El... el arma -dijo Hermione.
- ¿Arma? ¿Arma? -dijo Umbridge, y parecía que sus ojos iban a estallar de la emoción-. ¿Ustedes han estado desarrollando algún método de resistencia? ¿Un arma que podrían usar contra el Ministerio? ¿Bajo las órdenes del profesor Dumbledore, por supuesto?
- S... s... sí -balbuceó Hermione-, pero tuvo que irse antes de que estuviera terminada y la terminamos por él, y no po-po-demos encontrarlo pa–pa-para decírselo!
- ¿Qué clase de arma es esta? -dijo Umbridge ásperamente, con sus gordas manos todavía apretadas en los hombros de Hermione.
- En r–r-realidad no la entendemos -dijo Hermione sonándose ruidosamente-. Nosotros s–s-solo hicimos lo que el P–p–profesor Dumbledore nos dijo que hiciéramos.
Umbridge se enderezó, se veía alborozada.
- Llévenme al arma -dijo.
- No se las voy a mostrar a... ellos -dijo Hermione chillando, viendo a los de Slytherin a través de sus dedos.
- No estás para poner condiciones -dijo bruscamente la profesora Umbridge.
- Está bien -dijo Hermione, otra vez sollozando en sus manos-. Está bien... ¡deje que la vean, espero que la usen contra usted! De hecho, deseo que invite a montones y montones de gente a que vengan y vean! E–eso le va a servir bien ¡Ay, me fascinaría que toda la escuela supiera dónde está y como usarla, y si usted hace enojar a cualquiera podrán sacarla!
Estas palabras tuvieron un poderoso impacto en Umbridge; lanzó una mirada rápida y cargada de sospecha sobre su Escuadrón Inquisitorial, deteniendo sus abultados ojos por un momento en Malfoy, que fue demasiado lento para disfrazar la mirada de ansiedad y codicia que había aparecido en su cara.
Umbridge contempló a Hermione por un largo momento, y luego habló en lo que claramente pensó era una voz maternal.
- Correcto querida, vamos sólo tú y yo. Y también llevaremos a Potter, ¿te parece? Levántate.
- Profesora -dijo Malfoy ansiosamente-, profesora Umbridge, creo que alguien del Escuadrón debería ir con usted para cuidar...
- Soy un funcionario totalmente calificado del Ministerio, Malfoy, ¿cree usted realmente que yo no puedo manejar sola a dos adolescentes sin varita? -preguntó Umbridge bruscamente-. En cualquier caso, no suena como si esta arma sea algo que los escolares debieran ver. Usted permanecerá aquí hasta que regrese y se asegurarán que ninguno de estos -señaló a Ron, Ginny, Neville y Luna-, escapen.
- Correcto -dijo Malfoy que se veía triste y desanimado.
- Y ustedes dos pueden ir delante de mí y mostrarme el camino -dijo Umbridge, señalando a Harry y Hermione con su varita-. Caminen.

CAPÍTULO XXXIII

LUCHA Y HUÍDA

Harry no tenía ni idea de lo que Hermione estaba planeando o de sí realmente tenía un plan. Caminaba unos pasos detrás de ella mientras se dirigían hacia el pasillo que conducía a la oficina de Umbridge, sabiendo que sería demasiado sospechoso si aparentaba que no sabía a dónde estaban yendo. No hizo ningún intento de hablar con Hermione; Umbridge caminaba detrás de ellos, tan cerca que podía oír su respiración entrecortada.
Hermione les conducía por las escaleras que iban al Hall de entrada. El estruendo de voces y el claqueteo de los platos rebotaba hacia el exterior de  las puertas dobles del gran comedor –a Harry le parecía increíble que veinte pasos más allá hubiera personas que estuvieran disfrutando sus cenas, celebrando el final de los exámenes, sin importarles el mundo...
Hermione caminaba derecha hacia las puertas principales de roble y bajó las escaleras de piedra hasta salir al relajante aire de la tarde. El sol estaba cayendo entre las copas de los árboles del Bosque Prohibido y mientras Hermione caminaba cruzando los campos del Colegio –Umbridge trotando para alcanzarles- sus largas sombras se enroscaban detrás de ellos, como mantos en la hierba.
- ¿Está escondida en la cabaña de Hagrid, verdad? -Umbridge le susurró en la oreja a Harry con entusiasmo.
- Desde luego que no –dijo Hermione mordazmente-. Hagrid la habría hecho estallar accidentalmente.
- Sí –dijo Umbridge, cuya excitación parecía haber aumentado-. Sí, probablemente lo habría hecho. Desde luego ¡el gran semi-gigante!
Se rió abiertamente. Harry sintió entonces grandes deseos de dar media vuelta y colgarla del cuello, pero se resistió. Su cicatriz estaba dando punzadas en el suave aire de la tarde, pero no le quemaba demasiado, como sabía que le quemaría si Voldemort hubiera asesinado a alguien.
- Entonces... ¿dónde está? –preguntó Umbridge, con un deje incierto en su voz, mientras Hermione seguía caminando derecha hacia el Bosque.
- Allí dentro, desde luego –dijo Hermione, señalando hacia los oscuros árboles-. Tiene que estar en algún sitio en el cual los estudiantes no puedan encontrársela accidentalmente, ¿verdad?
- Por supuesto –dijo Umbridge, aunque ahora su voz sonaba aprensiva-. Por supuesto... muy bien, entonces... vosotros dos podéis ir por delante de mí.
- Entonces, si vamos primero ¿podemos recuperar nuestras varitas? –le preguntó Harry.
- No, no lo creo, Señor Potter –dijo Umbridge cariñosamente, golpeando su espalda con la varita-. Me temo que el Ministerio tiene en más alta estima mi vida que las suyas.
Mientras alcanzaban las frías sombras de los primeros árboles, Harry intentó que Hermione le devolviera la mirada; le parecía que estar caminando hacia el Bosque sin sus varitas era la cosa más estúpida de todas las que habían hecho aquella tarde. Sin embargo, ella lanzó a Umbridge una mirada desdeñosa y se sumergió directamente entre los árboles, a un paso tan acelerado que Umbridge, con sus piernas cortas, podía difícilmente seguir.
- ¿Está en un lugar muy adentrado en el Bosque? –preguntó Umbridge, mientras que su capa se enganchaba en una rama.
- Oh sí –dijo Hermione-, sí, está muy bien escondida.
Las dudas de Harry se incrementaron. Hermione no estaba cogiendo el camino que habían seguido para visitar a Grawp, sino el que habían tomado tres años antes para llegar al escondrijo de Aragog. Hermione no había estado con él en esa ocasión, por lo que dudaba que ella tuviera alguna idea del peligro que se escondía al final del sendero.
- Eh... ¿estás segura de que éste es el camino correcto? –le preguntó a propósito.
- Oh, sí –dijo con voz segura, quebrando las ramas del suelo con un ruido que le pareció totalmente innecesario. Detrás de ellos, Umbridge tropezó contra un árbol caído. Ninguno de ellos se paró para ayudarle a incorporarse; Hermione continuó la marcha, diciendo por encima de su hombro-. Está sólo un poco más lejos.
- Hermione, baja la voz –le susurró Harry, apresurándose para ponerse a su altura-. Todo puede oírse aquí...
- Quiero que nos oigan –le contestó tranquilamente, mientras Umbridge se apresuraba ruidosamente detrás de ellos-. Ya lo verás...
Siguieron andando lo que les pareció una eternidad, hasta que se encontraron de nuevo en lo profundo del Bosque, de manera que la densidad de los árboles hacía que la luz no pudiera penetrar entre ellos. Harry tuvo un presentimiento que ya había tenido antes en el bosque, el presentimiento de estar siendo observados sin saber por quién.
- ¿Está mucho más lejos? –demandaba Umbridge enfadada, detrás de ellos.
- ¡No mucho más lejos de aquí! –gritó Hermione, mientras se sumergían en un espacioso claro-. Sólo un poco más...
Una flecha pasó flotando por el aire y aterrizó con un golpe sordo en un árbol, justo detrás de su cabeza. De repente el aire se llenó de sonidos de pezuñas; Harry pudo sentir el suelo del Bosque temblando a sus pies; Umbridge soltó un pequeño grito y se colocó detrás de ellos, utilizando a Harry y a Hermione como si fueran escudos.
Harry se deshizo de ella y se giró. Alrededor de cincuenta centauros estaban emergiendo por todos lados, con sus arcos alzados y cargados, apuntando hacia Harry, Hermione y Umbridge. Retrocedieron lentamente hacia el centro del claro, Umbridge pronunciando pequeños lloriqueos de terror. Harry miró de lado a Hermione, a la cual se le había dibujado una sonrisa triunfante.
- ¿Quiénes sois? –dijo una voz.
Harry miró a la izquierda. Un centauro de pecho castaño, que Harry reconoció como aquél que llamaban Magorian, estaba caminando hacia ellos, destacándose en el círculo que les habían hecho: su arco, como los de los otros, estaba alzado. Al lado derecho de Harry, Umbridge todavía estaba sollozando, su varita temblando violentamente mientras la apuntaba hacia el centauro que había avanzado.
- Te he preguntado quién eres, humana –dijo Magorian rudamente.
- ¡Soy Dolores Umbridge! –dijo Umbridge con un tono alto, la voz petrificada-. ¡Subsecretaria Mayor del Ministro de Magia y Directora e Inquisidora Mayor de Hogwarts!
- ¿Eres del Ministerio de Magia? –dijo Magorian, mientras muchos centauros del círculo de alrededor se revolvían inquietamente.
- ¡Eso he dicho! –dijo Umbridge, con un tono de voz aún más alto-, ¡así que ten mucho cuidado! Con las leyes instauradas por el Departamento de Control de Criaturas Mágicas, cualquier ataque perpetrado por un medio- desarrollado en un humano...
- ¿Cómo nos has llamado? –gritó un centauro negro con un aspecto bastante salvaje, que Harry reconoció como Bane.  Los centauros murmuraban bastante enfadados y tensaban las cuerdas de sus arcos alrededor de ellos.
- ¡No les llame así! –dijo Hermione furiosa, pero Umbridge aparentaba no haberle oído.
Todavía apuntando su temblorosa varita hacia Mangorian, continuó:
- Ley Cincuenta “B” establece claramente que: “cualquier ataque hecho por una criatura que parece tener inteligencia casi humana, se considera por ello que es responsable de sus actos...”
- ¿Inteligencia casi humana? –repitió Magorian, mientras Bane y algunos de los otros rugían con furia y pateaban el suelo-. ¡Nosotros consideramos que eso es un gran insulto, humana! Nuestra inteligencia, por suerte, aventaja bastante a la vuestra.
- ¿Qué estáis haciendo en nuestro Bosque? –continuó el centauro de cara medio gris, que Harry y Hermione habían visto en su última visita al Bosque-. ¿Por qué estáis aquí?
- ¿Vuestro Bosque? –dijo Umbridge, agitando ahora su varita no sólo con miedo, sino con lo que parecía también indignación-. Tengo que recordarles que ustedes viven aquí sólo porque el Ministerio de Magia os concede ciertas áreas de tierra...
Una flecha voló muy cerca de su cabeza, de forma que le cortó su pardusco pelo al pasar rozándole: soltó un ridículo grito y se llevó las manos a la cabeza, mientras algunos de los centauros rugían con aprobación y otros se reían estridentemente. El sonido de sus salvajes risas relinchantes hacían eco alrededor del oscuro claro del Bosque y el sonido de sus pezuñas pateando el suelo era bastante enervante.
- ¿De quién es el Bosque ahora, humana? –rugió Bane.
- ¡Estúpidos medio- desarrollados! –gritó Umbridge, sus manos todavía envueltas alrededor de su cabeza-. ¡Bestias! ¡Animales salvajes!
- ¡Cállese! –gritó Hermione, pero era demasiado tarde: Umbridge apuntó con su varita a Magorian y gritó:
- ¡Incarcerous!
Unas cuerdas empezaron a salir de la varita, flotando en el aire como gruesas serpientes, envolviéndose tensamente alrededor del torso del centauro y atrapando sus brazos. El centauro dio un grito de ira y se encabritó sobre sus piernas traseras, intentando liberarse, mientras los otros centauros cargaban sus arcos.
Harry agarró a Hermione y la lanzó al suelo; cara abajo en el suelo del Bosque, Harry conoció un momento de terror cuando las pezuñas empezaron a retumbar alrededor de él, pero los centauros se limitaron a rodearlos, bramando y gritando con ira.
- ¡Nooooooo! –oyeron chillar a Umbridge-. Nooooooo... soy la Subsecretaria Mayor... no podéis-. ¡Bájenme, animales... noooooo!
Harry vio un flash de luz roja y supo que Umbridge había intentado dejar sin sentido a uno de ellos; entonces empezó a gritar muy alto. Levantando su cabeza unas pulgadas, Harry vio que Bane había asido a Umbridge por detrás y luego la había levantado muy alto, mientras ella se retorcía y chillaba con miedo. Su varita cayó de su mano al suelo y el corazón de Harry dio un brinco. Si sólo pudiera alcanzarla...
Pero, cuando estiró su mano para intentar cogerla, la pezuña de un centauro cayó sobre ella y la rompió limpiamente en dos mitades.
- ¡Ahora! –rugió una voz en la oreja de Harry y un gran brazo peludo descendió por el fino aire y le arrastró hacia la derecha. Hermione también había sido derribada a sus pies. A través de los coloridos pechos y cabezas de los centauros, Harry vio cómo Bane se llevaban a Umbridge  hacia los árboles. Aunque no paraba de dar gritos, su voz se oía cada vez más y más lejos, hasta que no pudieron oír más que los pisoteos de pezuñas que les rodeaban.
- ¿Y éstos? –dijo el centauro de pelo gris y de expresión dura, agarrando a Hermione.
- Son jóvenes –dijo una voz suave y parada que provenía detrás de Harry-. Nosotros no atacamos a los potros.
- Fueron ellos los que la trajeron aquí, Ronan –dijo el centauro que tenía asido firmemente a Harry-. Y no son tan jóvenes... él es ya casi un hombre. Éste de aquí.
Meneó a Harry agarrando el cuello de su túnica.
- Por favor –dijo Hermione sin aliento-, por favor, no nos ataquen. Nosotros no pensamos como ella, ¡no somos empleados del Ministerio de Magia! ¡Sólo vinimos hasta aquí porque esperábamos que la apartaran de nosotros!
Harry supo a la primera, por el aspecto de la cara del centauro gris que estaba agarrando a Hermione, que ella había cometido un terrible error diciendo esto. El centauro gris echó atrás su cabeza, sus piernas traseras estampando furiosamente el suelo, y gruñó:
- ¿Lo ves, Ronan? ¡Ellos ya tienen la arrogancia de su clase! Entonces... nosotros tenemos que hacerte el trabajo sucio ¿es así, chica humana? ¿Nosotros tenemos que actuar como si fuéramos vuestros sirvientes, ahuyentando a vuestros enemigos, como si fuéramos perros obedientes?
- ¡No! –dijo Hermione, soltando un chillido de horror-. ¡Por favor... no quise decir eso! ¡Sólo esperaba que fuerais capaces de... ayudarnos...!
Pero parecía que, en lugar de arreglarlo, aquello iba de mal en peor.
- ¡Nosotros no ayudamos a los humanos! –gruñó el centauro que agarraba a Harry, apretando su brazo y encabritándose un poco al mismo tiempo, de modo que los pies de Harry tocaron el suelo por un momento-. ¡Somos una raza aparte y estamos orgullosos de serlo! ¡No permitiremos que caminéis por aquí, alardeando de que aceptamos vuestras ofertas!
- ¡No vamos a decir nada de eso! –gritó Harry-. Sabemos que hacéis lo que hacéis porque queréis...
Pero nadie parecía estar escuchándole.
Un centauro castaño, detrás de la muchedumbre gritó:
- ¡Vinieron aquí sin que nadie les hubiera invitado, tienen que pagar las consecuencias!
Un rugido de aprobación se unió a estas palabras y un centauro bicolor gritó:
- ¡Pueden unirse a la mujer!
- ¡Dijisteis que no hacíais daño a los inocentes! –rogó Hermione, con lágrimas deslizándose por la cara-. ¡No hemos hecho nada para herirlos! ¡No hemos usado varitas ni trucos, simplemente queremos regresar al Colegio ¡Por favor, dejadnos volver...!
- ¡No todos somos como el traidor Firenze, chica humana! –gritó el centauro gris, consiguiendo más relinchos y rugidos de aprobación de sus compañeros-. ¿A lo mejor pensaste que éramos bonitos caballos parlantes? ¡Nosotros somos gente centenaria que no soportará las invasiones y los insultos de los magos! ¡No reconocemos vuestras normas! ¡No reconocemos vuestra superioridad! ¡Nosotros somos...!
Pero no fueron capaces de oír que más cosas eran los centauros, porque en aquel momento se oyó un estrépito que provenía de los lados del claro, tan fuerte que Harry, Hermione y los casi 50 centauros que llenaban el claro, miraron a su alrededor. El centauro que agarraba a Harry le dejó caer de nuevo al suelo cuando sus manos volaron hasta su arco y su carcasa de flechas. Hermione también había sido soltada y Harry corrió hasta ella. De pronto oyeron cómo tres grandes troncos de árbol se partían amenazadoramente y la monstruosa forma del gigante Grawp apareció en el claro.
Los centauros que estaban cerca de ellos recularon un poco. El claro era ahora un bosque de arcos y flechas esperando para ser disparadas, todas apuntando hacia la monstruosa cara que ahora estaba aproximándose hacia ellos, justo debajo de un grueso toldo de ramas. La boca torcida de Grawp estaba estúpidamente abierta de par en par, de manera que podían ver aquellos ladrillos amarillos que tenía por dientes brillando en la media luz del claro. Sus torpes ojos color fango se estrechaban mientras bizqueaba mirando a las criaturas que se encontraban a sus pies. Sus ropas sucias y rotas las iba arrastrando por los tobillos.
Abrió la boca aún más.
- Hagger.
Harry no sabía qué era lo que significaba “Hagger” o que lengua era aquélla, pero realmente no le importaba demasiado; estaba mirando los pies de Grawp, los cuales eran  por lo menos tan largos como el cuerpo entero de Harry. Hermione agarró su brazo con fuerza. Los centauros permanecían callados, de pie ante el gigante, cuya inmensa y redonda cabeza se movía de un lado a otro, escudriñando entre ellos como si estuviera buscando algo que se le hubiera caído.
- ¡Hagger! –dijo otra vez, más intensamente.
- ¡Vete de aquí, gigante! –le ordenó Magorian-. ¡No eres bien recibido entre nosotros!
Estas palabras parecieron no hacer ningún tipo de efecto en Grawp. El gigante se quedó quieto un momento (los brazos de los centauros tensados en sus arcos) y entonces gruñó:
- ¡HAGGER!
Unos pocos centauros parecían preocupados ahora. Sin embargo, Hermione parecía sofocada.
- ¡Harry! –susurró-. ¡Creo que está tratando de decir “Hagrid”!
En ese preciso momento Grawp localizó a Harry y a Hermione, los únicos dos humanos en un océano de centauros. Inclinó su cabeza unos pocos pies más, fijándose atentamente en ellos. Harry pudo sentir a Hermione temblando mientras Grawp de nuevo abría profundamente su boca y decía con voz honda y atronadora:
- Hermy.
- Dios mío –dijo Hermione apretando el brazo de Harry tan fuerte que se quedó paralizado de miedo y mirando, mientras Hermione parecía que se iba a marear-, ¡él... él se acuerda!
- ¡HERMY! –gruñó de nuevo Grawp-. ¿DÓNDE HAGGER?
- ¡No lo sé! –chilló Hermione, petrificada-. ¡Lo siento, Grawp, no lo sé!
- ¡GRAWP QUIERE HAGGER!
Una de las inmensas manos del gigante descendió hacia donde estaban ellos. Hermione dejó escapar un grito de terror, corrió unos cuantos pasos hacia atrás y se cayó. Desprovisto de su varita, Harry se preparó para golpear, patear, morder o cualquier cosa que pudiera ayudar, mientras la mano se dirigía hacia él y derribaba a un centauro color blanco.
Era precisamente lo que los centauros habían estado esperando. Los dedos estirados de Grawp estaban a un pie de distancia de Harry cuando cincuenta flechas se dispararon por el aire hacia el gigante, salpicando su enorme cara, provocándole aullidos de dolor e ira. Grawp se irguió, restregándose la cara con sus enormes manos, y comenzó a romper las astas de las flechas, consiguiendo de esta forma que las cabezas de las flechas se hundieran aún más.
Chilló y estampó sus enormes pies en el suelo, por lo que los centauros empezaron a escaparse de su camino; las gotas de sangre de Grawp, del tamaño de guijarros, ducharon a Harry cuando estaba intentando ayudar a Hermione a levantarse y los dos corrieron lo más rápido que pudieron al abrigo de los árboles. Una vez allí miraron atrás; Grawp estaba intentando agarrar a ciegas a los centauros mientras la sangre se deslizaba por su cara; los centauros se estaban retirando en desorden, galopando hacia los árboles, al otro lado del claro. Harry y Hermione vieron a Grawp dando otro alarido de ira para desplomarse poco después, aplastando más árboles con su caída.
- Oh, no –dijo Hermione estremeciéndose tanto que sus rodillas daban brincos involuntarios-. Oh, eso ha sido horrible. Y podría haberles matado a todos.
- A mí me da un poco igual, la verdad –dijo Harry ácidamente.
Los sonidos de los centauros galopando y el patinazo del gigante se fueron haciendo cada vez más débiles. Mientras Harry escuchaba todos estos acordes en el Bosque, su cicatriz empezó a latir de nuevo y una ola de terror se difundió en su interior.
Habían malgastado mucho tiempo, estaban más lejos de rescatar a Sirius de lo que habían estado cuando él tuvo la visión. Harry no sólo había sido incapaz de no perder su varita, sino que ahora estaban tirados en el medio del Bosque Prohibido sin esperanzas de encontrar algún tipo de transporte.
- Un gran plan –le espetó a Hermione, intentando calmar un poco su ira-. Verdaderamente un gran plan ¿Cómo vamos a salir de aquí?
- Necesitamos volver al Castillo –dijo Hermione débilmente.
- ¡En el tiempo en el que hagamos eso, Sirius probablemente esté muerto! –dijo Harry, dando patadas de impotencia a un árbol cercano.
- Bueno, no podemos hacer nada sin las varitas –dijo Hermione desesperada, intentando ponerse de nuevo en pie-. De todos modos, Harry, exactamente ¿qué habías planeado para conseguir llegar a Londres?
- Sí, eso es justo lo que nos estábamos preguntando –dijo una voz familiar detrás de ella.
Harry y Hermione se movieron instintivamente y asomaron su cabeza entre los árboles.
Ron apareció, seguido por Ginny, Neville y Luna. Todos ellos iban hechos un desastre: había largos arañazos a lo largo de la mejilla de Ginny; un gran moretón se estaba hinchando debajo del ojo derecho de Neville; los labios de Ron estaban sangrando más que nunca, pero todos ellos parecían bastante satisfechos consigo mismos.
- Entonces –dijo Ron, apartando una larga rama colgante y extendiéndole a Harry su varita-, ¿tenéis alguna idea?
- ¿Cómo os habéis escapado? –preguntó Harry sorprendido, cogiendo su varita.
- Un par de Aturdidores, el Encantamiento de desarme y Neville logró hacer un pequeño Conjuro Impedimenta –dijo Ron airadamente, ahora tendiéndole también la varita a Hermione-. Pero Ginny fue la mejor, le echó a Malfoy un Encantamiento de Murciélago Aleteante, fue increíble, su cara entera estaba cubierta de cosas voladoras. De todos modos, vimos cómo os dirigíais al Bosque por la ventana y os hemos seguido. ¿Qué habéis hecho con Umbridge?
- Se la llevaron –dijo Harry-. Una manada de centauros.
- ¿Y os dejaron a vosotros aquí? –preguntó Ginny, mirándoles atónita.
- No, Grawp les ahuyentó –contestó Harry.
- ¿Quién es Grawp? –preguntó interesada Luna.
- El hermanito pequeño de Hagrid –dijo Ron inmediatamente-. Pero eso no importa ahora. Harry, ¿qué es lo que averiguaste en el fuego? ¿Tiene  Quién-tú-sabes a Sirius o...?
- Sí –dijo Harry, mientras su cicatriz empezaba a hormiguear de nuevo-, y estoy seguro de que Sirius todavía está vivo, pero no sé cómo vamos a llegar hasta allí para ayudarle.
Todos se quedaron callados, mirándole bastante asustados; les parecía que el problema era insuperable.
- Bueno, deberíamos ir volando ¿no creéis? –dijo Luna, con una voz que, de hecho, Harry nunca le había oído usar.
- OK –dijo Harry irritado, dando vueltas alrededor de ella-. Lo primero de todo es que “nosotros” no vamos a hacer nada si por casualidad te estás incluyendo en el plan, y lo segundo es que Ron es el único que tiene una escoba que no está siendo guardada por un troll de seguridad, así que...
- ¡Yo tengo una escoba! –dijo Ginny.
- Sí, pero tú no vas a venir –dijo Ron enfadado.
- ¡Perdóname, pero me importa tanto como a ti lo que le pueda pasar a Sirius! –dijo Ginny su mandíbula apretada de manera que su parecido a Fred y a George fue, de repente, más notorio que nunca.
- Eres demasiado... –comenzó a decir Harry, pero Ginny le cortó ferozmente:
- Tengo tres años más de los que tenías tú cuando luchaste contra Quién-Tú-Sabes para guardar la Piedra Filosofal, y es gracias a mí que Malfoy está ahora muy ocupado en la oficina de Umbridge con gigantescos bogies voladores atacándole...
- Sí, pero...
- Estamos todos juntos en ED –dijo Neville tranquilamente-. Se supone que estamos allí para luchar contra Quién-Tú-Sabes ¿verdad? Y es la primera oportunidad que tenemos de hacer algo real, ¿o es que todo era un juego o algo así?
- No, por supuesto que no era un juego –dijo Harry impacientemente.
- Entonces nosotros deberíamos ir también –dijo Neville simplemente-. Queremos ayudar.
- Es verdad –dijo Luna, sonriendo felizmente.
Los ojos de Harry se encontraron con los de Ron. Sabía exactamente lo que Ron estaba pensando: si pudiera haber elegido algún miembro del ED, además de él, Ron y Hermione, para acompañarles en el intento de rescatar a Sirius, no habría elegido a Ginny,  a Neville o a Luna.
- Está bien, de todos modos no importa –dijo Harry apretando los dientes-, porque todavía no sabemos cómo vamos a llegar hasta allí...
- Creía que ya habíamos llegado a un acuerdo –dijo Luna casi enloquecida-. ¡Iremos volando!
- Mira –dijo Ron, apenas conteniendo su enfado-, tú serás capaz de volar sin escoba, pero el resto de los que estamos aquí no podemos hacer que nos broten alas cada vez que...
- Hay diferentes maneras de volar que no sean con una escoba –dijo Luna tranquilamente.
- ¿Supongo que vamos a montar en la espalda de esos Kacky Snorgle o como quiera que se llamen? –preguntó Ron.
- El Snorkack de Cuerno Arrugado no puede volar –dijo Luna con voz solemne- pero ellos sí que pueden. Y Hagrid dice que son muy buenos encontrando los sitios que buscan quienes los montan.
Harry se giró totalmente. De pie entre dos árboles, con sus ojos destellando de manera espeluznante, estaban dos Thestrals presenciando la conversación como si estuvieran entendiendo cada palabra.
- ¡Sí! –susurró andando hacia ellos. Los Thestrals sacudieron sus cabezas de reptil, echando hacia atrás sus largas melenas negras, y Harry extendió su mano con impaciencia y le dio golpecitos al cuello brillante del que estaba más cerca; ¿cómo podía haber pensado alguna vez que eran feos?
- ¿Te refieres a esos caballos tarados? –preguntó Ron desconcertado, de pie, ligeramente a la izquierda del Thestral que Harry estaba acariciando-. ¿Esos que sólo puedes ver si has visto a alguien estirar la pata?
- Eso es –dijo Harry.
- ¿Cuántos hay?
- Sólo dos.
- Bueno, por lo menos necesitamos tres –dijo Hermione, que todavía parecía un poco asustada y temblorosa, pero que estaba de acuerdo con el plan de dejar a los otros en tierra.
- Cuatro, Hermione –dijo Ginny, frunciendo el ceño.
- Creo que actualmente somos seis –dijo Luna calmadamente, contando.
- ¡No seáis estúpidos, no podemos ir todos! –dijo Harry enfadado-. Miren, ustedes tres –señaló a Neville, Ginny y Luna-, no están envueltos en esto, no están...
Los tres estallaron en nuevas protestas. Su cicatriz dio otra punzada aún más dolorosa. Cada momento que se retrasaban eran precioso; no tenía tiempo para estar allí discutiendo.
- De acuerdo, bien, es vuestra elección –dijo cortantemente-, pero a menos que podamos encontrar más Thestrals no vamos a ser capaces de...
- Oh, van a venir muchos más –dijo Ginny confiadamente, aunque, como Ron, estaba echando un vistazo en la dirección contraria, aparentemente con la impresión de que estaba mirando a los caballos.
- ¿Qué es lo que te hace pensar eso?
- Porque, en caso de que no lo hayas notado, tú y Hermione estáis cubiertos de sangre –dijo fríamente-, y sabemos que el cebo que Hagrid usa para coger a lo Thestrals es carne cruda. Probablemente por ese motivo aparecieron estos dos en un primer momento.
En ese instante Harry sintió un suave tirón en su túnica y miró hacia abajo para ver al Thestral más cercano lamiendo la manga, la cual estaba bañada en sangre de Grawp.
- Bien, entonces –dijo Harry, se le acababa de ocurrir una gran idea-. Ron y yo cogeremos estos dos e iremos yendo y Hermione puede quedarse aquí con vosotros tres y ella atraerá más Testrales...
- ¡Yo no voy a quedarme atrás! –dijo Hermione furiosa.
- No hace falta que lo hagas –dijo Luna sonriendo-. ¡Mira! aquí vienen más... vosotros dos realmente debéis oler...
Harry se giró: no menos de seis o siete Thestrals estaban llegando a través de los árboles, hacia donde ellos estaban, sus grandes alas de cuero plegadas fuertemente a sus cuerpos, sus ojos brillando en la oscuridad. Ahora ya no tenía excusa.
- De acuerdo –dijo enfadado-, entonces... tomen uno y súbanse.

 

 

CAPÍTULO XXXIV

EL DEPARTAMENTO DE MISTERIOS

Harry sujeto su mano firmemente en la melena del Thestral más cercano, colocó un pie en un tronco cercano y se acomodó torpemente en la sedosa espalda del caballo. Este no opuso resistencia, sin embargo, giró la cabeza, dejando los colmillos al descubierto, e intento continuar lamiendo su túnica ansiosamente.
Él encontró una manera de colocar las rodillas detrás del nacimiento de las alas lo que le daba una sensación de mayor seguridad, después miró hacia los otros. Neville se había encaramado sobre la parte posterior del siguiente Thestral y ahora procuraba hacer pasar una corta pierna sobre la espalda de la criatura. Luna ya estaba en su lugar, montada de lado y acomodándose la túnica, como si ella hiciera esto todos los días. Sin embargo, Ron, Hermione y Ginny, seguían parados inmóviles sobre el terreno, boquiabiertos y observando fijamente.
- ¿Qué? –dijo él.
- ¿Cómo se supone que vamos a subirnos? –dijo débilmente Ron-, cuándo ni siquiera podemos ver a esas cosas.
- Oh, es fácil –dijo Luna, desmontándose cortésmente de su Thestral y dirigiéndose hacia él, Hermione y Ginny-. Vengan aquí...
Ella los condujo hacia los otros Thestrals parados alrededor y uno por uno se las arregló para ayudarlos a colocarse en la espalda de su montura. Los tres parecían extremadamente nerviosos mientras ella les colocaba las manos en las melenas de los caballos y le dijo que se sujetaran firmemente antes de regresar a su propio corcel.
- Esto es demente –murmuró Ron, moviendo cautelosamente su mano libre de arriba hacía abajo sobre el cuello de su caballo-. Demente... sin tan solo pudiera verlo...
- Mejor espera que permanezca invisible –dijo tristemente Harry-, entonces ¿ya estamos todos listos?
Todos asintieron y él vio cinco pares de rodillas tensas debajo de sus túnicas.
- De acuerdo...
Él miro la parte de atrás de la reluciente cabeza negra de su Thestral y tragó saliva.
- Entrada de visitantes del Ministerio de Magia, en Londres, bueno –dijo titubeante-... si es que ustedes saben... adonde ir...
Por un momento el Thestral de Harry no hizo absolutamente nada; pero entonces, con un rápido movimiento que casi lo tira del asiento, las alas de ambos lados se extendieron; el caballo se agachó lentamente, para después salir disparado hacia arriba tan rápida y súbitamente que Harry tuvo que apretar sus brazos y piernas firmemente alrededor del caballo para evitar resbalarse sobre la huesuda grupa del animal. Él cerró los ojos y presionó su cara contra la sedosa melena del caballo mientras se estrellaban contra las ramas más altas de las copas de los árboles y se elevaban hacia un ocaso de matices rojo sangre.
Harry no creyó haberse movido tan rápidamente nunca: el Thestral pasó como un rayo sobre el Castillo, sus anchas alas apenas se movían; el aire helado golpeaba la cara de Harry; los ojos se le cerraban contra el viento que acometía, miró a su alrededor y vio a sus cinco compañeros elevarse detrás de él, cada uno de ellos tan agachados como les fue posible contra el cuello de su Thestral para protegerse de las poderosas ráfagas de viento.
Ya habían pasado Hogsmeade y se encontraban sobre los terrenos de Hogwarts; Harry podía ver montañas y barrancos debajo de ellos. Mientras que la luz del día comenzaba a extinguirse, Harry vio pequeños grupos de luces mientras que pasaban sobre más aldeas, después un serpenteante camino en el cual un solo auto iba camino a casa a través de las colinas...
- ¡Esto es extraño!
Harry apenas pudo escuchar a Ron gritar en alguna parte detrás él, y se imaginaba cómo se sentiría ir viajando tan rápido a esta altura sin ningún medio visible del que sostenerse.
Cayó el crepúsculo, el cielo se estaba tornando de un matiz ligeramente morado y oscuro, salpicado con minúsculas estrellas plateadas, y pronto solamente las luces de los pueblos Muggles les dieron alguna pista de qué tan lejos estaban del suelo, o de qué tan rápido viajaban.
Los brazos de Harry estaban sujetos firmemente alrededor del cuello de su caballo mientras lo incitaba para ir aún más rápido. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que había visto a Sirius tirado en el piso del Departamento de Misterios? ¿Cuánto tiempo más podría Sirius resistirse a Voldemort? Harry estaba seguro con todo su ser que su padrino no había hecho lo que Voldemort deseaba, y que tampoco había muerto, pues estaba convencido que cualquiera de las dos cosas le hubieran hecho sentir el júbilo o la furia de Voldemort recorrer su propio cuerpo, haciendo que su cicatriz le quemara dolorosamente como en la noche en que el Sr. Weasley fue atacado.
Siguieron volando en la creciente oscuridad. La cara de Harry se sentía tiesa y fría, las piernas entumecidas de sujetarse tan firmemente a los lados del Thestral, pero no se atrevió a cambiar de posición por miedo a resbalarse... estaba ensordecido por las estruendosas ráfagas de aire golpeando sus oídos, y su boca estaba seca y congelada por el frío viento de la noche. Había perdido la noción de que tan lejos estaban; toda su fe estaba en la bestia debajo de él, la cual seguía atravesando decididamente la noche, apenas batiendo sus alas mientras que aceleraba siempre hacia adelante.
- Y si era demasiado tarde...
- Él aun está vivo, él continua luchando, yo puedo sentirlo...
- Pero si Voldemort decidía que Sirius no iba a flaquear...
- Yo lo sé...
El estómago de Harry dio una sacudida; la cabeza del Thestral señaló repentinamente hacia la tierra y se resbaló algunas pulgadas sobre el cuello del caballo. Por fin estaban descendiendo... le pareció escuchar un grito detrás de él y volteó peligrosamente, pero no pudo ver evidencia de algún cuerpo cayendo... probablemente a todos les había sorprendido el cambio de dirección, igual que a él.
Y ahora las brillantes y anaranjadas luces fueron haciéndose más grandes y redondas por todos lados; podían ver los techos de los edificios, ríos de luces de automóviles, que semejaban a luminosos ojos de insectos, recuadros de color amarillo pálido que resultaron ser las ventanas. De pronto, parecía, que iban a estrellarse contra el pavimento; Harry se sujeto del Thestral con cada pizca de fuerza, esperando un impacto repentino, pero el caballo tocó la oscura tierra tan ligeramente como una sombra y Harry se deslizó de su espalda, examinando la calle en donde el rebosante cesto de basura seguía a unos cuantos pasos de la semi destruida caseta telefónica, ambos luciendo descoloridos a la anaranjada luz de los faroles.
Ron aterrizó un poco más atrás y se desplomó de su Thestral inmediatamente hacia el pavimento.
- Nunca más –dijo, luchando para ponerse de pie. Intentó alejarse rápidamente de su Thestral, pero al no poder verlo, chocó con sus cuartos traseros y casi se cae otra vez-. Nunca, nunca más... esto fue lo peor.
Hermione y Ginny aterrizaron a los lados, ambas se deslizaron de sus monturas de una manera algo más delicada que la de Ron, aunque con similares expresiones de alivio al estar de vuelta en tierra firme; Neville se bajó de un salto, temblando, y Luna desmontó suavemente.
- ¿Y adónde vamos ahora? –le preguntó ella a Harry con una interesada y cortes voz como si se tratara de un interesante paseo dominical.
- Por aquí –les dijo él. Le dio a su Thestral una rápida palmadita de agradecimiento y se dirigió hacía la estropeada caseta telefónica y abrió la puerta-. ¡Vamos entren! -apuró a los otros al verlos dudar.
Ron y Ginny entraron obedientemente; después Hermione, Neville y Luna se apretaron contra ellos; Harry echó un último vistazo a los Thestrals, que ahora estaban buscando por algún trozo de comida podrida en el cesto de basura, y luego se forzó dentro de la caseta después de Luna.
- Quien este más cerca del teléfono que marque: seis, dos, cuatro, cuatro, dos –dijo él
Ron lo hizo, su brazo se contorsionó extrañamente para alcanzar el aparato; mientras el disco giró zumbando al ponerlo de nuevo en su lugar la fría voz femenina se escuchó dentro de la caseta.
- Bienvenidos al Ministerio de Magia. Favor de indicar su nombre y asunto.
- Harry Potter, Ron Weasley, Hermione Granger –dijo rápidamente Harry-, Ginny Weasley, Neville Longbottom, Luna Lovegood... ¡Estamos aquí para rescatar a alguien, a menos que su Ministerio pueda hacerlo primero!
- Gracias –dijo la fría voz de mujer-. Visitantes, favor de tomar las insignias y colocarlas al frente de sus túnicas.
Media docena de insignias se deslizaron por el canal metálico por el que normalmente salían las monedas devueltas. Hermione las recogió y se las pasó en silencio a Harry por encima de la cabeza de Ginny; él echó un vistazo a la que estaba al principio y leyó: Harry Potter, misión de rescate.
- Visitantes del Ministerio, se le solicita presentarse para un reconocimiento y entregar sus varitas para ser registradas en el escritorio de seguridad, localizado al final del Atrio.
- ¡Bien! –dijo Harry en voz alta, al tiempo que su cicatriz le daba otra punzada-. ¿Ya podemos seguir?
El piso de la caseta telefónica se estremeció y el pavimento se levantó por encima de las ventanas de cristal; los Thestrals, que seguían buscando entre la basura, se fueron perdiendo de vista; la oscuridad se cerró sobre sus cabezas y con un monótono rechinar se hundieron en las profundidades del Ministerio de Magia.
El destello de una suave luz dorada golpeó sus pies y, haciéndose más grande, les cubrió todo el cuerpo. Harry dobló las rodillas y mantuvo su varita tan lista como le era posible en tan apretadas condiciones, mientras observaba por las ventanas para ver si había alguien esperándolos en el Atrio, pero este parecía estar totalmente vacío. La luz era más débil que cuando era de día; no había fuego en las chimeneas colocadas a lo largo de las paredes, pero mientras el elevador se iba deteniendo, pudo ver que los signos dorados seguían girando sinuosamente en el techo azul oscuro.
- El Ministerio de Magia le desea una agradable tarde –dijo la voz de mujer.
La puerta de la caseta telefónica se abrió de pronto; Harry cayó fuera de ella, seguido de cerca por Neville y Luna. El único sonido que había en el Atrio era el constante correr del agua de la fuente dorada, en donde los chorros de agua que salían de las varitas de la bruja y del mago, la punta de la flecha del centauro, el sombrero del duende y las orejas del elfo doméstico continuaban cayendo en el agua que los rodeaba.
- Vamos –dijo Harry en voz baja y los seis corrieron por el salón, con Harry al frente, pasaron más allá de la fuente hacia el escritorio donde se sentaba el guardia- mago que había registrado la varita de Harry, y que ahora estaba desierto.
Harry estaba seguro que debería de haber alguien de seguridad allí, y seguro que su ausencia era una señal siniestra, y su sensación de presagio aumentaba mientras pasaban a través de las puertas doradas hacia los elevadores. Él presionó el botón de “abajo” más cercano y casi inmediatamente un elevador estuvo a la vista, las rejillas doradas se abrieron con un gran y resonante clank, y ellos entraron rápidamente. Harry aplastó el botón con el número nueve; las rejillas se cerraron escandalosamente y el elevador comenzó a descender, golpeando y rechinando. Harry no había notado que tan ruidosos eran los elevadores el día que había venido con el Sr. Weasley; él estaba seguro que el estrépito atraería a todas las personas de seguridad en el edificio, con todo, cuando el elevador paro, la fría voz femenina dijo:
- Departamento de Misterios –y las rejillas se abrieron. Salieron hacia el corredor donde nada se movía a excepción de las antorchas cercanas que oscilaban a causa del aire proveniente del elevador.
Harry se dirigió hacia la puerta totalmente negra. Después de meses y meses de soñar con ella, por fin estaba aquí.
- Vamos –susurró y los condujo por todo el corredor, Luna iba justo detrás de él, mirando alrededor con la boca ligeramente abierta-. De acuerdo, escuchen –dijo Harry, deteniéndose de nuevo a dos metros de la puerta-. Tal vez... un par de ustedes deberían de permanecer aquí como... como un puesto de vigilancia...
- ¿Y cómo se supone que vamos a avisarte si alguien se acerca? –preguntó Ginny, arqueando las cejas-. Podrías estar a kilómetros de distancia.
- Nosotros vamos contigo, Harry –dijo Neville.
- Continuemos con esto –dijo Ron firmemente.
Harry no quería llevar a todos con él, pero le pareció que no tenía otra opción. Giró hacia la puerta y camino hacia adelante... justo como lo había hecho en su sueño, la puerta se abrió y cruzó la entrada con los otros pisándole los talones.
Estaban parados en un cuarto grande y circular. Todo ahí dentro era negro incluyendo el piso y el techo, colocadas alrededor de las paredes había puertas negras idénticas, sin ninguna marca y sin perillas, intercaladas con ramilletes de velas cuyas flamas ardían azules, su fría y vacilante luz se reflejaba en el brillante piso de mármol, lo que lo hacia lucir como si fuera agua oscura bajo sus pies.
- Que alguien cierre la puerta –murmuró Harry.
Se arrepintió de haber dado esa orden en el momento mismo en que Neville la había obedecido. Sin el largo rayo de luz proveniente del pasillo de las antorchas, situado detrás de ellos, el lugar se volvió tan oscuro que por un momento lo único que podían ver era el lugar donde estaban los ramilletes de vacilantes flamas y su fantasmal reflejo en el piso.
En su sueño, Harry siempre había caminado decididamente hacia la puerta que estaba justo al frente de la puerta de entrada y la había atravesado. Pero ahora aquí había una docena de puertas. Y justo cuando estaba observando las puertas frente a él, tratando de decidir cuál era la correcta, hubo un gran y resonante sonido y las velas comenzaron a moverse hacia un lado. La pared circular estaba girando.
Hermione se tomo del brazo de Harry, como si temiera que el piso pudiera moverse también, pero este no lo hizo. Por algunos segundos, las llamas azules alrededor de ellos se volvieron borrosas asemejando luces de neón mientras que la pared giraba rápidamente; entonces, tan repentinamente como había comenzado, el sonido paró y todo se quedo de nuevo inmóvil.
Los ojos de Harry tenían grabados rayas azules; que era todo lo que él podía ver.
- ¿Que fue eso? –susurró temerosamente Ron.
- Pienso que eso fue para que no supiéramos por cuál puerta habíamos entrado –dijo Ginny con voz serena.
Harry se dio cuenta inmediatamente que ella tenía razón, no podría identificar la puerta de salida más rápido que en localizar una hormiga en el piso negro azabache; y la puerta por la que necesitaban entrar podría ser cualquiera de las doce que lo rodeaban.
- ¿Cómo vamos a volver a salir? –dijo Neville incómodamente.
- Bueno, eso no importa ahora –dijo Harry enérgicamente, parpadeando para intentar borrar las líneas azules de su vista, y agarrando su varita más firmemente que nunca-, no necesitaremos salir hasta que hayamos encontrado a Sirius...
- Sin embargo, ¡no vayas a ir por ahí llamándolo! –dijo Hermione con urgencia; pero Harry nunca había necesitado menos su consejo, su instinto le decía que guardara el mayor silencio posible.
- ¿Adónde vamos, entonces, Harry? –preguntó Ron.
- No lo sé... –comenzó a decir Harry tragando saliva-. En los sueños pasaba a través de la puerta al final del pasillo de los elevadores y entraba en un cuarto oscuro... que es éste... y luego pasaba por otra puerta hacia una habitación donde había algo como... brillos. Debemos intentar con algunas puertas –dijo precipitadamente-, sabré cual es el camino correcto en cuanto lo vea, ¡vamos!
Él se dirigió hacia la puerta que estaba justo frente a él, los demás lo seguían de cerca, colocó su mano izquierda contra la fría y brillante superficie, levantó su varita listo para atacar al momento de abrir y empujó.
Esta se abrió fácilmente.
Después de la oscuridad del primer cuarto, las lámparas sujetas del techo a poca altura por cadenas doradas daban la impresión de que esta larga y rectangular habitación era mucho más brillante, sin embargo, no había brillos ni luces vacilantes como Harry había visto en sus sueños. El lugar estaba absolutamente vacío a excepción de algunos escritorios y, muy a la mitad del cuarto, un enorme tanque de cristal que contenía un líquido verde oscuro, lo bastante grande como para que todos ellos pudieran nadar dentro; y en él un número de objetos de color blanco nacarado andaban a la deriva perezosamente.
- ¿Qué son esas cosas? –susurró Ron.
- No lo sé –dijo Harry.
- ¿Son pescados? –suspiró Ginny.
- ¡Gusanos Aquavirius! –dijo Luna emocionada-. Mi papá dice que el Ministerio los está criando...
- No –dijo Hermione, ella sonaba un poco temerosa. Se adelantó unos pasos para examinar mejor el tanque-. Son cerebros.
- ¿Cerebros?
- Sí... ¿Me pregunto qué estarán haciendo con ellos?
Harry se paró junto a ella al lado del tanque. Bastante seguro de que no podía haber duda ahora que los veía tan de cerca. Moviéndose extrañamente, iban a la deriva apareciendo y desapareciendo de la vista en las profundidades del líquido verde, luciendo como coliflores pegajosas.
- Salgamos de aquí –dijo Harry-. Esto no está bien, debemos intentar con otra puerta.
- Aquí también hay puertas –dijo Ron, señalando las paredes. El corazón de Harry se hundió; ¿Qué tan grande era este lugar?
- En mi sueño pasé de la habitación oscura directamente a la segunda –dijo él-. Pienso que debemos volver e intentar de nuevo desde allí.
Así que todos se apresuraron a regresar a la habitación oscura y circular; las formas fantasmales de los cerebros nadaban ahora ante los ojos de Harry, en lugar de las llamas azules de las velas.
- ¡Espera! –dijo repentinamente Hermione mientras Luna cerraba la puerta del cuarto de los cerebros detrás de ellos-. ¡Flagrate!
Ella dibujó algo en el aire con su varita y una incandescente “X” apareció en la puerta. Y tan pronto la puerta dio un portazo tras ellos hubo un gran estruendo, y una vez más los muros comenzaron a girar rápidamente, pero ahora había un gran trazo dorado rojizo entre el débil azul y cuando todo estuvo de nuevo inmóvil, la ardiente cruz seguía iluminada, mostrando la puerta que ya habían probado.
- Bien pensado –dijo Harry-. De acuerdo, probemos esta...
Una vez más se dirigió a grandes pasos hacia la puerta justo frente a él y la empujó para abrirla, su varita seguía levantada y los otros lo seguían de cerca.
Este sitio era más grande que el anterior, débilmente iluminado y rectangular, y el centro de este estaba hundido, formando una gran fosa de piedra de unos seis metros de profundidad. Estaban parados en la parte más alta de lo que parecían ser escalones de piedra que corrían alrededor del cuarto y descendían hasta lo que parecía un anfiteatro o la corte donde Harry había sido juzgado por el Wizengamot. Pero en lugar de una silla con cadenas, había un estrado de piedra levantándose en el centro de la fosa, sobre el cual descansaba un arco de piedra tan antiguo y agrietado que a Harry le sorprendió que aun pudiera mantenerse en pie. Sin apoyo de ninguna pared a su alrededor, del arco colgaba un harapiento velo o cortina que a pesar de la quietud del frío aire a su alrededor, se agitaba ligeramente como si alguien lo acabara de tocar.
- ¿Quién está allí? –dijo Harry, saltando hacia el escalón de abajo. No hubo ninguna voz que le contestara, pero el velo seguía agitándose y balanceándose.
- ¡Ten cuidado! –dijo Hermione susurrado.
Harry bajó los escalones uno por uno hasta alcanzar el fondo de la fosa de piedra. Sus pasos resonaban muy fuerte mientras se dirigía hacia el estrado. El arco parecía mucho más alto desde donde él estaba parado ahora, que cuando lo vio desde arriba. El velo todavía se balanceaba suavemente, como si alguien acabara de pasar a través de él.
- ¿Sirius? –habló de nuevo Harry, pero no tan fuerte, pues ahora estaba más cerca.
Él tenía la extraña sensación de que había alguien parado justo detrás del velo en el otro lado del arco. Agarrando su varita muy firmemente, caminó alrededor del estrado, pero no había nadie allí; todo lo que se podía ver era el otro lado de andrajoso velo.
- Vámonos –le llamó Hermione a medio camino de los escalones de piedra-. Esto no está bien Harry, anda vámonos.
Ella sonaba asustada, mucho más asustada de lo que estuvo en el cuarto donde nadaban los cerebros, aun así Harry pensó que el arco tenía cierto tipo de belleza, aún siendo tan viejo, el sereno y ondulante velo le intrigaba, sintió una inclinación muy fuerte a subir al estrado y pasar a través de él.
- Harry, vámonos, ¿De acuerdo? –dijo Hermione más enérgicamente.
- De acuerdo –dijo él, pero no se movió. Acababa de escuchar algo. Había un débil susurro, sonidos de murmullos que venían del otro lado del velo-. ¿Qué están diciendo? –dijo él, con voz tan fuerte, que sus palabras hicieron eco contra los escalones de piedra.
- ¡Nadie está hablando, Harry! –dijo Hermione, que ahora caminaba hacía él.
- Alguien está susurrando allí atrás –le contestó, alejándose de ella y mirando hacia el arco con el ceño fruncido-. ¿Eres tú, Ron?
- Yo estoy aquí, compañero –dijo Ron, apareciendo a un lado del arco.
- ¿Qué acaso nadie más puede oírlo? –exigió saber Harry, porque el susurro y los murmullos se iban haciendo más fuertes; y sin siquiera proponérselo, se dio cuenta que tenía un pie en el estrado.
- Yo también puedo oírlos –suspiró Luna, reuniéndose con ellos alrededor del arco y mirando hacia el ondulante velo-. ¡Hay personas ahí dentro!
- ¿Qué quieres decir con “ahí dentro”? –demandó Hermione saltando desde el último escalón y sonando mucho más enojada de lo que la ocasión ameritaba-, no hay ningún “ahí dentro”, es tan solo un arco, no hay espacio para que alguien pueda estar ahí. Harry, detente, regresa –ella lo tomó de un brazo y lo jaló, pero él se resistió-. Harry, se supone que estamos aquí por Sirius –dijo ella con una voz aguda y tensa.
- Sirius –repitió Harry, aún contemplando, como hechizado, el ondulante velo-. Cierto...
Algo finalmente regresó a su lugar dentro de su cerebro; Sirius, capturado, atado y torturado, y él estaba mirando es arco de piedra... Se alejó varios pasos del estrado y retiro los ojos del velo.
- Vámonos –dijo él.
- Eso es lo que he estado intentando... bien, vámonos, entonces –dijo Hermione, y tomó el camino de regreso. En el otro lado, Ginny y Neville estaban mirando fijamente, al parecer, también hechizados por el velo. Sin decir nada, Hermione tomó el brazo de Ginny. Ron agarró el de Neville, y caminaron firmemente hacia el primer escalón de piedra y subieron de nuevo todo el camino hacia la puerta.
- ¿Tienes idea de qué era ese arco? –Harry le preguntó a Hermione mientras que llegaban de nuevo a la oscura habitación circular.
- No lo sé, pero lo que haya sido era peligroso –dijo ella firmemente, inscribiendo de nuevo una cruz ardiente en la puerta.
Una vez más, las paredes giraron y volvieron a detenerse. Harry se acercó a una puerta al azar y la empujó. Esta no se movió.
- ¿Qué pasa? –dijo Hermione.
- Está... cerrada... –dijo Harry, empujando la puerta con todo su cuerpo, pero esta no se movió.
- ¿Entonces es esta, cierto? –dijo Ron emocionado, uniéndose a Harry para intentar forzar la puerta-. ¡Tiene que ser!
- ¡Quítense del camino! –dijo repentinamente Hermione. Ella señaló con su varita el lugar donde habría estado la cerradura en una puerta ordinaria y dijo: ¡Alohomora!
No sucedió nada.
- ¡La navaja de Sirius! –dijo Harry. La sacó de entre su túnica y la deslizó en la hendidura entre la puerta y el muro. Los otros observaban ansiosamente mientras la pasaba de arriba hacia abajo, la retiraba con impaciencia y empujaba la puerta con el hombro. Seguía cerrada tan firmemente como antes. Aún más, cuando Harry miró de nuevo la navaja, vio que la hoja se había derretido.
- Correcto, dejaremos esa habitación –dijo decisivamente Hermione.
- ¿Pero que tal si esa es la indicada? –dijo Ron, mirando la puerta fijamente con una mezcla de aprehensión y anhelo.
- No puede ser, Harry pudo atravesar todas las puertas en su sueño –dijo Hermione, marcando la puerta con otra cruz ardiente mientras que Harry regresaba la empuñadura de la ahora inservible navaja de Sirius a su bolsillo.
- ¿Ustedes saben lo que podría haber ahí dentro? –dijo Luna con impaciencia, mientras que la pared comenzaba a girar de nuevo.
- Algo extraño, sin duda –suspiró Hermione y Neville soltó una risita nerviosa.
La pared disminuyó de velocidad hasta detenerse y Harry, con un sentimiento de creciente desesperación, empujó la siguiente puerta para abrirla.
- ¡Es esta!
Él lo supo inmediatamente por la hermosa y danzarina luz semejante al brillo de un diamante. Mientras que los ojos de Harry se acostumbraban a los brillantes destellos, pudo ver, relojes brillando desde cada superficie, grandes y pequeños, gruesos y delgados, colgando en los espacios entre los libreros o sobre los escritorios que se extienden a lo largo del cuarto, tantos que llenaban el lugar con un implacable y continuo tictac como si fueran millares de minúsculos pies marchando. La fuente de la danzarina y brillante luz como diamante era un elevado frasco como campana de cristal colocado al extremo final de la habitación.
- ¡Por aquí!
El corazón de Harry latía frenéticamente ahora que sabía que iba por el camino correcto; se encaminó por el estrecho espacio entre los escritorios, guiado, como lo había hecho en su sueño, por la fuente de la luz, el frasco como campana de cristal, tan alto como lo seria él, parado sobre un escritorio y que parecía estar lleno de un ondulante y brillante viento.
- ¡Oh mira! –dijo Ginny, al acercarse, señalando el corazón mismo de la campana de cristal.
Vacilando dentro del brillante interior estaba un minúsculo huevo, brillante como joya. Mientras se levantaba dentro de la campana se agrietó y se abrió dejando salir un colibrí, que empezó a elevarse hacia la punta del frasco, pero al tocar el aire sus plumas se ensuciaron y cayó de nuevo y para cuando tocó otra vez el fondo del frasco, estaba de nuevo encerrado dentro de su huevo.
- ¡Sigan caminando! –dijo Harry bruscamente, pues Ginny mostraba signos de querer detenerse a ver el huevo convertirse de nuevo en ave.
- ¡Tú perdiste bastante tiempo por ese viejo arco! –dijo ella malhumorada pero lo siguió más allá de la campana de cristal hacia la única puerta que había.
- Esta es –dijo nuevamente Harry, y su corazón latía tan rápido y tan fuerte que sentía que no lo dejaba hablar-, es por aquí...
Él echó un vistazo a todos ellos; tenían sus varitas fuera y se veían repentinamente serios y ansiosos. Él miró de nuevo la puerta y la empujó. Esta se abrió suavemente.
Ahí estaban, habían encontrado el lugar, alto como una iglesia y lleno de nada a excepción de unos altos estantes cubiertos de pequeñas y polvorientas esferas. Brillaban débilmente a la luz de más ramilletes de velas puestos a intervalos entre los estantes, que al igual que los del cuarto circular detrás de ellos sus llamas ardían de color azul. La habitación era muy fría.
Harry se adelantó y observó fijamente por uno de los pasillos entre dos filas de estantes. Él no pudo escuchar nada o ver alguna señal de movimiento.
- Tú dijiste que era la fila noventa y siete –susurró Hermione.
- Sí –suspiró Harry, mirando al final de la fila más cercana. Debajo de la luz que proyectaba el ramillete de brillo azulado de las velas centelleo una figura plateada con la inscripción cincuenta y tres.
- Pienso que debemos ir hacia la derecha –susurró Hermione, escudriñando la siguiente fila-. Sí... esta es la cincuenta y cuatro...
- Mantengan sus varitas listas –dijo Harry en voz baja.
Avanzaron lentamente, echando un vistazo detrás de ellos mientras iban por los largos corredores de estantes, los extremos de los cuales estaban casi en la oscuridad total. Minúsculas etiquetas amarillas habían sido colocadas debajo de cada esfera de cristal en los estantes. Algunas de ellas tenían un extraño, líquido resplandeciente; otras estaban tan cerradas y oscuras como focos fundidos.
Pasaron la fila ochenta y cuatro... ochenta y cinco... Harry trataba de escuchar el más leve sonido de movimiento, pero Sirius podría estar amordazado, o bien inconsciente...
- O quizás –dijo una repentina voz dentro de su cabeza-, él podría estar muerto...
- Lo habría sentido –se dijo a sí mismo, su corazón golpeaba contra su manzana de Adán, si tan solo supiera...
- ¡Noventa y Siete! –susurró Hermione.
Estaban todos agrupados, parados al final de la fila, mirando el corredor de al lado. Ahí no había nadie.
- Él está justo al final –dijo Harry, a quien la boca se le había secado ligeramente-. Ustedes no pueden verlo correctamente desde aquí.
Y él los condujo entre las elevadas filas de esferas de cristal, algunas de las cuales brillaron intensamente mientras pasaban...
- Él debe estar cerca de aquí –dijo Harry susurrado, convencido de que a cada paso iba a aparecer la desaliñada figura de Sirius sobre el oscuro piso-. Debe estar por aquí... realmente cerca...
- ¿Harry? –preguntó Hermione indecisa, pero él no deseaba responder. Su boca estaba demasiado seca.
- En alguna parte... por aquí... –dijo él.
Habían alcanzado el final de la fila y salieron hacia la débil luz de las velas, no había nadie allí. Todo era un repetitivo, y polvoriento silencio.
- Él puede estar... –susurró Harry con voz ronca, mirando fijamente el siguiente pasillo- O quizá... –y se apresuró a mirar el pasillo que estaba después.
- ¿Harry? –dijo nuevamente Hermione.
- ¿Qué? –gruñó él.
- No... No creo que Sirius este aquí.
Nadie habló. Harry no quiso mirar a ninguno de ellos. Se sentía enfermo. Él no entendía por qué Sirius no estaba aquí. Él tenía que estar aquí. Aquí era donde él, Harry, lo había visto...
Él recorrió el espacio al final de las filas observando cada pasillo entre los estantes, uno tras otro fueron pasando intermitentemente. No había señales de Sirius por ningún lado, ni tampoco signos de lucha.
- ¿Harry? –lo llamó Ron.
- ¿Qué?
Él no quería escuchar lo que Ron tenía que decir; no quería oír a Ron decirle lo estúpido que había sido o sugerir que deberían regresar de nuevo a Hogwarts, pero el calor iba invadiendo su rostro y sentía como si quisiera esconderse ahí mismo en la oscuridad por un largo rato antes de tener que hacer frente al brillante Atrio de arriba y a las acusadoras miradas de los otros...
- ¿Ya viste esto? –dijo Ron.
- ¿Qué? –dijo Harry, pero esta vez con impaciencia, tenía que ser una señal de que Sirius había estado allí. Regresó con grandes pasos hacia donde estaban los demás, cerca de la fila noventa y siete, pero no encontró nada excepto a Ron que miraba fijamente una de las polvorientas esferas de cristal situadas en el estante.
- ¿Qué? –repitió Harry abatido.
- Esta... esta tiene tu nombre escrito –dijo Ron.
Harry se acercó un poco más. Ron señalaba una de las pequeñas esferas de cristal que brillaban intensamente con una pálida luz interna, sin embargo, estaba muy polvorienta y parecía no haber sido tocado en muchos años.
- ¿Mi nombre? –dijo Harry inexpresivamente.
Él se adelantó. Al no ser tan alto como Ron, tuvo que estirar el cuello para leer la amarillenta etiqueta puesta en el estante justo debajo de la polvorienta bola de cristal. Con una enredada escritura estaba puesta una fecha de aproximadamente dieciséis años antes, y abajo lo siguiente:
S. P. T. a A. P. W. B. D.
Señor Oscuro
y Harry Potter (?)

Harry la miró fijamente.
- ¿Qué es eso? –preguntó Ron, con voz inquietante-. ¿Qué hace tú nombre aquí abajo?
Y echó un vistazo a las etiquetas de las otras esferas que estaban en la misma repisa del estante.
- Yo no estoy aquí –dijo él, sonando perplejo-. Ninguno de nosotros está aquí.
- Harry, no creo que debieras tocar eso –dijo repentinamente Hermione, mientras él estiraba la mano.
- ¿Por qué no? –dijo él-. Esto tiene algo que ver conmigo, ¿no es cierto?
- No lo hagas, Harry –dijo Neville repentinamente. Harry lo miró, la redonda cara de Neville brillaba levemente por el sudor. Y parecía como si no pudiera soportar más el suspenso.
- Tiene mi nombre –dijo Harry.
Y sintiéndose un poco imprudente, cerró los dedos alrededor de la polvorienta superficie de la esfera. Él había esperado sentir frío, pero no. Al contrario, parecía como si hubiera estado reposando en el sol durante horas, como si el resplandor de la luz interior la calentara. Esperando, incluso deseando, que algo dramático fuera a suceder, algo emocionante que hiciera que su largo y peligroso viaje valiera la pena después de todo, Harry bajó la esfera de cristal del estante y la observó.
No sucedió nada en absoluto. Los otros se acercaron alrededor de Harry, contemplando la esfera, mientras él le limpiaba todo el polvo atascado.
Y entonces, justo detrás de ellos, una voz que arrastraba las palabras habló.
- Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, tranquila y lentamente, y entrégame eso.

 

 

CAPÍTULO XXXV

TRAS EL VELO

Formas oscuras surgían del aire a su alrededor, bloqueando el camino a izquierda y derecha; sus ojos brillando bajo las capuchas, una docena de varitas encendidas apuntando directamente a sus corazones; Ginny dejó escapar un pequeño grito de horror.
- Dámela, Potter –repitió lentamente la voz de Lucius Malfoy, mientras extendía su mano.
Harry sintió caer su estómago, mareado. Estaban atrapados, y superados en número dos a uno.
- Dámela, Potter –ordenó Malfoy una vez más.
- ¿Dónde está Sirius? –dijo Harry.
Varios Mortífagos rieron; de entre las oscuras figuras a la izquierda de Harry una áspera voz de mujer dijo triunfal:
- ¡El Señor Oscuro siempre sabe!
- Siempre... –repitió Malfoy suavemente-. Ahora, dame la Profecía, Potter.
- ¡Quiero saber dónde está Sirius!
- ¡Quiero saber dónde está Sirius! –imitó la mujer a su izquierda.
Ella y sus compañeros mortífagos se acercaron de forma que estaban a unos pocos metros de Harry y los demás, la luz de sus varitas deslumbrando los ojos de Harry.
- Lo tenéis –dijo Harry, ignorando el creciente pánico en su pecho, el miedo contra el que había estado luchando desde que había entrado en el pasillo noventa y siete-. Él está aquí. Sé que está aquí.
- El pequeño bebé se despertó asustado y creyó que lo que había soñado era real –dijo la mujer en una horrible, fingida voz de bebé. Harry sintió a Ron moverse tras él.
- No hagas nada –susurró Harry-. Todavía no.
La mujer que lo había imitado soltó una carcajada.
- ¿Lo habéis oído? ¿LO HABÉIS OIDO? ¡Dando instrucciones a los otros niños como si pensará enfrentarse a nosotros!
- Oh, no conoces a Potter como yo, Bellatrix –dijo Malfoy calmado-. Tiene una gran debilidad por las heroicidades; como bien sabe el Señor Oscuro. Ahora dame la Profecía, Potter.
- Sé que Sirius está aquí –dijo Harry, con su pecho paralizado de tal forma por el pánico que ya casi no podía respirar-. ¡Sé que lo tenéis!
Más mortífagos rieron, aunque las carcajadas de la mujer destacaban sobre el resto.
- Va siendo hora de que aprendas a diferenciar entre la vida y los sueños, Potter –dijo Malfoy-. Ahora dame la Profecía, o comenzaremos a usar las varitas.
- Adelante, entonces –dijo Harry, alzando su varita. Entonces, las cinco varitas de Ron, Hermione, Neville, Ginny y Luna aparecieron a su lado. El nudo en el estómago de Harry se hizo más fuerte. Si realmente Sirius no estaba allí, había conducido a sus amigos a su muerte sin ningún motivo...
Pero los mortífagos no atacaron.
- Dame la Profecía y no habrá necesidad de que nadie salga herido –dijo Malfoy fríamente
Ahora era Harry quien reía.
- ¡Sí, seguro! –dijo-. Te doy esta... profecía, ¿no?... y tú simplemente nos dejarás irnos a casa, ¿verdad?
Esas palabras apenas habían dejado su boca cuando la mortífaga gritó:
- ¡Accio Prof...!
Harry estaba preparado, gritó: “¡Protego!” cuando ella finalizó su conjuro, y aunque la esfera de cristal se escapó de la punta de sus dedos la volvió a sujetar sin problemas.
- Oh, sabe como jugar, el pequeño bebé Potter –dijo ella, sus ojos furiosos mirándole fijamente tras la capucha-. Muy bien, entonces...
- ¡OS DIJE QUE NO! –Lucius Malfoy le gritó a la mujer-. Si la rompéis...
La mente de Harry corría a toda velocidad. Los mortífagos querían esa polvorienta esfera de cristal. Él no tenía ningún interés en ella. Solo quería sacarlos de allí vivos, asegurarse de que ninguno de sus amigos pagaba un terrible precio por su estupidez...
La mujer avanzó, alejándose de sus compañeros, y apartando su capucha. Azkaban había vaciado la cara de Bellatrix Lestrange, haciéndola flaca y esquelética, pero estaba viva con un ferviente, fanático brillo.
- ¿Necesitas más persuasión? –preguntó, su pecho subía y bajaba rápidamente-. Muy bien... coged a la más pequeña –ordenó a los mortífagos tras ella-. Dejadle mirar mientras torturamos a la pequeña niña. Yo lo haré.
Harry sintió como los demás se pegaban a Ginny rodeándola; el dio un paso de lado para colocarse justo ante ella, con la Profecía alzada ante su pecho.
- Tendrás que romper esto si quieres atacar a cualquiera de nosotros –le dijo a Bellatrix-. No creo que tu jefe quede muy contento si vuelves sin esto, ¿verdad?
Ella no se movió; solo se quedó mirándolo fijamente, son la punta de su lengua humedeciendo sus delgados labios.
- Así que... –dijo Harry-, ¿de qué tipo de profecía hablamos, de todas formas?
No podía pensar en otra cosa que hacer excepto seguir hablando. El brazo de Neville estaba apretado contra él, y lo podía sentir temblar; así como la rápida respiración de otro justo en su nuca. Esperaba que ellos estuvieran pensando en formas de escapar, porque su mente estaba en blanco.
- ¿Qué tipo de profecía? –repitió Bellatrix, la sonrisa desapareciendo de su rostro-. Está de broma, Harry Potter.
- No, no bromeo –dijo Harry, sus ojos pasando de mortífago en mortífago, buscando un punto débil, un hueco por donde pudieran escapar-. ¿Por qué la quiere Voldemort?
Varios mortífagos dejaron escapar silbidos graves.
- ¿Te atreves a decir su nombre? –susurró Bellatrix.
- Sí –dijo Harry, agarrando firmemente la bola de cristal, esperando otro intento por parte de ella de conjurarla lejos de él-. Sí, no tengo ningún problema de decir Vol...
- ¡Cállate! –chilló Bellatrix-. ¡Cómo te atreves a pronunciar su nombre con tus indignos labios, como te atreves a mancharlo con tu lengua de sangre sucia, como te atreves...
- ¿Sabías que él también era sangre sucia? –soltó Harry imprudentemente. Hermione dio un pequeño gemido en su oído-. ¿Voldemort? Sí, su madre era una bruja, pero su padre era un Muggle... ¿o acaso os ha estado diciendo que es un pura sangre?
- ¡STUPEFY!
- ¡NO!
Un disparo de luz roja salió de la varita de Bellatrix Lestrange, pero Malfoy la desvió, enviándolo contra una estantería a la izquierda de Harry donde varias esferas de cristal reventaron. 
Dos figuras, de un blanco perla como fantasmas, fluidas como el humo, se desplegaron desde los fragmentos de cristal roto y comenzaron a hablar, sus voces rivalizando, así que solo se podían oír fragmentos de lo que decían sobre los gritos de Malfoy y Bellatrix.
-... en el solsticio llegará un nuevo... –decía la figura de un viejo hombre con barba.
- ¡NO ATAQUES! ¡NECESITAMOS LA PROFECÍA!
- Se ha atrevido... se ha atrevido... ahí está... asqueroso sangre sucia...
- ¡ESPERA A QUE TENGAMOS LA PROFECIA! –le gritaba Malfoy.
-... y ninguno vendrá después... –decía la figura de una joven mujer.
Las dos figuras que habían salido de las esferas destrozadas se habían desvanecido en el aire. Nada quedaba de ellos o de sus últimos hogares excepto fragmentos de cristal sobre el suelo. De todas formas le habían dado a Harry una idea. El problema iba a ser decírselo a los demás.
- No me habéis dicho qué tiene de especial esta profecía –dijo tratando de ganar tiempo. Movió sus pies a un lado, buscando los de alguien más.
- No juegues con nosotros, Potter –le respondió Malfoy.
- No juego –dijo Harry, atendiendo a medias a la conversación, y a medias en su pie buscador. Y entonces encontró los dedos de alguien y los pisó. El sonido de ese alguien tomando aire de golpe le indicó que eran de Hermione.
- ¿Qué? –susurró ella.
- ¿Dumbledore nunca te contó que el motivo por el que llevas esa cicatriz estaba escondido en las entrañas del Departamento de Misterios? –Malfoy sonrió con desprecio.
- Yo... ¿qué? –exclamó Harry. Y por un momento olvidó su plan-. ¿Lo que... sobre mi cicatriz?
- ¿Qué? –susurraba Hermione urgentemente tras él.
- No puede ser... –decía Malfoy, sonando malvadamente encantado, algunos de los mortífagos riendo de nuevo, y cubierto por sus risas Harry le susurró a Hermione, moviendo los labios lo menos posible:
- Revienten las estanterías...
- ¿Dumbledore nunca te lo dijo? –repitió Malfoy-. Bien, esto explica porque no viniste antes, Potter. El Señor Oscuro se preguntaba por qué...
-... cuando diga “ya”...
-... no habías venido corriendo cuando te mostró el lugar donde estaba escondido en tus sueños. Él creyó que tu curiosidad natural te haría querer oír las palabras exactas...
- ¿Eso creía? –dijo Harry. Tras él escuchaba a Hermione pasando el mensaje a los otros y siguió hablando para distraer a los mortífagos-. Así que quería que viniera y lo cogiera, ¿no? ¿Por qué?
- ¿Por qué? –Malfoy sonaba encantado e incrédulo al mismo tiempo-. Porque las únicas personas a las que les está permitido acceder a una profecía del Departamento de Misterios, Potter, son aquellas de las que habla la profecía, como el Señor Oscuro descubrió tras intentar que otros la robaran por él.
- ¿Y por que querría robar una profecía sobre mí?
- Sobre los dos, Potter, sobre vosotros dos... ¿Nunca te has preguntado por qué el Señor Oscuro intentó matarte cuando eras un bebé?
Harry observó fijamente los agujeros por los que los verdes ojos de Malfoy brillaban. ¿Era esta profecía el motivo por el que los padres de Harry habían muerto, por lo que llevaba aquella cicatriz con forma de rayo? ¿Estaba la respuesta a todo esto escondida ahora en su mano?
- ¿Alguien hizo una profecía sobre Voldemort y sobre mí? –dijo calladamente, mirando a Lucius Malfoy, sus dedos estrechándose sobre la cálida esfera de cristal en su mano. No era mucho más grande que una Snitch, todavía cubierta de polvo-. ¿Y me ha hecho venir a cogerla para él? ¿Por qué no podía venir él a cogerla?
- ¿Venir a cogerla él? –chilló Bellatrix, sobre una especia de risa loca-. ¿El Señor Oscuro, entrando en el Ministerio de Magia, cuando han sido tan dulces ignorando su regreso? ¿El Señor Oscuro, revelándose ante los Aurores, cuando en este momento están malgastando el tiempo con mi primo?
- Así que os tiene a vosotros haciendo el trabajo sucio, ¿no? –dijo Harry-. ¿Igual que trató de usar a Sturgis… y a Bode?
- Muy bueno, Potter, muy bueno... –dijo Malfoy lentamente-. Pero el Señor Oscuro sabe que tú no eres tan poco inteli...
- ¡YA! –gritó Harry.
Cinco voces diferentes gritaron tras él “¡REDUCTO!” Cinco hechizos volaron en cinco direcciones diferentes y las estanterías contra las que chocaron explotaron; la alta estructura osciló mientras un centenar de esferas de cristal reventaban, y figuras blancas se desplegaban en el aire y flotaban allí, sus voces resonando desde un lejano pasado, en medio del torrente de cristales y astillas de madera que ahora caían hacia el suelo.
- ¡CORRED! –gritó Harry, mientras las estanterías se tambaleaban de forma precaria y más esferas comenzaban a caer. Agarró la túnica de Hermione y tiró de ella, manteniendo un brazo sobre su cabeza mientras pedazos de estanterías y fragmentos de cristal caían sobre ellos. Un mortífago apareció de entre la nube de humo y Harry le dio un fuerte codazo en su cara enmascarada; todos gritaban, había llantos de dolor, y cientos de sonidos mientras las estanterías se desmoronaban, formando un extraño eco con las palabras de los videntes liberados de sus esferas...
Harry encontró el camino ante él libre, y vio a Ron, Ginny y Luna adelantándolos, sus brazos cubriendo sus cabezas; algo pesado le golpeó en un lado de la cara, pero él simplemente agachó su cabeza y siguió corriendo; una mano lo agarró por el hombro; escuchó gritar a Hermione “¡Stupefy!” y la mano lo soltó al instante...
Estaban al final del pasillo noventa y siete; Harry giró a su derecha y comenzó a correr; podía escuchar pasos justo tras ellos y a Hermione apurando a Neville; justo delante, la puerta por la que habían venido estaba entreabierta; cruzó la puerta con la Profecía sujeta y segura en su mano, y esperó a que los demás cruzaran el marco para cerrar de un portazo tras ellos...
- ¡Colloportus! –dijo Hermione, y la puerta se selló con un extraño ruido.
- ¿Dónde... dónde están los otros? –preguntó Harry.
Creía que Ron, Luna y Ginny iban por delante de ellos, que estarían esperando en esta habitación, pero no había nadie.
- ¡Deben haberse equivocado de camino! –susurró Hermione, aterrorizada.
- ¡Escuchad! –susurró Neville.
El eco de pasos y gritos se escuchaba al otro lado de la puerta que acababan de sellar; Harry puso su oreja contra la puerta y escuchó a Lucius Malfoy gritar:
- Dejad a Nott, dejadlo, he dicho... sus heridas no serán nada para el Señor Oscuro comparado con perder la Profecía. ¡Jugson, vuelve, tenemos que organizarnos! Nos dividiremos en parejas y buscaremos, y no lo olvidéis, contrólense con Potter hasta que tengamos la Profecía, podéis matar a los demás si es necesario... Bellatrix, Rodolphus, a la izquierda; Crabble, Rabastan, a la derecha... Jugson, Solohov, la puerta de enfrente... Macnair y Avery, por allí... Rookwood, por allá... Mulciber, ven conmigo.
- ¿Qué hacemos? –Hermione le preguntó a Harry, temblando de pies a cabeza.
- Bueno, para empezar no nos quedaremos aquí esperando que nos encuentren –le respondió Harry-. Salgamos por esta puerta.
Corrieron lo más silenciosamente que pudieron, pasando el brillante frasco donde el huevo se abría y se volvía a cerrar, hasta la salida que daba a la sala circular al final de la habitación. Casi estaban allí cuando Harry escuchó algo grande y pesado chocar contra la puerta que Hermione había hechizado.
- ¡Apártense! –dijo una voz ruda-. ¡Alohomora!
Mientras la puerta se abría, Harry, Hermione y Neville se escondieron tras unas mesas. Podían ver el final de las túnicas de dos mortífagos acercándose, sus pies moviéndose rápidos.
- Puede que hayan huido directamente a la entrada –dijo la voz ruda.
- Mira bajo las mesas –dijo otra.
Harry vio las rodillas del mortífago doblarse, y apuntando con su varita por debajo de la mesa gritó:
- ¡Stupefy!
Un disparo de luz roja golpeó al mortífago más cercano, que calló de espaldas contra un gran reloj de pared y lo tiró; el segundo mortífago, sin embargo, se apartó a un lado para esquivar el hechizo de Harry y estaba apuntando con su varita a Hermione, que se arrastraba bajo una mesa para apuntar mejor.
- ¡Avada...!
Harry se lanzó por el suelo y se agarró a las rodillas del mortífago, haciendo que tropezara y fallara su disparo. Neville tiró una mesa patas arriba en su ansiedad por ayudar, y apuntando su varita salvajemente a la pareja gritó:
- ¡EXPELLIARMUS!
Tanto la varita del mortífago como la de Harry volaron hasta la entrada de la Sala de la Profecía; ambos se pusieron en pie y corrieron hacia ellas, el mortífago por delante, Harry justo en sus talones, y Neville tras ellos, horrorizado por lo que acababa de hacer.
- ¡Sal del camino, Harry! –gritó Neville, claramente dispuesto a reparar el daño.
Harry se apartó a un lado mientras Neville apuntaba otra vez y gritaba:
- ¡STUPEFY!
El disparo de luz roja pasó justo sobre el hombro del mortífago y golpeó un armario lleno de relojes de arena de variadas formas; el armario cayó al suelo y se rompió, cristales volando por todas partes, volvió a subir a la pared, casi completamente arreglado, y entonces volvió a caer y se estrelló contra el suelo...
El mortífago había alcanzado su varita, que yacía en el suelo cerca del frasco brillante. Harry se agachó tras otra mesa mientras el hombre se giraba, su mascara se había movido de forma que no podía ver. Se la arrancó con su mano libre y gritó:
- ¡STUP...!
- ¡STUPEFY! –lanzó Hermione, que acababa de alcanzarlos. La luz roja golpeó al mortífago en pleno pecho: quedó congelado, su brazo todavía levantado, su varita cayó al suelo y él se derrumbó de espaldas contra el frasco brillante. Harry esperaba oír un fuerte sonido, como si el hombre chocara contra cristal sólido y empujara el frasco hacia el suelo pero, sin embargo, su cabeza se hundió a través de la superficie del frasco como si no fuera nada más que una burbuja de jabón y él quedó tumbado sobre la mesa, con su cabeza reposando dentro del frasco lleno de viento brillante.
- ¡Accio varita! –gritó Hermione. La varita de Harry voló desde un rincón oscuro hasta su mano, y ella se la lanzó a Harry.
- Gracias –dijo-. Bien, ahora salgamos de...
- ¡Miren! –dijo Neville, horrorizado. Estaba mirando la cabeza del mortífago en el frasco.
Los tres alzaron sus varitas otra vez, pero ninguno de ellos atacó: estaban mirando fijamente, con la boca abierta, espantados, a lo que le ocurría a la cabeza del hombre.
Se estaba reduciendo muy rápido, volviéndose más y más calvo, su pelo retrayéndose en su cabeza; sus mejillas volviéndose suaves, su cabeza redonda y cubierta por una pelusa como la de un melocotón...
Una cabeza de bebé se asentaba ahora de forma grotesca sobre el grueso y musculoso cuello del mortífago mientras luchaba por ponerse de nuevo en pie; pero mientras miraban, sus bocas abiertas, la cabeza volvía a recuperar sus proporciones, el pelo negro volvía a surgir...
- Es el Tiempo –dijo Hermione pasmada- Tiempo...
El mortífago sacudió su cabeza, tratando de aclararse, pero antes de que pudiera recomponerse su cabeza volvía a reducirse a la de un bebé una vez más...
Alguien chilló en una habitación cercana, después un fuerte sonido y un grito. 
- ¿RON? –gritó Harry apartando su vista de la monstruosa transformación que ocurría ante ellos-, ¿GINNY? ¿LUNA?
- ¡Harry! –gritó Hermione.
El mortífago había logrado sacar su cabeza del frasco. Su aspecto era absolutamente extraño, su pequeña cabeza de bebé balbuceando ruidosamente mientras sus gruesos brazos se agitaban peligrosamente en todas direcciones, casi dándole a Harry, que se había agachado. Harry levantó su varita, pero para su sorpresa Hermione le detuvo.
- ¡No puedes hacerle daño a un bebé!
No había tiempo para discutir; Harry podía escuchar pasos acercándose desde la Sala de la Profecía y se dio cuenta, demasiado tarde, de que no deberían haber gritado y revelado así su posición.
- ¡Vamos! –dijo, y dejando al horrible mortífago con cabeza de bebé tambaleándose tras ellos salieron por la puerta que permanecía abierta al otro lado de la habitación, que llevaba al pasillo oscuro.
Llevaban medio camino recorrido cuando Harry vio a través de la puerta abierta a dos mortífagos más corriendo a través del pasillo oscuro hacia ellos; virando a la izquierda se metió en una pequeña, oscura, desordenada oficina y cerró la puerta.
- Collo... –comenzó Hermione, pero antes de que pudiera completar el hechizo la puerta se abrió y los dos mortífagos entraron.
Con voz triunfal ambos gritaron:
- ¡IMPEDIMENTA!
Harry, Hermione y Neville fueron lanzados de espaldas, Neville cayó tras una mesa y desapareció de vista; Hermione chocó contra una librería y rápidamente quedó cubierta bajo una cascada de pesados libros; la cabeza de Harry golpeó contra el muro de piedra, pequeñas luces ardían ante sus ojos y por un momento estaba demasiado mareado y perdido como para reaccionar.
- ¡LES TENEMOS! –gritó el mortífago más cercano a Harry-. EN UNA OFICINA DE...
- ¡Silencio! –gritó Hermione y la voz del hombre se extinguió. Continuó moviendo la boca bajo su máscara, pero ningún sonido salía de ella. Su compañero mortífago lo empujó a un lado.
- ¡Petrificus totalus! –lanzó Harry, mientras el segundo mortífago alzaba su varita. Sus brazos y piernas se juntaron al cuerpo y cayó de frente, justo ante los pies de Harry, tieso como una tabla e incapaz de moverse.
- Bien hecho, Ha...
Pero el mortífago que Hermione acababa de dejar mudo hizo un rápido movimiento con su varita, y algo que parecía una llama morada atravesó el pecho de Hermione. Ella soltó un pequeño “¡Oh!” como sorprendida y se derrumbó sobre el suelo, donde quedó inconsciente.
- ¡HERMIONE!
Harry cayó de rodillas al lado de ella mientras Neville se arrastró rápidamente hacia ella desde la mesa, con su varita levantada ante él. El mortífago dio una patada hacia la cabeza de Neville tan pronto como surgió de la mesa... su pie rompió la varita de Neville e impactó contra su cara. Neville soltó un quejido de dolor y retrocedió, tapando su boca y su nariz. Harry se giró, alzando su varita, y vio que el mortífago se había quitado la máscara y le apuntaba directamente. Reconoció la larga, pálida, deformada cara que había salido en El Profeta: Antonin Dolohov, el mago que había asesinado a los Prewetts.
Dolohov sonrió. Con su mano libre, señaló a la Profecía que seguía en manos de Harry, después a él, y finalmente a Hermione. A pesar de que no podía hablar, no podría haberse hecho entender mejor. “Dame la Profecía, o recibirás lo mismo que ella...”
- ¡Como si no fuerais a matarnos a todos, en cuanto la suelte! –dijo Harry.
El pánico en su cabeza le impedía pensar con claridad: tenía una mano en el hombro de Hermione, que todavía permanecía caliente, aunque no se atrevía a observarla bien. “No puede estar muerta, no puede estar muerta, es culpa mía si está muerta...”
- Hagaff lo que hagaff, Harry... –dijo Neville fieramente desde la mesa, apartando sus manos mostrando un nariz claramente rota y sangre brotando de su boca y su barbilla-... ¡no fe la def!
Entonces un fuerte sonido tras la puerta hizo a Dolohov mirar por encima de su hombro... el mortífago con cabeza de bebé apareció por el pasillo, su cabeza balbuceando, sus enormes puños moviéndose incontroladamente por todas partes. Harry vio su oportunidad:
- ¡PETRIFICUS TOTALUS!
El hechizo golpeó a Dolohov antes de que pudiera bloquearlo y cayó contra su camarada ya petrificado, ambos rígidos como tablas e incapaces de moverse ni un centímetro.
- Hermione –dijo Harry, sacudiéndola mientras el mortífago con cabeza de bebé desaparecía de vista otra vez-. Hermione, despierta...
- ¿Qué le ha heffo? –preguntó Neville arrastrándose desde la mesa y arrodillándose al otro lado de ella, su nariz vertiendo sangre mientras se hinchaba rápidamente.
- No lo sé...
Neville buscó la muñeca de Hermione.
- Efto ef fu pulfo, Harry, eftoy feguro.
Tal alivio recorrió a Harry que por un momento se sintió despreocupado.
- ¿Está viva?
- Fi, efo creo.
Hubo una pausa en la que Harry trató de escuchar más pasos, pero todo lo que podía oír eran los sonidos del mortífago con cabeza de bebé en la habitación de al lado. 
- Neville, no estamos lejos de la salida –susurró Harry-. Estamos justo al lado de aquella habitación circular... si tan solo pudiéramos llegar a ella y encontrar la puerta correcta antes de que venga algún otro mortífago, estoy seguro de que podrías llevar a Hermione por el pasillo hasta el ascensor... entonces podrías encontrar a alguien... dar la alarma...
- ¿Y qué haraf tú? –dijo Neville, frotando su nariz con la manga y frunciendo el entrecejo hacia Harry.
- Tengo que encontrar a los otros –respondió Harry.
- Bien, iré a bufcarlof contigo –dijo Neville firmemente.
- Pero Hermione...
- La llevaremof con nofotrof –interrumpió Neville-. Yo la llevaré... tú eref mejor luchando que yo...
Se levantó y sujetó uno de los brazos de Hermione, mirando a Harry, que dudó, pero entonces sujetó el otro brazo y ayudó a Neville a echar a Hermione sobre sus hombros.
- Espera –dijo Harry, recogiendo la varita de Hermione del suelo y colocándosela en la mano a Neville-. Mejor que tomes esto.
Neville apartó con su pie los fragmentos de su varita y comenzó a caminar hacia la puerta.
- Mi abuela me matará –dijo Neville apenado la sangre salpicando desde su nariz mientras hablaba-. Efa era la vieja varita de mi padre.
Harry asomó su cabeza por la puerta y miró alrededor cuidadosamente. El mortífago con cabeza de bebé estaba gritando y golpeando cosas, tirando relojes de pared y poniendo mesas patas arriba, balbuceando confuso, mientras el armario de los relojes de arena seguía cayendo, rompiéndose, y reparándose otra vez volviendo a la pared.
- No se dará cuenta de que estamos aquí –susurró-. Vamos... manténte pegado a mí...
Salieron de la oficina y volvieron hacia el pasillo oscuro, que ahora parecía completamente desierto. Caminaron unos cuantos pasos hacia delante, Neville tambaleando ligeramente debido al peso de Hermione; la puerta de la Sala del Tiempo se cerró tras ellos y las paredes comenzaron a girar una vez más. El reciente golpe en la cabeza de Harry parecía haberlo desorientado; cerró un poco los párpados, tambaleándose un poco, hasta que las paredes pararon de moverse. Sintiendo un peso en el corazón. Harry comprobó que las cruces que Hermione había marcado ya habían desaparecido.
- ¿Tú qué puerta dirías?
Pero antes de que pudieran tomar una decisión, la puerta de su derecha se abrió y tres personas salieron de ella.
- ¡Ron! –exclamó Harry, acercándose a ellos-. Ginny... ¿estás...?
- Harry –dijo Ron, sonriendo débilmente de forma tonta, tambaleándose hacia delante, agarrando la túnica de Harry y mirándole con ojos desenfocados-, aquí estás... jejeje... estás gracioso, Harry... estás hecho un asco...
La cara de Ron estaba muy blanca y algo oscuro goteaba de la esquina de su boca. Al siguiente instante sus rodillas flaquearon, pero todavía estaba agarrado a la túnica de Harry, así que tiró de Harry inclinándolo.
- ¿Ginny? –Harry preguntó asustado- ¿Qué ha ocurrido?
Pero Ginny sacudió la cabeza y se deslizó por la pared hasta quedar sentada en el suelo, jadeando y sosteniendo su tobillo.
- Creo que se ha roto el tobillo, escuché una especie de “crack” –susurró Luna, que estaba agachándose sobre ella y que parecía la única sana y salva-. Cuatro de ellos nos siguieron a una habitación oscura llena de planetas; un lugar muy extraño, parte del tiempo estuvimos simplemente flotando en la oscuridad.
- ¡Harry, hemos visto Urano de cerca! –dijo Ron, riendo débilmente-. ¿Lo pillas, Harry? Hemos visto Ur-ano... Tu-ano... ¡jajaja!
Una burbuja de sangre creció en la esquina de la boca de Ron y explotó.
-... de todas formas, uno de ellos agarró el pie de Ginny, yo usé el hechizo reductor y reventé Plutón en su cara, pero...
Luna miró desesperadamente a Ginny, cuya respiración era muy débil, sus ojos todavía cerrados.
- ¿Y qué pasó con Ron? –dijo Harry temeroso, mientras Ron seguía riéndose de forma tonta, agarrado todavía a la túnica de Harry.
- No sé con qué hechizo le dieron –dijo de forma triste Luna-, pero se ha puesto bastante gracioso, apenas pude aguantarlo.
- Harry –le llamó Ron, tirando de su oreja hasta su boca y riendo débilmente-. ¿Sabes quién es esta chica, Harry? Es lunática... Luna-tica Lovegood... ¡jajaja!
- Tenemos que salir de aquí –dijo Harry firme-. Luna, ¿puedes ayudar a Ginny?
- Sí –contestó Luna colocando su varita sobre su oreja por seguridad pasando su brazo por la cintura de Ginny y ayudándola a levantarse.
- ¡Sólo es mi tobillo, puedo arreglármelas sola! –dijo Ginny impaciente, pero al instante siguiente se caía de lado y agarró a Luna para sujetarse. Harry colocó el brazo de Ron sobre su hombro, tal y como, meses antes, había cogido el de Dudley. Miró a su alrededor: tenían una oportunidad entre doce de encontrar la salida a la primera...
Llevó a Ron hasta una puerta; estaban apenas a unos pasos de ella cuando la puerta al otro lado de la sala se abrió y tres mortífagos entraron, liderados por Bellatrix Lestrange.
- ¡Ahí están! –chilló.
Hechizos aturdidores volaron a través de la habitación: Harry se detuvo en el camino hacia la puerta que tenía enfrente, empujó a Ron como pudo hacia ella y se agachó para ayudar a Neville a llevar a Hermione; todos estaban al otro lado del marco a tiempo para cerrarle la puerta en las narices a Bellatrix.
- ¡Colloportus! –lanzó Harry, y escuchó como tres cuerpos chocaban contra la puerta en el otro lado.
- ¡No importa! –dijo una voz masculina-. Hay otras formas de entrar... ¡LOS TENEMOS, ESTÁN AQUÍ!
Harry miró a su alrededor; estaban de nuevo en la Sala de los cerebros y, estaba seguro de ello, había puertas por todas las paredes. Podía escuchar pasos en la habitación tras él mientras más mortífagos se unían a los primeros.
- ¡Luna... Neville... ayúdenme!
Los tres comenzaron a correr por la habitación, sellando las puertas que encontraban; Harry chocó contra una mesa y rodó sobre ella para llegar a tiempo a la siguiente puerta:
- ¡Colloportus!
Se escuchaban pasos corriendo tras las puertas, y por un lado y otro algún cuerpo pesado se lanzaba contra alguna de ellas, de forma que crujían; Luna y Neville estaban hechizando las puertas de la pared opuesta... entonces, cuando Harry había llegado hasta el final de habitación, escuchó a Luna:
- ¡Collo... ¡aaaaaahhhhh!
Volvió a tiempo para verla volando por el aire; cinco mortífagos entraban en la habitación por la puerta a la que ella no había llegado a tiempo; Luna chocó contra una mesa, resbaló sobre su superficie y cayó al otro lado, tan quieta como Hermione.
- ¡Coged a Potter! –chilló Bellatrix, y corrió hacia él; Harry la esquivó y volvió a la habitación; estaba a salvo mientras ellos temieran darle a la Profecía...
- ¡Hey! –dijo Ron, que se había puesto de pie y estaba ahora tambaleándose hacia Harry, sonriendo-. Hey Harry, aquí hay cerebros, jajaja, ¿no es extraño, Harry?
- Ron, sal del camino, agáchate...
Pero Ron ya estaba apuntando con su varita al tanque.
- Honestamente, Harry, son cerebros... mira... ¡Accio cerebro!
La escena pareció congelarse por un momento. Harry, Ginny y Neville y cada uno de los mortífagos giraron sobre si mismos para ver el tanque, mientras un cerebro salía disparado del líquido verde como un pescado brincando; por un momento parecía suspendido en el aire, entonces voló hacia Ron a toda velocidad, girando mientras se acercaba, y lo que parecían cintas de imágenes animadas volaban desde él, desenroscándose como rollos de película...
- Jajaja, Harry, míralo... –decía Ron, mirándolo arrojar lo que había en su interior-. Harry, ven y tócalo; apuesto a que es rarísimo...
- ¡RON, NO!
Harry no sabía que ocurriría si Ron tocaba los tentáculos de pensamientos que ahora volaban tras el cerebro, pero estaba seguro de que nos sería nada bueno. Se lanzó hacia él, pero Ron ya había cogido el cerebro en sus manos estiradas.
En el momento en el que hicieron contacto con su piel, los tentáculos comenzaron a enredarse alrededor de los brazos de Ron como cuerdas.
- Harry, mira lo que esta ocurriendo... No... no... No me gusta... no, para... para...
Pero las finas cintas giraban ya alrededor del pecho de Ron, él trataba de apartarlos y romperlos mientras el cerebro tiraba hacia él como el cuerpo de un pulpo.
- ¡Diffindo! –gritó Harry, intentando cortar los tentáculos que rodeaban a Ron ante sus ojos, pero no se rompían. Ron cayó, luchando todavía contra sus ataduras.
- ¡Harry, lo va a ahogar! –gritaba Ginny, inmovilizada por su tobillo roto en el suelo... Entonces un disparo de luz roja voló desde una de las varitas de los mortífagos y le golpeó en la cara. Ginny cayó de lado y quedó inconsciente.
- ¡STUBEFY! –gritaba Neville, girando alrededor y agitando la varita de Hermione mientras se acercaban los mortífagos-, ¡STUBEFY, STUBEFY!
Pero nada ocurría.
Uno de los mortífagos disparó su propio hechizo aturdidor a Neville, y falló por centímetros. Harry y Neville eran ahora los únicos que quedaban enfrentándose a los mortífagos, dos de ellos lanzaron chorros de luz plateada que fallaron, pero dejaron agujeros en la pared ante ellos. Harry escapó mientras Bellatrix lo perseguía; lo único que podía pensar era en alejar a los mortífagos de los demás.
Parecía que había funcionado; salieron tras él, golpeando sillas y mesas pero parecían no atreverse a apuntarle a él y arriesgarse a dañar la Profecía, así que se metió por la única puerta que permanecía abierta, por la que habían venido los mortífagos; rezando para si que Neville permaneciera con Ron y encontrara una manera de liberarlo. Corrió unos pocos metros en la nueva habitación y sintió el suelo desvanecerse a sus pies...
Estaba cayendo escalón de piedra tras escalón de piedra, botando en cada uno hasta que finalmente, con un golpe que lo dejó sin respiración, aterrizó de espaldas en la sala donde el arco de piedra permanecía en su tarima. Por toda la habitación resonaban las carcajadas de los mortífagos; miró hacia arriba y vio a los cinco que habían estado en la Sala de los Cerebros descendiendo hacia él, mientras varios más surgían de otras puertas e iban descendiendo entre los bancos hacia él. Harry se puso en pie, aunque sus piernas temblaban tanto que apenas podían soportarlo; la Profecía permanecía milagrosamente entera en su mano izquierda, su varita agarrada firmemente en la derecha. Retrocedió, mirando a su alrededor, tratando de mantener a todos los mortífagos a la vista. Sus pies tocaron contra algo sólido: había llegado a la tarima sobre la que el arco de piedra estaba. Subió hacia ella.
Todos los mortífagos se detuvieron, mirándole fijamente. Algunos estaban jadeando tan fuerte como él. Uno sangraba de forma grave; Dolohov, libre de la maldición paralizante, le miraba de reojo apuntándole con la varita a la cara.
- Potter, se acabó tu huida –pronunció lentamente Lucius Malfoy, sacándose la máscara-. Ahora dame la Profecía como un buen chico.
- ¡Deja... deja a los otros marcharse, y te la daré! –dijo Harry desesperado.
Algunos mortífagos rieron.
- No estás en posición de regatear, Potter –dijo Lucius Malfoy, su pálido rostro lleno de placer-. Ya ves, hay diez de nosotros y tú solo eres uno... ¿o no te ha enseñado Dumbledore a contar?
- ¡Él no efta folo! –gritó la voz de Neville sobre ellos-. ¡Todavía me tiene a mí!
El corazón de Harry parecía hundirse: Neville bajaba por los bancos de piedra hacia ellos, la varita de Hermione apuntando en su temblorosa mano.
- Neville. No... vuelve con Ron...
- ¡STUBEFY! –gritó otra vez Neville, apuntando con la varita a cada mortífago en orden-. ¡STUBEFY! ¡STUBE...!
Uno de los mortífagos más grandes levantó a Neville por detrás, amarrándolo por los brazos y separándolos. Él se retorcía y daba patadas, mientras varios de los mortífagos reían.
- Este es Longbottom, ¿no? –sonreía Malfoy con desprecio-. Bueno, tu abuela está acostumbrada a perder miembros de su familia por nuestra causa... tú muerte no será un gran trauma.
- ¿Longbottom? –repitió Bellatrix, y una auténticamente malvada sonrisa ilumino su fantasmal rostro-. Vaya, he tenido el placer de conocer a tus padres, muchacho.
- ¡LO FE! –rugió Neville, y comenzó a rebelarse tan fuerte contra sus captores que el mortífago gritó:
- ¡Qué alguien lo aturda!
- No, no, no –dijo Bellatrix. Parecía transportada, más viva que nunca con la emoción mientras miraba a Harry, y luego a Neville-. No, veamos cuánto aguanta Longbottom antes de derrumbarse como sus padres... a no ser que Potter nos dé la Profecía.
- ¡NO FE LA DEF! –gritó Neville, que parecía fuera de sí, dando patadas y revolviéndose mientras Bellatrix se acercaba más a ella y a su captor, con su varita alzada-. ¡NO FE LA DEF, HARRY!
Bellatrix levantó su varita.
- ¡Crucio!
Neville gritó, sus piernas se levantaron hasta su pecho, de forma que el mortífago que lo sujetaba perdió el equilibrio. El mortífago lo soltó y él cayó al suelo, retorciéndose y chillando en agonía.
- ¡Eso solo era una prueba! –dijo Bellatrix, apartando su varita de forma que los gritos de Neville se detuvieron y el permaneció tirado a sus pies sollozando. Ella se giró y miró a Harry-. ¡Ahora, Potter, danos la Profecía, o mira a tu pequeño amigo morir de la forma más dura!
Harry no tenía que pensárselo: no había opción. La Profecía estaba caliente con el calor de su mano cuando la mostraba. Malfoy se acercó cogerla.
Pero entonces, en lo más alto de la sala sobre ellos, dos puertas más se abrieron y cinco personas entraron en la sala: Sirius, Lupin, Moody, Tonks y Kingsley.
Malfoy se giró y alzó su varita, pero Tonks ya había lanzado un hechizo aturdidor hacia él. Harry no esperó a ver si el hechizo hacía contacto, y aprovechó para alejarse de la tarima. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que lanzaban una lluvia de hechizos hacia ellos mientras bajaban escalón a escalón hacia el fondo de la sala. A través de los cuerpos lanzados, de los flashes de luz, Harry podía ver a Neville arrastrándose. Esquivó otro chorro de luz roja y se tiró por el suelo para llegar hasta Neville.
- ¿Estás bien? –gritó, mientras otro hechizo pasaba a pocos centímetros sobre sus cabezas.
- Fi –le respondió Neville, intentando levantarse.
- ¿Y Ron?
- Creo que efta bien... todavía luchaba con el cerebro cuando lo dejé...
El suelo de piedra entre ellos explotó cuando un hechizo lo alcanzó, dejando un agujero justo donde la mano de Neville había estado unos segundos antes; ambos se apartaron de ese punto, entonces un grueso brazo salió de la nada, levantó a Harry por el cuello y lo levanto, de forma que la punta de sus pies apenas tocaban el suelo.
- Dámela... –decía una voz en su oído-. Dame la Profecía...
El hombre apretaba tan fuerte la garganta de Harry que no podía respirar. A través de sus llorosos ojos podía ver a Sirius luchando con un mortífago a unos metros; Kingsley se enfrentaba a dos al mismo tiempo; Tonks, aún a medio camino por las escaleras, disparaba hechizos hacia Bellatrix... nadie parecía darse cuenta de que Harry estaba muriendo. Giró su varita hacía un costado del hombre, pero no tenía aliento para pronunciar un hechizo, y la mano libre del hombre se acercaba hacia la mano en la que Harry protegía la Profecía...
- ¡AAARRRGGHH!
Neville apareció de la nada; incapaz de articular un hechizo, clavó la varita de Hermione en el agujero de los ojos de la máscara del mortífago. El hombre liberó a Harry al instante con un quejido de dolor. Harry se giró hacia él y gritó:
- ¡STUPEFY!
El mortífago cayó de espaldas y su mascara se deslizó: era Macnair, el casi verdugo de Buckbeak, con uno de sus ojos hinchados y rojos.
- ¡Gracias! –Harry le dijo a Neville, apartándolo mientras Sirius y un mortífago pasaban ante ellos, luchando tan ferozmente que sus varitas apenas eran visibles; entonces el pie de Harry hizo contacto con algo redondo y duro y resbaló. Por un momento creyó que había dejado caer la Profecía, pero entonces vio el ojo mágico de Moody rodando por el suelo.
Su dueño estaba tirado de lado, sangrando por la cabeza, y su atacante estaba ahora ante Harry y Neville: Dolohov, su largo rostro pálido retorcido de alegría.
- ¡Tarantallegra! –gritó, apuntando su varita a Neville, cuyas piernas comenzaron inmediatamente a bailar un frenético zapateado, desequilibrándolo y haciéndolo caer al suelo de nuevo-. Ahora, Potter...
Hizo el mismo movimiento con su varita que había usado contra Hermione justo mientras Harry decía:
- ¡Protego!
Harry sintió algo cruzar su cara como un cuchillo; su fuerza lo lanzó a un lado y cayó sobre las piernas de Neville, pero el Conjuro Escudo había parado lo peor del hechizo.
Dolohov alzó su varita otra vez.
- ¡Accio Prof...!
Sirius apareció de la nada, empujó a Dolohov con su hombro y volando fuera de su camino. La Profecía había volado una vez más hasta las puntas de los dedos de Harry, pero la volvió a agarrar. Ahora Sirius y Dolohov estaban luchando, sus varitas brillando como espadas, chispas volando de la punta de sus varitas...
Dolohov movió hacia atrás su varita para repetir el movimiento que había usado con Harry y Hermione. Corriendo hacia ellos, Harry gritó:
- ¡Petrificus Totalus!
Una vez más, los brazos y piernas de Dolohov se juntaron y cayó de espaldas, golpeando el suelo.
- ¡Muy buena! –gritó Sirius, obligando a Harry a agachar la cabeza mientras un par de hechizos aturdidores volaban hacia ellos-. Ahora quiero que salgas de...
Ambos se agacharon una vez más; un chorro de luz verde falló por poco en darle a Sirius. A través de la sala Harry vio a Tonks caer desde la mitad de las escaleras de piedra, su cuerpo inerte volcado por los asientos y Bellatrix, triunfante, volviendo a la batalla.
- ¡Harry, toma la Profecía, agarra a Neville y corre! -Sirius ordenó, yendo al encuentro de Bellatrix. Harry no vio que ocurrió después: Kingsley se cruzó en su campo de visión, peleando contra el desenmascarado Rookwood; otro chorro de luz verde voló sobre la cabeza de Harry mientras se lanzaba hacia Neville.
- ¿Puedes ponerte en pie? –dijo en el oído de Neville, mientras sus piernas se retorcían incontrolables-. Pon tú brazo sobre mi cuello...
Así hizo Neville... Harry se tambaleó... Las piernas de Neville seguían volando en todas direcciones, no le soportarían, y entonces, de la nada, un hombre se lanzó sobre ellos: ambos cayeron de espaldas, las piernas de Neville agitándose en el aire como un escarabajo patas arriba, Harry levantando su brazo izquierdo en el aire tratando de salvar la pequeña bola de cristal de ser aplastada.
- ¡La Profecía, dame la Profecía, Potter! –ordenó la voz de Malfoy en su oído, y Harry sintió la punta de la varita de Lucius apretando fuertemente entre sus costillas.
- No.. dé- ja- me... ¡Neville... cógela!
Harry soltó la Profecía por el suelo, Neville se giró sobre su espalda y detuvo la bola contra su pecho. Malfoy apuntó la varita hacia Neville, pero Harry apuntó la suya sobre el hombro y gritó:
- ¡Impedimenta!
Malfoy salió disparado de su espalda. Mientras Harry se volvía otra vez miró alrededor y vio a Malfoy aterrizar en la tarima donde Sirius y Bellatrix estaban ahora luchando. Malfoy apuntó su varita nuevamente hacia Harry y Neville, pero antes de que pudiera tomar aire para atacar, Lupin saltó entre ellos.
- ¡Harry, vuelve con los otros y VETE!
Harry agarró a Neville por el hombro de su túnica y lo subió al primer grupo de escaleras de piedra; las piernas de Neville seguían girando y moviéndose, y no soportarían su peso; Harry tiró otra vez con toda la fuerza que tenía y subieron otro escalón...
Un hechizo golpeó el banco de piedra en el que Harry se agarraba; se deshizo y cayó un escalón. Neville volvió a caer hasta el suelo, las piernas moviéndose como locas, y guardó la Profecía en su bolsillo.
- ¡Vamos! –dijo Harry desesperado, echando mano de la túnica de Neville-. Simplemente intenta empujarte con las piernas...
Dio un nuevo tirón de la túnica de Neville, que se desgarraron por todo el lado izquierdo... la pequeña bola de cristal se cayó del bolsillo y, antes de que ninguno de los dos pudiera cogerla, uno de los pies de Neville le dio una patada: voló unos metros a su derecha y se estampó contra un escalón sobre ellos. Mientras ambos miraban el lugar donde se había roto, espantados por lo ocurrido, una figura blanquecina con unas enormes gafas que aumentaban sus ojos se elevó en el aire, desapercibida para todos excepto para ellos dos... Harry podía ver su boca moviéndose, pero con todos los gritos y golpes que los rodeaban ni una palabra de la Profecía podía ser escuchada. La figura acabó de hablar y desapareció en la nada...
- ¡Harry, lo fiento! –lamentó Neville, su rostro angustiado y sus piernas todavía agitadas-. Lo fiento tanto Harry, yo no quería...
- ¡No importa! –gritó Harry-. Simplemente intenta ponerte en pie, salgamos de...
- ¡Dubbledore! –dijo Neville, su cara sudorosa transportada de golpe, mirando sobre los hombros de Harry.
- ¿Qué?
- ¡DUBBLEDORE!
Harry se dio la vuelta hacia donde Neville miraba. Justo sobre ellos, enmarcado bajo la puerta de la Sala de los Cerebros, estaba Albus Dumbledore, su varita alzada, su rostro blanco y lleno de furia. Harry sintió una especie de carga eléctrica a través de cada partícula de su cuerpo... estaban salvados.
Dumbledore pasó al lado de Neville y Harry, que ya no pensaban en salir de allí. Dumbledore ya estaba al final de la escalera cuando los mortífagos más cercanos se dieron cuenta de su presencia y avisaron a los demás. Uno de los mortífagos corrió hacia él, moviéndose como un mono por las escaleras opuestas. El hechizo de Dumbledore lo alejó tan fácilmente y sin esfuerzo como si hubiera sido enganchado por una cuerda invisible...
Sólo dos personas seguían luchando, aparentemente inadvertidos de la nueva llegada. Harry vio como Sirius esquivaba un chorro de luz roja de Bellatrix: se reía de ella.
- ¡Vamos, puedes hacerlo mejor! –gritó, su voz resonando por la cavernosa sala.
El segundo chorro de luz le acertó en el pecho.
La sonrisa no había desaparecido de su rostro, pero sus ojos se abrieron completamente sorprendidos.
Harry soltó a Neville, aunque ni se dio cuenta. Ya estaba saltando escaleras abajo, sacando su varita y apuntando, al igual que Dumbledore, mientras se acercaban a la tarima.
Parecía que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo encorvado de forma elegante mientras se hundía de espaldas a través del velo roto que colgaba del arco.
Harry vio el aspecto asustado y sorprendido del ahora desgastado rostro de su padrino, hacía tiempo bello, mientras caía a través del antiguo portal y desaparecía tras el velo, que se elevó por un momento como si un fuerte viento soplara, y volvió a su lugar.
Harry escuchó el grito triunfante de Bellatrix Lestrange, pero sabía que no podía significar nada... Sirius solo había caído a través del arco, aparecería en cualquier segundo...
Pero Sirius no aparecía.
- ¡SIRIUS! –gritaba Harry-. ¡SIRIUS!
Había llegado al suelo, su respiración entrecortada. Sirius tenía que estar justo detrás de la cortina, él, Harry, tiraría de él...
Pero cuando comenzó a correr hacia la tarima, Lupin sujetó a Harry por el pecho, frenándolo.
- No puedes hacer nada, Harry...
- ¡Cógelo, sálvalo, simplemente está al otro lado!
- Es demasiado tarde, Harry.
- Aún podemos llegar hasta él... –Harry se retorcía entre sus brazos, pero Lupin no le dejaba ir...
- Ya no hay nada que puedas hacer, Harry... nada... se ha ido.

 

 

CAPÍTULO XXXVI

EL ÚNICO A QUIÉN HA TEMIDO

- ¡Él no se ha ido! –gritó Harry.
Él no lo creía; no podría creerlo; seguía luchando con Lupin con cada pizca de fuerza que tenía. Lupin no entendía; había gente oculta detrás de esa cortina; Harry los había oído susurrar la primera vez que había entrado en esa habitación. Sirius se estaba ocultando, simplemente acechando sin ser visto...
- ¡SIRIUS! –gritó- ¡SIRIUS!
- Él no puede volver, Harry –dijo Lupin, su voz se quebraba mientras luchaba para contener a Harry-. Él no puede volver, porque él está m...
- ¡ÉL — NO — ESTÁ — MUERTO! -gritó Harry de los ruidosos y sin puntería-, ¡SIRIUS!
Había mucho movimiento a su alrededor, además de los destellos de más maleficios errados y ruidosos. Para Harry todo este ruido no tenía sentido, las maldiciones desviadas que pasaban junto a ellos no importaban, nada importaba excepto que Lupin dejara de pretender que Sirius –quien él estaba seguro, estaba parado frente a ellos detrás de esa vieja cortina- no iba a salir en cualquier momento, echándose hacia atrás su oscuro cabello e impaciente continuar la batalla.
Lupin arrastró a Harry lejos del estrado. Harry todavía tenía fija la mirada en el arco, estaba molesto con Sirius por hacerlo esperar.
Pero una cierta parte de él se dio cuenta, incluso mientras luchaba para safarse de Lupin, que Sirius nunca antes lo había hecho esperar... Sirius siempre había arriesgado todo, para ver Harry para ayudarle... si Sirius no reaparecía fuera de ese arco cuando Harry lo llamaba como si su vida dependiera de ello, la única explicación posible era que él no podría volver... que él realmente estaba...
Dumbledore tenía a la mayoría de los mortífagos restantes agrupados en el centro de la habitación, aparentemente inmovilizados por las cuerdas invisibles; Ojo-Loco Moody se había arrastrado a través del cuarto hacia donde yacía Tonks, y procuraba revivirla; detrás del estrado aún había destellos de luz, gemidos y llantos. Kingsley había corrido al frente para continuar el duelo de Sirius con Bellatrix.
- ¿Harry?
Neville se había deslizado por los escalones de piedra uno por uno hasta el lugar en donde Harry estaba parado. Harry ya no luchaba contra Lupin, quien, sin embargo, lo mantenía tomado de un brazo solo por precaución.
- Harry... deadmente lo dsiento... -dijo Neville. Sus piernas todavía bailaban incontrolablemente-. ¿Era edse hombde, Sirius Black, un amigo dtuyo?
Harry asintió.
- Aquí –dijo Lupin tranquilamente, y apuntando con su varita hacia las piernas de Neville exclamó “Finito”. El encantamiento terminó y las piernas de Neville se posaron de nuevo en el piso y se mantuvieron en su lugar. La cara del Lupin estaba pálida-. Va... vamos a buscar a los otros –dijo-. ¿Dónde están todos, Neville?
Lupin se alejó del arco mientras hablaba y sonaba como si cada palabra le causara un gran dolor.
- Tdodos edstan aquí –dijo Neville-. Un cedebdo adtaco a Ron pedo piendso que ya edsta bien, y Herbione edsta incondsciente, pedo pudimos dsentir dsu puldso...
Hubo una ruidosa explosión y un grito detrás del estrado. Harry vio a Kingsley golpear el suelo gritando de dolor, Bellatrix Lestrange dio media vuelta y corrió mientras Dumbledore seguía peleando. Él le lanzó un hechizo pero ella lo desvió; ella ya había subido la mitad de los escalones.
- ¡Harry, no! –gritó Lupin, pero Harry ya había librado su brazo del flojo apretón de este.
- ¡ELLA MATÓ A SIRIUS! –gritó Harry-. ¡ELLA LO MATÓ... ASI QUE YO LA MATARÉ!
Él ya estaba subiendo los escalones de piedra; la gente gritaba detrás de él pero no le importaba. Los volantes de la túnica de Bellatrix se perdieron de vista a continuación y de nuevo estaban en el cuarto donde nadaban los cerebros...
Ella lanzó una maldición sobre su hombro. El tanque se levantó en el aire y se volteó. Harry estaba hundido en la asquerosa y maloliente poción los cerebros se deslizaron y empezaron a subir sobre él, haciendo girar sus largos y coloreados tentáculos pero él gritó:
- ¡Wingardium Leviosa!
Y volaron en el aire. Deslizándose y resbalando, corrió hacia la puerta; saltó sobre Luna, que gemía en el piso, pasó más allá de Ginny, que le dijo: “Harry, ¿qué...?”, y de Ron, que rió débil y tontamente, también de Hermione, que seguía inconsciente. Él abrió la puerta que lo llevó directo al salón oscuro y circular y vio a Bellatrix desaparecer a través de una puerta al otro lado del cuarto; y más allá de ella estaba el pasillo que conducía de nuevo a los elevadores.
Él corrió, pero ella había cerrado la puerta de golpe al salir y las paredes habían comenzado a girar. Una vez más, estuvo rodeado por las bandas de luz azul que despedía el candelabro giratorio.
- ¿Dónde está la salida? –gritó desesperadamente, mientras la pared temblaba al detenerse de nuevo-. ¿Dónde está la salida?
El cuarto parecía haber estado esperando que preguntara. La puerta justo detrás de él se abrió y el pasillo hacia los elevadores se extendía delante de él, vacío e iluminado por las antorchas. Él corrió...
Pudo escuchar un elevador funcionar más adelante; corrió rápidamente por el pasillo, giró en la esquina y con el puño golpeó el botón para llamar al segundo elevador. Este golpeó y sonaba ruidosamente mientras iba bajando poco a poco. Las rejillas se deslizaron al abrirse y Harry se lanzó dentro, golpeando el botón marcado “Atrio”. Las puertas se cerraron de golpe y empezó a subir...
Salió a la fuerza del elevador antes de que las rejillas estuvieran completamente abiertas y miró alrededor. Bellatrix estaba casi en el elevador del teléfono en el otro extremo del pasillo, pero ella miró hacia atrás mientras que él corría hacia ella y lanzó otro hechizo hacia él. Él lo esquivó detrás de la fuente de la Hermandad Mágica, el hechizo le pasó de largo y golpeó en las puertas de oro forjado en el otro extremo del atrio lo que hizo que sonaran como campanas. No había más ruido de pasos. Ella había parado de correr. Él se agachó detrás de las estatuas, escuchando.
- ¡Sal de ahí, sal de ahí, pequeño Harry! –ella le llamaba con una falsa voz de bebé, la cuál hizo eco en los pulidos pisos de madera-. ¿Para qué viniste tras de mi entonces? Pensé que estabas aquí para vengar a mi querido primo.
- Así es –gritó Harry, y uno grupo de fantasmales Raíz repetían como un coro ¡Así es! ¡Así es! ¡Así es! Por todo el lugar.
- Ahhh... ¿lo amabas pequeño bebé Potter?
El odio creció en Harry como jamás lo había hecho; él brinco de detrás la fuente y gritó:
- ¡Crucio!
Bellatrix gritó, la maldición la había golpeado en los pies, pero ella no se retorció ni chilló de dolor como Neville lo había hecho, ella estaba de nuevo de pie, sin aliento y sin reírse. Harry se ocultó detrás de la fuente de oro de nuevo. El contra hechizo de ella golpeó la cabeza del mago apuesto, la cual voló y aterrizo a 6 metros de distancia, provocando largos raspones en el piso de madera.
- ¿Nunca antes habías usado una maldición imperdonable, verdad, muchacho? –gritó ella, ahora había abandonado la voz de bebé-. ¡Necesitas desearlo de verdad, Potter! Necesitas realmente querer causar dolor... querer disfrutarlo... el simple enojo no me lastimará lo suficiente... ¿Yo te demostraré cómo se hace? Te daré una lección.
Harry estaba bordeando la fuente en el otro lado cuando ella gritó “¡Crucio!” y se vio forzado a agacharse nuevamente mientras que brazo del centauro, que sosteniendo aun su arco paso por encima de él y aterrizó a corta distancia de la cabeza de oro del mago.
- Potter, no puedes ganar contra mí –gritó ella.
Él podía oírla moverse hacia la derecha, intentando conseguir tenerlo en blanco limpio. Él se movió hacia atrás alrededor de la estatua, alejándose de ella, agachándose detrás de las piernas del centauro, con su cabeza al nivel de la del elfo doméstico.
- Yo era, y soy, la servidora más leal del Señor Oscuro. Yo aprendí las artes oscuras de él, y conozco hechizos tan poderosos, que tú pequeño muchacho patético, jamás podrás esperar igualar.
- ¡Estupefacto! –gritó Harry. Él avanzó ligeramente hacia la derecha hacia donde estaba parado el duende brillando, hacia el ahora descabezado mago y atacándola por detrás mientras ella miraba fijamente alrededor de la fuente. Ella reaccionó tan rápido que él apenas tuvo tiempo de agacharse.
- ¡Protego!
El chorro de luz roja, su propio “Encantamiento Aturdidor”, regresó hacia él. Harry gateó hacia atrás de la fuente y uno de las orejas del duende voló a través del cuarto.
- Potter voy a darte una oportunidad –gritó Bellatrix-. Dame la profecía ruédala hacia mí... y quizá podría perdonar tu vida.
- Bien, pues vas a tener que matarme, porque se ha ido –rugió Harry, y mientras lo gritaba, un dolor le quemó a través de la frente; su cicatriz le ardía otra vez, y sentía una oleada de furia que no estaba relacionada absolutamente con su propia rabia-. Y Él lo sabe –dijo Harry con una risotada demente que competía con la de Bellatrix-, tú viejo y querido compañero o Voldemort sabe que se ha ido ¿Él no va a estar feliz contigo, cierto?
- ¿Qué? ¿Qué quieres decir? –gritó ella, y por primera vez había miedo en su voz.
- La profecía se rompió cuando intentaba subir a Neville por los escalones ¿Qué piensas que dirá Voldemort sobre eso, eh?
Su cicatriz le ardía y le quemaba... el dolor hacía que se le humedecieran los ojos...
- ¡MENTIROSO! –chilló ella, pero él ahora podía oír el terror detrás de la cólera-. ¡TÚ LA TIENES, POTTER, Y ME LA DARÁS! ¡Accio Profecía! ¡ACCIO PROFECÍA!
Harry rió otra vez porque sabía que eso la enfurecería, el dolor crecía en su cabeza tan fuerte que pensó seriamente que su cráneo iba a estallar. Él agitó su mano vacía por detrás del duende de una sola oreja y la retiró rápidamente mientras ella enviaba otro chorro de luz verde volando hacia él.
- ¡Nada ahí eh! –gritó él-. ¡Nada que convocar! Se rompió y nadie oyó lo que decía dile eso a tu jefe.
- ¡NO! –gritó ella-. ¡No es verdad, estás mintiendo! MAESTRO, LO INTENTÉ, LO INTENTÉ... NO ME CASTIGUE...
- No gastes tu aliento –le gritó Harry, sus ojos se torcían hacia arriba por el dolor de su cicatriz, ahora más terrible que nunca-. Él no puede oírte desde aquí.
- ¿Qué no puedo Potter? –dijo una fuerte y fría voz.
Harry abrió los ojos.
Alto, delgado y cubierto con una capa negra, su cara de serpiente blanca y afilada, sus ojos rojos y delgados miraban fijamente... Lord Voldemort había aparecido en el centro del pasillo, su varita señalando a Harry que estaba parado como congelado, absolutamente incapaz moverse.
- ¿Así que quebraste mi profecía? -dijo suavemente Voldemort mirando fijamente a Harry con sus despiadados ojos rojos-. No, Bella, él no está mintiendo... Veo la verdad mirándome desde dentro de su despreciable mente... meses de preparación, meses de esfuerzo... y mis Mortífagos han dejado que Harry Potter frustrara de nuevo mis planes...
- ¡Maestro lo siento, yo no sabía, yo estaba luchando con el Animago Black! –sollozó Bellatrix, arrojándose a los pies de Voldemort mientras este se acercaba lentamente a ella-. Maestro usted debe saber...
- Silencio, Bella –dijo peligrosamente Voldemort-. Me encargaré de ti en un momento, ¿Acaso piensas que he venido hasta el Ministerio de Magia para oír tus tontas disculpas?
- Pero Maestro... él está aquí... él está abajo...
Voldemort no le prestó atención.
- No tengo nada más que decirte, Potter –dijo tranquilamente-. Me has molestado bastante y por mucho tiempo, ¡AVADA KEDAVRA!
Harry ni siquiera abrió la boca para resistirse; su mente estaba en blanco, su varita apuntaba inútilmente al piso.
Pero la decapitada estatua del mago de la fuente de pronto cobró vida, saltando desde su base para aterrizar justo entre Harry y Voldemort. Y al tratar de proteger a Harry extendiendo los brazos la maldición le pegó justo en el pecho sin causarle ningún daño.
- ¿Qué? –gritó Voldemort, mirando fijamente a su alrededor. Y entonces murmuró: ¡Dumbledore!
Harry miró hacia atrás, con el corazón palpitándole muy fuerte. Dumbledore estaba parado delante de las puertas doradas.
Voldemort levantó su varita y otro chorro de luz verde se dirigió hacia Dumbledore, este dio una vuelta y desapareció con un giro de su capa. Un segundo después, reapareció detrás de Voldemort y agitó su varita hacia los restos de la fuente. Las otras estatuas cobraron vida. La estatua de la bruja corrió hacia Bellatrix, que gritó y se puso a lanzar maleficios que fueron a dar inútilmente en el pecho de la estatua antes de quedar aprisionados en el piso por ella. Mientras tanto, el duende y el elfo doméstico corrieron hacia las chimeneas colocadas a lo largo de la pared y el centauro de un solo brazo se dirigió hacia donde estaba Voldemort, que desapareció y reapareció al lado de la fuente. La estatua sin cabeza empujó a Harry hacia atrás, lejos de la lucha, mientras que Dumbledore avanzó hacia Voldemort y el centauro de oro trotaba alrededor de ambos.
- Fue absurda venir aquí esta noche, Tom –dijo tranquilamente Dumbledore-. Los Aurores están en camino.
- ¡Y para cuando estén aquí yo ya me habré ido, y tu estarás muerto! –profirió Voldemort. Y envió otra maldición hacia Dumbledore pero falló, y fue a golpear el escritorio del guardia de seguridad, que estalló en llamas.
Dumbledore chasqueó su propia varita la fuerza del hechizo que emanó de ella fue tal que Harry, a pesar de estar escudado por su protector dorado, sintió cómo se le erizaba el pelo mientras pasaba y este vez Voldemort se vio forzado conjurar en el aire, un brillante escudo de plata para desviarlo. El hechizo, sea cual fuere, no le causó ningún daño visible al escudo, solamente causo un sonido profundo y resonante como el de un gong, un sonido extraño y escalofriante.
- ¿Tú no intentas matarme, verdad Dumbledore? –dijo Voldemort, sus ojos escarlata se asomaban sobre el borde del escudo-. Tú estas por encima de tal brutalidad, ¿Cierto?
- Ambos sabemos que hay otras maneras de destruir a un hombre, Tom –dijo Dumbledore tranquilamente, y continuó caminando hacia Voldemort como nada en el mundo que le asustara, como si nada hubiera sucedido que interrumpiera su caminar por el salón-. Aunque debo admitir que simplemente quitarte la vida no me dejaría satisfecho...
- ¡No hay nada peor que la muerte, Dumbledore! –gruñó Voldemort.
- Estás muy equivocado –dijo Dumbledore, acercándose más a Voldemort y hablando como si discutieran el asunto entre copas. Harry se asustó al verlo caminar hacia adelante, indefenso, desprotegido; deseó gritarle una advertencia, pero su decapitado protector lo seguía empujando, manteniéndolo contra la pared y bloqueando cualquier intento librarse de detrás de él-. De hecho, tu falla para entender que hay cosas mucho peores que la muerte ha sido siempre tu más grande debilidad.
Otro chorro de la luz verde voló de detrás del escudo de plata. Esta vez fue el centauro de un solo brazo, quien galopó frente a Dumbledore, y recibió la ráfaga, quebrándose en cientos de pedazos, pero antes de que los fragmentos hubieran incluso tocado el piso, Dumbledore había levantado de nuevo su varita y la había agitado como si empuñara un látigo. Una llama larga y fina salió de la punta, se enroscó alrededor de Voldemort, el escudo y lo demás. Por un momento, parecía que Dumbledore había ganado, pero entonces la cuerda ardiente se convirtió en una serpiente, que abandonó su lugar alrededor de Voldemort e inmediatamente dio vuelta, y silbando furiosamente, enfrentó a Dumbledore.
Voldemort se desvaneció; y la serpiente se levantó, lista para atacar.
Hubo una explosión de llamas en el aire encima de Dumbledore justo cuando reapareció Voldemort, parado en la base, en el centro de la fuente, donde las cinco estatuas habían estado paradas recientemente.
- ¡Cuidado! –gritó Harry.
Pero justo cuando gritó, otro chorro de la luz verde voló hacia Dumbledore desde la varita de Voldemort y la serpiente atacó... Fawkes se precipitó delante de Dumbledore, abrió el pico de par en par y tragó entero el chorro de la luz verde, él estalló en llamas y cayó al piso, pequeño, arrugado y sin poder volar. Al mismo tiempo, Dumbledore blandió su varita en un largo y fluido movimiento; la serpiente, que había estado a punto de hundir sus colmillos en él, voló en el aire y desapareció en una nube de humo negro; y el agua en la fuente se levantó hacia arriba y cubrió a Voldemort como si fuera un capullo de cristal fundido.
Por algunos segundos Voldemort solo se veía como una figura oscura, ondulante, sin rostro, tambaleante y borrosa sobre la base, claramente luchando para deshacerse de la sofocante masa que lo envolvía...
Un momento después, él se había ido y el agua se desplomó nuevamente dentro de la fuente, desbordándose violentamente, empapando el piso pulido.
- MAESTRO –gritó Bellatrix.
Seguro que había acabado, Voldemort seguramente había decidido huir, Harry salió corriendo de detrás de la estatua que lo protegía, pero Dumbledore gritó:
- ¡Harry quédate donde estas!
Por primera vez, Dumbledore sonó asustado. Harry no se explicaba por qué, el salón estaba absolutamente vacío a excepción de ellos, Bellatrix seguía sollozando aun atrapada debajo de la estatua de la bruja, y el bebé fénix Fawkes que graznaba débilmente en el piso...
Entonces la cicatriz de Harry se abrió de pronto y él sabía que estaba muerto, era un dolor más allá de lo imaginable, un dolor insoportable.
Se había ido del salón, estaba atrapado ente los tentáculos de una criatura de ojos rojos, atado tan fuertemente que Harry no sabía dónde terminaba su cuerpo y empezaba el de la criatura, estaban fundidos en uno, atados por el dolor, y no había manera de escapar...
Y cuando la criatura habló, utilizó la boca de Harry, de modo que en su agonía él sintió su quijada moverse...
- Mátame ahora, Dumbledore...
Cegado y muriendo, cada parte de él gritaba para liberarse, Harry sintió a la criatura utilizarlo otra vez...
- Si dices que la muerte no es nada, Dumbledore, mata al muchacho...
- Deja que acabe el dolor –pensó Harry-... déjalo matarnos... acábalo Dumbledore... la muerte no es nada comparada con esto... Y podré ver de nuevo a Sirius...
Y mientras el corazón de Harry se llenaba de sentimientos, los tentáculos de la criatura se aflojaron, el dolor se había ido; Harry estaba tirado boca abajo en el piso, sin lentes, temblando como si estuviera recostado sobre hielo, y no madera...
Y había voces que hacían eco a través del salón, más voces que las que debería haber...
Harry abrió los ojos, vio sus lentes tirados cerca del talón de la estatua sin cabeza que lo había estado protegiendo, pero que ahora reposaba completamente sobre su espalda, agrietada e inmóvil. Se lo puso y levantó la cabeza un poco para encontrarse la torcida nariz de Dumbledore a pocos centímetros de la suya.
- ¿Estás bien, Harry?
- Sí –dijo Harry, temblando tan violentamente que no podía mantener la cabeza correctamente hacia arriba-. Sí, lo estoy, pero... ¿dónde está Voldemort, dónde... quiénes son todos estos... qué es...?
El Atrio estaba lleno de gente; el piso reflejaba las llamas verde esmeralda que salían del fuego en todas las chimeneas a lo largo de la pared; y al gran número de brujas y de magos que emergían de ellas. Mientras Dumbledore lo ayudaba a levantarse, Harry vio las minúsculas estatuas doradas del elfo doméstico y del duende, conduciendo hasta el frente a Cornelius Fudge, que lucía como aturdido.
- ¡Él estaba allí! –gritó un hombre de túnica escarlata y cola de caballo, que señalaba una pila de escombros dorados al otro lado del pasillo, en donde Bellatrix había estado atrapada tan solo unos momentos antes-. Lo vi, Sr. Fudge, juro que era Quién- Usted- Sabe, agarró a una mujer y desaparecieron.
- Lo sé, Williamson, lo sé, yo también lo vi –tartamudeó Fudge, que traía la pijama debajo de su capa a rayas y jadeaba como si acabara de correr varias millas-. Por la barba de MERLIN... aquí... ¡aquí!... ¡en el Ministerio de Magia!... por todos los cielos... no se me hace posible... mi palabra... ¿cómo puede ser esto?
- Si te diriges abajo, al Departamento de Misterios, Cornelius –dijo Dumbledore, al parecer, satisfecho de que Harry estuviera bien, y caminando hacia el frente para que los recién llegados se dieran cuenta por primera vez que él estaba ahí (algunos de ellos levantaron sus varitas; otros simplemente parecían sorprendidos; las estatuas del elfo y el duende aplaudieron y Fudge saltó tan fuerte que sus pantuflas se separaron del suelo)- encontrarás a varios Mortífagos prófugos, encerrados en la Cámara de la Muerte, atados con un hechizo Anti-Desaparición y aguardando tu decisión sobre que hacer con ellos.
- ¡Dumbledore! –jadeó Fudge, fuera de sí, y con asombro-. Tú... aquí... Yo... Yo...
Miraba violentamente alrededor, a los Aurores que había traído consigo y no habría podido estar más claro que estaba a punto de gritar: “¡Deténganlo!”
- Cornelius, estoy listo para luchar con tus hombres, y ganar, de nuevo –dijo Dumbledore con una poderosa voz-, hace solamente unos minutos tu viste la prueba, con tus propios ojos, de que te he estado diciendo la verdad durante un año. Lord Voldemort ha vuelto, ¡tú has estado persiguiendo al hombre equivocado durante doce meses, y ya es tiempo de que escuches a la razón!
- Yo... no... bueno... –dijo coléricamente Fudge, mirando alrededor como si esperara que alguien le dijera qué hacer. Cuando nadie lo hizo, dijo: - ¡Muy bien, Dawlish! ¡Williamson! Vayan abajo al Departamento de Misterios y vean... Dumbledore, tú... tú necesitarás decirme exactamente... la fuente de La Hermandad Mágica... ¿qué sucedió? –agregó en una especie de gemido, mirando el piso alrededor fijamente, donde los restos de las estatuas de la bruja, del mago y del centauro estaban dispersados.
- Eso lo podremos discutir después de que haya enviado a Harry de vuelta a Hogwarts –dijo Dumbledore.
- Harry... ¿Harry Potter?
Fudge miró alrededor y se detuvo fijamente en Harry, quien todavía estaba parado contra la pared al lado de la estatua caída que lo había protegido durante el duelo entre Dumbledore y Voldemort.
- ¿Él... aquí? –dijo Fudge, mirando a Harry-. ¿Por qué... De qué se trata todo esto?
- Te explicaré todo –repitió Dumbledore-, cuando Harry este de vuelta en la escuela.
Él se alejó de la fuente al lugar adonde la cabeza dorada del mago descansaba en el piso. Le apunto con su varita y murmuró: “Portus”. La cabeza brilló intensamente de color azul y tembló ruidosamente contra el piso de madera por algunos segundos, después volvió a permanecer de nuevo inmóvil.
- ¡Ahora verás, Dumbledore! –dijo Fudge, mientras que Dumbledore tomó la cabeza y la llevó de regreso hacia donde estaba Harry-. ¡Tú no tienes autorización para ese Translador! Tú no puede hacer cosas como esas justo frente al Ministro de Magia, tú... tú...
Su voz vaciló mientras Dumbledore lo examinaba magistralmente sobre sus gafas de media luna.
- Darás la orden para sacar a Dolores Umbridge de Hogwarts –dijo Dumbledore-. Dirás a tus Aurores que dejen de buscar a mi Profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas de modo que pueda volver al trabajo. Te daré... –Dumbledore sacó de su bolsillo un reloj con doce manecillas y lo examinó- media hora de mi tiempo esta noche, la cual supongo, será más que suficiente para cubrir los puntos importantes de lo que ha sucedido aquí. Después de eso, necesitaré volver a mi escuela. Si necesitas más de mi ayuda, por supuesto, que serás más que bienvenido para contactarme en Hogwarts. Las cartas dirigidas al Director me encontrarán.
Fudge lo miró peor que nunca; tenía la boca abierta y la cara redonda creció se sonrojo debajo de su despeinado pelo gris.
- Yo... tú...
Dumbledore le dio la espalda.
- Tome este Translador, Harry.
Extendió la cabeza dorada de la estatua y Harry puso una mano en ella, sin importarle que haría después o adónde iría.
- Te veré en media hora –dijo Dumbledore tranquilamente-, uno... dos... tres
Harry sintió la familiar sensación de un gancho siendo jalado justo por debajo de su ombligo. El pulido piso de madera bajo sus pies; el atrio, Fudge y el Dumbledore todos habían desaparecido y él estaba volando hacia adelante en un torbellino de color y sonido.

 

 

CAPÍTULO XXXVII

LA PROFECÍA PERDIDA

Los pies de Harry pegaron en el sólido suelo otra vez; sus rodillas se doblaron un poco y la cabeza del mago de oro cayó con una resonante clank en el suelo. Él miró alrededor y vio que había llegado a la oficina de Dumbledore.
Todo parecía haberse reparado por sí mismo durante la ausencia del Director. Los delicados instrumentos de plata estaban parados otra vez sobre las mesas, soplando y zumbando serenamente. Los retratos de los directores y las directoras estaban cabeceando en sus marcos, recostados en sus sillones o sobre el borde de sus retratos. Harry miró a través de la ventana. Había una fría línea de verde pálido a lo largo del horizonte: El amanecer se estaba acercando.
El silencio y la calma, se rompían solo por el ocasional gruñido o resuello de un retrato dormido, era insoportable para él. Si lo que estaba alrededor de él hubiese podido reflejar los sentimientos dentro suyo, los retratos estuvieran gritando de dolor. Caminó alrededor de la quieta, hermosa oficina, respirando agitadamente, tratando de no pensar. Pero él tenía que pensar... No había escape...
Era su culpa que Sirius hubiese muerto; era su culpa. Si él, Harry, no hubiese sido lo suficientemente estúpido para caer en el truco de Voldemort, si él no hubiese estado tan convencido de que lo que había visto en sus sueños era real, si él hubiese abierto su mente a la posibilidad de que Voldemort estaba, como Hermione había dicho, inclinándose al amor de Harry por jugar a ser el héroe...
Era insoportable, él no quería pensar en eso, no podía soportarlo... había un terrible hueco dentro suyo que él no quería sentir o examinar, el oscuro hueco donde Sirius había estado, donde Sirius había desaparecido. Él no quería tener que estar solo con el gran, silencioso espacio, él no podía soportarlo...
Un retrato detrás de él dio un particular sonoro ronquido, y una fría voz dijo:
- Ah... Harry Potter...
Phineas Nigellus dio un largo bostezo, estirando sus brazos mientras examinaba a Harry con sus perspicaces y pequeños ojos.
- ¿Y qué te trae aquí en tempranas horas de la mañana? –dijo Phineas-. Esta oficina se supone que está prohibida a todos excepto al correcto Director. ¿O Dumbledore te ha mandado aquí? Oh, no me digas... –él dio otro estremecedor bostezo-. ¿Otro mensaje para mi inútil tataranieto?
Harry no podía hablar. Phineas Nigellus no sabía que Sirius había muerto, pero Harry no podía decirle. Decirlo en voz alta sería hacerlo final, absoluto, irremediable.
Unos pocos más retratos se habían movido ahora. El terror de ser interrogado hizo que Harry cruzara la habitación y alcanzara el pomo de la puerta.
No giro. Estaba cerrada.
- ¿Espero que esto signifique –dijo un mago corpulento, con nariz roja colgado en la pared detrás del escritorio de Dumbledore-, que Dumbledore volverá pronto con nosotros?
Harry giró. El mago estaba inspeccionándolo con gran interés. Harry asintió. Él tiró de nuevo del pomo de la puerta detrás de su espalda, pero permaneció inmovible.
- Oh bien –dijo el mago-. Ha estado muy aburrido sin él, muy aburrido en verdad.
Él se sentó sobre una silla en forma de trono en donde él había estado pintando y sonriendo favorablemente hacia Harry.
- Dumbledore piensa muy bien de ti como estoy seguro tú sabes –él dijo confortablemente- Oh sí. Te tiene una gran estima.
La culpa llenó el hueco del pecho de Harry como un monstruoso, pesado parásito retorciéndose. Harry no podía soportar esto, él no podía soportar más ser Harry... Nunca se había sentido tan atrapado dentro de su propia cabeza y cuerpo, nunca deseó tan intensamente que él pudiera ser alguien más... quien sea... otro...
La vacía chimenea ardió en llamas verde esmeralda, haciendo que Harry se alejara de la puerta, mirando al hombre dando vueltas dentro de la chimenea.
Mientras la alta forma de Dumbledore se desenvolvía del fuego, los magos y las brujas en las paredes alrededor se despertaban. Muchas de ellas daban llantos de bienvenida.
- Gracias –decía Dumbledore suavemente.
Él no miró a Harry al principio, pero caminó a la percha a lado de la puerta y sacó de un bolsillo dentro de su túnica, al pequeño, feo, sin alas Fawkes, al cual puso gentilmente en la bandeja de suaves cenizas debajo del poste de oro donde el crecido Fawkes usualmente estaba parado.
- Bueno, Harry –dijo Dumbledore, volteándose finalmente del pájaro bebé-, estarás complacido al oír que ninguno de tus compañeros estudiantes va a sufrir un daño duradero por los eventos de esta noche.
Harry trato de decir “Bien”, pero ningún sonido salió. Para él parecía que Dumbledore estaba recordándole los daños que había causado por sus acciones esta noche, y aunque Dumbledore estaba mirándolo directamente, y aunque su expresión fuera más bien amable que acusadora, Harry no pudo mirarlo a los ojos.
- Madame Pomfrey está arreglando a todos ahora mismo -dijo Dumbledore-. Nymphadora Tonks quizás necesite pasar un poco de tiempo en San Mungo, pero parece que se va a recuperar completamente.
Harry se contento a sí mismo asintiendo mirando a la alfombra, la cual se estaba encendiendo mientras afuera el cielo se estaba poniendo pálido. Él estaba seguro que todos los retratos alrededor del cuarto estaban escuchando atentamente a cada palabra que Dumbledore hablaba, preguntándose dónde Dumbledore y Harry habían estado y por qué estaban lastimados...
- Sé cómo te sientes, Harry –dijo Dumbledore muy calmado.
- No, no lo sabe –dijo Harry, y su voz de repente se volvió alta y fuerte. El enojo salió dentro de él. Dumbledore no sabía nada acerca de sus sentimientos.
- ¿Ya ves Dumbledore? –dijo Phineas Nigellus maliciosamente-. Nunca trates de entender a los alumnos. Ellos lo odian. Ellos prefieren ser trágicamente mal entendidos, sumergirse en su propia pena, derramar en su propia...
- Eso es suficiente, Phineas –dijo Dumbledore.
Harry se volteó de espaldas a Dumbledore y miró determinadamente afuera de la ventana de enfrente. Él podía ver el estadio de Quidditch en la distancia. Sirius había aparecido ahí una vez, disfrazado como un peludo perro negro, para poder ver a Harry jugar... Él había venido probablemente a ver si Harry era tan bueno como James había sido... Harry nunca le había preguntado...
- No hay vergüenza en lo que estás sintiendo, Harry –dijo la voz de Dumbledore-. Al contrario... el hecho de que puedas sentir dolor como este es tú más grande fuerza.
Harry sintió que el enojo lo lamía por dentro, ardiendo en el terrible vacío, sintiendo el deseo de dañar a Dumbledore por su tranquilidad y sus vacías palabras.
- Mi más grande fuerza, ¿cierto? –dijo Harry, su voz temblaba mientras miraba afuera al estadio de Quidditch, no prestándole más atención-. Usted no tiene una pista... Usted no sabe...
- ¿Qué es lo que no sé? –preguntó calmadamente Dumbledore.
Era demasiado. Harry se volteó, temblando de rabia.
- No quiero hablar de como me siento, ¿de acuerdo?
- ¡Harry, sufrir así demuestra que tu sigues siendo un hombre! Este dolor es parte de ser un ser humano.
- ¡ENTONCES - NO - QUIERO - SER - UN - HUMANO!
Harry rugió, y alcanzó uno de los delicados instrumentos de plata de la mesa a su lado y lo lanzó a través de la habitación. Se rompió en cientos de pequeños pedazos contra la pared. Varios de los retratos dejaron salir gritos de enojo y miedo, y el retrato de Armando Dippet dijo:
- ¡De verdad!
- ¡NO ME IMPORTA! –Harry les gritó, agarrando un lunatoscopio y arrojándolo dentro de la chimenea-. HE TENIDO SUFICIENTE, HE VISTO SUFICIENTE, ME QUIERO IR, QUIERO QUE TERMINE, YA NO ME IMPORTA...
Él alcanzó la mesa donde el instrumento de plata había estado parado y la tiró también. Se rompió en pedazos en el suelo y las patas rodaron en diferentes direcciones.
- Sí te importa –dijo Dumbledore. El no se había inmutado o había hecho un solo movimiento para impedir que Harry demoliera su oficina. Su expresión era calmada, casi indiferente-. Te importa tanto que sientes como si sangraras hasta la muerte con del dolor.
- ¡YO NO! –Harry gritó, tan fuerte que sintió que su garganta se desgarraría, y por un segundo él quería lanzarse sobre Dumbledore romperlo también. Hacer pedazos esa calmada vieja cara, sacudirlo, herirlo, hacerlo sentir alguna pequeña parte del horror dentro de Harry.
- Oh sí, tú sí –dijo Dumbledore, aún más calmado-. Tú ahora has perdido a tu madre, tu padre, y la cosa más cercana a un padre que has conocido. Claro que te importa.
- ¡USTED NO SABE COMO ME SIENTO! –Harry rugió-. USTED... PARADO AHÍ... USTED...
Pero las palabras ya no eran suficientes, romper cosas no ayudaba más. Él quería correr, quería seguir corriendo y nunca mirar atrás, él quería estar en cualquier lado en donde no pudiera ver esos claros ojos azules mirándolo, esa odiosa y calmada vieja cara. Se volteó sobre sus talones y corrió a la puerta, alcanzó el pomo de la puerta otra vez, y tiró de ella.
Pero la puerta no abrió.
Harry se volteó a Dumbledore.
- Déjame salir –dijo. Estaba temblando de la cabeza a los pies.
- No –dijo simplemente Dumbledore.
Por unos segundos se miraron uno al otro.
- Déjame salir –Harry dijo otra vez.
- No –repitió Dumbledore.
- Si no me deja... si me deja aquí... si no me deja...
- De cualquier modo continúa destruyendo mis posesiones –dijo Dumbledore serenamente-. En mi opinión tengo demasiadas.
Él caminó alrededor de su escritorio y se sentó detrás de él, mirando a Harry.
- Déjame salir –dijo Harry otra vez, en una voz fría y casi tan calmada como la de Dumbledore.
- No hasta que haya dicho lo que tengo que decir –dijo Dumbledore.
- Usted... usted piensa que quiero... usted piensa que me importa... ¡NO ME IMPORTA LO QUE TENGA QUE DECIR! –Harry rugió-. ¡No quiero oír nada de lo que tenga que decir!
- Lo harás –dijo Dumbledore tranquilamente-. Porque no estás ni siquiera cerca de lo enfadado que deberías estar conmigo. Si me vas a atacar, como sé que estás cerca de hacerlo, me gustaría tenerlo ganado a conciencia.
- ¿De qué estás hablando?
- Es mi culpa que Sirius muriese –dijo Dumbledore claramente-. O debería decir, casi toda la culpa. No seré tan arrogante como para reclamar responsabilidades de todos. Sirius era un hombre valiente, listo y energético, y tales hombres no suelen contentarse sentados en casa escondiéndose mientras piensan que otros están en peligro. No obstante, tú no deberías haber creído por un instante que había alguna necesidad de que fueras al Departamento de Misterios esta noche. Si hubiera sido sincero contigo, Harry, como debería haberlo sido, tú habrías sabido hace mucho tiempo que Voldemort podría intentar y atraerte al Departamento de Misterios, y tú nunca habrías sido persuadido de ir allí esta noche. Y Sirius no habría tenido que ir tras de ti. Esa culpa recae en mí, sólo en mí.
Harry aún tenía su mano sobre el pomo de la puerta pero no estaba atento a eso. Estaba mirando a Dumbledore, respirando dificultosamente, escuchando todavía apenas entendiendo lo que estaba oyendo.
- Por favor, siéntate –dijo Dumbledore-. No era una orden, era una petición.
Harry titubeó, entonces caminó lentamente atravesando la habitación ahora llena de basura, con cristales y trozos plateados por el suelo, y cogió el sitio delante del escritorio de Dumbledore.
- A ver si lo entiendo –dijo Phineas Nigellus despacio desde la izquierda de Harry-. ¿Mi tátara tátara nieto, el último de los Black, está muerto?
- Sí, Phineas –dijo Dumbledore.
- No me lo creo –dijo Phineas bruscamente.
Harry giró su cara a tiempo de ver a Phineas yéndose de su retrato y supo que había ido a visitar su otro cuadro en Grimmauld Place. Él caminaría, quizás, de retrato en retrato, llamando a Sirius por toda la casa...
- Harry, te debo una explicación –dijo Dumbledore-. Una explicación de un error de un hombre viejo. Ahora que veo lo que he hecho y lo que no con respecto a ti, tiene todas las características de los defectos de la edad. Los jóvenes no podéis saber cómo la edad piensa y siente. Pero los hombres viejos son culpables si olvidan lo que era ser joven... y yo parezco haberlo olvidado recientemente...
El Sol estaba subiendo ahora correctamente; había un borde de un naranja deslumbrante visible por encima de las montañas y el cielo sobre él estaba blanco y brillante. La luz cayó sobre Dumbledore, sobre el color plateado de sus cejas y su barba, sobre las arrugas limpias de su cara.
- Creí, hace quince años –dijo Dumbledore-, cuando vi la cicatriz en tu frente, lo que esta podría significar. Supuse que podría ser la señal de una conexión forjada entre tú y Voldemort.
- Esto ya me lo había dicho antes, profesor –dijo Harry rotundamente. No le importaba ser grosero. No le importaba nada lo más mínimo.
- Sí –dijo Dumbledore excusándose-. Sí, pero verás... es necesario empezar con tu cicatriz. Para que llegara a ser aparente, poco después de que regresaras al mundo mágico, que yo estaba en lo cierto, tu cicatriz estuvo dándote advertencias cuando Voldemort estaba cerca de ti o cuando se sentía lleno de poder.
- Lo sé –dijo Harry cansinamente.
- Y esa habilidad tuya (para detectar la presencia de Voldemort, incluso cuando está oculto, y saber lo que está sintiendo cuando sus emociones están exaltadas) ha llegado a ser más y más pronunciada desde que ha recuperado su cuerpo y todos sus poderes.
Harry no se molestó en asentir. Ya sabía todo eso.
- Más recientemente –dijo Dumbledore-. Me preocupé porque Voldemort podría darse cuenta de que esta conexión entre vosotros existe. Y en efecto, hubo un tiempo que entraste tan lejos en su mente y sus pensamientos, que él sintió tu presencia. Estoy hablando, por supuesto, de la noche en la que presenciaste el ataque al Señor Weasley.
- Sí, Snape me lo dijo –masculló Harry.
- El profesor Snape, Harry –corrigió Dumbledore suavemente-. Pero, ¿no te preguntaste por qué no era yo el que te explicaba todo esto? ¿Por qué no te enseñaba yo Occlumancia? ¿Por qué no te había mirado en absoluto durante meses?
Harry levantó la mirada. Ahora podía ver que Dumbledore parecía triste y cansado.
- Sí –dijo Harry entre dientes-. Sí, me lo he preguntado.
- Verás –continuó Dumbledore-. Creí que no podía pasar mucho tiempo antes de que Voldemort intentase forzar sus pensamientos en tu mente, manipularte y mal aconsejar tus pensamientos, y yo no estaba ansioso por darle más incentivos para hacerlo. Estaba seguro de que si se daba cuenta de que nuestra relación era (o había sido alguna vez) más cercana que la de un alumno y un Director, él aprovecharía esa oportunidad para usarte como medio con el fin de espiarme. Tenía miedo de los usos que podría darte, de la posibilidad de que te poseyera. Harry, creo que tenía razón al pensar que Voldemort habría hecho uso de ti de tal manera. En aquellas raras ocasiones que teníamos contacto cercano, creí que veía una sombra de él agitándose en el fondo de tus ojos...
Harry recordaba el sentimiento, como si una serpiente aletargada se hubiese levantado en él, lista para atacar, en aquellos momentos en que él y Dumbledore habían tenido contacto visual.
- El propósito de Voldemort de poseerte, como demostró esta noche, no habría sido mi destrucción. Habría sido la tuya. Él esperaba, cuando te poseyó un poco hace algún tiempo, que yo te sacrificaría con la esperanza de matarlo a él. Como ves, he estado intentando distanciarme de ti, para protegerte Harry. Un error de hombres viejos...
Él suspiró profundamente. Harry estaba dejando que las palabras le envolvieran. Habría estado tan interesado en saber eso unos meses atrás, pero ahora eso era insignificante comparado con el enorme abismo dentro de él que era la muerte de Sirius; nada de eso importaba...
- Sirius me dijo que sentías a Voldemort vivo dentro de ti la noche que tuviste la visión del ataque del señor Weasley. Supe por primera vez que mis peores temores eran ciertos: Voldemort se había dado cuenta de que podía usarte. En un intento de armarte contra los asaltos de Voldemort, arreglé las lecciones de Occlumancia con el profesor Snape.
Dumbledore hizo una pausa. Harry miró la luz del sol, que estaba deslizándose lentamente por la brillante superficie del escritorio de Dumbledore, iluminando un bote de tinta plateado y una magnífica pluma roja. Harry podría decir que los retratos alrededor de ellos estaban despiertos y escuchando absortos la explicación de Dumbledore; podía escuchar el movimiento de las ropas, el ligero aclarar de una garganta. Phineas Nigellus aún no había vuelto...
- El profesor Snape descubrió –resumió Dumbledore-, que habías estado soñando con la puerta del Departamento de Misterios durante meses. Voldemort, por supuesto, había estado obsesionado con la posibilidad de escuchar la profecía desde el instante en que recuperó su cuerpo; y como él se concentraba en esa puerta, eso hiciste tú, aunque no sabías lo que significaba. Y entonces viste a Rockwood, que trabajaba en el Departamento de Misterios antes de su arresto, diciéndole a Voldemort que nosotros lo habíamos sabido todo; que las Profecías guardadas en el Ministerio de Magia están duramente protegidas. Sólo las personas a las que hacen referencia pueden cogerlas de las estanterías sin caer en la locura: en este caso, o Voldemort tendría que entrar al Ministerio y arriesgarse él mismo a lo último, o tú tendrías que cogerla para él. Llegó a ser un problema de tanta urgencia, que tú deberías dominar la Occlumancia.
- Pero no lo hice –refunfuñó Harry. Lo dijo en voz alta intentando aliviar el peso de la muerte y la culpa dentro de él: una confesión seguramente debería calmar algo de la terrible presión que apretaba su corazón-. No lo practiqué, no me molesté, pude haber hecho que parasen esos sueños, Hermione siguió diciéndome que lo hiciera, si lo hubiera hecho, él no habría podido enseñarme adónde ir, y Sirius no habría... Sirius no habría...
Algo estaba apareciendo en el interior de la cabeza de Harry: la necesidad de justificarse, de explicarse.
- Intenté comprobar que él realmente había cogido a Sirius, fui a la oficina de Umbridge, ¡hablé con Kreacher en el fuego y él dijo que Sirius no estaba allí, que se había ido!
- Kreacher mintió –dijo Dumbledore con calma-. Tú no eres su amo, podría mentirte sin la necesidad incluso de castigarse luego a sí mismo. La intención de Kreacher era que tú fueses al Ministerio de Magia.
- Él... ¿él me mandó a propósito?
- Oh, sí. Kreacher, me temo, que ha estado sirviendo a más de un amo durante meses.
- ¿Cómo? –dijo Harry mirándolo sin comprender-. No ha estado fuera de Grimmauld Place desde hace años.
- Kreacher aprovechó su oportunidad un poco antes de Navidad –dijo Dumbledore-, cuando Sirius, aparentemente, le gritó “fuera”. Él le tomó a Sirius la palabra e interpretó esto como una orden para salir de la casa. Acudió al único miembro de la familia Black por el que había tenido algún respeto... la prima de Sirius, Narcisa, hermana de Bellatrix y esposa de Lucius Malfoy.
- ¿Cómo sabe todo esto? –dijo Harry. Su corazón estaba latiendo apresuradamente. Se sintió débil. Recordó su preocupación acerca de la ausencia de Kreacher alrededor de Navidad, recordó encontrarlo en el ático otra vez...
- Kreacher me lo dijo esta noche –dijo Dumbledore-. Verás, cuando le diste al profesor Snape aquella enigmática advertencia, se dio cuenta de que habías tenido una visión de Sirius atrapado en el interior del Departamento de Misterios. Él, como tú, intentó contactar a Sirius primero. Debería explicarte que los miembros de la Orden del Fénix tienen métodos más fiables de comunicación que el fuego en el despacho de Dolores Umbridge. El profesor Snape se encontró con que Sirius estaba vivo y seguro en Grimmauld Place. Sin embargo, cuando no volvías de tu visita al Bosque Prohibido con Dolores Umbridge, creció la preocupación en él de que tú todavía creías que Sirius era un prisionero de Lord Voldemort. Entonces alertó a ciertos miembros de la Orden a la vez.
Dumbledore dio un gran suspiro y continuó:
- Alastor Moody, Nymphadora Tonks, Kingsley Shacklebolt y Remus Lupin estaban en el cuartel general cuando fueron contactados. Todos acordaron ir en tu ayuda. El profesor Snape pidió que Sirius se quedase atrás, porque él necesitaba que alguien se quedase en el cuartel general para decirme a mí lo que había pasado, por si yo llegaba justo en ese momento. Entretanto él, el profesor Snape, intentaría buscarte en el Bosque. Pero Sirius no quería quedarse atrás mientras los otros iban a buscarte. Él le dejó a Kreacher la tarea de decirme lo que había pasado. Y es por eso que cuando llegué a Grimmauld Place, un poco después de que los demás hubiesen ido al Ministerio, fue el elfo el que me dijo (riendo cerca de reventar) adónde había ido Sirius.
- ¿Estaba riéndose? –preguntó Harry en una voz apagada-. ¡NO HABLES DE SIRIUS ASÍ! –gritó Harry.
Estaba sobre sus pies otra vez, furioso, preparado para saltar hacia Dumbledore, que claramente no había entendido a Sirius en nada, lo valiente que era, lo mucho que había sufrido...
- ¿Qué hay de Snape? –escupió Harry-. No estás hablando acerca de él, ¿no es así? Cuando le dije que Voldemort tenía a Sirius, se burló de mí como usualmente hace.
- Harry, sabes que el profesor Snape no tenía otra elección que fingir que no te tomaba en serio delante de Dolores Umbridge –dijo Dumbledore sin apartar la vista-. Pero como ya te he explicado, informó a la Orden tan pronto como le fue posible acerca de lo que tú habías dicho. Fue él quien dedujo adónde habías ido cuando no volvías del Bosque. Fue él, también, quien le dio a la profesora Umbridge falso Veritaserum cuando ella estaba intentando forzarte para que le dijeses el paradero de Sirius.
Harry no tuvo eso en cuenta. Sentía una salvaje satisfacción echándole la culpa a Snape, parecía ser más fácil para su sentimiento de terrorífica culpabilidad, y quería escuchar que Dumbledore estaba de acuerdo con él.
- Snape... Snape... provocó a Sirius acerca de estar seguido en casa... él le dio a entender que era un cobarde.
- Sirius era lo suficiente mayor y listo como para permitir que burlas tan pobres como esa le hirieran –dijo Dumbledore.
- ¡Snape paró de darme clases de Occlumancia! –gruñó Harry- ¡Me echó de su despacho!
- Estoy al tanto de ello –dijo Dumbledore resoplando-. Ya te he dicho que fue un error por mi parte no darte yo esas clases, aunque estoy seguro, al mismo tiempo, que nada podría haber sido más peligroso que abrir tu mente incluso más a Voldemort en mi presencia.
- Snape lo volvió peor, mi cicatriz siempre me dolía más después de las clases con él –Harry se acordó de lo que pensaba Ron acerca de las clases y continuó por ese camino-, ¿Cómo sabes que él no intentaba llevarme directo hacia Voldemort, hacer más fácil para él el entrar en mí?
- Confío en Severus Snape –dijo Dumbledore simplemente-, pero, olvidé otro error típico de los hombres viejos, que algunas heridas corren demasiado limpias por la cicatriz. Pensé que el profesor Snape podría vencer sus sentimientos hacia tu padre, me equivoqué.
- Pero eso está bien, ¿no? –gritó Harry, ignorando las caras escandalizadas y los susurros desaprobadores de los retratos de la pared-. ¿Está bien que Snape odie a mi padre, pero no está bien que Sirius odie a Kreacher?
- Sirius no odiaba a Kreacher –dijo Dumbledore-. Lo consideraba como un sirviente no digno de mucho interés o atención. La indiferencia y el abandono a veces hacen mucho más daño que el total desagrado... la fuente que destruimos anoche dijo una mentira. Nosotros los magos hemos tratado mal y abusado de nuestros compañeros por demasiado tiempo, y ahora estamos obteniendo nuestra recompensa.
- ENTONCES SIRIUS SE MERECE LO QUE CONSIGUIÓ, ¿NO ES ASÍ? –gritó Harry.
- Yo no he dicho eso, tampoco me oirás nunca decirlo –replicó Dumbledore suavemente-. Sirius no era un hombre cruel, era muy amable para los elfos domésticos en general. No le tenía cariño a Kreacher porque era un recuerdo de la vida en la casa que Sirius había odiado.
- ¡Sí que lo odiaba! –dijo Harry, su voz a un ritmo endemoniado, dándole la espalda a Dumbledore y alejándose. El sol era brillante dentro de la habitación ahora, y los ojos de todos los cuadros lo seguían mientras caminaba, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, sin ver el despacho en absoluto-. ¡Le hiciste quedarse quieto en aquella casa y él lo odiaba, por eso quería salir de allí anoche!
- Estaba intentando mantener a Sirius con vida –dijo Dumbledore con calma.
- ¡A la gente no le gusta estar encerrada! –dijo Harry furioso, volviendo contra él-. Tú me lo hiciste a mí todo el verano pasado.
Dumbledore cerró sus ojos y enterró su cabeza en sus manos de largos dedos. Harry lo vio, pero esa inusitada señal de agotamiento, o de tristeza, o lo que fuera por parte de Dumbledore no lo calmó. Al contrario, se sintió incluso más enfadado de que Dumbledore estuviese dando signos de debilidad. No tenía asunto estar débil cuando Harry quería ponerse rojo de furia y atacarle.
Dumbledore bajó sus manos y miró a Harry a través de sus gafas de media luna.
- Es hora –dijo- de decirte lo que debería haberte dicho hace cinco años, Harry. Por favor siéntate. Te lo voy a contar todo. Sólo te pido un poco de paciencia. Tendrás tu oportunidad de estar furioso conmigo –de hacer lo que quieras- cuando yo haya terminado.
Harry le lanzó una mirada desafiante por un momento, luego se dejó caer de nuevo en la silla enfrente de Dumbledore y esperó.
Dumbledore miró por un momento las soleadas superficies a través de la ventana, luego volvió a mirar a Harry y dijo:
- Hace cinco años llegaste a Hogwarts, Harry, entero y seguro, como yo había planeado y pretendido. Bueno, no tan entero. Habías sufrido. Yo sabía que lo harías cuando te dejé en la puerta de tus tíos. Sabía que te estaba condenando a diez oscuros y difíciles años.
Hizo una pausa. Harry no dijo nada.
- Podrías preguntar, y con razón, por qué tuvo que ser así. ¿Por qué no podía alguna familia de magos adoptarte? Muchos lo habrían hecho más que complacidos, habría sido un honor y habrían disfrutado con adoptarte como a un hijo. Mi respuesta es que mi prioridad era mantenerte con vida. Estabas en más peligro que nadie, pero yo me di cuenta. Voldemort había sido desbancado unas horas antes, pero sus seguidores (y muchos de ellos eran incluso tan terribles como él) estaban todavía, y mucho, enfadados, desesperados y violentos. Y yo tenía que tomar mi decisión considerando también los años que quedaban por delante. ¿Creí que Voldemort se había ido para siempre? No. Sabía que podrían pasar diez, veinte o cincuenta años antes de que él volviese, pero estaba seguro de que así lo haría, y estaba seguro también, conociéndolo como lo conozco, de que no descansaría hasta verte muerto.
- Sabía que el nivel de magia de Voldemort es quizás más extenso que el de cualquier mago vivo. Sabía que incluso mis hechizos más complejos y poderosos no era probable que fuesen invencibles si él volvía con su poder completo.
- Pero sabía también, donde era débil Voldemort. Por eso tomé mi decisión. Estarías protegido por una antigua magia que él conoce, a la que desprecia, y a la que además, siempre ha desestimado, para su precio. Estoy hablando, por supuesto, del hecho de que tu madre murió para salvarte. Ella te dio una protección para siempre que él no esperaba, una protección que corrió por tus venas hasta estos días. Puse mi confianza, además, en la sangre de tu madre. Te entregué a su hermana, el único pariente que le quedaba.
- Ella no me quiere –dijo Harry de repente-. No me da un maldito...
- Pero ella te acogió –dijo Dumbledore cortándolo-. Podría haberte cogido a regañadientes, furiosamente, con mala voluntad, amargamente, pero aún así te acogió, y al hacerlo así, selló el encantamiento que había puesto en ti. El sacrificio de tu madre hizo al vínculo de sangre el escudo más fuerte que yo podría haberte dado.
- Yo todavía no...
- Mientras puedas llamarle casa al lugar donde vive la sangre de tu madre, ahí no podrás ser tocado o herido por Voldemort. Ella derramó su sangre, pero siguió en ti y en tu tía. Su sangre se volvió tu refugio. Necesitas volver allí sólo una vez al año, pero tanto tiempo como puedas llamarle casa, mientras estés allí él no podrá herirte. Tu tía lo sabe, le expliqué lo que había hecho en la carta que dejé contigo a su puerta. Ella sabe que dejarte sitio podría haberte mantenido con vida durante los últimos quince años.
- Espera –dijo Harry-. Espera un momento.
Se acomodó en su silla, mirando a Dumbledore.
- Usted envió aquel Vociferador. Usted le dijo que recordara, era su voz...
- Creí –dijo Dumbledore inclinando su cabeza ligeramente-, que necesitaría un recordatorio del pacto que había sellado al acogerte. Sospeché que el ataque del Dementor podría haber despertado en ella los peligros de tenerte como hijo adoptivo.
- Lo hizo –dijo Harry con calma-. Bueno, a mi tío más que a ella. Ella quería echarme, pero después de que llegase el Vociferador ella... ella dijo que tenía que quedarme.
Se quedó mirando el suelo por un momento, luego dijo:
- Pero, ¿qué tiene esto que ver con...?
No podía decir el nombre de Sirius.
- Hace cinco años, luego –continuó Dumbledore, como si no hubiera interrumpido su historia-, llegaste a Hogwarts, no tan feliz ni tan bien alimentado como yo habría querido quizás, pero vivo y saludable. No eras un pequeño príncipe mimado, sino un niño tan normal como yo podría haber esperado dadas las circunstancias. De modo que mi plan estaba yendo bien.
“Y luego, bueno... recordarás los sucesos de tu primer año en Hogwarts tan bien como yo. Te enfrentaste magníficamente al desafío que te encontraste y más temprano (mucho más temprano) de lo que yo había anticipado, te encontraste cara a cara con Voldemort. Sobreviviste otra vez. Y aún hiciste más. Retrasaste su retorno al poder. Venciste una lucha de hombres. Yo estuve... más orgulloso de ti de lo que puedo decir.
“Todavía había un error en mi maravilloso plan –dijo Dumbledore-. Un error obvio que yo sabía, incluso entonces, podría ser la perdición de todo. Y, aún sabiendo lo importante que era que mi plan tuviese éxito, me dije a mí mismo que no permitiría que este error lo echara todo a perder. Yo solo pude prever esto, por eso yo solo debía ser fuerte. Y aquí fue mi primera prueba, cuando estabas en la enfermería, débil por tu encuentro con Voldemort.
- No entiendo lo que está diciendo –dijo Harry.
- ¿No recuerdas cuando me preguntaste, cuando estabas en la enfermería, por qué Voldemort había intentado matarte cuando eras un bebé?
Harry asintió.
- ¿Debería habértelo dicho entonces?
Harry se quedó mirando los ojos azules y no dijo nada, pero su corazón volvía a ir rápido otra vez.
- ¿No entiendes el error todavía? No... Quizás no. Bueno, como sabes, decidí no responderte. Once, me dije, era muy joven para saberlo. Yo nunca había tenido la intención de contártelo cuando tuvieras once años. Ese conocimiento sería demasiado a tan temprana edad.
“Debería haber reconocido las señales de peligro entonces. Debería haberme preguntado por qué no me sentí más molesto de que ya me hubieras preguntado la cuestión que yo sabía que, un día, debería tener una terrible respuesta. Debería haber reconocido que estaba demasiado feliz al pensar que no tenía que hacerlo aquel día en particular... Eras pequeño, demasiado pequeño.
“Entramos por lo tanto en tu segundo año en Hogwarts. Y una vez más, te encontraste con pruebas que incluso los magos ya crecidos, nunca han enfrentado: una vez más te desenvolviste mejor que en mis más fabulosos sueños. No me preguntaste otra vez, sin embargo, por qué Voldemort te había dejado aquella marca. Hablamos de tu cicatriz, oh sí... estuvimos muy, muy cerca de ese tema. ¿Por qué no te lo conté todo entonces?
“Bueno, me parecía que doce años eran, después de todo, mejor que los once para recibir tal información. Te permití dejar mi presencia, manchado de sangre, exhausto pero lleno de júbilo, y si sentí una punzada de inquietud de que debería, quizás, habértelo dicho entonces, fue rápidamente acallada. Eras todavía tan joven, verás, y no podía estropearlo todo aquella noche de triunfo...
“¿Lo ves Harry? ¿Ves el error en mi brillante plan ahora? Había caído en la trampa que yo mismo había previsto, la que me había dicho que podría evitar, que debía evitar.
- Yo no...
- Me importaba mucho tu felicidad –dijo Dumbledore simplemente-. Me preocupé más por tu felicidad que porque supieras la verdad, más por la paz de tu mente que por mi plan, más por tu vida que por las vidas que se podrían perder si el plan fallaba. En otras palabras, actué exactamente como Voldemort lo espera de los locos que queremos actuar.
“¿Hay una defensa? Desafíe a alguien que te ha estado vigilando como yo (y te he vigilado más cerca de lo que podrías imaginar) no queriendo salvarte de más dolor del que ya habías sufrido. ¿Qué importaba si un número elevado de personas anónimas y desconocidas y criaturas eran sacrificadas en un vago futuro, si aquí y ahora tú estabas vivo, y bueno... feliz? Nunca soñé que tendría a esa persona en mis manos.
“Entramos en tu tercer año. Vi de lejos como resistías y repelías a los Dementores, como encontraste a Sirius, supiste lo que era y lo rescataste. ¿Iba yo a contarte entonces, justo cuando habías salvado a tu padrino de las garras del Ministerio? Pero ahora, a los 13 años, mis excusas se estaban acabando. Podrías ser joven, pero habías probado que eras excepcional. Mi conciencia estaba inquieta, Harry. Sabía que el momento llegaría pronto...
“Pero saliste del laberinto el año pasado, habiendo visto la muerte de Cedric Diggory, habiendo escapado de la muerte por tan poco... y no te lo dije, aunque sabía, ahora que Voldemort había regresado, que debía hacerlo pronto. Y ahora, esta noche, sé que has estado preparado mucho tiempo para el conocimiento del que te he tenido protegido durante tanto tiempo, porque has probado que debería haberte colocado la carga sobre ti antes de esto. Mi única defensa es esta: te he visto luchar bajo más cargas que cualquier estudiante que haya pasado alguna vez por este colegio y no pude permitirme añadirte otra, la más grande de todas.
Harry esperó, pero Dumbledore no habló.
- Todavía no lo entiendo.
- Voldemort intentó matarte cuando eras un bebé a causa de una profecía hecha poco antes de tu nacimiento. Él sabía que la profecía había sido hecha, aunque no sabía su contenido completo. Resolvió matarte cuando eras pequeño, creyendo que estaba satisfaciendo los términos de la profecía. Descubrió, para su precio, que estaba equivocado, cuando la maldición que te hizo le fue devuelta. Y, por eso, desde que volvió a su cuerpo, y particularmente desde tu extraordinaria escapada de él el año pasado, él ha determinado escuchar la profecía entera. Esta es la arma que ha estado buscando tan asiduamente desde su retorno: el conocimiento de cómo destruirte.
El sol ya se había levantado completamente. La oficina de Dumbledore estaba bañada en luz. La vitrina de cristal en la que descansaba la espada de Godric Gryffindor dio un destello blanco y opaco, los fragmentos de los instrumentos que Harry había lanzado al piso relucían como gotas de agua, y detrás de él, el bebé Fawkes hacia suaves sonidos entre su nido de cenizas.
- La profecía está rota –dijo inexpresivamente Harry-. Estaba jalando a Neville sobre los escalones en el... el cuarto donde estaba el arco, rasgué su túnica y se cayó...
- La cosa que se rompió no era más que el registro de la profecía, guardada por el Departamento de Misterios. Pero la profecía le fue hecha a alguien, y esa persona tiene los medios para recordarla perfectamente.
- ¿Y quién la escuchó? –preguntó Harry, aunque pensó que ya sabía la respuesta.
- Yo –dijo Dumbledore-. En una noche fría y húmeda hace dieciséis años, en un cuarto sobre el bar en la posada de La Cabeza de Cerdo. Había ido allí a ver a una aspirante para el puesto de profesora de Adivinación, fui a pesar de que estaba en contra de mi inclinación de quitar definitivamente esta materia. La aspirante, sin embargo, era la tataranieta de una muy dotada y famosa vidente, y pensé presentarme tan solo por cortesía. Quedé decepcionado. Me di cuenta que ella no tenía ningún rastro del don. Así que le dije, cortésmente espero, que no pensaba que ella sería adecuada para el puesto. Y me di la vuelta para salir.
Dumbledore se levantó y caminó más allá de Harry hacia el armario negro que estaba al lado de la percha de Fawkes. Él se inclinó, deslizo una puerta y sacó la vasija poco profunda, con las runas talladas en los bordes, en la cuál Harry había visto a su padre atormentando a Snape. Dumbledore caminó de nuevo al escritorio, colocó el Pensadero sobre él, y levantó su varita hacia su propia sien. De ella, despegó unos filamentos plateados, finas hebras de pensamiento que se pegaban a la varita y las depositó en la vasija. Se sentó detrás de su escritorio y observó sus pensamientos arremolinarse y nadar a la deriva por un momento dentro del Pensadero. Entonces, con un suspiro, levantó su varita y dio un golpecito a la sustancia plateada con la punta.
Una figura se levantó de la vasija, cubierta con un pañuelo, los ojos agrandados a un tamaño enorme detrás de sus anteojos, ella giró lentamente, con los pies dentro de la vasija. Pero cuando Sybill Trelawney habló, no lo hizo con su usual voz etérea y mística, sino con un tono áspero y ronco que Harry ya le había oído utilizar una vez.
- El único con el poder para vencer al Señor Oscuro se acerca... nacido de aquellos que lo han burlado tres veces, nacerá mientras el séptimo mes este muriendo... y el Señor Oscuro lo marcará como su igual, pero él tendrá un Poder que el Señor Oscuro no conoce... y uno debe morir a manos del otro, pues ninguno puede vivir mientras que el otro sobreviva... El único con el poder para vencer al Señor Oscuro nacerá mientras el séptimo mes este muriendo...
La giratoria figura de la profesora Trelawney se hundió nuevamente dentro del líquido plateado y desapareció.
El silencio dentro de la oficina era absoluto. Ni Dumbledore ni Harry, ni ninguno de los retratos hicieron un solo sonido. Incluso Fawkes guardaba silencio.
- ¿Profesor Dumbledore? –dijo muy bajo Harry, pues Dumbledore, seguía mirando fijamente el Pensadero, parecía estar totalmente perdido en sus pensamientos-. ¿Eso... quiere decir... qué es lo que quiere decir?
- Significa –dijo Dumbledore-, que la única persona que tiene oportunidad de terminar con Lord Voldemort nació a finales de julio, hace casi dieciséis años, y que este muchacho nacería de padres que hubieran burlado a Voldemort tres veces.
Harry sentía como si algo se cerrara dentro en él. Su respiración parecía dificultarse otra vez.
- ¿Se refiere a... mí?
Dumbledore lo examinó por un momento a través de sus anteojos.
- Lo extraño, Harry –dijo él suavemente-, es que pudo no haberse referido completamente a ti. La profecía de Sybill habría podido aplicarse a dos niños magos, ambos nacidos a finales de julio de ese año, ambos con padres en la Orden del Fénix, y ambas parejas de padres habían logrado escapar por poco de Voldemort tres veces. Uno, por supuesto, eras tú. El otro era Neville Longbottom.
- Pero entonces... pero entonces, ¿por qué estaba mi nombre en la profecía y no el de Neville?
- El registro oficial fue re-etiquetado después de que Voldemort te atacara cuando eras niño –dijo Dumbledore-. Le pareció claro al guardián del Salón de la Profecía que Voldemort había intentado matarte porque sabía que eras tú a quién se refería la profecía de Sybill.
- Entonces... ¿Podría no ser yo? –dijo Harry.
- Me temo –dijo Dumbledore lentamente, como si cada palabra le costara un gran esfuerzo-, que no hay duda de que eres tú.
- Pero usted lo dijo... Neville también nació a finales de julio... y sus padres...
- Estás olvidando la siguiente parte de la profecía, la característica final que identificaría al muchacho que podría vencer a Voldemort... Voldemort mismo lo marcara como su igual. Y así lo hizo, Harry. Él te eligió a ti, no a Neville. Él te dio la cicatriz que ha probado ser tanto una bendición como una maldición.
- ¡Pero él pudo haber elegido mal! –dijo Harry-. ¡Puede ser que haya marcado a la persona incorrecta!
- Él eligió al muchacho que pensó podría representar más peligro para él –dijo Dumbledore-. Y fíjate en esto Harry, él eligió, no al sangre limpia (que, según su creencia, es la única clase de mago digno de ser o conocer) sino que escogió al media sangre, como él. Él se vio reflejado en ti aun antes de siquiera haberte visto y marcándote con esa cicatriz, él no te mató, como pensaba hacerlo, sino que te dio poderes, y un futuro que te ha permitido escapar de él, no una vez, sino cuatro veces hasta ahora... algo que ni tus padres, ni los padres de Neville, pudieron lograr.
- ¿Pero entonces por qué lo hizo? –dijo Harry, que se sentía frío y adormecido-. ¿Por qué intento matarme cuando era un bebé? Debió haber esperado para ver quien resultaba más peligroso con el tiempo si Neville o yo y entonces tratar de matar a quien lo fuera...
- Ese habría sido, de hecho, el camino más práctico –dijo Dumbledore-. A menos que la información de Voldemort sobre la profecía estuviera incompleta. La posada de la Cabeza de Cerdo, que Sybill eligió por ser económica, siempre a atraído a una clientela, digamos, más interesante, que la de Las Tres Escobas. Como tu y tus amigos descubrieron a su pesar y yo al mío aquella noche, es un lugar donde nunca es seguro asumir que no estás siendo escuchado. Aunque por supuesto, yo no había imaginado, cuando me presente para entrevistar a Sybill Trelawney, que oiría algo digno de ser escuchado. Mi, más bien nuestro, golpe de buena suerte fue que el curioso fue detectado a tiempo y echado del lugar antes de que pudiera acabar de escuchar la profecía completa.
- ¿Así que él solo escuchó...?
- Él solamente oyó el principio, la parte que anunciaba el nacimiento en julio de un niño, de padres que hubieran burlado a Voldemort tres veces. Por lo tanto, él no pudo advertir a su maestro de que al atacarte podría correr el riesgo de transferirte poderes, y marcarte como su igual. Por eso Voldemort nunca supo que podría haber habido peligro en atacarte, y que habría sido más inteligente el esperar, para averiguar más. Él no sabía que tú tendrías el poder que el Señor Oscuro no conoce...
- ¡Pero no lo tengo! –dijo Harry con voz disminuida-. No tengo ningún poder que él no tenga, yo no puedo pelear de la manera como él lo hizo esta noche, no puedo poseer a la gente... o matarla...
- Hay una habitación en el Departamento de Misterios –le interrumpió Dumbledore-, que siempre se mantiene cerrada. Contiene una fuerza que es a la vez más maravillosa y más terrible que la muerte, que la inteligencia humana y que las fuerzas de la naturaleza. Es también, quizás, el más misterioso de los muchos temas de estudio que residen allí. Es la energía guardada en ese sitio, la que tú posees en tales cantidades y que Voldemort no tiene en absoluto. Esa energía te llevó a rescatar a Sirius esta noche. Esa energía también te salvó cuando fuiste poseído por Voldemort, porque él no podría soportar residir en un cuerpo lleno por completo de la fuerza que él detesta. Al final, no importó que no pudieras cerrar tu mente. Fue tu corazón el que te salvó.
Harry cerró los ojos. Si él no hubiera ido a rescatar a Sirius, él no habría muerto... Más para evitar el momento cuando en que tendría que pensar en Sirius otra vez, Harry preguntó, sin preocuparse mucho por la respuesta:
- El final de la profecía... era algo acerca de que... ninguno puede vivir...
-... mientras que el otro sobreviva –dijo Dumbledore.
- Así pues –dijo Harry, extrayendo las palabras de lo que se sentía como un profundo abismo de desesperación dentro de él-, ¿eso significa que... al final... uno de nosotros tiene que matar el otro?
- Sí –dijo Dumbledore.
Durante un largo tiempo, ninguno de los dos habló. En algún lugar más allá de las paredes de la oficina, Harry podía oír el sonido de voces, estudiantes que se dirigían abajo hacia el Gran Comedor quizás para un desayuno temprano. Le parecía imposible que pudiera haber gente en el mundo que todavía deseara comer, que riera, gente que no sabía ni le importaba que Sirius Black se hubiera ido para siempre. Sirius parecía encontrarse ya a un millón de millas; incluso ahora, una parte de Harry seguía creyendo que si él tan solo hubiera tirado de ese velo, él habría encontrado a Sirius mirándolo, saludándolo, quizás, con su risa como ladrido...
- Siento que te debo otra explicación, Harry –dijo Dumbledore vacilante-. Quizás, te hayas preguntado ¿el por qué nunca te elegí como Prefecto? Debo confesar... que pensé... que tú ya tenías demasiadas responsabilidades de las que preocuparte.
Harry lo miró y vio una lágrima deslizarse por el rostro de Dumbledore hasta su larga y plateada barba.

 

 

CAPÍTULO XXXVIII

EL COMIENZO DE LA SEGUNDA GUERRA

“ÉL QUE NO DEBE SER NOMBRADO REGRESÓ
“En un fugaz discurso en la noche del viernes, el Ministro de Magia, Cornelius Fudge confirmó que Él Que No Debe Ser Nombrado ha regresado a este país y está otra vez activo.
“Estoy con un gran arrepentimiento tanto que debo confirmar que el Mago que se hace llamar Lord –bueno, saben lo que quiero decir- está vivo, y entre nosotros otra vez,” dijo Fudge, cansado y aturdido como los periodistas a los cual se dirigía. “Lamentamos la rebelión en masa de los Dementores de Azkaban, quienes se muestran adversos a continuar como empleados del Ministerio. Creemos que los Dementores actualmente están tomando camino hacia el Lord...
“Incitamos a la población de Magos a permanecer alerta. El Ministerio actualmente está publicando guías básicas para la defensa personal y del hogar las cuales van a ser entregadas gratuitamente a todas las casa de Magos dentro del próximo mes.”
“Las declaraciones del Ministerio fueron tomadas con abatimiento y alerta por parte de la comunidad Mágica, que tan recientemente como el miércoles pasado recibieron las convicciones del Ministerio de que no había “ninguna verdad en los persistentes rumores de que Ya-Sabes-Quien está entre nosotros otra vez”.
“Los detalles de los eventos que se llevaron a cabo en el Ministerio todavía no son conocidos, aunque se cree que Él Que No Debe Ser Nombrado y un grupo de sus seguidores (conocidos como Mortifagos) ganaron la entrada al Ministerio de Magia en la tarde del jueves.
“Albus Dumbledore, el recientemente reintegrado director del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería renombrado miembro de la Confederación Internacional de Magos, y renombrado Jefe Warlock del Ministerio, ha estado hasta ahora sin pronunciar un comentario. Él ha insistido durante el último año que Ya-Sabes-Quien no está muerto, como se creía, sino que está reclutando una vez más a sus seguidores. Entre tanto, el “Muchacho que vivió”...”

- Aquí estás, Harry, yo sabía que ellos te iban a arrastrar de algún modo –dijo Hermione mirándolo desde la parte de arriba del papel.
Ellos estaban en la enfermería. Harry estaba sentado en el extremo de la cama de Ron, escuchando a Hermione que leía la página frontal de El Profeta del domingo. Ginny, cuyo tobillo había sido sanado inmediatamente por Madame Pomfrey, se acurrucó al pie de la cama de Hermione; Neville, cuya nariz había sido devuelta a su forma y tamaño normal, estaba en una silla entre las dos camas; y Luna, que pasó a visitarlos, agarrando fuertemente la ultima edición de El Sofista, estaba leyendo al revés y aparentemente sin aceptar ninguna palabra de lo que estaba diciendo Hermione.
- Él es el “Muchacho que vivió” otra vez, aunque, ¿no es él? –dijo Ron misteriosamente-. No más engaños apagados, ¿eh?
Él se dio el gusto de comer una Rana de Chocolate de la inmensa pila del escaparate del lado de la cama, le dio algunas a Harry, Ginny y Neville y rasgó el envoltorio con sus dientes. Todavía había heridas profundas en sus antebrazos dónde los tentáculos del cerebro lo habían envuelto. Según Madame Pomfrey, los pensamientos podrían quedar marcando profundamente que casi nada más, aunque desde que ella había empezado a aplicar las cantidades abundantes de la Unción Olvidadiza del Dr. Ubbly parecía mostrar algunas mejora.
- Sí, ellos son muy halagadores contigo ahora, Harry –dijo Hermione, explorando sin perderse ningún detalle del artículo-. “Una solitaria voz de la verdad... percibida casi desequilibrada, nunca vaciló en su historia... obligado a soportar el ridículo y la calumnia” Hmm –dijo ella frunciendo el ceño-. Noté que no mencionan que ellos están haciendo el ridículo y calumniando en El Profeta...
Hizo una mueca de dolor y puso su mano en las costillas. La maldición que Dolohov lanzó contra ella, aunque menos efectiva que si él podría haberla dicho más fuerte, que a pesar de todo ha causado, en las palabras de Madame Pomfey: “Es bastante el daño como para no continuar”. Hermione estaba considerando tomar diez tipos de pociones cada día, estaba mejorando rápidamente, y estaba aburrida de estar en la enfermería.
- “Ya-Sabes-Quien últimos movimientos”, página dos del periódico, “Lo que el Ministerio no debería haber contado”, página cinco, “Porque Nadie Escuchó a Albus Dumbledore”, páginas seis a ocho, “Entrevista exclusiva con Harry Potter”, página nueve... Bien –dijo Hermione doblando el periódico y tirándolo a un lado-. Esto ciertamente les está dando mucho de qué escribir. Y esta entrevista con Harry no es exclusiva, es la que salió hace unos meses en El Sofista...
- Mi papá se lo vendió –dijo Luna vagamente, dando vuelta una página de El Sofista-. Consiguió un precio muy bueno por ella, así nos vamos a ir a una expedición a Suecia este verano para ver si podemos capturar Crumple-Horned Snorkack.
Hermione pareció batallar con ella misma durante un momento, después dijo:
- Eso es encantador.
Ginny miró los ojos de Harry y corrió la mirada rápidamente, sonriendo tontamente.
- Así, de cualquier manera –dijo Hermione, sentándose un poco más recta y haciendo una mueca de dolor otra vez-, ¿qué está pasando en el Colegio?
- Bueno, Flitwick logró desaparecer el  pantano de Fred y George –dijo Ginny-, lo hizo en tres segundos, pero él dejó un minúsculo remiendo debajo de la ventana y en el piso...
- ¿Por qué? –dijo Hermione sobresaltada.
- Oh, él decía que era un muy buen pedazo de magia –dijo Ginny encogiéndose de hombros.
- Pienso que lo dejó como monumento a Fred y George –dijo Ron, con un bocado de chocolate-. Ellos me enviaron todas estas –le dijo a Harry, señalando la pequeña montaña de Ranas al lado de él-. Deben ir bien su negocio de bromas, ¿eh?
Hermione miró desaprobando y preguntó:
- ¿Han pasado todos los problemas ahora que volvió Dumbledore?
- Sí –dijo Neville-, cada cosa volvió a su normalidad.
- Supongo que Filch está contento, ¿o no? -preguntó Ron, mientras que sostenía una tarjeta de las Ranas de Chocolates exhibiendo a Dumbledore contra su jarra de agua.
- De ningún modo –dijo Ginny-. Realmente él es, muy miserable, realmente... –bajo su tono de voz casi a un susurro-. Se la pasaba diciendo que Umbridge era lo mejor que le había pasado a Hogwarts...
Los seis miraron alrededor. La profesara Umbridge estaba en la cama de enfrente mirando hacia el techo.
- Dumbledore ha caminado solo por el Bosque para rescatarla de los centauros; como ha hecho eso –como se ha librado la profesora Umbridge de los árboles sin un rasguño- nadie lo supo, y Umbridge por supuesto que no lo dijo. Desde su vuelta al Castillo ella no ha hablado, hasta el punto de que nadie sabe que ella haya pronunciado una palabra. Tampoco nadie sabía que estaba mal con ella. Su usualmente cabello limpio lucia un poco sucio y había pedacitos de ramas y hojas en él. Pero a pesar de eso ella parecía completamente ilesa.
- Madame Pomfey dijo que estaba en shock –susurró Hermione.
- Más le gusta estar de mal humor –dijo Ginny.
- Sí, ella muestra señales de vida si se hace esto –dijo Ron, y con su lengua hizo un sonido suave de clip-clop. Umbridge de repente se sentó recta, mirando alrededor ferozmente.
- ¿Sucede algo, profesora? –llamó Madame Pomfey, asomando la cabeza a través de la puerta de su oficina.
- No... no... –dijo Umbridge, hundiéndose en su almohada-. No, debo haber estado soñando...
Hermione y Ginny amortiguaron sus risas con sus ropas de cama.
- Hablando de centauros –dijo Hermione, cuando se recuperó un poco-, ¿quién va a ser el profesor de Adivinación ahora? ¿Se quedará Firenze?
- Él consiguió que –dijo Harry- los otros centauros no lo tomaran por detrás, ¿ellos tenían la intención?
- Parece que él y Trelawney enseñarán juntos –dijo Ginny.
- Apuesto que Dumbledore se deshizo de Trelawney para siempre –dijo Ron, comiéndose su catorceava Rana-. Escuchen, si me preguntan a mí el tema me parece una estupidez, y Firenze no me parece que lo haga mejor...
- ¿Cómo podes decir esto –demandó Hermione- después que averiguamos que hay profecías reales?
El corazón de Harry empezó a galopar. No le había contado a Ron, Hermione o cualquier otro de que se trataba la profecía. Neville les había contado que se había quebrado cuando Harry lo empujó hacia la Cámara de la Muerte.
- Lástima que lo rompió –dijo Hermione tranquilamente, agitando su cabeza.
- Sí, lo es –dijo Ron-. Por lo menos todavía Tu-Sabes-Quien nunca va a saber qué es lo que había adentro... ¿Adónde vas? -agregó, mirando los dos sorprendidos y decepcionados con Harry que se ponía de pie.
- A ver a  Hagrid –dijo Harry-. Tú sabes, él está de vuelta y yo le prometí que bajaría para verlo y contarle como están ustedes.
- Oh, bien entonces –dijo Ron gruñendo, mirando fuera de la ventana el brillante cielo azul de más allá-. Deseo que pueda venir.
- ¡Salúdalo de nuestra parte! –llamó Hermione, que Harry procedía a salir hacia abajo-. ¡Y pregúntale que está pasando con... con su pequeño amigo!
Harry movió su mano para demostrar que había escuchado y hacerles entender que había dejado el dormitorio.
El Castillo parecía muy calmo a pesar de ser domingo. Todos estaban fuera bajo el sol, disfrutando el final de los exámenes y la perspectiva de los últimos días del periodo libre antes de recibir las calificaciones. Harry caminó despacio por el solitario corredor, mirando por las ventanas mientras caminaba; podía ver personas paseando por el aire en el campo de Quidditch y un grupo de estudiantes nadando en el lago, acompañados del calamar gigante.
Estaba encontrando difícil decidir si quería estar con las personas o no; cuando estaba acompañado quería estar solo, y cuando estaba solo quería estar acompañado. Él pensó que realmente podría ir y visitar a Hagrid, él no había hablado con Hagrid desde que había vuelto.
Harry había descendido el último escalón de mármol que conducía al Hall de Entrada cuando Malfoy, Crabble y Goyle surgieron de una puerta de la derecha que Harry conocía que conducía a la Sala Común de Slytherin. Harry se detuvo completamente, cuando Malfoy y los otros surgieron. Los únicos sonido que habían eran gritos, risas y chapoteos que flotaban en el Hall desde el campo, a través de la puerta principal que estaba abierta.
Malfoy miro alrededor, Harry sabía que estaba mirando en busca de profesores, después miró a Harry y le dijo en voz baja:
- Estás muerto, Potter.
Harry levantó sus cejas.
- Divertido –dijo él-, pensaste que yo iba a dejar de dar una vuelta.
Malfoy lucía furioso como Harry nunca lo había visto; él sentía un tipo de satisfacción aislada a la vista de su cara pálida, puntiaguda, torcida por la rabia.
- Me las vas a pagar –dijo Malfoy, con su vos un poco más fuerte que un susurro-. Yo te lo voy a hacer pagar por lo que le has hecho a mi padre...
- Bueno, estoy aterrado –dijo Harry sarcásticamente-. Yo supongo que enfrentarse a Lord Voldemort es un calentamiento comparado con ustedes tres... ¿Qué pasa? –agregó, por Malfoy, Crabble y Goyle todos lucían impresionados por el sonido del nombre-. Es un compañero de tu padre, ¿no lo es? No te asustas de él, ¿o sí?
- Piensas que eres un gran hombre, Potter –dijo Malfoy, ahora adelantándose, Crabble y Goyle le flanqueaban-. Espera. Te tengo. Tú no puedes meter a mi padre en prisión...
- Yo creía que ya estaba ahí –dijo Harry.
- Los Dementores han dejado Azkaban –dijo Malfoy con tranquilidad-. Mi papá y los otros se pueden escapar en cualquier momento...
- Sí, yo creía que lo harían –dijo Harry-. Por lo menos sabemos que contemplativos son ellos ahora...
La mano de Malfoy voló hacia su varita, pero Harry fue más rápido que él; sacó su varita antes de que Malfoy halla puesto sus dedos en el bolsillo de su túnica.
- ¡Potter!
La voz corría a través del Hall de Entrada. Snape surgió de la escalera que se dirige abajo, a su oficina y Harry al verlo sintió una corriente de odio más de lo que sentía por Malfoy... todo lo que le dijo a Dumbledore, que él no lo iba a perdonar a Snape... nunca...
- ¿Qué estás haciendo, Potter? –dijo Snape, tan fríamente como siempre, cuando estuvo cerca de los cuatro.
- Estaba tratando de decidir qué maldición usar contra Malfoy, señor –dijo Harry ferozmente.
Snape lo miró fijamente.
- Guarda esa varita de una vez –dijo bruscamente-. Diez puntos menos para Gryff... -Snape miró hacia el enorme reloj de arena en la pared y sonrió burlonamente-. Ah, no hay más puntos en el reloj de Gryffindor para sacar. En ese caso, Potter, tendremos que...
- Agregué algunos.
La profesora McGonagall había pisado fuertemente la piedra, del escalón dentro del Castillo; estaba cargando un bolso de viaje de tartán en una mano y recostada pesadamente en un bastón de viaje en la otra, pero por otro lado parecía bastante bien.
- ¡Profesora McGonagall! -dijo Snape, caminando hacia delante-. ¡Fuera de San Mungo, ya veo!
- Sí, profesor Snape –dijo la profesora McGonagall encogiéndose de hombros debajo de su capa de viaje-. Estoy tan bien como nueva. Ustedes dos... Crabble... Goyle...
Les hizo señas de que vallan imperiosamente y ellos fueron, arrastrando sus grandes pies y pareciendo torpes.
- Aquí –dijo la profesora McGonagall, tirándole su bolso de viaje al pecho de Crabble y su capa al de Goyle-, lleven esto a mi oficina por mí.
Ellos se volvieron y desafiaron desde arriba de la escalera de mármol.
- Corrija entonces –dijo la profesora McGonagall, mirando el reloj de arena en la pared-. ¡Yo creo que Potter y sus amigos deben ganar cincuenta puntos por cada uno por alertar al mundo de la vuelta de Tu-Ya-Sabes-Quien! ¿Qué dice usted, profesor Snape?
- ¿Qué? –dijo Snape sobresaltado, aunque Harry sabía que él había escuchado perfectamente-. Oh... Bueno... Yo supongo...
- De esta manera, estos cincuenta por cada uno, por Potter, los dos Weasley, Longbottom y la señorita Granger –dijo la profesora McGonagall, y una lluvia de rubíes cayó dentro del fondo del reloj de arena de Gryffindor mientras ella hablaba-. Oh... y cincuenta para la señorita Lovegood, supongo –agregó, y unos zafiros cayeron en el reloj de Ravenclaw-. Ahora usted puede quitarle los diez puntos a Potter, yo pienso, profesor Snape... así estamos...
Unos poco rubíes se retiraron a la parte superior del reloj de arena, dejando una respetable cantidad debajo.
- Bueno, Potter, Malfoy ustedes deben estar afuera en un glorioso día como este –continuó vivamente la profesora McGonagall.
Harry no necesitó que se lo digan dos veces, colocó su varita dentro de su túnica y se dirigió en línea recta hacia la puerta principal sin otra mirada a Snape y Malfoy.
El caliente sol le golpeaba mientras caminaba a través del césped hacia la cabaña de Hagrid. Los estudiantes yacían alrededor sobre el pasto tomando sol, hablando, leyendo El Profeta del Domingo, y comiendo golosinas, mirándolo mientras pasaba; algunos lo llamaban, otros agitaban las manos, claramente ansiosos para mostrarse, como El Profeta, habían decidido que él era algo parecido a un héroe. Harry no le dijo nada a ninguno. Él no tenía idea de lo que ellos sabían de lo que había pasado hace tres días, pero él había evitado ser cuestionado y prefería dejar las cosas de esta manera.
Cuando golpeó la puerta de la cabaña de Hagrid penso que él podía estar fuera, pero después Fang vino corriendo alrededor de la esquina y casi lo tira del entusiasmo de su bienvenida, Hagrid, estaba transpirando, estaba recogiendo frijoles de su jardín trasero.
- ¡Todo bien, Harry! –dijo él, mientras Harry se acercaba al cerco-. Entra, entra, podemos tomar una taza de café... ¿Cómo son las cosas? –le preguntó Hagrid, cuando se sentaron en la mesa con una taza de café-. Bueno... er... yo creo que todo está bien ahora, si, ¿supongo no?
Harry supo de la mirada de Hagrid que el no se refería al bienestar físico.
- Estoy bien –dijo Harry rápidamente, porque no quería soportar la discusión de las cosas que él supo que estaban en el pensamiento de Hagrid-. ¿Dónde has estado?
- Escondido fuera, en las montañas –dijo Hagrid-. Arriba en una cueva, como Sirius hizo cuando él...
Hagrid dejó de hablar, se aclaró la garganta, miró a Harry y tomó un largo trago de café.
- Sin embargo, volviendo atrás –dijo débilmente.
- Tú... Tú te ves mejor –dijo Harry, que determinó dejar de lado la conversación de Sirius.
- ¿Qué? –dijo Hagrid, levantando su maciza mano y sintiendo su cara-. Oh.. oh sí, bueno, la carga de Grawpy se comportan bien ahora.  Él parece estar complacido ahora que he vuelto, creo que dice la verdad. Él es un buen muchacho en realidad... yo estuve pensando en encontarle alguna amiga, sabes para él...
Harry normalmente habría persuadido a Hagrid que no siguiera con esa idea, la perspectiva de que una segunda gigante ocupara la residencia del Bosque, posiblemente más salvaje y brutal que Grawp, era absolutamente alarmante, pero Harry no tenía las energías suficientes para discutir este punto. Estaba sintiendo el deseo de estar solo otra vez, y con la idea de acelerar la partida de allí, tomó varios tragos largos de su café de su taza media vacía.
- Todos conocen la verdad ahora, Harry –dijo Hagrid suave e inesperadamente. Él vigilaba a Harry estrechamente-, ¿vas a estar mejor?
Harry se encogió de hombros.
- Mira... –Hagrid se acercó a él a través de la mesa-, supe que Sirius murió en batalla, esa hubiera sido la manera en la que él hubiera querido irse.
- Él no quería ir en absoluto –dijo Harry enojado.
Hagrid inclinó su peluda cabeza.
- No, yo no contaba con que él lo hiciera –dijo tranquilamente-. Él nunca se sintió a gusto sentado en casa mientras otras personas luchaban, no hubiera podido vivir consigo mismo sin ayudar...
Harry se puso de pie.
- Yo tengo que ir a la enfermería a ver a Hermione y Ron –dijo él mecánicamente.
- Oh –dijo Hagrid, mirándolo contrariadamente-. Oh... todo bien... bueno, Harry... ve con cuidado entonces... y no dejes de vigilar tus espaldas...
- Sí, todo bien –dijo Harry.
Harry se dirigió hacia la puerta todo lo rápido que pudo y la empujó para abrirla; estaba afuera ante la luz del sol otra vez antes de que Hagrid terminara de decir adiós, caminado a través del campo. Otra vez, las personas lo llamaban cuando pasaba. Cerró sus ojos por un momento, deseando que desaparecieran, pudiendo abrir sus ojos y que este solo caminado por el campo...
Unos días atrás, antes de que sus exámenes hayan terminado y que la visión de Voldemort de se haya plantado en su pensamiento, él le hubiera dado al mundo de los magos todo para que sepan que estaba diciendo la verdad, para que crean que Voldemort estaba de vuelta, y que él no era un loco mentiroso. Sin embargo...
Caminó un corto camino alrededor del lago, se sentó en la orilla, protegido de las miradas de los que pasaban detrás del enredo de los arbustos, clavó sus ojos en el agua brillante, pensando...
Quizá la razón por la que quería estar solo era que se sentía aislado de todo el mundo desde la charla con Dumbledore. Una barrera invisible lo separaba del resto del mundo. Él es... siempre ha sido... una persona conocida. Simplemente él nunca había entendido lo que eso realmente significaba.
Todavía sentado en la orilla del lago, con el terrible pesar que arrastraba, con la perdida de Sirius tan cruda y fría dentro de él, no mostró ningún gran sentimiento de miedo. Estaba soleado, y los campos alrededor estaban llenos de personas riendo, y aun cuando él se sentía como distante de ellos como si perteneciera a otra raza, era difícil de creer como se sentaba allí como su vida debía comprender, o terminarla, el asesinato...
Se sentó allí por un largo tiempo, mirando fijamente fuera del agua, tratando de no pensar en su padrino o recordar que él estaba enfrente de aquí, en la orilla opuesta, que Sirius ha colapsado por defenderse de cientos de Dementores...
El sol se ha ocultado antes de que se diera cuenta que tenía frío. Se levantó y volvió al Castillo, secándose la cara mientras caminaba.

***

Ron y Hermione dejaron la enfermería completamente curados tres días antes de que termine el periodo. Hermione mantenía señales de querer hablar de Sirius, pero Ron trataba de silenciar cada vez que ella lo nombraba. Todavía Harry no estaba seguro si quería o no hablar de su padrino, el deseo cambiaba con su estado de ánimo. Él sabía una cosa, lo infeliz que se sentía en ese momento, extrañaría mucho a Hogwarts durante el tiempo que estaría en el número cuatro de Privet Drive. Aunque él ahora sabía porqué tenía que volver todos los veranos allí, no se sentía muy bien por eso. Ciertamente no temería más su regreso.
La profesora Umbridge dejó Hogwarts un día antes de que terminara el año escolar. Parecía que se había arrastrado fuera de la enfermería durante la hora de la cena, evidentemente sin querer ser detectada, pero desafortunadamente para ella, se encontró con Peeves en el camino, quien no desperdició la oportunidad de cumplir con las instrucciones de Fred, y la persiguió alegremente golpeándola alternativamente con un bastón y un calcetín lleno de tiza. Algunos estudiantes corrieron hacia el Hall de entrada para verla escaparse por el pasillo y los Prefectos de las Casas lo único que trataron con poco entusiasmo fue de retenerlos. De hecho, la profesora McGonagall se hundió más en su silla en la mesa principal después de una leve protesta y fue oído a expresar la pena que ella no podía correr a ayudar a Umbridge, porque Peeves había tomado prestado su bastón de caminar.
Su última tarde en la escuela llegó, muchas personas habían terminado de empacar y ya estaban bajando hacia el banquete de fin de año escolar, pero Harry ni siquiera había empezado.
- ¡Hazlo mañana! –dijo Ron, que estaba esperando cerca de la puerta del dormitorio-. Vamos, que me muero de hambre.
- No tardaré... adelántate...
Pero cuando la puerta del dormitorio se cerró Harry no hizo ningún esfuerzo para apurarse a empacar. La última cosa que querría hacer era participar del banquete. Estaba preocupado que Dumbledore lo iba a nombrar en su discurso. Estaba seguro que iba a nombrar el regreso de Voldemort; había hablado de eso durante el último año, después de todo...
Harry tiró algunas túnicas arrugadas del fondo de su baúl fuera de él, para hacer lugar a unas dobladas, cuando hizo esto, vio un paquete mal envuelto en una de las esquinas. Él no sabía lo que había dentro, se inclinó para agarrarlo, estaba debajo de sus pantalones y lo examinó.
Comprendería lo que había dentro en unos segundos. Sirius se lo había dado dentro de la puerta principal del número doce de Grimmauld Place. “Úsalo cuando me necesites, ¿OK?”
Harry se hundió en su cama y desenvolvió el paquete. Un pequeño espejo cuadrado. Era viejo, y estaba un poco sucio. Harry lo sostuvo frente a su cara y vio su reflejo que lo miraba.
Dio vuelta el espejo. En la parte de atrás del espejo había una nota garabateada por Sirius.

”Este es un espejo de doble sentido, yo tengo el otro del par. Cuando necesites hablarme, da mi nombre en él; aparecerás en mi espejo y podremos hablar. James y yo lo usábamos para hablar cuando estábamos separados en detención.”

El corazón de Harry comenzó a correr. Él recordaba a sus padres muertos en el Espejo de Erised cuatro años atrás. Iba a poder hablar con Sirius otra vez, ahora mismo, él lo conoció...
Miro alrededor para ver si había alguien ahí; el dormitorio estaba vacío. Volvió hacia el espejo, lo levantó hacia su cara con sus manos temblorosas y dijo, en voz alta y clara:
- Sirius.
Su respiración empañó la superficie del vidrio. Lo sujetó más cerca, la excitación lo invadió, pero los ojos que parpadearon a través de la niebla eran los suyos.
Limpió el espejo y dijo, a fin de que cada sílaba sonara claramente a través de la habitación:
- ¡Sirius Black!
No pasó nada. La cara de frustración que le devolvía la mirada era la suya...
- Sirius no tenía su espejo cuando cruzó el arco –dijo una voz en la cabeza de Harry. Por eso a pesar del alboroto no servía de nada. Harry se quedó tranquilo por un momento, luego arrojó el espejo al baúl, donde se estrelló. Él estaba convencido, por todo, un brillante minuto, que iba a ver y hablar con Sirius otra vez...
La desilusión le quemaba la garganta, se levantó y comenzó a arrojar dentro del baúl las cosas encima del espejo roto...
Pero después una idea le golpeó... una idea mucho mejor que un espejo... una idea más grande, una idea más importante... porque nunca antes lo había pensado... ¿Por qué nunca lo había preguntado?
Corrió a toda velocidad fuera del dormitorio bajando la escalera en espiral, golpeándose contra la pared mientras corría, apenas lo notó, se lanzó a través de la Sala Común vacía, a través del hueco del retrato, ignorando a la Dama Gorda, diciéndole después que paso:
- ¡La fiesta esta a punto de comenzar, tú sabes, estas quebrantando las reglas!
Pero Harry no tenía intenciones de ir a la fiesta.
- Como puede ser que este lugar este lleno de fantasmas cuando uno no los necesita, y ahora no...
Corrió abajo la escalera y derecho del corredor y no encontró a nadie ni vivo ni muerto. Estaban todos en el Gran Salón. Se detuvo fuera de su aula de Encantamientos, anhelando y pensando desconsoladamente que debía esperar a que termine la fiesta...
Pero cuando había perdido toda esperanza, lo vio... una figura translúcida flotando a través del corredor.
- Hey... ¡Hey, Nick! ¡NICK!
El fantasma sacó su cabeza a través de la pared, revelando su extravagante sombrero de plumas y tambaleando la cabeza de Sir Nicholas de Mimsy-Porpington.
- Buenas tardes –dijo, retirando el resto del cuerpo de la pared sólida de piedra y sonriéndole a Harry-. ¿No soy el único que está llegando tarde? –suspiró. Por supuesto en un sentido diferente...
- ¿Nick, te puedo preguntar algo?
Una expresión peculiar apareció en la cara de Nick Casi Decapitado cuando él insertó un dedo en el tieso collar en su cuello y jaló recto, aparentemente para darle tiempo para pensar. Desistió cuando parcialmente su cuello pareció estar en su lugar completamente.
- Er... ¿ahora, Harry? –dijo Nick perplejo-. ¿Puede esperar hasta después de la fiesta?
- No, Nick, por favor –dijo Harry-. De verdad tengo que hablar contigo, ¿puede ser aquí?
Harry abrió la puerta del aula más cercana y Nick Casi Decapitado suspiró.
- Oh, muy bien –dijo resignado-. No puedo fingir, no lo he estado esperando.
Harry estaba sujetando la puerta para él, pero él atravesó la pared.
- ¿Esperando qué? –dijo Harry cuando cerraba la puerta.
- A ti, que me encontraras –dijo Nick, ahora deslizándose por la ventana y mirando afuera hacia los campos oscuros-. Pasa a veces... cuando uno sufre... una perdida.
- Bien –dijo Harry sin querer ser desviado-. Estás en lo correcto. Yo... yo vine para encontrarte.
Nick no dijo nada.
- Esta... –dijo Harry, que estaba encontrando más complicado que lo que había previsto-. Está usted muerto. Pero está aquí, ¿o no?
Nick suspiró y siguió contemplando el campo.
- Estoy en lo correcto, ¿o no? –lo apuró-. Estás muerto, pero estoy hablando contigo... puedes caminar alrededor de Hogwarts y todo, ¿o no?
- Sí –dijo Nick Casi Decapitado tranquilamente-, puedo caminar y hablar, sí.
- Has regresado, ¿o no? –dijo Harry con urgencia-. Las personas pueden volver, ¿correcto? Como fantasmas. No tienen que desaparecer completamente. ¿Bien? –agregó impacientemente, mientras Nick continuaba sin decir nada.
Nick Casi Decapitado vaciló, y luego dijo:
- No todos pueden volver como fantasmas.
- ¿Qué quieres decir? –dijo Harry rápidamente.
- Solo... solo los magos.
- Oh –dijo Harry riendo con alivio-. Bien, no hay problema, la persona de la cual estoy hablando es un mago. Entonces él puede volver, ¿OK?
Nick se alejó de la ventana y miró a Harry tristemente.
- Él no quiere volver.
- ¿Quién?
- Sirius Black –dijo Nick.
- ¡Pero usted lo hizo! –dijo Harry enojado-. Usted volvió... usted esta muerto pero no desapareció...
- Los magos pueden dejar una impresión de ellos mismos en la tierra, para caminar en pena donde su ego alguna vez estuvo –dijo Nick miserablemente-. Pero muy pocos magos eligen ese remedio.
- ¿Por qué? –dijo Harry-. De cualquier forma, eso no es problema, Sirius no se fijara que es inusual, él tiene que volver, ¡yo sé que él quiere!
Así más fuerte era su creencia, Harry dio vuelta su cabeza para examinar la puerta, por un segundo, que Sirius iba a venir, blanco perlado y transparente pero brillante, atravesando la puerta hacia él.
- Él no va a volver –repitió Nick-, él debe... continuar.
- ¿Qué quieres decir “continuar”? –dijo Harry rápidamente-, ¿Continuar adónde? Escucha... ¿qué pasó cuando tú te moriste? ¿Adónde fuiste? ¿Por qué no todos vuelven? ¿Pero este lugar no está lleno de fantasmas? ¿Por qué...?
- Yo no te puedo responder –dijo Nick.
- Tú estás muerto, ¿o no? –dijo Harry exasperado-. ¿Quién me puede responder mejor que tú?
- Yo tenía miedo de la muerte –dijo Nick despacio-. Yo elegí quedarme. Me maravillaba de lo que debía tener... bien, pero esto no viene al caso... de hecho, yo no estoy ni aquí ni allí... –dijo Nick con una pequeña y triste risa-. Yo no conozco nada del misterio de la muerte, porque yo escogí mi débil imitación de mi vida en lugar de eso. Yo creo que los magos entendidos están en el Departamento de Misterios...
- ¡No me hables de ese lugar! –dijo Harry ferozmente.
- Lamento no servir de más ayuda –dijo Nick gentilmente-. Bien... bien, si me disculpas... la fiesta, tú sabes...
Abandonó la habitación, dejando a Harry solo, mirando inexpresivamente la pared en que Nick había desaparecido.
Harry se sentía casi como si hubiera perdido a su padrino otra vez y perdiendo toda esperanza de volver a verlo y hablarle una vez más. Caminó despacio y miserablemente por el Castillo vacío, preguntándose si él pudiese sentirse feliz otra vez.
Harry había pasado la esquina hacia la Dama Gorda cuando vio a alguien delante amarrando una nota en el tablero de la pared. Una segunda mirada le mostró que era Luna. No había un buen lugar para ocultarse cerca, ella había saltado cuando escuchó sus pasos, y en todo caso, Harry no tenía energías para evitar a alguien.
- Hola –dijo Luna vagamente, echándole una mirada cuando renunció a la noticia.
- ¿Cómo es que no estás en la fiesta? –preguntó Harry.
- Bueno, he perdido la mayoría de mis posesiones –dijo Luna serenamente-. Las personas las toman y las esconden, tú sabes. Pero ésta es la última noche, y realmente que las necesito devuelta, así que he estado poniendo carteles.
Ella señaló hacia el tablero, sobre él, completamente segura, que había clavado una lista con todos sus libros y ropas perdidas, suplicando que les sean devueltas.
Un extraño sentimiento se despertó en Harry, una emoción diferente al enojo y la pena que sentía desde la muerte de Sirius. Unos momentos antes se había dado cuanta que estaba apenado por Luna.
- ¿Cómo las persona vienen a esconder tus cosas? –le preguntó frunciendo el ceño.
- Oh... bien... –dijo encogiéndose de hombros-. Yo creo que piensan que soy un poco extraña, tú sabes. Algunos me llaman “Chiflada” Lovegood.
Harry la miraba y el sentimiento de pena se intensificaba dolorosamente.
- Esa no es razón para sacarte las cosas –dijo rotundamente-. ¿Quieres que te ayude a encontrarlas?
- Oh, no –dijo sonriéndole-. Tienen que regresar, siempre lo hacen al final. Simplemente quería empacar esta noche. De todas formas... ¿Por qué no estás en la fiesta?
Harry se encogió de hombros.
- No me sentía como para ir.
- No –dijo Luna, observándolo con sus ojos extrañamente nublados, y protuberantes ojos-. Yo no creo que fuera por eso. El hombre que mataron los Mortifagos era tu padrino, ¿o no lo era? Me dijo Ginny.
Harry cabeceó bruscamente, pero encontró que no le molestaba hablar de Sirius con Luna. Él recordó que ella también podía ver a los caballos dragones.
- Tienes... –él comenzó-. Quiero decir, quién... ¿tienes algún conocido que haya muerto?
- Sí –dijo ella simplemente-, mi madre, ella era una bruja extraordinaria, tú sabes, pero a ella le gustaba experimentar y uno de sus hechizos un día se volvió un poco mal. Yo tenía nueve años.
- Lo siento –Harry masculló.
- Sí, fue muy horrible –dijo Luna-. A veces me siento muy triste por ello. Pero tengo a mi papá. Y, sin embargo, no es como si no fuera a ver a mi madre nunca más.
- Er... ¿no lo es? –dijo Harry desconcertado.
Ella sacudió su cabeza con incredulidad.
- Oh, vamos. Tú lo has escuchado, detrás del velo, ¿o no?
- Quieres decir...
- En la habitación con la puerta con forma de arco. Ellos están acechando fuera de vista. Tú los has escuchado.
Se miraron. Luna estaba riendo levemente. Harry no sabía qué decir, o qué pensar; Luna creía en cosas extraordinarias... estaba seguro que había oído las voces detrás del velo, también.
- ¿Estás segura que no necesitas ayuda para encontrar tus cosas? –dijo él.
- Oh, no –dijo Luna-. Pienso que iré abajo y comeré algún budín y esperare a que vuelvan... al fin y al cabo al final lo hacen... bien, ten buenas vacaciones, Harry.
- Sí... sí, tú también.
Ella se alejó de él, y cuando la miró irse, notó que el peso en su estómago parecía haber disminuido ligeramente.

***

El viaje a casa en el Expreso de Hogwarts del próximo día era importante de varias maneras. En primer lugar, Malfoy, Crabble y Goyle, quienes habían estado esperando toda la semana para poder pegarle sin ningún profesor de testigo, intentaron emboscar a Harry a medio camino atrás en el tren cuando él salió para dirigirse al baño. El ataque hubiera tenido efecto sino hubiese sido por el hecho que ellos inconscientemente escogieron lanzar el ataque fuera del compartimento de los miembros de ED, vieron que estaba pasando a través del vidrio y se levantaron para ayudar a Harry. Cuando Ernie Macmillan, Hannah Abbott, Susan Bones, Justin Finch-Fletchley, Anthony Goldstein y Terry Boot, habían terminado de lanzar la gran variedad de hechizos y maldiciones que Harry les había enseñado, Malfoy, Crabble y Goyle se parecían a nada más que tres animales lentos, apretados en el uniforme. Así Harry, Ernie y Justin los dejaron en los estantes para el equipaje para que escurran.
- Debo decir, que espero ver la cara de la madre de Malfoy cuando él baje del tren –dijo Ernie con satisfacción, cuando Malfoy se retorcía encima de él. Ernie nunca superó la indignidad de Malfoy cuando le sacaban puntos a Hufflepuff durante su breve hechizo como miembro de la Escuadra Inquisitorial.
- La madre de Goyle va a estar encantada –dijo Ron, que había venido a investigar la fuente del alboroto-. Él carga con una imagen mejor ahora... de cualquier forma, Harry, el carro de comida ha parado si tú quieres algo...
Harry les agradeció y fue con Ron a su compartimento, donde compraron una gran pila de torta con forma de caldero y pastel de calabaza. Hermione estaba leyendo el Diario El Profeta otra vez, Ginny estaba haciendo un cuestionario en El Sofista y Neville estaba acariciando su Mimbulus mimbletonia, que ha crecido un gran tanto durante el año y ahora haciendo extraños ruidos cuando se lo tocaba.
Harry y Ron pasaron el tiempo jugando al ajedrez mágico mientras que Hermione leía en voz alta recortes de El Profeta. Estaba lleno de artículos de cómo repeler a los Dementores, intentos del Ministerio para localizar a los Mortífagos y cartas histéricas reclamando que los escritores habían visto a Lord Voldemort caminando más allá de su casa cada mañana...
- Realmente no han comenzado todavía –suspiró Hermione tenebrosamente, doblando el periódico otra vez-. Pero no van a tardar.
- Hey, Harry –dijo Ron despacio, cabeceando hacia la ventana delante del corredor.
Harry miró alrededor. Cho estaba pasando, acompañada de Marieta Edgecombe, que estaba vistiendo una balaclava. Sus ojos y los de Cho se encontraron por un momento. Cho se sonrojó y siguió caminando. Harry volvió a mirar el tablero de ajedrez a tiempo de ver como uno de sus peones era sacado de su cuadrado por el caballero de Ron.
- ¿Qué... er... pasa entre ella y tú? –preguntó Ron tranquilamente.
- Nada –dijo Harry con sinceridad.
- Yo... er... escuché que estaba saliendo con alguien más –dijo Hermione tentativamente.
Harry se sorprendió que esta noticia no le hiriera en absoluto. Cho parecía pertenecer a un pasado no muy lejano pero que ya no se relacionaba con él, tanto que él había querido antes de la muerte de Sirius en esos días se sentía de esa manera... la semana que había transcurrido desde la última vez que vio a Sirius parecía haber durado mucho, se expandió por dos universos, uno con Sirius, y el otro sin él.
- Tú estás bien fuera de eso, jaque –dijo Ron enérgicamente-. Quiero decir, ella es muy linda y todo eso, pero tú quieres a alguien un poco más alegre.
- Probablemente ella sea bastante más alegre con algún otro –dijo Harry encogiéndose de hombros.
- ¿Con quién está ella ahora? –le preguntó Ron a Hermione, pero respondió Ginny.
- Michael Corner –dijo ella.
- Michael... pero... –dijo Ron, estirando el cuello para decirle a ella-, ¡pero tú estabas saliendo con él!
- No más –dijo Ginny resueltamente-. No le gustaba que Gryffindor alentaba a Ravenclaw en el Quidditch, y se puso muy malhumorado, cuando yo lo abandoné se fue a confrontar a Cho.
Se rascó distraídamente la nariz con el extremo de su pluma, se volvió a El Sofista dado vuelta y comenzó a marcar sus respuestas. Ron parecía muy contento.
- Bien, yo siempre pensé que era un poco idiota –dijo él, dándole un golpecito a su reina enviándola hacia la torre tambaleante de Harry-. Mejor para ti. Escoge a alguien... mejor... la próxima vez.
Le echó a Harry una mirada raramente furtiva y dijo.
- Bien, yo elegí a Dean Thomas, ¿tú dices que es bueno? –preguntó Ginny vagamente.
- ¿QUÉ? -gritó Ron, tirando el tablero de ajedrez: Crookshanks se zambulló luego de las piezas y Hedwing y Pidwidgeon se pusieron nerviosos y ulularon coléricamente desde lo alto.
El tren aminoró la marcha mientras se acercaba a King’s Cross, Harry pensó que nunca hubiera querido irse. Incluso se preguntó rápidamente qué pasaría si se negaba a bajar, paro quedarse tercamente sentado allí hasta el primero de Septiembre, cuando volviese a Hogwarts. Cuando finalmente resopló congelado, él bajó la jaula de Hedwing y se preparó para arrastrar su baúl del tren como de costumbre.
Cuando el inspector les señaló a Harry, Ron y Hermione que ya era seguro pasar a través de la barrera mágica entre la plataforma nueve y diez, no obstante, él encontró una sorpresa que lo estaban esperando del otro lado: un grupo de personas que estaban parados allí para saludarlo, él no los esperaba.
Allí estaba Ojo-Loco Moody, luciendo un poco siniestro con su sombrero hongo puesto sobre su ojo mágico como habría hecho sin él, sus manos nudosas sujetaban un largo bastón, su cuerpo estaba envuelto en una voluminosa capa de viaje. Tonks estaba junto a él, su deslumbrante cabello rosa chicle brillaba con la luz del sol que se filtraba a través del sucio vidrio del techo de la estación, vestía un jeans remendado y una remera púrpura brillante que tenía la inscripción “Las Hermanas Anormales”. Al lado de Tonks estaba Lupin, su cara pálida, su cabello gris, un largo y deshilachado impermeable cubría un raído polerón y pantalones. Al frente del grupo estaban el Señor y la Señora Weasley, vestidos con sus ropas muggles, y Fred y George, quienes estaban vestidos los dos con chaquetas nuevas de marca en el mismo colorido verde, de material escamoso.
- ¡Ron, Ginny! –llamó la Sra. Weasley, yendo hacia delante abrazó a sus hijos fuertemente-. Oh, y Harry querido... ¿cómo has estado?
- Bien –mintió Harry, cuando lo jaló en un fuerte abrazo. Sobre el hombro de ella podía ver a Ron mirando con ojos saltones las ropas nuevas de los mellizos.
- ¿Qué se supone que es? –preguntó señalando sus chaquetas.
- Piel de dragón de la más fina, pequeño hermano –dijo Fred, dándole a su cierre un pequeño pellizco-. El negocio esta en pleno auge y nosotros pensamos que nos podíamos hacer un regalo.
- Hola, Harry –dijo Lupin, cuando la señora Weasley dejó ir a Harry y se volvió a saludar a Hermione.
- Hola –dijo Harry-. No me lo esperaba... ¿qué están haciendo todos aquí?
- Bien –dijo Lupin con una leve sonrisa-, nosotros pensamos que podíamos tener una pequeña charla con tu tía y con tu tío antes de permitirles llevarte a casa.
- No sé si es una buena idea –dijo Harry de una vez.
- Oh, yo creo que sí es –gruñó Moody, que había cojeado un poco más cerca-, ¿ésos son ellos, Potter?
Él señaló con su pulgar encima de su hombro, su ojo mágico evidentemente estaba mirando a través de la parte de atrás de su cabeza y del sombrero hongo. Harry se inclinó una pulgada a la izquierda para ver donde estaba señalando Ojo-Loco, completamente seguro, eran los tres Dursley, quienes estaban absolutamente aterrados con la comitiva de Harry.
- ¡Ah, Harry! –dijo el Sr. Weasley, volviéndose de los padres de Hermione, que había saludado calurosamente, y que ahora se vuelve a abrazar a Hermione-. Bien... nosotros lo haremos.
- Sí, con eso contaba –dijo Moody.
Él y el Sr. Weasley tomaron la iniciativa a través de la estación hacia los Dursley, que aparentemente estaban arraigados al piso. Hermione se libró de sus padres gentilmente y se unió al grupo.
- Buenas tardes –dijo el Sr. Weasley agradablemente a Tío Vernon mientras que se paraba enfrente de él-. Tal vez me recuerde, soy Arthur Weasley.
El Sr. Weasley había demolido la mayor parte de la sala de los Dursley hace dos años, Harry se hubiera sorprendido si Tío Vernon no lo recordaba. Completamente seguro, Tío Vernon cambió poco a poco en un color rojizo y miró ferozmente al Sr. Weasley, pero eligió no decir nada, en parte, quizás, porque a los Dursley los excedían en número de dos a uno. Tía Petunia lucía aterrada y avergonzada; permaneció mirando alrededor, y aunque aterrada sabía que podían verla en esa compañía. Dudley, entretanto, parecía tratar de lucir pequeño e insignificante, un hecho en que estaba fallando extravagantemente.
- Nosotros pensamos que podíamos tener unas palabras con usted sobre Harry –dijo el Sr. Weasley, sonriendo silenciosamente.
- Sí –gruñó Moody-, de cómo es tratado cuando está en su casa.
El bigote de Tío Vernon parecía que se erizaba con indignación. Posiblemente por el sombrero hongo que le daba la absoluta impresión equivocada de que estaba tratando con el alma gemela, se dirigió a Moody.
- Yo no soy consiente que sea asunto tuyo lo que pasa en mi casa...
- Yo creo que con lo que no eres consiente se pueden llenar varios libros, Dursley –gruñó Moody.
- De cualquier forma, ése no es el punto –interrumpió Tonks, que su pelo rosa parecía ofenderle a Tía Petunia más que todos juntos, por eso cerró sus ojos antes de mirarla a ella-. El punto es, que nosotros averiguamos que son horribles con Harry...
- Y no estamos en ningún error, escuchamos sobre eso –agregó Lupin agradablemente.
- Sí –dijo el Sr. Weasley-, hasta no le dejan usar a Harry el fele-tono.
- Teléfono –murmuró Hermione.
- Sí, si nosotros tenemos algún indicio que Potter es maltratado de alguna forma, nos va a tener que contestar –dijo Moody.
Tío Vernon se hinchó fatalmente. Su sentido de ultraje parecía pesar más que su miedo por todas estas personas estrafalarias.
- ¿Usted me está amenazando, señor? –dijo, en voz alta tanto que los pasantes se dieron vuelta para mirar.
- Sí –dijo Ojo-Loco, que parecía agradado que Tío Vernon haya entendido tan rápido.
- ¿Y yo parezco el tipo de hombres que pueden ser intimidados? –ladró Tío Vernon.
- Bien... –dijo Moody, corriendo hacia atrás su sombrero hongo para revelar su siniestro ojo mágico giratorio. Tío Vernon dio un salto hacia atrás en horror y chocando dolorosamente con un carro para equipaje-. Sí, debo decir que sí, Dursley.
Se alejó de Tío Vernon para examinar a Harry.
- Potter... danos un grito si nos necesitas. Si no tenemos noticias tuyas en tres días, enviaremos a alguien solo...
Tía Petunia gimió lastimosamente. No podía pensar lo que los vecinos iban a decir si eran sorprendidos por esas personas marchando por el sendero del jardín.
- Adiós, Potter –dijo Moody, aferrando el hombro de Harry por un momento con su nudosa mano.
- Cuídate, Harry –dijo Lupin tranquilo-. Mantengámonos en contacto.
- Harry, te sacaremos de allí lo más pronto que podamos –murmuró la Sra. Weasley, abrazándolo otra vez.
- Te veremos pronto, compañero –dijo Ron ansiosamente, agitando la mano de Harry.
- Muy pronto, Harry –dijo Hermione seriamente-. Lo prometemos.
Harry cabeceó. De algún modo no encontró palabras para decirles lo que significaban para él, para verlos allí todo juntos, a su lado. En lugar de eso, sonrió, levantó su mano en despedida, se dio vuelta y siguió el camino fuera de la estación hacia la calle iluminada por el sol, con Tío Vernon, Tía Petunia y Dudley apresurándose en su camino.

FIN